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La tormenta.

en Trios

El trueno me pilló totalmente por sorpresa. Estaba en el ordenador liado con la contabilidad a eso de las ocho y poco de la tarde cuando pegó el zambombazo y empezar a llover a saco. La típica gota fría del Mediterráneo. Lo malo es que Carmín estaba en el gimnasio y no en casa. Si antes lo pienso antes suena el móvil. Efectivamente, era mi mujer.

-Lefa, que nos ha pillado la tormenta nada más salir del gimnasio y estamos aquí en un portal en la calle “X” chorreando Leona y yo. ¿puedes venir a por nosotras?

Hay cosas que no se preguntan. Puse la calefacción del baño, cogí un par de toallas grandes y me fui con el coche a por ellas. Eran diez minutos, veinte andando, pero claro, estaba cayendo lo más grande de agua y encima con aparato eléctrico fuerte como suele por aquí. Después de dar el par de vueltas que obliga la señalización llegué a la calle y empecé a buscarlas. Bajaba una riada a la altura del tobillo o algo más por la calle. Al fin las vi debajo de un balcón. En nuestra zona no hay apenas tiendas ni bares, así que lo único eran los balcones y con el viento racheado no protegían mucho, así que cuando puse los intermitentes y abrí para que subieran lo de chorreando que Carmín había dicho era un puro eufemismo. No sólo estaban empapadas, además heladas. Puse la calefacción del coche al máximo mientras se sentaban.

-Quitaos la ropa y envolveos con las toallas, que os vais a pillar una pulmonía.

-Lefa, ¿cómo vamos a ponernos en pelotas en mitad de la calle? - me contestó Carmín con el cabreo de la lluvia y el frío.

-¿Tú ves mucha gente por la calle nena? Aparte lo negro que está y el coche te recuerdo que tiene los cristales de atrás tintados.

-Joder, tienes razón, perdona, es el frío.

Y en medio segundo se quitaron las mallas chorreando y se envolvieron cada una en una de las toallas. Se hicieron un ovillo casi a pesar de que yo estaba sudando de fuerza que tenía la calefacción. La tormenta arreciaba y salí para casa con prudencia. En diez minutos estuvimos en casa, metí el coche directamente en la cochera. Por suerte tenemos puerta directa a la casa así que las mandé directas al baño mientras sacaba la ropa a la lavadora.

-Meteos en la bañera y mientras os preparo un cacao para el frío.

No protestaron, se fueron directas y yo me fui a la cocina. Les preparé un cacao con un chorreón de ron para que se les templara el cuerpo y llamé a Pedro. Me saltó el contestador y le avisé que con la tormenta Leona se quedaba en nuestra casa. Cuando estuvo el cacao caliente le añadí el chorreón de ron al cacao y me fui al baño con las tazas y la botella.

-¿Queréis un chorreón en el cacao?

Ellas levantaron un poco la cabeza fuera del agua. La bañera que tenemos es muy grande (caben cuatro personas sobradas) y tiene función de hidromasaje y mantenimiento de la temperatura así que empezaban a reponerse.

-¡Eres un cielo!- respondió Leona cogiendo su taza y la botella. Le echó un chorro a cada taza antes de que me diera tiempo a decirles que ya le había puesto yo un buen chupito. Dieron un buen trago y les entró la tos claro.

-Tía, te has pasado tres pueblos- soltó Carmín. - Vamos a pillar un pedal.

-Qué va, está de puta madre con el frío que hemos pasado. Tómate otro par de tragos y verás como se te pasa todo.

La verdad es que, aunque empezaban a reponerse, la bebida caliente debía ser de lo más agradecida. Pero claro, entre el calor del agua, el calor del cacao y el ron, empezaron a ponerse coloradas.

-Uuufff, qué calorcito me está entrando nena.

-Claro, calorcito. a ti te está entrando el “caloret” Leona.

-Pues sí, y de todos los modelos- y le guiñó poniendo cara de vicio.

-Serás guarra, ¿cómo puedes ponerte cachonda con el tormentazo que nos ha caído?

-Jejejeje, entre haberme puesto en pelotas en tu coche, la lluvia, el bañito y el ron, venía mojada por fuera, sigo mojada por fuera y mira ahora como estoy por dentro.- Y diciendo esto cogió la mano de Carmín y se la llevó a la entrepierna.

-¡Nena!!! ¡Qué está delante Lefa!

-¿Qué? Como si se fuera a asustar. Y además, me apuesto a que estás tú igual y no pierdo.- Inmediatamente al decir esto le clavó los dedos en el coño a Carmín.

-Aayy.- El gemido de Carmín pretendía ser de dolor pero no se nos escapó a ninguno que Leona no iba desencaminada. Y como no iba a ser menos pude ver bajo el agua como Carmín contraatacaba. Las manos derechas no paraban allí abajo, y las izquierdas empezaron a apretar las tetas que flotaban en el agua (ya sabéis si habéis leído mis relatos anteriores que las dos van muy bien servidas de escote). Incluso empezaron a morrearse. El frío se había quedado definitivamente en la calle y en aquel baño la temperatura subía.

Y yo como un pasmarote allí en medio con la bandeja en la mano, flipando y con una empalmada creciente que se marcaba escandalosamente en el pantalón de mi chándal. Los gemidos, los besos, el chapoteo del agua y la imagen de las chicas metidas en la bañera dándose cada vez más caña era una escena de peli porno de alto presupuesto. Las chicas pararon un segundo a tomar aire y se quedaron mirándome.

-Pero bueno- Leona puso cara entre de cachondeo, de enfado y de vicio.- ¿Tú a qué coño esperas para meterte aquí con nosotras? ¿Que te pongamos un telegrama? Entra aquí ahora mismo a darnos cariño, que nos hace falta que nos pongan el “termómetro”.

Medio segundo tardé. La bandeja al suelo a una esquina, mi ropa encima y yo casi salté dentro del agua. Y menos tardaron aquel par de lobas en echárseme encima a devorarme. Manos, bocas, piernas, tetas por todas partes. Una me morreaba, otra me pajeaba, la otra me metía una teta en la boca y la otra me la sacaba para sustituirla por su lengua. Por fin nos organizamos, y fue Leona la que tomó la iniciativa. Me puso en el asiento contra la pared de la bañera y se sentó en mi poya clavándosela hasta el fondo de un golpe seco. Soltó un grito de gusto que Carmín ahogó besándola mientras yo le devoraba las tetas. Leona se “defendía” devolviéndole el morreo a mi mujer y clavando su mano en su coño. Carmín masajeaba el clítoris de Leona y, de vez en cuando, retiraba su boca de la de ella para que pudiese respirar y morreándome a mí. Evidentemente, la cosa fue rápido y leona se corrió con un rugido (muy adecuado, ¿verdad?).

Carmín la apartó y ahora fue ella la que se empaló mi poya y me metió la cabeza entre sus tetas. Leona apenas recuperó el resuello empezó a darle A Carmín el mismo trato que había recibido. Nosotros tres y Pedro hemos pasado muy buenos ratos, pero pocas veces las había visto yo con el ansia que tenían esta noche (ya había oscurecido en la calle más que de sobra). Yo estaba guarrísimo, y ellas, emputecidas perdidas. Carmín se corrió una, dos,.. creo que cinco veces al menos (ya sabéis que es multiorgásmica) con la ayuda de Leona que recibía también lo suyo clavándose dos dedos mientras mi pulgar izquierdo hacía diabluras en su clítoris. Yo estaba tan excitado que no me corría. Y mientras Carmín empalmaba sus orgasmos, siete, ocho al menos. Por fin, agotada, se levantó y se sentó junto a mi (más bien se derramó en el asiento). Leona entonces me hizo ponerme de pie y se arrojó a por mi poya chupándola con frenesí. Estaba desatada, se la clavaba hasta el fondo de la garganta, la sacaba y la lamía, volvía a chupar. Todo esto sin dejar de pajearme con la mano derecha y de pajearse ella con la izquierda.

-Me corro, joder, me corro…- conseguí avisar. Leona contestó clavándose el glande en la boca y moviéndo aún más rápido sus dedos en su coño. Noté como se agitaba con el segundo orgasmo y ahí, por fin, me vacié. Ella tragó mucho, un poco se le salió de la boca resbalando hasta sus pechos y el resto se lo pasó a Carmín en un último morreo, ya más suave, como compartiendo el premio.

Nos quedamos un rato más en la bañera recuperando el resuello. Y por fin, a eso de las nueve y media salimos. Ellas se fueron al salón y yo a la cocina a preparar la cena. Había que recuperar fuerzas. Además era sábado noche, al día siguiente no había que trabajar y, como con la tormenta no se podía salir, nos quedaríamos en casa. La sobremesa fue muy interesante, os lo garantizo. Y el desayuno al día siguiente cuando pasó la tormenta y Pedro pudo llegar aún más. Ya os lo contaré otro día.