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El Blues del autobús

en Gays

Primeros de Julio  2.009

 

De porque hago estas cosas ni  yo mismo a veces tengo la respuesta. Se supone que un tío de 33 años, de natural atractivo y fornido del gimnasio, no debería recurrir a estas cosas extrañas, cuentan que lo  de ligar teniendo el físico como tarjeta de presentación es fácil, pero quien dijo eso no contaba con la timidez, pajas mentales y demás zarandajas que la gente se hace.

Y si alguien tiene un master en complicarse la vida con estas cosas soy yo: Mariano Martínez.

Fuera como fuera, el caso es que aquí estoy yo  a las once de la mañana, en un caluroso mes de Julio de la capital hispalense,  aparcando el coche al lado del puente de la Barqueta. Desde aquí al final de la Avenida Torneo, donde he quedado con Jesús,  me queda que andar  un buen trecho... En fin, habrá que sudar un poquito (Todo sea por una buena sesión de sexo compartido).

Jesús es gaditano, concretamente de Jerez de la Frontera. Lo conocí en la sauna de Nervión el jueves de Feria de Abril,  echamos un buen polvo y la física dio paso a la química, así que preso de la pasión del momento nos dimos los números de teléfono para quedar otro día.

Estas cosas pocas veces dan su fruto y una vez la noche deja de confundirnos, o bien descubrimos que el tipo no nos gustaba tanto como creíamos,  o bien  la vergüenza y el raciocinio toman el control de nuestros actos.

De modo que cuando me llamó la semana pasada para quedar (una vez superada la sorpresa)  la imagen que se me vino a la mente de él fue la de un tío moreno guapetón, ancho de espaldas, alto... Y muy varonil, lo que más me gustó de él es que era un tío con aspecto de machote(A esto último ayudaba mucho el guardar las apariencias constantemente, pues es casado). Lo que ya me hizo menos gracia fue la hora de la cita, las once de la mañana, pero en fin el tío me gustaba y tampoco tenía otra cosa mejor que hacer (Bueno me podía haber ido a la playa pero los homosexuales, como hombre que somos, también acostumbramos a pensar con la entrepierna).

 Así que aquí estoy yo, siguiendo los instintos de mi polla, sudando la gota gorda y caminando por una avenida que no se me había hecho tan interminable en los días de mi vida. 

Una vez llego al lugar de la cita, veo que  él ya está esperándome, me sorprende la ropa que lleva puesta: un uniforme que parece de conductor de autobús (solo verlo me pongo burro, los uniformes de trabajo me molan taco), me acerco, el nerviosismo me juega una mala pasada y cuando nos saludamos con un apretón de manos, tartamudeo torpemente.

Jesús, no sé si debido al uniforme o porque me falla la memoria me parece más alto  y aunque no es delgado está  en la frontera aceptable de no parecer gordo; eso sí muy robusto. Lo que no recuerdo  son unas  tímidas  y atractivas canas que se pintan sobre sus sienes  morenas, las cuales le dan un aire de madurez que acrecientan enormemente  su morbo.

—“Pisha”, tengo un par de horas, ¡vámonos para el autobús!, lo tengo aparcado  aquí cerca. —Un fuerte nerviosismo domina sus palabras, lo cual ya de entrada me incomoda un poco.

Mi cara debe  ser todo  un poema de perplejidad porque el gaditano sin darme a tiempo a replicar me dice:

—¡No te preocupes hombre!, vamos a estar tranquilo y fresquito,—a pesar de su aparente seguridad al hablar, hay cierto inquietud en su semblante — he dejado el aire acondicionado puesto.

—Pues se agradece hombre, ¡no sabes la calor que he pasado! —respondo con una amplia sonrisa, intentando romper la tensión del momento.

De camino  al autobús me cuenta  que ha traído a unos turistas japoneses de Cádiz a Sevilla a pasar el día pero que hasta las dos no tiene que ir al centro de la ciudad a recogerlos.  Una vez llegamos a su “lugar de trabajo”, amablemente me invita a pasar al interior del vehículo.

Nada más entrar me toma por la cintura y me mete un  muerdo que me deja sin respiración. Nuestros brazos se pasean apasionadamente por el cuerpo del otro, en pocos minutos él ya está sin camisa y yo me he quedado en  unos diminutos bóxer,  con los cuales no puedo esconder lo empalmado que estoy. Clavo la mirada en su entrepierna y de  su pantalón también asoma un bulto de los que gritan cómeme, pero él se me adelanta  y se agacha ante mí, metiéndose mi polla en la boca de golpe con cierta brutalidad. ¡Oh Dios, no recuerdo que nunca  alguien me la hubiera comido tan bien! …  Tras recorrer con la lengua cada uno de los recovecos de mi glande y dando pequeños golpes con la puntita de esta en el frenillo, se la saca completamente  y agarrándome los glúteos fuertemente hasta rozar el dolor se la vuelve  a introducir con la misma ímpetu, mientras hurga con sus dedos en mi agujero como queriéndolo traspasar …. No es que tenga un gran miembro, pero la facilidad con la que Jesús juega con  mi cipote en su boca, da muestra de dos cosas: que no era ni mucho  la primera vez que lo hace y que le gusta mogollón.

Tras unos minutos de frenesí le digo que yo también quiero, así que nos intercambiamos los papeles. Una vez tengo delante de mí  su pollón, el cual no es excesivamente gordo pero si es enormemente largo, intento emular su mamada pero mi garganta sólo admite la mitad de aquel miembro y a duras punas.  Chupo  aquel caramelo lo mejor que puedo, poniendo en ello toda la dedicación de la que soy capaz... De pronto, siento un líquido pegajoso sobre mi lengua y un sabor agrio llena mi paladar ¡el cabrón se ha corrido sin avisarme y he sido incapaz de evitarme tragar una “lechada” que me parece interminable! Una sensación de mal estar recorre mi cuerpo pero  el tipo agarra mi cabeza en pos de que todo el zumo de sus testículos acabe en mi esófago y no puedo hacer nada por zafarme. 

Una vez deja de aplastar mi cabeza contra su vientre, lo miro enfadado  tanto por correrse en mi boca sin mi permiso,   como por el egoísta hecho de dejarme a medias.

Sin dejarme decir esta boca es mía, se desprende del pantalón  y los slips y dándose la vuelta, hunde su trasero en mi cara.   De nuevo la lujuria gobierna mis sentidos y comienzo a disfrutar de aquel hermoso culo, que sin ser enorme,  es prominente y peludo, muy peludo. Paseo mi lengua entre la raja de sus glúteos, apartando los pelos tímidamente con las manos a cada chupetón que arremeto contra el poblado  agujero Jesús grita entre gemidos:

—¡Comételo cabrón!, ¡qué bien lo haces!, ¡me vas a hacer correr...!

¡Y dicho y  hecho!  Se corre de nuevo sin darme a tiempo reaccionar,  esta vez sobre mi cara,  la cual me limpia el muy cerdo  a lengüetazos, cuando me quiero dar cuenta  me intenta  besar con el único afán de compartir su semen conmigo (Creo que a esta práctica le llaman beso blanco o algo parecido).Como no estoy muy por la labor de saborear su esperma, cierro los labios tan pronto como soy consciente de lo que pretende hacer. 

Pero mi hermanito pequeño sigue con ganas de fiesta y  duro como una roca pues todavía no ha dado el do de pecho. Pero como el conductor de autobús se ha corrido ya dos veces, su larga polla empieza a dar muestra de fatiga y me temo  que me voy a terminar corriendo como Torrente “con unas pajillas” (¡Que no era precisamente lo que yo tenía en mente al levantarme esta mañana!).

Pero eso de que al chofer se le han quitado las ganas de sexo solo lo pienso yo, pues  sin darle tiempo a su polla a que se restablezca y con el mismo frenesí que  ha venido demostrando desde que nos hemos encontrado, saca  de una mochila cercana  un pequeño neceser,  en cuyo interior hay  lubricante, profilácticos y un bote sin estrenar de Popper. Sin permitirme asimilar  el asombroso  contenido, me dice dándome un preservativo:

—¡Pisha, ponte esto que me vas a follar! Tenía unas ganas enormes  de que llegara el día de hoy, llevo una semana evitando follar con mi mujer, guardando las fuerzas para hoy.—el descaro de sus palabras no hacen más que aumentar mi estupor.

 Observo su culo, se me  antoja bastante estrecho y poco usado, lo que me lleva a pensar que no le voy a poder penetrar.  No es que  yo tenga una polla de actor porno ni nada por el estilo (resultona y bastante dura),  pero con un hoyo  poco  explorado como el que tengo ante mí, pues mi intento de introducirle un dedo es imposible, me parece que lo meterla en caliente hoy va a ser que no.

Pero Jesús  me parece que no es de lo que aceptan un negativa por respuesta. Como si fuera un acto ensayado mil veces pone hasta arriba de lubricante el preservativo que envuelve mi polla y, acto seguido, se embadurna el culo. Desvirga el bote de popper y pego dos largas esnifadas... al principio cuesta un poco pero una vez pasa el glande el resto del pene es coser y cantar.....

El placer que recorre mi cuerpo es intenso, tanto que no quiero que acabe. Estoy al menos veinte minutos entrando  y saliendo de él... Mi amante está completamente fuera de sí, tanto que le tengo que coger las manos para que no se masturbe...

—¡Sigue, sigue! —Su voz suena como rasgada, mecida por el doloroso placer —¡Me estás follando como nadie lo ha hecho!

Nos corremos  al unísono... Su corrida vuelve  a ser inmensa, al igual que las dos veces anteriores,  su descontrol es tal que no puede evitar llenar  la tapicería   de uno de los sillones de viajero sobre el que estamos subido. Nos besamos apasionadamente durante unos segundos... Jesús, de un modo que me parece inapropiado,  mira el reloj de forma preocupada y a continuación, cambiando su   gesto de intranquilidad  por otro de satisfacción, me dice:

—¡Es temprano “pisha”, nos da tiempo de otro!

He oído hablar de las mujeres multi-orgásmica pero lo que  no sabía, es  que está circunstancia se pudiera extrapolar al sexo masculino. El chofer sin esperar una respuesta por mi parte, me da la vuelta como si yo fuera un pelele, se pone un preservativo, lubrica mi ojete bien y me dice:

—¡Ahora te toca a ti!

En principio me niego, pues me han penetrado muy poco y la verdad es que me duele bastante cuando lo hacen. He de decir que mi culito es bastante  estrecho y salvo mi exnovio que sabía dilatarlo bien, en pocas ocasiones he disfrutado siendo pasivo.

Pero el chofer  lo trae todo  planeado como si de un ritual se tratara, haciendo caso omiso de mis protestas, me apoya sobre un sillón del autobús y comienza a pasear su polla por mi agujero.

De un modo inusual me dejo llevar por el momento y cedo ante su pretensión de perforarme.  El tío con una maestría extraordinaria empieza a abrirse camino a través de mis esfínteres, hay un momento en que mi culo se niega a  tragar más  porción de su larga polla, entonces acerca el popper  a mi nariz y me hace esnifar largamente.

 El éxtasis se apodera de mí, cualquier indicio de recato se borra de mi cerebro. La polla me entra hasta los huevos, mi cara aplasta las cortinas de  vehículo lo cual  me deja entrever de vez en cuando algún  osado peatón que se atreve a salir con la que está “cayendo” (Fuera hace una calor de mil demonios).

Ver a esa gente que pasea ajena a lo que dentro sucede me pone aún más caliente, circunstancia que permite que la follada del conductor sea de lo más satisfactoria.

Unos minutos más tarde nos corremos  el uno sobre el otro, gritando obscenidades.... Jesús vuelve a mirar el reloj y grita:

—¡ Coño que voy a llegar tarde! 

 Tras vestirnos a todo correr,  se despide de mí de la manera más fría y escueta que un ser humano se pueda despedir de otro. Arranca el autobús y me deja allí como se abandonan unos zapatos viejos.

Una desagradable sensación estruja mi pecho. Minutos antes había probado las mieles del sexo y el éxtasis había cabalgado sobre mi cuerpo y en unos segundos he  pasado de la sensación suprema que todo ser humano busca alguna vez,  al sentimiento más vacío que se pueda albergar. Dicen que los “blues” sirven para expresar melancolía o tristeza, yo en este instante quiero cantar un blues… Mi blues del autobús.

 

 En dos viernes volveré  con “La lista de Schindler. 

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