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La pescaderia(2)

en Confesiones

2ª Parte

Según entro Roberto, y después de saludar a Elena, Se dirigió a mi

-          Venga chaval!!!!   Si estás aquí es para currar y no tocarte las pelotas. Así que empieza a descargar la furgoneta y prepararlo todo.

Elena se acercó a mí, me dio un delantal y unos guantes viejos, muy trabajados y medio rotos.

-          Toma póntelos, están viejos y medio rotos pero de momento para lo que vas a hacer te vale. Vamos a descargar la furgoneta y a ordenar el género para la venta. Ah!!!! Y no te preocupes por el carácter de Roberto. Es un buen hombre cariñoso, trabajador, eso sí, muy mandón. Tú vas a ser mi niño, mi aprendiz, te voy a cuidar y enseñar mucho, mucho, mucho. 

Esas palabras me gustaron, me tranquilizaron, y más después del comienzo inesperado que tuve. Me coloque el delantal, los guantes. Estaba en el paraíso disfrutando de mi fetiche, junto a una madurita cuarentona de muy buen ver y su marido, un hombre grande, fuerte y de mucho carácter.

Fueron pasando las horas, mientras Elena y Roberto despachaban a los clientes y clientas, yo estaba limpiando todo, metiendo y sacando cajas, reponiendo y ordenando las cámaras, haciendo repartos… (La rutina diaria). Cada rato que podía, y procuraba no ser visto, me acariciaba, me tocaba por debajo del delantal. Estaba todo cachondo, cuando se me acerca Roberto, me lleva al office, cierra la puerta con un golpe. Comenzó a regañarme.

-          Aquí se viene a trabajar no ha tocarse las pelotas. Aquí el único que toca las pelotas soy yo. Se hace lo que yo digo, como yo lo digo y cuando yo lo digo. Si tengo que darte por el culo, lo hare no lo dudes.

Estaba yo allí de pie mirando al suelo, totalmente acojonado, tanto que se me bajo el calentón que tenía.

-          Tienes 2 opciones. Te quedas, cumples con tus tareas, me obedeces y haces lo que se te mande sin protestar o sino ya te estas quitando el delantal y los guantes y sales corriendo de aquí y no vuelves a asomar por aquí en tu vida. ¿Qué dices?

-          De acuerdo. Conseguí decir con voz temblorosa

-          No te entiendo!!! De acuerdo ¿Qué?. ¿te quedas o te vas?

-          Me quedo Señor.

-          Así está Mejor. Y ahora mismo me vas a demostrar que cumplirás con tu palabra. Agáchate y límpiame las botas. Mo ordeno.

Iba a coger un trapo para limpiárselas cuando me dijo.

-          ¿Qué haces? Pareces idiota. Con la lengua límpiame las botas con la lengua. Eres mi esclavo desde que has decidido quedarte. Quiero que me demuestres si puedo confiar en ti.

Me agache. Me acerque a sus botas. Estaban mojadas, con alguna escama incluso algún resto de pescado. Por un lado estaba deseando lamer esas botas blancas del 46, por otro lado me repugnaba que estuvieran sucias. Saque la lengua con algún reparo comencé a lamer primero la punta. Notaba el olor, la humedad y suciedad de aquella bota. Recibí un punta pie en la boca que hizo empezara a lamer aquellas botas sin ningún reparo. Las punteras, las suelas, la caña. Así estuve un buen rato hasta que desaparecieron todos los restos de aquellas botas. 

A Roberto se le veía satisfecho y disfrutando con la situación, cuando me ordeno levantarme, bajarme los pantalones y apoyarme sobre la mesa. Ahí estaba yo cuando empiezo a recibir golpes en mi culo. Sus grandes manos enguantadas me golpeaban y hurgaban en mi ojete virgen. Quería gritar, llorar pero no podía era incapaz. En eso estaba cuando noto que Roberto se baja los pantalones, aparta su delantal, escupe varias veces en mi ojete y noto como su gran polla intenta hacerse camino. Instintivamente aprieto mi culo impidiendo que entre. Recibo otro golpe mientras me dice que no me resista y me relaje. Su polla se va abriendo paso entrando poco a poco. La saca y vuelve a empezar, ahora un poco más adentro. Repite la operación varias veces hasta que consigue entrar completamente. Noto su polla bien adentro, comienza a moverse follándome sin ninguna piedad. El culo me dolía, me ardía cuando noto como Roberto empieza a correrse dentro de mí. Su leche inundaba mi culo cuando la saco y me dijo.

-          Espérate un momento aquí. No quiero que derrames ni una gota de mi leche. ¿Entendiste?

-          Sí Señor.

Roberto se subió los pantalones, acomodo su delantal y salió del office. En ese momento humillado y desvirgado, apoyado en la mesa comencé a llorar, no podía ni moverme. Roberto volvió con unas sardianas en sus manos y me ordeno vestirme no sin antes de dejar las sardinas en mi bóxer.

-          Ahí tienes la paga y la comida de hoy. No te lo quitaras hasta llegar a casa así se te refrescara el culo y te impregnaras del aroma del pescado para que te familiarices con él.

Salí del office. Era ya casi la hora del cierre, Roberto ya se había ido y Elena recogía y limpiaba ya la pescadería, me puse ayudarla cuando me dijo:

-          Ya me ha dicho Roberto que habéis estado charlando, le has gustado mucho me ha dicho y que confía en ti. Ya te dije que era un buen hombre y que le caerías bien. Serás uno más de la familia.

-          Si. Eso parece

Nos quitamos los guantes, los delantales, me dio 2 besos nos despedimos hasta el día siguiente y salimos de allí. Me fui humillado, pon la paga del día pero deseando volver ál día siguiente