miprimita.com

Mi primer Anal(Sandra VI)

en Amor filial

Había cumplido 7 meses de embarazo, mi pancita crecía y crecía cada vez más, junto con mi hijo encontramos un ginecólogo en otra ciudad distinta de donde vivíamos, para el segundo trimestre nos trasladábamos cada fin de semana a esa ciudad para poder  llevar el control de mi embarazo, la ginecóloga desconociendo nuestra condición de madre e hijo, nos había recomendado que no tuviéramos relaciones sexuales durante mi último periodo en cinta y así evitar cualquier posible complicación, debido a esto, ya llevábamos dos semanas sin que mi hijo me diera una buena montada.

Casi un mes después decidimos mudarnos a la ciudad donde se encontraba nuestra doctora, así  evitaríamos el estar viajando cada semana, y si surgía algún problema la podríamos contactar de inmediato sin tener que realizar diez horas en auto desde donde vivíamos, esa tarde nos encontrábamos descansando en la sala de la casa que habíamos rentado, por mi estado me la pasaba gran parte del tiempo reposando, él estaba sentado en el sofá y yo recostada sobre sus piernas tapada con una ligera sabana y apoyando mi panza sobre un cojín para estar lo más cómoda posible, la verdad estaba muy aburrida, mi hijo estaba más atento a su tableta que a mí, yo ignoraba lo que estaba haciendo pero me puso de mal humor,  eso, sumado a las dos semanas horribles sin que  pudiera sentirme llena de la carne de mi hijo, a que  mi estado de preñez había aumentado mi libido considerablemente ocasionando que quisiera violarlo cada vez que lo tenía cerca, y  a que sabía que él también sufría por no poder cogerse a su mamita como estaba acostumbrado, hicieron que  acercara una de mis manos y empezara a jugar con su verga la cual se notaba a través del pantalón, esta, ante las caricias recibidas y debido a la prolongada abstinencia, no tardo en alcanzar su máximo tamaño, por lo que  deje de acariciarla con la mano, y suavemente empecé a darle mordiscos por encima de la tela, hambrienta y caliente como me encontraba, me percate que me había vuelta adicta al enorme garrote de mi hijo.

Él deslizo su mano por dentro de mi pijama, la cual era un vanidoso conjunto conformado por un pantalón corto tipo short y una blusita de tirantitos ambos de color lila, su mano encontró mi pepita, y dos de sus dedos empezaron a jugar con ella presionándola entre las yemas, un pujido escapo de mi boca mientras esta se encontraba llena de verga, debido a que instantes antes la había liberado de su prisión de tela y me había prendido de ella con la intención de ordeñarla y dejarla seca. Mi coñito estaba enfangado, deje por un momento la verga de mi hijo y me aproxime a sus labios para besarnos delicadamente.

-Tengo ganas de sentirte, de que me partas con este palo.

-Yo igual mama, han sido unos días terribles sin poder cogerte, sin sentir tu chochito caliente envolviendo mi verga.

Estuvimos comiéndonos a besos unos minutos en los que nuestras lenguas se enroscaban y nuestras salivas se mezclaban, nuestros labios se fundían y mis uñas se encajaban en su espalda como reclamo por la falta de atención que había tenido ante su hembra, una de sus manos no dejaba de frotar mi hermoso coñito mientras yo le jalaba la verga una y otra vez, nuestras miradas se cruzaron por un instante, nuestras frentes se tocaron la una a la otra.

-Te deseo Sandra, necesito cogerte ahora mismo o voy a reventar

- Si mi amor, yo también te deseo, te necesito, quiero volver a ser tu perra.

Poco nos importó la recomendación de la doctora, nuestra atracción era tan fuerte, que nos convertimos en animales que solo pensaban en copular el uno con el otro, me tomo entre sus brazos y se dirigió a nuestra habitación, mientras me besaba dulcemente durante el trayecto.

Suavemente me deposito sobre la cama, coloco unas almohadas en mi espalada para que estuviera cómoda y mi panza no se maltratara, por lo que realmente no estaba acostada sino más bien sentada sobre el colchón, me quito el pantalón corto de la pijama y me abrió de patas, presuroso dirigió su boca a mi conejito para devorarlo, con dos dedos pellizcaba mis labios vaginales mientras su lengua daba vueltas sobre mi chochito, el cual estaba infladísimo debido a las caricias, ahí estaba yo despatarrada con las piernas abiertas y mi panza de embarazada, ofreciendo mi coño a mi hijo, ofreciéndome toda, dos dedos de mi mano izquierda estaban dentro de mi boca, los lamia y los mordía por el placer que me brindaba mi hijo, mi coño brillaba por la mezcla de la saliva de mi hijo con mis jugos, y se abría candoroso para seguir siendo atendido, mientras, mi otra mano le revolvía el cabello al tiempo que con fuerza lo pegaba más a mi caliente coñito para que no la dejara nunca, mi garganta  emitía sonidos sin sentido, el orgasmo no tardó en llegar debido a la comida de coño que me realizaba mi esposo, un gran chorro de jugo inundo mi sabana, solo con la lengua me había hecho ver las estrellas.

A pesar de ser dos animales en brama, aun éramos un poco conscientes de que esta vez no podía haber penetración por parte de mi hijo, ni siquiera con sus dedos, ya que no queríamos poner en riesgo al bebe que estábamos esperando, al terminar mi orgasmo el seguía mamando mi puchita y tragando jugos maternos, levanto suavemente mis piernas para tener un mejor acceso a mi tímido culito, siempre con cuidado de no apretar de más mi pancita, por lo  que gire levemente el torso para no estar completamente de espaldas, sino sobre un costado, de esta manera mi preciosa panza que tanto excitaba a mi hijo estaría más segura apoyada sobre la almohada, además mis piernas no quedaban en lo alto, posición que me cansaba mucho, sino que estaban apoyadas en el colchón, de igual manera en esta posición él tenía un acceso total al tesoro que estaba buscando, empezó a lengüetear mi hoyito tímidamente, mientras cariñosamente decía,

- ¿Que tenemos aquí, qué preciosidad es esta?, Y lo prodigaba de besos y mimos, lo ensalivaba, lo besaba y lo lamia, yo sentía cosquillas en mi culito, por lo que con cada caricia emitía risitas nerviosas.

- ¡con cuidado hijo, trata bien a mami!

El seguía con su trabajo sobre mi sonrosado hoyito, pude notar que la punta de un dedo trataba de abrirse paso en mi culo, un escalofrió me recorrió, un pujido salió de mi garganta y mis uñas se aferraron a la sabana casi rasgándola.

 -No hijo. Alcance a decir gravemente.

 -No lo hagas, tengo miedo, nunca lo he hecho por ahí, aun soy virgen”.

 Ante esta declaración mi hijo se volvió a convertir en un demonio, en una bestia lujuriosa, note que escurría saliva de su boca, se acercó a mí y me dijo.

- ¿En serio mami, aun eres virgen?”, asentí con la cabeza mientras una mirada de incredulidad y lujuria adornaba mi rostro.

-Entonces es justo que te entregues a tu hijo… a tu esposo.

Su dedo había logrado introducir la puntita y bombea suavemente, un par de lágrimas recorrían mis mejillas, mientras enterraba el rostro en una almohada, para ese momento yo sentía el placer recorrer mi cuerpo desde mi culo hasta mi boca, mis defensas habían caído y deseaba que mi hijo me enculara con su verga, la perra en celo había resurgido.

Me encontraba hambrienta de verga y lista para demostrar que mi estado de preñez no era impedimento para cogerme a mi hijo.

- ¿mamita me va s a dar tu culito?, ¿vas a dejar que te encule?, ¿verdad que si zorra?, ¡eres una puta ramera!, te encanta sentir mi verga, sé que lo deseas y te mueres por tenerla adentro, vas a ver que rico te desvirgo mi vida.

Yo asentía con la cabeza y con suaves pujidos que salían de mis labios, mi boca se hacía agua al solo imaginar que me iban a coger por el culo, que mi hijo me iba a desvirgar.

-si chiquito, si, cógete el culito de mami, méteme tu verga, pero por favor hazlo despacito, porque me duele mucho.

Mi mirada era la de una niña asustada durante su primera vez, mezclada con la lujuria que la perra en mi interior generaba, saco su dedo de mi culo y lo ensalivo con la boca, saboreándolo y degustándolo para embadurnarlo bien con su saliva, nuevamente ataco mi culito, el dedo violador entro más fácilmente ya lubricado, pero el dolor aún era intenso, él, tiernamente solo metió la puntita.

 Si mi vida, que rico se siente, así, despacito, cógete a tu puta. Alcance a decir fingidamente presa de la enorme calentura que me invadía.

Después de unos momentos dedeandome, me levanto delicadamente con miedo de que me pudiera romper, acomodo las almohadas y me puso en cuatro patas, tenía almohadas a mi alrededor de manera que mi barriguita tuviera apoyo y no quedara volando, de esa manera podría resistir las embestidas sin que me cansara por el esfuerzo y sin riesgo de que me pudiera lastimar.

Se dirigió a la cocina rápidamente, dejándome ahí en cuatro patas con mi culo totalmente expuesto esperando ser atendido, regreso y me encontró ahí en esa posición, una virgen en el altar esperando ser sacrificada, una perra preparada para la monta, inmediatamente se prendió como un becerro de mi culo mamándolo con frenesí, traía algo en la mano que unto entre mis abiertas nalgas, era frio y al contacto con mi esfínter este se contrajo involuntariamente cerrándose aún más, sentí como ese líquido frio escurría de mi ojetito hacia mi chochito y luego por mis muslos, al instante mi hijo se afano pasando su lengua por todas partes para no dejar que siguiera escurriendo, una vez lamidos los muslos y mi chochito se dedicó a mi ano el cual degusto como si de un dulce se tratase, volvió a repetir la acción varias veces, derramaba el líquido en mi ano, y con la lengua lo recogía degustándolo, saboreándolo, mi coño estaba encharcado reclamando atención por lo que su otra mano empezó a frotármelo lentamente.

 -¡¡ahora si perra, te voy a desvirgar!!, ¡este culito será mío!”.

 -suave por favor hijo, hazlo suave, esa verga está muy gruesa y me da miedo.

De reojo vi como unto su verga con el mismo líquido que antes había derramado en mi dulce hoyito, froto su verga contra mi vagina para que también  se lubricara con los jugos que escurrían de mi ser, y procedió a apoyar la cabeza contra mi delicado esfínter anal para culminar el acto de sodomizar a su mamita, sentí como el enorme champiñón luchaba con ese hoyito virgen para poder profanarlo, por lo que empleo más fuerza y mi culito empezó a rendirse, la cabezota completamente lubricada se abría paso lentamente hasta que por fin pudo entrar completa, había sido desvirgada analmente, esa gran barra de carne había reclamado  como suyo el delicado agujerito que acababa de profanar, yo sentía dolor mientras más  lágrimas surcaban mis mejillas, me aferraba a la sabana con mis uñas y mis dientes, mientras estoica esperaba  el embate final de esa verga que me estaba partiendo en dos, él, cariñosamente espero un rato a que mi culo se acoplara a la cabeza de su verga, después, su mástil siguió a la cabeza y empezó a introducirse en mi recto, apreté más los dientes mientras el tolete perforaba mi desvirgado culo, estaba consumado, mi hijo había tomado la castidad de mi culito, entro la mitad de la verga,  y sentía como mi culo se ensanchaba con cada centímetro de carne que lo perforaba, empezó a embestir suavemente, la mitad de su verga entraba a mi anito, hasta que poco a poco me la metió toda, sentía sus testículos pegados a mi coño, yo empecé a llorar como una pequeña con la cogida que me daba mi hijo, me sentía emputecida, perforada, me estaba destrozando el culo, bombeaba primero despacio y suave, luego rápido y salvaje, el dolor cambio a placer, no había sentido tanto placer como en ese momento en que mi hijo tomaba la pureza de mi ano.

-Eso hijo, cógete a tu perra, así cabrón móntame, métemela bien hondo en mi culo, cógeme, cógeme

Mi culo era violado por esa gran verga, mi coño babeaba del placer, estaba completamente mojada, empapada por todas partes, el sudor cubría mi cara, mi frente y mi pancita, saliva me escurría de la boca, la cual no podía mantenerla cerrada debido a las estocadas recibidas y al placer experimentado, la verga entraba y salía de mi ojete, mis bramidos inundaban la habitación,  de pronto sentí los chorros de leche caliente en mi apretado culo, sentí que me desmayaba por la emoción, hacía tiempo que no sentía a mi hijo correrse dentro de mí, y esta vez era mejor que antes, era mi primera vez, y él había sido el afortunado.

Mi hijo saco su tolete de mi culo y de este escurrió un chorro de la leche caliente y espesa, me sentía abierta y profanada, mi hoyito se había expandido hasta sus límites y aun no regresaba a su normalidad, sentía el aire frio colarse hasta  lo más profundo de mi ser, en esos momentos el pequeño esfínter se había convertido en un orificio capaza de tragar cualquier cosa que pusieran en él, el tímido agujerito del principio se había transformado en un hoyo negro en el espacio, caí sobre el colchón recostándome de lado ya que no deseaba lastimar mi panza.

-te amo mama, gracias por darme tu virginidad, por dejarme estrenar tu delicioso culito.

Se recostó a mi lado y me beso la frente.

-gracias por la cogida hijo.

mi hijo ya estaba prendido de uno de mis pechos alimentándose de ese delicioso bombón que eran mis enormes senos debido al embarazo, nuevamente empecé a gemir, y solo le dije a mi hijo.

-No tienes remedio, ahí vas otra vez, no me respetas ni porque estoy esperando a tu hijo

- Mira quien lo dice, tu eres una perra caliente que siempre quiere que me la coja, te la pasas pidiendo que te dé más y más verga.

-Cállate niño travieso”, mi mano lo sujetaba de la verga, -Ven aquí malcriado, quiero probar esto.

Acerque el tolete completamente brilloso por mis jugos, por mi sudor, por su semen y por ese líquido dulce que había derramado en mi culito, deguste la verga con mi lengua limpiándola completamente, la introduje hasta mi garganta y la mame felizmente hasta que me lleno nuevamente la boca con su deliciosa leche, esa noche lo hicimos una vez más, debido a que mi culito estaba recién estrenado, no quería que me lastimara demasiado, al final dormimos como siempre, abrazados , abrazando su garrote entre mis nalgas, sabedores que mañana seria otro día más para nuestra lujuria, y esta vez ya no teníamos que quedarnos con las ganas de que me clavara esa deliciosa verga, mi culito ya había probado carne y estaba hambriento de seguir comiéndose el garrote de mi hijo.