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Érase una vez un juego... (1.1)

en Grandes Series

Mi nombre es Rosa, soy la jefa de uno de los departamentos de la hacienda pública en una ciudad. Tengo 48 años, estoy casada desde hace más de 20 años y ya tengo dos hijas de 19 y 18 años que comenzaron su vida universitaria fuera de casa. Mi marido trabaja fuera y las semanas se me hacen largas sin ellas ya que ahora estoy sola de lunes a jueves. Los viernes, los cuatro volvemos a juntarnos de nuevo pero cada vez lo llevo peor y me sabe a poco. 

Tengo en mi departamento casi 30 funcionaros a mi cargo además de todo el púbico que se acerca a nuestras ventanillas a hacer sus gestiones, a veces poco gratas en estos tiempos que vivimos con dificultades en los pagos y demás.

Desde que hace más de 10 años me ascendieron mi despacho está al final del edificio y aunque parezca mentira el trabajo me exprime hasta el último minuto de mi jornada, apenas tengo 10 minutos para tomar mi manzana y mi café de media mañana. 

 Nunca me visto de forma estridente y siempre voy con ropa acorde a mi edad, no creo que minifaldas ni grandes escotes sean cosa ni de mi status en el trabajo ni de mis 48 años. Por eso quizás me sorprendí mucho cuando el lunes recibí por la intranet del departamento un mensaje anónimo y que cambiaría mi vida para siempre.

 Llegué como siempre un poco antes de las 9 de la mañana a mi puesto, saludé como siempre a todos los que me fui cruzando de camino a mi despacho, entré y saqué mi abrigo marrón para colgarlo en el perchero mientras encendí el ordenador. Me senté en mi mesa del despacho y vi como el icono de nuevo mensaje interno aparecía. Normalmente siempre aparecían los datos del emisor pero en este caso solo aparecía el nombre genérico de Departamento de Hacienda. 

“Buenos días, doña Rosa, apostaría que ya van casi 7 meses que no pega un buen polvo”

Me puse colorada inmediatamente, empecé a avergonzarme y sin levantarme de la silla miré hacia el ventanal para todos mis compañeros que tenían enfrente un ordenador ilusa de mí pensando en descubrir el dueño del mensaje. 

“Dígame, en cuanto me equivoqué...”

“Quien eres”

Contesté casi mecánicamente al leer el mensaje, no me paré a pensar que efectivamente había acertado el desconocido acerca de mi hábito sexual puesto que desde que mi marido había acabado las vacaciones nuestro sexo se había ido con ellas, a pesar de venir el fin de semana entre eventos, visitas y demás la cosa se fue dejando. 

“Puedo ayudarla” me contestó el chat. 

“No me hace gracia esta broma, averiguaré quien eres”

“Está bien, usted se lo pierde doña Rosa”

Ahí se acabó la conversación. Al finalizar la mañana y después del mucho trabajo de los lunes estuve tan entretenida que no recordé para nada al desconocido. El momento de recordarlo fue mientras leía en el sofá después de comer, empecé a pensar quien podría ser y que pretendía. 

Repasé mentalmente a todos los que trabajan allí y ningún sosprechoso aparecía en mi mente, incluso por la noche también intenté buscar el culpable.

El martes comenzó igualmente ya que el mensaje apareció de nuevo “puedo ayudarla”... esta vez no contesté y continué mi trabajo. Ese día por la tarde mientras estaba en gimnasio se me ocurrió lo que parecía la mejor idea del mundo y que ahora asumo que no se si fue la mejor pero si la que lo cambió todo. Decidí seguir un poco el juego para poder tirar del hilo y así poder llegar al desconocido. Confiaba mucho en mis dotes detectivescas y no conocía mi verdadera debilidad.

A la mañana siguiente no llegaba ni a las 9 cuando abrí mi ordenador y a los pocos segundos “puedo ayudarla” de nuevo en mi monitor.

“No se en que me puedes ayudar sin dar la cara” le contesté.

“La suya si podría cambiar si me deja ayudarla”

“Estoy contenta con mi cara, gracias”

“Y con su vida sexual está contenta porque 8 meses son demasiados”

“Y tu que sabes”, leer como acertaba los meses que llevaba sin sexo me nublaba la vista, tenía razón como podíamos habernos dejado tanto... 8 meses sin sexo... 

“Puedo ayudarla” otra vez la dichosa frase

“No me gusta el sexo virtual gracias, no creo que me ayudes”

“No se trata de eso”

Escribí “de que se trata entonces” tres veces y las tres veces lo borré, no podía creerlo en diez minutos la curiosidad me había acechado la cabeza. A que se referíria... solo pude poner

“Ya”.

“Si hace todo lo que yo le diga, su vida cambiará para mejor y disfrutará de su cuerpo un poco que se va a atrofiar”

Dejé el mensaje en leído, no sabía que decir, la curiosidad y los nervios me mataban, a que se referiría... siempre podía tirar más del hilo, supongo que era lo bastante recta como para no caer en obscenidades.

“Sorpréndeme, que debo hacer” le contesté

“Pues mira, para empezar solo una pequeña muestra, un pequeño juego, para que entienda de lo que le hablo. Está preparada”

“A ver” contesté sin demasiada convicción esperándome una tontería

“Vaya donde está Segundo y dígale que va a salir al café si quiere ir con usted, actúe con normalidad pero en el café siéntese a su lado no enfrente, intente apuntar mentalmente cuantas veces le mira los muslos y cuantas veces le mira las tetas, después dígale que cuando lleguen del café lo avisará para ir a su despacho”

En ese momento la conversación se volvió a desconectar. Segundo era el limpiador, un señor de unos 65 años, en dos meses se jubila, de echo ya le organizamos la comida y el regalo. Es un señor feo de gafas, calvo, bajito y panzudo. Nunca le he visto ninguna mirada lasciva ni a mi ni a ninguna compañera, de hecho, era una persona muy educada y muy querida. 

No tenía miedo a Segundo por lo que acepté el juego, me sorprendí a mi misma dejando el abrigo en el perchero para hacer el juego más ameno. Mis pantalones ajustados verdes me hacían un culo redondo grandote pero bien formado y mi jersey marrón tapaba mucho pero mi busto se notaba igualmente. Típica ropa de casi cincuentona madre de dos hijas y jefa de servicio.

---------- 20 min después ---------

“Escribe las veces que te miró el culo y las veces que te miró las tetas”

Encontré el mensaje nada más sentarme en mi mesa a la vuelta del café con Segundo, no me lo podía creer.

“Unas 10 y unas 5”

“Y como se siente”

Me sentía rara, me había dado cuenta que Segundo me miraba porque un desconocido me lo había dicho, seguro que todos los otros días también lo hacía pero ni me daba cuenta ni quería dármela. 

“Como antes, igual”

“Colabore, si no el juego no saldrá”

“Siempre gusta gustar”

“Llame a Segundo al despacho, háblele de que mañana tiene que hacerle una especie de encuesta como excusa, haga que se le cae algo al suelo, tiene que mostrarle su culo bien, después volveremos a hablar”

Llamé a Segundo por el interfono al despacho y enseguida golpeó la puerta. Abrió y le mandé pasar. Le mandé sentarse y yo me levanté sentándome directamente en la mesa de mi despacho, le explique lo de la encuesta y mientras movía mis brazos dejé caer mi lápiz al suelo. Me agaché para cogerlo tal y como me dijo el chat dejando mi culo a la vista de Segundo. estiré el momento lo que pude y enseguida me levanté. Le miré, estaba muy colorado y tenía la erección más grande que había visto en mi vida, el doble de mi marido por lo menos. Le cité para el día siguiente y le dije que podía irse. No me lo podía creer, me quedé de pié en mitad de mi despacho, mi sexo empezó a subir de temperatura y a humedecerse. Pedazo bulto se gastaba el bedel. 

Me senté para serenarme pero el chat me sacó de mis pensamientos

“Eso le llenaría los 8 meses de abstinencia eh”

“No se de que hablas” me hice la tonta, obviamente si lo sabía

“Mira tu móvil”

En mi movil un mensaje. Era una foto tomada desde un escondite, se veía la puerta del habitáculo del conserje entreabierta unos 10 cm, como si alguien estuviese acechando y dentro sólo se veía el miembro de Segundo y su mano pajeandolo. No me lo podía creer se estaba haciendo una paja... por mi... 

“Ya ves que si tu marido no te atiende tienes quien te pueda llenar”

“Amo a mi marido”

“Puedes amarlo igual pero con tus necesidades cubiertas”

“Bueno aquí se acaba nuestra conversación”

“Mañana ponte guapa que es tu día”

Toda la tarde miraba la foto cada 10 minutos, que grande, enorme pene se gastaba Segundo, en mi vida había visto nada igual. Empecé a masturbarme pensando en el y con el movil buscaba vídeos de penes gigantes atravesando coños... muy bien Rosa, el jueguito lo había conseguido ya no podías sacarte el sexo de la cabeza.

El jueves cuando me levanté hice lo que me pidió el desconocido. Me puse una camiseta interior de tirantes y por encima uno de los jersey más ceñidos que tenía. Los pantalones de equitación y unas botas por las rodillas. 

“Ve al café con Segundo otra vez, y me cuentas” 

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Al volver del café no me lo podía creer, tuve que ir al baño antes de mi despacho, apoyada en el lavabo mirándome al espejo no paraba de pensar en lo que había pasado. Me volví a sentar a su lado en el café y no se como unos minutos después yo estaba tocando su pierna mientras le hablaba, lo noté porque empecé a ver su color rojo típico en la cara y el bulto empezando a crecer. Al levantarme para pagar me acerqué a la barra y el descarado se me puso detrás, por el espejo del bar pude ver como no perdía ojo de mi culo. Ahí mi sexo despertó, me puse muy cachonda viendo como el viejo feo bedel me miraba con cara de poseído y pensé en su mujer Angela, gorda y fea como el y como él pensaría que mi clase estaba fuera de su alcance me hacía prenderme más.

“Va a venir Segundo a la encuesta, yo me lo tiraría en tu despacho...” Era el mensaje que me esperaba nada más llegar a mi sitio. Estaba confusa…

“No” contesté mientras intentaba serenarme. 

“Pues otra semana más a dos velas doña Rosa” para desconectarse inmediatamente… esa persona que hablaba al otro lado del ordenador estaba dando con la tecla pero tenía que mantenerme firme… mi posición, mi marido, mis hijas, no podía caer en esos bajos instintos. 

Saqué la encuesta del fichero, era un test rutinario. Cuando entró Segundo creo que casi se me sale el corazón del pecho. Extendí mi mano para entregarle la encuesta y el dándome las gracias empezó a leerla y empezar a marcar las casillas. Yo miraba para la pantalla sin mover la vista solo pensando en el mensaje… yo me lo tiraría en el despacho… sonó mi móvil, un mensaje… otra vez la misma foto de antes… Segundo pajeandose en su garita después de nuestro café… no podía ser, no aguantaba… me levanté de mi sillón y disculpándome me fui directamente al servicio. Otra vez estaba apoyada mirándome en el espejo sin saber que hacer, respiré unos minutos y cuando volví, Segundo ya había dejado la encuesta encima de la mesa y se había ido…

Me entretuve como pude y la mañana llegó a su final.

Por la tarde en mi casa hablando con mi marido por teléfono me dijo que este fin de semana tendría trabajo y no nos veríamos hasta el próximo… y yo con la líbido a tope… aburrida de estar sola en casa… por lo menos mañana vendrían mis hijas y podría entretenerme. 

 Viernes… Me levanté con ganas de ir a la oficina, raro siendo el final de semana ya que el cansancio siempre hace mella pero el jueguito del chat me estaba enredando demasiado. Mientras desayunaba, mi movil sonó, era un mensaje “Siempre serás una mojigata, igual ese es tu problema”… “amo a mi marido y a mis hijas ya te lo dije”… “solo la quiero ayudar doña Rosa”. “No necesito ayuda, gracias”, “De acuerdo”

La hora del café llegó y Segundo ya me estaba esperando en la puerta, le saludé con mi mejor sonrisa y me acompañó acera abajo hasta el bar, nos sentamos como siempre y empezamos a charlar. Hoy llevaba mi falda negra de tubo con una chaqueta de traje negra y camisa blanca. Ahora era él el que dejaba de vez en cuando su mano en mi rodilla… El sonido del teléfono me hizo dar un respingo y Segundo retiró su mano rápidamente. Eran mi hijas, no llegarían hasta el sábado por la mañana a casa… otro día sola en mi vida. 

Mientras caminaba con Segundo hacia la oficina de nuevo le miré, yo la jefa de servicio vestida de traje y el con una mono azul y desaliñado era la viva imagen de nuestras diferencias. Esa imágen volvió a despertar mi líbido…

El viernes todo el mundo se va cuanto antes puede, por eso no me sorprendió quedarme casi sola a mediodía, las puertas estaban cerradas al público. Antes de irme fui hacia la zona de aseos, al acabar en el servicio iba a salir en el momento justo que Segundo iba a entrar. Chocamos en la puerta y rápido me agarró por las manos para que no me cayera hacia atrás. Con un tirón fuerte me colocó de nuevo en pie y fui directamente a su pecho, medio abrazados nos quedamos. “Casi me mato” acerté a decir un segundo antes de que las manos de Segundo se posaran en mi culo. “Gracias a eso te toco el culo por fin” me contesto Segundo a un palmo de mi. Cerró rápido la puerta del aseo y pasó su llave maestra. Estaba encerrada con Segundo, el juego se había descarrilado y ya no tenía gracia, la cara de salido del viejo daba incluso miedo. “Que haces” le dije “por qué cierras” dije media dubitativa. Sabía perfectamente porque cerraba pero intentaba frenar lo imposible. “Señora Rosa en este espacio, el baño, mando yo así que acérquese aquí otra vez que quiero volver a tocar ese culo”. Ese tono no era habitual en Segundo pero quizás tantos años como jefa me hicieron obedecer esa absurda orden. Me acerque otra vez y cuando me tuvo a su alcance puso sus dos duras manos en mis nalgas y me apretó hacia él. “Este olor a pija me pone enfermo” me dijo mientras me lamía toda la oreja. Me mojé. Estallé, los casi 8 meses sin sexo me nublaron, no me acordé de mis hijas y mucho menos de mi marido.

Mi mano como un resorte fue a su entrepierna, la jefa estaba de vuelta…le palpé esa estaca ya erecta mientras seguía entreteniendose en mi culo, me lo sobó hasta el último rincón. “Todo el departamento suspira por este culo y al final se lo está sobando el último pringado…” 

“sácatela” le dije con la voz más erótica que me había escuchado jamás. Sacó las manos de mi culo y bajó su mono quedando en camiseta interior de tirantes y unos calzoncillos holgados que dejaban entrever una tienda de campaña gigante. Se los bajó y como un mástil quedó ese tremendo pene enorme, moreno y con el glande enorme apuntando hacia mi. Con una mano empecé a pajearlo mientras con la otra me iba desabrochando la blusa botón a botón hasta dejar ver el comienzo de mis tetas en mi blanco sujetador. Aumenté el ritmo de la paja mientras Segundo no perdía de vista mis tetas. Yo bajaba la mirada y no me lo podía creer, el tamaño de esa polla era algo que no entraba en mis planes, quería probarla y meterla por todos lados. Aún de pie, fui bajando mi espalda hasta tener mi cara cerca de ese trozo de carne que palpitaba. Saqué mi lengua y lamí desde la base hasta el glande la polla de Segundo. “Dios mío, es enorme, le dije mirándole mientras mordía mi labio” “pues trágala” me dijo para inmediatamente empujar mi cabeza hacia ella y hacérmela entrar en mi boca. Mamé polla de Segundo arqueando mi espalda lo que podía. Me la metía a poco y la sacaba para volver a pajearla todo lo que podía. “Segundo, estás ahí” nos sorprendió una voz al otro lado de la puerta, era su compañera. “Venga vamos que tenemos que acabar el hall”. Yo ya me había apartado y estaba componiendo mis ropas. Segundo a duras penas pudo meter su miembro en los calzoncillos, vestirse y marcharse. “Si quieres más tendrás que esperar”. 

Tardé unos minutos en recomponerme, salí del aseo hacia mi despacho, recogí mis cosas y me dirigí a la puerta de salida. Allí estaban los dos fregando el suelo. Saludé a la compañera y me acerqué a Segundo para darle mi tarjeta con mi teléfono. “Mándame un mensaje y te enviaré mi dirección, no tardes” le dije en voz baja.

Así fue, no tardó ni dos minutos en enviarme un mensaje que solo ponía “Soy Segundo”. Ya en casa y con una calentura tremenda estuve a punto de contestar a su mensaje pero dejé mi móvil sobre la mesa, suspiré, conté hasta 10 y no lo hice… no pude hacerlo. Le había comido la polla en el baño a un empleado… a un empleado cercano a la jubilación, si no nos interrumpieran me lo hubiera follado… Rosa… eres decente, eres la cabeza del departamento, debes comportarte.