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¿Follarse a un cura es pecado capital? Parte 3

en Fantasías Eróticas

Habían pasado unos cuantos meses desde aquella fatídica llamada que Susana le había hecho al Padre Damián, nueve, para ser más exactos.

-Padre Damián, estoy embarazada. Esta frase se repetía una y otra vez en la cabeza de aquel cura que parecía haber sido maldecido por un demonio, más concretamente…por sí mismo.

El Padre Damián, solía pensar que él era el propio causante de tanta desgracia en su vida, pero como le repitieron en el seminario un día, otro y así hasta terminar sus estudios “Dios nuestro señor tiene siempre una misión para nosotros”, así que ¿Quién era él para ir en contra de los designios del señor? Además, como cura, debía devolver a toda oveja descarriada del rebaño, así que si la novicia Teresa tenía dudas acerca de su fe, la misión del Padre Damián era devolvérsela…hasta con su polla si fuese necesario.

Aquellos meses fueron muy duros para todos, el Padre Damián y la novicia Teresa tuvieron que explicar varias veces ante la policía y sobre todo ante los jueces cómo había sucedido todo. El cuerpo de la madre superiora todavía estaba caliente cuando uno de los jóvenes monaguillos, que buscaba no solo a la novicia Teresa sino también al ahora desaparecido Padre Damián, se asomó por la puerta de aquella cabaña atraído por el fuerte estruendo que había provocado el cuerpo de la madre superiora y la cruz al caer al suelo.

-Pero qué coñ…musitó aquel joven.

El Padre Damián y la novicia Teresa se estaban vistiendo todavía cuando le vieron aparecer.

-Hijo, todo esto tiene una explicación. No debes decir nada de lo que has visto ¿De acuerdo? Exclamaba aquel cura desesperado.

Todo habría sido más fácil si aquel monaguillo hubiese prestado atención a las palabras del Padre Damián, sin embargo, hacía rato que algo parecía moverse por la parte inferior de la túnica del joven. El padre Damián que no lo pasó por alto decidió aprovecharse de ello;

-¿Te gustaría probar lo que se siente al follarte a una mujer? Por cierto, ¿Cómo te llamas hijo mío? Dijo el cura con voz dulce.

-Mi…Mi…Miguel señor, respondió aquel joven superado por la situación.

Así que una vez sabido el nombre de su víctima, aquella serpiente vestida con túnica negra y alzacuellos blanco, preparó en segundos su discurso y rodeando por completo la figura del joven, se puso a sus espaldas y comenzó a susurrarle;

-Imagina Miguel a la hermana Teresa atada a la cama solo para ti. Sus extremidades presas de movimiento alguno, permitiéndote hacerle todo cuanto desees. Tu lengua recorriendo todos y cada uno de los centímetros que conforman la piel de su cuerpo, tus dientes y tus labios siendo cómplices de cómo os claváis sobre sus pechos y empezáis a succionar sus pezones. Todo esto al mismo tiempo que cada latido de tu corazón va mandando sangre a tu polla y esta se va llenando por completo hasta estar lo suficientemente dura como para penetrarla e instantáneamente…lo haces. Todas las posturas que quieras Miguel, todas son válidas para nuestro Señor, siempre y cuando consigas solo una cosa…que Teresa se corra.

Lo sé por experiencia, una de las posturas que más les gusta a las mujeres es la de “a cuatro patas”, imagínatelo Miguel, Teresa sentada sobre sus manos y rodillas, a tu entera merced, al mismo tiempo que no solo la penetras sino que clavas tu mano sobre su culo en forma de azote, haciendo que no se le olvide que es el hombre quien Dios puso como ejemplo de su fuerza en la tierra.

Y todo eso podrías tenerlo con el simple hecho de mantener la boca cerrada y olvidar todo lo que has visto hace un rato. ¿No crees que decir la verdad es un precio muy alto a cambio de todo lo que perderías? Además, la verdad hace mucho daño a la gente, las personas viven más felices en la ignorancia. Sino mira lo que le ha sucedido a la madre superiora, Dios la ha castigado por cometer el pecado de entrometerse en vidas ajenas. ¿Tú quieres que te suceda lo mismo? ¿O prefieres disfrutar del maravilloso cuerpo que Dios te ha dado?

Con el cerebro completamente lavado y la polla dura por aquellas palabras, el monaguillo aceptó el trato. No fueron pocos los encuentros que Teresa y Miguel tuvieron solo en la cabaña del seminario, sino en todos y cada uno de los rincones de aquella casa construida en el nombre de Dios, pero bueno, eso ya son otros relatos eróticos que no nos conciernen por el momento.

 Habiéndose solucionado todo, el Padre Damián tenía otra tarea aún más difícil…saber qué iba a suceder no solo con él y con Susana, sino con el hijo que esperaban. Así que sin más preámbulos, puso rumbo hacia el hospital.

-Buenas tardes; la paciente Susana García Morales, soy el cura de su parroquia y vengo a hacerle una visita dijo este a la recepcionista.

-Habitación 665, planta número 6 respondió la empleada.

Conforme el Padre Damián iba andando hacia el ascensor, se puso a pensar en lo curiosa que le parecía la asignación de la planta en la que se hospedaba Susana. Sería cosa del destino o pura casualidad ¿Quién sabe? Terminó con esta pregunta el padre Damián con sus pensamientos, justamente cuando el tono del ascensor, le avisó que había llego a la sexta planta. Nada más salir de aquella caja elevadora, el Padre Damián se encontró de frente con los padres de Susana;

-Buenas tardes dijo este.

Inmediatamente la madre de Susana se lanzó sollozando a los brazos del cura.

-Qué desgraciados que somos Padre Damián dijo esta entre llantos.

-Por qué hija mía, un bebé siempre es una alegría para la casa, ya lo dijo Jesús añadió este.

-¿Se está riendo usted de nosotros? sonó por detrás, era el padre de Susana. Mi hija va a tener un bebé que no sabemos de quién coño es, ¿Cómo vamos a estar contentos? 

-Eso no es ahora lo importante, lo principal es que Susana esté bien y el bebé nazca sano dijo el Padre Damián con intención de reconfortar la mente de aquellos desdichados, aún a sabiendas de que él era el principal causante de la tragedia por la que aquella familia estaba pasando.

-Pedro, por qué no bajas a la cafetería a por un café mientras me quedo con el Padre Damián aquí, rezando por el alma de nuestra hija.

El marido, con desgana terminó aceptando el pedido. Así que al mismo tiempo que se cerraban de nuevo las puertas del ascensor pero ahora con Pedro, el padre de Susana, se escuchaba en el pasillo a la madre;

-Ave María purísima.

-Sin pecado concebida.

-¿Por qué nos tiene que pasar esto a nosotros Padre? Somos una familia de bien, católica, vamos siempre a misa, rezamos, no hacemos mal a nadie, ¿Por qué el señor nos manda este castigo?

-Hija mía, el señor no manda castigos, sino pruebas para que le demostremos la fe que tenemos en él. Por eso, debéis aceptar al bebé como una bendición y alegraros de su llegada. La virgen María quedó embarazada a través de nuestro señor, y San José, sin cabreo alguno, aceptó a Jesús como su hijo, porque él sabía que todo era obra de Dios, por eso vosotros debéis hacer lo mismo con vuestro nieto.

-Tiene razón padre, pero es tan difícil dijo aquella madre desconsolada al mismo tiempo que volvía a abrazar al Padre Damián.

-¿Qué haces hija? Dijo el cura sorprendido al ver cómo esta le intentaba dar un beso en la boca.

-Béseme padre, mi marido hace meses que no me toca, desde que se enteró de lo de Susana dice que el sexo es asqueroso y que él tiene la culpa de todo lo que nos ha sucedido. Tóqueme padre, hágalo como lo hacía conmigo cuando organizábamos el rastrillo de los domingos en la Iglesia.

Por un momento, el Padre Damián llegó a pensar cómo había sido capaz, no solo de follarse a Susana y dejarla embarazada, sino mucho tiempo antes, follarse a su madre. Lo que no entiende todavía, es como sabiendo que hubo algo entre ellos hace años, esta mandaba todo los jueves a Susana para que se confesase. ¿Querría tener la madre una excusa para acercarse de nuevo al Padre Damián o habría otro motivo?

-Hija, esos días fueron oscuros para ambos, ninguno de nosotros debemos sentirnos orgullosos de ello, ya pagamos por nuestros pecados. Ahora es tiempo de mirar hacia delante.

-Tiene usted razón, dijo aquella madre al mismo tiempo que volvía a colocarse bien la falda y sacar su mano de la entrepierna del Padre Damián. 

-Iré a hablar un rato a solas con Susana, a ver cómo se encuentra dijo el padre para poder escapar de aquella situación de tensión.

Cuando el Padre Damián abrió la puerta y vio a Susana, ambos no supieron cómo reaccionar.

-Qué tal estás dijo este tras cerrar la puerta.

-Bien respondió Susana de manera escueta.

-¿Cómo vas a llamar al bebé?

-Creo que María respondió la futura mamá.

-Le piensas decir algo a tus padres sobre que yo soy el pa…

Fue en ese momento cuando la matrona irrumpió en la habitación haciendo que la conversación quedase en nada.

-Qué tal estás Susana preguntó esta.

-Bien, pero cada vez las contracciones son más frecuentes y dolorosas.

Una pequeña sonrisa de complicidad por entender la situación en la que se encontraba Susana, hizo que se le dibujase una pequeña sonrisa en la cara a aquella matrona.

-Es normal, las madres primerizas como tú, dilatéis más lento que otras mujeres que ya han sido mamás, por eso mientras tanto, debes seguir haciendo los ejercicios de dilatación y sobre todo, tomártelo con paciencia ¿Vale?

-Incluso el padre Damián puede ayudarte a hacer los ejercicios, terminó diciendo la mujer mientras salía por la misma puerta por la cual había entrado que hace unos minutos.

Fueron pasando los minutos, pero ninguno de los ejercicios conseguía quitarle, o aunque fuese reducirle el dolor a Susana durante un tiempo.

-Déjame que vea cómo va esto dijo el Padre Damián al mismo tiempo que levantaba parte de la bata que cubría el sexo de Susana.

-¿Qué hace Padre Damián? dijo Susana con voz temblorosa al mismo tiempo que notaba como aquel cura iba restregando sus dedos lentamente por el sexo de su sierva.

-La enfermera ha dicho que debía ayudarte con los ejercicios de dilatación ¿No? Pues eso hago hija mía. A medida que los dedos del Padre Damián iban recorriendo cada una de las cavidades que formaban el coño de Susana, este iba subiendo lentamente su cuerpo a la camilla sobre la que esta se encontraba acostada, hasta tal punto de encontrarse de rodillas frente a ella.

Una vez que el padre Damián estaba en la posición de penitencia, se fue remangando lentamente la sotana con la mano que le quedaba libre, ya que la otra, a través de sus dedos, estaba ocupada generándole placer a Susana.

El monitor que quedaba junto a ellos, comenzó a pitar de manera frenética. Las pulsaciones de Susana iban tan deprisa, que aquel aparato pero sobre todo el corazón de esta, parecía que iban a explotar en cuestión de segundos. La situación empeoró cuando el Padre Damián, estuvo lo suficientemente cerca de Susana como para empezar a restregarle su polla, por los labios del coño de Susana. Por un momento, el monitor reflejó la imagen del feto, la cual no pasó desapercibida para el Padre Damián, este quedó privado ante la belleza de la vida. Fue en ese instante cuando se dio cuenta de que estaba a punto de follarse a una embarazada, ese pensamiento le puso todavía más cachondo de lo que estaba, así que sin pudor alguno, introdujo su pene por completo por aquel maravilloso orificio que Dios había creado en todos y cada uno de los cuerpos de las mujeres.

Una mancha de color negro comenzó a visionarse en aquel monitor, se movía a gran velocidad, aparecía durante unos segundos en la pantalla y un segundo después desaparecía. Estaría bien que todos esos aparatos indicasen con un pequeño cartel, todo lo que va apareciendo en la pantalla pensó el Padre Damián. Pasaron varios segundos hasta que este se dio cuenta de que la mancha que se desvanecía una y otra vez ante sus ojos…era su polla. El tamaño de sexo del Padre Damián no había pasado desapercibido por aquel monitor. Aquella imagen era preciosa, a una lado su polla y al otro su hija. Hubiese pedido una copia a las enfermeras del hospital para enmarcarla en su despacho de la iglesia, pero no sería una buena idea pensó en ese momento.

-Tóqueme las tetas susurraba Susana mientras se intentaba tapar la cara con la almohada, inclinando de vez en cuando la cabeza para observar la escena. Nunca antes había estado embarazada y aún menos ser follada por un cura estándolo, ese pecado debía ser el más grande si Dios los hubiese juzgado en ese mismo momento, pensó ella. No sabía por qué, pero desde pequeña, siempre le había gustado ser la mala, y sobre todo…ser castigada.

Las manos del padre Damián apretaron aquellas ubres como el suicida se agarra a la repisa del balcón en el momento justo en el que se da cuenta de que no era tan buena idea precipitarse al vacío por un día malo. Aquellas manos habían hecho de todo, talar árboles en el seminario, poner cemento, matar cerdos durante la matanza, dar la eucaristía, masturbaciones…pero tocar las tetas de una embarazada…jamás. En el momento en el que aquellos dedos apretaron los dos bultos que Susana tenía por tetas, un líquido blanquecino salió disparado hacia su boca, cayendo por completo en ella.

-Esto es leche dijo el Padre Damián tras tragar aquella sustancia espesa.

Sin pensárselo ni un segundo más, continuó apretándolas, manchándolo todo a su alrededor. A media que cada chorro de leche salía de aquellas tetas e impactaba sobre él, este se sentía más sucio todavía.

El pene del Padre Damián hacía tiempo que no paraba de entrar y salir del coño de Susana. Ambos jadeaban como dos perros en celo, hasta tal punto de evadir la propia idea de que Susana iba a dar a luz, todo era una fantasía en sus cabezas, pero eso les estaba dando morbo y placer, que eran sus drogas favoritas.

-Corred, corred se escuchaba de fondo por los pasillos. El padre Damián supuso que serían los médicos junto con los padres de Susana quienes vendrían corriendo, avisados por las altas pulsaciones de su hija, pero ya era tarde, El Padre Damián no se había follada solo a su Susana, sino también…a su nieta.

-Hijo de la gran p…se escuchó decir al padre de Susana desde la puerta, al mismo tiempo que este se abalanzaba sobre él.

Otra persona en su sano juicio hubiera parado ante la sorpresa, pero al Padre Damián todo le daba igual ya, su lista de pecados era interminable y sabía que merecía castigo por ellos, así que echándole más leña al fuego, agarró con firmeza los muslos de Susana, y antes de recibir un puñetazo a manos de su suegro, el Padre Damián se corrió como nunca antes lo había hecho en el coño de Susana, llenando por completo de semen, no solo el coño de Susana sino también el cuerpo de su hija.

Continuará…