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La peor tarde de Yola

en No Consentido

La peor tarde de Yola

De cómo puede cambiar la vida en una tarde…

 

Ya era muy tarde y Yola estaba cansada después de un duro día de trabajo… La última clienta del salón de belleza en el que trabajaba ya estaba abonando el servicio, pero aún le tocaba recoger todo antes de irse a casa, con su marido…

Cuando por fin cerraron y se encaminó a la boca de metro más cercana para dirigirse a casa, cansada e irritable, sólo podía pensar en que Rafa, su marido, tuviera la cena preparada para poder comer algo y acostarse…, había sido un día duro…, pero aún podía convertirse en un día de perros para ella, aunque aún no lo supiera.

Al llegar a casa y meter la llave en la cerradura, le extrañó comprobar que la llave estaba echada… ¿Dónde coño se había metido Rafa?... ¡Lo que le faltaba ahora!...

Abrió la puerta y su extrañeza continuó escalando peldaños… ¿Por qué estaba todo tan oscuro?... ¿Por qué no entraba la luz de las farolas desde la calle?... ¡Mmmmmmmffffff!... Cualquier otra pregunta que la mente de Yola pudiera haber seguido haciéndose quedó silenciada cuando unas enormes y fuertes manazas la sujetaron desde detrás, inmovilizando sus brazos y tapando su boca…

Entonces se encendieron las luces de la habitación, cegando a la asustada mujer, quien, por un momento, se quedó paralizada en tanto en cuanto sus ojos se reacostumbraban a la luz…

Lo primero que vio fue como si le hubieran golpeado con violencia en el estómago… Rafa, su marido, estaba atado y amordazado en uno de los sillones del salón, mientras un tipo enorme, rapado y cubierto de tatuajes y vestido como un motero le marcaba la garganta con una navaja enorme mientras la miraba a ella, directamente a los ojos, como esperando que ella decidiera dejar de luchar, de resistirse, o rajarle la garganta con aquella cuchilla…

Dejando caer los hombros, derrotada, y cesando de resistirse, Yola se entregó, sin oponer resistencia alguna mientras el hombre que se encontraba tras ella la forzaba a aceptar un ballgag entre sus labios y se lo anudaba fuertemente con las correas detrás de su cabeza, garantizando su silencio…

Entonces sintió el roce de unas ásperas cuerdas en torno a su muñeca derecha, pero un gesto del hombre situado detrás de su marido detuvo al que pretendía atar sus manos… Eso y la fría autoridad que veía en su mirada le hicieron saber a Yola, sin ningún género de duda, quién era el jefe de aquellos hombres que habían asaltado su casa y atacado a su marido…

“¡Suéltala!”, le ordenó al hombre que se encontraba tras ella… “No va a ir a ningún lado, ¿verdad, zorra?... No querrá ver cómo le rajo la garganta a su pichurrín si ella no se porta bien…”, y pinchó ligeramente el cuello de Rafa con la punta de la navaja, haciendo brotar una gota de sangre…

“¡Mmmmmmmm!”, negó Yola, desesperada, consciente de que, de alguna manera, aquel hombre sabía que iba a obedecer para que no le hicieran daño a su marido.

“Muy bien, pequeña… Sabia decisión. Ahora te toca cumplir… ¡Desnúdate!”, le ordenó, mientras Yola notaba cómo el hombre que estaba a su espalda retiraba la cuerda de su muñeca.

Yola parpadeó sin apenas creerse lo que aquel hombre le mandaba que hiciera… Cuando, durante unos breves segundos, se planteó si accedía o no a seguir sus instrucciones, ella siempre había pensado que lo que aquellos tipos buscaban era dinero, que sólo se trataba de un robo y que se irían en cuanto tuvieran lo que querían…, pero ahora se daba cuenta de que no querían dinero, o, al menos, no sólo dinero… ¡Iban a violarla!...

“¡Vamos, putita, que no tenemos toda la noche!”, la apremió el jefe, moviendo ligeramente la cuchilla sobre el cuello de su marido.

Conteniendo un sollozo, la asustada mujer llevó sus manos a los botones de su blusa para comenzar a desabotonarlos, pero, antes de que pudiera empezar, la detuvo el sonido de una voz a su derecha…

“¡Joder, jefe, así no…! ¡Que nos haga un “striptis”!... ¡Quiero verla bailar mientras la puta se despelota delante nuestra!”.

Una sorprendida Yola giró la cabeza en dirección al sonido de aquella voz y descubrió a otro tipo malencarado, vestido de forma similar al jefe, que la contemplaba desde la puerta de su dormitorio, apoyado en la jamba, mirándola con lujuria.

En aquel momento, Yola no hubiera sabido decir qué la humilló más, si el hecho de que aquel tipejo pretendiera que les diera un espectáculo erótico o que se hubiera referido a ella como “puta”…

“Tranqui, tío”, dijo el jefe, fijando la vista en su compinche. “Paso a paso… Ya tendrás tiempo de disfrutarla después”. Entonces se volvió a Yola y prosiguió… “Pero sí que vamos a ponernos más cómodos… ¡Karim, déjala más espacio!... Y tú, bonita, disculpa la interrupción de mi amigo, es que es un pedazo de bruto y no tiene educación ninguna… ¡ponte en el centro de la habitación y continúa!”

Yola sintió cómo el hombre situado a su espalda se separaba de ella, echándose hacia atrás, y por el rabillo del ojo pudo ver que se trataba de un hombretón negro como el carbón, de casi dos metros de altura, ancho de espaldas y con unas enormes manazas…, que en ese momento la empujaron hacia delante, conminándola a obedecer la última orden de su jefe…

Ya en el centro de la habitación, sintiendo sobre sí las miradas de los cuatro hombres, Yola recomenzó la humillante tarea de desnudarse delante de aquellos cerdos, procurando fijar su mirada únicamente en su marido, como si sólo lo hiciera para él…

Primero se desabotonó la blusa y se la quitó, dejando al descubierto sus pechos cubiertos por un coqueto sujetador negro de encaje que dejaba entrever las aureolas de sus grandes pezones, para luego, llevando las manos a la parte posterior de su cintura, bajar la cremallera de su falda, la cual se deslizó por sus piernas hasta quedar enrollada en torno a sus tobillos… En ese momento, al mostrarse delante de aquellos cerdos vestida sólo con aquel sujetador semitransparente y un pequeño tanga de hilo a juego con el mismo, Yola deseó no haberse sentido con ganas de “lucir cuerpo” al vestirse esa mañana, y haberse puesto una ropa interior más sencilla y menos provocativa, ya que, después de toda una jornada de trabajo, la tira trasera del tanga se le había introducido entre las nalgas y, vista por detrás, ya parecía que no llevara nada.

Sintiéndose humillada y avergonzada, y deseosa de acabar cuanto antes con aquella situación, Yola llevó las manos a su espalda para soltarse los cierres del sujetador, pero el jefe no estaba dispuesto a ahorrarle ninguna humillación y la detuvo con un gesto de la mano mientras decía:

“Un momento, preciosa… ¿Sabes que el momento que más me gusta de recibir un regalo es cuando lo desenvuelvo?, jajajajajaja… ¡Anda, date una vueltecita para que podamos ver bien nuestro regalo antes de acabar de desenvolverlo!”

Yola dudó por un instante. En el fondo de su mente sabía que era inútil, que en unos instantes iba a estar completamente desnuda delante de aquellos tipejos y que iban a abusar de su cuerpo como les viniera en gana, pero… ¡exhibirse delante de ellos como una vulgar puta!...

Sin embargo, algo en la mirada del jefe la hizo comprender que era mejor obedecer y su leve destello de rebeldía se esfumó como por encanto, y Yola giró sobre sí misma, dejándoles contemplar su cuerpo semidesnudo desde todos los ángulos, hasta volver a encararse con aquel cabrón que la dominaba con una sola mirada, pensando en que, como un mal menor, si se congraciaba con él de alguna manera, quizás controlaría más a sus secuaces y ella saldría mejor parada.

Entonces, el tipo movió ligeramente la mano en su dirección, incitándola a continuar desnudándose, y Yola, tragando saliva, se desabrochó el sujetador y deslizó los tirantes por sus brazos, dudando a la hora de retirar la prenda de su cuerpo y así dejar sus grandes pechos a la vista de aquellos matones…, aunque la duda duró aún menos que su rebeldía anterior, y Yola terminó de quitarse el sujetador, desnudando sus pechos, coronados por unos grandes pezones, que la pobre mujer intentó cubrir con los brazos mientras sus dedos agarraban las tiras laterales del tanga para hacerlo deslizar por sus piernas, quedándose completamente desnuda, con un brazo en torno a sus pechos y la otra mano cubriendo su sexo desnudo…

“¡Jefe!... Me ponen los zapatos de tacón… ¡que no se los quite!”, saltó el tipo que estaba apoyado en la puerta de su dormitorio mientras se sobaba su abultado paquete por encima del pantalón…

“¡Idiota!”, le respondió su jefe, “Si no se quita los zapatos… ¡va a ser más alta que tú y no vas a llegar a metérsela!, jajajajajaja”, se burló el jefe mientras, levantando el dedo índice y haciéndolo girar, le indicaba a Yola que quería que volviera a girar sobre sí misma.

Obediente, Yola dejó caer los brazos y volvió a girar su cuerpo, mostrando su completa desnudez, ante los comentarios soeces de aquellos cerdos.

“¡Ven aquí, cerda!”, le ordenó el jefe. “¡Ponte de rodillas delante de mí, y espero no tener que decirte qué quiero que hagas!”

Yola se acercó a él, se arrodilló a sus pies y, aprensiva, llevó sus manos a la entrepierna del hombre y le sacó la polla. Aunque aún no estaba completamente empalmado, el tipo tenía un miembro grande y grueso y no olía demasiado bien, por lo que la pobre mujer casi sintió náuseas cuando la agarró con una mano antes de introducírsela en la boca, sintiendo cómo crecía hasta llenársela casi por completo mientras ella intentaba esmerarse en la felación, pensando que mejor su boca que su coño.

A juicio de Rafa, su marido, Yola era bastante buena mamando pollas, pero lo cierto es que, desde el instituto, sólo se la había mamado a él, y Rafa no tenía, ni de lejos, ni el miembro ni el aguante de aquel tipo, que en un par de ocasiones sujetó la cabeza de Yola mientras se introducía su polla en la boca, apretándola contra su cuerpo hasta que su nariz llegaba a tocar su vello púbico y su miembro le llegaba hasta la garganta, sujetándola en aquella posición hasta que sentía cómo se quedaba sin aire al no poder respirar y la soltaba, permitiéndola retirarse y aspirar un par de bocanadas de aire antes de obligarla a retomar la tarea.

Cuando el tipo se dio por satisfecho con la mamada que Yola le estaba proporcionando, y ya con su polla completamente en erección, apartó a la arrodillada mujer con el pie, haciéndola caerse sobre la alfombra, para luego ordenarla que se pusiera a cuatro patas.

Entonces, tras quitarse los pantalones y los gayumbos que llevaba, se colocó detrás de ella, sujetándola por las caderas, y, sin detenerse en lubricarla, se la metió de una embestida por el coño, haciendo que Yola tensase todos los músculos de su cuerpo al sentir la invasión de su coño y de su boca brotase un leve gemido, mitad de dolor, mitad de un inevitable e indeseado placer, que Yola ahogó mordiéndose el labio inferior mientras el hombre comenzaba a follársela con un brutal mete-saca que hizo que sus pechos se bamboleasen adelante y atrás con cada embestida.

Aquello ya fue demasiado para el tipo del dormitorio, quien también se desnudó de cintura para abajo, mostrando estar dotado con una considerable “herramienta”, aunque algo menos gruesa que la de su jefe, y se arrodilló frente a Yola, sujetando su cabeza con ambas manos antes de meterle su polla en la boca para obligarla a que se la mamara, acompasando la mamada de su boca con movimientos de sus caderas para sincronizarse con las embestidas de su jefe en su coño.

Rafa, atónito, no podía apartar la mirada de su mujer, quien, a cuatro patas sobre la alfombra de su propio salón, estaba siendo ensartada desde detrás por la polla del jefe de aquellos tipejos mientras se la chupaba al que se había arrodillado frente a ella, pero otro movimiento atrajo su mirada y pudo contemplar cómo se desnudaba el otro asaltante…, el negro inmenso como un armario ropero, como se suele decir, y sus ojos se abrieron como platos cuando el hombretón se quitó los pantalones y apareció una enorme polla, gruesa y que, aún semiflácida, le llegaba hasta medio muslo… ¡Dios, ¿de verdad iba a follarse a su mujer con aquella monstruosidad de polla?!...

Yola, ignorante de lo que acontecía a sus espaldas, procuraba darles placer a los dos hombres que estaban usándola a su antojo con el único pensamiento coherente de que aquello acabara lo antes posible y se fueran de su casa, intentando acompasar un ligero movimiento de sus caderas con las embestidas de la polla del jefe en su coño y que la polla del que se follaba su boca no le llegara tan adentro, aunque no podía evitar las arcadas cada vez que se la metía hasta la garganta.

De pronto, la entregada Yola sintió cómo el jefe de aquellos tipos se vaciaba en su coño y cómo el líquido caliente de su semen inundaba su vagina… “¡Dios mío!”, pensó, “¡No tenía condón y se ha corrido dentro…! ¡Y si me ha pegado algo o me deja preñada!...”.

Instintivamente, aunque el mal ya estaba hecho, intentó apartarse del hombre, pero sólo consiguió introducirse aún más dentro la polla del tío al que se la estaba mamando. Sin embargo, sí que consiguió ver cómo el negrazo, con su enorme herramienta ya completamente en erección, se colocaba detrás de ella para coger el relevo de su jefe…, e intentó gritar, pero lo único que consiguió fue que la polla del otro tipo en su boca le llegara hasta la garganta…

Entretanto, colocándose entre las piernas abiertas de la aterrada Yola, el negro le escupió en la raja del culo para luego extender la saliva por su coño abierto mientras le decía:

“Ahora, puta blanca, tú saber cómo jode macho negro”.

Ella, instintivamente y viendo que ya no había forma de evitarlo, se preparó para recibirlo…, pero nada la habría podido preparar para la sensación de dolor que sintió cuando el tipo se la metió de una fuerte embestida y el inmenso pollón negro la llenó completamente, llegándola hasta el mismo útero, haciéndola abrir la boca para gritar como una loca, aunque sólo sirvió para “ayudar” a que el que se follaba su boca se la metiera aún más dentro mientras se corría en su boca, viéndose obligada a tragar los chorros de esperma que brotaban del miembro del hombre para no ahogarse…    

El negro, una vez que su compañero se retiró para sentarse en uno de los sillones y disfrutar del espectáculo, la sintió toda suya e, inclinándose sobre su espalda, la rodeó con sus brazos, agarrándola las tetas con sus manazas sin ninguna delicadeza, usándolas a modo de punto de apoyo para comenzar un durísimo mete-saca de su polla en el coño de la pobre mujer, cuyos gemidos ya si resultaban audibles al tener la boca libre, mientras todo su cuerpo se elevaba con cada embestida de la tranca del negrazo en su coño.

El negro se puso en pie sin soltar a la mujer, con su polla metida en su coño como una estaca, levantándola en el aire como si se tratase de una pluma, y, ya de pie, y colocándola de cara a él, comenzó a moverla arriba y abajo, zarandeándola como una muñeca mientras Rafa veía cómo su tranca negra entraba y salía del coño de su mujer.

Mientras tanto, Yola, ensartada literalmente en aquella enorme polla negra, hacía ímprobos esfuerzos para que no se la metiera hasta dentro, agarrándose con fuerza al cuello del hombretón y sujetándose con sus piernas enlazadas en torno a su cintura para hacer fuerza, pero él la agarró de las caderas y tiró de ella hacia abajo, clavándosela salvajemente hasta el útero y arrancando un grito de la mujer que debió de haberse oído en todo el edificio.

Rafa contemplaba, atónito, cómo hacía botar a su mujer, cómo sacaba aquel monstruo de carne de su coño para volver a enterrársela dentro al hacerla bajar, clavándosela hasta el mismo útero y aún no le entraba casi un puño, mientras Yola, desesperada, se agarraba fuertemente a él con sus brazos y piernas intentando sujetarse a él, en vano, para que no la llegara tan adentro y la destrozara.

Finalmente, después de unos minutos que a la pobre Yola se le antojaron horas con aquella enorme tranca negra entrando y saliendo de su escocida vagina como un martillo pilón mientras el negrazo subía y bajaba su cuerpo a su antojo, Karim se corrió con un bramido dentro del coño de Yola, inundando su vagina con su esperma, que resbaló por sus muslos cuando la levantó en vilo como una muñeca, colocándola delante de su marido, que no podía apartar la vista del coño de su desmadejada mujer.

“Mira, cabrón, coño tu mujer lleno leche macho negro. Tu mujer ahora puta de negros. Ella ya no disfrutar más con tu polla”, le dijo en su español chapurreado mientras le mostraba el coño de su mujer, tremendamente abierto y lleno de semen que goteaba hacia el suelo, mientras su ocurrencia era coreada por las carcajadas de sus compinches, que fueron en aumento cuando vieron cómo caía al suelo un espeso cuajarón de semen de un color levemente rosado, enrojecido con la sangre que le brotaba de algún desgarro en su maltratada vagina.

Entonces Karim dejó en el suelo a la casi desvanecida Yola, que se acurrucó en posición fetal mientras las lágrimas brotaban de sus ojos, sintiendo un enorme vacío en su maltratada vagina, pero sin atreverse a llevarse las manos a esa zona por temor a cómo podría tenerla después de cómo se la había follado aquella pitón negra.

“¡Mirad, tiene el chocho como un bebedero de patos!”, dijo el tipo que estaba sentado en el sofá… “¡Seguro que después de haberle abierto el coño con ese pollón tuyo le caben nuestras dos pollas juntas, ¿eh, jefe?… ¿Lo probamos?, jajajajajajajaja”…

“Jajajajajajaj…”, le coreó Karim, “¡Putas blancas nunca aguantar pollón negro Karim!. Pero esta puta blanca buena zorra, jefe”

Yola palideció al escuchar lo que aquel tipo proponía que le hicieran. ¡Dos pollas en su coño!... Era cierto que, después de que aquel negrazo se la hubiera follado de aquella manera tan brutal, lo sentía tremendamente abierto, ¡pero aquello era demasiado!. Sin embargo, ya no tenía fuerzas para oponerse a ellos y sólo podía rezar para que se olvidaran del asunto…, pero, para su desgracia, aquel tipo era como un bulldog cuando se le ocurría realizar alguna maldad.

“¿Qué os jugáis, chicos?. ¿Le caben o no?”

El jefe, que nunca le hacía ascos a llevar las cosas aún más allá, la miró durante unos breves instantes antes de decir… “Quiero que opine el maridito… ¿Tú qué piensas, empanao?... ¿Le cabrán nuestras dos pollas en el coño de tu mujercita?... Pero lo tiene tan abierto que, a lo mejor, eso no es un reto… ¿y si se las metemos a la vez por el culo?. ¿Qué opinas, chaval?. ¿Coño o culo?”

Rafa, alucinado, negó repetidamente con la cabeza, y el jefe se acercó a él, retirándole el pañuelo que amordazaba su boca… “Decide, panoli… ¿Coño o culo?”

Rafa era incapaz de responder, sin poder apartar la vista del maltratado cuerpo de su mujer, tirada en el suelo, desnuda y con el cuerpo cubierto de marcas y del semen de las anteriores folladas a las que la habían sometido.

El jefe le propinó un fuerte coscorrón para obligarle a fijar sus ojos en él antes de repetirle la pregunta… “Tú decides, idiota, pero no me hagas esperar o será peor para tu mujercita… ¿Coño o culo?”

“Co… co-ño”, tartamudeó el pobre Rafa.

“¡Muy bien, premio para la señora!. ¡Va a probar una doble penetración por su coño de puta!”

Yola, desesperada, intentó escapar de la que se le avecinaba arrastrándose por la alfombra en un vano intento de ponerse de pie, pero las piernas no la sostenían y cayó de bruces cuando el negro la agarró por el tobillo, tirando de ella.

“¡Vamos, tráela aquí!”, le dijo su compinche mientras se tumbaba boca arriba en el suelo… “¡Pónmela encima!”

Sujetando con fuerza a la agotada mujer, el negrazo la colocó despatarrada sobre el cuerpo de su amigote, cuya polla enhiesta esperaba para empalar su coño, penetrándola profundamente mientras rodeaba su cuerpo con sus fuertes brazos para evitar que se pudiera escapar.

La pobre mujer gritaba hasta desgañitarse, suplicándoles que no se lo hicieran, pero lo único que conseguía así era aumentar el morbo de aquellos tipos por someterla a aquella tremenda vejación.

“¡Espera!”, gritó el jefe, “¡Colócala mirando para acá!... ¡Que su maridito pueda verlo bien!”

El secuaz arrastró su cuerpo sobre el suelo manteniendo a la pobre Yola despatarrada sobre sí, asegurándose de que no se le saliera su polla del coño, hasta quedar en una posición en la que Rafa, desde donde se encontraba, pudiera ver perfectamente la penetración de su mujer.

“¡Venga, tío, dale ya, esta putita se mueve más que el rabo de una lagartija!”, dijo el tipo desde debajo de Yola.

Su jefe se acercó a ambos, separando las piernas para poder colocarse sobre la espalda de la pobre mujer, dirigiendo su polla con una mano hacia su ya ocupada vagina. Le costó un poco metérsela, porque, a pesar de lo dilatado que Yola tenía el coño después de las violaciones anteriores, parecía imposible que pudiera recibir dos pollas a la par. Sin embargo, una  vez que hubo logrado meterle la punta, agarró con fuerza los hombros de la mujer y usó el apoyo para clavársela hasta el fondo, deteniéndose entonces por un momento antes de acompasar sus limitados movimientos con la polla de su compañero.

Cuando Yola sintió casi como si la desgarraran la vagina, abrió la boca en un agónico grito, pero ningún sonido salió de su garganta, dejándose caer, casi desvanecida, sobre el hombre que tenía debajo, lo cual fue lo mejor que podía pasarle, ya que, una vez acompasados y limitados por la estrechez del agujero, ambos hombres comenzaron un brutal mete y saca de sus pollas de su coño, lo que debía de estarle provocando un sufrimiento tan atroz que no hubiera podido soportarlo si hubiera estado plenamente consciente.

Rafa, desde su posición privilegiada, se veía incapaz de apartar la mirada de cómo aquellas dos pollas estaban perforando el coño de su mujer, que ya sólo era un cuerpo desmadejado en medio de los cuerpos de sus violadores, cómo se acompasaban para metérselas y sacárselas a un tiempo, y cómo el cuerpo de Yola temblaba con cada embestida. ¡Dios mío, iban a partirla por la mitad!...

Gracias a Dios, el morbo que aquella brutal penetración producía en aquellos tipos hizo que no duraran demasiado antes de correrse, y el marido pudo ver cómo su semen se escurría fuera del coño de su mujer mientras se salían de ella, dejándola tirada en el suelo, hecha un trapo…

Agotados después de la tremenda y maratoniana sesión de sexo, los tres tipos se dirigieron a la cocina para buscar algo de comer y, sobre todo, de beber, dejando a Rafa atado en el sillón y a Yola tirada en el suelo, conscientes de que la pobre mujer no podría moverse en bastante tiempo.

Desde su posición, Rafa podía ver cómo, entre las piernas abiertas de su mujer asomaba su coño, grotescamente abierto, y cómo rebosaba de semen, que caía entre sus piernas mezclado con un poco de sangre y, extrañamente, se sintió tan excitado que empezó a experimentar una tremenda erección viendo a su mujer en tal estado.

Mientras tanto, Yola recuperó lentamente la consciencia plena… Se sentía destrozada, la cabeza le iba a estallar, tenía la garganta seca, sentía las extremidades entumecidas, le dolían las tetas y el coño le escocía tremendamente, pero lo peor es que se sentía sucia después de haber sido usada por aquellos hombres, y sintió cómo sus ojos se llenaba de lágrimas que no podía contener mientras resbalaban por sus mejillas, comenzando a sollozar incontrolablemente mientras su cuerpo temblaba por los hipidos.

Cuando aquellos tipos regresaron al salón, Yola se había calmado un poco, pero seguía en el suelo, acurrucada en posición fetal, pero desde donde estaba Rafa aún podía verse su coño dilatado y rezumando semen, lo que le había mantenido en una erección constante que no pasó desapercibida para el jefe de la banda.

“¡Eh, chicos!... ¿Os habéis fijado en el maridito?. ¡Se ha empalmado viendo el chocho de su mujercita bien follado!. ¡Menudo cabrón!”

“¡Jajajajajajaja!”, se rió el que había propuesto la doble penetración vaginal de Yola, “Pues habrá que enseñarle a hacer algo con eso, ¿no?”…

El jefe, sin decir nada, pero sin apartar la vista del avergonzado Rafa, se acercó a la desvalida mujer, que se encogió al sentirlo acercarse a ella, y la agarró del pelo, obligándola a incorporarse.

“¡Ponte a cuatro patas, guarra!”, le ordenó.

Una vez que la aterrorizada Yola hubo obedecido, le dijo, “Ahora quiero que te pongas entre las piernas de tu maridito y se la chupes como tú sabes hacerlo, ¿estamos?”.

Yola, ante la atónita mirada de su marido, se acercó adonde se él se encontraba y, colocándose entre sus piernas comenzó a masturbarle con la mano, acabando por inclinar la cabeza y, tímidamente, comenzar a chuparle la punta de la polla de su marido.

“¡Mirad a esta puta!. ¡Le da vergüenza hacerle una mamada a su maridito delante nuestra!, jajajajajajaja… ¡¡O se la haces como Dios manda o lo que te hemos hecho hasta ahora te parecerán las caricias de tu amante!!”.

Aterrada, Yola comenzó a afanarse en mamar la polla de su marido, agarrándosela con una mano mientras se la introducía en la boca y su cabeza comenzaba a subir y bajar rítmicamente, metiéndosela cada vez más dentro mientras la rozaba con la lengua.

Rafa estaba disfrutando con la mamada de su mujer como había disfrutado, y hubiera deseado tener las manos libres para poder sujetarle la cabeza, apretándola contra su miembro hasta que le llegase a la garganta.

Mientras tanto, el negrazo separó las piernas de Yola y apretó la cabeza de su inmensa polla contra el esfínter de la mujer. “¡Voy a follarte el culo, zorra!. ¡Tienes el chocho tan abierto que ni me enteraría si te la meto por ahí!”

Sin preparación alguna, con un potente movimiento de sus caderas se la metió entera en el culo, sin importarle lo más mínimo el dolor intenso que le provocaba, comenzando un duro mete y saca mientras la sujetaba por las caderas para controlar el enculamiento, sacando aún más placer de los gemidos de dolor de la pobre mujer, ahogados por la polla de su marido profundamente metida en su boca.

Yola ya no podía sentirse más humillada mientras, forzada a ponerse a cuatro patas entre las piernas de su marido, era obligada a mamarle su minúscula pollita mientras su culo era destrozado por enésima vez aquella noche por la enorme polla de aquel negrazo, y creía que le sería imposible sentirse más denigrada, sucia y, ¡ooooooohhhhhhhhh, ¿excitada…?. ¿Cómo podía sentirse tan excitada mientras aquel cabrón la enculaba salvajemente?!... “Tengo que ser muy puta para sentirme así”, pensó, con un sentimiento de culpa hacia su marido…

Pero, en aquel preciso instante, como si pudiera leerle la mente, el líder se acercó a ella, colocando su boca cerca de su oído, le susurró:

“Yoli, Yoli…, ¿no te has preguntado cómo es posible que una pandilla de yonquis drogatas se haya colado en tu casa y que su jefe lo sepa todo sobre tu intimidad?... ¿En serio no ha pasado esa pregunta por esta cabecita vacía?... ¡Pues eres aún más tonta de lo que parecías!, jajajajaajajaja”…

Lo cierto es que Yola ni siquiera se lo había planteado y la risa de aquel tipejo hizo que sus ojos se abrieran como platos, queriendo saber qué quería decir aquel tipo…

“Si fueras un poco más lista ya te habrías dado cuenta de que sólo una persona puede haberme proporcionado tanta información…, digamos, íntima… Un mierdecilla que quería ver cómo te follaban a lo bestia unas buenas trancas porque la suya ni te hace cosquillas en el coño…, pero una persona tan inútil que no pensaba dónde se metía… ¡Ni dónde ni cómo te la iban a meter a ti, guarrilla jajajajajajaja!”

Alucinando ante lo que oía, y ante los demoledores sentimientos de repulsión que despertaba en ella, Yola sólo pudo levantar los ojos para cruzar su mirada con la de su marido, quien no había podido oír lo que aquel descerebrado le decía a su mujer y se sentía en la gloria, viendo cómo el pedazo de hembra orgullosa que tenía por mujer era doblegada y obligada a mamárselaaaaaaaaaaarrrrrgggggg…

En aquel momento, Yola mordió con fuerza la polla de su marido… y se corrió como una loca mientras sus flujos vaginales manaban de su coño como una fuente, mojando las piernas de su, al menos hasta ahora, violador, y encharcando el suelo del salón entre sus piernas abiertas… 

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Después de aquello, Yola tardó mucho tiempo en empezar a perdonar a su marido. Nunca llegaron a denunciar a aquellos hombres que la habían violado tan salvajemente porque ello hubiera implicado destapar la “participación” de Rafa en el asunto, y porque tenían miedo a las represalias que pudieran tomarse aquellos tipos si los denunciaban…

Sin embargo, Rafa, a pesar del doloroso “recordatorio” de los sucesos de la noche en su miembro viril, que tardó un par de semanas en curar completamente, seguía excitándose al volver a visualizar la imagen del coño de su mujer brutalmente penetrado por las dos pollas de aquellos tipos, tanto, que había tenido que llegar a esconderse en el cuarto de baño para cascársela, del dolor de huevos que le producía tanta excitación contenida…

Y Yola, por su parte, es obvio que tampoco podría olvidar nunca lo sucedido aquella tarde, llegando a sentir una gran ansiedad cada vez que se preparaba para meter la llave en la cerradura de la puerta de casa, pero, con el paso del tiempo, llegó a no saber realmente qué le provocaba aquella ansiedad…, si el temor a lo que pudiera ocurrir dentro o…, rememorar la excitación salvaje que llegó a sentir cuando, completamente agotada, su mente dejó de ser capaz de procesar las sensaciones ante lo que estaba ocurriéndole y fue su cuerpo quien tomó el control… ¡Nunca había vuelto a sentirse como cuando estaba siendo enculada por aquel negrazo mientras le chupaba la polla a su marido!... Y ese sentimiento la hacía sentirse sucia y avergonzada de sí misma… y muy, muy caliente, llegando a mojarse las bragas…

Meses después, al acabar la jornada de trabajo y regresar a casa, Yola abrió la puerta y se encontró todo oscuro. Mientras tanteaba con su mano buscando el interruptor de la luz, una voz conocida resonó en la habitación.

“¡Nos vemos de nuevo, Yoli…!”

Y Yola sintió entonces cómo se orinaba encima, de miedo…, y placer

FIN