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Mi jefe emputece a mi mujer (Parte 7/ Interludio)

en Lésbicos

El miércoles tras salir del trabajo quedé con Pablo. No nos habíamos visto desde la fantástica noche del sábado. Fue una gran idea intentar reconciliarle con mi marido. Ya que Juan había descubierto que le gustaba compartirme con otros hombres, ¿por qué no hacerlo con quien había sido su amigo? Es verdad que Pablo no solo era su amigo, también su jefe. Y que las primeras veces que follamos estaba siéndole infiel a Juan. Él no sabía nada de eso. Me dejé embaucar por Pablo. Tiene mucha labia y además es muy atractivo. Cuando me lo presentó Juan en casa el día que vino a ver el partido me llamó la atención como hombre. Realmente está muy bien. Él me pidió el número de teléfono y yo se lo di sin problemas. Entendía que era el amigo de mi marido y ya que nos habíamos conocido era bueno tener su número de teléfono por lo que pudiera pasar. Pero a partir de ahí comenzó a escribirme. Al principio nada del otro mundo, cosas normales entre amigos. Pero pronto comenzó a cambiar de temas y me fue conquistando, podría decirse. Yo no iba a dejar a Juan, eso lo tenía claro. Le quería y le quiero. Pero Pablo me tentó de tal manera que quería probar a estar con él. Y fue maravilloso. Luego la cosa se complicó. Después de un par de polvos más, una noche invitó a dos amigos para una pequeña orgía en su casa. Fue increíble. Al principio estaba algo asustada rodeada de tanto hombre pero al final lo disfruté mucho. Pablo todo lo que tiene de buen amante lo tiene de bocazas y se lo contó a Pablo. ¡Qué digo contar! Se lo enseñó en vídeo ya que me grabó sin yo saberlo. Se lo enseñó porque al parecer él en un ataque de chulería le había dicho a mi marido que él era capaz de hacer que yo fuera infiel, cosa que consiguió, y mi marido por su lado le animó a intentarlo confiando en mi. ¡Pobre!

La cosa es que una noche me lo echó en cara. Yo no sabía dónde meterme ni qué decirle. Me había pillado. Lo cierto es que todo se me había ido de las manos. Quería a Juan, le amaba, pero me dejé llevar por todo aquel mundo que estaba conociendo. De la noche a la mañana había follado con tres hombres diferentes que me habían hecho gozar de mil formas y había probado cosas que nunca había pensado en probar. Y me gustó. Eso hizo que me cegara y no pensara en las consecuencias. Por suerte Juan seguía amándome y confesó que aunque dolido por mi engaño le excitaba verme con otros hombres. Esa misma noche me “castigó” con uno desconocidos en una zona para camioneros. Me llevó allí e hizo que follara con dos camioneros que supongo que fliparían al verme llegar y querer chupársela así por las buenas. Fue una auténtica locura, lo sé, pero me hizo sentirme como una puta y eso me puso muy caliente. A Juan también le gustó, así que comenzamos una nueva vida sexual intentando olvidar los errores del pasado.

Pero llegados a este punto donde mi marido me sorprende trayendo desconocidos a casa, como mi primer negro al que me follo, Tafari, ¿por qué no permitía que volviera con Pablo? Ellos evidentemente acabaron mal. Y yo aunque dolida en un principio por lo bocazas que es Pablo, reconozco que le echaba de menos. Había algo prohibido con él, algo que me daba mucho morbo. Me gustaba follar con él porque era el causante de que me pervirtiera. No solo eso, al ser el jefe de mi marido, había un puntito de humillación hacia él que me encantaba. Eso me excitaba muchísimo. También es verdad que me hacía pensar que era mala persona por humillarle así, pero es que conseguía que me excitara solo de pensar la situación. Así que decidí que ambos intentaran una reconciliación. Así mi marido podría compartirme con Pablo y así follar con él de manera “legal”. De hecho hable con Pablo para que invitara a una amiga que él conociera para que se uniera a la fiesta, así mi marido podría probar también a otras mujeres y no me sentaría tan mal follarme a Pablo en su cara.

La reconciliación fue un éxito, el polvo de escándalo y probé por primera vez a una mujer. No fue una mala experiencia para nada. De hecho esa noche escribí a Sofía para darle las gracias por acudir y por cómo se portó conmigo. Fue muy dulce. Tenía su teléfono porque Pablo, antes de la fiesta en su casa me lo pasó para que habláramos y nos conociéramos antes que aquella noche. Así no nos resultaría tan raro liarnos y también podría explicarle de qué iba todo aquello y su propósito. Todo fue bien como digo si no fuera una vez más por el bocazas de Pablo, que le dijo que la idea de invitar a Sofía fue mía, lo que hizo que supiera que yo seguía hablando con Pablo a sus espaldas, haciendo que otra vez sospechara de mi. Aunque parece que el enfado se le pasó rápido.

Escribí a Pablo para decirle lo tonto que fue por contárselo a Juan. Él pensó que así me hacía un favor. Tuve que regañarle, pero como siempre, a través de palabras bonitas consigue convencerme de que el miércoles le espere al salir del trabajo para recogerme y compensarme por todo aquello.

Salí del colegio y acudí a donde en alguna que otra ocasión él me había esperado, un par de calles más allá del colegio, para que nadie pudiera vernos y así como comenzar ningún rumor que pudiera afectar a mi matrimonio y a mi reputación de profesora en el colegio.  Él estaba dentro de su coche, esperando. Cuando me vio apareció una gran sonrisa en su cara. Entre en el coche y nos besamos.

-¿Qué tal estás? –preguntó.

-Muy bien. ¿Tú?

-Con muchas ganas de verte. Desde el sábado ando pensando en ti.

-Y yo –respondí. –Estuvo muy bien la fiestecita los cuatro juntos.

-Pero hoy es solo para nosotros…

-Bueno, pero ya sabes que hoy debe ser muy cortito.

-¿Por? No quiero, quiero toda la noche contigo… -protestó Pablo.

-No. Sabes que ya bastante líos he tenido con Juan como para estropearlo más. Bastante que estoy aquí contigo sin que lo sepa. Así que rapidito para que no sospeche.

-Te gusta ponerle unos buenos cuernos, ¿eh? Te pone que sea un puto cornudo…

-¡Calla! –dije evitando que siguiera hablando con un beso. Cuando hablaba de ese modo de mi marido no podía evitar encenderme. Me ponía muy cachonda.

Pablo arrancó el coche y nos fuimos a una zona alejada de la ciudad, muy cerca de donde estuve con aquellos camioneros. Allí como adolescentes echamos un polvo rápido en la parte de atrás del coche. Luego tras arreglarnos como pudimos me acercó a casa, a unas manzanas de mi edificio, para que ningún vecino cotilla pudiera ver cómo ni quién me dejaba en el portal. Esto de ser infiel es muy estresante si no quieres levantar sospechas.

Ya en casa, mientras esperaba a Juan que regresase del trabajo, mi móvil comenzó a pitar. Avisaba de varios mensajes de WhatsApp que me enviaba Sofía. Con ella he hablado a diario desde el sábado. Me cayó muy bien y congeniamos mucho. El mensaje de Sofía decía:

“Hola guapa. ¿Qué tal estás? Oye, ¿qué te parece pasar mañana la tarde juntas? He pensado que podemos ir de compras y cenar por ahí. Y si luego tenemos ganas podemos ir a tomar unas copas por la noche. ¿Te apuntas? Vendría una amiga mía.”

“Hola. ¿Mañana jueves? Vale, me parece bien. Pero algo tranquilo que yo el viernes trabajo. No me querría ir muy tarde a casa.” Contesté.

“Tranquila, será algo tranquilo. Es por vernos un poco y estar juntas un rato. No te secuestraré toda la noche, descuida… Jajajaja   ;)”. Contestó.

Cuando llegó Juan le conté el plan del día siguiente. Él no puso objeciones. Nunca me impide salir con mis amigas. En ese sentido siempre me ha dado mucha libertad.

El jueves cuando salí de colegio fui corriendo a casa para poder prepararme. Llegué a casa, dejé las cosas y me duché rápidamente. Busqué un modelito algo informal. Un vestidito con botas altas y una chaqueta de cuero. Terminando de maquillarme mandé un mensaje a Juan:

“Amor, ya salgo. Me voy con las chicas. Aunque no llegaré muy tarde no me esperes despierto por si acaso. Te quiero.”

Salí de mi casa y esperé en el portal. Iba a venir a buscarme Sofía para recogerme. Esperé cinco minutos cuando un pequeño coche rojo estacionó en doble fila. Desde el interior del coche pude ver a Sofía que me saludaba con la mano y me esperaba con una gran sonrisa. Corrí hasta el coche y entré dentro. Iba a saludarla con sendos besos en las mejillas, pero ella me sorprendió con un tierno beso en los labios. Aunque al principió me quedé algo perpleja, pronto comprendí que después de lo que hicimos el sábado no había problema por darse un beso en los labios.

-¿Qué tal estás? Has venido muy guapa –me dijo.

-Bien. Tú también vienes muy guapa. Me gusta la blusa que llevas.-respondí.

-He quedado directamente en el centro comercial con Marta, así que vamos para allá. Marta es la chica que te dije que también vendría. Es muy maja. Os vais a llevar muy bien, seguro.

Llegamos al centro comercial en donde íbamos a pasar la tarde viendo ropa y comprando. En la puerta vimos a una chica algo gordita, rellenita más bien, con gafas de pasta que esperaba fumando junto a la entrada.

-Mira, esa es Marta –me indicó Sofía- Ven, que te la presento.

Tras acercarnos Sofía hizo las respectivas presentaciones:

-Marta, esta es Alba la chica de la que te hable.

-¡Hola! –saludó mientras nos dábamos dos besos, esto sí, en la mejilla. -¿Qué tal? Sofía me ha hablado últimamente mucho de ti.

-¿En serio? A saber lo que te ha contado… -dije bromeando.

-Tranquila, todo bueno –sonrió.

Así comenzó nuestra tarde de compras. Prácticamente entramos en todas las tiendas y nos probamos infinidad de prendas. Yo acabé comprando una blusa. Podía haber comprado mucho más, pero me contuve. Marta buscó unos zapatos. Y la que no se contuvo lo más mínimo comprando fue Sofía. Al final íbamos todas cargadas con sus bolsas para que ella pudiera llevar todo.

Dejamos las cosas en el coche de Sofía y decidimos ir a cenar a un italiano que conocía Marta. Estaba bastante de la zona de bares, por si luego nos animábamos a salir a tomar algo no tener que mover el coche. Allí en el restaurante pedimos unas ensaladas de primero y unas pizzas para compartir. Entre cotilleos y risas nos hicimos un selfie. Aproveché la foto en la que salíamos las tres para mandársela a Juan. Así él sabría lo que en ese momento andaba haciendo, despejaba sus dudas si pensaba que podría estar por ahí zorreando y también veía a Sofía. A lo mejor así, recordando su polvo con ella conseguía animarle la noche.

Terminamos de cenar y con la tripa llena del tiramisú del postre que compartimos entre las tres nos acercamos a ver qué ambiente había un jueves noche. Entramos en un pub. Aunque no estaba lleno del todo, los grupitos que allí había estaban formados por veinteañeros universitario que ya extendían los días de salir a los jueves. Entre tanto niñato no es que estuviéramos realmente cómodas, por lo que nos tomamos el mojito que habíamos pedido mientras bailábamos y reíamos, lo que hacía las delicias de los jóvenes que nos miraban y si no les pudiera la vergüenza seguro que ya se habrían acercado a nosotras para intentar conseguir su captura de la noche.

Salimos de allí y vimos que en el resto de garitos la clientela era del estilo, por lo que no nos ilusionaba especialmente salir por allí.

-Oye, ¿os parece ir a mi casa y allí continuamos la fiesta sin tanto niñato pajillero?

A Sofía y a mí nos pareció bien. Casi preferíamos la tranquilidad de una casa para hablar tomando algo que estar allí fuera. Así que cogimos el coche de Sofía y nos dirigimos a casa de Marta.

Subimos a su piso. Nos hizo pasar al salón guardando nuestras chaquetas en el dormitorio. Puso música mientras nos sentábamos en el salón y se encendió un cigarrillo. Sofía encendió otro.

-¿No fumas? –preguntó Marta mientras se dirigía a preparar las copas en la cocina.

-Bueno. No suelo. En alguna ocasión me he fumado uno –confesé.

Sofía aprovechando que Marta estaba en la cocina se sentó junto a mí. Sacó su cigarrillo se su boca y lo acerqué a mi labios. Di una calada. Antes de que pudiera echar el humo ella me besó, compartimos el humo y fue Sofía la que exhaló el humo de mi calada. Miré hacia la cocina por si acaso pudiera hacernos pillado besándonos Marta, pero aún estaba ocupada dentro. Sofía giró mi cabeza y me volvió a besar. Yo estaba tensa, por si Marta aparecía y nos veía así, pero Sofía tocándome un pecho por encima del vestido dijo:

-Relájate. Marta no dirá nada –y me guiñó un ojo.

Continuó besándome. Reconozco que me relajé y cerré los ojos, dejándome llevar.

-Vaya, vaya… No me habéis esperado –la voz de Marta me sacó que aquél trance.

Me separé avergonzada de Sofía y roja de la vergüenza.

-Tranquila, te dije que Marta no diría nada por besarnos. Nada malo quería decir –comentó Sofía.

-Sí, tranquila. Me jode que no me hayáis esperado, pero podéis seguir mientras os miro.

Sofía se apartó de mí y agarrando del cuello a Marta también la besó. Fue un beso largo donde compartieron lenguas. Marta sobaba el muslo de Sofía. Tras aquel largo beso, Marta se puso de pie, dio una última calada a su cigarrillo y se acercó a mí. Yo seguía quieta en mi extremo del sofá, sin saber muy bien qué decir o qué hacer. No tuve que decir ni hacer nada, ya lo hizo Marta. Se puso frete a mí y echó todo el humo en mi cara, al no esperarlo cerré los ojos y antes de poderlos abrir ya me estaba besando. Sin cortarse lo más mínimo mientras me besaba me tocaba las tetas y las piernas, subiendo por mis muslos en busca de mi culo. Yo en ningún momento puse resistencia. La sorpresa inicial pasó a un agradable gusto por lo aquella mujer hacía conmigo. Marta se abalanzó sobre mí. Yo me recliné en el sofá y mi nueva amiga gordita se acomodó sobre mí, sin parar de besarme ni tocarme. En un momento dado vi que Sofía nos miraba desde un sillón, sentada, en ropa interior mientras terminaba de follar y se frotaba el coño metiendo la mano por el tanga. No supe en qué momento se había quitado la ropa.

-Ya ves que lo que le cuento a mis amigas sobre ti es siempre bueno –dijo Sofía sonriendo.

Marta sin parar ni un segundo de besarme comenzó a desnudarme. Para entonces los besos de Marta ya me habían humedecido la entrepierna y colaboré quitándome la ropa y haciendo lo mismo con la de Marta. Sofía se acercó por atrás y desabrochó el sujetador de Marta. Dos inmensas tetas cayeron sobre mí. Nunca había tocado una teta de ese tamaño, pero instintivamente me la llevé a la boca. Marta sonrió en cuento lo hice.

-Tienes bien enseñada a la niña –comentó divertida Marta a Sofía.

-Creo que lo de liarse con tías es algo que ella ya llevaba tiempo guardado dentro. Tampoco me dio tiempo a enseñarle todo lo que quería la otra noche –respondió Sofía.

Mientras las escuchaba no dejaba de lamer aquellos anchos y oscuros pezones.

-Pues habrá que enseñarla –comentó Marta.

Cogió sus grandes pechos y enterró mi cara en ellos. Movía sus tetas de un lado a otro, con mi cabeza en medio de ambas tetas, recibiendo los impactos de ambas. Agarró mi pelo y me aplastó la cara contra una de sus tetas. Chupaba y succionaba aquella teta que me llenaba la boca de carne.

-Vas a hacer todo lo que yo te diga –dijo Marta.

No me atreví a contestar a aquella mujer. Simplemente asentí con la cabeza. Marta levantó uno de sus brazos y pude ver todo el pelo que ocultaba en esa axila.

-¡Chupa! –ordenó.

Y sin darme tiempo a más me plantó la axila en la cara. No me quedó más remedio que chupar aquella pelambrera. Lamía aquellos pelos, ligeramente salados por el sudor.

-Marta es toda una hippie –rió Sofía haciendo alusión a las axilas peludas de mi nueva amiga. –De hecho mucho más que tú.

Supongo que hacía referencia a su coño. Cuando Sofía y yo nos liamos por primera vez hizo alusión a vello de mi pubis. Sin duda debía referirse a aquello.

Seguía chupando las axilas de Marta. Había cambiado ya de brazo y aquella sensación de hacer algo sucio y humillante y verme obligado a ello hacía que cada vez estuviera más cachonda, por lo que le chupaba las axilas con verdadero deleite. Mientras había notado como alguien, sin duda Sofía, me bajaba el tanga dejándome ya por completo desnuda. Marta finalmente me libero de la tarea de lamerle las axilas y se incorporaba del sofá para ponerse de pie. Estaba únicamente con unas braguitas que comenzó a quitarse. Sofía estaba totalmente desnuda, igual que yo, y aprovechó que me encontraba recostada en el sofá para colocarse entre mis piernas y comenzar a comerme el coño.

Volví a reencontrarme con aquellas sensaciones que su lengua despertaba en mí. Era una forma diferente de comerme el coño. Más delicada, mucho más experta. Era como si supiera por dónde tenía que pasar la lengua para hacerme disfrutar. Los hombres con los que había estado incluido mi marido me han comido muy bien el coño, pero Sofía los superaba a todos. Posiblemente porque ella era mujer y por tanto poseía una sensibilidad y un conocimiento especial para ello. Marta se había quitado ya las bragas y desde el sillón nos miraba masturbándose. Intercalaba frotes en su clítoris con dedos que entrabas dentro de su coño. Ahora entendí lo que quiso decir anteriormente Sofía con eso de que era mucho más hippie ella que yo. El coño de Marta era toda una selva de pelo. Parecía que nunca se hubiese depilado. Era realmente espeso, a juego con sus axilas y se extendía incluso por las inglés. Lo llevaba totalmente salvaje. Ella se masturbaba con fruición mirando como Sofía me comía el coño obligándome a contraerme en espasmos de placer y soltar gemidos que no podía reprimir. Comencé a chillar cuando noté el primer orgasmo. Había combinado las lamidas a mi coño con un dedo que entraba y salía de mi vagina. Aquel dedo sabía por dónde debía explorar y junto a la lengua de Sofía en mi clítoris hicieron que estallara en un tremendo orgasmo.

Comencé a chillar fruto del placer. Marta se acercó a mí se subió al sofá y colocándose de cuclillas en él apoyándose en uno de los reposabrazos dijo:

-Te tengo que hacer callar. Chillas muy fuerte y a ver qué van a pensar lo vecinos de mi.

Y aplastó su coño contra mi cara. Sabía lo que quería y estaba dispuesta a hacerlo. El sábado pasado cuando follé junto a Sofía ella me había comido el coño, la primera mujer que lo hizo, pero yo no llegué a probarlo. Por tanto el primer coño que iba a probar iba a ser el de Marta. Saqué mi lengua y di un primer lametón a aquel peludo coño. Su sabor entre salado y ácido pero pareció nuevo, pero para nada desagradable, por lo que continué lamiendo.  Por su parte, Marta movía sus caderas frotando su coño contra mi cara, para que mi lengua no dejara ni un centímetro por lamer, llegando incluso a lamer su culo y su ano, igual de peludo y descuidado que el coño.

-¿Lo tienes donde siempre? –escuché que preguntaba Sofía.

-Sí, en el mismo lugar –respondió Marta.

Y Sofía del comedor por el pasillo. No puedo saber a dónde fue, ya que Marta se recolocó echándose hacia delante, para mientras jugar y chupar mi coño que aún estaba sensible del anterior orgasmo. Así comenzó un rico 69 entre Marta y yo. Me gustaba la sensación de comer un coño. De pasar mi lengua por toda la longitud de la raja, de succionar un clítoris, de meter la lengua dentro de la vagina y de morder suavemente los labios. Reconozco que me gusta follar con mujeres.

Regresó al salón Sofía. Lo que mi me hizo alucinar. Había vuelto de la habitación a la que hubiera ido con un arnés en la mano. De él salía una gran polla de goma de unos 20 centímetros. Marta se incorporó dejándome tumbada bocarriba en el sofá. Cogió el arnés que le ofrecía Sofía y comenzó a colocárselo, mientras que Sofía me besaba compartiendo los fluidos del coño de Marta que tenía en los labios. Me colocó a cuatro patas con la cabeza entre sus piernas, ya que se había sentado en un extremo del sofá. Con la delicadeza que le faltaba a Marta, Sofía empujó suavemente mi cabeza hacía su coño. Iba a probar el sabor de su raja, aquel cunnilingus se lo debía desde el  sábado.

Mientras le comía su afeitado coño a Sofía vi a Marta con su arnés ya colocado. Los pelos de su coño asomaban por las correas del arnés. Se colocó detrás de mí y sin ninguna delicadeza ni consideración me clavó aquella pollaza de goma en mi coño. Es verdad que la excitación y la saliva de mis amigas que ya habían lamido mi coño facilitaron la entrada del consolador dentro de mí. Marta de rodillas movía sus caderas follándome con fuerza y me azotaba las nalgas. De vez en cuando agarraba mi pelo y empujaba mi cabeza contra el coño de Sofía.

Haciendo lo mismo que ellas habían hecho conmigo comencé a combinar lamidas con un dedo dentro del coño de Sofía. Sofía gemía y se tocaba los pechos y se pellizcaba los pezones, por lo que metí dos y más tarde tres dedos. Marta no paraba de follarme desde atrás con aquel arnés.

-Mete otro más, ¡vamos! –me increpó Marta.

Haciéndola caso metí uno más. La dilatada raja de Sofía aceptó sin problemas el cuarto dedo dentro de ella. Tenía media mano dentro de su coño. Nunca me había metido yo tantos dedos a la vez, pero Sofía los mantenía dentro sin ningún problema, de hecho parecía gozarlos.

-¡Sigue así! –dijo Marta sacando aquella polla de mí y arrodillándose frente al coño de Sofía junto conmigo.

Me hizo sacar la mano de allí y en su lugar metió la suya. Sin duda mucho más experimentada en lo que iba a intentar a continuación. Estuvo masturbándola con aquellos cuatro dedos un buen rato, acostumbrando a su vagina a aquel volumen y aquella presión. Yo miraba atenta la escena, con la cara muy cerca del coño de Sofía, la cual no había abierto los ojos en ningún momento y no paraba de suspirar. Marta comenzó a deslizar el pulgar, el único dedo que aún quedaba fuera, hacia el borde de la vagina de Sofía y poco a poco consiguió que fuera entrando hasta que tuvo el puño entero dentro de mi amiga. Nunca había visto una cosa así, un puño entero dentro de un coño. Cuando su coño se adaptó al puño, Marta empezó un rápido movimiento de adelante a atrás con su brazo para masturbar así a Sofía. Ésta se frotaba el clítoris mientras. Yo también me lo frotaba fuerza viendo todo aquello. Estaba muy excitada.

 Era seguro que Marta y Sofía ya habían follado en otras ocasiones. Se conocían bien y habían aprendido bien a reconocer sus señales corporales. Marta sabía que el orgasmo estaba a punto de llegar, así que sacó el puño del coño y metiendo únicamente dos dedos en forma de gancho para estimular la pared de la vagina que da al ombligo, comenzó a masturbarla lo más rápido que su brazo le permitía. Yo hacía lo mismo, ya que ver a Sofía retorciéndose como lo hacía me ponía muy cachonda. Marta seguía pajeándola con aquel frenesí. Sofía chilaba y agarrando por la muñeca a Marta le retiró la mano y ella misma comenzó a frotarse el coño. Sin darme tiempo a reaccionar debido a la velocidad de Marta, ésta me agarró del pelo y acercó mi cara al coño de Sofía, el cual en cuestión de segundo comenzó a lanzar un gran chorro de tibio líquido que me empapó por completo. Mientras Sofía expulsaba aquella abundante cantidad de líquido, Marta aguantaba divertida mi cabeza contra el chorro para que lo recibiera de lleno.

Por fin acabó. Yo tenía la cara y el pelo empapados de aquella corrida y saboreaba las gotas que desde mis labios se introducían en mi boca. Marta reía divertida por el espectáculo. Sofía en cambio continuaba sufriendo pequeños espasmos mientras sonreía con una cara totalmente relajada. Nos incorporamos las tres y nos besamos. Juntas. A la vez. Un beso a tres bandas donde las tres lenguas se buscaban y frotaban. Relajas en el sofá terminamos aquellas copas que había preparado Marta y las tres, yo incluida ya que la situación lo pedía, nos fumamos un cigarrillo.

Miré el reloj. Eran la una y media de la noche, y yo tenía que madrugar al día siguiente. Nos vestimos Sofía y yo, Marta decidió continuar desnuda ya que estaba en su casa y según comentó, posiblemente al acostarse daría un último uso a aquella polla de goma del arnés. Nos despedimos de Marta con un beso y nos marchamos. Sofía me acercó a casa en su coche. Me dejó en el portal y nos despedimos con un largo beso, jurándonos que la noche de chicas de hoy teníamos que repetirla. Serían las dos de la madrugada cuando entré lo más silenciosa posible que pude en casa. Me dirigí al dormitorio donde Juan dormía plácidamente. Me desnudé en silencio. Noté que el pelo aún lo tenía en algunas zonas algo sucio debido a la corrida de Sofía, pero ya me ducharía por la mañana. Ahora me tocaba dormir e intentar descansar antes de que sonara el despertador.