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La vida de paula xx

en Dominación

No tardé mucho en volver a ver claridad.

“Abre la boca,” me dijo

La abrí y me introdujo una especie de consolador. Demasiado gordo. Llenaba toda mi boca y casi llegaba a la garganta.

Sentí también una penetración anal. Otro consolador también de grandes dimensiones, que también se quedó fijo ahí. Por los ruidos que oía cuando me lo metía adivine que los sujetaba a los barrotes con algún tipo de anclaje diseñado para ello. Mi coño corrió la misma suerte. Un voluminoso consolador dentro, y anclado a los barrotes.

Volví a notar la oscuridad a través de mis lentillas opacas.

Aunque esta vez algo cambio. Empecé a oír un ruido. Era el típico ruido de un motor. Note como la jaula se elevaba. Subió bastante. De pronto callo de golpe. Empezó a girar sobre su eje, primero a derechas, luego a izquierdas. Mientras bajaba y subía a la vez.

Estuvo así un buen rato. Paró. Empezó un campaneo. Un movimiento hacia un lado y otro. También subiendo y bajando. Estaba claro que pretendía desorientarme.

Con esa posición tan forzada, sin ver, penetrada por todos sitios, y esos movimientos, era difícil saber el tiempo que pasaba, si mirabas hacia arriba, hacia abajo, o que ocurría.

Estaba mareada, desorientada. Molesta por la posición, y por los consoladores que me penetraban.

No sé el tiempo que estuve así. Los movimientos se repetían de forma cíclica. Nuevamente se hizo la luz. Paró la máquina. Se abrió la puerta. Se oyeron voces.

No sabía si era uno, 5 , 10 o 50.

Oía comentarios jocosos.

“Oye, te vas superando. Esta perra está bastante mejor que las anteriores”, decían

“Jaja, mi dinero me ha costado, así es que ya sabéis, el que quiera perra, que pase por taquilla.” Dijo el de la voz ronca.

Ahora lo entendía este tío pretendía subarrendarme, para compensar lo que le hubiera pagado a mi marido.

Empezaba a notar manos palpándome mis carnes. Como si de un mercado ganadero se tratara.

Se ve que empezaron a pagar. Bajaron la jaula al suelo, y me liberaron de mis amarres y consoladores.

Me hicieron salir marcha atrás, y en volandas me llevaron hasta algo mullido. Debía ser una cama. Allí arreciaron los manoseos.

Se oyó al de la voz ronca

“Bueno, caballeros, vamos a subastar el orden de montar a la perra. Empezamos con 100 euros. La mayor puja elije agujero.”

Empezaron a sonar cantidades, 110, 120, 150, 200 pararon en 300 euros, y eligió culo. La puja inferior, eligió coño, y la otra también coño.

Este cabrón se iba a hacer de oro a mi consta. Aunque tampoco sabía lo que le había cobrado mi marido por mí.

Se pusieron manos a la obra. El del culo me colocó a su gusto, y me la clavo. Aquello ya no era nada nuevo, y mi culo abría bien a cualquier polla, más después de la dilatación que había tenido. Mientras notaba las pollas acumularse delante de mi boca para que fuera mamando. Así era muy difícil saber cuántos habían pagado por mí, y si había alguno que se hubiera ido sin pagar. Me propuse averiguarlo en base a las veces que cambiaran mis agujeros de polla. Tampoco era demasiado fiable porque podían sacarla y volver a meterla y que fuera el mismo, pero era la única forma que tenía de intentar tener una idea.

Con tanta polla delante, alguna se llevó un rasguño de mis dientes al cambiar de una a otra. Las bofetadas eran sonoras y contundentes. En una de ellas, una de las lentillas, salió disparada. Alguno la cogió e intento ponérmela, pero el de la voz ronca, le paró. Y se la pidió.

Ahora después de la ceguera inicial de tanto tiempo sin ver, empecé a divisar algo. Había una nube de tíos. Conté rápidamente, y con el que me enculaba había más de 15.

Tenía trabajo para rato. Es más no estaba convencida de poder con todos. Calculé por encima a 50 euros por barba ganaría aquella noche el tío más de 1200 euros añadiendo las pujas. Si eso lo repetía las 30 noches, serían 36000 euros. Bueno algo menos por los días de regla. Pero no creo que hubiera pagado tanto a mi marido. Ni de coña. Entonces no sabía lo equivocada que estaba.

Las pollas iban cambiándose en mis agujeros. Realmente, después de 10 folladas, empecé a notar que las fuerzas se me acababan. Se dieron cuenta, y decidieron ponerle remedio. El hombre de voz ronca, al que no conseguía verle la cara, apareció con una jeringa. Tenía un líquido incoloro dentro, que me inyecto en una vena. Mientras lo hacía me dijo,

“Es coca en vena. Te reanimará en un instante.”

Y así fue, al instante noté un calor por todo el cuerpo, y el cansancio se tornó en unas ganas tremendas de comerme pollas. Seguimos un tiempo que soy incapaz de cuantificar. Mamando pollas, y enculándome y fallándome el coño.

Poco a poco empezaron a quedar menos. Cuando no podían más se iba yendo.

Al rato solo quedaba el hombre de la voz ronca. Puso un foco delante mío, de manera que me cegara. Se acercó me quitó la otra lentilla y me echo unas gotas en los ojos. Supuse que eran lagrimas para hidratar los ojos. Luego me puso una venda en los ojos y me estuvo follando él, por todos mis agujeros.

Cuando se cansó, me volvió a meter en la jaula, y atarme y a penetrarme como antes. Salió, apagó la luz, volvió a entrar y me quitó la venda. Seguía sin saber quién era el puto hombre de la voz ronca. 

Por un momento a raíz de la inyección, pensé que podría tratarse del ginecólogo, pero no tenía sentido que intentara mantener el anonimato, cuando ya me había dicho él que era del mismo club de mi marido. No me había gustado nada aquello dela inyección de coca, pero realmente me había hecho recuperarme bastante, además, tampoco tenía a quien quejarme.

También pensé que estando en el blog del club, cualquiera que perteneciera a él, podría entrar y verme. De hecho, yo lo había intentado, pero no tenía contraseña por lo que me fue imposible entrar. Quizás alguien cercano, pertenecía en secreto a ese club, y al verme no pudo por menos de alquilarme, manteniendo su anonimato.

Inmersa en estas conjeturas, que no me levaban a ningún lado, volvió a encenderse el foco. Automáticamente me cegaba por lo que podía entrar mi padre, que no me enteraría. SE puso detrás de mí, por lo que pensé que volvía a haber folladores. Pero me equivoque. Noté como me sacaba los consoladores del culo y del coño. Movió la jaula hacia la pared, casi pegada a ella. Y volví a sentir como los consoladores volvían a ocupar sus respectivos sitios. Pero esta vez hubo una novedad. Note un líquido que caía en mi ano y mi vagina. Acto seguido los dos consoladores empezaron a moverse dentro de mí. Era el típico movimiento de entrar y salir de las máquinas de follar, las famosas fuckmachines.

El ritmo era lento y el hombre hacía correcciones supongo que al ángulo de penetración. Cuando ya le pareció correcto, noté como incrementaba la velocidad de entrada y salida de los consoladores. Yo notaba su entrada y salida pero torpe. No era una penetración limpia, y el tb lo vio. Pasó una cincha por mi cadera, atándola en los barrotes del suelo. Luego la tensó de forma que mis caderas se arquearon considerablemente. Eso al cambiar la posición del coño, facilitaba la penetración. Y ahora si notaba limpias las penetraciones tanto anal como vaginal.

Dejó la maquina funcionando y abandonó nuevamente la habitación, apagando la luz. El ritmo de la máquina, era lento y apenas me penetraba unos centímetros. Cuando el del culo, entraba, el del coño salía, y viceversa. Con el paso del tiempo, el ritmo fue aumentando, igual que la penetración de los consoladores.

Pensé que el hombre desde afuera, lo controlaba con alguna especie de control remoto, pero el tiempo me dejo claro que eran ciclos repetitivos. Seguramente la máquina que controlaba los consoladores repetía sin parar los ciclos. De vez en cuando sonaba un doble “chop” que caía sobre mi ano y vagina.

Pronto entendí que era algún tipo de lubricante. Toda una gentileza por su parte. El tiempo pasaba; la velocidad y penetración cambiaba constantemente. Llegó un momento que se pararon los dos. Al momento cayó lubricante, y los dos consoladores, volvieron a ponerse en marcha. Esta vez a toda velocidad, y entrando a tope en mis agujeros. Estuvo mucho tiempo en ese ciclo. Mis dos agujeros se calentaban considerablemente. Entendí que por eso la lubricación.

 Pese a ella, llegó un momento en que era insoportable. Sin el lubricante que echaba la máquina, seguro que ya se me habrían abrasado los dos agujeros del roce. Aun así, la mezcla de ardor y escozor que sentía ya, era tremenda.

No soy capaz de saber el tiempo que soporté ese tormento.

Deseaba que se encendiera el foco, y entrara el tío, pero eso no ocurría.

Llegó un momento en que deje de sentir los consoladores. Tampoco sentía ni el ano ni la vagina. Supongo que tanto roce, lo habían insensibilizado. Realmente desconocía la finalidad de aquello, no sabía si era simplemente por torturarme, o escondía algún objetivo más.

Incapaz de saber el tiempo que había pasado, ni siquiera el tiempo que llevaba allí. Algo había leído sobre el tema. Las torturas por confinamiento y por oscuridad – luz.

Realmente era desesperante no saber si estaba en hoy o en mañana o qué hora era, o que hora no era. Pensé que podría controlarlo por las comidas. Pero al margen de pollas, no había comido nada.

Pasado un tiempo indefinido, se encendió el foco. SE me acercó me echo dos gotas en los ojos, y me puso otra vez las lentillas opacas.

Me quito el consolador de la boca, y los dos de coño y culo. Quitó también la cincha de mi cadera.

Oí que la máquina que movía la jaula que se ponía en marcha.me elevo del suelo, y fue hacia adelante. Bastante tramo. Hasta sentirla bajar otra vez y apoyar en algo. Por el ruido entendía que estaba cubriendo la jaula. Quizás con una lona. Sonó el motor de un vehículo arrancando. La puerta de un garaje abrirse. El vehículo empezó a moverse. Seguía sin percibir claridad. Solo el ruido del tráfico exterior me hizo suponer que sería por la mañana y sería el tráfico de un día normal. Pero también lo percibía vagamente. Podía ser cualquier hora.

Circulamos un tiempo indefinido. La jaula no se había molestado en sujetarla, y hubo un buen tramo de camino, al final, que prácticamente botaba dentro del vehículo. Entendí que debía ser un camino de tierra. Un camino comarcal, o vecinal, que vete a saber donde llevaba.

Al final se detuvo.

Paró el motor. Alguien le saludo.

” traes la mercancía?”, le preguntó

“ Así es, y bien abierta, como pediste., dijo el de la voz ronca.

“Mejor, mis sementales, necesitan hembras bien abiertas”,

“Esta lo está”

“Sementales?, pensé yo, ¿que tocaba ahora que me follaran caballos?

“Tienes el dinero”, le pregunto mi Amo ocasional

“Claro, tres mil, como dijiste”

“OK, volveré a por ella dentro de cinco días.”

“Perfecto”, dijo el nuevo.

“Te la dejo aquí? O la paso al establo.

“No, he acondicionado la jaula de los podencos para ella. Bájala hasta allí.

Volvió a ponerse en marcha el vehículo, Esta vez por un espacio corto de tiempo. Note que quitaban lo que cubría la jaula. Ahora si podía ver resplandor de luz. Otra vez una grúa izaba la jaula. Giró y me depositó en el suelo.

“Bueno pues aquí la tienes. Esta es la llave de la jaula. Y esta caja es para que cuando me vaya le quites las lentillas que llevas, le echas unas gotas de estas en los ojos, y guardas aquí las lentillas. Dentro de cinco días cuando vuelva a por ella, la echas igual una gota y la pones las lentillas. No puede verme la cara.”

“Así será”, dijo el otro

Esperó a que el coche se alejara, y abrió la puerta de la jaula.

“Vamos perra, fuera”

Reculando salí de la jaula. Una vez fuera, me quitó las lentillas y me echo gotas como le había dicho el otro.

“Bien guarra, te he alquilado cinco días, y pienso divertirme de lo lindo contigo.”, me dijo.

CONTINUARA