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Chat hot

en Sexo Virtual

Sí, a mí también me pasa a veces. Mis  hormonas se revolucionan de repente y me apetece jugar...
Era ya un poco tarde. Acababa de terminar la tarea en la oficina. Y estaba sola. Muy sola...

Todo el frío estaba a fuera. Y todo el calor se había metido dentro de mí.

Cerré la puerta con llave y abrí la ventana  del chat. Necesitaba morbo. Juego y pasión sin control.

Lo encontré enseguida. A él, un conversador morboso. Muy, muy morboso. Uno de esos que se meten en tu mente hasta  ponerte más caliente que una plancha

 ¡Me encantaba! Me dejé llevar por el morbo. El suyo y el mío. 

Todos los demás ya se habían marchado a casa ¡Yo quería jugar! 

Cerré la ventana y apagué las luces. Medio en penumbra, a solas con mi  portátil y alguien que podría estar a mil kilómetros. 

Él escribía, y yo al otro lado de la pantalla leía sus palabras y me excitaba cada vez más. Yo le respondía, escribiendo con una sola mano, mientras con la otra me tocaba. Lo imaginaba a mi lado, caliente y excitado. Poderoso.

Nuestras mentes se activaron en íntima conexión. Imaginación. Morbo.  Palabras que tenían toda la intención ¡Provocación!

Esa tarde mi mente se dejaba follar, entregada a los deseos de aquel desconocido, mientras mi cuerpo se  entregaba al goce. Con honestidad. Sin fingimientos ni palabras huecas.
Mi virtual amante tenía el don de la palabra. Nunca unas simples letras leídas en la pantalla, me habían calentado tanto.  

Mis bragas estaban mojadas, muy mojadas. Mis pezones como garbanzos. La respiración acelerada... Y las ganas metiéndose por cada poro de mi piel en mi carne, en mi ser… 

Mi hizo suya despacio. Sin prisas, sin pausas... Yo seguía sus instrucciones,  entregada al deseo. 

—¡Tócate las tetas! —me decía —¡Pellízcate los pezones! Quiero verlas... ¡Muéstramelas! 

Y yo obedecía sumisa. Sus palabras me arrastraban a sus deseos. Me dejé llevar como si estuviese a mi lado, tocándome, tocándole… Abrí la camisa...

 Jamás había tenido tanta complicidad en una conversación de chat. Lo sentía tan real como si estuviera en mi presencia. 
Me toqué las tetas, apretaba los pezones, me acariciaba la entrepierna, ávida de su polla imaginada.

—Necesito tu polla—le escribí— Que me folles ¡Ven y fóllame! Traspasa la pantalla ¡Teletransportate!

Me tocaba con los dedos, sentada en aquel sillón del despacho. Pasé de un dedo a meterme dos, luego probé con tres, pero no era suficiente, no me bastaba con frotarme  el clítoris hinchado de deseo. Con meter los dedos que podía. ¡Necesitaba más! Una polla ¡Su polla! Esa que me mostraba en la imagen. Quería sentirla dentro de mí. Me la ofrecía, poderosa y erecta, pero a distancia. Demasiado lejos... ¡La deseaba!

—Usa el consolador, nena ¿No tienes un juguetito por ahí?

—Estoy en mi trabajo, amor. No tengo nada que meterme... Sólo mis dedos. No son suficientes para mis ganas ¡Necesito algo más grande! ¡Necesito lo que tienes entre tus manos! Dura y caliente... Esa ricura, quiero... 

Me había desnudado ante él con toda sinceridad. Le contaba mis sensaciones, mis necesidades, mis carencias…

La idea fue de él.

 —¿No tendrás por ahí un desodorante, quizás?

 ¡Lo tenía! Uno de esos  de roll on, de punta redondeada...Tenía uno en el baño y jamás se me hubiera ocurrido darle esta utilidad. 

—¡Tengo uno, sí! ¡Una idea fantástica! ¡Voy a buscarlo! 

Corrí a por él y volví rápido a mi silla del despacho. Delante de la pantalla del ordenador, enfoqué la cámara hacia mi entrepierna. Nunca mostraba más de lo necesario para el juego. Siempre al final. Aumenta mi morbo mucho más.

Sin quitarme las bragas y  sentada en la silla del estudio, me abrí de piernas y jugueteé con la parte redondeada en mi coño mojado, caliente y hambriento de polla ¡De su rica polla! De aquella polla que ya chorreaba entre sus dedos juguetones. En su puño cerrado en busca del orgasmo. 

—¡Vamos! ¡Dale!— ordenó.

 Metí el bote todo lo que pude. Los dedos resbalosos en mi flujo y yo frotándome con aquel providencial artilugio. Un bote de desodorante que se había convertido en la imaginaria `polla de mi follador virtual. 

Y me corrí. Me corrí como una perra. La perra en la que me convertí esa tarde en el chat ¡Su perra!

—¡Que rico, nena! 

—A mí también me encantó.

Me despedí rápido. Cerré todo y fui al baño a limpiarme. Aún estaba con las pulsaciones aceleradas y la cara como un tomate.

Sonreí ante el espejo satisfecha. 

Me esperaba en el pasillo. Yo en bragas y con la blusa abierta ¿De dónde había salido? 

—¡Eres una putita genial! Deberías pedir aumento de sueldo por las horas extras. 

¿Mi jefe me había estado mirando desde su despacho con las luces apagadas? ¡Y yo pensando que estaba sola! 

Entonces no me pude negar. Pasamos a su despacho. A su lujoso sofá de cuero marrón. A su polla en mi boca, una vez más... 

—Hazlo igual de bien que en el chat, zorrita. Ahora me toca correrme a mí.

Autora: Susy Alacima, Private Room