miprimita.com

Su nombre es Alex 9

en Lésbicos

a cama con la camisa abierta.

- Carajos, al fin - responde Alice al lado de mi - ¿Te sientes bien? - dijo tocándome el rostro.

- Sí, todo bien. ¿Qué pasó? - pregunto.

- Te desmayaste a penas Marcos tomó la mano de tu mamá.

- Rayos... ¿y la boda? - intenté pararme.

- Todo bien, ya han de haber firmado. Tú mamá quería posponerla hasta que despertaras, pero la convencí de que continuara. Tus signos no representaban ningún peligro, aparte no creo que quisieras mucho presenciarla.

- Hiciste bien. - le agradecí.

- ¿Quieres que demos un paseo para tomar aire? - propone acariciándome el cabello.

- No, está bien, bebé. Mejor vamos donde mi mamá. - me muevo hasta sentarme el extremo de la cama opuesto a Alice. - Por cierto, no he visto a Daniela y las niñas, ¿están aquí?

- Obvio no, cómo las verías si andabas inconsciente. Me has pegado un susto, pendeja. - agrega.

- Lo siento, baby ¿puedo compensarlo? - volteo a verla.

- No te disculpes, no es como que lo planificaras. Pero sí, puedes compensarlo.

- Mmm... ¿y cómo? - pregunto.

- Ah, no sé... tendrás que averiguarlo. - responde con doble sentido

- ¿Mm.… así? - cuestiono después de un beso corto.

- Puede ser... pero aún no me convences.

- Mmm... - me acerco hasta tener sus caderas entre mis piernas - quizás así... - la beso despacio.

- Vas bien, pero aún no me convences del todo.

- ¿Están todos en la fiesta? - pregunto entendiendo a donde ella quería llegar.

- Nadie vendrá para acá. Dije que en cuanto despertaras bajaríamos con ellos. - contestó tirando de la camisa.

Reanudamos el beso, ahora no tan lento, y despacio ella fue quedando bajo mi cuerpo, con sus manos aprisionadas por las mías sobre su cabeza.

- ¿Ahora? - pregunto a centímetros de su boca.

- Casi que lo logras - dice - pero besándome así una amiga del sur se volvió más exigente, y me dice que si no la alegras a ella no hay trato.

- Andas golosa hoy - acerco mis labios a su boca y nos volvemos a besar, no tan despacio como antes.

- Llevamos buen tiempo sin tocarnos, ya te extraño demasiado - se defendió dándole a mi boca espacio entre su cuello.

Pongo una de mis piernas entre las suyas y levanto la de ella haciendo correr su vestido. Siempre amé la suavidad de su piel y la textura que tienen sus piernas. Mi rodilla presionó su sexo haciendo que se le escapara un pequeño suspiro de gozo.

 Una de sus manos, ahora libre, tomó la mía guiándolas hasta donde una vez estuvo mi rodilla. Le sentí caliente y su humedad traspasaba su interior de encajes. Volví a su boca y jugueteé por encima de sus bragas un poco más.

- Hazlo ya - ordenó después de halar mi cabello hasta encontrar mis ojos con los de ella.

- ¿Qué dices? - pregunté presionando nueva vez.

- Que lo hagas - gimió - Hazlo ya, por favor - suplicó.

Metí mis manos de inmediato. Mis dedos se deslizaron sin dificultad por sus empapados labios menores y orificio vaginal. Se arqueó y presionó sus uñas en mi brazo, de no ser por la tela de la camisa, juraría que tendrías nuevas marcas para colección. Ahogué sus gemidos con mi boca.

- Amor, trata de no hacer ruido - asintió con la cabeza.

Descendí hasta poner mis rodillas en el suelo y mi boca a la altura de sus labios

Seguí entrando y saliendo de ella al compás de sus caderas. Su cara roja con los músculos contraídos decía todo lo que antes pudo salir de su boca.

Reduje las penetraciones y mi boca empezó a encargarse de su placer, dando pequeños chupones y lametones para empezar.

"Carol, deja de correr" escuché a lo lejos.

"Carol, estoy hablando contigo" repitió la voz, con menos paciencia.

Disminuí la estimulación a mi chica y presté atención a las voces fuera de la habitación.

Oí unos pasos y después el clic de la puerta recién abierta. Me detuve totalmente.

- Sólo quiero ver primero a Teffy, mamá - se quejó una voz de niña.

Rápidamente bajé el vestido de Alice y fingí buscar algo debajo de la cama.

- ¡Ven para acá, Carol! - ordenó molesta Daniela.

Pero la niña entró corriendo y se tiró encima de mí.

- ¡Hola, Teffy! - gritó eufórica. Yo seguía buscando mi objeto "perdido". - ¿ya estás bien? Me diste un buen susto.

- Hola, Carol - saludé sin mirar a la niña. No sabía el aspecto de mi cara, así que no pretendía mostrarla.

- ¿Qué buscas? - preguntó la niña al ver que le ponía más atención al suelo que a ella.

- Mis zapatos, es que no sé dónde los puse, ¿miras el otro extremo por mí?

- ¡Claro! - accedió la niña entusiasmada. - con rapidez tiré mi zapato al otro extremo de la cama.

Desde que dio la espalda intenté arreglar mi cabello y limpiar los residuos de Alice de mis labios. Subí a mirar a Alice, pero esta permanecía con el rostro tapado y la respiración acelerada. Tomé sus bragas y me las metí a un bolsillo del pantalón.

Le compuse más el vestido.

Me tiré una ojeada rápido al espejo, tenía el cabello desarreglado y la boca enrojecida. Pasé mis manos por la cabeza sin gran avance en mi peinado. ¿por qué rayos usé tanto fijador?

- Estefany, querida. - entró Daniela.

- ¡Aquí está! - dijo Carol con mi zapato al aire.

- Ah, muy bien - la felicité - eres mejor buscadora que yo. Y la cargué - evitando un contacto cercano con Daniela, quien podría descubrir el olor a sexo que debía tener mi aliento. - ¡Daniela! - la saludé con alegría - que gusto verla.

- El gusto es mío. Te preguntaría cómo sigues, pero veo que bastante bien - me puse seria.

- ¿Por qué lo dice? - pregunto nerviosa.

- Sólo mira las vueltas que le das a esta niña - responde señalando a Carol. Me alivié.

- Ah, sí. Ha sido solo un pequeño desmayo.

- Deberías hacerte análisis. Digo, para asegurarnos de que no es nada grave.

- Me llevaré de su consejo.

- ¿Le pasa algo a Alice? - pregunta - ¿Cariño, te sientes bien? - se empieza a acerca su madre.

- Sí - la detengo. Conociendo a Alice como la conozco, tiene que estar de los mil demonios - sólo le duele un poco la cabeza y está estresada por todo lo que hizo para la boda. No se preocupe, ya le di calmantes.

- Sí, pero ¿por qué se tapa el rostro? - interroga.

- Me molesta mucho la luz... y el RUIDO, mamá. – su voz sonaba ronca.

- Ok - dijo Daniela indignada.

- Desde que se le calme bajamos con los demás. No se preocupe, yo la cuido.

- Está bien - se resigna. - Carol, vámonos.

- Mamá, no quiero ir. Me divierto con Teffy, iré con ellas.

- ¡Carol, te estoy hablando!

- ¡Ay, ok! - dice la chiquilla de 6 años.

Dicho esto, Daniela sale de la habitación.

Me acerco despacio a mi chica y beso su hombro con cariño.

- Cuando salgamos de aquí lo compensaré.

- Lo peor de todo es que no se puede compensar del todo. Iba a ser uno de los mejores orgasmos de mi vida. Sentía como que me iba a morir, maldición.

- Puedo hacerte sentir morir otra vez. – dije.

- Sí, pero no. O sea, no todos los días tu novia se cae de la nada en plena boda de su mamá y sientes lo duro que sería si la pierdes y después se despierta y hace su increíble maniobra en ti habiendo decenas de invitados allá afuera bien despiertos, esa adrenalina no se experimenta siempre. Ah, y para rematar hace tres días dejé de menstrual y antes de eso tuvimos tres semanas de puros besos porque andábamos locas con los preparativos. Es decir, ¿cuándo va a volver a juntarse el miedo de perderte, el morbo de que hay gente justo detrás de esa puerta y mis inmensas ganas de coger? - dicho esto vuelve a tapar su rostro.

- Cierto, pero a que nunca te ha pasado todo eso y después llega tu hermana de 6 años y te interrumpe. - digo tratando de que ría - también es una experiencia única para contar a los nietos - comento sarcástica.

- ¿Estas de joda? – No es una historia de niños – dice sonriendo.

- Podemos esperar a que crezcan…

- Mejor calla, Estefany.

 - ¿Tan mal estas? – pregunto curiosa.

- Aún me palpita esta cosa - hace referencia a su sexo. - ¿Dónde diablos tiraste mis bragas? - pregunta con fastidio, parándose de golpe.

- No sé, no prestaba atención a eso - miento.

- Genial, ahora ando caliente y sin bragas. No puede ser más perfecto.

- Lo bueno es que tu vestido cubre bastante. - la consuelo. No dijo nada y continuó arreglándose - ¿me das un beso antes de salir? - me miró incrédula.

- ¿Un beso? Estás de broma.

- Si me lo das, te digo dónde andan tus bragas.

- Y no es negociable, ¿cierto?  - niego con la cabeza - A veces no te soporto - juntó nuestros labios. - tienes un sutil sabor a vagina.

- ¿Sí? Qué raro, ¿no? Yo que he comido puros pasteles hoy.

Terminamos de arreglarnos y nos reunimos en la fiesta con los demás, no sin antes hacer presencia ante los recién casados. Ellos lucían realmente felices, y por primera vez, Marcos no me pareció intimidante. Con ellos estaba su hija Leila, tan hermosa como siempre. Su vestido verde hacía juego con sus zapatillas altas taco de alfiler.

Hablaba con las hermanas de Alice cuando divisé a mi madre que reunía a todas las mujeres presentes para lanzar el típico ramo de rosas, por lo que en segundos quedé totalmente sola.

"Vamos damas, acérquense más unas a las otras" - las organizaba mi madre a lo lejos.

- ¿No vas ver si la suerte te toca? - dice una voz femenina y profunda.

- ¿Cómo dices? - le pregunto.

- Que si no vas a ver si eres la siguiente - aclara Leila - como ya tienes la pareja, es cuestión del ramo, ¿no?

- Ah, eso - sonrío - no, estás equivocada, aún no pensamos en eso – le aclaro en voz alta debido al bullicio que se acababa de armar. Alguien había tomado el ramo.

- ¿Segura? - preguntó al cabo de un rato.

- Muy segura - respondo.

- Mm... pues - se acerca a mi oído - creo que la equivocada eres tú - y dicho esto se va.

¿Qué rayos significa eso? Me pregunto.

- Que locura es todo esto - dice Alice llegando con voz sofocada y un ramo de rosas en las manos. - Toma - me ofrece una rosa blanca.

- Haz agarrado el ramo, eh.

Ya las cosas tenían sentido.

- No, soborné a una señora y me las facilitó.

La fiesta siguió su curso sin problemas hasta que llegó la hora de irnos todos a casa.

Los novios se fueron a pasar su luna de miel no sé a dónde, Marcos había dicho que sería sorpresa, por lo que nadie se enteraría de donde andaban hasta que regresaran de esta. Incluso propuso que no iban a utilizar sus teléfonos, pero terminaron acordando que harían dos llamadas cortas por día.

Como era obvio tenía la casa sólo para mí, mejor dicho, para nosotras. Así que mientras llevábamos a la familia de mi novia a casa iba ideando cosas para hacer que la noche sea larga.

- Mamá, hoy iré a dormir en casa de Estef. - informa Alice.

- ¡Uuuy! - gritan sus dos hermanas adolescentes.

- Está bien, no hay problema. - acepta Daniela - ustedes dos, respeten - las corrige.

- Ay, mamá, aquí todo el mundo sabe que no van a vestir santos. - se burla Gabriela.

- Ni a rezar - agrega Sandra. Ambas ríen.

- ¿Qué les acabo de decir? - cuestiona Daniela

- Tranquila, mamá. Déjalas - la apacigua Alice - y no, chicas, no vamos a vestir santos y mucho menos a rezar. Pero puede que haya una que otra plegaria. ¿no es cierto, amor? - sus hermanas rieron bajito.

- Alice, por Dios - se avergüenza su madre.

- Si supieras las cosas que hablan las chicas de secundaria, mamá... - comenta Alice.

- En eso corroboro, recuerdo esos tiempos. - agrego.

- ¿Tú también, Estefany?

- Ya, perdón. Me callo. - contuve la risa.

Después de dejarlas en su casa continué el trayecto. Desviándome dentro de un estacionamiento para comprar unas cosas que mejoraran la noche.

- Mm... No es el camino a tu casa. - dice ella.

- Primero voy al supermercado. ¿se te ofrece algo?

- Mmm... sí, pero no está dentro de ese lugar.

- ¿Ah, ¿sí? ¿y dónde?

Tomó el cuello de mi camisa y me haló. La punta de su lengua rozó mis labios entre abierto y la metió en mi boca. Se alejó chupando mi labio inferior.

- Con eso ya tendrás una idea. Anda, ve a buscar las municiones.

No dije nada y salí del auto sin perder tiempo.

- ¡Oye! - gritó Alice tras la ventanilla. Me lanzó algo de tela. - para que me lleves presente - dicho esto subió la ventanilla.

Era su braga. La llevé a mi nariz y después la metí en el mismo bolsillo de la otra vez.