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La princesa I

en Sadomaso

Hace muchos siglos existió un reino llamado Dalarna, se encontraba muy al norte y la mitad del año se encontraba cubierto de nieve. Dalarna era un reino de mujeres exclusivamente, los hombres solo eran permitidos una vez al año para copular y mantener la natalidad. Las niñas eran entrenadas para la guerra y los varones eran devueltos a los padres o sacrificados a sus diosas.

La reina tenía una joven hija, la princesa Adalis,  su cumpleaños 18 estaba cerca y como era tradición ella debía hacer una ceremonia de iniciación para probar que era digna del trono de Dalarna.

La belleza de las mujeres del reino era tan conocida como su ferocidad en combate, pero la hermosura de la princesa Adalis no tenía precedentes, era esbelta con un largo pelo rubio y sus ojos grises como el cielo de invierno.

Su rostro era como el de un ángel pero su cuerpo era el de una diosa, sus jugosos pechos eran tan blancos y tiernos como la nieve su país, sus piernas eran largas y terminaban en unas anchas caderas que contrastaban con la estreches de su cintura.

Esta belleza tenía fama más allá de las fronteras del reino y muchos hombres fantaseaban con poseer  a la joven princesa. De hecho podían hacerlo, pues la prueba de adultez de Adalis consistía en un torneo en el que todos los pretendientes de la futura reina se enfrentarían y ella debía derrotar al campeón.

Pero si ella fallaba entonces seria poseída como esclava como indicaba la ley de Dalarna, una mujer que no pueda derrotar a un hombre no puede ser la reina.

La hermana mayor de Adalis había tenido su prueba de adultez hacia 5 años y frente a los ojos de todos los espectadores su hermana había sido derrotada por el hombre que ganó aquel torneo, fue violada y luego llevada como esclava para nunca más saber de ella.

Adalis recordaba con terror aquella escena que la marcó para siempre, ella era la única heredera que quedaba y no podía permitirse la derrota pues sería el final de su linaje real y de su libertad.

El día antes de que Adalis cumpliera la mayoría de edad, la ciudad se llenó de hombres que desagradaban con su evidente deseo de lujuria contra la princesa a todas las demás habitantes de Dalarna. El torneo inicio temprano ese mismo día, debían ser combates cuerpo a cuerpo.

Todos los hombres alistaron sus armas y sus armaduras y a lo largo del día fueron ocurriendo los combates, no eran a muerte, pero la bestialidad con la que luchaban esos guerreros se cobraba muchas vidas. Adalis mientras tanto rezaba en el templo real para poder vencer al día siguiente.

Finalmente el último combate ocurrió al anochecer, era entre un enorme guerrero, de aspecto muy rudo que portaba un gran hacha de combate contra un joven de la misma edad que la princesa y portaba una espada que debía sostener con ambas manos.

Adalis fue a ver el combate y entonces ambos luchadores vieron el maravilloso premio que les esperaba si vencían, la princesa usaba un pequeño vestido blanco de piel y todo su cuerpo era apreciable, los penes de los contendientes se empezaban a poner duros. Cuando se dio inicio al último combate entre hombres.

El del hacha atacó con fuerza dando golpes que solo lograban tocar el aire pues el joven de la espada era muy ágil. Luego este se detuvo y cuando su enemigo estuvo más cansado comenzó a enfrentarlo.

Adalis miraba con atención el estilo de pelea de cada uno pues al día siguiente enfrentaría al ganador. El robusto guerrero del hacha lanzo un corte horizontal dándole la posibilidad al espadachín de agacharse y encontrar una apertura en su guardia.

Alzó su espada e hirió a su adversario en el pecho, este se hizo para atrás y luego el joven guerrero cortó el cabo del hacha quedando el otro desarmado y herido.

Al verse derrotado el hombre se rindió, la pelea había terminado pero el chico no se conformo con solo ganar y con un movimiento corto el cuello del vencido dejándolo morir desangrado sobre la arena del anfiteatro.

-Los siento pero no puedo dejar que anden diciendo que dejo vivir a cualquier cobarde.- Dijo el vencedor entre carcajadas.

La princesa había visto la crueldad con la que su rival pelaba y actuaba no cavia esperar ninguna compasión de parte de él. El hombre se volteó hacia el palco real donde la reina y la princesa observaban.

-Princesa espero que estés preparada porque mañana al amanecer te haré sangrar, no solo con mi espada sino con esto también.- Dijo el guerrero despojándose de su ropa que consistía en un peto sobre el pecho y un taparrabos.

Quedo desnudo frente a toda la muchedumbre en las gradas, la mayoría mujeres y algunos hombres derrotados y sobrevivientes al torneo que ya finalizaba. Exhibía sus genitales sin ningún respeto a la reina y la princesa.

Adalis puso sus ojos en el sobresaliente bulto de carne que el chico tenía entre las piernas, un pene grueso que sin estar erecto era bastante grande coronado por un tupido vello púbico. El chico era en realidad apuesto y muy atlético, el sueño de cualquier mujer pero para ella sería una pesadilla si perdía el combate a manos de aquel sádico luchador.

-¡Te haré mi esclava y daré placer a mi cuerpo con el tuyo por el resto de tus días! ¡Jajaja!- Continuó gritando el prepotente muchacho. La princesa no dijo nada y simplemente dio la espalda se retiro junto a la reina.

Esa noche su madre fue a visitarla a sus aposentos y le deseo buena suerte en el combate de mañana, el más importante, el que la presentaría ante todas las súbditas del reino como la futura reina.

Adalis durmió como pudo esa noche, estaba muy nerviosa pero se estaba preparando para ese día desde que era una niña entrenando todos los días, conocía bien el manejo de la espada y la flecha, además sabía pelear sin armas y había logrado derrotar a muchas de las guerreras del reino.

Al día siguiente salió el Sol, ella ya tenía 18 años y era hora de hacerse mujer en la arena de combate.

Todo estaba preparado, casi todas la mujeres de todas las edades del reino habían copado el anfiteatro, algunos hombres aun quedaban  y deseaban ver el final de aquella ceremonia, la reina les permitió hacerlo.

La reina y su corte ocuparon su lugar de honor, la arena era un foso cuadrado de 10m de pared a pared delimitado por paredes de madera de 2 metros de alto encima de las cuales estaban las abarrotadas gradas.

El retador ya estaba allí y aunque era abucheado por algunas mujeres, estaba sereno y confiado, hoy tenía aun menos protección que el día anterior y solo lucia una cinta en la cabeza, el taparrabos, sus botas de cuero y su enorme espada.

Adalis hizo su entrada y una gran algarabía retumbo en todo el lugar, el guerrero la miró estupefacto al igual que la reina, únicamente traía puesto una pequeña tanga de piel, sus botas  y en el cuello una gargantilla negra. Estaba armada con una espada corta y con un escudo del tamaño de su antebrazo.

Todos los hombres incluido el joven espadachín no podían apartar su vista de los carnosos senos de Adalis que con una expresión de calma avanzó con elegancia hasta su lugar.

-Veo que no usaras tu armadura de ayer. Supongo que no crees que necesites protegerte de mí, así que yo tampoco usare protección para derrotarte.-  Dijo la princesa mirando a su rival.

-Es cierto, acabaré contigo en poco tiempo y ahora que veo que no usarás protección y pelearas con esa espadita, casi he ganado esta pelea.- Dijo él.

-¡Detendré tu insolencia con el filo de mi espada y te enseñaré a respetar a las mujeres de Dalarna!-

-¡Te enseñare cuál es tu lugar, las mujeres solo sirven para cocinar y dar hijos que es lo que yo te pondré a hacer!-

Dicho todo esto la reina dio la señal y empezó el combate, Adalis empezó a rodear a su oponente caminando alrededor de la arena, él la observaba sin moverse y aun contemplando las tetas de la chica guerra y sus pezones parados apuntándole a él.

De repente el guerrero se lanzó con su espada contra Adalis quien bloqueo el golpe con su escudo, fue un demoledor impacto el que sintió pero pudo contraatacar con su espada, el chico retrocedió y se puso fuera de su alcance.

-Tendrás que acercarte más si quieres cortarme con esa miniatura.-Se burló el chico.

-¡Ya verás!- Respondió ella.

Adalis se lanzó a intentar alcanzarlo siempre con su escudo en alto para bloquear la potente espada de su enemigo pero él la blandía con mucha destreza y todos los ataques de la chica eran repelidos.

El  espadachín lanzo un golpe muy fuerte contra el escudo de Adalis pero esta se agachó y paso de largo hacia las espaldas del luchador. Cuando este se volteo escucho las risas y los silbidos  del público, sin explicación aparente.

Pero todo quedó claro cuando vio lo que la princesa tenía en la punta de su espada.

Era su taparrabos, la chica podía haberlo herido pero en lugar de eso prefirió desnudarlo ante toda la muchedumbre de mujeres que ya le habían visto desnudo el día anterior pero hoy las cosas eran diferentes.

Esa mañana, como todas en Dalarna, hacia frio y su pene y testículos eran mucho más pequeños que en la tarde anterior.

-Parece que no soy la única que tiene una espadita. ¡Jajaja!- Dijo la princesa al avergonzado joven.

-¿Se supone que vas a preñarme con esa cosita tan pequeña?-

Las risas de cientos de mujeres hirieron la hombría del guerrero que rojo como un tomate alzo su espada y siguió con el combate.

Adalis se concentró de nuevo y se puso en guardia, el chico se acercó corriendo a ella pero cuando estaba llegando a su rival se deslizó hasta quedar justo debajo de la sorprendida princesa que en vano intento cambiar su posición pues el joven golpeo con fuerza su escudo por la parte de adentro, haciendo que escapará de la mano de Adalis y cayera lejos.

Adalis retrocedió, el público ya no reía pues a la princesa no se le veía bien. Luego el chico empezó a hostigarla con su espada y ella apenas podía repeler las embestidas con su corta arma.

La arrinconó contra la pared de madera, parecía el fin de la princesa cuando él alzo su arma para darle un golpe letal pero era demasiado larga y quedó atascado contra el muro antes de tocar a Adalis, ella no perdió tiempo y con fuerza dio un rodillazo en los desprotegidos testículos del  guerrero.

El joven se conmocionó por el dolor, ella intento apuñalarlo con su corta espada pero él soltó la espada atascada en la pared y detuvo las manos de la princesa. Era increíblemente fuerte, debía serlo para manejar aquella pesada arma.

Adalis fue cediendo a la fuerza del chico que cuando pudo le dio un cabezazo en la cara a la guerrera, aturdiéndola, le pegó un puñetazo en la mandíbula que la sentó en el suelo y él se detuvo.

La princesa estaba mareada y se arrastro lejos de él aun sosteniendo su daga pero sin poder usarla llegando a gatas hasta el centro de la arena. El la tomo por su prenda íntima y bruscamente arrancó la fina prenda de la chica dejándola desnuda al igual que ella había hecho con él.

Todos contemplaron el hermoso par de nalgas de la princesa Adalis al aire. El miembro viril del muchacho se erecto al instante y sin más se lanzó sobre la chica que se encontraba a cuatro patas sobre la arena.

-Ahora verás que es lo que hago con las zorras como tú que piensan que pueden pelear como un hombre.- Dijo él y tomando su pene lo llevo hasta los labios de la vagina de Adalis palpando con su otra mano el clítoris de la chica y sintiendo el fino y pequeño monte de venus de la princesa.

Ella sabía los que estaban a punto de ocurrir pero no tenía las fuerzas para resistirse.

La reina y todas la mujeres miraban impotentes que la historia de hacía 5 años se repetía con la menor de las princesas. Los hombres alegres vitoreaban al campeón del torneo.

Adalis sintió como el falo de su enemigo se adentraba en ella, llena de dolor y rabia sus bellos ojos se humedecieron mientras el rufián daba gusto a su pene penetrando un coño de la nobleza por primera vez.

Ella se aferró a su espada y como un rayo lanzó su brazo hacia atrás hacia la garganta del violador aunque solo logró alcanzar su cara haciéndole un corte profundo que hiso desaparecer todo el placer que experimentaba el joven.

Adalis se incorporó impulsada por el odia ante esta humillación, el chico se levantaba a buscar su espada con prisa pero lo detuvo una patada dada por la princesa con la puntera de su bota en sus huevos.

El publico incluida la reina estalló en jubilo al ver como la princesa había logrado darle la vuelta al combate. El guerrero en el suelo cubría sus adoloridos testículos con sus manos, Adalis se coloco junto a él y arremetió contra su cara con sus botas haciendo sangrar su nariz y partiéndole algunos dientes.

Pero él no soltaba sus maltrechos genitales, el verdadero objetivo de la princesa. El qué bocabajo y ella comenzó a darle pequeños cortes  en las costillas y en la espalda con su daga finalmente el ahora patético espadachín soltó sus.

Adalis agarró ambos testículos situada por detrás de el chico y comenzó a tirar de ellos caminando hacia atrás, el agarre de la princesa era muy fuerte y por más que intentó liberarse no lo consiguió y termino convertido en su juguete.

-¡Aaaahhggg! ¡Sueltame maldita! ¡Mis bolas!- Eran los gritos de desesperación del muchacho humillado por la princesa.

Las risas femeninas volvieron a escucharse en toda la arena ante la escena de la princesa arrastrando al ruidoso hombrecillo por todo el suelo. Luego de un par de minutos de sufrimiento para él y de alivio de su ira para ella, Adalis se detuvo.

La princesa soltó las enrojecidas pelotas del chico pero el alivio que él sintió no duro ni un segundo pues de inmediato las pateó desde atrás haciendo que todo el cuerpo del joven se elevara y este perdiera el sentido.

El antes poderoso guerrero estaba ahora todo lleno de cortes y moretones, su cuerpo había sido arrastrado por toda la arena por Adalis y entre el sudor, la sangre y el polvo su apariencia era la de una despojo de hombre.

Pero lo peor era el estado de sus testículos los cuales Adalis contemplo al voltearlo bocarriba, estaban muy inflamados y rojos, hasta sangraban en algunas partes. Su pene también había recibido daños pero asombrosamente se mantenía erecto. Los espectadores masculinos sintieron mucha suerte de no ser él.

Adalis entonces se quitó sus botas y posó su pie descalzo sobre los destrozados genitales de su rival con gesto victorioso. La muchedumbre la aclamó, incluso algunos hombres aplaudieron, no sentían ninguna simpatía por aquel patán.

La princesa comenzó a mover su pie de atrás hacia adelante y bajó su vista al pene que hacía poco la había penetrado, sus súbditas la miraban con expectación sobre todo las más jóvenes.

Pronto un líquido empezó a aparecer en la punta del miembro del chico que para entonces ya había recobrado la conciencia pero si poder moverse. La princesa aumento la velocidad con la que masturbaba el pene del joven y este comenzó a gemir de placer.

-Enséñame la leche que querías derramar dentro de mí, ahora puedes correrte bajo mi pie porque no lo harás en mi coño.- Dijo Adalis con cara de satisfacción.

-¡Oh! Puta, cuando… me levante vas… a ver, no creas que… estoy acabado… ¡Ah!-

-¿Qué esperas para dejar salir tu asquerosa esencia de macho? ¿O es que ya no tienes?-

El guerrero empieza a gemir más fuerte y retorciéndose bajo la poderosa princesa su pene empieza a palpitar y Adalis siente como el miembro que ha ordeñado con su delicado pie escupe un chorro de semen bien espeso que baña el torso desnudo del muchacho.

Al primer chorro le sigue otro menos cargado y finalmente el pene queda inmóvil goteando discretamente. El guerrero está exhausto y mientras se recupera de ese maravilloso orgasmo la hermosa princesa se agacha entre las piernas del vencido y con su mano toma las pelotas de su oponente.

Los huevos palpitan y se deforman en la tierna mano de la joven guerrera que mueve sus dedos delicadamente y se deleita con el dolor que tan leve gesto causa al chico, sus bolas están gravemente dañadas, seguro que no volverán a funcionar como antes, pero ya es hora de terminar.

Adalis cierra su mano con fuerza alrededor de los testículos tirando con fuerza de ellos  a la vez que los exprime, el joven lanza un grito de agonía al sentir su hombría siendo nuevamente destrozada por la princesa.

De pronto el dolor se detiene, ella ha soltado sus testículos o al menos eso parece. Pero al abrir los ojos el luchador se horroriza con lo que ve… Adalis sostiene en su mano una deforme masa sangrante y en la otra su espada corta ensangrentada.

Baja la vista a su entrepierna y descubre que lo que la princesa tiene ahora en su mano son nada más y nada menos que sus testículos cortados con la espada de la que antes él se había burlado.

Todo el público hace silencio  y solo se escucha el alarido de pánico y dolor que el recién castrado joven genera. Pero sus gritos son opacados por los vítores de todas las mujeres presentes que celebran la venganza de su princesa.

-Tus huevos serán un buen pago por haberme deshonrado… mmh… no, pensándolo bien…-Dice Adalis.

-Creo que sin huevos no necesitaras más esto tampoco… me quedaré con él de recuerdo.-  La joven agarra el miembro del chico, que aun está algo duro, y lo corta lentamente.-

-¡AAHHHH! ¡NOOOOOO!- Son las últimas palabras del desafortunado aventurero antes de volver a desmayarse al sentir su órgano viril ser amputado por las manos de la bella Adalis.

La reina mira orgullosa a su hija que ya ha probado ser digna heredera al trono de Dalarna, los hombres huyen despavoridos de las gradas no sea que a esta masa de mujeres se les ocurra hacerle lo mismo que al pobre hombre que yace sobre la arena.

Adalis extrae del escroto que tiene en su mano ambos testículos y los aprecia con curiosidad.

-Entonces así son por dentro. ¡Qué lindos son, adoro este color rosado! ¡Serán unos pendientes maravillosos para lucir en los festejos de los próximos días!- Exclama Adalis con una bella sonrisa en su rostro.

Unas sacerdotisas entran a la arena y se llevan a lo que queda del muchacho, intentarán salvar su vida, porque sus genitales le pertenecen a la mujer guerrera en que se ha convertido la princesa Adalis.