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Noche Sórdida

en No Consentido

Alicia hizo un gesto de fastidio y cerró la tapa de su portátil.

 

Se había sorprendido tamborileando con los dedos en la mesa y la mirada perdida en el cuadro que tenía colgado en la pared.

 

Imposible concentrarse después de la llamada de su amiga Carla. Decidió adelantar la hora de la comida. A ver si almorzar le ayuda a despejarse un poco.

 

Vaya noticia la de Carla. Esa mañana se había encontrado con su ex Pietro. Estaba de nuevo en la ciudad. Y no se le había ocurrido otra cosa que preguntarle por ella. ¿Cómo se atrevía? Después de como acabaron...

 

Tiene que reconocer que a lo mejor el problema es ese. Que nunca habían acabado. Que no hubo un punto final, una discusión, un dejar las cosas claras... Quizá por eso no puede quitarse a su exnovio de la cabeza desde que se ha enterado que ha vuelto a la ciudad.

 

Pero no fue culpa suya. Si no habían roto como Dios manda no sería porque ella no hubiera intentado hablar con él. Su novio se marchó sin dar ninguna explicación. Jamás le dio ninguna razón para haberse acostado con otra. Un día desapareció sin más de la ciudad y ella tuvo que enterarse de la verdad por otros.

 

Mientras cocinaba se obligó a pensar de forma positiva. Ella sola se estaba formando una bola difícil de digerir. Su mente se puso en modo analítico y trató de razonar.

 

Lo de Pietro ya no era un problema. Estaba resuelto. Al revés, debía alegrarse de que lo suyo había terminado y así ahora podría enfrentar cualquier cosa que viniera. Lo único que sucedía, es que después de tanto tiempo había dejado herida. Ella ya era libre pero aún se encontraba convaleciente. Por eso quizás, estaba tan sensible con las noticias que le acababa de dar Carla.

 

Respecto a Pietro, no sabía que pensar, pero era posible que estuvieran sacando las cosas de sitio. Lo más probable es que fuera cierto que su presencia se debiera a una simple casualidad. A temas de trabajo como él había manifestado. Se encontró con Carla y es más que seguro que le pudo la curiosidad.

Ecos del pasado volvían a surgir. Se le encogió el estómago al recordar. Supo que no le iba a pasar mucha comida, así que solo se hizo un montadito de pollo y se sirvió una copa de Ribera del Duero.

Pasa toda la tarde nerviosa y malhumorada, sin hacer ningún plan para esa noche de viernes. Teme que de nuevo la alcance la depresión. Joder, ahora que empezaba a levantar cabeza... Finalmente su amiga vuelve al rescate.

 

- Vístete que voy a recogerte.

 

- Carla, no estoy de humor.

 

- Precisamente por eso. ¿Te vas a quedar en casa escondida? Salimos, tomamos unas copas, nos divertimos y celebramos el inicio de tu nueva vida.

 

- No me apetece nada de eso.

 

- En media hora estoy en tu puerta.

 

Carla aparece vestida para matar. Decidida a llevarse a su amiga de juerga. Imposible negarse. Prácticamente la arrastra a una fiesta en la agencia de modelos. Alcohol, coca y chicos macizos. Allí hay todo lo necesario para que Alicia olvide, aunque solo sea por unas horas. Y ella se deja llevar. Toda la tensión acumulada, todo el enfado, toda la angustia, se convierten en combustible para una noche de locura.

 

Y el alcohol y la coca que ella apenas había probado hasta ese día, en los catalizadores.

 

No faltan quienes la invitan a las dos cosas, y más, yendo de la mano de Carla que parece conocer a todo el mundo y relacionarse con todos y todas. Ella la empuja, convencida de que es la terapia que requiere la situación.

 

- Tía lígate a alguno de estos y vete a echar un polvo, que es lo que necesitas...

 

Sí claro, por que no. Total ya no había nadie que la esperara en la cama. Nadie a quien guardar fidelidad.

¡Fidelidad! ¡Qué extraña sonaba esa palabra en sus labios!

Sobre el papel no es mal plan. Allí está Alicia, sola y sin compromiso, rodeada de guapos modelos. Ya no le debe lealtad a nadie. Puede hacer lo que quiera, sentirse atractiva, deseada...podría enrollarse con quién ella quisiera; echar un polvo que le quite todos los malos humos de la cabeza y del corazón.

 

Y a eso se dedica, jaleada por su amiga. Se muestra provocativa, descarada; se roza con unos y con otros, en la euforia que le provoca el alcohol y las sustancias que se han metido.

 

En el fondo, ella sabe que todo es impostura, que la procesión va por dentro y que un buen colocón y un polvo, no le van a quitar todos los males que la rondan.

 

Pero ¿qué importa?

 

Esta no es una noche para analizar, para purgar ni para redimirse. Es noche de desfasar, aturdirse y desconectar de lo que le hace daño. Así que adelante... se propone.

 

Y lo cierto es que una chica como ella no tiene que poner mucho empeño y, menos aún, escoltada por una Carla que se mueve como pez en el agua en este tipo de eventos. Entre los claroscuros que puede recordar, ve a su amiga morrearse con uno de los chicos de la agencia, que por cierto tiene fama de gay… Carla siempre provocando.

 

Alicia va picoteando de unos y otros, la mayoría conocidos del ambiente, hasta que finalmente da con un chico nuevo y desconocido para ella.

 

Es como una especie de premonición. Se siente observada. Y efectivamente así es. El chaval no le quita ojo. Cuando las miradas se encuentran, él la mantiene, taladrándola y enviándole un mensaje claro. Me gustas; aquí estoy; devuélveme la mirada e iré a por ti.

 

Y eso fue exactamente lo que pasó. Alto, con hombros anchos y musculado. Con más pinta de motero que de modelo. Expresión dura y afilada. El interés pintado en la cara, aunque escondiendo el deseo para que no pareciera muy evidente.

 

Le gustó. Era lo que necesitaba: alguien directo y contundente.

 

Apenas una presentación, la copa de rigor y ya está Alicia comiéndole la boca. De nuevo cierta neblina cubre sus recuerdos. La pérdida de voluntad, la lengua trabada, el no ser consciente de dónde está, ni lo que hace...

 

Solo quiere follar, amar, ser centro de atención de nuevo, que la vida vuelva a girar alrededor de ella…

 

De repente, un fogonazo y se ve en un sofá, sentada a horcajadas. El vestido subido hasta las caderas por sus movimientos, que simulan estar follándoselo. Con sus bragas a la vista de todos. Con dos manazas acariciándole los pechos. Uno de ellos fuera del sostén. Intercambiando saliva con largos y húmedos besos que duran lo que ella aguanta sin respirar.

 

Deben estar dando el espectáculo a base de bien. Pero descubre que la trae sin cuidado. Otro chupito, otra vez las lenguas entrelazadas oliendo a alcohol. Ella presionando sobre la entrepierna con su sexo. Si él se la hubiera sacado en ese momento, Alicia habría apartado sin más a un lado su braguita y se la habría metido para cabalgarlo hasta dejarlo seco.

 

Ella ya no está en este mundo, sino que flota como el humo por encima de él. Como si se viera a sí misma desde fuera; como si ella dirigiera su propia marioneta; complaciéndose en provocar a todos los que miraban; disfrutando del placer sin ninguna barrera…

 

- Joder tía iros a un puto hotel a follar ya de una vez... Le espeta Carla.

 

A él le parece bien. La desea y necesita intimidad para satisfacer sus ganas.

 

La coge del brazo y se dirigen hacia la puerta, entre miradas de envidia por parte del personal masculino.

 

El tipo no solo tenía la estética, es que realmente era un motero. Una Harley aparcada abajo los espera. Miguel, que así se llama, la lleva a lomos de su caballo de hierro hasta casi la otra punta de la ciudad. Alicia, sin casco, con el pelo alborotado y aferrada a su jinete para no caerse, no tiene ni idea de a dónde van. Solo breves destellos cuando abre los ojos. Luces que pasan muy rápido a los lados, calles desiertas y desconocidas.

 

Finalmente llegan a una especie de polígono y paran en la puerta de un bar. El aspecto es sórdido y la zona no parece muy recomendable para andar a esas horas. Aparentemente está cerrado. Pero él golpea la persiana metálica y alguien la sube desde dentro.

 

- ¿Dónde estamos?

 

- En el bar de un colega. No te preocupes que es un sitio discreto. Aquí podemos tomar la última copa y estar tranquilos sin necesidad de ir a un hotel.

 

Ella se agarra su cuello y se deja llevar. Realmente no le importaba dónde se encontraran. Solo quería esa copa y que por fin alguien le echara un buen polvo. La cancela vuelve a bajar y la puerta queda cerrada.

 

Efectivamente el bar está casi desierto. Solo el dueño, que era quien les había abierto y otro chaval también joven, conocidos ambos de su nueva pareja.

 

Miguel la pasea ante sus ojos, cómo quién exhibe un trofeo.

 

- Joder, ¿quién es tu amiga? pregunta el que parece el dueño del garito.

 

- Se llama Alicia.

 

- Yo puedo presentarme sola… balbucea mientras se le traba la lengua.

- Me llamo Alicia y he venido a follarme a Miguel…responde provocadora. A estas alturas ya ha perdido totalmente el norte. Ni necesita ni quiere disimular. Al contrario. Hará lo que le dé la gana. Follarse a su nuevo amigo, convertirse en la estrella de la noche, hacerlo delante de los otros para que sepan qué pedazo de mujer acaba de honrar con su presencia, aquel oscuro antro perdido de la mano de Dios, demostrarles hasta dónde es capaz de llegar…

 

¡Vaya juego peligroso! Pero ella no ve nada. Irá hasta el final porque puede, porque quiere y porque lo necesita.

 

Esa última copa la hace perder del todos los papeles. Rodeada de tres chicos duros, cuero sobre la piel tatuada, vistazo de lobos hambrientos... Y ella jugando a provocarlos aún más. Mirada lasciva, sacando su lengua a pasear y deslizándola por los labios. Cruce de piernas con el vestido muy subido y enseñando tanga. Inclinándose para que puedan contemplar a placer sus grandes pechos, apenas contenidos por el sujetador.

 

Arrastra a Miguel hasta un rincón dónde hay unos sofás. Se pone a bailar con él, muy pegada, restregándose, dejando que le acaricie los muslos y vaya subiendo las manos poco a poco hasta el nacimiento de su culo, mientras le recorre el cuello con los labios.

 

Ella busca sus labios y lanza su lengua a explorar la de su amante.

En cuanto se entrelazan, Alicia la retira para provocar que la siga hasta su boca, cosa que él hace. Es lo primero que le mete y le gusta. Sigue flotando como en un sueño. Se siente muy perra. Quiere más, mucho más. Necesita desquitarse de todo y de todos.

 

Se separa un poco y sin dejar de mirarlo a los ojos se sube el vestido. Mete ambos dedos por la tira del tanga, a la altura de la cintura, y con toda la sensualidad de que es capaz, se lo baja hasta medio muslo, dejándolo luego caer hasta sus pies.

 

Levantando ligeramente uno cada vez, se deshace de su prenda íntima que queda tirada en el suelo. El vestido baja de nuevo volviendo a ocultar a la vista su culo perfecto y su rajita. Ni Miguel ni sus dos compinches dan crédito a lo que ven. Es como si les hubiese tocado la lotería. El sujetador sigue el mismo camino. Las dos tetazas de Alicia, apuntan temblorosas y erguidas a la cara de Miguel, antes de volver a subirse sensualmente los tirantes del vestido. Alicia sabe que provocaba mas así. Éste, puede meterle mano a placer, ya desnuda totalmente bajo la fina tela del traje.

Más lagunas. No sabe cuánto tiempo ha pasado. La siguiente imagen es ella en el sofá, echada de lado sobre la bragueta. Sus labios recorren un falo. Piensa que no era ni muy grande ni muy pequeño. Normal. Pero duro y preparado, a juzgar por las gota de líquido preseminal que brota de su glande cuando ella presiona con la boca. Más que suficiente, se dice para sí misma. Luego, él se estira un poco, llegando con su brazo hasta el culo de Alicia. Ella nota como los dedos recorren su raja y separan los cachetes, buscando desde atrás la entrada a su coñito. Se percibe mojada. No obstante, una punzada de dolor le hace despegar los labios, cuando le introduce casi de golpe un par en la vagina. Un breve grito que enseguida queda sofocado, ya que Miguel aprovecha que ha despegado los labios, para introducirle buena parte de su polla en la boca.

Se siente agobiada e intenta retirarse, pero él le coge el pelo y la obliga a mantener la cabeza abajo, mientras en una pinza feroz, con la otra mano seguía moviendo los dedos en su coño.

Le están follando la boca y la vagina. Y empieza a gustarle. Poco a poco el dolor se va convirtiendo en molestia, y la molestia en gusto, y el gusto…en gozo…esta mareada pero por fin placer… ¡ostia como lo necesitaba! ¡Como la pone además saber que los otros dos estaban mirando!

Las formas y lo sórdido de la situación no le acababan de agradar. En circunstancias normales jamás habría consentido que la trataran así. Pero no era ni mucho menos una situación normal. Su vida ya no lo era. Quizá dentro de unos días o unos meses se tranquilizaría todo y alcanzaría algún tipo de estabilidad, pero no ahora. Ahora lo que necesita es terapia de choque. Algo tan extremo que le impidiera pensar en todo lo sucedido. Algo que la lleve a otra realidad donde no exista el dolor, solo el placer. Y decide que ese es el lugar donde está en este momento. Un sitio donde no le importa lo que piensen de ella, donde no hay que comportarse o seguir reglas, donde solo tiene que tomar lo que necesita.

Si no está de acuerdo con lo que le pide su confusa mente, hace mucho rato que debería haberse levantado y haber cogido la puerta. El que no lo haga, es correctamente interpretado por Miguel, que ya sabe que tiene vía libre para continuar.

Alicia está a punto del primer orgasmo, pero como si él lo presintiera, tira de su pelo hacia atrás obligándola a sacársela de la boca. Saliva y babas le resbalan por la barbilla, cayendo sobre la polla y los huevos de él.

Un vacío de nuevo en su memoria y luego, ella cabalgando a pelo al motero, el vestido enrollado en la cintura y sus tetas botando libres. No le preocupa que él se derrame dentro. Aun toma la pastilla. Ni ningún posible contagio. De hecho, no le preocupa nada más que correrse, si es posible una y otra vez. No hay reglas. No hay límites…

Llega al orgasmo unos segundos antes que Miguel. Cuando la siente gritar y retorcerse encima, este no se puede contener y se corre también.

Apenas necesita un par de culeadas, metiéndosela hasta el fondo, sintiendo su coñito sobre sus huevos y como ese hierro candente le entra hasta el fondo, para correrse… arañando el pecho del tipo con sus dedos con cada espasmo de placer que la invade, mientras él, le soba las tetas, apretándole los pezones y tirando de ellos, cosa que la vuelve aún más loca. El placer mezclado con el dolor, en el momento del clímax.

No deja de acariciarla, está vez más suavemente, mientras ella se recuperaba del orgasmo. Con el pene hinchado y duro aún dentro, le acaricia el culo, los muslos... Mientras, su boca recorre los pechos y lame suavemente los pezones. 

Lleva mucho tiempo insatisfecha, así que no hay parón en su deseo.  Apenas un par de minutos después, vuelve a sentir el fuego en su entrepierna.

Sombras a su alrededor. Los otros dos tíos moviéndose cerca. Ella lo percibe como algo lejano. Está ausente, aun concentrada en su propio placer, mareada y sin apenas voluntad.

Reclama agua. Se estaba deshidratando. Alguien le acerca un vaso que apura de un tirón, aun con la polla de Miguel dentro.

Un rato más sin memoria. Luego se ve de rodillas, con el culo en pompa, apoyada en el sofá.

Nota como Miguel ¿o no es él? le separa las piernas. La punta de la verga, resbalando entre sus labios vaginales, intenta abrirse paso y Alicia se moja otra vez.

Al principio despacio, recreándose en la visión de su culazo, permitiendo que su falo patine lentamente hasta que sus huevos hacen tope con su coño. Luego, va aumentando el ritmo hasta que, sin importarle ya nada, el chulo empieza a darle unas embestidas brutales, agarrándola de las caderas y el culo. De reojo ve un tatuaje en un antebrazo…cree recordar que es del dueño del bar, pero no está segura. El placer comienza de nuevo a inundar su vagina, a subirle por el pubis y hacerla perder la noción de todo lo que la rodea.

En medio del subidón, una verga se pasea frente a su cara. Busca su boca. Es el otro chico…pero ¿Dónde está miguel? Seguramente mirando desde otro sitio. Le da igual. Lo va a hacer. Se los follará a los tres. Para eso está allí ¿no?

Una noche loca y luego a pasar página...

El chico nota su indecisión.

- ¿Oye, no quieres? Si es demasiado para ti…

Ella apenas puede responder. Se le está removiendo el estómago con tanto meneo. La cabeza se le va, mientras el placer le va llegando de nuevo. Por toda contestación, le coge la verga y se la mete en la boca. Intenta chupar, mantenerla dentro, aunque con las embestidas que está recibiendo, se le sale una y otra vez.

Un nuevo orgasmo le viene desde muy dentro. Se corre chillando, mientras la siguen penetrando. Agarra con la mano el falo y lo masturba frenéticamente mientras trata de lamer la punta. Demasiado para el chico más joven, que eyacula interminablemente en su dirección. Ella ve los chorros salir como a cámara lenta. Siente caer cada goterón de semen caliente en sus tetas, su cara y sospecha que también en el pelo.

Más retazos inconexos. No recuerda como se ha corrido el dueño del local, pero supone que dándole a cuatro y también dentro de ella. Se despierta con el movimiento. Alguien la penetra de lado. Siente una molestia que se va transformando en dolor, a pesar de estar anestesiada por el alcohol y todo lo que ha tomado. Tarda en comprender que la están sodomizando.

- Me duele…me…duele…sácala…consigue articular…

Mira hacia atrás y ve a Miguel. Tiene que insistir, pero él obedece…la introduce entre sus muslos y ella los cierra apretando el falo. Nota como se derrama, dejándola perdida de semen. Se siente pegajosa cuando él se retira.

Sabe que hubo más, pero no lo recuerda. Todo le hace efecto de golpe: el alcohol, la droga y el sexo. Ya solo es una muñeca lacia y deslavazada, sin voluntad. Los ojos se le vuelven a cerrar. Una oscuridad plomiza y densa cae sobre ella.

Alicia se despierta aterida. Está totalmente desnuda, en posición fetal sobre dos módulos de sofá, apenas cubierta por la chaqueta de cuero de Miguel.

Nota algo viscoso en la mejilla y un olor agrio y penetrante, que le provoca un acceso de arcada. Tarda en comprender que se trata de su propio vomito.  Siente una punzada en la entrepierna. Tiene que orinar. La vejiga necesita descargar, más aun con la sensación de frio.

Trata de incorporarse, pero un fuerte mareo la hace tambalear. Se deja resbalar hasta el suelo para evitar caerse. Se queda sentada, con la cabeza dándole vueltas y con el culo pegado al piso helado. Las ganas de mear son ya incontrolables. Comienza a hacérselo encima. No puede contenerse. Abre las piernas y deja que el chorro salga disparado hacia delante, formando un charco entre sus muslos. Joder, se reiría si no fuera por el dolor de cabeza, el frio y lo patético de la situación.

Mira a su alrededor y ve a Miguel tumbado en otro sofá. En un rincón más alejado, distingue al camarero. Del chico más joven no hay ni rastro. Siente nauseas. Espera un rato y luego se obliga a ponerse de pie. Tambaleante, se dirige a lo que parece el baño. Llegar sin caerse le supone todo un esfuerzo. Se apoya en el lavabo y se moja la cara con ambas manos, intentando despegar los restos de vomito.

El espejo, sucio y manchado, le devuelve una caricatura de sí misma. Ojeras, parpados hinchados, pelo enmarañado, el rímel corrido…su cuerpo con algún moratón y arañazo, da cuenta de la batalla pasada. No quiere examinarse más, consciente de que encontrará restos de fluidos. Saliva, semen, orina…

Trata de componerse, pero allí solo hay una toalla de mano sucia, de modo que renuncia a una limpieza más exhaustiva. Peor será limpiarse por dentro. Anoche fue consciente que todo aquello no le serviría para resurgir a una nueva vida, como dijo Carla. No era tan ingenua. Las heridas no curaban así como así. Pero creía que le serviría al menos para descargar tensión. Para disfrutar y suavizar el dolor. Y sin embargo se siente fatal. Ha caído muy bajo. No sabe si estos tíos le han pegado alguna cosa. Al menos está segura que no puede quedar embarazada. Pero se siente una mierda. Física y moralmente. Ahora, sin el subidón y la euforia de la coca y el alcohol, ve reflejado en el cristal aquello en lo que parece haberse convertido. Y se da asco. Ni siquiera los orgasmos que tuvo, o creyó tener (que jodidamente confusa estaba), le parecen ya una justa compensación.

Regresa arrastrando los pies al salón. Esos dos continúan durmiendo profundamente. Satisfechos de haberse follado a toda una hermosura. Lo contarán entre risotadas cada vez que se junten en aquel antro a beber. No sabe qué hacer, solo que tiene que salir de allí. No soportaría enfrentarse a ellos en ese estado. No aguantaría ni una sola de sus puyas. Y mucho menos otro intento de volver a follársela. Ya no. Un estremecimiento la recorre ¿Y si tratan de forzar la situación? Después de cómo se comportó anoche, no está en condiciones de ponerlos en su sitio. Y está allí sola, en un sitio donde nadie puede socorrerla… en sus manos.

Tiene que irse ya. Busca su ropa y encuentra el vestido tirado en el suelo. También su chaquetilla y el bolso. Los zapatos y su ropa interior no aparecen. Seguramente estarán alrededor de los sofás donde ellos duermen. No quiere arriesgarse. Se echa el vestido por encima, se pone la chaqueta y sale por la puerta trasera para no hacer ruido con la persiana.

Fuera hace frio y aún está oscuro. No debe faltar mucho para amanecer. Camina un rato sin saber dónde está ni hacia donde debe dirigirse. Aquello se encuentra alejado de cualquier sitio civilizado. Piensa en llamar a un taxi, pero tendría que buscar una referencia o nombre de una calle. No ve ninguno. Rebusca en su bolso y ve que no hay dinero ni tarjetas. Las había dejado en casa y la pasta que llevaba había volado. O se la gastó ella o se la quitaron. No puede saberlo.

De repente, el ruido de un coche acercándose. Instintivamente se mete en un portal de una nave. Podría detenerlo y pedir ayuda, pero aquel lugar, a esas horas y en su estado…joder, era una invitación a que la violaran. Oye que el coche frena al llegar a la esquina. Escucha música bakala y voces. El vehículo es un utilitario abollado y con aspecto cutre. Chavales seguramente puestos, eufóricos y con pinta de ser muy poco considerados. No es buena idea pararlos. ¿Qué pensarían de una chica semidesnuda, con pinta de venir de una orgia? Se hunde aún más contra la pared hasta que el coche hace el giro y se pierde en la avenida.

Está asustada. Pronto amanecerá, pero es domingo y no parece que aquello vaya a llenarse de gente trabajando. La idea de vagar sola, sin ropa interior, descalza y aterida de frio la espanta. Y pronto los del bar la echaran de menos y es posible que salgan a buscarla. De repente tiene mucho miedo. En este momento es muy vulnerable ¿Qué mierda ha hecho con su vida?

Coge el móvil y llama a Carla. Salta el buzón de voz. Sabe Dios como ha acabado. No peor que ella, eso seguro. La angustia la invade. Se queda en cuclillas, mirando hacia fuera, intentando obligarse a pensar. Un sollozo brota de su garganta. Las lágrimas corren por sus mejillas y nota que los mocos le congestionan la nariz.

Baja la vista hacia el móvil y marca el número de la única persona que se le ocurre que puede ayudarla en ese momento. Tras varios tonos de llamada, Pietro descuelga.

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