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La profesora silvia

en Sadomaso

Mi primer día de trabajo. Y no de un trabajo cualquiera. Del trabajo. De ese con el que había soñado toda mi vida desde que era pequeña. Aún no tenía la plaza fija, sólo estaba haciendo una suplencia por embarazo, pero ya era algo.

Hoy era el primer día en el que iba a estar trabajando en el instituto, el sueño de mi vida desde que era niña.

-Silvia, ¿Verdad? La nueva, la suplente. Soy Carmén la directora. Tome asiento.

-Sí, esa soy yo. Gracias.

-Y permitame preguntarla si no es mucha molestía, ¿Qué hace en un instituto en lugar de trabajar de modelo?

Tragué saliva.

-Es el sueño de mi vida.

-¿Y la ropa que trae, dónde cree está? - Meneó la cabeza – Ya sé que las mujeres de hoy en día son muy libres de hacer lo que quieran. Pero esos chicos son adolescentes, ¿Me entiende?

-Creo que sí.

-Lo último que necesita son un montón de chicos calientes y chicas celosas. Mañana vístase de forma menos... provocativa. ¿Me ha entendido?

-Sí, señora directora.

-Está bien , está bien. Su trabajo consiste en dar clase. Son buenos chicos, salvo una excepción, Luis.

-¿Es problemático?

-Es el estudiante más dotado que hemos tenido en años, pero no te va a dar ni un segundo de respiro.

-No sé preocupé, se me dan bien los chicos, sé como tratarlos.

La directora me observó y luego movió la cabeza suspirando.

-Tengo 30 años de experiencia y aún no sé ni como comenzar a tratar a ese chico.

La clase estaba formada de forma paritaria, 11 chicos y 11 chicas, y un único líder. Luis resaltaba entre todos ellos.

Y como me miraba...

-Chicos, atended. Os presento a Silvia, vuestra nueva profesora

-Mucho gusto.

-Os dejo con ella, así que portaros bien. En especial tú, Luis.

-Yo no he hecho nada.

-Y tanto. Nadie te ha visto tocar un libro en tu vida.

-¿En serio? ¿Y qué tal los estudios?

-No baja de dieces – Respondió un compañero con resignación.

-Pues este nuevo vurso vas a tener que estudiar mucho y muy duro.

-Es lo que le dicen siempre, y nunca lo necesita. Ya le digo, no toca ni un libro.

-Salvo los porno – soltó uno por ahí.

-Oh, vaya.

-Como si vosotros no lo hicieráis. A ver si voy a ser el único que esta noche se la reviente a pajas pensando en ella y...

-Luis.

-Sí, ya sé donde está la sala de castigo. - Repusó tranquilamente.

-Silvia, por favor, acompáñale.

-Y encima se queda con la chica, hay que joderse.

Aún se oían las risas de los estudiantes por la broma cuando ambos salíamos por la puerta. Mi corazón latía con fuerza...

-Así que profesora.

-Sí

-De instituto.

-Sí.

-¿Por vocación?

-Si.

-¿Sigue pensando en responderme con monosílabos?

-No – Una sonrisa se me dibujó en la cara.

-Son los nervios. Pero conozco un remedio casero infalible. Venga, entre aquí.

-Pero esto es... es...

-El servicio masculino, claro. No pretenderá que entre al servicio de chicas, ¿Verdad?

-No, claro que no.

-Pues entra de una vez.

Me tendió la mano y se la cogí. Me deje guiar como si él fuera el adulto, y yo la chiquilla.

No era la primera vez que entraba a un servició de hombres. Ya había entrado una vez con mi chico hacía mil años, pero se sintió incómodo en lugar de excitado y decidió sacarme.

Y sin embargo, él estaba tan tranquilamente.

Aquí donde los chicos vendrían a mear y matarse a pajas pensando en mi...

-Y ahora entra ahí dentro y hágase un dedo. Mano de santo, te lo digo yo.

No podía dejar de mirar a un lado y al otro. ¿De verdad me acaba de decir que me hiciera un dedo? ¿Así, tan tranquilamente?

-Deje de mirar tanto, es igual al de las chicas. Y ahora hágame caso, entra ahí, y mastúrbese. Le vendrá bien.

Por un momento pensé que iba a salir corriendo como alma que lleva el diablo.

-Yo vigiló.

Y me metí. Cerré el pestillo por dentro y me senté en el retrete. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué no estaba haciendo? ¿De verdad creía ese chico que me iba a masturbar ahí dentro? ¿Con él vigilando?

Y sin embargo era lo que más me apetecía en el mundo.

-¿Y por qué no? - me dije a mi misma.

Me levante y me quité la fada. Volví a mirar el pestillo para asegurarme de que no podía mirar antes de bajarme las bragas.

Estaba empapada. Y terriblemente excitada.

Me abrí de piernas y me froté con la mano entera. Me tapé la boca con la mano libre para el niño que vigilaba la puerta no me oyera gemir.

Me moría de la vergüenza si me oyera gemir.

Me lo imaginé con el oído pegado a la puerta, o mirando por debajo. Mi falda estaba ahí, tirada en el suelo, así que sabía a ciencía cierta que lo estaba haciendo.

Pajeandome en el servicio de chicos.

Hasta que me corrí.

-¿Mejor?

Asintí con la cabeza. Había sido uno de los mejores momentos de mi vida.

-Pues vamos a la habitación de castigo antes de que nos echen en falta.

Pero antes tenía que lavarme. Me sentía realmente sucía. Y el olor. Me dirigí al lavabo y abrí el agua.

-Sería mejor si se los chupará.

-¿Cómo dices?

Mi corazón iba a mil por hora...

-Chúpeselos, los dedos. - Repetió. - Te gustará, tanto como la paja que se acaba de hacer, o más.

Me cogió la mano suavemente y me la dirigió a la boca. Había perdido completamente el contro de la situación, si es que alguna vez lo había tenido.

Comencé a chuparme los dedos, algo que deseaba hacer desde hacía mucho tiempo delante de un chico, pero que me daba una vergüenza terrible hacerlo.

Y lo estaba haciendo delante de un crío.

-No se lo dirás a nadie, ¿Verdad?

-Como si me fueran a creer. Oye tíos, he visto a la profe nueva, sí, esa que está que te cagas, pues esa, se ha lamido la corrida de sus dedos. Venga ya hombre y deja lo porros.

Le volví a sonréir.

Me tendió la mano y acepte. Ambos nos dirigimos a la habitación de castigo, que como era de suponer al ser el primer día y tal, estaba sola para nosotros dos.

-Debes firmar aquí y aquí – a indicó como experto en la materia.

-Sí, ya veo, ya, muchas gracias por todo...

Y me besó. No como besan los críos. Me besó como besan los hombres, metiéndome la lengua hasta la garganta

Le abofeteé.

Y me volvió a besar. Esta vez agarrando de mi cintura para pegarse mi cuerpo contra el suyo. Un beso que me hizo hormiguear los dedos de los pies.

Le volví a pegar.

-¿Quién te crees que eres?

-El puto amo.

Y volvió a besarme de nuevo. Y esta vez fue correspondido.

-Eres una sumisa de libro. – Mencionó mientras me iba quitando los botones de la camisa. - ¿Has tenido amo o has pensado tener alguno?

-Eso es de machistas. - repliqué débilmente.

-Que tendrá que ver el machismo con hacer disfrutar a una mujer... ¡Guau! - exclamó al ver mi sostén negro. - ¿De verdad llevas esto en tu primer día de clase?

Estaba abochornada de mi misma. Y tan caliente.

El chico volvió a besarme y deslizó su mano por el interior de mi falda, palpando mi húmedo coño. Pensaba que me tomaba ahí mismo.

Pero no.

Se alejó de mi y se sentó en una de las sillas, solo para sacarse la polla.

Me estaba incitando para que hiciera algo absolutamente depravado y humillante.

Y lo hice. Joder si lo hice. Deseaba hacerlo.

Me arrodillé como una perra en celo y salve la distancia que nos separaba a cuatro patas solo para meterme su polla hasta el fondo de la garganta en un movimiento.

Me resultó curioso que no dijera nada. Ni que perra soy, ni que puta soy, o que qué bien la chupó... Era como si me estuviera examinando, como si estuviera siendo sometida a un examen.

Y deseaba aprobarlo. Con nota.

-No te lo tragues, retenlo.

No lo entendí. Normalmente a los tíos les pone a mil que las chicas se traguen hasta la última gotita de lo que sale de sus pollas. Y lo más deprisa posible.

Todo esto era absolutamente nuevo para mi y de lo más morboso.

Él, como si nada estuviera pasando, recogió mi camisa y me pidió que me la pusiera. Nos íbamos a dar una vuelta.

Le iba a decir que no, pero eso implicaría abrir mi boca llena de su semen delante de él. Me morí de la vergüenza...

-No te lo tragues aún, vamos.

El camino se me hizo eterno y ni si quiera sabía a donde nos dirigíamos. Si alguien nos veía juntos, agarrados por el pasillo. Ni si quiera podía hablar porque tenía esa cosa dentro de la boca.

¿Por qué no me la tragaba de una vez? Per, ¿Y si me pedía que se lo mostrase, que se lo enseñara y no lo tenía? Pero que estaba pensando, eso era aún peor, significaba que le estaba haciendo caso. Y aún así... No logré despegar los ojos del suelo.

-Vaya, ¿Es la nueva profesora?

-Sí.

-¿Y ya es tuya?

-Sí.

-¿Desde el primer día?

-Sí.

-Eres el puto amo.

-Sí.

-¿Me dejarás usarla?

-Sí... Mierda, acabo de cagarla. Por cincuenta pavos podrás disfrutarla toda la tarde y toda la noche.

¿Qué... Espera, ¿Qué? ¿Me estaba vendiendo a un viejo por cincuenta cochinos euros? ¿Eso era todo lo que valía?

Y lo que era peor, empezó a venderme como si fuera un utilitario o un vulgar burro. Como si en lugar de ser una ganga, el viejo se lo estuviera pensando.

Tenía que decirles algo, pero note que lo que llevaba en la boca y no pude abrirla, no pude.

Abrió mi camisa y me bajó la cremallera de la falda, dejándome en ropa interior.

-Está de muerte.

Por vergüenza, me tapé con las manos.

-Vamos, vamos, Silvia. Estás demasiado buena para taparte y seguro que no somos los primeros hombres que te vemos así.

Me cogió suavemente de las muñecas y me llevó las manos a la espalda. Quería que me mostrase bien, que me viera bien, para poder venderme bien.

-Yo la hubiera dado una buena hostia.

-Cuando tengas tu propia sumisa, la tratarás como te de la gana. Y ahora arrodíllate.

De nuevo me dejé guiar. No me había sentido tan humillada en toda mi vida y lo que me quedaba por delante.

Al fin el viejo sacó los cincuenta cochinos euros de la cartera y se los dio.

-Bien, ¿Has entendido que esta tarde tienes que ser suya?

Asentí con la cabeza. Sí, lo había entendido perfectamente.

-Puedes hablar.

Me señalé la boca timidamente... No quería abrirla, de verdad que no.

-Es, verdad, joder, se me había olvidado. Abre la boca y déjalo caer.

Su semen y un montón de mis babas cayeron al suelo, poniéndolo todo perdido.

-¿Llevaba eso todo el tiempo dentro?

-Por eso no hablaba. Lámelo, vamos.

Agaché mi cabeza y saqué la lengua. No me podía creer lo que estaba haciendo...

-Eres el puto amo.

-Ya, ya. Ahora cuando acabe, que vuelva a clases y luego vuelves aquí. ¿Queda claro?

Dejé de lamer.

-Sí, sí señor. -Respondí de forma natural.

-Puedes hacerla de todo, Miguel, pero no la pegues.

Cuando Luis se hubo marchardo, yo seguía sin saber que hacer.

-Ya has oído. Vuelve a clases, y luego serás mía.

Lo soltó como si fuera lo más natural del mundo.

Me levanté y me vestí delante de él.

No tenía la menor intención de hacer nada con él. Ninguna intención. Solo había sido un desliz, y nunca más iba a volver a pasar.

Pero según iban pasando las horas y las clases, mi cabeza no podía dejar de pensar en lo que debía hacer.

Al menos, al menos, debía ponerme enfrente del viejo y decirle que no, que no me iba a tener.

-Vaya Silvia, si has venido.

-Señor...

-Miguel, por favor. Señor es tu amo. Yo solo soy Miguel. Pasa, pasa.

Y pasé. Lo primero en lo que me fije es donde había lamido el suelo.

-No se preocupe, no ha dejado mancha.

-Bien. - Dije- Estoy aquí para... -Y no me salió nada más.

Él me ofreció una copa.

-Te voy a ser sincero, Silvia. No esperaba que vieneras. No esperaba tenerte aquí. Incluso en el remoto caso de tenerte aquí, esperaba que me dijeras que no. Pero eso no lo vas a hacer.

No pude replicar.

-Tengo muchas ganas de meterte la polla por todos los agujeros de tu cuerpo, pero antes de eso, tengo que decirte una cosa. Tu amo es cruel. Elena era la reina del instituto, la belleza que todos querían poseer. Y ahora no es más que un retrete humano. La he dado por culo. La he visto lamer semen directamente del retrete. Y la he visto beber del mismo retrete donde antes habíamos meado. Ese es tu futuro si sigues con ese chico. Así que si te queda un mínimo de sentido común en esa cabeza tuya, huye bien lejos.

Yo cogí el móvil y marqué un número de teléfono...

-Sí, hola cariño. Sí, yo también te quiero. He quedado con las compañeras del trabajo para salir. Esta noche no voy a volver a casa. No me esperes.

¿Pero qué acababa de hacer? Eramos novios desde el instituto y ni una sola vez en mi vida se me pasó la idea de engañarlo o de serle infiel. Y ahora le había mentido por primera vez en mi vida...

-Las sumisas estáis tan locos como vuestros amos. Y ahora, desnúdate.

Me tomó a cuatro patas encima de la cama. Nunca antes a ningún hombre, ni si quiera a mi chico, le había dejado tomarme en una posición tan dominante.

-Joder, si estás disfrutando como una perra.

Tras correrse dentro de mi, recogió con la mano el semen que resbalaba por mis muslos y me lo colocó en la cara. El tío aún seguía duro.

Lo lamí directamente de su mano.

-¿Te han dado por culo antes?

No respondí dado que estaba ocupada comiéndome su polla.

-Tomaré eso como un sí.

Se colocó de nuevo detrás de mi, y me penetró, de un golpe, hasta el fondo.

Comenzó a bombear.

Sexo anal con un desconocido y sin condón. Tenía que estar volviéndome loca.

-Joder, que poco uso tiene.

No es que fuera virgen, pero me tenía que hacer de rogar para que mi chico lo hiciera. Y hacía un buen tiempo que ni él ni nadie me lo hacía por detrás...

Terminó poniéndome el culo llenó de lefa caliente y pegajosa.

Cuando terminó se tumbó a mi lado.

-Siempre he querido que una buena cerda me coma el culo – me indicó.

Me quedé de piedra. Pollas vale. Que me den por culo en el fondo me gustaba. Pero comer culos lo consideraba una guarrada. A saber que mierda había ahí.

Él me acarició cariosamente el pelo.

-Tú amo te va a exigir cosas mucho peores que comerle el culo a un viejo.

Sonreí como una tonta. Era cierto.

Así que me levanté, abrí sus carrillos, saqué la lengua y comencé a jugar con ella por su agujero. Noté también un ligero aroma a jabón.

-Joder, que gustazo...

Cuando se dio por satisfecho me abracé con él. Aún quedaba parte de la tarde y toda la noche como le había prometido.

-Puedes irte ya, si así lo deseas...

Yo me negué.

-Toda la tarde y toda la noche, soy tuya.

-¿Puedo llamar a un par de amigos para qué... en fin... Te follen los dos a la vez?

Recordé las palabras de mi amo...

-Mientras no me peguen, puedes hacerme lo que sea.

Miguel llamó a dos amigos. Javi, el portero de la piscina, y a su hermano.

Cuando se presentaron, yo me encontraba arrodillada y en ropa interior. Miguel no tuvo que dar muchas explicaciones.

-Ese chaval. No se conforma con Elena, ni con Laura ni con Susana, y se ha ido a buscar a la madurita.

Eso eran tres, así que yo era la cuarta. Me pregunté cual de ellas era la reina del instituto. Y también si todas ellas se tragaban de todo.

-Muy bien – anunció Javi – Pongamos a la perra a nuestra disposición

Me ordenaron a que colocará a cuatro patas encima de una mesa. Me separaron las piernas con una barra para que no las cerrará, me ataron las manos en la misma barra y me colocaron algo que llamaron mordaza dental, que me impedía igualmente cerrar la boca.

Empezaron suave, frotando mi coño mientras uno de ellos me follaba la boca hasta la garganta mientras me tenía levantada la cabeza por el cabello.

Y lo estaba disfrutando. Como una loca.

A continuación usaron sus pollas en mi.

Indistintamente, los tres hombres me la metían por los todos los agujeros de mi cuerpo pues estaban a completa disposición, y los usaban a la vez. Había oído hablar como todos de las dobles y las triples penetraciones, pero era algo que jamás en mi vida pensé que me iba a ocurrir.

Y ahora tenía los tres agujeros llenos por las pollas de tres viejos.

Nunca en mi vida me había sentido tan dominada, tan sucia, tan guarra, tan llena ni tan excitada. Estaba dejando que tres viejos hiciesen lo que quisieran conmigo y me estaba encantando.

Los tres hombres se corrieron en mi cara, algo que nunca antes nadie había hecho nunca.

-¿Nos meamos en su boca?

-No creo que al chaval le guste. Aunque técnicamente podemos hacer con ella lo que nos venga en gana, supongo que el primero deseara ser él.

-O a lo mejor espera que lo hagamos nosotros. No sé tíos, a mi si me apetece hacerlo y dudo que tenga una oportunidad como esta en mi vida.

Nadie le pudo reprochar nada.

Ahora ya entendía para que servía la mordaza dental. Por mucho asco que me diera, por mucho que quisiera impedirlo, no podía.

Él simplemente metió su polla dentro de mi y comenzó a mear. Un líquido caliente y ácido llenó mi boca y comenzó a bajar por mi garganta.

Como uno se había animado, lo hicieron los otros dos.

Llevaba con solo un café desde la mañana, y ahora en el estómago tenía semen y meados. Me dio tal asco que quería vomitar.

Pero no podía...

Me colocaron una pinza en el clítoris y dos más en mis pezones, y comenzaron a vibrar. En mi vida había sentido un dolor y un placer semejante.

Y allí delante de esos tres degenerados, empecé a correrme orgasmo tras orgasmo...

Al fin me dieron algo para comer, en un bolt de perros. Yo no sabía como me lo tenía que comer, pues estaba atada de pies y manos.

-Metiendo la cabeza dentro, como las perras.

Tras quitarme la morzada, lo hice. Estaba hambrienta y me daba igual que me vieran, o la humillación que eso suponía.

Y tal y como había empezado, la sesión terminó.

Me dejaron lavarme y limpiarme. En la ducha me resultaba increíble lo que acababa de hacer. Y aún más increíble que me tocará recordándolo.

Tenía que estar loca.

Miguel me esperaba en la cama para pasar la noche con él, desnudos, como dos amantes...