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La convención (1)

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La convención (1)

 

El encontrar a aquel par de camareros nos hizo perder todo el aburrimiento que la fiesta de empresa nos producía. Pronto cada una de nosotras consiguió la mejor compañía para una distraída noche de placer…

 

 

Se celebraba la convención anual de la compañía de seguros en la que trabajo. Como cada año, toda una gran fiesta que la empresa montaba en uno de los grandes hoteles de la ciudad condal. Por la mañana había llegado en el Ave que desde Madrid me traía como a muchos de mis compañeros. Un viaje rápido, unas horas y estación adelante nos encontrábamos tirando de las maletas. Un taxi que llevarnos al hotel y cada cual a su habitación. Llegué hambrienta así que enseguida bajé al bufet donde tomar unas tostadas con jamón york y queso y un café con leche bien cargado. Mi cuerpo como siempre pedía cafeína que le calmara.

- ¿Julia dónde estás? –el whatsapp con el mensaje de mi compañera Amanda vi encenderse.

- En el bufet tomando algo. Ven desayunaremos juntas.

- En un momento bajo –fue la pronta respuesta que recibí.

Esperando que me preparasen lo que pedí, me encontraba con mi bandeja entre los dedos cuando enseguida la vi aparecer sonriente como siempre la conocía. Alegre y dicharachera, de treinta y nueve años y diez menos que yo, Amanda pertenecía a mi grupo de asesores en la oficina de Madrid a la que representábamos. Buena comercial, conseguía nuevas pólizas de manera más que fácil con lo que siempre llegábamos al objetivo mensual marcado. Los meses que por algún motivo alguien del grupo se encallaba, no había problema en pasarnos entre nosotros pólizas con las que cumplir el mínim o que la compañía solicitaba. Con eso y con las buenas comisiones que cada mes nos llevábamos, la empresa cumplía sus números y podía organizar grandes fiestorros como ese. La prensa general, la económica y en especial los accionistas de referencia esperaban ansiosos los resultados trimestrales y anuales. Había que darles buenas noticias sino las cosas se resentirían para mal. Y eso no era lo deseable claro.

- ¿Qué vas a pedir?

- Vengo hambrienta. Había pensado en unas tostadas con jamón de york y queso.

- Ummmm, yo pediré una tostada con aceite y un zumo de naranja.

- Excelente elección –dije riendo ambas mientras esperábamos que nos atendieran.

Al momento llegó nuestro turno, escapando de la barra y tomando mesa en una esquina recogida del amplio salón. Me apetecía estar a solas con Amanda y aunque Rosa y Miguel se acercaron a la mesa a saludar, pronto desaparecieron quedando solos en una mesa dos filas más allá. Con Amanda teníamos confianza de muchos años atrás. Cinco años atrás, ella había entrado en la oficina no más de dos o tres meses después, no lo recordaba muy bien. Desde entonces todo había ido viento en popa entre nosotras, nos llevábamos bien y los resultados marchaban más que bien para satisfacción de Paco, nuestro jefe en la zona de Madrid.

Como digo la convención representaba el gran acontecimiento anual. Representantes de todas las ciudades nos dábamos cita de la forma que la compañía señalaba como obligatoria. Por la tarde y tras la comida, el director nacional dio presentación a los resultados anuales los cuales habían ido más que bien, unos números por encima de lo esperado para satisfacción de todos. Al día siguiente, los artículos en prensa aparecerían entre las noticias preeminentes dentro del apartado económico. Dando las gracias nos apremió a continuar por la misma senda, invitando gustoso para el próximo año a todos los presentes. Aplausos y degustación de canapés, cava y vino en las bandejas que los camareros y camareras paseaban a lo largo del salón. No quisimos comer y beber mucho, quedaba la cena y las copas para la noche. Era aquel el primero de los días de confraternización y no había que salirse de madre más de la cuenta.

- Fantástica la convención, no creen –brindando todos las copas con Paco, más que satisfecho por los buenos resultados obtenidos.

Eso significaba que el nivel subiría inevitablemente, reclamando mejores números además de un plus de implicación por parte del grupo. Todos a su alrededor, reíamos convencidos por conseguirlo. Un grupo amplio de catorce personas que la verdad competíamos ferozmente por ser los mejores en lo nuestro. Paco luego nos lo sabía corresponder aunque a veces no todo lo bien que podíamos desear. Como jefa de todos ellos, reportaba directamente y de forma semanal con él. Correos electrónicos con que tenerle al corriente de la marcha del grupo y luego mensual y trimestralmente. Hojas de Excel con porcentajes, variaciones y número de pólizas diarias, semanales y mensuales de cada uno de los agentes. Todo muy controlado tal como desde la central solicitaban.

- Julia, te felicito por todo el trabajo hecho estos meses.

- Gracias –un breve y amistoso toque entre las copas antes de saborear un sorbo del vino blanco que había pedido.

- -Sigue así, mantén el nivel alto con los chicos. Hay que ser exigentes con ellos.

- Lo sé, lo tengo todo bien controlado. Sabes que nunca te he fallado.

- Claro y quiero que así siga siendo. Esto es una labor de equipo. Ya has oído lo que nos piden, nos va a todos en ello.

Despidiéndose gentilmente para seguir con sus compromisos, nos dirigimos a la cena consistente en un pequeño variado. Algo rápido para pasar pronto a la fiesta y el baile que más tarde se daría en uno de los salones contiguos. Todos muy elegantes y de punta en blanco como mandaba el protocolo, traje de cóctel las mujeres y traje y corbata los hombres. Subimos a las respectivas habitaciones a cambiarnos y arreglarnos, una hora más tarde seguiríamos la fiesta nocturna entre bailes y risas. Con Amanda quedé en vernos una hora y cuarto más tarde para así poder arreglarnos y acicalarnos cada cual de manera conveniente. Además de hacer esperar unos minutos al personal masculino que eso siempre da un punto de mayor interés por una.

En la habitación una ducha rápida y mitad templada mitad refrescante me dejó como nueva. Luego en el armario busqué el vestido blanco que para la ocasión había encontrado. Ropa interior adecuada en un rojo intenso, junto a las medias blancas a juego con el vestido y los zapatos. Mirándome en el espejo del baño mientras me vestía, me vi elegante y sensual sin saber muy bien lo que la noche podría deparar. Alegría sin duda, unas cuantas copas con que entonarme y alguna que otra caricia de manera descuidada charlando en la barra o bailando animadamente. En esas fiestas siempre resultaba fácil encontrar alguien con quien poder intimar.

Desde mi separación de Marcos y con los niños más que creciditos nada me ataba a una relación seria, permitiéndome disfrutar de ciertas libertades y de algún que otro flirteo si la ocasión se daba. Con Amanda más de una vez habíamos encontrado compañía masculina, sin dejar de lado el poder disfrutar una de otra. Amanda se declaraba abiertamente bisexual y a mí la verdad me daba morbo el seguirle el juego. Diez años más joven y divorciada tres años antes, la situación para ambas resultaba parecida aunque seguramente Amanda se mostraba mucho más lanzada en eso.

Bajé en el ascensor sin nadie a quien encontrarme. La noche era larga y quién saber qué podía darse. Lo cierto es que no estuve mucho rato en la concurrida y aburrida fiesta que se daba, la mayoría bebiendo y charlando de trabajo. Un fastidio vamos, del que querer escapar tan pronto pude. Amanda no bajaba de manera que curioseando busqué algo interesante a lo que agarrarme. Mi salvación fue una pequeña barra, próxima al hall principal en la que nadie había más que un par de camareros limpiando y dejando inmaculadas un montón de copas de champán. Sin nada mejor que hacer para allá que me fui en busca de conversación y algo que tomar.

- Hola chicos, ¿qué hacéis por aquí?

- Ya casi acabando la jornada señora. Como ve limpiar copas y más copas para la reunión que en una hora se dará –el joven camarero respondió a mi pregunta, sin hacerme mucho caso mientras seguía a lo suyo.

Junto a ellos allí me encontraba, mirando el móvil por si llegaba mensaje de Amanda. Una pequeña barra con apenas cuatro o cinco botellas variadas y copas y más copas a las que sacar brillo. Un trabajo no tan interesante como pueda parecer en un primer vistazo. Aprovechando que me encontraba sola con ellos, con un suave carraspeo volví a reclamar la atención sobre mi persona.

- ¿No podríais servirme una copa?

- ¿Claro qué desea señora? –el joven camarero se apresuró a decirme.

- Oh, una copa de brandy estará bien.

- ¿Solo o con hielo?

- Solo mejor, poco cargada la copa.

- Perfecto, enseguida la tiene.

Los tres solos, frente a mí se encontraban los dos guapos camareros. Bellos, hermosos y muy elegantes como correspondía al lujoso hotel que la compañía nos había guardado. El joven que me servía la copa, de unos veintisiete años le eché en un rápido examen. Moreno de cabellos rizados y encrespados, barba rala y bien cuidada vestía camisa blanca y corbata negra. Guapo pero tampoco para tirar cohetes, en quien sí fijé mi atención fue en su compañero con quien aún no había cruzado palabra. Mayor que su compañero, unos cuarenta y tantos y negro, muy negro y de cabeza rapada el conjunto de perilla y bigote supongo fue lo que me lo hizo ver más interesante. Camisa negra y corbata del mismo color, no hacía más que limpiar y limpiar copas, al parecer completamente ajeno a mi presencia. Eso hirió mi amor propio haciéndome a partir de ese momento tomar mayor interés en él.

Disfrutando un corto y cálido sorbo de mi copa de brandy, al fin vi aparecer radiante a mi amiga que bajaba la escalera. Con un fuerte movimiento de mano la saludé a lo lejos. Arrebatadora y espléndida con su minivestido rosa de satén muy brillante. Vestido bastante ceñido y con alguna que otra transparencia en ciertas zonas estratégicas del mismo remarcándole sus ampulosas y sinuosas formas. La verdad estaba para hacerle varios favores si no fuera que aquella noche yo tenía otras ideas en mente que no pasaban por estar con ella.

Bajando Amanda un escalón tras otro sobre sus elegantes sandalias doradas, de manera lenta y segura en cada nuevo paso. Buscándome desorientada con la mirada en algún punto inconcreto del amplio hall. Al fin me vio. Removiendo la melena a los lados antes de con los dedos volver a removerla, echándola atrás al alborotarla aún más. Sensual, esplendente en toda su belleza, centrando seguramente en su persona más de una mirada. La melena a un lado y otro, con una sonrisa leve la vi devolverme suavemente el saludo. Pronto la tuve a mi lado.

- Tardaste un poco –con la mano en la barra cogida la copa entre los dedos.

- Lo sé, perdona… ¿llevas mucho rato esperando?

- Sobre un cuarto de hora, no te preocupes. La fiesta está de lo más aburrida, todos hablando de pólizas, trabajo y más trabajo.

- Bufff, menudo incordio. ¿Qué tomas? –preguntó viendo que ya había pedido.

- Algo de brandy –declaré mostrándole la copa ya casi acabada.

- Nena, empiezas fuerte la noche –una fuerte risotada la que me lanzó.

- Bueno, calentando motores ya sabes. Por cierto, estás guapísima… ¿dónde encontraste esa preciosidad de vestido?

- Secreto, no puedo decir nada –dijo tapándose la boca y haciéndome con ello crecer la envidia.

- Ejem, perdone señora… ¿quiere tomar algo? –nuevamente el joven camarero mostrándose agradable y simpático.

- Sí, un bitter estará bien gracias.

- ¿Solo un bitter? Hija, qué sosa te has vuelto de repente –le dije apurando mi brandy y pidiéndole ahora al guapo moreno una segunda copa.

Las dos en la barra continuamos la charla amistosa. La fiesta, la cena y los compañeros de trabajo, el jefe y sus cosas que tan bien conocíamos. Poco a poco fuimos entrando en materia, cambiando de conversación a otras cosas. Amanda se percató de cómo los hombres nos miraban, haciéndome un gesto disimulado pero que cacé a la primera. Guapas y apetecibles como se nos veía lo raro sería que no nos mirasen. Al fin y al cabo ninguna de las dos pasábamos desapercibidas y no nos faltaban oportunidades para poder vernos acompañadas. Pronto los cuatro empezamos a charlar, una breve conversación aprovechando que mi amiga pedía ahora un Martini blanco.

- ¿Llevan mucho en el hotel? No las habíamos visto hasta ahora –el hombre de color preguntando interesado por nuestra visita.

- Bueno, llegamos esta mañana. Nos alojamos por la convención de seguros… estaremos dos días más. Una lata, trabajo, trabajo y nada más que trabajo –Amanda le respondió tomándole el guante.

- Dos días dan para mucho, no todo va a ser trabajo. También puede haber tiempo para el placer… dos bellezas así no se ven todos los días –el joven lanzándose al vacío y sin paracaídas.

- ¡Pero bueno, veo que eres muy osado y atrevido muchacho! Te recuerdo que no nos conocemos de nada y ya nos estás tirando desvergonzadamente el anzuelo –a mi amiga se la veía divertida ante la osadía que el joven mostraba.

- No hace falta conocerse para tomar una copa y poder quedar. Sin compromiso claro –ahora el de color entrando a la carga.

Las dos solas con aquellos tipos, apartándonos mínimamente de ellos con la mirada le dije a Amanda que me gustaba el negro. Si todo lo tenía como la tímida sonrisa y la fuerza que los brazos parecían guardar… ¿Cómo debería ser el resto? –de manera vergonzosa pero directa se lo comenté a mi amiga. Amanda no podía creerlo. Algo tan directo y rápido con alguien desconocido pero yo sabía bien que a ella le iba el joven camarero. ¿Allí en Barcelona y lejos de Madrid por qué no darle una alegría al cuerpo? Además que el moreno prometía un montón de cosas, con su mirada de grandes y profundos ojos oscuros. Grande muy grande, de cabeza completamente depilada y fuerte y musculoso según daba a entender la camisa negra que le cubría. Me moría por verle desnudo y conocer lo que las ropas podían esconder.

- ¿Pero te has vuelto loca? –la voz de mi amiga bisbiseando en voz baja en medio de una risilla nerviosa.

- ¿No te parece que está para comérselo? ¿Y qué me dices del jovencito? –la ataqué directamente a ver por dónde salía.

Vi que había dado en el clavo al verla subir los colores, carraspeando evidentemente nerviosa al saberse en falta.

- ¿Y qué me dices si alguien llegara a enterarse?

- Vamos no te me hagas ahora la mojigata, no se te da nada bien ese papel. Ninguna de las dos tenemos compromiso alguno y además no seré yo quien lo vaya dando a conocer por ahí –mostrándome ahora mucho más desenvuelta en mi descaro.

- ¿Sabes qué? La verdad es que viéndole más atentamente te diré que el muchachito no está nada mal. Pero nada mal desde luego.

- -No es mi tipo ya lo sabes, prefiero algo más crecidito –reí mi maldad en forma de comentario travieso.

- -Si realmente quieres mi opinión experta te diré que el negro está para comérselo enterito… harás mal si lo dejas pasar de largo –no pudo más que envidiar mi buen gusto, diciéndome mi amiga en voz baja y al oído en el tono nervioso que tantas cosas y todas ellas malas querían significar.

Relamiéndose Amanda levemente el labio inferior, volvimos a acercarnos a la barra en busca de conversación. Así nos presentamos a los chicos, quedando cada una con el suyo. Un ramalazo sentí correrme el cuerpo, nada más notar la mirada fija y profunda ahora sí interesada más que claramente. El guapo moreno me observaba con descaro y sin vergüenza alguna, recorriéndome con la mirada por encima lo poco que la alta barra permitía ver. Un calor sofocante empezó a subirme cuerpo arriba imaginando el montón de posibilidades que junto a aquel hombre podían darse.

Igual que mi amiga, vestía un vestido de cóctel tal como la ocasión marcaba. Pero a diferencia del de ella, algo más discreto y sin escote pronunciado. Tal como dije en tono blanco y a rayas, aunque a primera vista parecía totalmente blanco, combinado con unos zapatos de medio tacón y un pequeño bolso, ambos igualmente en blanco que le daban un toque atrevido y muy chic al conjunto. Sin embargo, el hombre semejaba en ese momento querer desnudarme por completo con la mirada seguramente imaginando las mismas perversas experiencias que yo empezaba a barruntar.

Saliendo de la barra el moreno se excedió en sus funciones más de lo conveniente. Arrimándose Amanda a él sin vergüenza alguna le preguntó su nombre.

- Natalio -le escuché decir sin perder detalle y ligeramente de espaldas a ellos como me encontraba.

- Natalio, un bonito nombre. Mira te presento a mi amiga Julia, una de las mejores representantes de seguros que puedas conocer.

- Y hermosa… -soltó en voz baja lo que me hizo derretir tan pronto le sentí decirlo.

- Hermosa eso es. Bien os dejo unos segundos para que os conozcáis un poco más –una encerrona en toda regla la que me planteaba, allí a solas con aquel tipo al que querer comerme.

Sin poder hablar mucho pues el trabajo no daba para ello, sin embargo finalmente ambos consiguieron una cita más tarde cuando la tarea les dejara libres.

- Habitación 214, os esperamos a los dos –unas palabras casi silenciosas las que le lancé junto al oído.

- Allí estaremos –el moreno respondiéndome sonriente a la invitación.

- Eso espero, no me falles –un guiño de ojo con el que darlo todo a entender.

- No tardaremos mucho –fueron sus nuevas palabras al respecto.

Por su parte y al otro lado de la barra, Amanda y el joven camarero charlaban animadamente. Haciéndose mi amiga la interesante del modo que yo tan bien conocía, siempre con la sonrisa y la palabra justas con las que atraer a la gente. Me encantaba. Y más le encantaba al chico, tan interesado en ella como estaba. Apoyada en la barra se dejaba seducir. Sirviéndole un segundo Martini, él continuó con su limpieza de copas pero mucho más interesado en lo que hablaban. El jovencito no podría resistirse a ella, cuando Amanda ponía el ojo en una víctima propicia era seguro que no se le escapaba. Ella bebía de su copa a cortos sorbos, saboreando la bebida hasta dejarla correr garganta abajo.

Finalmente y abandonando un segundo con la mirada a mi guapo acompañante, pude ver cómo el chico se abalanzaba sobre mi amiga dejándose ella volver el rostro hasta acabar besándose con más que evidente intención. Al fin lo había logrado, siempre pasaba igual. Siempre era ella la que conseguía antes la pieza apetecida, siempre se me adelantaba en los deseos. Volvieron a besarse, comiéndose a besos ya totalmente enlazados el uno con el otro y sin importarles para nada nuestra presencia. El chico la besaba abriendo la boca y haciéndosela abrir al pegarse los cuerpos hasta quedar fusionados en uno. Me resultó morboso el verles así, tan acaramelados y dispuestos a lo que fuera.

A mi lado, Natalio se percató de lo que sucedía a lo que no pudo más que mantener la atención fija en la afortunada pareja. Amanda sonreía a los besos y palabras tenues que su chico le prodigaba. Boca contra boca, ofreciéndole ella la lengua mimosa.

- Guau, parece que lo pasan bien. Los hay que no pierden el tiempo.

Asentí con la cabeza a lo que decía, allí los dos juntos tomándome el moreno las manos entre las suyas. Un paso más que decidido por su parte. De ese modo con Natalio fuimos ganando la necesaria confianza. Era discreto y considerado, sin esas miradas sucias y obscenas que otros te echan nada más te ven. Resultaba obvio que me deseaba, clavándome su mirada de ojos negros y oscuros en la mía cada vez que las cruzábamos ligeramente. Viéndole tan interesado en mi persona, no pude menos que lanzarme sin frenos a por él.

- ¿Tal vez no puedes escaparte antes de tiempo?

- Bueno todo podría darse si la compañía vale la pena. En realidad aquí ya no queda nada por hacer.

- ¿Y crees que la vale? –humedeciéndome los labios de la manera irresistible que tan buenos réditos siempre me daba.

- Claro preciosa, marchemos a otro sitio más discreto…

- Vamos pues –sin decir más y cogiéndole de la mano le hice acompañarme dejando a los otros a lo suyo.

En un rincón cercano y lejos de miradas molestas quedamos sentados en el amplio sofá de cuero gris. De nuevo esos ojos intensos devorándome por completo con ellos. Era guapo, realmente guapo y de mirada franca y sincera. Junto a él no pude menos que sentirme nerviosa, viéndome obligada a apartarle la mirada.

- ¿Estás nerviosa?

- Un poco, debo reconocerlo –respondí de manera tímida y todavía sin poder mantener la vista en la suya.

- Tranquila, déjate llevar… eres una mujer bella y hermosa.

Tomándome en brazos me hizo llevar hacia él. Lanzando un murmullo de sorpresa, al momento sentí su boca de gruesos labios sobre la mía. Envolviéndomela con la suya, con las manos en sus fuertes brazos pronto subí una de ellas al cuello de mi amigo devolviéndole el beso con el que empezar a entrar en relación directa. Me gustaba un montón y yo a él no digamos. Besaba bien desde luego, esa boca cubriéndome la mía y a la que responder del mismo modo entregado y sensual. Nos separamos un breve instante, reconociendo nuevamente aquella mirada fija y profunda. Y entonces no pude menos que decirlo.

- Te deseo… es extraño esto, apenas nos conocemos pero puedo decirlo sin temor a equivocarme.

- Yo también te deseo. Esas cosas pasan… sin saber muy bien porqué salta la chispa entre dos personas y creo que ahora es lo que nos pasa.

- Me gustas –solo pude decir.

- ¿Te arrepentirás luego?

- Nunca suelo hacerlo. Y ahora mi experiencia me dice que no será así.

- Perfecto, me gustan las mujeres decididas y que saben lo que quieren. Eres bonita y atractiva, y seguro que tendrías todos los hombres que quisieras.

- Pero ahora te tengo a ti.

Volvimos a caer en un beso salvaje y apasionado, mezclando las lenguas y jugando con ellas al tomarle de nuevo la cara con mi mano. Cerrando las bocas el beso se pudo escuchar en el silencio que nos envolvía. Allí los dos solos y con un desconocido, solo pensaba en disfrutar aquellos besos frescos y novedosos. Abriendo la boca, traté de meter la lengua en ella. Empezaba a respirar acelerada, llevada por la presencia masculina que tanto me llamaba. Un nuevo beso largo y profundo reconociéndonos uno al otro, tomando seguridad en el otro.

- Sí bésame –pedí con la boca prácticamente pegada a la suya.

De ese modo podía sentir la calidez de su aliento sobre los labios, haciéndoselos cerrar al besarle con fruición y entrega absolutas. Me ponía, me ponía loca no podía evitarlo. Continuamos así largo rato, olvidados de donde estábamos y todo aquello que nos rodeaba. En esos momentos solo existíamos los dos, besándonos complacidos en el silencio de la noche que, reservada y muda, nos acompañaba.

Murmurando mi deseo junto a su boca, volviendo a atraerle al abrir los ojos tan cerca como le tenía. Mordiéndole levemente el labio, las fuertes manos de mi compañero me recorrían el cuerpo tanteando y explorando todo lo que tanto le interesaba. Yo me dejaba hacer, cogida por la espalda y notando las manos resbalar curiosas en busca de mi redondo trasero. Gemí sin remedio, aquello iba quizá demasiado rápido pero ya no podía ni quería parar. De nuevo la mano resbalándome al trasero por encima de la tela del vestido. Besándonos apasionados y con vicio en un morreo ardiente y lleno de las peores intenciones. Buscándole yo la boca, al gemir levemente al verme acallada por la boca del moreno. La pierna cruzada sobre la suya, toda rolliza al aire y en la que aún no había reparado para mi desgracia. Hubiera deseado tanto que me la acariciara…

Sin embargo, el interés de ambos iba por otro lado besándonos una y otra vez en una sinfonía inacabable y muda de besos. Apretándome a él, rodeándole la espalda con las manos y subiéndolas luego a la nuca. Uniendo las bocas y las lenguas de manera descarada e incluso insolente por lo procaces que los besos se hacían. Tomándome el hombre los cabellos y acariciándomelos entre los dedos muy muy lentamente. Creí que me derretía con cada nueva muestra de amor y cariño por parte de mi guapo acompañante. Gemí, gruñí tratando de desembarazarme al notar los besos ir más allá y cómo me devoraba entre sus brazos sin darme respiro.

Por suerte allí llegaron Amanda y su joven compañero, aunque yo de nada me enteré hasta notar la mano de mi amiga sobre la espalda. Fue cuando reconocí la de mi hombre plantada ahora sí subiéndome el muslo. Separándonos y haciéndome levantar, Amanda me acercó a ella besándome suavemente. Un beso corto y delicado que imagino haría a los chicos suponer todo lo que podía esperarles con un par de preciosidades como nosotras. Beso lésbico y con lengua mientras me bajaba la mano al pecho, devolviéndole yo el beso con la mayor disposición.

Tomándome del cuello y haciéndome abrir la boca contra la que golpeó vivaracha la de mi amiga. Nos besamos profundamente sin que pudiera evitar lanzar un suspiro sonoro al notar la lengua entrar entre los labios. Mientras y por atrás, cada hombre se dedicaba a una de nosotras acariciándome y apartándome atrás el pelo mi compañero de futuros juegos. Echando la mano atrás le busqué tratando de atraerle. Empezando a jugar ahora los cuatro de manera abierta al tiempo que nosotras continuábamos con nuestros maliciosos roces.

Labios contra labios, sin soltarme un segundo y disfrutando el momento al besarnos ambas con sutileza. Mordiéndome luego el labio lo que me hizo gemir débilmente. Sabía lo mala y perversa que podía llegar a ser, siempre lo era mirándote con aquella mirada felina con la que te enamoraba. Las manos de Natalio por encima de los hombros y bajando los brazos al sentir cómo se pegaba contra mi trasero. Eché atrás las posaderas deseando notarle aún mucho más. Sin duda aquello empezaba a notarse duro y en forma.

Al fin nos separamos, la mirada de Amanda en la mía sin apartarla un instante. Entonces invitó a su chico a unirse a mí, besándonos ambos y aceptándole sin mayor problema al abrir la boca. Por abajo la mano indagaba la parte baja del vestido, sabiéndome entregada y abandonada al par de hombres con los que poder gozar. El joven muchacho me tenía cogida por la cintura y yo solo podía que responderle el beso abriendo la boca en busca de la suya. Natalio me besaba el hombro, tirándole la mano atrás para atraerle tomado de la nuca. Besos y más besos al calor de aquellas manos que me sobaban la figura a lo largo del vestido. Les deseaba, les deseaba… no sabía muy bien cómo podía acabar aquello pero solo pensaba en seguir y seguir. El atrevido joven me atrapó el cuello, besándolo y mordisqueándolo lo que me hizo temblar hecha un flan. Era realmente osado y atrevido, tal vez me había equivocado en la pareja escogida.

- Tenemos que irnos –la voz de Amanda cortándonos el rollo al hacernos despegar de manera brusca.

Cada una con el suyo apretado a la espalda, mi amiga se despidió quedando las dos para el día siguiente. Asentí sin decir palabra, viéndola desaparecer de mi lado como si en una nebulosa me encontrara. Ahora sí quedé a solas con el hermoso negro al que hice acompañarme a la habitación sin más demora. No podía más, me sentía cachonda y necesitaba hombre que rebajara tanta tensión como me corría el cuerpo.

Ya en la habitación y enfrentados el uno al otro, la mirada oscura y profunda volvió a clavarse en la mía. Una mirada que te traspasaba haciéndome fundir bajo su influjo.

- Al fin solos –tan solo me dijo con su voz ronca y excitada.

- Sí –los labios temblándome al saberme entre sus brazos.

Sabía bien a lo que habíamos subido a mi habitación. Ya no había marcha atrás además que le deseaba más que nada en el mundo. De ese modo empezamos a amarnos, sin prisas y dándonos las bocas una vez más. Como dije no se le veía torpe en sus movimientos, sabiendo cómo tratarme para llevarme donde quería. Sin embargo, no pudo evitar bajarme las manos al trasero haciendo subir lentamente la tela del vestido. Noté sus dedos apretarme, calientes y poderosos al hundirse en la piel.

- Ámame… sí ámame –se me hizo un nudo en la garganta y la voz más apagada al pedírselo.

Clavándole las uñas en la espalda y haciéndolas caer camisa abajo. Abrazándome a él con pasión mal contenida, cogida a sus brazos el guapo moreno acercó la boca besándome por enésima vez. Entregándome los labios de manera voraz y sin reservas, gimoteé en mi calentura total al devolverle el beso. Tirándome sobre él, le rodeé ahora con los brazos mientras por detrás las fuertes manos masculinas me tenían tomada con determinación y descaro malsanos. Me encantaba el sentirlas sobre las nalgas, llevándome contra él y pudiendo así notar lo que entre sus piernas se daba. Se notaba grueso y duro, restregándome contra el bulto ya sin disimulo alguno. Besándonos apasionados y de forma algo violenta al morderle yo los labios haciéndole gritar. Moviéndome de forma abierta y provocativa alrededor de la voluminosa protuberancia que entre sus piernas se reconocía.

- Sigue sigue… te deseo, te deseo…

Lengua contra lengua, jadeando entrecortada tanteé entre sus ropas tratando de abrirle la camisa.

- Deja que te quite esto –imaginaba mis ojos brillando de lujuria.

- Claro nena… hazlo –con sus palabras me animó a continuar.

Con los rostros pegados pude apreciar el aliento y la respiración acelerada del hombre. Cachondos e impacientes ambos por el otro, el deseo incontenible y creciente nos consumía.

- Ámame, ámame –no podía más que reclamar en mi total vesania y falta de sensatez.

Notando las manos resbalándome el cuerpo al apretarme contra él, gimiendo al pedir más y más. Me tenía tan caliente que entre las piernas sentía aquel calorcillo intenso abandonarme. Creí correrme con solo su aliento llenarme la boca. Y me dejé besar, gimoteando hecha un mar de nervios.

- Bésame, bésame… hazme el amor cariño…

- Joder, te deseo tanto y tanto… sigue sigue, no pares –morreándonos rabiosos en busca de nuevos besos y caricias.

Las manos me rozaban suavemente los celulíticos muslos, los dedos cariñosos y voraces corriéndome cerca de las rodillas. Gimiendo, sollozando ambos camino de un nuevo placer desconocido y pleno.

- Fuera esto –los dedos trabajando lentamente un botón tras otro, el pecho masculino y rotundo empezó a vislumbrarse para mi asombro.

Era hermoso, tuve que tragar saliva para no gritar la completa desazón que atenazaba cada una de las nuevas emociones que me invadían ante tan bello y espléndido animal. Murmurando en voz baja, acompañando con ello cada nuevo botón que soltaba. Y entonces abriéndole la camisa y sin decir palabra, los dedos comenzaron a hacerse idea de lo que allí se me ofrecía. Unos amplios y bien cuidados pectorales sobre los que dejarlos deslizar saboreando tan seductor momento.

- Eres hermoso –mascullé volviendo a distinguir cerca del rostro el aliento alterado del macho experimentado.

Temblorosa y excitada, bajé las manos a la parte baja de la camisa acabando de soltar los dos últimos botones. Y nuevamente arriba, comiéndome el musculoso torso con la mirada. Respiré profundamente encontrándome la del hombre en la mía, callado, mudo y silencioso tan solo observándome y dejándose hacer por mis dedos y mis manos.

- ¿Te gusta cariño? –pregunté de forma apenas perceptible.

Haciendo resbalar la prenda hombros abajo, al fin quedó desnudo las bocas tan cerca la una de la otra.

- Bonita piel, suave y tersa… me gusta –acercándome a él en un momento de locura transitoria, inspiré la fuerte fragancia que el torso desposeído de ropas desprendía.

En ese instante y sin poderlo resistir más, el guapo moreno volvió a tomarme firmemente de la cintura llevándome contra él. Nos besamos con desenfreno, cruzándole la mano por el cuello y enganchándoselo ahora para sentirle más cercano. Achuchándonos, besuqueándonos sin control, tan juntos que apenas nos daba para respirar. Mordiéndole los labios, envolviéndomelos Natalio con los suyos, sacando yo la lengua para que la tomara raspándola entre los dientes. Temblé de emoción por el continuo torrente de emociones que me hacía sentir. Vibrando toda yo entre sus brazos, me dejaba amar y envolver por su fuerza brusca y tan masculina. Atrapándome del pelo, el beso se hizo más salvaje y profundo si cabe.

Fuertes gimoteos acallados por su boca, no me soltaba ni yo lo hacía con él. Las manos reconociéndome por abajo, el vestido ya subido a la cintura y la pequeña braguilla pudiéndose ver llamando a retirarla. Manejé el cinturón entre los dedos, tratando de soltarlo. No podía esperar más y a ello me entregué, tirando del mismo hasta hacerlo desaparecer. Separándome al tirarme atrás, busqué un mejor acomodo al doblar la pierna y consiguiendo al fin echarla a un lado. Reí nerviosa e impaciente por querer seguir. Cogiéndome de las caderas, el moreno me hizo sentar sobre él. Un nuevo beso de asentimiento al notar las bragas caer levemente, teniéndome bien cogida de las nalgas. Apretándolas ansioso, manoseándolas con desvergüenza y moviéndome yo en círculos simulando lo que tanto deseaba se hiciera realidad.

Un grito de sorpresa emití al verme caer atrás, empujada con decisión por las fuertes manos. Jadeando inquieta, respirando entrecortada y en voz alta y descontrolada, notándole coger las bragas por los lados y deslizarlas piernas abajo. Aviesa, ayudé a hacerlo elevando las piernas arriba y mostrando así la redondez prieta y contundente de mi tremendo y grueso nalgatorio.

- ¡Sí sigue… qué cachonda me tienes!

Las piernas abiertas, quedé ofrecida y con mi coñito al aire y a la vista del moreno. Pasé los dedos por encima y al retirarlos los ojos del hombre se clavaron en la raja rosada y ya con cierta humedad en ella. Cubierto el monte de Venus de sedosos vellos, una breve y castaña matilla de pelo mostrándosele anhelante de caricias. No pudo menos que apretarse los labios, humedeciéndolos imaginando a buen seguro todo aquello que se le avecinaba. Cogiéndome de los muslos le vi agachar en busca de mi fruta madura.

- Cómemelo, vamos hazlo –pedí loca porque lo hiciera.

La lengua rasposa, húmeda y rosada entró en contacto con mi coñito, lamiéndolo y acariciándolo con apetito malsano. Gruñí levemente tan pronto noté aquel roce suave pero decidido. Unos segundos de separación y de nuevo le sentí enterrarse entre las piernas, dedicándome un dulce lametón al abrirme los labios. Mascullando de gusto, me incorporé adelante invitándole a continuar con aquellos primeros escarceos. Sin embargo y adelantándome a su tarea, fui yo misma la que me masturbé pasándome los dedos por encima. Agradable y placentero el notar los dedos abriéndome los labios para acabar dándoles paso hacia el interior. Empecé a pajearme, rápido y despacio a partes iguales. Gimiendo, sollozando, siguiendo en mi propia locura. Mientras, el hombre me observaba interesado, masturbándose por su lado.

- Precioso –el hombre negro afirmó, observando la abertura como si la adorara.

- ¿Te gusta cariño? Cómemelo…

Natalio lo hizo hundiendo la lengua una vez más entre las paredes de la vagina. Respirando yo con fuerza al aguantar el aliento como mejor podía. Y de nuevo la lengua corriéndome por encima, empezando a entrar en relación con el sensible botón.

- Chúpamelo, chúpamelo sigue…

El hombre asintió con un sonido de aceptación al lamer y succionar del interior de la vulva rosada. Dándole un tímido besito ahora y llevando esta vez la lengua al clítoris todavía en calma. Un leve roce que me sacó un suspiro ahogado y prolongado. Tuve que llevarme la mano a la boca para no gritar.

- ¿Así? –preguntó el maldito retirándose de su tarea un breve instante.

- Por favor, sigue sigue…

La boca de gruesos labios se hizo con mi coñito, sacando la lengua y pasándola por los alrededores de la entrada excitable. Yo me removía, reclamando que lo hiciera, que me lo comiera y lamiera sin más espera. Unos suaves y lentos besos por el interior del muslo como adelanto al siguiente de los pasos en que cayó enfrentado al tierno y cálido botón de mi placer. Temblé entera al sentir cómo lo chupaba con gran avidez jugueteando con el mismo, un ramalazo lleno de electricidad corriéndome el cuerpo. El calor de su aliento y su respiración apagada rozándome la sensible zona, me agarré donde pude, a su cabeza y después a la colcha de la cama que me servía de necesario acomodo.

Me corrí por vez primera, mordiéndome los labios para soportar el roce demoníaco que la lengua y los labios ejercían sobre mi pobre clítoris. Ya la calidez de mis aromas acompañaba sus caricias y roces, devorándolos y saboreándolos al beberlos goloso el apuesto moreno. Mezclados con el calor de su saliva y sus babas, en una ceremonia morbosa y llena de anhelo para mí. Hundiéndome la nariz al aspirar el manantial de fluidos en que mi sexo se había convertido. Se ahogaba en ellos, respiraba afanoso entre mis paredes, metiendo la lengua y disfrutando todo lo mucho que mi coñito le daba.

Continuó a lo suyo, bebiendo y saboreando mis jugos que ya empezaba a entregarle en abundancia. Gemía, sollozaba, gritaba complacida con las piernas abiertas y dobladas en el aire. Un magnífico espectáculo el que le ofrecía. Y del que se aprovechaba, experto como lo era y sin parar de lamer y succionar. Metiéndome dos de sus dedos y sin avisar, haciéndome caer atrás ante lo sorpresivo del ataque. Grité desconsolada, las manos en su cabeza que continuaba trabajándome el clítoris con la lengua traviesa. Adentro y afuera, enterrándose la lengua en la vagina, humedeciéndome la entrada y volviéndola a sacar de manera presurosa. Y luego los dedos tomando el relevo al entrar profundos y de manera fácil en mi sexo tan dispuesto.

- Sigue sigue… me matasssss… harás que me corra otra vez…

Una mezcla irritante con que consolarme mis ansias por nuevos placeres. Lamiéndome, rozándome la entrada con su nariz, lanzándome su ardiente aliento sobre la abierta rajilla. Jadeando loca por sentirlo tan cálido y abrasador, tan cerca su boca de mi inflamada vulva, los labios volvieron a hacerse con la misma chupando y tirando de ella. Soporté como pude aquello, juro que lo hice musitando palabras sucias y perversas. Reclamándole seguir, abriéndome tanto como podía a sus deseos. La mano en la colcha para luego caer firme en su cabeza completamente depilada, le apreté contra mí notando la lengua vivaracha buscarme el interior de la mojada flor. Separándose un instante para sacar la lengua y rasparla a lo largo de la raja y entre los labios inflamados. Me mataba, me mataba, no sabía cuánto más podría aguantar ese tormento maligno.

- Oh sí… sigue sigue, qué gusto me das.

- Me encanta pequeña… mojadito y excitado –la voz del hombre provocándome.

- Sí, todo para ti mi vida… chúpalo, cómemelo todo.

Desde mi posición y tirando el coño adelante, busqué pegarlo a sus labios y boca. Y cogiéndole con la mano la cabeza hecha una bola de billar, le llevé con urgencia haciéndole hundir entre mis piernas. Golpeándome esta vez el clítoris, un golpe y otro, rápidos cada vez más rápidos golpecillos con los que hacerme vibrar entera. Yo le animaba, pidiéndole nuevas atenciones sin perder de vista lo que allí pasaba. Me encantaba el verle hundido y ofreciéndome todo lo mejor de su repertorio.

Y me meé sin poder evitarlo al visitarme el orgasmo violento y arrollador, haciéndole tirar atrás al notar la súbita micción golpearle el rostro. Reí nerviosa y divertida al tratar de disculparme, recibiendo mi amigo la meada que descontrolada escapaba a mi control. Eso hizo que, furioso me metiera los dedos follándome con rapidez inusitada, gritando yo esclavizada por la fuerza desenfrenada del rápido follarme. Volví a correrme o eso creo, seguramente un orgasmo seguido por un segundo y que me hizo caer atrás abandonada a mi suerte y con los ojos fuertemente cerrados al jadear sin fuerzas. Tanta y tan intensa era la tensión en mi persona. Con las manos le atraje, besuqueándonos procaces con cada nuevo gesto que nos prodigábamos.

- ¿Te gustó? –preguntó al separarnos, perfecto sabedor que así era.

- Me ha encantado… ¿qué tal si me follas hombretón?

Acariciándome y pasándome mimosa los dedos por encima, esperé a que lo hiciera. Rozándome la humedad y viendo los flujos abundantes correr entre los dedos, me satisfacía el verme tan perra y abierta a la presencia elegante y por qué no decirlo también algo vanidosa del hombre, allí tumbado junto a mí. Y entonces cogida de las piernas y con el coño encharcado y hecho una pena, el negro se dispuso a follarme tomándose el miembro entre los dedos. Miembro enorme y en el que no había reparado hasta entonces tan inmersa en lo que con su lengua y su boca me hacía.

Largo, de un tamaño considerable y muy grueso y oscuro, quedé sin aliento y helada ante lo que me ofrecía. Producía escalofríos nada más verlo y eso que había visto unos cuantos. Descapullado con el hinchado champiñón al aire tirándose Natalio la piel atrás, de venas abultadas y marcándose a lo largo del tallo, el pene se veía totalmente listo y dispuesto.

- ¿Quieres que lo haga? –preguntó haciéndome así aún más difícil el momento, gimoteando en voz baja deseosa por tenerle dentro.

- Métemela, métemela… no me hagas esperar más… fó… llame maldito –mi voz entrecortada y en un susurro.

- ¿La quieres nena, dime la quieres? –pajeándose entre los dedos entretenido ante el angustiado y afligido estado en que me tenía.

- Dame tu polla –declaré autoritaria al incorporarme y cogerle con fuerza del cuello.

Pegada al hombre negro y tras plantarle un beso húmedo y rabioso, volví a tirarme atrás quedando expuesta y con las piernas completamente abiertas. Me la metió a pelo, ni goma ni hostias, poco a poco e ingresando paso a paso el recio músculo me entró sintiéndolo de ese modo mucho más. Finalmente un fuerte y seco arreón de una sola vez y todo para adentro, clavándose hasta lo más hondo y dejándome dolorida y sin respiración.

Bramé de manera desesperada por lo robusto del aparato masculino horadándome la rajita empapada. Hipando mi desazón, el macho se mantuvo quieto y bien situado dándome a sentir su presencia implacable. Era muy grande y enorme, desde luego que sí manteniéndome por mi parte igualmente quieta soportando la fuerza del miembro viril. Unos segundos apenas estuvimos así, callado el hombre tan solo observándome embelesado mientras yo gemía y suspiraba sin poder pronunciar más que sonidos deslavazados y sin sentido alguno.

- ¿Te gusta? –preguntó Natalio con voz cavernosa y ronca llevado por el deseo.

- Es muy grande cariño… despacio, métemela despacio…

- Sí, la siento… la siento… clávamela despacio –repetí suplicante notándome arder por dentro.

Y así empujó suavemente, arrancándome un gemido ahogado al sentirme abrir la vagina por aquel recio mástil. Despacio y apenas entrándome, tan grande era que mi pobre coñito necesitaba hacerse al tamaño horrible.

- Con cuidado, es muy grande… es muy grande –los cabellos cubriéndome el rostro al caerme por la frente.

Entrecerraba los ojos quejándome, gimoteando herida, abiertas las piernas y dobladas colgándome a los lados. Llevé los dedos por encima pasándolos lentos y premiosos. El moreno empezó a moverse, acompañándole pronto en el lento movimiento. Adelante y atrás el poderoso macho al tomar a cada segundo mayor ritmo y cadencia. Con las piernas abiertas y tomada por sus manos, le ayudé en el lento remover gimoteando y suspirando de puro goce. Me quemaba por dentro, me quemaba entrañas arriba, comenzando el lento percutir adentro y afuera abriéndose la empapada flor bajo su empuje. Tumbada cuán larga era, murmurando en voz baja y luego de manera más ruidosa envuelta en la vorágine de los primeros instantes de la copula. Con los dedos yo misma me abrí los labios permitiendo de ese modo el ir y venir, pareciéndome rasgarse las paredes con cada nueva entrada.

- Así cariño… fóllame, fó… llame toda.

- Sexy y caliente mujer… muévete perra, muévete.

Salió de mi interior un breve instante lo que me hizo buscarle con los dedos y volver a llevarle a la entrada. Con la cabeza levemente elevada, pude ver cómo la cabeza inflamada y rosada resbalaba vagina adentro hasta quedar enterrada más de la mitad. Gruesa, brillante por los jugos de ambos se veía correr adelante y atrás y de forma lenta. Jugando con el botón de mi placer, me masturbé pasándome los dedos arriba y abajo y en círculos. Rozándolo despacio al ritmo que el pene monstruoso me marcaba, hundiéndose para enseguida salir brillante y tenso.

- Mira esto, mira cómo te entra –la voz masculina provocándome con lo pastoso de su sonido.

Resbalándome lentamente y sin compasión, centímetro a centímetro y sin darme pausa, gritando yo en voz alta ante lo tremendo de la follada. Me gustaba, me gustaba horrores lo que me hacía allí tirada y dejándome hacer desconsolada y excitada al máximo. Las palabras apagadas y cariñosas del macho se mezclaban con mis grititos y lamentos pidiendo más y más. Adentro y afuera, adentro y afuera y sin descanso alguno. Sollozos ahogados llenando el silencio de la habitación, me sentía dolorida y feliz ante el terrible percutir con el que Natalio me complacía. Echando la mano por detrás de la cabeza busqué dónde agarrarme y dejar ir la inquietud que me corría el cuerpo. Y el tremendo negro me follaba cada vez de forma más ágil y segura. Empujando bien cogida de los muslos como me tenía, arrodillado frente a mí la posición era la mejor para sus intereses.

Y yo me masturbaba ahora con rapidez el clítoris inflamado por la pasión. Quejándome entre continuos lamentos y con la polla resbalándome y dejándose caer ayudada por lo muy mojada que me encontraba. De nuevo incorporándome y haciéndole correr las uñas por el liso y poderoso torso, solo pude que pedir más y más. Deprisa los dos, golpeándome Natalio con fuerza y echando yo el vientre adelante para así sentirme más llena de él.

- Sigue, sigue así… me voy a correr… me voy a correr.

- Sí córrete, córrete perra… ¿te gusta esto eh?

- Sí cabrón sí… dame fuerte, dame fuerte… no te paresssss.

- Uauuuuuuuu, me corro, me corro… dios qué bueno, sigue así…

Me corrí entre sollozos sin que ello le hiciera desistir en su constante ir y venir. Follándome con violencia, rasgándome las entrañas cada vez que lo hacía, besándome al echarse adelante y dándole yo la lengua perversa y enloquecida. Los huevos bamboleándole libres cada vez que se enterraba o salía triunfante. Acallándome los gemidos y lamentos con su boca de la que sacó la lengua rasposa y húmeda de sus babas. Y entonces me estoqueó de forma brutal, hasta el final y de un solo golpe. Una fuerte estocada y sin aviso alguno con la que dejarme sin aliento. La respiración me fallaba al sentirme tan llena de él. Perdí con ello la noción del tiempo y el sentido de la realidad, al llegarme un nuevo orgasmo en forma de trallazo eléctrico a lo largo del cuerpo y hasta el cerebro donde estallar en un millón de sensaciones absorbentes y agradables al tiempo. Derrotada y vencida por la fuerza de mi guapo moreno caí derrengada bajo su peso entre continuos sollozos y jadeos.

- ¡Joder nene, joder qué bueno… qué gusto me has dado!

- ¿Te ha gustado? –la boca del macho sobre la mía.

Nos besamos apasionados sin darme tiempo a responder, cruzándole las piernas por detrás al tiempo que le abrazaba haciéndole chocar contra mí. Respirábamos agitados, jadeantes en nuestra total locura. Besándonos al instante de manera salvaje y casi obscena. Mezclando las lenguas en el interior de mi boca, luego el hombre me envolvió los labios con el grosor de los suyos. Gimiendo entrecortados, deseándonos enloquecidos, comiéndole la boca con fruición y con la lengua buscando y encontrando la suya.

Las tetas se me movían descontroladas bajo el constante respirar, enganchándomelas presuroso mi amante con los labios para saborear y lamer un pezón y luego el otro. Eso me hizo suspirar feliz, agarrada a él y dejándome hacer por el suave y lento roce. Noté los pezones enderezarse irremediablemente bajo el fascinante correr de la lengua y los labios. Mordiéndolos ligeramente, un tímido mordisquear con el que sacarme un nuevo suspiro.

¡Qué maldito, qué maldito… qué cachonda me tenía y qué bien sabía hacérmelo! Sin palabras y cogiéndole de la cabeza se lo agradecí con un nuevo beso prolongado y sincero, suave y delicado con el que darle a conocer todo lo mucho que me había gustado. Y mientras, la polla gruesa y firme continuaba en mi interior, quieta y parada pero sin intención alguna de escapar de mí.

- Me encanta tu polla, me encanta… ven bésame –musité ofreciéndole los labios.

Lanzando un grito angustiado le sentí resbalarme fuerte y seguro, en una nueva estocada enérgica y hasta el final donde quedar parado haciéndome notar los huevos bien pegados. Se los acaricié entre los dedos, sacando de mi amigo un susurro débil y satisfecho.

- Están cargados –sopesándolos abiertamente y con maldad, la mirada clavada y repleta de vicio en la del hombre.

Llevándome contra él quedamos fuertemente abrazados el uno al otro. Mis brazos rodeándole la espalda y los suyos enlazándome por la cintura hasta posicionar mi trasero sobre su miembro ardiente. Sentada sobre el negro, dejé que me besara musitando levemente. Comencé a moverme, cabalgándole muy lentamente y a mi total placer. Sintiéndolo abrirme cada vez que me entraba al caerle encima. Las manos en mis nalgas las manoseaba y rozaba con los dedos hundidos en ellas. Gemí en un hilillo débil e impaciente por nuevas emociones. Arriba y abajo cuando el hombre enganchó una vez más el pecho, lamiéndolo y rodeando el pezón alrededor. Pasándole la lengua, ese suave roce acompañado del vigoroso del miembro entre mis piernas hizo que cayera sobre su hombro mascullando turbias palabras en el mismo.

Natalio condujo ahora la follada teniéndome bien sujeta como me tenía. Gimoteando al notar el duro instrumento resbalarme entero, me apreté más a él. Ordeñándole furibunda en busca de un placer aún más intenso si eso era posible. Empujando con rapidez y dejándome caer yo con la misma brusquedad que el hombre me daba. Un ritmo más elevado, obligándome a un cabalgar más rápido y exigente para el placer de ambos. Arriba y abajo, rodeándole el miembro en forma de círculos por encima de su vientre.

- Dámela fuerte… más fuerte, más fuerte cariñoooo.

- Muévete vamos, muévete… así lo haces muy bien pequeña.

Y las manos continuaban en mis nalgas, apretándolas con fiereza, haciéndome cabalgar sobre mi amigo una y mil veces. Un flojo cachete recibí al caerle, cachete que se convirtió en uno y un siguiente más duros y secos resonándome sobre la nalga. Grité complacida, riendo alegre por lo mucho que eso me gustaba.

- Fuerte, dame con fuerza vamos… -elevando el culo bajo la fuerza de la mano golpeando duramente.

Empujando arriba tomada como me tenía, me hizo levantar sollozando nerviosa. Haciéndome poner de espaldas a él, reconocí los dedos rozarme inquietos al bajar espalda abajo. Seguidamente pasó la lengua arriba y abajo al hacerme caer adelante. Quedé así boca abajo y con las manos masculinas corriéndome ansiosas los costados. Con el culo en pompa y sin dejar de suspirar en espera de la nueva penetración. Penetración que noté, entrándome lentamente y con facilidad favorecido por mis humedades. Un nuevo suspiro satisfecho y ya lo tenía todo adentro. Sin decir nada, solo gruñendo en su excitación, el moreno me llevó hacia él resbalándome entero hasta que los huevos golpearon mi trasero.

- Joder, joder qué animal… fuerte, clávamela todaaaa.

Con lentos golpes de riñones que pronto se hicieron mucho más broncos y enérgicos al tomar velocidad y ritmo en la follada. Cogida de las caderas y bajando las manos luego a los muslos, volvió a follarme de manera rápida y placentera. Acompasados el uno al otro de forma experta y complaciente. Tirando yo el culo atrás para saberme llena de él, el miembro tan negro y grueso me cubría haciendo que las irritadas paredes se abrieran bajo su empuje. Por delante me llevó la mano al coñito, pasándola lentamente por la raja y acompañándola yo con la mía, reclamando más e hipando desconsolada. Y los dedos se deslizaron adentro, relevando unos segundos la fuerza del pene, corriéndome al abrirse la mojada flor deseosa del roce de aquellos malditos. Luego me los dio a probar, saboreando de ese modo el sabor cálido de mi desvergüenza.

Echando la mirada atrás, dejé que me besara con suavidad y en un solo y delicioso piquillo. Murmurando ambos, apartándome mi amigo los cabellos que me caían por el sudoroso rostro. Una vez más la polla enterrándose, mordiéndome los labios con rabia pese a lo acostumbrada que ya estaba. Y de nuevo moviéndose lentamente, muy despacio y tirándome el cabello a un lado para hacerse con el cuello que besó y comió con fruición.

- Sí sí… qué potencia que gastas… eres incansable mi amor.

- Sigue, sigue.., dame másssss.

Y el hombre lo hizo, incorporada ahora a cuatro patas y pudiendo ver su mirada penetrante traspasarme con violencia desmedida. Grité, vociferé de manera escandalosa ante lo salvaje del miembro robusto enterrándose hasta el final. Adelante y atrás, resbalándome con rapidez hasta salir en su completa emoción. Le pedí que volviera a meterla, echando la mano entre las piernas pero ya el hombre me la había vuelto a meter de un solo envión, tragándola mi concha satisfecha y ufana. Con la mano sobándome el pecho, continuó sin descanso follándome entre mis grititos entrecortados. Le pedía seguir, no quería acabar con aquello, aquella polla incansable había que aprovecharla tanto como pudiese.

- Fóllame cariño, fó… llame… con fuerza, con fuerza.

- Sí pequeña, sí… mueve el culillo, muévelo.

Toda la polla adentro y las manos sobre los pechos, acariciando los pezones entre los dedos, jugando con ellos, pellizcándolos levemente. El apuesto negro quedó parado y bufando en su total agitación, imagino todo tiene su límite y él también necesitaba un breve respiro. Caído sobre mi oreja le escuché decir con descaro y voz hueca.

- Eres hermosa nena… cachonda y viciosa, me encantas.

Besándome cariñoso la mejilla y la orejilla, me sentí temblar nada más el roce se hizo más profundo sobre la oreja. Lamiéndola y besándola al pasar la lengua y los labios por encima. Un murmullo de puro goce se apoderó de mí, suspirando entregada por entero a tan encantadora caricia. Las babas de mi macho corriéndome el rostro abajo, descontroladas sin nadie que les pusiera coto. Nos besamos boca contra boca, mi mano echada atrás buscándole atraer.

Los brazos poderosos me dominaban en su fuerza robusta, empequeñecida ante lo musculoso de los mismos. Gemíamos, bramábamos excitados, notando sus bufidos desbocados contra el rostro. Y una vez más empezó a darme, adentro y afuera, primero lentamente entrándome hasta la mitad y luego un fuerte empujón con el que clavármela entera. El vientre contra las nalgas, escuchándose su golpeteo cada vez que se hundía por completo. Yo sollozaba suplicando más, aguantando la respiración con cada nueva penetración.

- ¿Te gusta… te gusta putita?

- Oh sí sí… me encanta, sigue –las manos enganchadas en las caderas bajo su constante percutir.

- Me tienes loca… más fuerte, más fuerte…

¡Dios, qué salvaje se mostraba en su potencia incansable! Empujándome furioso y con fuerza inaudita, haciéndome vibrar con su continuo ir y venir sacudiéndome con brusquedad y sin compasión alguna. Una, dos, varias veces hasta quedar finalmente detenido escapando de mi coñito.

- ¡Qué salvaje, qué salvaje mi amor! –fue lo único que pude decir, buscando aire que respirar.

Girándome hacia él, quedé enfrentada al miembro brillante y palpitante. Un coloso hercúleo que me provocaba con su fuerza y posición orgullosa mostrándose elevado y curvado hacia arriba. Entrecerrando los ojos, lo tomé entre los dedos como adorándolo. Era tremendo, recio, firme y dispuesto a seguir. Acercándole la boca solo pude pasarle la lengua a lo largo, rozándolo de arriba abajo y notándome estremecer ante lo fornido del largo instrumento. Volví a pasarle la lengua por el grueso tronco.

- Tremenda polla la que gastas –tomándola con delicadeza entre las manos y elevando la mirada arriba en busca de aliento por parte del moreno.

- Me encanta, me encanta… dios, qué enorme…

- ¿La quieres nena? Chúpala, chúpala –exclamó invitándome a ello mientras con las manos la pajeaba muy suavemente.

Una invitación como esa resultaba imposible de rechazar. Allí y de pie frente a mí, le tenía tieso y con la piel corrida viéndose el grueso champiñón necesitado de nuevas caricias.

- Cómemela pequeña, cómemela –la voz hecha un ronco murmullo.

Ambos hablábamos en voz baja, apenas perceptible en el silencio de la habitación. Echándole el caliente aliento al soplarle sobre el glande, noté como aquello se empinaba como si así aceptara lo que le hacía. La boca muy cerca pero todavía sin tomarla, mirándole a los ojos le sabía sufrir esperando mi caricia. Me encantaba verle sufrir, ahí tan fuerte y poderoso y a la vez tan débil e inseguro bajo el poder de mis manos.

Y ahora si abrí la boca, sacando la lengua y dejando la polla entrar entre mis fauces hambrientas y deseosas de él. Un gruñido le escuché lanzar, los ojos cerrados al comenzar a saborear el musculoso sexo. Rozándole el glande con la lengua, pasándole los labios por encima y de nuevo adentro metiéndomela más de la mitad. Me costó un tanto, todavía no acostumbrada a lo dilatado del recio animal. Abriendo la boca cuanto pude y chupando y succionando del inflamado capuchón. Empezando a disfrutarlo, murmurando ahogada por la fuerza que me llenaba la boca. Adentro y afuera, frotándole la lengua por debajo en el interior. Corriéndola luego arriba y abajo a lo largo del miembro. Grueso, brillante de mis babas, palpitante y espléndido.

- ¡Es enorme! –exclamé al sacarla de la boca.

Una vez más adentro y ayudándome con los dedos por todo el tallo. Moviendo la mano en círculos mientras con los labios atrapaba la cabeza sin darle respiro. Más deprisa esta vez, haciendo la presión mucho más intensa. Natalio respiraba con dificultad, la saliva corriéndole la boca seguramente reseca. Tomando yo el glande envuelto con los labios y dejándolo escapar levemente, masturbándole con desesperación viéndole tan entregado y excitado.

La mano en el cabello me lo tomó por detrás, acariciándomelo, alborotándomelo entre los dedos de forma amorosa. La mano adelante y atrás, resbalando lenta y premiosa por el grueso dardo. Abriendo la boca y tragando buena parte del mismo. Me encantaba hacerlo. Empezaba a hacérselo más rápido, haciéndola correr entre los labios y los dedos. Con las manos en la cabeza me obligaba a comérmela prácticamente entera. Ciertamente me costaba por su tamaño y grosor pero no la quería dejar por nada del mundo, chupando y succionando sin descanso. Varias arcadas me dieron, dejando correr las babas por encima al sacármela de la boca.

Masturbándole con las dos manos, tan larga era que necesitaba de ambas. Lengua viciosa y hambrienta devorándole los huevos, grandes y cargados y duros como la piedra. Se los comí y chupé pasando enseguida a chupar y comer el grueso músculo que tanto me hacía apetecerlo. Con un último golpe de lengua y un tímido besito, lo abandoné observándolo monstruoso y elevado al techo. Ciertamente producía pavor solo el verlo.

- ¿Cariño, por qué no me follas otra vez? –mirándole directamente y provocándole con mis palabras.

Así lo hizo. Colocada en posición misionero y con las piernas arriba me penetró de forma profunda y con un solo y potente movimiento. Todo su poderoso y firme instrumento entrándome la vagina que me dolió y gustó al tiempo pues le dije que siguiera, que no se detuviera y me la diera hasta el fondo. Un fuerte empujón y al momento la tuve entera. Perdí la respiración y Natalio aprovechó mi debilidad para cogerme la pierna y dejarla descansándole en el hombro.

Y comenzó a follarme con firmeza y a buen ritmo. Arrodillado frente a mí y bien cogida como me tenía se movía adelante y atrás viendo yo entrar y salir el miembro negro y oscuro. La gran polla negra me entraba y traspasaba hasta el final, rebanándome por dentro y arrancándome lamentos placenteros y doloridos al tiempo. Resultaba ciertamente casi imposible de soportar por su potencia y tamaño enormes. Seco y duro, seco y duro dándome una y mil veces dejándome hecha unos zorros. ¡Qué macho espléndido, no se cansaba nunca para mi total placer! Unos dos minutos estaría jodiéndome de ese modo, no más. No tardó en decir que se iba, a lo que le animé a que lo hiciera, que se corriera y me lo echara todo encima.

- Me corro, me corro… me voy a correr.

- Sí sí, córrete vamos… échalo todo, échamelo encimaaaa.

Pocos golpes más dio, quedando de pronto parado y con el rostro congestionado apenas tuvo el tiempo justo para sacármela y empezar a soltar lefa. Todo el vientre y más allá cubierta por los gruesos y viscosos goterones. Jadeando y aullando, yo también me corrí junto a él gracias a los dedos resbalándome y masturbándome furiosa por encima del clítoris. Un último orgasmo agradable y reparador el que alcancé. Sollozando desconsolada y él bramando como un toro herido, enseguida volvió a metérmela haciéndome precipitar los postreros estertores de su masculinidad cansada. Cayó derrotado, abrazándole hipando amorosa y llevándole contra mí mientras entre las piernas sentía el miembro palpitante y ya casi sin fuerzas. Una sesión agotadora y bien aprovechada.

Al día siguiente y tras dormir a pierna suelta, me faltó tiempo para contactar con mi amiga. Todavía Amanda en su cuarto, resultaba indudable lo bien que también lo había pasado. En la cafetería nos contamos con pelos y señales cómo nos había ido con nuestros respectivos galanes. Aquello había que repetirlo antes de nuestra pronta partida, no había tiempo que perder pues apenas nos quedaban dos días más libres de ataduras…

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La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo