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Una amiga

en Hetero: General

            Rosa Mari es una amiga, nos conocemos desde hace muchos años, aunque durante mucho tiempo no hemos tenido relación alguna, cada uno teníamos nuestra vida y no coincidimos nada, como he dicho antes, durante mucho tiempo.

            El motivo por el cual nos conocimos fue, hace ya bastante tiempo, más de veinte años, que ella empezó a salir con un primo mío. Ese fue el motivo por el que empezamos a vernos, salir a tomar algo en grupo, de disco….En ese grupo nos juntábamos mi primo, yo, Rosa Mari y alguna amiga suya, salíamos nos lo pasábamos bien pero no me sentía atraído por ninguna de sus amigas o por timidez, más bien, nunca me atrevía a dar el paso y que pudiera pasar algo con alguna de sus amigas.

            Recuerdo a una de sus amigas, que, por casualidades de la vida había sido compañera de clase mía. Se llamaba Rosa y ya en la época de estudiantes ella intentó acercarse a mí con claras intenciones de iniciar una relación o encuentros picantes, con contenido sexual, pero por mi problema de timidez me sentía incómodo y no pudo pasar nada, yo bloqueaba cualquier intento de acercamiento por parte de ella. Ahora lo pienso y me hace gracia y lo lamento, me sabe mal por ella y por mí. Por ese problema de timidez he desperdiciado muchas ocasiones en las que lo hubiera podido pasar muy bien, la verdad. Una lástima, pero fue así. 

            Con el tiempo, la relación entre Rosa Mari y mi primo se fue al traste y desde ese momento dejamos de vernos. Sin más. Ella hizo su vida y yo la mía.

            Yo al final empecé una relación con una amiga de la infancia, con la que empecé a vivir en pareja y tuve un hijo. Aunque esa relación con el tiempo se fue al garete y nos acabamos separando. Pero bueno ese no es el tema.

A raíz de mi separación yo empecé a salir otra vez, a ir a bailar a tomar algo con nuevas amistades y a través de Facebook recuperamos el contacto Rosa Mari y yo. Empezamos con mensajes, contándonos y preguntándonos sobre nuestra vida hasta que decidimos quedar y vernos, después de tanto tiempo.

El primer día que quedamos, fuimos a un parque, con los niños, ella también había sido madre con su actual pareja y mientras los niños jugaban nosotros nos poníamos al día sobre nuestras vidas. Me encontré a una chica, aburrida, le faltaba alegría, se le notaba en los ojos y en la cara. Me comentó que su hijo tenía problemas de relación con los compañeros del colegio, que solo quería estar con ella, a lo que estaba acostumbrado y eso le preocupaba. De su vida, se podría decir que era una vida sosa, aburrida, monótona y eso la tenía apagada, decaída. Se encontraba con una vida de casa, familia, cole, niño, sin ninguna distracción que la ayudara a desconectar ni un solo momento de su papel de madre y ama de casa. Estaba cansada, agobiada y aburrida con una vida que no le gustaba pero aceptaba resignada porque era lo que tenía que hacer. No tenía ilusiones, Mientras me contaba cómo lo vivía yo intentaba darle soluciones, proponerle planes, actividades para sacarla de esa rutina que la tenía apagada, pero nada le apetecía. 

Mientras hablábamos le puse la mano en la espalda, acariciándola, de forma totalmente fraternal, amigable, le hace falta, pensé y estaba en lo cierto, acogió mis caricias gratamente, por fin se dibujó una pequeña sonrisa en su rostro. Mi mano acariciando su espalda, entre los hombros, rozando su sostén, recorriendo su espalda hasta la cintura, devolvió un poco de vida a un rostro apagado, melancólico. Ese momento, no lo puedo negar, me resultó agradable y algo excitante y no lo pude evitar de bajar la mano un poco más y ponerla en su trasero. En ese momento ella se acercó más a mí poniendo su brazo junto al mío y mis caricias siguieron por toda su espalda y el trasero, me resultaba una situación muy agradable y cada vez más excitante. Después de un tiempo de caricias, me sugirió ir a tomar un café. Nos fuimos a una cafetería cercana al parque en el que estábamos, nos sentamos juntos, con los niños enfrente nuestro y el contacto físico entre nosotros continuó, mi mano puesta sobre su pierna, en su cadera, en su barriga, ella sentada más adelante de lo que sería normal, con lo que me facilitaba que le tocara el trasero y lo hacía, ella sonreía y me miraba mientras mi mano recorría parte de su cuerpo, le resultaba agradable, le resultaría también excitante?

Nos terminamos el café y nos fuimos a dar un paseo, con los niños jugando y corriendo delante de nosotros. El paseo se alargó un rato hasta llegar a la playa, allí nos sentamos y continuamos con nuestro juego, en parte inocente, en parte perverso. El tiempo fue pasando y llegó la hora de despedirnos, se terminó nuestro rato de vernos, de jugar a ese juego que habíamos comenzado y habíamos encontrado agradable, motivante. Nos acompañaron hasta el coche y decidimos volver a vernos, le había gustado mucho quedar conmigo afirmó, nos dimos el teléfono y nos despedimos amigablemente sugiriendo mantener el contacto a través de whatsapp para volver a quedar otro día. 

Durante unos días nos estuvimos mandando mensajes, explicándonos cosas de nuestra vida, mandándonos besitos y caras en mensajes cada vez más sugerentes. Hasta que ella nos invitó a merendar un día a su casa. Yo acepté la invitación de buen grado y allí nos plantamos, en su casa, solos los cuatro, ella, yo y los dos niños, su pareja no estaba, estaba trabajando y tardaría a volver. Preparamos algo de merendar y cuando acabamos les pusimos una película a los niños, ella y yo nos fuimos a la cocina para poder charlar de nuestras cosas….

Una vez en la cocina empezamos a charlar, ella no paraba de recordarme lo que le había gustado nuestra primera cita, nuestro primer encuentro después de tanto tiempo. Yo le dije que la veía y notaba aburrida, desilusionada, ella bajó la cabeza  y se quedó en silencio. Entonces le pregunté por su vida sexual con su pareja y por lo que me explicó estaba en la misma tónica que el resto de su vida, aburrida y monótona. Cuánto hace que no te tocan bien tocada?, le pregunté. Ella no dijo nada, continuó con la cabeza agachada. Cuánto hace que no te sientes deseada? le pregunté. Mucho, contestó con melancolía en su rostro. Cuánto hace que no tienes un buen orgasmo? le pregunté. Ella se rió y encogió los hombros. Me levanté de la silla y me puse detrás suyo, puse mis manos en sus hombros y empecé a darle un masaje, ella cerró los ojos, levantó la cabeza y puso sus manos sobre sus piernas. Mientras le masajeaba los hombros y el cuello, le pregunté si se masturbaba, a lo que ella contestó que no tenía nunca ganas ni tiempo. Su vida sexual era sosa, aburrida, no sé hasta qué punto desagradable y eso tenía que cambiar. Mis manos pasaron de sus hombros a su cara, empecé a acariciar sus mejillas, su barbilla, sus labios. Mis dedos rozaban suavemente su piel, provocando en ella un cambio en la expresión de su rostro, volvía a aparecer una ligera y tímida sonrisa. La alegría y la vida volvían a habitar en su cuerpo. Lo notaba, notaba como, poco a poco se le iluminaba la cara, sus ojos recuperaban vida y continué con mis caricias, por el cuello, por su pecho, su escote, hasta que mis caricias llegaron a sus senos. Puse mis manos sobre sus pechos, rozándolos con mis dedos, cogiéndolos con mis manos y apretándolos suavemente, moviendo levemente sus pechos. Que sientes? le pregunté. Ella no dijo nada y puso sus manos sobre las mías y se acarició  con mis manos. Yo cada vez me encontraba más excitado, me ponía mucho esa situación. Las caricias continuaron y yo le empecé a desabrochar la camisa, tan solo dos botones, lo suficiente para poder meter mis manos y notar su piel con mis dedos, tocar su sostén, su escote, metiendo los dedos por el sujetador y tocando sus pezones, apretando sus pechos, sintiéndolos en mis manos. Ella levantó los brazos y los puso en mis hombros, en mi pecho, mientras yo le tocaba los senos. Acabé de desabrochar el resto de botones, abriendo su camisa y quitándola de los hombros. Ella se movía, movía la espalda, las caderas mientras la tocaba. Que sientes? le volví a preguntar. No se dijo ella, pero me gusta, me gusta mucho. No sé como estoy dejando que pase esto, no me lo puedo creer, pero no quiero que pare, quiero que pase, me apetece, hacía mucho tiempo que no tenía estas sensaciones, hacía mucho tiempo que no me excitaba así, con caricias, notando tus manos sobre mis pechos, tus dedos sobre mi piel. Me apetece mucho, sigue, dijo ella.

La cogí por debajo de los brazos, levantándola de la silla. La acerqué al mármol de la cocina, de espaldas a mí y apoyé sus manos sobre la encimera. Yo le terminé de quitar la camisa y la cogí por la cintura, apretándola contra mí, besando su cuello y su espalda mientras mis manos recorrían su cintura, su barriga desnuda. Subí las manos hasta sus pechos cogiéndolos, ahora más fuerte, apretándolos más, levantándolos y notando como cada vez se salían más del sostén. Eran unos pechos, más bien pequeños, muy suaves al tacto y con una textura semejante a un globo de agua. Me encantaba tocar esos pechos, me ponía a tope notarlos en mis manos, mientras la seguía besando, por el cuello, los hombros, la espalda. 

Le desabroche el sostén y esta cayó sobre el mármol, ella movió la cabeza hacia atrás, mirándome, con cara de deseo, de placer. La besé los labios y ella apretó su trasero contra mi cuerpo, moviéndolo, rozando mi paquete con sus nalgas. Baje mis manos, otra vez, a su cintura, acompañando sus movimientos y aumentando la presión contra mi cuerpo. Pasé las manos hacia delante, recorriendo la cintura de su pantalón, hasta ponerlas sobre el botón, desabrochándolo, bajando la cremallera de su pantalón y notando sus braguitas en mis dedos, acariciando su pelvis, inclinada, sacando el trasero hacia atrás, acariciando mi paquete, cada vez más duro, cada vez con más ganas de notar el contacto de mi pene y su piel. Puse una mano en sus pechos y la otra la metí por delante, por debajo de sus braguitas, acariciando su pelvis, notando su bello en mis dedos, notando como inclinaba, cada vez más, la pelvis según la tocaba con mi mano.

Continuamos besándonos, cada vez con más excitación según tocaba su cuerpo, sus pechos, mientras metía mi mano entre sus piernas, notando como se humedecía con mis caricias, notando como se mojaban sus braguitas con el roce de mis dedos.

Ella se bajó un poco el pantalón, yo le miré el trasero, la forma que creaba su cintura y sus caderas, me volvía loco, me desabroché el pantalón y me saqué el pene poniéndolo en su trasero, sobre su ropa interior. La cogí de los hombros y le di la vuelta, nos pusimos frente a frente, juntos, con mi pene apoyado en su barriga. Le cogí una mano y la puse sobre él. Acariciándolo con su mano, suavemente, muy despacio. Ella no tardo en cogerlo y empezó a masturbarme mientras nos besábamos en la boca, mientras le tocaba el trasero y bajaba más sus pantalones, hasta las rodillas. Tocaba sus muslos, movía mis manos hasta sus caderas, mientras ella no dejaba de mover su mano con mi pene en ella. Jugábamos con  nuestras lenguas, nos lamíamos, nos mordíamos los labios, la lengua. Cada vez nos sentíamos más excitados, cada vez estábamos más convencidos que aquello estaba pasando por algo, cada vez más seguros de que queríamos que pasara.

Le bajé las braguitas, como el pantalón y empecé a tocarla entre las piernas, ella las separó y dejó que mi mano entrara entre sus piernas, deseaba que la tocara, deseaba que mi mano acariciara su sexo, húmedo, deseoso de caricias, de notar mis dedos recorriéndolo, separando sus labios, de notar las caricias de mis dedos en su clítoris, notar como jugaba con su agujero, haciendo círculos con el dedo, dilatándolo, introduciéndolo poco a poco, cada vez más.

Mientras nos masturbábamos mutuamente, me acerqué a su oído y le dije, casi susurrando, si le gustaba hacer sexo oral. Ella me respondió que nunca lo había probado, que siempre le había dado cosa hacerlo. Y no quieres probar hoy? Le pregunté. Ella respondió que porque no, pero que no sabía hacerlo, nunca lo había hecho.

 Dime como lo tengo que hacer que hoy lo hago. Estoy muy excitada y quiero probar, hoy no quiero poner ningún límite, quiero que pase lo que tenga que pasar, quiero hacer lo que queramos hacer.

Cogiéndola por los hombros, le dije que se pusiera de cuclillas. Ella lo hizo y le acerqué mi pene a su boca, le acaricié los labios con el pene, cogiéndola de la barbilla con la otra mano.

Según la iba acariciando los labios, poco a poco fue abriendo la boca, separando los labios y notando la piel de mi pene como los recorría, poniendo su lengua entre sus labios, rozando con ella mi pene, que lo movía de lado a lado, por sus labios entreabiertos, viendo como se mojaba con la saliva de su lengua.

Entonces empecé a meterla en su boca, poco a poco, notando las caricias que me hacían sus labios en mi miembro, viendo como abría la boca, según iba entrando, un poco más cada vez. Ella dejaba que yo hiciera, que la penetrara oralmente, que mi pene entrara y saliera de su boca. La notaba en sus labios, en su lengua, notaba como entraba y salía de su boca, notaba su sabor, lo dura que estaba.

Te gusta? Le pregunté. Ella afirmó con la cabeza sin mediar palabra alguna. Le cogí un brazo y se lo levanté hasta cogerle la mano. Puse su mano en mi pene y le dije que siguiera ella, que me masturbara con la mano y con la boca. Ella lo hizo, me hizo una de las mejores mamadas de mi vida. Se notaba que lo hacía con ganas, motivada en probar cosas nuevas y darme placer. Se notaba que quería que me gustara, quería que disfrutara de su boca, de su mano. Continuó haciéndolo mientras yo con una mano le aguantaba el pelo, acompañando los movimientos de su cabeza y con la otra mano jugaba con sus pechos, acariciándolos, apretándolos, rozando sus pezones con la palma de mi mano.

Ella se la sacó de la boca para decirme lo excitada que estaba, nunca se había excitado tanto, nunca de esa manera.

Quieres probar cuanto eres capaz de meterte? Le pregunté a lo que contesto que si, vamos a probar, dijo.

La soltó de la mano y solo con la boca empezó a metérsela, primero la mitad, luego, cada vez un poco más con cada movimiento de su cabeza, hasta que la punta le llegó a la garganta. Yo notaba el contacto de sus labios, de su lengua, de su garganta en la punta de mi pene y me producía placer, me producía mucho placer.

Se la volvió a sacar de la boca y me preguntó, Te gusta? Te está gustando? A lo que le respondí que mucho, que no se podía imaginar, la cantidad y calidad de placer que sentía con lo que estaba haciendo, con lo que me estaba haciendo.

Continuó con la práctica oral, ahora acompañándose con una mano, yo continuaba sujetando su pelo y jugando con sus pechos, el orgasmo era inminente, el grado de excitación era cada vez más elevado, el placer que me producía no lo había sentido nunca y pasó lo que tenía que pasar. El orgasmo llegó e inundó su boca con mi semen. Me temblaban las piernas, se estremecía todo mi cuerpo, mi mano apretó su pecho mientras me corría en su boca.

Dejó caer el semen de su y empezó a besarme y lamerme el pene, sonreía, sonreía con una sonrisa que no había visto nunca en su rostro.

Se puso de pie, sin soltarme el pene, moviendo la mano, meneando lentamente y produciendo más placer si cabe.

Entonces me preguntó, vamos a ver a los niños? Seguimos luego? A lo que no pude responder otra cosa que vale, luego seguimos.