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Mi jefe emputece a mi mujer (Parte 4)

en Interracial

Aquella mañana llegué al trabajo con ganas de encontrarme a Pablo y comentarle lo que había ocurrido. Aún pasaban por mi mente las imágenes de mi mujer follando en la calle con dos camioneros desconocidos. Era realmente excitante. Cada vez que pensaba en ello no podía evitar que mi polla reaccionara e intentara crecer.

A mitad de mañana, justo antes de la hora del café, apareció en mi despacho Pablo. Su cara mostraba una sonrisa.

-Mira quién ha escrito –dijo.

Me acercó su teléfono móvil. Había un mensaje de WhatsApp de Alba. En el ponía:

“¡Hijo de puta! Por tu culpa casi rompo con Juan, ¿por qué has tenido que enseñarle nada? ¿No podía quedar esto entre nosotros y ya está? Juan está muy enfadado y normal que no quiera saber ya nada de ti. Sé se has grabado nuestros encuentros. Eres un cabrón. Olvídate de mí”.

-¿Has contestado? –pregunté.

-No. Por eso quería enseñártelo. Quería saber qué opinas al respecto –comentó con una sonrisa.

-Ya ves que no le ha sentado bien que la grabases.

-Ya veo. Pero tienes que solucionarlo. No me dejes ahora sin tu Alba. Eso es darme a probar un caramelo para luego quitármelo –comentó divertido.

-No sé, tendré que pensarlo…

-De alguna forma me lo debes. Si no fuera por mí, nada de esto habría pasado.

-Claro, a costa de conseguir que mi mujer sea infiel, ¿no?

-Bueno, daños colaterales. Pero la cosa es que ahora has descubierto una cara de Alba que no conocías. Has descubierto lo puta y zorra que es, lo mucho que le gusta follar y que la follen. Y no digo que contigo no disfrutara, pero gracias a mi, se le ha abierto un mundo nuevo de posibilidades. Bueno, no solo a ella, a ti también…

Aunque era mi amigo, cosas como estas le volvían tremendamente odioso. Tenía razón. No podía estar enfadado con Pablo, hizo lo que en el fondo yo quería que hiciera. Tampoco podía estar enfadado con Alba, me gustaba verla así y de alguna forma, la otra noche con los camioneros firmamos la paz. Por lo tanto no podía estar enfadado con nadie. Pero que Pablo llevara siempre razón y encima siempre consiguiera lo que él quiere me hacía odiarle de alguna forma. Un odio pasajero, ya que en el fondo éramos amigos y lo que él buscaba con mi mujer al final convergía con mis intereses.

-Bueno ya veré lo que hago –dije. Pablo sabía que de alguna forma esa respuesta era una afirmación a su petición.

-Y qué hacemos con el mensaje –preguntó.

-Contéstala. Dile que sientes lo que ha pasado. Dile que si existe alguna forma que compense o haga perdonar lo que has hecho. A ver por dónde sale.

-Veo Juan, que vas aprendiendo –dijo riendo.

Pablo tecleó el mensaje en su móvil y se lo envió a Alba. Lo que ponía era justamente lo que le había sugerido. Se disculpaba y pedía perdón en varias ocasiones y le preguntaba por alguna forma de arreglar y solucionar la situación entre ellos, haciendo mucho hincapié en que estaría dispuesto a hacer “cualquier cosa” con tal de recuperarla como amiga. Estaba claro que era un llamamiento para volver a recuperar su relación de amantes.

Pablo y yo no miramos y sonreímos. Ahora tocaba esperar para ver si Alba se animaba a escribirle y en caso de hacerlo cómo reaccionaba a la petición de Pablo.

Como solíamos hacer, nos volvimos a juntar en el bar tras terminar el trabajo. Estábamos todos. Ahí estaban los tres compañeros de trabajo que se habían follado a mi mujer, aunque solo uno de ellos sabía la verdad sobre Alba y con quién estaba casada. A Abraham se le veía bien. Parecía que ya no estaba afectado por Alba. De hecho un comentario sobre la fisioterapeuta de su gimnasio con la que se había liado confirmó que lo de mi mujer ya estaba superado. Narciso hacía un repaso a algunas de las actrices porque que había descubierto mientras buscaba porno en internet para sus pajas y nos hacía recomendaciones de escenas y películas. La vuelta a la normalidad en el trabajo y con Alba me hacía sentirme bien. Así que disfruté del rato con los chicos, ya sin los nervios de que pudieran decir algo sobre Alba. Le pregunté a Pablo si había tenido alguna novedad, pero negó con la cabeza. Bueno, puede que Alba realmente estuviera molesta por todo lo ocurrido. Tendría que suavizar las cosas más tarde con ella. Había conseguido dar un paso con ella en nuestra sexualidad como pareja, aunque haya sido con algo de engaños y artimañas, pero ya no había motivo para que la situación siguiera así. Podría relajar las cosas y así conseguir que todos disfrutáramos.

Volviendo a casa yo sí que recibí un mensaje de Alba. Me pedía que antes de regresar fuera a comprar vino, que no teníamos. Por lo que desvié el coche hacía el centro comercial, para hacer una rápida parada para comprar la bebida.

En la entrada del establecimiento, un negro estaba junto a la puerta. Cada vez que un cliente pasaba por ella, él les abría y sujetaba la puerta a la vez que les deseaba buenas tardes. A cambio, algunos clientes le deban algunas monedas. Era habitual encontrar en la ciudad, algunos establecimientos y grandes superficies, personas negras que pedían a la puerta de los comercios. Pero este chico me llamó la atención. Se le veía joven, en torno a los 27 años. Era bastante alto, lo que más llamó mi atención. Seguramente rozaría los 2 metros. Y aunque vestía una sudadera y unos pantalones de chándal bastante anchos, se le intuía un cuerpo fibroso.

Al pasar junto a él, este me abrió la puerta y me dio las buenas tardes. Le respondí dándole las buenas tardes y pude fijarme en que era bastante atractivo. En ese momento una idea cruzó mi cabeza.

Me dirigí a la sección de bebidas para buscar un vino que nos gustara a Alba y a mí. Mientras buscaba y miraba las diferentes botellas, una sonrisa se fue formando en mi cara según la idea iba tomando forma en mi cabeza. Era un locura lo que se me estaba ocurriendo, pero ya habían ocurrido tantas locuras estas últimas semanas…

Me costó decidirme por un vino debido a la amplia oferta de vinos que tenía el establecimiento, pero sobre todo porque me costaba concentrarme en la elección de la bebida ya que mi mente solo pensaba en el negro de la puerta y la idea que me había dado.

Pague la botella y al salir, nuevamente el negro me sostuvo y puerta y me despidió con un “buenas tardes”. Le respondí del mimo modo y busqué en mi bolsillo algunas monedas para darle.

-¿Estás aquí siempre? –pregunté.

-Sí señor –contestó.

-No te había visto antes.

-Es verdad. He venido a la ciudad esta misma semana.

-¡Ah! Pues bienvenido al barrio –dije con una sonrisa.

-¡Muchas gracias, señor!

-Bueno, no me he presentado. Soy Juan.

-Encantado señor. Yo me llamo Tafari.

-¿De dónde eres Tafari? -pregunté

-Soy de Senegal.

-Bueno y ¿qué tal te va aquí?

-Bueno no me puedo quejar. Por las mañana de vez en cuando trabajo en un almacén descargando camiones. Por las tardes vengo aquí a ganar algunas monedas.

-¿Y vives aquí solo?

-No. Comparto un piso son mis primos y algunos amigos. Así son sale el alquiler más barato entre todos.

- Bueno, eso es bueno. Al estar con conocidos no es tan duro venirse a una ciudad nueva. Lo malo es que tantos en casa es difícil llevar a alguna novia a casa –bromeé.

-Lo cierto es que sí –comentó riendo Tafari. Pude ver como la blancura de sus dientes contrastaba con su piel oscura. – Pero bueno, la verdad es que no conozco a nadie aún aquí.

-Bueno, no te preocupes. Eres un chaval joven, ¿qué tendrás, 25, 26 años..?

-25, señor.

-Lo dicho, eres muy joven y no te costará conocer gente. Bueno Tafari, ha sido un placer conocerte. Te veré por aquí.

-¡Claro, señor! Por aquí estaré.

-Llámame Juan –dije sonriendo.

Nos despedimos. Cogí el coche y me dirigí a casa. Cuando abrí la puerta de casa, me encontré a Alba preparando la mesa para cenar.

-Has tardado mucho en llegar, ¿qué ha pasado?

-Nada, tranquila. He estado hablando con un tipo en el supermercado sobre los vinos –mentí. -Al final me he decantado por este, ¿qué te parece?

-No está mal. Venga, vete a duchar mientras yo termino de preparar esto y el vino se enfría.

Tras salir de la ducha, Alba me esperaba en la mesa, con la cena ya servida y las copas de vino llenas.

-¿Y todo esto? –pregunté.

-Bueno, creo que aunque hemos superado este “bache”, llamémoslo así, creo que me tenía que disculpar formalmente.

-Mira, olvidémoslo. Ya lo has dicho. Lo hemos superado. Y no solo eso. Hemos dado un paso en nuestra relación, aunque eso suponga que te hayas convertido en una puta… -lo dije con una sonrisita malévola en los labios.

-Sí… -reconoció con algo de rubor. –Soy tu puta. Toda tuya.

Nos fundimos en un beso apasionado, mientras que mis manos buscaban sus tetas y las suyas apretaban mi entrepierna. Tuvimos que parar ya que estaba la mesa puesta, aunque la excitación nos pedía que dejáramos todo lo que teníamos entre manos para únicamente ponernos cuanto antes a follar. Aún así con contuvimos y pudimos cenar tranquilamente.

La cena estaba exquisita y a pesar de que la elección del vino había sido prácticamente al azar, por suerte el vino era bueno. No solo era bueno, sino que también hacía su efecto. Entre la cena y luego un poco de charla, la botella acabó por vaciarse y podíamos notar como el alcohol comenzaba a aumentar nuestra euforia. No estábamos borrachos, ni mucho menos, pero sí lo suficientemente “alegres”. Entre el vino y la excitación que guardábamos desde el inicio de la cena, no tardamos en desnudarnos el uno al otro e ir corriendo a la cama a follar como salvajes.

El sexo entre nosotros había cambiado. Ahora era mucho mejor. Las experiencias que nos habían ocurrido estas semanas atrás habían abierto las puertas a posibilidades que antes no nos habíamos planteado. Follábamos con una libertad que antes no teníamos. Los tabúes habían desaparecido y probábamos todo lo que nunca nos habíamos atrevido a pedirnos. Podía tratarla como una puta y a ella se la veía feliz así. Yo también lo era.

La mañana siguiente en la oficina Pablo apareció con el móvil en la mano y una sonrisa en la cara.

-¡Mira! –dijo lanzándome el móvil.

Vi que era una conversación de WhatsApp con Alba. Al final resultó que sí le contestó. Por la hora a la que había recibido el mensaje vi que se lo envió cuando yo estaba en el supermercado. Alba no me contó nada de que hubiera escrito a Pablo. El mensaje de Alba a Pablo decía lo siguiente

“Ya veré si te perdono en algún momento. De todos modos tendría que pensar el modo de que me compensaras. Además has dicho que harías cualquier cosa, así que tendré que meditarlo con calma…”

Levanté la vista de la pantalla del teléfono para mirar a Pablo. Él me miraba divertido, yo a él con una ceja levantada. Ambos sabíamos que ese mensaje de Alba dejaba la puerta abierta a Pablo para una reconciliación en un futuro. Pablo, de algún modo, volvía a ganar posiciones con Alba.

-Bueno, ya veremos en qué queda esto –dije yo intentando zanjar el tema.

-Seguiré insistiendo para no perderla. Y tú ayúdame un poquito que soy tu amigo… -dijo riendo mientras salía de la despacho.

Tras el trabajo y las cañas con los amigos, y antes de volver a casa, hice una pequeña parada en el supermercado. Sin salir del coche vi que Tafari estaba en la puerta, sosteniéndola mientras dos mujeres salían cargadas con las bolsas de la compra. Solté una carcajada al darme cuenta cómo las observaba Tafari cuando pasaban a su lado. Es verdad que las dos mujeres estaban muy bien. Estarían sobre los 40 o 45 años, pero tenían un muy buen cuerpo y el culo de ambas se marcaba debido a los vaqueros ajustados que las dos amigas llevaban. MI amigo negro no tuvo reparos en mirarles sin ningún tipo de reparo el culo a las dos mujeres cuando estas se alejaban con la compra. Salí del coche y me dirigí hacía allí.

-¡Hola Juan! –me saludó.

-¿Qué tal? ¿Cómo llevas la tarde?

-Aquí estamos, viendo a gente pasar.

-Ya veo, ya. Aunque si son como esas dos mujeres que han salido, no te importa que pasen las veces que quieran, ¿verdad? –comenté.

Vi que Tafari se quedaba unos segundos callado. Comprendió que le había pillado viendo a esas mujeres con descaro y se sintió avergonzado. Quise restarle importancia.

-Tranquilo. Con esos culos como no vas a mirar. Si hasta yo que venía a lo lejos me he fijado en ellas dos.

Noté que Tafari se relajaba y volvía a sonreír.

-Sí. La verdad es que eran mujeres muy bonitas.

-Sí, estaban muy buenas. Bueno, paso a comprar algo, ahora te veo.

Entre y compré un paquete de seis latas de cervezas. A la salida, le pregunté a Tafari si le apetecía una. Aceptó y nos alejamos de la puerta para acercarnos a mi coche y beber tranquilamente. Él sacó un paquete de tabaco y se encendió un cigarrillo. Me ofreció, pero amablemente se lo rechacé al no fumar. Mientras bebíamos seguíamos hablando de las mujeres que salían con la compra, hablando de lo buenas que estaban algunas o del tamaño de tetas que tenía una chica que acababa de pasar a nuestro lado. Tafari cada vez estaba más cómodo halando de mujeres conmigo.

-Oye Tafari, ¿tienes móvil? –le pregunté.

-Sí, ¿por?

-Porque a lo mejor te interesa dármelo. Creo que puede interesarte algo que quiero proponerte.

Tafari me dio su número de teléfono. Lo apunté en la agenda del mío y le envié un mensaje para que pudiera registrar el mío.

-Hecho, ya tengo tu número. Ahora tengo que irme que se me hace tarde. Ya te escribo y te explico más tranquilamente todo.

Terminamos nuestras cervezas de un trago. Nos despedimos. Yo entré en mi coche y mientras arrancaba vi como el negrazo de dos metros se acercaba al supermercado para volver a su labor de abrir la puerta a la gente que pasara al establecimiento.

Llegué a casa. Alba me esperaba para cenar. Me duché rápidamente, cenamos aún más rápido si eso era posible y nos fuimos a follar. La verdad es que ambos teníamos muchas ganas. Alba desde que despertó a la zorra que tenía aletargada pedía aún más sexo. Por mi parte, la actitud de Alba me excitaba mucho, pero esa noche, la idea que se había forjado en mi cabeza el día anterior espoleaba mi excitación y me obligaba a parar en más de una ocasión a parar mientras follaba si no quería terminar en cuestión de segundos. Esos parones para disminuir un poco la excitación y la sensibilidad de mi pene, evitando así correrme, supe como rellenarlos. Me acerqué a la mesilla de noche donde tenía el móvil. Lo cogí y activé la cámara.

-¿Qué haces? –preguntó mi mujer.

-Me gustaría hacerte una foto así –dije a la vez de moviendo la cadera acerqué la punta de mi polla a sus labios.

Alba sonrió. Agarro mi polla y se la metió en la boca, empujándola contra el carrillo. Miró a la cámara con mi polla metida en su boca y realicé una fotografía. Ella, aprovechando que tenía mi polla en su boca aprovechó para seguir mamando. Yo mientras disfrutaba de su lengua continué haciendo más fotos.

Seguimos follando, intercalando fotos y sexo y en ocasiones compaginábamos ambos. Cuando supuse que ya tenía una buena colección de fotos y además había alargado la sesión de sexo lo suficiente, solté el móvil y con fuertes envestidas acabé corriéndome en el interior del culo de Alba.

Nos quedamos en la cama bocarriba, fatigados. Cuando recuperamos el aliento Alba preguntó:

-¿Qué vas a hacer con tanta foto?

-Tocarme. Muchas veces en el trabajo me dan ganas de pajearme. Para qué voy a gastar datos buscando en internet con el móvil un vídeo porno si me puedo hacer una paja con una foto tuya con mi polla al lado de tu cara.

-No se las enseñarás a nadie, ¿verdad?

-Y si lo hago, ¿qué?

Alba sonrió. En el fondo sabía tan bien como yo que si enseñaba a alguien alguna foto suya donde no se mostrara su cara, sería una experiencia muy excitante ver la reacción de la gente. En el fondo, ella quería que yo enseñara esas fotos a mis compañeros a ver qué opinaban de ella.

Al día siguiente mandé varias de las fotos que hice la noche anterior. Pero no las mandé a mis compañeros. Se las mandé a Tafari. Al cabo de media hora mi móvil comenzó a vibrar. Eran mensajes de Tafari. Mi amigo negro había visto las fotos y comenzaba a comentarlas.

“¡Joder Juan!, ¿quién es esa mujer?”

“Está buenísima”

“Joder como chupa la muy zorra”

Esos fueron algunos de los mensajes que me mandó. Al poco tiempo, fotos de algunas actrices

porno llegaban a mi móvil. Tafari debió de suponer que simplemente le mandaba fotos de tías desnudas y follando como divertimento, para compartir pornografía y hablar de ella, sin suponer en ningún momento que aquella mujer era mi esposa.

No contesté a los mensajes de Tafari. Esperé a salir del trabajo y encontrarme con él en el centro comercial para hablar. Después de aparcarme dirigí hacia la puerta del establecimiento y ahí pude verle. Él me vio y se acercó a saludarme. Nos acercamos hasta mi coche para poder hablar unos minutos tranquilamente.

-Menudas fotos me has mandado –dijo Tafari sonriendo –Me ha costado mucho no pajearme esta mañana en el almacén –ambos reímos.

-Pues con lo que dicen de la polla de los negros, seguro que se te notaría. Dejaré de mandarte fotos no vaya a ser que tengas un problema por mi culpa…

-¡Qué va! Sigue mandando fotos, que aunque se me note empalmado no hay ningún problema. Si dicen algo es por envidia de no tener mi polla. Ventajas de ser negro –dijo entre carcajadas.

-Entonces ¿te han gustado las fotos?

-¡Claro que me han gustado!

- Así que te gusta mi mujer…

-¿Cómo?- dijo sin entender de lo que hablaba.

-Claro, si te gustan las fotos, te gusta mi mujer. Son fotos nuestras follando.

-¿En serio? –preguntó Tafari asombrado -¿Ella es su esposa?

-Sí, mira –saqué mi móvil del pantalón y busqué una de las fotos que hice anoche, concretamente una en la que se podía ver como yo mantenía agarrada mi polla, apoyando mi glande sobre su lengua. -¿Ves ese lunar que hay en la mano?, pues mira.

Le enseñé mi mano. Tafari asintió en silencio mientras comprobaba que efectivamente mi mano tenía el mismo lunar que la mano que aparecía en la foto, por lo que yo era el coprotagonista de las fotografías. Ya estaba demostrado que era yo el de las fotos, solo faltaba demostrar que la mujer que aparecía en ella era mi mujer. Busque por la galería de fotos alguna foto en la que estuviéramos Alba y yo juntos. Tras encontrar un selfie que nos hicimos en un restaurante se las mostré a Tafari. No dijo nada, se limitó a asentir, dándose cuenta que efectivamente no le había mentido, le había mandado fotos de mi mujer y mías follando.

-Bueno, ¿qué opinas? –pregunté.

-Me he quedado un poco sorprendido, no lo esperaba. Perdona por las cosas que dije de ella…

-Tranquilo. Me gusta que pienses esas cosas de ella. Si me importara que dijeras esas cosas no te hubiera mandado las fotos. A ver, lo que hablamos ayer, aquello que te quería proponer tiene que ver con esto. Me gustaría mucho que te follaras a mi mujer.

-¿Cómo?

-Pues lo que oyes. Quiero que te la folles. A ella seguro que le excitaría follar con alguien como tú y a mí no me importa que lo hagas, al contrario. Ya hemos tenido otras experiencias y nos han gustado a ambos. Así que no debes preocuparte. ¿Qué dices?

-Joder, no sé. Nunca me han pedido algo así. Además no la conozco.

-Bueno, ya la has visto, al menos en foto. Y te pone, ¿no?

-Sí, claro.

-Pues ya está. Entonces ¿te animas?

Podía ver como el joven y enorme negro sonreía. Supongo que debe ser una situación rara que un hombre que proponga que se folle a su mujer. Pero pese a lo inusual de la propuesta, Tafari era joven y seguro que si por él fuera se follaba a todas las mujeres a las que abre la puerta en el centro comercial. Y a esta, que se la dejaban en bandeja de plata, no tenía motivos para rechazarla. Seguramente desde que llegó a la ciudad no había estado con ninguna mujer, por lo que todo, juventud, hormonas y necesidad, jugaban a mi favor.

-¡Claro!

El resto de la conversación trató sobre cómo íbamos a hacer las cosas. Íbamos a esperar al sábado. Le cité en mi casa a las once de la noche. Anotó mi dirección en el móvil y acordamos que cualquier cambio lo hablaríamos por WhatsApp.

Los días que restaban para el sábado los pasé mandando alguna foto de Alba a Tafari. Lo hacía para calentarle, para que pensara en Alba y estuviese ansioso por encontrarse a mi mujer cara a cara.

Finalmente llegó el sábado. Ya había ultimado con Tafari los últimos detalles, entre ellos mandarle la ubicación de mi piso para que pudiera llegar sin problemas. Alba estaba completamente ignorante a todo esto. No sabía cómo iba a encajar todo esto, pero si la otra vez me obedeció cuando la hice follarse a dos camioneros, no creo que esto la fuera a importar mucho más.

Acabábamos de cenar y estábamos tomando unas copas de vino cuando le di la noticia.

-Esta noche te espera una sorpresa.

-¿Una sorpresa? ¿A qué te refieres?

-Pues una sorpresita que te tengo preparada. De hecho, no creo que tarde mucho –dije mientras miraba el reloj que ya marcaban las once de la noche

Pocos minutos después sonó el telefonillo. Mire a Alba sonriente. Ella me miró con una ceja arqueada, sin comprender de qué iba todo eso. Le dije que esperara en el sofá mientras me acercaba a la entrada a responder la llamada. Era él. Abrí el portal pulsando el botón del telefonillo y esperé junto a la puerta. Mientras miraba a Alba en el salón que esperaba con cierta impaciencia esa sorpresa que le había prometido.

Sonó el timbre. Debo reconocer que en ese momento me latía el corazón a mil por hora. No sabía qué iba a pasar a continuación ni cómo se lo iba a tomar ella. Abrí la puerta y allí me encontré al negro de casi dos metros sonriendo. Se le veía feliz por la oportunidad que se le había aparecido y seguramente algo aliviado al ver que todo esto iba en serio y que se iba a poder follar a mi mujer. Le hice pasar y le acompañé al salón. Pude ver como Alba abría todo lo que podía los ojos cuando vio entrar en su casa a aquel desconocido negro.

Alba miraba Tafari de arriba abajo sin dar crédito a lo que veía. A esas alturas Alba comprendía perfectamente de qué trataba la sorpresa, no era tonta, pero por su expresión todo aquello había sido de lo más inesperado.

-Este es Tafari –le presente.

-Mucho gusto –dijo él tendiéndole la mano.

Alba parecía continuar en shock. No había aún dicho ni una palabra y de los nervios hizo el amago de darle la mano, para luego intentar levantarse a darle dos besos mientras volvía a extenderle la mano. Era muy divertido ver a Alba tan nerviosa y descolocada. Tafari parecía que aquella indefensión de Alba por los nervios de la sorpresa le divertía también y comenzando a dominar él la situación, pasó una mano por detrás de la espalda de mi mujer para atraerla hacia él y poder así besarla. Fueron dos besos en la mejilla, pero mucho más cerca de la boca de lo que se podía esperar para ser la primera vez. Muy probablemente los gruesos labios de Tafari habían llegado a rozar las comisuras de la boca de Alba.

-¿Una copa? –ofrecí a la sorpresa negra de Alba.

-No, muchas gracias –respondió a la vez que se apretaba el bulto que había aparecido en su pantalón.

La situación había excitado a Tafari. Ver a la mujer con la que muy seguramente había fantaseado en foto justo delante de él y la certeza de que iba a follar le había encendido. La negativa a aquella copa de vino era la forma que él tenía de decía que él había venido a follar, que no nos entretuviéramos con tonterías.

-¿Te gusta? –pregunté a Alba.

-Sí –contestó tímidamente.

Era curioso ver a Alba de ese modo. Después de los videos que había visto de ella y cómo se había comportado y de la experiencia con los camioneros, verla tan turbada se hacía extraño. Pero lo cierto es que ver a un atractivo negro de tal tamaño delante de uno impresiona.

-Bueno, entonces vayamos al dormitorio que estaremos más cómodos –anuncié.

Inicié la marcha hacía el dormitorio. Me seguía Tafari que viendo agarró la mano a Alba y la condujo hasta la habitación. Yo me lancé en la cama, dispuesto a ver el espectáculo. Tafari antes de que pudiera darme cuenta ya se había desvestido. Únicamente le quedaba el calzoncillo que mostraba un gran bulto en la zona de la entrepierna. Lo cierto es que las ropas que solía llevar Tafari las veces que le he visto en el centro comercial no le hacían justicia. Podía adivinarse un cuerpo fibroso, pero ahora que estaba sin camiseta podía apreciar unos firmes pectorales y unos muy marcados abdominales. Alba también se fijo en esto y perdiendo esa timidez que le había paralizado los primeros minutos, ya apoyaba una mano en uno de sus pectorales mientras que con la otra acariciaba sus abdominales. Esa fue la señal que necesitaba Tafari. Agarrando con suavidad la barbilla de Alba, elevó su cabeza y ambos se besaron. Tafari necesitaba agacharse para poder hacerlo, ya que la diferencia de altura entre ambos era más que evidente. La lengua del negro jugueteaba con la de mi mujer y sus gruesos labios prácticamente engullían la boca de Alba.

Mientras se besaban, él fue quitándole los pantalones a Alba, dejándola en bragas. Paró un segundo para quitarle la camiseta. Al sacarle la camiseta por los brazos pudo ver que las axilas de Alba no estaban depiladas. Alba solía depilarse las axilas, pero en ocasiones y más fuera de época estival, había temporadas donde se relajaba y espaciaba más el tiempo entre sesiones de depilado. En casa había la suficiente confianza como para poder hacerlo, pero pude notar que se ruborizaba levemente cuando comprobó que el negro la había visto. Lógicamente ella no esperaba esta visita, por lo cual no se había adecentado lo suficiente. A mí no era algo que me preocupara y por la reacción de Tafari, a él tampoco. Ya que antes de que Alba pudiera reaccionar, Tafari comenzó a lamer una de las axilas peludas de Alba. Pasaba la lengua de arriba abajo y agarraba los pelos con los labios. Lo mismo hizo con la otra axila. Esto sorprendió a Alba, pero le hizo relajarse y olvidar la vergüenza. Parecía que le gustaba ya que cerró los ojos y echo la cabeza para atrás mientras el negro continuaba lamiendo sus axilas y jugando con su pelo a la vez que con una de sus enormes manos apretaba una de las tetas de Alba. En cuanto puso una mano sobre sus tetas Alba no tardó en retirarse el sujetado para que su negro pudiera jugar con ellas.

De la axila, la lengua de Tafari se dirigió al pezón de una de sus tetas. La enorme boca del negro se metió toda la cantidad de pecho que pudo y comenzó a succionar. Con la mano que no sujetaba la teta, buscó el borde de la braga y con cierta ansia tiró de ella hasta dejarla por los tobillos. El coño peludito de Alba apareció ante Tafari que sin perder tiempo comenzó a acariciarlo comprobando lo húmedo que ya estaba. Un dedo se escurrió al interior del coño de mi mujer, haciendo que soltara un pequeño gemido, mientras que Tafari cambiaba de teta. Desde el primer momento Tafari la masturbaba con rapidez. Imagino que la situación debía de ponerle muy cachondo o imagino que la falta de sexo le hacía mostrar ese ansia por follarse a mi mujer, pero por cómo reaccionaba Alba, la violencia de los movimientos de su nuevo amante negro no parecían desagradarla lo más mínimo.

El enorme negro se puso de pie, colocando de rodillas a mi mujer, dejando su cara a la altura de su calzoncillo. Alba miro a Tafari a los ojos como echándole en cara lo mucho que había tardado en mostrarle lo que ocultaba tras esa abultada prenda. Sonriendo el negro se quitó el calzoncillo desplegándose una enorme polla negra frente a la cara de Alba. Nunca me había encontrado con una polla de ese tamaño. La de Abraham, sería similar en longitud, pero yo solo la había visto en pantalla. Estar a escasos metros de una polla así impresiona. Y aunque la de Abraham era bastante gruesa, esta sin duda lo era más. La polla de Tafari, además de larga y gorda, estaba curvada hacia abajo. Era una imagen realmente maravillosa ver a Alba enfrentada con aquel rabo que era prácticamente tan larga como su cara.

A mi mujer se le escapó una risita nerviosa cuando la vio. Sin duda una vez vista, deseaba comenzar a trabajarla y no dudó en metérsela en la boca. Se introdujo únicamente el capullo en la boca. El cual besó con delicadeza y lamió con suavidad, mientras agarraba aquél manubrio por la base. Rápidamente comenzó a ganar velocidad y progresivamente se fue metiendo toda la polla que su boca y su garganta le permitían. Tafari no había demostrado delicadeza en ningún momento desde que entró en mi casa. Más bien al revés y ahora que se la estaban chupando no iba a ser menos. Colocó ambas manos en la nuca de mi mujer y moviendo las caderas comenzó una violenta follada a la boca de Alba. Largos hilos de saliva caían y colgaban de las comisuras de los labios de mi mujer, balanceándose con los movimientos de cabeza de esta hasta que se estrellaban en sus tetas. Las lágrimas se le escapaban y veía como comenzaba a clavar las uñas en las nalgas de Tafari pidiendo que parara. Tafari aguantó unos segundos más la tortura para finalmente liberar a presión que ejercía sobre ella, a lo cual ella se sacó la enorme polla de su boca y cogiendo una gran bocanada de aire.

Limpiándose y recogiendo con la mano la saliva que tenía en la barbilla, utilizó esta para lubricar bien el tronco de aquella polla negra mientras la masajeaba y pajeaba. Así, cubierta de babas, la polla de Tafari brillaba y resplandecía con la luz. Poniéndose de lado, Alba recorrió con la lengua toda la longitud de aquella polla, desde el glande hasta su base, topándose con los rizados pelos del pubis de Tafari que tampoco dudo en lamer. Levantando la gruesa polla, sus lamidas ahora se centraron en los huevos del negro. Eran huevos grandes y pesados, que Alba no titubeó en meterse en la boca y juguetear con ellos con su lengua. Mientras le chupaba los huevos, soltó la polla y esta descansó en su cara, la cual sobrepasaba con creces la frente de mi mujer.

Empujando suavemente a Tafari le indicó que se echara en la cama. Este se acomodó en mitad de la cama, haciendo que yo tuviera que levantarme e irme a una esquina de la habitación para que pudiera seguir disfrutando del espectáculo. Me bajé los pantalones sacándome la polla y comencé a pajearme. Alba me miró divertida. Por primera vez Alba y yo estábamos en la misma habitación mientras ella follaba con otro. Hizo el intento de comenzar a gatear por los pies de la cama para alcanzar de nuevo la polla y los huevos del negro pero se lo impidió el enorme pie que Tafari le puso en la cara. Este lo movió buscando con los dedos su boca. Alba de inmediato entendió lo que le pedía y agarrando con ambas manos el enorme pie negro, que era casi tan grande como su cara, se llevó el dedo gordo del pie a la boca y comenzó a lamerlo como si de un caramelo se tratara. Tafari sonreía a la vez que se masturbaba viendo como mi mujer le lamía los dedos del pie. Alba pasaba la lengua entre los dedos de Tafari. Pasó la lengua por toda la planta del pie para volver a subir hasta el dedo gordo, el cual se lo metió en la boca y comenzó a chupar como si de una polla se tratara. Tafari me miraba y sonría mientras yo me pajeaba viéndoles.

Alba comenzó a subir dando beso por las piernas de su amante. Llegó a los muslos y cuando iba a alcanzar la polla de Tafari, nuevamente este le negó lo que ella buscaba. Esta vez elevó las piernas dejando frente a la cara de Alba su oscuro ano. Alba sonrió y sin dudar introdujo todo lo que pudo la lengua dentro del culo de Tafari. Este suspiraba de placer masturbándose y sintiendo la lengua de Alba acariciar las rugosidades de su ano o ejerciendo presión para intentar penetrar en él. Ver a mi mujer con la cabeza enterrada en el culo de un negro mientras sus pesados huevos descansaban en sus ojos y nariz es una de las mejores imágenes que he podido ver nunca.

Tras unos largos diez minutos de lamidas al culo de Tafari, este por fin dejó que Alaba pudiera volver tragarse su deseada polla. Tafari se mantenía tumbado bocarriba, mientras que Alba de rodillas con el culo elevado le hacía una mamada. La visión desde atrás del culo y coño de Alba fue irresistible, por lo que no pude evitar meter ahí la cabeza y comerle el coño mientras ella seguía comiéndose a su negro. Tragué mucho flujo, muestra de lo cachonda que estaba Alba por culpa de su nuevo amante. Alba miró hacia atrás y sonriendo me hizo un gesto con la cabeza para que fuera hacía la parte superior de la cama. Tafari se echó a un lado, lo que me permitió poder tumbarme a su lado. Acomodándose entre los dos, Alba agarro ambas pollas y comenzó a pajearlas. La mía, pese a ser una polla normal, se veía ridícula al lado de la enorme polla de mi amigo negro. Alba comenzó a chupármela sin dejar de pajear a Tafari. Por primera vez, mi mujer y yo follábamos junto a la vez que alguno de sus amantes. Hasta ese momento la había visto ser compartida por compañeros de trabajo a través de la pantalla de un ordenador, o ser follada por dos camioneros rumanos mientras yo miraba desde el coche. Esta noche había podido participar de la follada junto a su amante negro.

Alba mamaba ambas pollas de manera intermitente. Pasaba de la polla blanca a la negra y de la negra a la banca. Tafari se incorporó de la cama, colocó a mi mujer tumbada bocarriba y agarrándose la polla la dirigió a la entrada de su coño. Yo me coloqué para dejar mi polla junto a su cara, para que pudiera seguir chupándomela. Tafari comenzó a empujar lentamente su polla al interior de mujer, permitiendo que su coño se acomodara al tamaño de su miembro. Alba suspiró de gusto. Una vez con la polla dentro, Tafari comenzó las sacudidas que como llevaba haciendo toda la noche, no fueron delicadas y desde el primer momento bombeaba con fuerza y rapidez. Alba se metía mi polla en la boca y movía la cabeza para poder hacerme así una mamada, pero la brutalidad de Tafari la obligaba a gemir, por lo que no podía concentrar en chupármela como era debido. Lo que no dejó de hacer en todo momento fue pajearme, que junto con la escena de sexo que estaba presenciando a solo un par de centímetros se convertía en una de las experiencias más excitantes que he vivido.

Tafari no bajaba el ritmo en ningún momento. Alba chillaba sin cortarse lo más mínimo, lo que me hacía preocuparme por si los vecinos podían estar oyéndonos. Los gemidos de Alba eran de auténtico placer, aunque la violencia con la que le follaba Tafari hacían que seguramente se mezclaran con algún que otro aullido de dolor. Estuvieron largos minutos en esa posición. Tafari agarraba de las caderas a Alba y la atraía hacia sí, para conseguir que las embestidas fueran aún más profundas. El pecho y abdomen del negro se mostraba perlado a causa del sudor. Alba también brillaba por la saliva que había caído previamente a sus tetas y el sudor que la follada que le estaba propinando el negro le causaba. La entrepierna de Alba también brillaba suma del sudor y los flujos que la excitación y esa enorme polla le habían generado.

Tanto es así que cuando Tafari decidió parar, Alba que respiraba entrecortadamente y se mostraba agotada, cambió de posición en la cama dejando ver una gran mancha de humedad en las sábanas de la cama producto de los flujos del más que seguro orgasmo, u orgasmos, que ese negro le había propiciado.

Alba se colocó a cuatro patas ofreciéndome el culo a mí, para que ahora fuera yo quien la follara. Su negro se tumbó bocarriba colocando la punta de su rabo en los labios de Alba, los cuales no tardaron en tragarse su cabeza. Me puse detrás de ella de rodillas y se la clavé de hasta el fondo de una única embestida. No hubo resistencia. Tras el paso de aquella polla negra, la vagina de mi mujer ya estaba la suficientemente dilatada como para poner resistencia a la mía, a parte de la cantidad de fluidos que lubricaban aquel agujero, lo que permitió que mi polla entrara sin dificultad.

A diferencia de lo que había ocurrido anteriormente, Alba sí podía dedicarle atención a la polla de su negro a pesar de mis embestidas. Dada la sensación de que mi follada era un descanso para ambos, tanto para Tafari que recuperaba el aliento después de las furiosas embestidas, como para Alba la cual me hacía dudar de si realmente estaba notando que la penetraba después de tan tremenda follada por parte de aquella oscura polla.

Sea como fuere, yo a pesar de estas dudas estaba disfrutando del polvo y del espectáculo. Intenté mantener un ritmo contante y rápido al igual que había hecho Tafari, pero era inútil, por lo que constantemente aceleraba para volver a bajar la cadencia de mis embistes. Tafari debió de recuperar las fuerzas, se incorporó y se colocó a mi lado. Entendí que pedía relevo, así que de rodillas me dirigí hacía la cara de Alba, la cual no había cambiado de posición, seguía a cuatro patas. Le metí la polla en la boca a Alba que comenzó a mover el cuello mamándomela. Tafari por su parte, se agachó y hundió la cara en el culo de Alba. Comenzó a lamerle el ano. Pasó su lengua en un par de ocasiones y pensando que eso era suficiente incrustó un dedo dentro del culo de mi mujer. Este entro limpiamente, sin resistencias. Jugó un poco con su ano, lo saco y se lo llevo a la boca para chuparlo. Aunque no solo lamió ese dedo índice, también el corazón, los cuales, ambos dos metió dentro de su culo. Viendo la facilidad con la que entraban los dedos comenzó a follarla el culo de estos. Alba debía de estar muy cachonda ya que entraban sin ninguna dificultad. Uno o dos minutos después, agarrando su polla, la paso por el coño de Alba empapándola en fluidos. Acercó su cara al culo de mi mujer y escupió un salivado en él. Acto seguido apoyó en su ano su gordo glande y agarrando por las caderas a mi mujer comenzó a empujar. Era la primera vez que veía a Tafari tratar con suavidad y con lentitud a Alba.

Según comenzó a empujar, el ano de mi esposa comenzó a tragarse lentamente el glande de Tafari. Una vez dentro, comenzó suavemente a bombear, permitiendo al culo de mi mujer se fuera acostumbrando al tamaño del trozo de carne que intentaba entrar dentro de ella. Con lentitud fue metiendo el tronco de su polla.

Alba había dejado de comerme la polla. Ahora se dedicaba a intentar alojar esa polla en su interior, mientras se masturbaba con fuerza para mantenerse excitada mientras aceptaba esa gran polla. Poco a poco y con delicadeza aquella polla iba entrando dentro de mi mujer. Podía ver a escasos centímetros como esa gruesa y oscura estaca entraba en el culo de mi mujer. No pude evitarlo y agarré las nalgas de Alba para poder así separarlas y facilitar el proceso. Y ahí estábamos los tres. Yo agarrando las nalgas de mi mujer que chillaba mezcla de dolor y placer, mientras un negraco la sodomizaba.

El culo de Alba debió de haberse adaptado a su nuevo inquilino y si no fue así a Tafari le dio igual, ya que abandonó la delicadeza y suavidad con la que se la había estado follando estos últimos minutos para volver a ese ritmo frenético y sin compasión. Alba intentaba contener los gritos pero le era imposible. Aquel negro parecía haberse propuesto acabar con su culo.

Yo no podía contenerme más. Me pajeaba con fruición viendo como ese enorme negro, brillando todo él por el sudor, castigaba de ese modo el culo de mi mujer y como ésta chillaba de auténtico placer mientras se agarraba las sábanas. Me corría, lo notaba y solté un gruñido en el momento en el que un chorro de semen salía propulsado de mi polla. Mi intención desde un principio hubiera sido correrme en la cara de Alba pero dadas las circunstancias, la violencia de la follada de Tafari y que Alba escondía la cabeza entre las sábanas debido a que ella ya no podía más, mi chorro acabó impactando un parte en el hombre de mi mujer, dejando algunas gotitas en su pelo, pero la gran parte de mi corrida acabó en la cama, entre las sábana.

Alba al notar el semen en su hombro levantó la cabeza para mirarme e intentó sonreírme mientras se le escapaban gemidos y ponía los ojos en blanco. Yo me retiré hacia una esquina de la cama, sudando aunque más por el calentón del orgasmo que por el esfuerzo físico, para poder ver como acababa todo aquello.

Tafari duró solo un par de minutos así a ese ritmo. Con un cachete en la nalga le indicó que estaba a punto de correrse él también. Sacó la polla de su culo y se puso de pié en el suelo. Alba exhausta se incorporó pesadamente y se dio la vuelta, para enfrentarse a la polla del negro. El senegalés se masturbaba agarrando su polla por la base mientras que con la otra mano masajeaba su glande. La respiración entrecortada de éste indicó a Alba que estaba a punto de correrse. Ella echó mano a los huevos de Tafari, los cuales acarició con ternura mientras abría la boca esperando la corrida.

Con un fuerte resoplido Tafari se corrió. Fueron cinco chorros de espeso semen muy blanco. El primero que salió con bastante fuerza golpeó la mejilla de Alba alcanzando no solo la mejilla, también parte de la oreja y el pelo. El segundo y tercer chorro, ya mejor orientados, entraron en la boca de mi esposa. El cuarto ya con menor fuerza chocó contra su barbilla, y finalmente, el quinto, en forma de un gran goterón cayó directamente al suelo.

Alba se giró para mostrarme el interior de su boca lleno de semen de negro. Volvió a girarse para mirar directamente a los ojos a Tafari mientras se tragaba su corrida, volviendo a abrir la boca para demostrar que había sido una niña buena y se había tragado todo. Tafari sonriendo se agachó y la beso. El semen que aún quedaba en los labios y parte de la barbilla fue compartido por ambos, no le importó a Tafari, el cual se recreó con aquel beso, entrelazando su lengua con la de mi mujer.

Nos miramos los tres y sonreímos. Todos estábamos satisfechos. Alba se levantó y se marchó al baño a limpiarse los restos de semen que le quedaban. Tafari se retiraba el sudor de la frente y sonriendo me acercó su puño para que lo chocara.

-Menuda mujer tienes. ¡Menudo polvo!

-Ya te he visto, te has portado muy bien con ella.

Soltó una carcajada

-Con una chica así es lo único que se puede hacer.

Tafari se dirigió también al baño. Desde la cama podía ver lo que ocurría en el baño que teníamos en el dormitorio, donde ahora mismo Alba acababa de dejar la toalla con la que se acababa de secar después de limpiarse y Tafari levantaba la taza del váter para orinar. Alba divertida, se colocó a su lado, rodeándole la cintura con el brazo. Con la otra mano agarró la polla de Tafari, que a pesar de que ya la tenía flácida poco había cambiado de tamaño respecto a cuando estaba empalmado. Éste comenzó a orinar y Alba agarrándole la polla dirigía el chorro. Una vez cuando hubo acabado, Alba se la meneó un par de veces para sacudírsela. Se agachó y le dio un tierno beso en la punta del glande. Si alguna gota de orina quedaba, sin duda Alba tuvo que degustarla. Todos reímos la ocurrencia de Alba.

Aunque era relativamente pronto, la intensa sesión de sexo nos tenía agotados. Ni qué decir tiene que sobre todo mi mujer y su amante negro, por lo que mientras Alba cambiaba las sábanas para poner unas secas, yo fui con Tafari a la cocina a por unos vasos de agua fría para las tres. Los bebimos y nos metimos los tres en la cama, Alba en medio de nosotros dos, dispuestos a dormir. Alba se acurrucó sobre Tafari dándome la espalda. Una vez apagadas las luces en pocos segundos noté un cambio en la respiración de Alba y Tafari, lo que indicaba que habían caído presas del sueño.

Yo, aunque cansado aún estaba muy excitado por lo que había pasado hoy. Había visto a mi mujer follada por un negro y yo había participado en el trío, ya no era un mero espectador. Mientras me iba quedando dormido la imagen de la enorme polla negra de Tafari junto a la cara de Alba no paraba de rondarme la cabeza. Y recordé también una polla de tamaño similar. La de Abraham. Y nuevas ideas comenzaron a llegar a mi cabeza…