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Una noche de copas

en Hetero: General

El plan para la noche no era malo en absoluto. Quedar con tres amigos de la infancia a tomar unas cervezas, cenar algo y, si había ánimo para continuar la noche, beberse alguna copa en cualquiera de los pub de la zona por donde íbamos a estar.

Yo no solía salir mucho con mis viejos amigos de toda la vida. A mis cuarenta y ocho años yo era el único divorciado del grupo por lo que quedar con ellos era difícil porque siempre había alguno   que no podía por alguna circunstancia personal. Todos ellos estaban felizmente casados al menos de cara al exterior. Yo siempre fui la oveja negra del grupo. El más precoz, para todo, para casarme, para tener hijos, y desde hacía tres años, para divorciarme.

Después de varios años de novios, quince años de casado y dos hijos casi adolescentes, me divorcié como lo hacen la mayoría de los españoles que pasan por este trance, con mucha disputa absurda, mucho rencor y muchas cuentas personales pendientes. Pero lo cierto es que yo ya tenía el divorcio superado y me encontraba en un buen momento personal.

Tras encontrarme con los amigos lo primero que hicimos fue entrar en un bar a tomar varias rondas de cervezas, y continuación cenamos de tapas en un bar próximo. Como es lógico, la gran parte de la conversación de la noche se centró en mi situación personal. La conclusión era clara para mis amigos, mi ex no me merecía, nunca me debería haber casado con ella y una parte la culpa era mía por ser un marido poco pendiente de su mujer. El hablar siempre de mi situación personal a mí me aburriría y para mis adentros pensaba que cuántos de ellos tendrían un matrimonio igual o peor de lo que había sido el mío y cuáles de ellos estarían divorciados en los próximos años.

Cuando terminamos de cenar acordamos ir a un pub cercano, a tomar una copa, donde la música que ponían era siempre española de ochenta y noventa. Para allá que nos fuimos.

Al entrar en el local este estaba repleto de gente con una media de edad parecida a la nuestra, unos pocos treintañeros, muchos cuarentones y algunos cincuentones. Lo que si me sorprendió fue ver que muchos de los grupos estaban formados o bien por hombres solos o bien por mujeres solas, lo cual indicaba con claridad que era un local donde las personas iban a tratar de ligar unos con otros. Tras pedir en la barra nos situamos, como no podía ser de otra manera, pegados a un grupo de seis o siete mujeres que deberían estar todas en los cuarenta y tantos. En el grupo había de todo, guapas, feas, femeninas, marimachos, creídas, sosas, bailonas, etc… Estaban, en tan pocas mujeres, todos los estereotipos que te puedas imaginar.

Nada más ponernos cerca del grupo de mujeres me percaté que ellas también se fijaban en nosotros ya que empezaban a cruzar miradas entre ellas mirándonos y a hablar con alguna que otra risa.

Rápidamente me fijé que una de ellas destacaba, para mí sobre el resto. No la más guapa pero, sin duda, era mi prototipo de mujer en el momento que me encontraba.  Mediría uno sesenta y cinco como mucho, delgada pero con formas, castaña con media melena, ojos claros, llevaba una minifalda negra de vuelo, blusa blanca con algo de escote donde se marcaba ligeramente el encaje del sujetador que cubrían unos pechos tamaño normal,  medias negras y un ligero tacón. No iba muy maquillada y parecía alegre y simpática. Decidí que si existía alguna posibilidad, esa mujer sería mi objetivo. Por si las cosas no salían bien del todo con esta chica me fijé en otra de las amigas que también podría ser un objetivo a realizar.

Uno de mis amigos empezó a hablar con una de las mujeres del grupo y poco a poco el resto cruzamos alguna frase a gritos debido al volumen de la música con alguna de ellas pero siempre sin que pareciera que las conversaciones fueran a derivar en nada más. Incluso alguno de mis amigos ya empezaba a mirar el reloj como indicativo que la noche llegaba a su fin.

En un momento determinado el grupo de amigas se agrupo frente a un teléfono móvil de una de ellas para hacerse el serlfie de la noche. A mí no se me ocurrió otra cosa que ponerme detrás de ellas y sonreír con clara intención de salir en la foto. Esto lo hice, sin duda, como consecuencia de llevar algo más de alcohol del aconsejable. Seguí bailando y charlando con mis amigos cuando alguien me llamó tocándome el hombro para que me girara.

- ¿Te gusta salir en la fotos de los demás? – Me preguntó alzando mucho la voz para que la oyera.

Era la mujer en la que me había fijado en un primer momento. Me lo preguntaba en un tono serio y acercando su cara mucho a la mía para que la oyera. Al hacerlos me mostraba un móvil con la foto que se habían hecho las amigas ampliada de manera que yo salía de manera inequívoca detrás de ellas sonriendo.

- Vaya si soy yo – Le contesté  tratando de hacerme el simpático – Está muy mal que saquéis en la foto a las personas sin preguntar.

- Como tienes tanta cara de decir eso. Te has puesto aposta y además sonríes mirando al teléfono. – Decía muy seria.

Lo último que yo pretendía era que se enfadara por algo así por lo me dispuse a arreglar la situación.

- He hecho una tontería al ponerme detrás vuestra para salir en la foto y hacer la gracia. Discúlpame – Le dije acercándome y levantando la voz para que me oyera. - Si quieres os hago otra foto con tu móvil  a ti y a tu grupo de amigas y así puedes borrar esta.

- ¡Que no pasa nada! Estaba de broma. Perdóname tu si te vacilado – Añadió sonriéndome.

- Joder me habías asustado.

- ¿Acaso tengo cara de ser tan borde? – Me preguntó gesticulando mucho por si no oía.

- Al revés y por eso me extrañaba. No tienes cara de ser borde. Sino de todo lo contrario.  – Grité

- Ahora mejor – Añadió gritando.

Me fijé que tenía la copa vacía en la mano excepto por un único hielo que deslizaba cuando ella la movía.

- ¿Te puedo invitar a una copa como señal de paz? – La pregunté con mi mejor sonrisa.

- No acepto invitaciones de desconocidos siguiendo el consejo de mi abuelita – Me contestó devolviéndome la Sonrisa.

- Hola. Me llamo Arturo – Le dije alzando la voz a la vez que le tendía la mano con cortesía a modo de saludo – Me gustaría dejar de ser un desconocido para poder invitarte a una copa.

- Hola Arturo. Ya no eres un desconocido y acepto tu invitación. – Me respondió acercando su cara a la mía para, a continuación,  darme un beso en cada mejilla como saludo.

- Encantado y ahora lo que toca es intentar llegar a la barra a pedir pasando entre esa barrera de gente que no nos lo va a poner fácil. – Le dije mirando por dónde ir.

Sin dudarlo la cogí de la mano y empecé a pasar con ella entre el gentío para poder llegar a la barra. Ella no hizo ningún gesto de contrariedad porque yo la hubiera cogido de la mano, sino que al contrario, parecía que la situación la divertía. Pedimos las consumiciones, pagué y en vez de volver con nuestros respectivos grupos de amigos nos quedamos en un rincón de la barra.

- No me has dicho cómo te llamas – La pregunté acercándome a su oído para que me oyera.

- Elsa – contestó.

Hablamos de trivialidades a gritos durante unos minutos estudiándonos ambos tratando de mantener una conversación amena. Como estábamos en un rincón de la barra la gente nos empujaba para lograr pedir consumiciones y en un momento determinado empujaron a Elsa contra mí de manera que su cuerpo se quedó pegado al mío. No pareció importarle porque se quedó así a pesar de poder separarse. Y así seguimos hablando un rato más hasta que se acercó uno de mis amigos para informarme que todos ellos ya se marchaban. Lo último que hizo antes de darse la vuelta para irse fue guiñarme un ojo.

- Tu amigo te ha guiñado un ojo. – Me dijo sonriendo.

- Mi amigo es tonto desde que era pequeño. Te lo digo con seguridad porque le conozco desde entonces – Contesté agarrándola de la cintura.

A ella no le importó que mi brazo recorriera su cintura, al contrario, aprovechó para acercarse más y apoyar su cuerpo contra el mío. Yo sentí su cuerpo cálido bajo su blusa, unos pechos firmes apoyarse contra mi pecho y una cintura estrecha y fuerte.

Al rato y mientras hablábamos sobre la música pero sin separarnos  vino una de sus amigas para decirle que ya se marchaban todas y tras despedirse le levantó el pulgar en señal de aprobación.

- Tu amiga te ha levantado el dedo pulgar – Le dije yo en respuesta a lo que había sucedido antes con mi amigo.

- Pues si tu amigo era tonto esta amiga mía es demasiado lista. – Contestó sonriendo.

No me lo pensé. Acerqué mi rostro al suyo, miré sus labios carnosos y ligeramente maquillados todavía y la besé. Fue un beso corto e incluso casto pero cargado de sensualidad. Elsa no solamente se dejó besar sino colaboro facilitándomelo elevando ligeramente el rostro.

Seguimos charlando pero yo me encargué de no quitar en ningún momento mi mano de su cintura como si no tuviera intención de dejarla escapar. Ella seguía con su cuerpo apoyado en el mío de manera que sentía el calor que emanaba. Yo pensaba la manera de preguntarlo sin estropear la noche cuando ella acercó su rostro al mío y yo pensando que me iba a decir algo acerqué el mío relajado y, para sorpresa mía, me volvió a besar.

Este beso fue más largo. Al principio solo juntamos los labios pero, espontáneamente, ambos los separamos para juntar nuestras lenguas y dejarlas jugar en nuestras bocas. Cuando nos separamos no dude en hacer la pregunta que tenía en la cabeza desde hacía un rato.

- ¿Quieres que vayamos a algún otro lado a tomar algo? – La pregunté alzando la voz – Algún sitio donde podamos hablar sin tener que gritar.

- Lo mismo te iba a proponer yo. – Me dijo Elsa – Mejor nos vamos.

La agarré, nuevamente, de la mano y logré pasar entre toda la gente qua había hasta llegar a la puerta con mucha dificultad. Cuando salimos fuera del local nos sorprendió el silencio que había en comparación al pub de donde salíamos.

- Que gusto. Ya empezaba a estar un poco agobiada  de estar ahí dentro. – Dijo

Ahora si la pude ver bien a la luz de las farolas que alumbraban la noche. Era más guapa de lo que me había parecido cuando la vi. Tenía un aspecto elegante y sensual. Sus pechos no eran ni pequeños ni grandes pero me costaba trabajo evitar mirarlos.

- ¿Dónde quieres ir? – Pregunté.

- La verdad es que no conozco nada por esta zona – Me contestó – ¡Sorpréndeme!

- Yo he venido en taxi para poder beber con tranquilidad y tampoco me suelo mover por este barrio. – Y añadí con sutileza – En mi barrio si conozco locales, más tranquilos, que estarán abiertos todavía…

-Pufff… que pereza ir ahora a otro pub. Yo la verdad es que no tengo ganas de seguir bebiendo. Ya he bebido demasiado esta noche. – Dijo.

Lo único que pensé es que me había precipitado con el ofrecimiento y me había cargado el plan de la noche. Seguro que ahora me ponía una excusa para marcharse a su casa. Otra vez que los planes se estropeaban por abrir la boca a destiempo.

- ¿Te apetece venir a mi casa y si quieres te invito a que te tomes una copa? - Me preguntó de repente sin mirarme mientras andábamos por la calle cogidos de la mano.

Yo me quedé de piedra al oír el ofrecimiento. Intente disimular pero mi corazón empezó a bombear sangre a doscientas pulsaciones por minuto y mi polla se empezó a empalmar al instante.

- Pues yo tomaría otra, la verdad. Pero ya más tranquilos. – Contesté.

- Entonces busquemos un taxi. No sé si será fácil encontrar uno a esta hora – Añadió Elsa.

Empalmado como un toro bravo paré un taxi y ella le dijo la dirección de su casa. Estábamos relativamente cerca para ser una gran ciudad. Al principio del trayecto apenas si hablamos pero de repente y mientras hablábamos de cualquier tema, instintivamente, puse mi mano sobre su rodilla más próxima. A ella no pareció importarle porque acercó su pierna a la mía separando ligeramente las suyas. Yo no podía dejar de mirar sus muslos tapados hasta la mitad por la falda de vuelo. Cuando llegamos al portal de su casa, el vehículo se detuvo y yo pagué mientras ella descendía. 

Subimos en ascensor hasta un quinto piso casi sin hablar aunque yo era consciente de lo que iba a pasar a continuación. Llegamos a su puerta y Elsa la abrió tratando de  hacer el menor ruido posible y una vez dentro me cogió de la mano, tiró de mí y me llevó directamente al salón. Este era mediano, decorado de la forma habitual, con buen gusto y acogedor.

Me pidió que la espera sentado porque iba a ir al baño un momento. Yo preferí deambular por la estancia mientras la esperaba. Sobre una estantería pude ver varias fotos de Elsa con familiares y en varias de estas fotos estaba ella junto con una niña de unos diez años. Era madre y seguramente divorciada como yo.

Cuando volvió y frente al sofá, la cogí de la cintura, la acerqué a mí y la besé. Nos introdujimos ambos nuestras lenguas en nuestras bocas sin prisa, saboreándonos con detenimiento mientras permanecíamos abrazados.

Ella empezó a recorrer con sus manos mi espalda y yo la imité durante un largo minuto pero después,  llevé una de mis manos bajo su blusa para recorrer su cintura. Su piel era extremadamente suave y cálida lo cual me llevaba a estar en un estado de excitación máximo.

Subí mi mano por su espalda y pasé la mano por encima de la parte de atrás del sujetador que era suave al tacto. Bajé la otra mano y, con prudencia, la empecé a pasar por la parte superior de sus nalgas y al ver que Elsa no ponía ninguna objeción continué pasando mi mano, pero esta vez bajando más, sobre su culo.

Ella introdujo, también, las manos bajo mi camisa y empezó a recorrer mi espalda con sus manos mientras me abrazaba y al hacerlo me acariciaba, intencionadamente, con las uñas, únicamente, lo cual me estaba excitando sobre manera.

Baje ambas manos por los lados de su culo, y cuando este se acabó continué inclinándome levemente, lentamente, por las piernas, sobre su falda de vuelo. Cuando noté que prenda se acababa llevé mis manos a sus muslos y pude notarlos calientes y tersos bajo las medias. Ahora ascendí por los muslos dejando que la falda cubriera mis manos y enseguida llegué a la cinta bordada y elástica que sujetaba las medias a sus piernas.

Ella separó ligeramente sus muslos, variando la posición de los pies, para facilitarme la exploración con mis dedos y lo hizo sin ningún pudor y al tiempo ella llevaba sus manos a mi cinturón y comenzaba a soltarlo. Esto era toda una declaración de intenciones por lo que decidí que tenía vía libre.

Seguí subiendo mis manos por sus muslos, tocando por primera vez su piel al dejar el final de las medias atrás, y estos eran extremadamente suaves al tacto y, cuando continúe ascendiendo, llegué al comienzo de sus glúteos que me parecieron muy firmes. En ellos me detuve en pasar mis dedos con dulzura y parsimonia para luego seguir subiendo. Y al hacerlo alcancé el extremo inferior de una braguitas con encaje que le cubrían una pequeña proporción del culo sin llegar a ser un tanga. Las toqué con delicadeza, pasando mi mano lentamente varías veces sobre ellas y, al final, introduje los dedos de una mano bajo estas y sobre su terso culo.

Mientras, ella, continuaba también con su exploración particular. Con una sola mano, ya que con la otra continuaba acariciándome la espalda, con gran maestría, desabrochó mi cinturón de manera enérgica con un fuerte tirón para, a continuación, desabrochar el botón  del pantalón con dos únicos dedos. Yo alejé mi cintura de la suya para facilitarle todo el trabajo posible. No quería que se encontrara obstáculo alguno que impidiera su intención. Con el pantalón desabrochado de manera que no presionaba mi cintura recorrió con su mano la parte superior de mi calzoncillo con introduciendo levemente algún dedo por debajo.

Dejando la mano oculta por falda que tenía en su culo, con mis dedos bajo el lateral de sus braguitas, dirigí la otra a su escote separando ligeramente mi torso del suyo. Dejé de besarla, y sin mirar su reacción empecé a desabrochar el primer botón superior de su blusa. Al hacerlo ella dejó sus manos quietas, una en la espalda y la otra cerca de mi bragueta, y fijó su mirada en mi mano. Tras soltar el primer botón mostrándose su sujetador blanco bajé mi mano al segundo y lo solté sin prisa, y un tercero, y un cuarto y el quinto y último. Entonces metí mi mano entre su blusa y su cuerpo, separé más mi torso del suyo y llevé la prenda a un lado todo lo que pude mostrándome lo que tanto ansiaba.

Ahí tenía una vista increíble del sujetador que cubría sus pechos. Este era tremendamente sensual. Blanco, con bordados en algunas zonas apartadas, algo pequeño para el tamaño de los pechos ya que estos parecían querer escaparse de su interior y casi transparente en su totalidad permitiendo apreciar unos pezones abultados. Recorrí la prenda con la yema de mis dedos  despacio, con cuidado pudiendo apreciar la dureza de su pezón al pasar sobre él.

Elsa decidió continuar, también, con su exploración. Bajó mi bragueta sin dificultad y metiendo su mano bajo mi pantalón palpó mi polla despacio sobre mi ropa interior. Parecía comprobar si mi excitación era realmente la que ella deseaba encontrar. La recorrió con su mano varias veces  de arriba a abajo presionándola con fuerza llegando a agarrarla sobre la tela.

Yo decidí no demorar ya lo que estaba deseando que ocurriera. Dejé de acariciar su pecho sobre el sujetador y su culo bajo sus braguitas y lleve ambas manos a su cintura comenzando a palpar la parte superior de su falda mientras volvíamos a besarnos. Cuando encontré lo que buscaba, la cremallera, la bajé con algo de dificultad y dejé que la prenda se deslizara por sus piernas. Ella se separó de mí con delicadeza, me miró con dulzura y deseo.

- Mejor vamos a mi dormitorio – y diciendo esto me cogió de la mano y me guío.

Yo iba detrás de ella por el pasillo mirando su trasero apenas tapado por unas braguitas blancas, delicadas, con algo de encaje, casi transparentes y que apenas cubría por los laterales sus nalgas. Desde detrás su culo se veía firme, con formas pero sin ser demasiado grande, sus piernas con medias negras hasta medio muslo, tremendamente sensuales y su andar muy provocativo con la blusa oscilando por los lados abierta.

Cuando entramos en el dormitorio ella encendió una lámpara de pie que lucía de manera acogedora. La habitación estaba decorada de manera funcional, sin estridencias ni nada que desentonase. Ella se quedó, frente a mí pero algo alejada, en el borde de la cama, dejó caer la blusa y la tiró con delicadeza a un lado.

Ahí la tenía, a un metro enfrente de mí y no pude evitar recorrer su cuerpo con la vista. Fijarme en su sujetador medio transparente con sus pezones muy marcados, en su vientre casi plano a pesar de que, seguramente, superaba por poco los cuarenta y de la parte de delante de sus braguitas que también eran transparentes sobre el monte de venus y  en las que no se apreciaba nada de vello púbico. Tenía unas piernas bonitas cubiertas con las medias ligeramente separadas lo cual me excitó sobremanera.

Tras dejarme mirar su cuerpo se aproximó hasta mí lentamente, acercó su boca a la mía iniciando otro beso cargado de erotismo, dirigió sus manos a mi camisa desabrochando la totalidad de los botones para, a continuación, quitármela arrojándola sobre su blusa. Luego bajó sus manos a mi pantalón y me los deslizó por las piernas con decisión. Yo dejé de besarla para agacharme y terminar de quitarme la prenda, junto con los zapatos y los calcetines tan rápido como pude. Cuando me incorporé, ella me miró el paquete tan marcado que tenía bajo los calzoncillos y sonrío. Entonces con una mano agarró la goma superior y tiró hacía delante e introdujo la otra hasta coger con delicadeza mi polla empezando a masajearla mientras la miraba asomándose en el interior de mi ropa interior.

Yo dirigí mis manos a su espalda y con extrema facilidad logré soltar su sujetador. Tras dejarlo suelto llevé mis manos a los tirantes y los deslicé por sus hombros de manera que se resbalaron por sus brazos hasta caer, dejando sus pechos libres. Ahora  los miré con detenimiento al tiempo que recorría uno con mi mano. Eran algo más grandes de lo que me había imaginado, caían muy levemente por la edad, pero aun así eran fuertes y sugerentes, con unos pezones muy erectos y de aureola oscura. Lo recorrí en su totalidad, incluso sosteniéndolo sobre las palma de mi mano y cuando toque su pezón me sorprendió su dureza y lo bonito que era.

Elsa dejó de masajearme el miembro y con ambas manos bajó mis calzoncillos dejando mi polla liberada tremendamente erecta. La volvió a agarrar y se sentó en el borde de la cama y se quedó unos segundos observándola de cerca para, a continuación, comenzar a subir y bajar su mano con parsimonia sobre ella descubriendo el capullo. Me miró desde su posición y acercó mi verga a su boca recibiéndola con la lengua fuera para comenzar a deslizarla por mi glande. Lo hizo describiendo círculos sin dejar ningún rincón sin salivar. Luego, continuó recorriendo el resto del miembro con su lengua hasta llegar a los huevos para comenzar de nuevo ascender. Lo recorrió varias veces subiendo y bajando. Esto lo hizo durante un largo minuto y pasado ese tiempo se la introdujo en la boca y empezó a mamármela con dedicación mientras me manoseaba la totalidad los huevos con la mano.

Mientras ella se centraba en mi miembro yo llevé una de mis manos a sus pechos y los recorrí, apreté y pellizqué tanto como me dejaba mi posición elevada. Pero yo quería más. Sin pensármelo dos veces alejé su cabeza de mi polla y tiré de Elsa hacía la cama para que se recostara. Ella se dio cuenta de mis intenciones y se tumbó en un lado dejándome el otro a mí.

Pero yo en vez de tumbarme a su lado me quedé al frente de la cama, me incliné hacía delante y separé sus piernas tanto como pude para ver el interior de sus muslos. La parte interna de sus braguitas era, también, transparente por lo que podía ver sus labios vaginales oscuros plegados bajo ellas. Deslicé mis manos por sus muslos hasta tocar su coño sobre su ropa interior y pude notar su humedad y calor mientras ella me miraba muy atenta a mis evoluciones. Entonces llevé mis manos a los laterales de las braguitas y empecé a deslizarlas por su cadera. Ella me ayudó levantando el culo y luego las piernas para que yo pudiera sacarlas. Y cuando terminé de quitárselas, Elsa se quedó tumbada con las piernas abiertas mostrándome su coño totalmente depilado con unos labios grandes y oscuros. Abrió más piernas para mostrarme su sexo sin rubor. Ya no era la Elsa delicada y algo tímida con la que hablaba en el pub.

Ahora si me situé a su lado sin llegar a tumbarme del todo ya que quería ver su sexo mientras lo tocaba. Deslicé mi mano sobre su tripa y seguí bajando hasta llegar a su monte de venus depilado, continúe hasta su coño y entonces pasé mis dedos sobre sus labios vaginales. Al hacerlo estos se abrieron empapados y calientes. Los separé con los dedos y comencé a  acariciar el suave interior de su coño. Ella se inclinó hacia delante para ver como la acariciaba. Empecé a introducir mis dedos en su interior y Elsa se tumbó nuevamente y comenzó a emitir leves gemidos mientras yo la masturbaba recorriendo la totalidad de su viscoso interior. Luego comencé a meterlos y sacarlos aumentando la velocidad y pasado un minuto se estremeció y templo ligeramente lo cual me indicó que había tenido su primer orgasmo.

Rápidamente se recuperó de la corrida, irguió su cuerpo, sonriéndome y dirigió su boca hacía mi polla y al hacerlo se puso a cuatro patas pasando una pierna sobre mi cabeza. Ahora quería un sesenta y nueve conmigo debajo. Cuando se situó encima de mí cogió mi miembro con una mano y se lo introdujo en la boca hasta la mitad y empezó a chuparlo con ansiedad. Yo tenía una magnifica vista de su precioso culo y, justo encima de mí cara, su coño empapado en flujos por lo que la forcé a separar las piernas todo cuanto podía, elevé mis manos y separé sus nalgas tanto como logré para ver mejor su sexo abierto. Empecé a lamer su raja con mucho deseo recorriéndola hasta el último rincón. Con mis dedos traté de abrir su coño para facilitarle a mi lengua su trabajo y al mismo tiempo no dejé de sobarlo con lascivia. Ella lamia mi polla recorriéndola en su totalidad sin sacársela de la boca, babeando y gimiendo sin soltarla.

Temía correrme cuando ella, afortunadamente, dejo de mamármela y se quitó de encima mía dejándose caer a un lado. Yo me quede mirándola. Estaba con las piernas abiertas enfundadas en las medias negras y con los pechos y sus pezones erectos subiendo y bajando por su reparación agitada. Yo me incorporé y la sonreí.

- Quiero follarte ya. – La dije.

- Y yo quiero que lo hagas. – Contestó.

Para mi sorpresa se levantó de la cama y se quedó a un lado. Yo aproveché para volver a recorrer su cuerpo con la mirada. Cara bonita, pechos medianos algo caídos por la edad pero bellos con grandes y oscuros pezones tiesos, coño totalmente depilado con unos labios preciosos y unas piernas cubiertas por medias negras.

- Quiero hacerlo de pie. – Me dijo. – Me gusta de pie y por detrás.

Yo me levanté con la polla tiesa y me situé a su lado acariciando sus tetas mientras las miraba muy fijamente. Al pasar la yema de los dedos sobre los pezones me maravilló lo duros que estaban. Ella me agarró la polla mientras yo la acariciaba y se acercó mucho a mí para pasar mi glande por su coño empapado haciéndolo varias veces sin dejar de mirar mi miembro. Al final yo la giré con delicadeza situándome detrás de ella sin quitar una de mis manos sobre su pecho. Elsa se inclinó ligeramente hacía delante y se apoyó con una mano en la pared al tiempo que ponía su culo en pompa ofreciéndome su sexo. Yo flexioné, ligeramente, las rodillas y situé mi polla a la altura de su coño y lo restregué varias veces entre sus labios vaginales. Ella pasó la mano libre entre sus muslos, agarró con firmeza mi miembro y tiró de el para empezar a introducirlo en su coño. Entonces empujé con decisión pero lentamente y mi polla se empezó a introducir sin dificultad. Cuando llegué al fondo ella sacó la mano de entre sus muslos, la apoyó, junto con la otra en la pared y yo comencé a embestir repetidamente con fuerza.

Ambos gemíamos. Yo veía su espalda arqueada y sus manos haciendo fuerza contra la pared para no caer a cada vez que yo empujaba mi cadera contra la suya para que mi polla llegara hasta el fondo de su coño. Al mismo tiempo yo acariciaba sus pechos que se bamboleaban al ritmo de nuestros movimientos y pellizcaba sus pezones con delicadeza. Después llevé mis dos manos sobre sus glúteos, los separé tanto como pude y vi el orificio de su ano rosado y abultado. No pude evitarlo y lleve mi dedo pulgar a él sin soltar el culo. Cuando hice presión en el agujero ella hizo fuerza hacía arriba en clara confirmación de que quería le introdujera mi dedo. Entonces me chupé el índice y comencé a introducirlo lentamente. Elsa continuaba haciendo fuerza con las manos en la pared a cada arremetida de mi polla en el interior de su coño y, a la vez, erguía el culo para que yo pudiera introducir mi dedo en su ano. Cuando este empezó a introducirse vi sus músculos actuar para permitirme la entrada. Lo introduje solo hasta la mitad varias veces y de repente vi que me iba a correr.

- Me corro – La avisé

Elsa dio un paso hacia delante sacando mi polla de su coño, se giró rápidamente y se puso de rodillas delante de mía situando su cara delante de mi miembro. Yo empecé a masturbarme mirando su cuerpo, su cara sonriendo y su boca abierta esperando ansiosa. Cuando me corrí lo hice sobre su cara, pelo, boca y pechos en varias sacudidas.

Ella me mostró, jadeante, el interior de su boca llena de esperma mientras me sonreía, hizo el ejercicio de tragar y me volvió a mostrar su boca esta vez vacía. Luego se puso de pie buscando algo y cuando sacó de un cajón unas toallitas lo único que se limpio fue el pelo dejándose semen por su cara y pechos.

- Túmbate en la cama. Vamos a ver qué podemos hacer con tu polla que se está relajando y todavía no quiero terminar. – Y tras decir esto se puso de rodillas en la cama invitándome a subir.

Yo la mire. Tenía las piernas separadas y se podían ver sus labios vaginales oscuros caídos entre sus muslos pero empapados de los líquidos de ambos. Se echó a un lado para dejarme subir y al desplazarse vi sus tetas meciéndose con sus pezones oscuros y tiesos. Yo miré mi polla y la vi dudando si subir o bajar después de correrse. Pero ella la sacó de dudas.

Me tumbé poniendo la cabeza sobre la almohada y ella se sentó sobre la cama mirando hacía mi con su cuerpo a la altura de mi cadera. Tras sentarse, cogió mi miembro con una mano y abrió sus piernas tanto como pudo mostrándome su coño depilado, con labios abultados, abiertos y empapados.

Empezó a masturbarme mientras me miraba. Lo hacía masajeándome la polla con delicadeza, pasando sus dedos cada vez que subía por el glande y cuando bajaba dejando muy al descubierto mi capullo. Lo hacía sin prisas y sin dejar de mirarme. Mi polla reaccionó rápidamente y volvió a ponerse tiesa como al principio de la noche.

- ¿Por qué no te tocas tú también? – Le pregunté con prudencia.

Ella me sonrió y llevo su otra mano a su coño y empezó a masajeárselo a la vez que me masturbaba. Lo hacía despacio, recorriéndolo en su totalidad, separando sus labios e introduciéndose los dedos en ocasiones. Entonces acercó su boca a mi polla y se la introdujo hasta la mitad y empezó a mamarla.  Y mientras que me masturbaba, con la otra mano separó la parte superior de sus labios vaginales y comenzó a tocarse su clítoris hinchado con su dedo índice.

No me miraba. Estaba muy concentrada en la felación y en masturbarse con frenesí sobre su clítoris y yo me temí que me iba a volver a correr en su boca por lo que me erguí y moví la cadera para que ella dejara de lamerme. Cuando paró me puse de rodillas en la cama.

 - Túmbate tú ahora – Le dije. – Ahora me toca a mí.

A ella pareció gustarle la idea y se tumbó situándose en el medio de la cama y separando mucho sus piernas. Yo metí mi cabeza entre sus muslos y acerqué mi lengua a su coño. Empecé lamiéndolo desde abajo cerca del ano y fui subiendo, dejando que mi lengua separase sus labios hasta llegar al extremo superior. Ahí pude notar su clítoris muy hinchado. Abrí con mis manos su coño tanto como pude con su ayuda ya que ella separó las piernas de manera exagerada. Miré su clítoris estaba muy prominente. Me centré en rozarlo con la punta de mi lengua moviéndola tan rápido como podía mientras que introducía, a la vez, dos dedos en el interior de su coño, metiéndolos y sacándolos empapados. El coño de Elsa sabía a lujuria. Nunca había lamido el coño de una mujer después de habérmela follado pero no me importó que parte de los fluidos que saboreaba en sus labios fueran míos. Sin yo esperarlo elevó su cadera separando su culo de las sabanas para correrse al tiempo que agarraba mi cabeza con ambas manos y la empujaba contra su sexo con fuerza. Cuando se corrió lo hizo tensionando la espalda y temblando.

Ahora era yo el que quería más. Sin decir nada me coloqué sobre ella y situando mi polla sobre su coño descendí juntando nuestros cuerpos. Mi miembro se introdujo solo en su vagina sin que ninguno de los dos le tuviéramos que ayudar debido a lo empapados que estábamos ambos. Entonces eleve la espalda, apoyando las manos sobre el colchón y estirando los brazos, y empecé a penetrarla de manera rítmica. Ella se agarró a mi cintura dejándose follar mientras yo miraba sus pechos meciéndose al ritmo de nuestros cuerpos. Cada embestida me llenaba de placer porque podía notar todo el interior de su coño rozándose contra mi polla y podía notar lo mojados que estábamos ambos por la gran excitación que teníamos.

No duramos demasiado ninguno de los dos muy a nuestro pesar. Ambos, al unísono, nos corrimos haciendo sonidos guturales y tensando todos los músculos de nuestro cuerpo. Lo hice dentro de ella, tratando de prolongar al máximo  la eyaculación y en varias descargas brutales. Cuando me separé me puse de rodillas entre sus piernas abiertas. Miré su coño y vi como parte de mi esperma salía de entre sus labios y resbalaba sobre su ano para terminar sobre las sabanas. Ambos jadeábamos y tratábamos de recuperar el ritmo de la respiración. Ella me sonrío, se sentó con las piernas abiertas, mostrándome su sexo colorado,  lleno de fluidos viscosos y me beso sin prisa.

- Parece que ambos hemos cumplido con nuestro propósito esta noche – Me dijo. – Hoy hemos follado.

- Ya lo creo. – Contesté yo. – Y que bien que nos ha salido.

Ella se giró y se levantó de la cama. Recogió su ropa interior y su blusa colocándola con cuidado dentro de un armario muy ordenado. Se alisó el pelo retirándose algo de esperma de mi primera corrida y se quedó mirándome.

- Yo creo que ya es tarde. Mejor que te vayas a tu casa. – Y me preguntó - ¿Hay alguna mujer esperando que regreses mirando la hora, impaciente, porque no llegas?

- Que va. – Contesté. - Divorciado. Soy divorciado.

- Perdona por lo indiscreto de la pregunta. Te propongo que anotes, si quieres, tu teléfono en la agenda que hay en el aparador de la entrada de casa. Quizás podamos vernos algún otro día si te apetece. Si no quieres anotarlo, no pasa nada. – Me comentó – Yo ahora me voy a duchar y a dormir. Gracias por el rato. Me ha gustado mucho, de veras.

Y se acercó, me beso en los labios. Esperó a que me vistiera y se quedó en el umbral del dormitorio sin acompañarme a la puerta del domicilio. Cuando vi la libreta sobre el aparador de la entrada me quede pensativo. No. No anoté mi teléfono.

Salí de casa de Elsa siendo consciente de que nunca más volveríamos a follar.

O si….