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Flashback

en Sexo con maduros

Último finde de vacaciones. Ahora que lo pienso han pasado varios años a tope, es increíble como el tiempo transcurre entre los sinsabores y alegrías de la vida. Hoy me toca la cena, un detalle especial, mi tía que es una aficionada al Pinterest y me envía constantemente recetas y está en particular me llamo la atención. La tarde transcurre tranquila el día se ha ido en comprar lo necesario para empezar mi 3er año en la Universidad y hacer la compra, lo necesario para la cena y sin duda comprar mi cereal que por alguna razón siempre se termina demasiado rápido a mi parecer. Suspiro el fin del verano es solo pensar que se acerca el invierno y las lluvias. En Bilbao siempre llueve, siempre lo leía en las novelas, pero comprobarlo fue para mí desalentador, no es que tenga algo contra el frío pero si detesto la lluvia, pero bueno siempre se avanza. Todo ha sido un proceso de adaptación, una nueva cultura, como toda adaptabilidad que le conlleva a los migrantes, que de mi patria hoy se cuentan por millones. Puedo sonreír, mientras preparo los benditos rollos de pollo. Milanesa de pollo, acelgas, lonchas de queso, tomates, aderezo. Guarnición de vegetales y ¿por qué no? El cuscús. Un detalle al fin y al cabo quien se desvive para que coma como princesa eres tú, aunque sabes que las cosas más simples como un sándwich de jamón y queso son las que más me encantan. Una llamada a mi familia para quedar el día de mañana, hace unos meses que estamos juntos y puedo decir que mi felicidad está completa. Mientras me dedico a la preparación de la receta y decido con que vino acompañar a la cena unas cuantas esferas del cereal desaparecen en mi boca. Y me sumerjo en recuerdos, de años pasados. La versión oficial que dimos a las familias cuando nos decidimos a dar el siguiente paso fue que nos conocimos en Facebook, en un grupo de libros de fantasía. Caló bastante bien y sirvió para convencer, ahora la verdad verdadera como decía un viejo conocido fue aquel sórdido foro, siempre se puede encontrar la pepita de oro en medio de la tierra negra.

Ultimo finde de vacaciones y tienes un bajón de campeonato. Solo de pensar que tienes que volver al trabajo te produce dolor de cabeza, y más con los cambios que están habiendo en la empresa los últimos meses. No. Crees que es hora de cambiar. Para tratar de mitigar la insufrible vuelta, negocias conmigo una tarde de buceo. Te dejo ir a bucear a cambio de un “vale todo” No puedes creer la suerte que tienes. Mientras estas buceando, a solas en la grandiosidad del mar, recuerdas nuestras primeras conversaciones, nuestras primeras palabras cruzadas y el sitio donde me encontraste.

A decir verdad hacía años que navegaba por ese sitio, nada destacable. Supongo que fue uno de los motivos por los cuales me aficione a la informática. Había tenido multitud de perfiles fake a lo largo de los años y justo hacía unos meses me había decidido por uno más apegado a la realidad. Tenía cierta relatividad en el foro, por mis constantes participaciones. Un primer mensaje que me llamó la atención, podría compararse con una gran carta de presentación que despertó mi interés. Las conversaciones fueron constantes, y una conexión nunca antes experimentada surgió. Pasamos al correo, y poco a poco nos fuimos acercando. Los momentos que fueron dejando huella, la primera foto que me enviaste, un grupo y como ya me lo habías demostrado eres un liante de campeonato. Una rápida respuesta, en efecto acertada, no me costó reconocerte, solo con mirar los rostros te identifique con facilidad.

Son cosas del hilo rojo del destino, te comenté dando alarde de mis habilidades. La interacción mutua no se hizo esperar, poco a poco me cautivaron la picardía de tus ojos verdes. A ti mi forma de ser, lo meloso de mi acento venezolano. Fuimos intercambiando las palabras coloquiales y antes de darnos cuenta nos fuimos convirtiendo en un solo ser. Eso hizo olvidar la diferencia de edad 18 años, siempre le reste importancia, la similitud de nuestras almas nos hizo olvidar las muchas barreras que nos arropaban en el momento. Las vídeo-llamadas se convirtieron en diarias, el amor fue creciendo y a la vez la punzante verdad de la distancia intercontinental.

Cuando llegas a casa, el olor de algo delicioso te invade las fosas nasales. Abres la puerta y me ves tremendamente atractiva, con el delantal, manejando los fogones de la cocina. Te acercas a mí por detrás, me abrazas con dulzura, besando mí cuello y tus manos, se aferran a mi cintura, subiendo con descaro, hasta posarse sobre mis delicioso y firmes pechos. Mis protestas no se hacen esperar alegando espacio para poder seguir con la cena, pero, te sientes juguetón. De un solo tirón, bajas los pantaloncitos que llevo ese día, descubriendo para tu deleite, que no llevo ropita interior.

Seguimos con los juegos, entre mis protestas, cuando un olor de quemado empieza a inundar mis fosas nasales. Me enfado un poco, subiéndome los pantalones y sacándote de la cocina alejando que arruinas la sorpresa. Te encomiendo pasear nuestro querido Goiko que es un perro bastante perezoso y está ya algo gordito por lo cual nos motiva a que haga más ejercicio. Tras el paseo con Goiko, te demoras un poco más en la plaza, tomando una birra. Tras apurar el último trago, le indicas a Goiko con un gesto de que deben continuar. Goiko, Otro gran cambio en tu vida. Siempre te dijiste que por nada del mundo tendrías un perro en casa...hasta que llegue yo y cambie esa postura.

Mirando a Goiko te vienen al recuerdo las sensaciones de años atrás, cuando me conociste. Las incursiones en la red, nuestras primeras palabras. Nuestros primeros intercambios de mail. Abres el móvil y los buscas, perfectamente archivados. Recuerdas como mi deliciosa juventud te hizo retroceder al principio, pero solo para pillar impulso. Tenías miedo, pero estaba emocionado. Y fue esa emoción esa frescura que te contagiaba, esa destreza a la hora de sortear tus juegos y trampas, las que te llevaron a planear el viaje. Recuerdas como lo preparaste todo minuciosamente. Como reservaste los vuelos paras cruzar el gran charco, solo para poder verme en persona, para poder abrazarme, para poder olerme, y para poder hacer realidad todas las fantasías que nos habíamos inventado. Te haces una anotación mental para recopilar recuerdos después de la cena mientras abres la puerta de casa y un delicioso olor invade tus fosas nasales abriendo por completo tu apetito.

La guarnición de cuscús, con salteado de brócoli, tomate y maní con un chorrito de jugo de limón y una cucharada de mostaza está listo. Los rollos perfectamente cocinados. Y los ladridos de mi perro tonto anuncian el regreso. Goiko quien entra con total autoridad en la cocina, se relame esperando obtener algún trozo de pollo pero se tendrá que conformar con su habitual comida. Mientras también te relames me ayudas a poner la mesa y te comento que mañana comeremos con mi familia. Ambos damos buena cuenta de la cena, y te persuado para comer de postre un poco de helado de chocolate y galletas que compre para dar el toque perfecto. Te comento, que he pasado la tarde recordando nuestros inicios, sueltas una carcajada y das crédito a la auténtica conexión pues has estado pensando en lo mismo. Me confiesas lo nervioso que estabas aquel día en que, bajando del avión en Venezuela, buscabas al coche que te llevaría hasta mi puerta.

“¿Que pensaras al verme? No es lo mismo una foto o un vídeo que la realidad. ¿Cómo reaccionaras? ¿Me aceptara tu familia? Soy 18 años mayor que tú, y eso asustaría a cualquiera”. Estabas asustado y se te notaba mucho.

El clima Venezolano no te ayudo a mitigar tus nervios. Un golpe de calor y humedad te sacudió nada más salir de aeropuerto haciendo que empezases a sudar de forma copiosa. Menos mal que tenías una pequeña habitación de hotel para poder asearte antes de verme.

El aeropuerto de la ciudad más cercana a mi pueblo, es bastante pequeño aunque a pesar de todo mantiene su infraestructura en buen estado y eso es pedir mucho en ese país. No había dormido bien los días anteriores los nervios a flor de piel. La maravilla de Google me permitió seguir tu vuelo hasta el aterrizaje en Maiquetía, la escala a la ciudad es corta siempre y cuando no existan los problemas tan habituales de mi tierra. La inquietud me recorre el cuerpo, nervios por conocerte, nervios por el choque de los mundos y el mayor terror, que le agrades a mi madre.

Con la ayuda de tu actualizado GPS y el coche de alquiler, el recorrido hasta mi ciudad se hace sin incidencias. Has marcado la posición del hotel con mi ayuda y te lleva hasta la misma puerta. Reconoces que me has mentido un poco acerca de tu hora de llegada, puesto que no quieres que te vea sin asear, con una buena sudada y la ropa típica de un largo viaje en vuelo. “No la primera vez” Estas realmente nervioso.

Miro el reloj con impaciencia. Sin duda, eso de esperar no es lo mío. Decidimos que el primer encuentro sería en la plaza del pueblo. Elegí un sitio neutral, cerca del hotel y de casa y lejos de las miradas indiscretas de mi familia. ¿Qué impresión te puedo causar? En estos instantes parezco más un conejo que van a sumergir en la cacerola. 8 min andando y me planto en medio de la plaza, esperando el encuentro.

Sales del hotel. Vas bien de tiempo. Te apresuras para poder tener una buena panorámica cuando llegue. Cuando por fin lo hago, no puedes creértelo. Ya ha llegado la hora. Ya estoy ahí. “Eres mucho más bonita en persona”. Susurras para ti con los nervios a flor de piel. Por fin, sales de tu escondrijo y te pones al alcance de mi vista.

Llevaba ensayando ese momento infinidad de ocasiones, imaginando la forma correcta, pero al final esas cosas no se pueden premeditar. Me acerco a ti, con paso firme, pero con mi corazón temblando, una sonrisa en mis labios. Tus ojos me atrapan, y los míos no pueden contener las lágrimas. Un primer abrazo, infinito, siento perfectamente como una corriente recorre mi cuerpo.

Tus brazos me cobijan por completo, para mi satisfacción compruebo lo bien que queda mi cuerpo junto al tuyo. Dicen que la naturaleza es así, que hay cosas que encajan a la perfección y puedo jurar que cuando tus dedos se entrelazan con los míos que nuestras manos nacieron para estar juntas. Suelto una risa nerviosa, la felicidad es abrumadora, no puedo creer que seas real, que este tocándote. Y luego de ese eterno abrazo, tu mirada fundiéndose con la mía, me hace creer que el universo es un hijo de puta que confabula todo.

No te puedes creer lo que está pasando, pero es cierto. Puedes sentir la presión de mi cuerpo contra el tuyo, la fuerza de mis brazos e incluso disfrutar de mi fragancia, tantas veces deseada. Tus manos, desean acariciarme, pero te asusta que piense que vas demasiado rápido. Tu boca desea besarme, pero te aterra romper la magia, lentamente, te vas separando de mí sin soltar mis manos y no puedes evitar ponerte rojo de la emoción y un sordo "hola" consigue escapar de tus labios.

"Te atrape liante" suelto con una suave risita que a su vez ayuda a liberar los nervios. Muero de ganas de besarte, pero no sé si es lo apropiado. Mis manos se funden con las tuyas mientras busco las palabras adecuadas, pero el cúmulo de sentimientos puede más.

Al ver que estoy tan nerviosa como tú, te relajas un poco y me transmites esa confianza. Te separas levemente de mi lado. "Bueno, ¿me enseñas todo esto?" Tomo tu mano y hago algo que se volvería habitual entre nosotros, irte arrastrando por todo los sitios y hablando sin parar. Me preguntas por qué camino tan rápido y no puedo evitar frenarme en seco y sonrojarme.

"Cuestión de supervivencia, mamá siempre me enseñó que la mejor manera de evitar ciertos incidentes desagradables es ir como una chita" te llevo por las calles, haciéndote alusión que veas bien donde pisas por lo deteriorado de las mismas. El pueblo no es demasiado grande, o mejor dicho si lo es, pero la mayoría son casas, dos largas avenidas con todo el comercio y básicamente eso es todo lo interesante. Me preguntas por una pastelería que ofrece todo tipo de pasteles y panes dulces. Te resumo la historia "en alguna ocasión cuando era niña comíamos ahí pero ya no se puede" le resto importancia. La realidad de nuestros mundos es bastante dispar pero no me resta ánimos. Un poco más adelante los chinos, te llevó a la otra avenida donde está mi heladería favorita, "En realidad mi heladería favorita está en la ciudad pero ésta está bastante bien"

Te dejas arrastrar por toda la ciudad tras de mí, sin soltarme la mano. No puedes evitar darte cuenta de algunas miradas que nos lanzan, quizá, debido a tu apariencia extranjera, quizá debido a nuestro comportamiento y la diferencia de edad, pero la verdad es que te da igual. No puedes evitar comprar pasteles y helados cada vez que me paro delante de cada tienda tan solo para ver cómo se ilumina mi carita. Cuando le doy una lamidita al helado, me lanzas tu más lobuna mirada....

No puedo evitar sonrojarme, terminamos de vuelta al inicio. En la plaza, disfrutando de los barquillos "Una vez escuche que los barquillos eran la comida perfecta para los gordos porque hasta el envase se come" suelto una risa más distendida disfrutando del momento y mirando el gran trozo de pastel de chocolate que llevo entre mis manos. No puedo evitar acercarme un poquito más a ti, esperando expectante tu siguiente movimiento.

Entre el calor, la humedad y los nervios, rompes a sudar enseguida y recuerdas la generosa cantidad de desodorante que te has tirado por encima. Bien pegadita a ti, me aprietas un poquito más aún. Ahora que me tienes no quieres dejarme ir.

Según te voy contando de la ciudad, los nervios se van disipando, pero aun sigues con un run run en la cabeza. "(¿Qué pasara si te beso? Hemos hablado mil veces, y hecho millones de guarrerías virtuales, pero aun así, tengo duda)" Armandote de valor, y escuchando a penas mis palabras, me volteas hacia ti, y sujetandome por la cintura besas mis labios con ternura y pasión.

El movimiento aunque esperado y anhelado me toma por sorpresa. Mis brazos rodean tu cuello, un beso suave, inocente, una caricia de nuestros labios, percibo la electricidad recorriendo nuestros cuerpos.

Nos separamos un poco y ambos estamos sin respiración, con el corazón a tope, una risa afloja los nervios y me pongo de puntillas para darte otro beso, suave con regusto al helado de chocolate, que se mezcla con tu sabor, un beso torpe dada mi nula experiencia pero que busca transmitir todos esos sentimientos que llevamos meses profesando. "Ahora si eres enteramente mío liante" mis ojos brillan, una lagrimita de emoción recorre mi rostro.

Tras ese fugaz beso, viendo mis brillantes lagrimitas resbalando por mis mejillas, las recoges con tu dedo para que no se pierdan en mi ropa y sin dejar que se esfume la magia, me besas de nuevo, esta vez de forma más apasionada, más dinámica y tentando con tus labios, la apertura de los míos.

El beso más atrevido, calienta los motores. Tus manos recorren con un poco más de confianza el contorno de mis caderas, mi corazón y mi respiración se aceleran. Mientras nuestras lenguas se hacen conocidas, pero la sensación de familiaridad que me genera al estar a tu lado me hace sentir que somos tal para cual. Tras ese beso más largo e intenso, la separación es más lenta y tímida. Nuestros cuerpos se separan, nuestras manos, no. Me, pides que siga con la gira mientras empiezas a ser tu mismo y a mirarme con descaro.

Miro la hora "Ya no hay mucho más que mostrar, ya es momento... de que conozcas a la familia" Nuestros cuerpos se adaptan a la perfección, tu brazo rodea mi cintura para sentirme aún más cerca. Te voy conduciendo por las calles hacia la casa familiar, la segunda prueba de fuego. Por suerte mi familia es pequeña, por mala suerte sus caracteres dejan mucho que desear, pero estoy esperando un buen comportamiento y sobretodo la aceptación mutua, con la intervención de unos dioses todo saldrá a pedir de boca. La casa que tantas veces has visto por el Google Maps va haciendo presencia. Te guío por las aceras para que no tropieces con los constantes baches y sobresaltos. "Ya llegamos", me comentas que se ve más grande que en las fotos.

La verdad es que estás asustado. No sabes como va a reaccionar mi familia. Eres consciente de que saben de tu existencia, pero aún así estás asustado. Te da miedo de que, la diferencia de edad se haga más patente cuando te vean. De forma inconsciente, presionas mi mano un poco más mientras que, por dentro, vas metiéndote en el papel. Te sumergues en el corazón de piedra para templar tus nervios y te repites a ti mismo, que si eres capaz de lidiar con 8 japoneses en una reunión, también podrás con esto.

"Vamos a ver... tal como lo tenemos planeado, ya sabes el más difícil será el abuelo, pero quien realmente importa que le agrades es a mi madre. Y mi tía... bueno es impredecible... si tenemos suerte andará de buenas" Conoces la estructura familiar y en buena parte sus personalidades gracias a mis detalladas descripciones, "esto no contribuye a mi salud cardíaca" digo por lo bajo, más para mí que para ti. Al entrar mi abuelo te recibe en la puerta con su cara de pocos amigos, no me sorprende tampoco me es de demasiado interés su reacción por diversos motivos históricos familiares, luego está mi tía que te mira con un poco de recelo y al anal mi madre, que estrecha tu mano y te invita a sentarte en el sofá. Mi madre es clara y no pierde el tiempo con rodeos, un examen inicial y el intercambio de palabras parece indicar que todo va bien. Pero es la mirada que me dirige en medio de una de tus intervenciones la que al fin me hace respirar y relajarme, aunque tú no lo sepas ya tienes su aprobación. Poco a poco la tensión del aire se va disipando y si bien la situación es excepcional para todos, va por buen camino. Te invita a quedarte para la comida y así seguirte conociendo, aprovecho los minutos de break para que conozcas personalmente a mis peluches, cuando me aseguro que estamos solos respiro "La cosa es así, le agradaste a mi madre, por ese lado vamos bien, mi tía ya te comentare más tarde, no tiene pelos en la lengua y no se guardará lo que piensa. Y el abuelo, bueno le gusta que seas un profesional, da mucha importancia a esas cosas, regálale un whisky y te lo echarás a la bolsa"

"Que sea un profesional… Bueno, lo del wiskhy me lo avisaste y he traído uno de casa. La verdad es que asusta un poco" Estas tentado de tirarme en la cama y besarme como un loco, pero el miedo a que entre alguien por la puerta de repente y nos sorprenda te frena.

Es una situación tensa, y te pones con facilidad en la piel de mi familia. Si un tío 18 años mayor que tu pequeña se presentase en casa, casi con toda seguridad le recibirías con la escopeta cargada, y no en sentido metafórico. "Laztana, tu guíame para no cagarla. Conozco de tu family lo que me has contado y que temas tratar y cuáles no, pero, si intuyes una trampa o tema espinoso, dime la palabra clave. ¡Basajaun!.”

"Una familia en proceso... falta otra, ve el lado positivo tú tienes como mil parientes, aquí solo lidiaras con pocas personas... Ah genial... Mamá está haciendo su pollo" digo luego de percibir el olor desde la cocina "Eso es bueno, y... no rechaces el café, esta familia toma café como si de agua se tratase" Te doy un pequeño recorrido por la casa, sigues asegurándome que en físico es más grande, y después de llegar al patio me planteo la posibilidad... "Calla y sígueme" luego de un estrecho camino el patio se conecta con una parte más íntima, una sección que en un pasado mi abuela planeaba convertir en una biblioteca pero que por cuestiones de la vida quedo en su forma original. Te empujo un poco hacia la pared y me cuelgo de tu cuello, para darte un beso

Tras el beso, dulce e intenso, me susurras muy bajito: "Vida, ¿pasa algo si nos besamos dentro?"

"Nop, solo quería un momento a solas" Digo en un tono provocador. Mi cuerpo se pega al tuyo y puedo sentir tus manos recorriendo mis caderas con un poco más de confianza, con más naturalidad. "Te atrape Basa, eres todo mío" Esta vez el beso es más juguetón, travieso. Pero la voz de mi madre llamándonos nos devuelve a la realidad, nos escabullimos furtivamente hacia la parte trasera del patio para tener tiempo de relajarnos un poco. Ya dentro de la cocina, mi madre te pregunta si quieres probar la arepa o prefieres el arroz para la comida.

"Las arepas me parecen tentadoras" Sueltas con más confianza de la que tienes en realidad. Tratas de no despegarte de mi lado para que sea tu piedra de toque por si metes la pata. La verdad es que el largo viaje te ha dejado sin apetito y el cambio de hora te está haciendo estragos. Tienes más ganas de dormir, que de comer. Poco a poco, el ambiente se va relajando hasta que mi abuelo entra por la puerta y te pones más tenso que Eduardo Manos tijeras con varicela.

El reto de miradas que tengo con mi abuelo al final cede a mi favor, desde hace años los fueron diversos con nosotros los nietos por no ceder a su mentalidad retrógrada. La parte más difícil está en proceso, pero la mirada de mi madre me hace entender que voy por buen camino. Aprieto tu mano y un asentimiento de mi parte, te permite relajarte un poco. Los deliciosos olores invaden nuestras fosas nasales.

Entre charlas la comida está preparada y aunque no tienes apetito, esta aparece nada más probar bocado. Realizas continuos elogios a la comida y su elaboración y aunque eres un excelente actor, no puedes dejar de mirarme, algo que crees, se nota demasiado.

Luego de la deliciosa comida, nos sentamos a disfrutar del rato y a intercambiar anécdotas, el ambiente se ha relajado y el nivel de tensión está al mínimo. Mi madre no puede evitar sacar las fotos de mi infancia y comentarte mis jugarretas que mientras a ti te causan gracia, a mí me expanden el color rojo por mi rostro lleno de vergüenza.

El momento te está encantando, viendo fotitos mías de todas las edades. "Laztana, seguro que esto me viene de vuelta" Mientras miramos las fotos, sacas de tu zurrón unas cuantas tabletas de chocolate, que sabes que me encantan para endulzar un poco más, si cabe, el momento. Y lo cierto, es que, por dentro, estas deseando estar a solas conmigo, para poder besarme con toda la pasión, que nos prometimos a la distancia.

Y como si fuese la campanada que indica el tiempo de receso, mi madre pregunta si te he llevado a conocer las ruinas a lo que contestas negativamente. Me aconseja que te lleve, pero que no vayamos al río (que no queda muy lejos) pues ya es de tarde y es mejor ir en la mañana, y como luego descubrirías soy feliz manteniéndome alejada de las grandes masas de agua. Así que antes de que cambie de idea te arrastro nuevamente a la puerta, quedando que regresaremos para la cena, dentro de unas horas. "Sería buena idea buscar el whisky y el coche, no quiero que andes de noche solo por aquí, esto no es España ni se parece a ningún sitio donde hayas estado, si tenemos tiempo te llevaré a conocer la jungla de concreto donde crecí, ahora..." viendo que estamos lejos de casa, más relajados, me cuelgo de tu cuello y te doy un beso más atrevido, la vergüenza inicial ha quedado atrás, nuestros cuerpos se reconocen a la perfección.

Tras ese beso, más íntimo, más natural, más cómplice, llegan mucho más, en los que tus manos se desplazan libremente por mi espalda y mis caderas. En un momento de atrevimiento, y probando cuan afortunado puedes ser, tus manos se posan en mi culito, apretándolo con suavidad pero firmeza. Tu boca busca mi cuello al tiempo que tus manos suben de nuevo por mi espalda, esta vez dentro de mi ropa, y decides interrumpirme a tiempo. Antes de que tu erección sea más que evidente.

Tus manos encajan perfectamente con cada curva de mi cuerpo. Un poco alterados, bastante sonrojados y algo ya notablemente excitados. Soltamos una risa floja para liberar la tensión sexual que va cargando el ambiente. Un beso más tierno y casto, me inclino para darte una pequeña lamida en la punta de la nariz algo que siempre desee hacerte, te quedas desconcertado un segundo y luego un abrazo, una risa. Me pongo de puntillas "Hulk también quiere salir a pasear" susurro pues he podido sentir a la perfección tu erección entre abrazo y abrazo.

Miro sobre tu hombro "bueno es momento de buscar el whisky y así nos escapamos un rato de la lluvia" miras el perfecto azul del cielo y no te fías de que lloverá. Avanzamos hacia el hotel y a los pocos minutos el cielo azul, se torna gris y al llegar las primeras gotas nos atacan. Ya dentro me preguntas como sabía lo de la lluvia "Aquí entre nos... controlo los cielos"

Nada más entrar en la habitación, me cedes el paso cortésmente, y en cuanto franqueo la puerta, la cierras con suavidad. "Ya eres mía caperucita. Te has metido de lleno en la guarida del lobo" Me acerco a ti, miro nuevamente el móvil para checar la hora, "tenemos un buen rato antes de que empiecen a molestar" me acerco a ti, nuevamente y mi menudo cuerpo se funde con el tuyo, con un tipo de caricias no realizadas antes, estas son más íntimas. Me rodeas con tus brazos y tus manos recorren con curiosidad del que descubre, las curvas de mi cuerpo.

Las caricias son lentas, sensuales, curiosas. Tus manos se deslizan por mi cuerpo reconociéndolo, apreciando la suavidad de mi piel, su tibia temperatura, su extrema juventud. Casi tienes una punzada de remordimiento por la aspereza de tus manos que ya buscan, curiosas, mis caderas, intentando invadir el sur, intentando alcanzar tu más deseado objetivo: mi precioso, terso, apretado y delicioso culito. Puedo sentir tus manos, como se deslizan como exploran y van apropiándose de cada rincón explorado. Mis labios sueltan un pequeño gemido que me hace sonrojar por completo. Son las primeras caricias íntimas que recibo, y el deseo de explorar las nuevas sensaciones no se hace esperar. Mi cuerpo se pega al tuyo y puedo sentir pegado a mi vientre la naciente erección, que despierta más aún mi curiosidad.

Tu excitación va en aumento y subes la prima de riesgo. Tus manos, abandonan su objetivo durante unos segundos con la clara intención de abrir el cierre de mis bonitos pantalones. Mientras tratas de distraer mi atención mordisqueando el lóbulo de mi oreja, provocando unas leves cosquillas, tus manos ya se han colado bajo mi ropa y acarician mi culito con descaro. "Ya eres mía"

"Al fin tuya... al fin mío" susurro con notables rasgos de excitación, mi pecho sube y baja acelerado, puedo notar como mis pezones se han endurecido como puntas de diamante, y sobre todo la creciente humedad de mi sexo, anhelante de conocer otras manos que las mías. Al poco tiempo de conocerte, sabía que eras tú, solamente tú. Y mis deseos de explorar todos los matices de mi sexualidad se incrementaron con nuestra sinceridad en los temas sexuales. Puedo sentir tus nervios al igual que los míos, pero a su vez la excitación, tu polla marcándose en tus pantalones, no es que nunca la haya visto, pero la posibilidad de tocarla abre nuevos horizontes. Mis finos dedos se deslizan sinuosos hasta ella, palpando el sexo masculino por primera vez, me produce curiosidad y excitación. Te miro y tus ojos oscurecidos en deseo me invitan a avanzar.

Siendo consciente de la especial situación, de la diferencia de edades y experiencia, tratas de serenar tus nervios para no asustarme, ni dañarme. Tus movimientos son lentos pero fluidos, bajando mis pantalones con suavidad y acompañándolo de caricias y besitos. Casi sin darnos cuenta, estoy tan solo con ropa interior. Ardes en deseos de sacar tu cámara de aseo y hacerme un auténtico book, pero no quieres romper la magia. Al tiempo que tu boca se solapa con la mía, tus dedos desabrochan el cierre de mi bra, dejándolo caer al suelo y quedándote embobado por la perfección de mis pechos.

“(Quiero que esta primera vez sea perfecta. Quiero que te sientas una princesa. Ya tendrás tiempo de ser una putita.)”

Sabes lo especial de la situación, y dadas nuestras múltiples parafilias quieres que la situación sea perfecta. Unas pequeñas braguitas color rosa con un diseño de Hello Kitty con flores rojas y azules. "Las escogí pensando en ti" susurro y mi mirada se clava en la notoria erección de tu polla que se marca a través de tu bóxer y está ansiosa por salir de su escondite.

Mi rostro está completamente sonrojado, una mancha de excitación se hace notar sobre la braguita y con un primer movimiento vacilante toco tu miembro, retiro mi mano solo para volverla a colocar y presionar un poco más. Sé que esperas expectante mis movimientos, y mis finos y largos dedos deslizan un poco el elástico para dejar asomar tu polla que se erige con unas pequeñas gotitas de precum, completamente depilada, casi rebota contra mi rostro y la palpo con más curiosidad, mezclada con la excitación.

"Cuidado laztana, estas manejando un arma cargada"

Ambos soltamos una suave risa, lo cual te sirve para relajarte un poco y reducir la excitación. Te sirve para no sujetar mi cabeza y enterrar tu polla dentro de mi boca. Sabes que lo aguantaría. Sabes que serias capaz de eso y mucho más, pero con lo joven que soy, quieres que mi primer recuerdo con el sexo oral este lleno de excitación, lujuria y placer. Acercas tu polla a mi boca, muy despacito y presionas levemente mis labios que se abren con suavidad y permiten el paso lento pero firme, de tu verga dentro de mi boca.

Ves con admiración como va desapareciendo el glande, y como voy engullendo también el tronco, pero te retiras antes de que sea demasiado tarde. “Ya habrá tiempo para eso”.

La sensación nueva solo hace incrementar mis deseos de experimentar. Mi lengua ya con más confianza luego del primer contacto se aventura a dar unas cuantas lamidas más atrevidas. Estoy tratando de recordar todas las 'técnicas' que recomiendan en los artículos, pero al final me decido por mis instintos. En mi está el deseo de poder brindarte placer pues tengo el temor de no dar la talla ante tu experiencia.

Puedo notar como la mancha de humedad crece en la braguita y mi lengua se torna cada vez más atrevida, con pequeñas chupadas. La excitación va en aumento, el placer también. Cuesta controlarse. "

Ufff vida, ¿Seguro que nunca habías hecho esto antes?" Tus manos acarician mi cabecita, se deslizan por mi mentón y me animan a seguir, pero tendrás que cortarlo enseguida o eyacularas como un caballo en mi boca, con toda la carga seminal acumulada de una semana.

Me sonrojo si es posible más aún, me animan tus palabras y puedo sentir lo sensible y receptiva que esta mi piel, el contacto con tu cuerpo me anima a seguir explorando el contacto íntimo. Mis dedos juegan con tu miembro presionándolo suavemente y mi lengua sigue disfrutando de esta nueva modalidad de chupetín.

Con la idea en la cabeza de que una virginal chica te está haciendo una mamada de campeonato, tienes que frenar despacito, para no hacerme sentir mal. Te retiras con lentitud ante mi mirada curiosa, y como respuesta, me levantas con tus brazos grácilmente para depositarme en la cama. Tu boca besa mi vientre y se entretiene en ese lunarcito, bien conocido, que por fin tienes a tu disposición. El olor a excitación es penetrante, y la humedad de mis infantiles braguitas, evidente.

Pones tu boca sobre la manchita de humedad tratando de absorber mi esencia. Tras unos deliciosos minutos, cuelas tus dedos en el elástico de las braguitas y las vas deslizando poco a poco, hasta que mi lampiño coñito aparece ante tus ojos, perlado de flujo, y con el delicioso aspecto que solo una rajita muy bien cuidada e hidratada puede tener.

Mi primer instinto es cerrar mis piernas, pero tus fuertes brazos lo impiden con suavidad. Siento como el lobo se acerca a caperucita y acecha esperando el momento justo. La primera descarga eléctrica que se produce es cuando tu lengua recorre mi almeja rebosante en flujos, suspiro fuertemente y al repetir la acción un suave gemido se escapa de mis labios, tus ojos buscan los míos, sonriente por ser la causa de este nuevo placer.

Algo tantas veces soñado, por fin cumplido. Estas entre mis piernas, con tu lengua enterrada dentro de mi deliciosa cueva, y el sabor es mil veces más potente de lo que te imaginabas, e infinitamente más delicioso. Tratas de no desviarte de tu objetivo de lograr que tenga un gran orgasmo y buscas tan solo mi placer. Quieres hacerme explotar, quieres hacerme gritar de gozo y excitación. Quieres salir con tu cara totalmente empapada pos mis flujos. Quieres que esta primera experiencia mía, sea memorable.

Los gemidos van en aumento al igual que el placer, las sensaciones son mucho más intensas que las provocadas por mí misma. No quiero que te detengas ni un instante, mis dedos se cuelan por tu cabello animándote a seguir, a aumentar el ritmo, tu lengua recorre y devora y puedo sentir como llego al punto máximo del placer. Ambas manos entierran tu rostro en mi cueva mientras un potente orgasmo sale con una potencia desconocida. Las contracciones de mi cuerpo, la electricidad, me hace soltar grititos de placer.

Sorprendido por la potencia de mi orgasmo, te deleitas lamiendo y limpiando los restos de mi orgasmo con movimientos lentos y pausados. Tus manos acarician mi suave cuerpo mientras tu boca recoge las perlitas de flujo y sudor de los pliegues más escondidos de mi sexo.

Mis mejillas tienen un claro tono sonrojado, mientras mi respiración se acompasa y mis latidos se van calmando observo como terminas de dar las últimas lamidas, veo tu rostro empapado por mis flujos. Mis manos te atraen hacía mí y te beso con pasión, sintiendo el sabor, mi sabor en ti. Tus manos recorren inquietas mis caderas, y mi cuerpo está ansioso por recibirte. "Te amo liante" logro decir entre besos.

Cuando el momento se relaja un poco, aprovechas para mirar mi preciosa carita, brillante y sonrojada, y la realidad supera con creces a tu imaginación. Besas mis labios. Un suave y ligero piquito y acaricias de nuevo mi cuerpo. Ha llegado el momento. Pero el temor de hacerme daño crece dentro de ti.

Mi cuerpo está ansioso por recibirte, por explorar y experimentar el placer máximo, incontables conversaciones de cómo sería ese momento, y puedo notar en tus ojos un poco de temor, pero también algo más, un deseo primitivo. "Deseo que seas el primero y el último" digo en un susurro, un suave beso y parece darte el ánimo necesario para seguir.

Besando mi cuerpo, te pones en posición. Tus manos acarician mi cuello, mis senos, presionas mi pancita y te colocas entre mis piernas, abriéndolas con suavidad. Tu verga, ya está rozando la entrada de mi almejita y comienzas a frotarte con ella, suave, sin pelitos y brillante por los flujos y la excitación.

Te inclinas sobre mí, para besar mis labios mientras tu ariete de carne se abre camino poco a poco en mi interior. Muy lentamente, mi vagina se va acomodando al grosor de tu polla que llega de forma irremediable a la barrera de mi himen. “Ha llegado el momento”.

Es una sensación abrumadora, la presión por la invasión. Mis ojos se encuentran conectados a los tuyos. Mi lubricación ayuda a ceder terreno. Nuestros labios se funden cuando te clavas hasta el fondo. Un pequeño quejido sale de mis labios, un pellizco y a su vez una onda de calor, algo caliente que mana de mí, y sella una unión. Te quedas muy quieto en mi interior, siento lo apretado que está. Me preguntas como me encuentro y me susurras palabras de amor. Hay algo primitivo, sexual, que me excita a pesar de la molestia, saber que estas dentro de mí y el amplio espectro de fantasías, posturas, y situaciones que queremos experimentar me hacen querer sentirte más, tus manos sujetan con firmeza mis caderas y mi boca devora a la tuya, la busca con necesidad, para transmitirte mis deseos de continuar y con mis labios bajando por tu cuello con una mordida suave pero juguetona, puedo sentir la fricción del movimiento, como te retiras por completo y tu ariete cual guerrero espartano está bañado en lo que era mi pureza, te hundes nuevamente, suave, firme, causándome un suave gemido, tu gruñes deseoso y yo igual.

Varias sensaciones invaden tu cuerpo, todas muy potentes, y todas a la vez. Por un lado, el deseo de hacerme el amor, de forma intensa, profunda y pasional, por otro, una sensación de miedo a causarme un posible daño.

Los gemidos por mi parte te animan a continuar, mis dedos en tu espalda, te impulsan a besarme de nuevo. La penetración, lentamente, va siendo más y más profunda, hasta que sientes como tus testículos presionan las húmedas paredes de mi vagina y te quedas allí unos segundos. Al retirarte, muy lentamente, te das cuenta de que tu piel, se ha quedado pegada a la mía, ayudada por los flujos vaginales que fluyen copiosos por mi sexo.

Lo estrecho de mi cueva solo logra aumentar mis sensaciones, mis pezones están como puntas de diamantes, tus dedos presionan suavemente uno de mis pezones, produciéndome un gritito de placer. Tu boca busca nuevamente la mía, y el movimiento de tu mástil cada vez más brioso arranca una y otra vez gemidos y grititos de placer, siento un poco de molestia por la invasión total, pero tras unos instantes esa molestia solo da paso al placer completo. Mis uñas no pueden evitar clavarse en tu espalda, marcarla, algo que siempre te comente en nuestros chats. Siento tus manos recorriendo mis caderas, presionando, aumentando el ritmo sublime. Mis dientes muerden suavemente tu lóbulo y me dedico a gemir muy bajito y erótico en tu oído.

La situación está empezando a írsete de las manos. Mis suaves gemidos, a penas susurrados en tus oídos solo aumentan la excitación mientras intentas controlar tus más bajos instintos. Intentas vaciar tu mente con la intención de estirar el momento y que el clímax no llegue demasiado pronto, pero las endiabladas curvas de mi cuerpo, la humedad de mi vagina y lo apretadita que estoy te están haciendo perder los papeles.

Me sujetas con firmeza mientras aumentas progresivamente la dureza de tus embestidas que ya se adentran por completo en mi interior. El roce de mi vulva en tus testículos te provoca palpitaciones. Los siseos de mis susurros te provocan escalofríos, y las uñas clavándose en tu espalda re aseguran que estoy totalmente entregada a ti.

El cambio de ritmo es el detonante, el placer máximo se apodera de mí y un intenso orgasmo el más potente que he experimentado hasta ese momento me invade por completo, la tensión corporal, los espasmos, seguidos por el placer y la máxima relajación me catapultan a un estado onírico. Tu polla está completamente enterrada, deleitándose con mi orgasmo, de cómo mi prieta cueva te aprieta más y succiona tu miembro. Mi cuerpo se pega al tuyo completamente relajado, pero la invasión aún presente me hace desearte más, mucho más.

Mi orgasmo te ha pillado desprevenido y los abundantes flujos de mi rajita hacen que la penetración sea mucho más placentera. Por tu mente pasan mil fechorías que desearías hacerme en ese momento, pero tienes que controlarte, ya habrá tiempo para todo eso.

Sujetando firmemente mis caderas, aumentas el ritmo de una penetración ya desbocada. Unos minutos después, o tal vez, tan solo unos segundos, clavas tu verga en lo más profundo de mi almejita justo antes de soltar toda la carga de tus testículos, acumulada durante días. Tras el potentísimo orgasmo, sientes desfallecer. La petite mort te alcanza, fulminándote como un rayo y caes desplomado sobre mi cuerpo, aunque te haces a un lado, para no aplastarme bajo tu peso. Nos quedamos allí, unidos, abrazados, aun conectados por nuestros sexos, intentando recuperar el ritmo de nuestras espiraciones dejando pasar el tiempo, totalmente ajenos a él.

El precioso instante, solo se ve interrumpido por las cosquillas que la abundante cantidad de semen me produce al escapar de su escondite y gotear por mis muslos. Cuando intentas incorporarte, ambos rompemos en carcajadas al comprobar que nuestros cuerpos se han quedado totalmente pegados.

Al incorporarte, y ver mi imberbe rajita rebosante de leche, un latigazo sacude tu polla, y el deseo de devorarme de nuevo acude a tu cabeza, pero tratas de contenerte y alcanzas un paquetito de toallitas húmedas con la paternal intención de limpiarme.

No puedo evitar sonrojarme, es una sensación rara por la novedad que me produce, me siento totalmente llena de ti y antes de que te acerques a limpiarme no puedo evitar llevar mis dedos para explorar mí cueva, que destaca un poco enrojecida y que además se ha sensibilizado considerablemente. Uno de mis dedos queda empapado de esa mezcla leche/flujos y la curiosidad me hace probar el sabor de nuestras esencias todo ante tu perversa mirada.

"Ufff, si quieres la próxima vez te lo doy en la boquita."

Acompañas tus palabras con tus dedos, entrando en mi almejita de nenita, y sacándolos cubiertos de semen y flujo. Los acercas a tu cara, los hueles y no puedes evitar imitarme y lamer tus propios dedos. Repites la jugada, pero esta vez, tus empapados dedos se dirigen a mi boca, con un hilito de semen entre ellos.

Al verme lamerlos, con mi preciosa carita sonrojada, “mitad ángel, mitad perversión, me doy cuenta de tu mágica perfección”, y sin poder evitarlo, me lanzas de nuevo sobre la cama, abres mis piernas y te lanzas a chupar, lamer, succionar y comer mi sonrojada, deliciosa húmeda vagina, rezumante de flujos.

Un gritito de sorpresa y excitación surge de mi boca, tu lengua devora mi sensibilizada almeja y lo hace sin compasión, pones la máxima dedicación en limpiarme con tu lengua, cuando terminas haces un examen visual de mi recién desflorado coñito para asegurarte que todo está bien. Ya satisfecho te tumbas a mi lado y me atraes con tus brazos "me encanta ser tuya, me encantó cada sensación, sentirme llena de ti, gracias por esto, será inolvidable" mi boca busca la tuya y nos comemos a besos sin darnos cuenta han pasado algunas horas y debemos regresar a la realidad.

"Laztana. ¿Qué hacemos ahora?"