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Virus Immortui: La Hecatombe Zombi

en Grandes Relatos

Capítulo VII

Vania

12 de Agosto del 2016. San Petersburgo Federación de Rusia.

No sé cuál será el record mundial de maldiciones por minuto, pero estaba segura que podría romperlo en cualquier momento, mi muy fiel pistola Yarygin de 9mm se estaba quedando sin munición, y no tenía idea de cómo hacer para salir de las instalaciones con mi compañera malherida.

En qué momento se fue todo a la mierda tan rápido es imposible para mi saberlo con exactitud, hace apenas una hora estaba tomando una siesta reparadora luego de ayudar a recibir la segunda camada de heridos de Siria, y nada más despertar, el infierno se había desatado dentro de las instalaciones contra el riesgo biológico del FSB.

Supe por Masha, mi compañera malherida, que habían tenido ciertos problemas para contener a los heridos de la primera camada, ya que estaban totalmente agresivos, pero en las instalaciones habíamos por lo menos una docena de Spetsnaz, todos capaces de solucionar cualquier inconveniente, o por lo menos eso creíamos.

Por otro lado, en mi camada casi todos los pacientes estaban muy heridos como para presentar problemas, y los que no, más que agresivos, estaban delirantes contando historias inspiradas en alguna película de George Romero, si me preguntan, el único americano que merece cualquier nacionalidad.

Tal vez por eso no le preste tanta atención a mis instintos, ese frio en la parte baja de la espalda que como soldado de elite he desarrollado desde mis primeras incursiones en Osetia del Sur.

Lo que más me llamó la atención de los heridos fueron las pequeñas venas ennegrecidas que cubrían sus cuerpos y rostros, pero imagine que eran simples victimas de alguna nueva clase de arma química, y que el único cuidado en si era no tener contactos directo con ellos.

Cuando Masha me despertó en los dormitorios, ya el caos era generalizado, aun malherida había logrado llegar hasta mi para despertarme, y eso será algo que siempre le deberé, hemos sufrido mucho avanzando de ala en ala del complejo intentando salir, demasiados de esos salvajes y pocas balas para enfrentarlos.

Masha tomo mi mano sacándome de mis pensamientos, sus ojos estaban impregnados de sangre, y pequeñas venas negras manchaban su blanca piel.- Tengo miedo Vania.- Me dijo con la voz áspera y apenas audible.

Sus palabras tumbaron cualquier barrera de control que todavía tenía presente, conocía a Masha desde que éramos carteristas para la Bratvá, en las frías calles del distrito de Présnienski en Moscu.

Habíamos visto la muerte de cerca en centenares de ocasiones, muchas veces hasta con heridas de gravedad, pero ambas sabíamos que esto era diferente, la muerte ahora tenía rostro, y devoraba todo a su paso.

Revise rápidamente su herida en apariencia más grave en la base de su cuello, y aunque podía ver su clavícula, tanto esa como el tajo que le faltaba de mano, habían dejado de sangrar.

-Tranquila Masha, la ayuda vendrá en camino, solo tenemos que seguir moviéndonos, no podemos quedarnos aquí, así que ayúdame a levantarte.- Le dije intentando mostrarme tranquila y confiada, aunque en realidad sabía que nuestras posibilidades de sobrevivir eran casi nulas.

Siempre es tentador quedarse en un lugar en apariencia seguro, pero las palabras de mi instructor en los Spetsnaz; “El movimiento es vida, solo debemos dejar de movernos cuando dejemos de respirar”, están marcadas con fuego en mi memoria.

Reuniendo toda la fuerza que pude, levante a Masha pasando su brazo sobre mi cuello, y aunque arrastraba los pies, me lleno de orgullo ver a mi mejor amiga haciendo todo su esfuerzo para intentar caminar.

Fuera de ese depósito medico, aunque en cada vez menor medida, los disparos y gritos todavía se dejaban escuchar, así como las sirenas de emergencia biológica, tendría que usar ese escándalo general para moverme sin ser detectada.

Cuando llegue hasta la puerta pensé intentar la misma táctica que había usado desde que habíamos salido de los dormitorios, pero Masha estaba cada vez más débil, y no podía confiar en ella para cubrir mi flanco mientras nos movíamos por los largos pasillos.

Debía confiar en que los dos salvajes que había tirado con mi Yarygin cerca de la puerta seguían allí, al primero que vi nada más salir de los dormitorios no cayo ni con medio cargador, y solo pude detenerlo cuando Masha me grito que le apuntara a la cabeza.

Pero disparar a la cabeza es sumamente difícil, son años de entrenamiento donde te enseñan a disparar al pecho de tu enemigo, a sabiendas que por más que lleve chaleco ese primer disparo lo inutilizara.

El problema es que esto era diferente, ellos no se cansaban, no dudaban, no sentían dolor, eran capaces de levantarse aun teniendo diez agujeros de bala en el pecho, y eso, aunado a tener que ayudar a mi compañera a moverse me hizo fallar muchos disparos.

-Déjame acá Viana, solo te estoy atrasando.- Exclamó con apenas un hilo de voz Masha, sabía que era cierto, pero soy incapaz de abandonar a mi mejor amiga, tendría que por lo menos intentarlo.

-No te preocupes, todo saldrá bien mi Masha.- Le conteste con seguridad, es gracioso porque siempre he sido una persona pragmática y muchas veces negativa, era mi forma de protegerme contra la crueldad del mundo, nunca esperar nada bueno.

Si se veían nubes negras, se acercaba la peor de las tormentas, si tenía un dolor de cabeza, seguro que se debía a algún tumor, si la misión era complicada, lo mejor era gastarse todo antes para que nada se desperdicie.

Pero en este, el peor momento, donde cada parte de mi ser me gritaban que el fin es inminente, no pude usar esa barrera, la quebré, solo podía pensar en que quería salvarla.

Cuando salí al pasillo todavía podía escuchar algunos disparos y voces bastante lejanas, más hacia el ala de cuarentena, pero era complicado estar segura, seguí por mi flanco y me alegre al ver los cuerpos de los salvajes en la misma posición que los había dejado.

Unos diez metros más adelante estaban las escaleras de emergencia que me llevarían al estacionamiento, si tenía suerte, podría usar algún vehículo para salir de allí lo más rápido posible.

Cuando solo me faltaban unos pasos para llegar a las escaleras, un rugido por mi flanco ciego me helo la sangre, cuando pude girar hacia él ya mi otrora jefe de operaciones se abalanzaba hacia mi sin el brazo derecho y medio rostro.

El golpe fue brutal, y aunque pude detonar mi Yarygin un par de veces directamente al cuerpo de salvaje, no aminoro la marcha, tumbando a Masha y a mí con extrema violencia, poniéndose sobre mi cuerpo intentando hincar sus dientes en mi rostro.

A duras penas podía evitar que sus mordidas me hirieran, su pesado cuerpo y fuerza animal eran demasiado para mis maltrechas fuerzas, además sus rugidos parecían llamar a más salvajes al festín que estaba por darse.

Cuando parecía que mis fuerzas iban a terminar de flaquear, una detonación paralizo a mi atacante haciendo que sus sesos volaran por los aires mientras se dejaba caer sobre mí con todo su peso muerto.

Masha no sin dificultad levantó mi Yarygin y disparó a nuestro antiguo jefe de operaciones, aunque su esfuerzo terminó de minar la poca energía que en su cuerpo quedaban, dejándose caer al suelo inconsciente.

Todavía jadeante por el esfuerzo me arrastre hacia ella e intente reanimarla, no podía dejarla allí, pero en mis condiciones era imposible cargarla, me incorpore con todas las fuerzas que tenia y empecé a darle un masaje cardiaco.

Nada más me separe para hincarme y comenzar la respiración de boca a boca, Masha comenzó a convulsionar de forma tan violenta, que el sonido de sus articulaciones en tensión y sus dientes chirriando superaban los alaridos de los salvajes que se acercaban.

Intente poner mis manos sobre su cuerpo fulgurante, pero sus movimientos me lo impedían, de golpe, su boca se abrió casi hasta desencajarse dejando salir un horroroso alarido que me sorprendieron.

De la sorpresa trastabille y golpee mi espalda contra la puerta de la escalera, al tiempo que volteaba mi rostro hacia el fondo del pasillo y un par de enfermeras con muñones en vez de manos se acercaban hacia nosotras.

Levantándome recogí mi Yarygin del costado de Masha y me voltee hacia las salvajes para intentar frenarlas, respire profundo e intente apuntar a sus rostros.

El primer disparo rozo la oreja derecha de la enfermera más cercana, pero el segundo si penetró por la cavidad de su ojo haciendo que cayese como tronco recién cortado.

Cuando me disponía a dispararle a la salvaje que quedaba, un rugido a mi espalda me hizo voltear con violencia, Masha, mi mejor amiga se había convertido en una salvaje, levante mi arma con rapidez y tratando de hacer a un lado la impresión, dispare dos veces contra su hermoso rostro.

Al ver su cuerpo caer sin vida al suelo mis lagrimas salieron sin remedio, era la primera vez en veinte años que lloraba, pero sabía que no podía parar, sin poder despedirme de mi mejor amiga limpie mis ojos y me abalance hacia la puerta de la escalera, cerrándola justo cuando la enfermera ya estaba a un par de metros.

Deje que el aire llenara mis pulmones mientras comprobaba mi cargador, cinco balas, era consciente que debía dejar por lo menos una para mi, viendo lo que le sucedió a Masha, no quería ese mismo destino, como Spetsnaz estaba preparada para morir, no para convertirme en una salvaje.

Baje tramo a tramo de las escaleras con sumo cuidado, intentando no hacer ruido alguno, y bien pegada a la pared para tener un amplio grado de visión y que todos mis flancos estuvieran cubiertos.

Cuando estaba por llegar al final de las escaleras donde estaba la salida al estacionamiento, una voz aterrada repitiéndose una y otra vez.- Es el fin.- Llamó mi atención, creí reconocerla, pero no podía tener seguridad.

-¿Marco? ¿Eres tú?- Pregunte con temor a un par de metros del jefe médico de la base, su bata ensangrentada y pelo azabache despeinado me lo confirmaron, pero estaba en tal condición que temí que se estuviese convirtiendo en un salvaje.

Al percatarse de mi presencia se volteo con violencia y me apunto con una vieja pistola del FSB, una GSh-18, levante mis brazos con rapidez e intente calmarlo.- Calma Marco, soy Viana, todo está bien.

-Nada está bien Viana, este es el fin ¿No lo entiendes? Dejamos entrar en nuestra patria un virus que la destruirá hasta sus cimientos.- Me contestó compungido Marco mientras con lentitud bajaba su GSh-18.

-Estas exagerando Marco, solo debemos salir de la base, puedo apostar que los nuestros ya están fuera del precinto para ayudarnos.- Conteste, más para mí misma que para él, si alguien podía saber de lo que estaba hablando era sin duda el doctor Marco Golovin.

Lo conocí hace un par de años cuando fui trasladada a esta división del FSB junto a Masha, el premio a cuatro años luchando en oriente medio, y haber tragado suficientes esporas químicas como para montar una empresa de detergentes.

Su elegante figura, mirada centrada y espectacular intelecto me cautivaron desde el primer momento, pero siempre fue un profesional intachable, y nunca logre más que un intercambio amistoso de palabras agradables.

Ahora era otra cosa, estaba en evidente estado de shock, y podía notar como sus pensamientos eran demasiado rápidos para su mente, parecía que darse cuenta de la situación lo había sobrepasado.

Sin dejar de tener contacto visual con él me acerque con decisión, y sin dejarlo reaccionar mi mano abierta fue directamente hasta su mejilla, provocando una sonora cachetada que al principio lo hizo trastabillar, pero a los segundos, lo parecían hacer reaccionar.

-Viana, nadie vendrá, parece que todos los centros médicos del FSB donde fueron llevados heridos de nuestras bases en Siria, el resultado fue el mismo, cuando llame a mis superiores lo único que me pudieron decir es que planean bombardear San Petersburgo con bombas térmicas.- Expuso Marco con claro dolor, destruir la segunda ciudad más importante de la república, con cinco millones de habitantes, era algo imposible de imaginar.

-Bueno, entonces no perdamos tiempo, tomemos algún vehículo y salgamos por leches de este lugar, o mejor aún, hay un par de tanques T-90 que podemos usar.- Le dije mientras me aseguraba que ningún salvaje se estuviera escondiendo en las escaleras.

-¿Qué sentido tiene? No hay a donde ir, si los estudios preliminares que pude obtener están en lo cierto, estamos hablando de un virus imposible de parar.- Respondió derrotado Marco.

Sin perder más tiempo lo agarre por el cuello de su bata de laboratorio y lo empuje con decisión hacia la pared.- Mira desgraciado, o nos vamos de acá, o nos metemos un tiro mutuamente de una buena vez, Masha no se sacrifico por mí, no voy a rendirme sin luchar.

-Además, no conozco a un ruso más obstinado e inteligente que tú, si alguien puede ayudar a parar esto, es tu pesado trasero.- Termine de decirle mientras lo soltaba y empezaba a bajar el último tramo de las escaleras.

No estaba segura si me seguiría, pero al sentir sus pasos detrás de mi mientras llegaba a la salida hacia el estacionamiento mis dudas de disiparon.

-Tenemos suerte, hay vehículos operativos.- Exclame a sabiendas que él estaba tras de mí, me acerque al panel de las llaves y tome las de una UAZ Hunter blindada, no sabía cuánto tiempo teníamos para salir de la ciudad, pero con esa camioneta podríamos hacerlo hasta por campo traviesa.

Tenía razón Marco, fuera de las instalaciones no estaba la caballería, ni las fuerzas de operaciones especiales del FSB, ni servicios médicos, ni siquiera un vulgar bombero, salvo un par de salvajes que vi alejarse entre los árboles que rodeaban las instalaciones, parecía una mañana normal.

Al empezar a ver tráfico y personas caminar tranquilas por las calles, pensé en gritarles que salieran de la ciudad, que se salvaran, pero sabía que no me creerían, y solo perdería mi tiempo.

Marco parecía entenderlo mejor que yo, y durante todo el trayecto intento conectarse con su móvil, pero las comunicaciones parecían haberse cortado, paso previo inequívoco al próximo bombardeo.

Teníamos un par de kilómetros fuera del perímetro de la ciudad cuando vi en el horizonte el brillo del Tu-160, no tenia forma de saber el radio del ataque, pero esperábamos estar fuera.

Pero lo que sucedió a continuación fue algo que no esperábamos, algo que sin duda marcara un antes y un después en la historia, para bien o para mal.

El Tu-160, estallo en el aire.

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