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Astrid, mi pequeña niña rockera

en Lésbicos

Sábado 23 de Noviembre de 2019, son las 16:00 y todavía me queda una consulta que pasar para por fin descansar.

Para los que no me conozcais, os diré que me llamo Athenea y soy psicóloga... De normal, no paso consulta los sábados por la tarde, pero se trataba de una primera consulta y no me quedaban huecos por la mañana así que decidí, alargar mi jornada laboral y darle una cita a las 16:30.

En esa media hora, iba acabar de ultimar un encuentro sexual para esa noche con un tio que conocí hace poco en una app de ligoteo, y tonteando tonteando se hicieron las 16:30

A la hora puntual sonó el tiembre y abrí la puerta.

Mi nueva cliente entró por la puerta propinándome una mirada pícara, que yo no supe como encajar, pero vi en su mirada deseo.

Le dije pasa y ponte cómoda, voy a tomar unos datos básicos para conocerte un poco mejor y así poder entrar en materia.

  • Veo que mi secretaria me ha anotado que has tenido un bache sentimental recientemente, ¿Es así?

  • Así es.

Empezó a indicarme su nombre y evidentemente en ese detalle también me mintió, en lo único que creo que no me mintío fue en su edad, 21 años.

Tenía ante mi a toda una rockera, con ese eyeliner negro y esos labios carnosos también de color negro que hacían juego con sus gafas de pasta negras.

Astrid es de esas chicas que prenteden imponer con su apariecia de malota, pero que en el fondo jamás han roto un plato y el caso, es que su aspecto físico me recordaba a mi con 21 años.

Yo también a esa edad lleva el pelo melenita y ya entonces, mi gran trasero hacía juego con mi 100 C de pecho, exactamente como ella. Aunque reconozco que yo a su edad era bastante más pardilla que ella.

Tras rellenar los datos que le había solicitado en la ficha que tenía preparada para mis primeras visitas, le dije bueno dime ¿En qué momento te has dicho a ti misma que necesitabas ayuda...? Te escucho.

  • Mire Sra. Athenea...

  • Por favor, no me llames de usted.

  • Vale, Athenea... La verdad es que no me llamo Carla, me llamo Astrid.

  • ¿Cómo?

Se hizo un silencio, ya sabía a quien tenía delante de mi y no daba crédito a lo que estaba pasando...

Desde mi primer relato en todorelatos empecé a recibir numerosos e-mails, sobretodo de hombres que querían ver como era en realidad tras la descripción de mi físico e incluso, llegándome a mandar fotos de su anatomía como si fuese algo que yo estuviese deseando.

De entre todos esos e-mails, me sorprendió un e-mail de una chica que me declaró abiertamente su deseo por mí y quien me planteaba hasta un encuentro con ella, oferta que decliné porque sinceramente no es una experiencia que a priori me resultase morbosa.

A lo que ella insistió, indicándome que me había liado con una pareja y que por tanto no sería mi primera experiencia lésbica... Yo le dije, tienes razón no sería la primera vez, pero a mi el morbo me lo genera el hecho de liarme con una pareja, no el hecho de liarme con una mujer.

Pues bien, a raiz de esa conversación, habíamos cruzado algún que otro comentario más, pero poca cosa.

Le pregunté intrigada cómo me había localizado, que no entendía nada.

Me dijo que jamás me diría como lo había conseguido y que si me sentía incómoda que se iba, pero yo en el fondo me sentía halagada... ¿Cómo una persona sin saber como era yo exactamente había decidido llegar hasta el límite de plantarse en mi consulta? ¿Admiración u obsesión?

Un escalofrio me recorrió todo el cuerpo y se ve que mi cara dibujaba un gesto de preocupación y ella se dio cuenta.

  • No estás agusto Athenea, de verdad si quieres me voy.

  • No, de verdad, no te vayas. ¿Un café?

  • Mira en el fondo no quiero tomarme un café, sólo quiero tocarte y olerte de cerca.

  • Pero, Astrid!! Podría ser tu madre!!

  • Por favor, Athenea, rélajate y déjate llevar sólo quiero hacerte disfrutar.

En fin, analice de nuevo todo lo que estaba pasando y me resultó por un momento una situación tan morbosa que decidí dejarme llevar por la pasión y el deseo de Astrid.

  • Astrid, por favor, no tengo ni idea... No sé que es lo que quieres que hagamos.

  • ¿Me dejas taparte los ojos, Athenea?

  • Pufff, pues sí me parece muy buena idea,

Le di un pañuelo de seda y me tapó los ojos.

Acto seguido me besó el cuello y ahí acertó de pleno, porque mi cuello es una de mis zonas erógenas que más cachonda me pone, me besó despacito y luego empezó a lamerme con su lengua, mientras bajaba la cremallera de mi vestido, que cayó al suelo en es mimo instante y así me quedé yo con mis panties negros y mi sujetador de encaje negro.

Bajó con su lengua por mi espalda y muy sutilmente desabrochó mis sujetador que también acabó en el suelo, yo sentía que mis pezones estaban durisimos y más todavía cuando empezó a lamerlos con su lengua de una manera muy hábil y delicada.

Empecé a tocarle, seguía vestida y le dije.... Astrid.... Igualdad de condiciones, así que desnúdate que yo también quiero sentirte..... Y me contestó: No, Athenea.... Hoy sólo quiero darte placer y dejarte con ganas de más, porque sé que me vas a rogar que vuelva y hoy tú eres la protagonista... Así que decidió no desnudarse.... Y yo.... Me quedé de nuevo pensativa, y así es como me dijo: “Deja de pensar y sólo déjete llevar por tus sensaciones y el deseo”

Yo ya estaba mojadisima y es que tengo mucha facilidad para ponerme cachonda y ella que de tonta no tenía ni un pelo, sabía perfectamente que estaba a mil.

Cogió con sus manos mis panties y me los rompió, dejando a la vista un tanga minúsculo que dejaba salir por ambos lados los labios de mi enorme coño que ya estaba cachondo perdido, mi tanga estaba mojadísimo y ella se arrodilló delante mia y acercó su lengua a mi tanga... y al poco arrancó de una mi tanga y esta vez, con su dedos separó los labios de mi coño y metió un par de dedos dentro para comprobar lo cachonda que estaba, tras dicha comprobación se sonrió.

Cogió sus dos dedos y me los metió en mi boca, y me dijó: “Athenea, quiero que saborees como te pones de cachonda conmigo.. La verdad, es que no entiendo porqué no querías jugar conmigo...”

Así que, acto seguido me tumbó en el sofá y me dejó con las piernas bien abiertas para poder meter su lengua dentro de mi coño una y otra vez y yo una y otra vez tenía un orgasmo, cuando ya no podía más, le dije necesito que me metas algo dentro.... Por favor, méteme algo.

Necesito algo grande dentro de mi y así, sin saber muy bien que estaba haciendo y cuando menos me lo esparaba me metió un consolador de gran tamaño, mientras me lo metía al principio despacio y luego más y más fuerte, me decía: “Dime Athenea, ¿Qué es lo que más deseas...?”

Y yo le dije quiero tocarte, deseo saborearte, quiero saber como sabes.... Por favor, déjame.

Eso será otro día, querida... Ahora me tengo que ir, creo que la hora ya se ha pasado y no quiero llegar tarde a casa, le he dicho a mis padres que iba a la psicóloga.

Pero, Astrid... ¿Me vas a dejar así?

Sí, cuando oigas la puerta ya puedes quitarte el pañuelo de los ojos.

Y así, tras ese portazo, tras aquella experiencia es como empecé a desear a Astrid.

Espero mi pequeña niña rockera que te haya gustado y que haya sido del agrado del resto de lectores. Espero vuestros comentarios en mi e-mail.

¡Hasta el próximo relato!