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La vida de paula xvi

en Dominación

Note unos arañazos en una de mis piernas.

 

Dios, una está intentando subirse a mi pierna, pensé mientras la sacudía bruscamente intentando alejarla lo más posible...

 

No tardó mucho en volver a estar olisqueando mis piernas.

 

Yo sabía que las ratas no atacan a las personas salvo que estén literalmente muertas de hambre, pero aquel mito de que eran portadoras de las más peligrosas enfermedades, martilleaba mi cabeza.

 

De cualquier forma ser el entretenimiento de una o de no sé cuántas ratas me aterraba.

 

Hay dios! Pese a mis esfuerzos por alejarla la rata se encaramos a mi pierna. La note subir por la rodilla hacia el muslo. Estaba petrificada.

 

Estaba esperando en cualquier momento sentir sus afilados dientes clavarse en mi carne.

 

Pero lo que ocurrió, fue que se abrió la puerta del cuarto y se encendió la luz. La rata salió disparada.

 

La luz, después de tanto tiempo a oscuras me tenía medio cegada. Solo veía una figura que avanza hacia mí.

 

"Ya decía yo que tenías una pinta puta increíble, fena, cuando te vi en la Piscina. Me ha dicho tu marido que está en el bar abrazado a dos chicas jóvenes, que barra libre con la perra fena", me decía mientras llegaba a mi bajándose los pantalones.

 

Hasta que le tuve encima no le vía la cara, era el botones de la mañana.

 

"A ver perra, mama", me dijo sacándose la polla y metiéndomela en la boca.

 

Mi marido arriba con dos putitas y yo allí atada rodeada de ratas y mamándole la polla al botones.

 

Bueno, era lo que había aceptado y firmado aunque no había caído en que mi marido podría también follar se a quien quisiera, lógicamente.

 

Mientras no paraba de follarme la boca el botones. Intentaba ahogarme pero aunque no la tenía pequeña, pollas bastante más gordas habían entrado hasta mi garganta.

 

Cuando lo creyó conveniente colocó una caja de esas de verduras debajo de mi culo para que quedara más alta. Y empezó a follarme. Me follo el tiempo que quiso tanto coño y culo para terminar corriéndose en mi boca.

 

"Buena zorra, me dijo" , dándome dos cachetes en la cara que más que eso parecían dos bofetadas.

 

Se puso los pantalones, e hizo ademán de irse.

"Ah, se me olvidaba", dijo volviendo sobre sus pasos.

 

Me quito la caja de debajo de mi culo cayendo al suelo. Sacó una cuerda del bolsillo y ato mis tobillos con las piernas totalmente abiertas a las patas de dos máquinas cercanas.

 

Se marchó un momento de la habitación volviendo con una bolsa en la mano.

 

Abrió la bolsa y me la esparció por el cuerpo. Era basura. Literalmente. De residuos orgánicos.

 

Yo ya estaba sudando con un sudor frío. Sabía lo que pretendía, y me aterraba.

 

"Bueno, también tendremos que dejar que te prueben las ratitas", dijo riéndose con una risa tonta como si acabara de descubrir la pólvora.

 

Quise implorar, pero me contuve. Sabía que mi marido me estaba probando.  Pero sin duda aquello superaba cualquier límite.

 

Se puso un guante de látex y empezó a restregarme basura por todo el cuerpo. Cara, pecho, tripa, pubis, vulva, muslos, piernas... Olía bastante mal porque debía de estar ya semi-descompuesta. Cogió los trozos más grandes que encontró en la basura, y me los metió por la vagina, esperando sin duda que alguna de las ratas se sintiera lo suficientemente atraída como para introducirse en ella y comerse todo lo que encontrara.

No, no, ya sabía que no podía ser, que si no ha oxigeno dentro no iba a entrar, pero me aterraba la idea de que en el intento por sacarlo pudiera llevarme algún mordisco.

Cuando terminó su faena, el botones, se fue, apagando la luz y cerrando la puerta, con un “que te diviertas” de despedida.

Volvía a enfrentarme al miedo de la oscuridad, de las ratas, a la tortura de aquel ruido de las máquinas.

No tardé nada en volver a sentir la presencia de mis “queridas amigas”. Note una sobre mi pierna. No podía gritar. Me había quedado muda. Ni moverme. Tenía una inmovilidad tónica. Ningún musculo de mi cuerpo reaccionaba a lo que yo quería.

Sentí otra más en la otra pierna, otra más subía por mi tripa. Dios aquello estaba lleno de ratas. Y hoy tenían festín.

Los residuos que habían por las piernas y muslos apenas eran comestibles, si había algún trozo más grande que eran devorados por la ratas sin contemplaciones. Subían por mi cuerpo como quien va por una carretera totalmente llana y recta.

No sé cuántas tenía encima, pero notaba sus patas por todos lados. Noté unas patas en la cara en la mejilla derecha intenté cerrar mis ojos y boca, todo lo que pude, pero no me respondían los músculos. La vi pasar por mi cara olisqueando todo. Cualquier trozo comible, lo comía. La vi la boca en mi ojo. Por un momento pensé que me mordería el ojo y se lo comería.

Pasó de largo. Notaba otra por mis tetas, incluso alguna llego a rozarme más de la cuenta un pezón con los dientes. Mi corazón estaba a punto de infartar. Jamás en mi vida había sentido, ni pensé que pudiera sentir aquel miedo.

Aquello fue poco en comparación a lo que sentí cuando noté una en mi entrepierna, y otra en mi pubis. Corrían por mi cuerpo a su libre albedrío. Las oía chillar, como si estuvieran llamando a otras.

Tenía muy claro que aquello no podía terminar bien. Como a alguna se la ocurriera morderme, se daría cuenta de que era comible, y eso harían devorarme entre todas, sin poder evitarlo de ninguna forma.

Las note bajar por mi vulva. Note sus patas por mi clítoris, hasta que las dio el olor que salía de mi vagina. Las sentí meter la cabeza y un poco morder lo que había dentro.  Repitieron varias o la misma varias veces no sé. Hasta que, a base de tirar, sacaron el resto de carne que había dentro. Pero el tufillo les seguía saliendo y por supuesto no pensaban dejarlo dentro.

Estoy convencida que alguna metió más de medio cuerpo en mi vagina, para sacar el trozo. Sin duda se estaban dando un atracón, pero afortunadamente de momento no era a mi costa. Aun así, siguieron “Revisando” mi cuerpo para asegurarse de que ningún orificio escondía más comida. No obstante, el tufillo, seguía impregnando mi cuerpo y aquello era como una golosina para ellas.

Llegó un momento en que se limitaban a corretear por mi cuerpo y alrededor de él. Para mi mayor tortura, el acostumbrarme a la oscuridad, me facilitaba ver más, con lo que podía verlas su hacer. Me tranquilicé un poco al ver que aparentemente pasaban de mí, que no quería que formara parte de su festín.

Se abrió la puerta otra vez del cuarto, y se encendió la luz. Las ratas salieron disparadas. El que entró se dirigió hacia una manguera que había enrollada en la pared. La cogió y abrió el grifo.

El agua salía a cierta presión. La dirigió hacia mi cuerpo con idea de quitar de él cualquier resto de comida corrompida, y de resto de las ratas. Estuvo un rato regándome, metiéndome la manguera también en el coño, está claro que quería que quedara bien limpio.

No sabía quién era, supuse que alguien más del servicio, pero no lo había visto hasta ahora. Cuando se quedó satisfecho de mi estado de limpieza, cerró la manquera, la envolvió a enrollar en su sitio y me desató las piernas. A esas alturas ya había yo mi movilidad y el miedo había pasado.

Se sacó la polla y me la puso en la boca.

“Chupa perra, luego vendrán más compañeros para que no te coman las ratas. Son muy voraces, y hubieran terminado por morderte, y una vez que probaran tu carne, no hubieran dejado de ti más que los huesos.”

Joder aquello no es que me tranquilizara mucho, bueno en parte sí si no paraban de entrar tíos, no volverían las ratas. Me esmeré en chuparle bien la polla al hombre. Aunque tampoco me esmere a fondo para que no se corriera pronto y siguiera ahí más tiempo.

Cuando se cansó de que se la chupara, me puso la caja y me levantó las piernas hacia la cabeza. Su polla fue a mi culo. Ne estuvo enculando un buen rato. Hasta que al final note como se corría en mi culo.

“Eres buena perra, sería una pena que te comieran las ratas. Te dejaré la luz encendida. Eso las contendrá hasta que venga el siguiente.”, me dijo subiéndose los pantalones.

Se fue cerrando la puerta y dejando como había dicho, la luz encendida.

Tenía unas ganas tremendas de orinar. Pero si lo hacía ahí me pondría yo y pondría todo mi alrededor, perdido.

Decidí concentrarme y aprovechando que tenía el culo sobre la caja, intentar mear el más fuerte posible, para que al menos el grueso de la meada, fuera lejos mí.

Así, lo hice, el chorro de orina se levantó casi un metro del suelo, y el núcleo de la meada se alejó casi tres metros de mí. Evidentemente también se mojó debajo de mí, pero mucho menos.

No había vuelto a ver ninguna rata. Me estaba relajando bastante. La verdad es que había pasado mucho, pero mucho miedo. Luego las palabras de mi último follador, me ratificaron más en la idea de que aquello, podía haber terminado mal.

Volvió a abrirse la puerta y entraron dos más. A estos si les conocía uno era el director del hotel, y el otro el maître.

Igualmente me hicieron chupar, y luego usaron ambos mis dos agujeros. El director tenía una buena polla y notaba como sobre todo mi culo se abría más de lo habitual con otras pollas cuando me la metía. Se corrieron abundantemente uno en mi coño y el otro en mi culo.

Mi marido debía e haber puesto un anuncio en la recepción del hotel, porque no se habían ido aun estos cuando entraron dos más. Uno era uno delos vigilantes y el otro un camarero. Igual me dieron polla a chupar.

En esta ocasión el vigilante duro poco en la boca ocupando su puesto el camarero. El vigilante, se sacó la porra, y me la metió de golpe por el culo. La verdad es que vi las estrellas, pese a estar recluida en aquel cuarto. Pero la verdad es que daba todo por bueno con tal de que no me dejaran sola de nuevo con las ratas. Su polla, se alojó en mi coño, y sujeto la porra a su muslo. Empezó a follarme con los movimientos la follada era doble culo y coño. La verdad es que había sido ingenioso, porque estaba consiguiendo una doble follada sin usar las manos que utilizaba para pellizcar mis pezones y aplastar mis tetas.

Los dos estuvieron u n buen rato fallándome por todos lados. He de reconocer que llegue a correrme varias veces, sin duda también fruto del relax que me había causado verme libre de las ratas.

Después de no sé cuántas folladas, mamadas y enculadas, el ultimo me quitó las esposas, y me dijo que ya podía subir a mi habitación.

“Doña, Paula, su marido la espera en la habitación.”

Tócate los cojones, pensé después de follarme y encularme, ahora Doña Paula.

Me puse mi ropa

Y salí del cuarto de calderas.

Ni que decir tiene que me crucé con muchos de los que me había follado la noche pasada, entre ellos el propio director.

“Buenos días doña Paula. Ha descansado bien?”, me dijo

Subí a mi habitación y efectivamente allí estaba mi marido.

“Hola, cariño, buenos días. ¿Has disfrutado la noche? “Si, si, puedes hablar me dijo, ahora eres Paula, no fena. Ya sé que fena se ha portado perfectamente y ella sabe que es lo que yo quiero de ella.

“Sí cariño, he disfrutado de todo mucho”, le dije cumpliendo.

CONTINUARA