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Mi extraña iniciación (cap. 1)

en Confesiones

Mi extraña iniciación.

En 1981, cuando tenía 18 años por una serie de avatares, fui enviado a estudiar a USA, con mis tíos.

Poco conecedor del idioma, y poco viajado pues en esa época no se estilaban viajes como ahora, ni existía Internet, ni los medios actuales, aterricé sintiéndome un marciano, anonadado con las distancias y tamaños gigantescos tan típicamente americanos.

Mi tía era también desmesurada, en cierta forma, y más en otras como averigüé posteriormente.

Una mujer grande, cerca de los 50, realmente guapa, con pelo corto rizado y un peculiar reparto corporal de su notorio sobrepeso, que en ningún modo mermaba su atractivo.

Instalado en una casa tipo rancho, quedaba un tanto aislado del exterior, al que no podía acceder por estar lejos de lo que entendemos es civilización y faltar transporte público.

Se suponía debía aprender a conducir y así accedería a cierta autonomía.

Mi tío, el hermano de mi madre, un hombre callado y afable, desapareció al 2º día rumbo a un largo viaje de negocios en Sudamérica, que le tendría 6 meses o más de periplo ingenieril.

Así pues, quedé casi recluido con mi tía, que en muchas ocasiones y como es lógico, me dejaba sólo en la inmensa mansión, a no ser que estuviera alguna de las sirvientas, chicanas o negras, que venían sólo por las mañanas.

Disponía de piscina, gimnasio, jardín, sala de juegos, garaje con 4 cuatro coches (que me limitaba  contemplar) y TV por cable (era lo que había en esa época) así como VHS.

Por una serie de errores de papeleo me quedé sin poder ingresar en el Instituto, pero como por otros motivos no podía volver, quedé tomando clases privadas de inglés -que falta me hacía- y otras materias. Debería poder entrar en el siguiente semestre.

Las tardes se me hacían eternas. Sin sirvientas y con mi tía desaparecida me entregué a investigar la casa y, como es lógico en un adolescente, a satisfacer mis hormonas.

Encontré un auténtico tesoro en el macrodespacho de mi tío. Una TV enorme y un increíble surtido de películas pornográficas en VHS. Hoy en día puede parecer nada, pero en esa época y para un adolescente equivalía al hallazgo del Santo Grial. En mi vida había soñado acceder a tanto.

Así pues, mientras por la mañana tocaba ejercicio, piscina, clases, …por la tarde me entregaba a sesiones masturbatorias disfrutando de la increíble videoteca pornográfica de mi tío.

No había tema que no tocara, hetero, lesbico, trans, bestialismo, voyeurismo, BSDM…..,

Una de las cosas que me sorprendía era observar que mi miembro no era en nada inferior a los que veía en pantalla, si bien presentaba unas características un tanto diferentes, que en parte son objeto de esta narración.

Pero entre todo ese material, el que supuso una revelación, el que me procuró las mejores pajas, el que me hacía llegar al paroxismo, fueron una serie de videos donde aparecía mi tía desnuda.

No es que estuviese de mejor ver que las actrices profesionales, al contrario, pero era real.

En el video estaba trajinando por la piscina y el jardín con la mayor de las naturalidades.

Sus gigantescos y colgantes pechos alcanzaban la línea de su ombligo.

Extrañamente, y pese a su relativa obesidad, a los plieges de su barriga y sus robustos brazos, sus  nalgas no presentaban apenas muestras de celulitis, y tampoco sus rotundas piernas mostraban las típicas varices o arañitas.

Desprendía sensualidad y sexualidad por todos sus poros, de una forma natural, como sólo la madurez puede procurar tamaño aplomo.

Como es de suponer en un joven con pocas ocupaciones, mucho tiempo libre y la obligación de estar tanto rato sólo, acabé obsesionándome con ella, no sólo al visionarla en pantalla, sino en mis sueños, masturbándome compulsivamente también en mi habitación, haciéndola partícipe de innumerables orgías con otras compañeras de sexo extraídas de otras películas.

Una tarde en que nuevamente estaba entregado a una salvaje masturbación sucedió lo que por pura estadística tenía que suceder.

Mi tía me pilló en acción, afortunadamente no con uno de sus videos.

Debido a mi nerviosismo, a mis escasos conocimientos del inglés y a lo rápido que hablaba, pensaba que estaba reprendiéndome por mi onanismo. Me sentí profundamente avergonzado, de lo hecho y de mi desnudez, pero mi vergüenza dio paso a confusión cuando más o menos comprendí que lo que exaltaba y indignaba a mi tía no era lo que estaba haciendo, sino algo relativo a mi pene.

Éste se mostraba en todo su esplendor, grande y robusto, habiendo recubierto el prepucio de nuevo el glande, que asomaba su ojo vertical por el circular extremo.

Mayor fue mi asombro cuando mi tía me sujetó mi pene y retrajo el prepucio dejando el glande al aire.

Soltaba una indignada retahíla de improperios donde entendí la palabra “stinky”, “foreskin”, “dirty” …. Y cosas por el estilo.

Pero todavía no comprendía de qué iba el tema.

Para más inri, debido a la excitación y a que movía mi prepucio y la piel de mi pene arriba y abajo, asomando y cubriendo el glande alternativamente, en uno de esos movimientos eyaculé potentísimamente, salpicando la pared de en frente.

Mi tía se limitó a menear la cabeza y a meneármela con más fuerza como diciendo que acabara de una vez.

Y así quedé, desnudo del todo, con las piernas temblequeando y el pene aún tumefacto y goteando.

Me dijo no sé qué y luego que me estuviera quieto. Se dirigió a la mesa del despacho y cogió el teléfono.

La rapidez con que hablaba me impidió entender con quién o de qué estaba conversando, pero el tono era de urgencia.

Colgó y -eso sí lo entendí- me mandó a duchar y vestir, recalcándome que me lavara retrayendo el prepucio y por la parte del frenillo, manipulándome de nuevo el pene y indicándome expresamente dónde.

Para entonces yo ya estaba como en un trance, totalmente grogui. Hice lo mandado pero a pesar de estar ido la excitación no mermaba, salí de la ducha empalmado con tal fuerza que el pene rebotaba contra mi estómago, y me encontré mi tía toalla en mano. De nuevo me avergoncé pero también volví a darme cuenta de que no desaprobaba el hecho en sí, sino que lo veía con total naturalidad, no así el otro hecho que no alcanzaba a comprender.

Me vestí y subimos al coche, al cabo de un rato, paramos en un centro médico. Entramos y me hizo sentar en la sala de espera. Habló con la chica de recepción, una rolliza negra de sonrisa insinuante, y entró en lo que supuse era la consulta del médico. Al cabo de un rato, una doctora rubia y de mediana edad, de formas rotundas asomó la cabeza, y sonriéndome, me llamó por mi nombre e indicó que entrara.

“take of your clothes”, me dijo, recalcándome que me quitara toda la ropa.

“look” decía mi tía a la dra., señalando a mi pene.

“I see” dijo la doctora, que me mandó tumbar en la camilla.

De nuevo la ceremonia de cubrir y descubrir mi pene, sin parar de parlotear entre ellas.

Oía de nuevo la palabra “foreskin” y también entendí “tight” y algo parecido a “zircumsais”.

La doctora bajó de nuevo mi piel, lo máximo que pudo, y con la otra mano me tensaba el frenillo.

“everything” oí decir a mi tía.

“OK, sit down” me dijo la doctora.

Me miró a los ojos y me dijo ”I’m gonna circumcise you”

No entendía a qué se refería.

Le pregunté si había algún problema con mi pene, que encima, se estaba poniendo morcillón por el toqueteo.

“circumcise, remove the foreskin” me dijo.

“What?” respond, todavía sin comprender realmente de qué hablaba

Tomó una lámina de gran tamaño de su mesa, en el lado izquierdo, una foto de un pene como el mío, en el lado derecho, el mismo pene con el glande al aire y con una línea en el tronco, sin que se apercibieran los pliegues de un prepucio retraído. En medio de las dos imágenes, un gráfico con varias ilustraciones mostrando un proceso médico.

Entonces lo entendí

¡Me querían operar de fimosis!.... pero yo no tenía fimosis, lo empezé a decir lo mejor que podía en inglés, ni siquiera sabía si fimosis se pronunciaba igual.

Mi tía me interrumpió: “I know you don’t have phimosis, but you must be circumcised”. Lo dijo con autoridad y con una convicción tal que daba claramente a entender que no había alternativas.

“But why?” atiné a decir, a lo que me dijo de nuevo “It must be done, the sooner, the better”

Y la doctora empezó a trastear con elementos médicos mientras seguía hablando con mi tía. “high and tight, of course” “sleeve” “local anaesthesia”…..

Estaba aterrorizado, aún más cuando la doctora hizo entrar a la recepcionista. Le dijo no sé qué y volvió a salir, por la puerta abierta oí que cerraban con llave la puerta principal.

La recepcionista volvió a entrar.

“Karen Will help us” dijo la dra.

Comprendí que aquello iba en serio, que me iba a pasar a mi, y que iba a ser ya mismo. Casi desfallecí, totalmente desnudo enfrente de 3 mujeres con edad de ser mi madre. Jamás me había sentido tan desvalido.

Me hicieron volver a tumbar en la camilla. La dra. se acercó a mi, me bajó de nuevo la piel y con un rotulador quirúrgico hizo una marca a unos 3-4 cms de la corona del glande. Le preguntó a mi tía “is this high enough”, que inclinada también sobre mi con la cabeza cerca de mi pene, asintió a la vez que le decía “but be sure is really tight”.

Karen, la enfermera negra me cogió suavemente de la mano mientras me daba palmaditas en el hombro y exhibía una sonrisa de consuelo.

La dra me bajó la piel, y siguió manipulando mi pene. Comprendí que estaba tratando de ver donde poner otra raya, esta vez por fuera, y comentaba el tema con mi tía, de nuevo sonó el “very tight” “foreskin”, y además varias veces, “erection”.

La dra. me miró a los ojos, y me preguntó “can you get a full erection?”

“sorry?” respondí.  La dra me hizo entender que era importante que tuviera una erección para calcular dónde cortar. Me quedé de piedra, pero las hormonas hicieron su efecto.

Karen me acariciaba la frente “nice guy, nice guy” y la doctora manipuló mi pene con ademán profesional, totalmente desprovisto del mínimo interés sexual, “ok, right” asintió cuando mi erección alcanzó el tope.

La dra. tiró de la piel, esta vez hacia arriba, todo lo que pudo, y marcó otra circunferencia esta vez en la piel del tronco.

Se dirigió otra vez a mi tía, y comprendí que debía perder la erección para ser operado. Pensé que tal vez si la mantenía me libraría, pero las mujeres siguieron hablando, apagaron las luces menos una pequeña de la mesa, y salieron de la habitación.

Karen se quedó. Se sentó en un taburete al lado de la camilla, siguió susurrándome palabras suaves, y mientras con una mano me acariciaba el rostro, con la otra …..empezó a masturbarme, “ssshhhh” me decía, “don’t talk”, “enjoy this last handjob”, “nice guy” y me miraba a los ojos, de forma suave, como alguien que le está recortando las orejas a su mascota.

Me corrí. Me corrí con una fuerza desmesurada. Me corrí con toda mi alma, con toda la confusión que llevaba.

Karen siguió menenándomela, cubriendo y descubriendo el glande, hasta que la flaccidez llegó.

En cierta forma me sentía ya anestesiado, todo se me antojaba irreal.

Karen abrió la puerta y llamó a las mujeres, que entraron con una leve sonrisa, y miraron cómo la enfermera limpiaba mi abdomen y miembro. Oí sus comentarios “that’s a lot”, pero no había risas burlonas sino miradas de comprensión. La dra. me examinó de nuevo el pene y quedó complacida al ver que ambas marcas seguían visibles, ligeramente desvanecidas.

Me dieron a tomar una pastilla. Luego corrieron como una cortina a la altura de mi pecho, que me impedía ver nada. La pastilla hizo su efecto, la enfermera dijo que notaría unas punzadas, y así fue, en la base del miembro y luego en otros sitios.

Diez minutos después, ya provistas todas de mascarillas y el pertinente instrumental, empezaron. Notaba que me manipulaban, pero no sentía dolor. Olí como quemaban algo, y finalmente, al cabo de un rato, sentí las puntadas. Me estaban cosiendo.

Karen seguía sonriéndome maternalmente, acariciándome las sienes, “nice guy, nice guy”

Finalmente, descorrieron la cortina. Mi miembro envuelto en vendas, asomando sólo la punta en el extremo.

(continuará)