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El profesor de pilates

en Fantasías Eróticas

Como cada día iba a diario al gimnasio después de mi trabajo, era la única forma de desfogar mi estrés.

Entré en casa, dejé las llaves sobre el aparador de la entrada y la cartera del trabajo en el despacho lleno de orden y paz, corriendo para no perder la clase de pilates me cambié y cogí la bolsa de deporte que ya tenía preparada del día anterior para después ducharme allí y salir de nuevo a casa para preparar todo al día siguiente.

Caminé con rapidez hasta el gimnasio que estaba en la otra punta del barrio y nada más entrar saludé a Lucy la pequeña y dulce recepcionista que tenía como un muestrario de lo que es la belleza personificada, alta, delgada y eso que siempre que la veía estaba comiendo algún dulce… bendita genética, pelo largo y oscuro como el azabache, ojos verdes y rostro perfecto. Luego me ponía a su lado, me comparaba y no había color, yo era bajita, con curvas, un trasero que siempre pedía una talla más que mi cintura, un busto grande, un amasijo de rizos oscuros en forma de moño para ser domados, unos ojos verdes oscuros que se ocultaban detrás de unas enormes gafas redondas y unas pecas en la cara que acababa con mi piel nívea.

Oculte mi decepción y mi desgana al verme al espejo y saludé a Lucy con una sonrisa como cada día de la semana.

-         Buenas tardes Lucy, ¿Qué tal tu día?

-         Hola Beth, genial. –Sonrío. –Sin mucho movimiento la verdad, la clase de pilates empieza en nada, rápida o te quedas sin ella.

-         Gracias. —Le sonreí mientras corría a dejar las cosas en mi taquilla y prepararme para la clase.

Además de bonita era simpática, no parecía tener defectos y eso pues me hacía sentirme peor, dado que yo era un desastre con piernas… Pero bueno cada uno es como es, no puedes pedir más.

Entré en clase y todo el mundo ya estaba predispuesto en su sitio listos para empezar, sonrojada hasta la raíz del pelo pedí disculpas bajito mientras me colocaba al fondo de la clase para no molestar.

Dante me miró con el ceño fruncido pero luego sonrío, era una broma que siempre teníamos, nos conocíamos desde hacía más de seis años, habíamos tenido buena relación de profesor a alumna de pilates nada más, bromeábamos y tal pero ahí acababa todo.

Yo siempre le había mirado como algo inalcanzable y es que Dante era impresionante, algo que no te cruzabas a menudo, un adonis.

Alto, fuerte sin tener los músculos marcados, podría decirse que era atlético, ojos oscuros como boca de lobo, pelo negro lo llevaba recogido en una coleta, sus facciones podría decirse que imponía, no era hermoso, más bien era atractivo, y a mí se me hacía la boca agua nada más verle.

Empezamos la clase con unos estiramientos el siempre iba rodeándonos a todos para corregir posturas y evitar hacernos daño, a medida que iba surgiendo la clase en algunas de las posturas que me corregía cuando me tocaba era cada vez peor, no podía verle pero si sentirle, sus manos sobre mi cintura, acariciar mi espalda, todo era meramente profesional al menos eso me decía a mi misma pero mi mente lo extrapolaba a algo sexual.

Cuantas veces había soñado con aquello, con que me tocase y me follase duramente en aquél mismo suelo sin importar nada más.

En aquél instante estaba en una postura un tanto explicita, en cuatro patas, con las piernas abiertas, mientras mi cintura y mis brazos bajaban hasta ser estirados completamente, estaba roja de vergüenza, él se acercó por detrás y tocando mi cintura me corrigió la postura.

Un suave y apenas audible gemido que sólo pudimos escuchar nosotros dos escapó de mis labios cuando sentí el roce de sus manos en mi trasero.

Acabamos la clase, y empecé a recoger mis cosas y a tomar agua mientras esperaba a que todo el mundo se fuera.

-         La clase ha estado genial, estaba muy tensa pero ha sido muy relajante. –Le sonreí.

-         Siento haberte rozado el culo, no era mi intención lo que pasa que me miras de esa forma a través de las gafas y estabas en esa posición tan sumisa y me vienes con bromas sexuales tontas a menudo que no he podido resistirme. –Me dijo un poco avergonzado.

-         No te preocupes, no pasa nada. –Le dije mirándole boquiabierta por lo que me había dicho.

-         Ves, lo vuelves a hacer, me miras de esa forma inocente a través de esas gafas enormes con los ojos brillantes, sonrojada y con los labios hinchados de mordértelos que me ponen malísimo. –Me dijo apretando la mandíbula.

Estaba hermoso era el mismísimo Lucifer incitando a caer en los pecados de la carne una y otra vez.

Y yo no hacía más que mirar de forma bobalicona como un cervatillo deslumbrado por los faros de un coche.

Entró Lucy como una tromba de aire fresco rompiendo la tensión que había entre nosotros.

-         ¿Estáis bien? –Nos preguntó asombrada por el riguroso rictus que Dante presentaba.

-         Sí, ¿qué quieres Lucy? –Ladró a la chica.

-         Nada, decirte si puedo irme antes, es que tengo algo que hacer y ya no hay nadie, es hora de cerrar, preguntarte si tu podías echar persiana hoy…

-         Tranquila yo me encargo, baja la persiana cuando salgas y deja las llaves en el mostrador, yo me encargo.

-         Vale gracias. –Dijo Lucy de forma animada y me miró. – ¿Te vienes Beth?

-         No. –Contestó Dante, antes de que yo pudiera articular palabra de que estaba pasando. –Yo la alcanzo luego a su casa.

-         Vale. –Dijo de forma extraña pero no preguntó nada más, viendo el carácter que tenía, pensaría que iba a darme una azotaina y todo.

Me giré y le espeté:

-         ¿Pero qué te pasa? ¿Quieres que todo el mundo piense que andamos enrollados? –Levanté las manos indignada mientras mi pecho subía y bajaba como un fuelle debido a la rabia que me había entrado.

-         ¿Qué me pasa a mí? ¿Qué te pasa a ti? –Apretó la mandíbula. – Me haces bromas insinuándote, cuando te corrijo la postura te tensas, y hoy hasta has gemido. ¿Me explicas qué coño te pasa? ¿Por qué te sonrojas como una adolescente? ¿Por qué me evitas cuando sales del vestuario?

No tenía ni puñetera idea de que contestar, pero es que allí estaba él ofuscado pero aún así hermoso, y allí estaba yo hecha un desastre, despeinada, roja como un tomate y deseando ir a la ducha, no es que hubiese sudado pero necesitaba una ducha bien fría, estaba tan mojada que no sabía cómo reaccionar.

-         ¿Y bien? ¿No vas a decir nada? –Preguntó estupefacto.

Solo pude mover mis labios una y otra vez como una puñetera marioneta sin que pudiese articular palabra.

-         Joder no, no me vuelvas a mirar así porque no voy a poder controlarme, me tienes duro como un mástil, he estado haciendo un esfuerzo enorme para no partirte esos leggins que llevas y follarte a cuatro patas como estabas antes.

Bajé la mirada a su entrepierna y vi que estaba totalmente erecto, de repente mi boca se secó y con mi lengua humedecí mis labios.

Entonces escuché como él gimió.

-         A la mierda. –Susurró, se acercó y cogió mi rostro entre sus manos, me besó con ansia, desenfreno. –Dime que no quieres esto y pararé pero dímelo. –Me dijo mirándome a los ojos.

-         Hasta el final. –Fue lo único que pude formular.

Entonces me beso con más fuerza aún, como si quisiera poseer no solo mi cuerpo sino también mi alma.

Arrancó mi camiseta y mi sujetador dejando mis pechos al aire, bajo mis pantalones antes de que me diera cuenta siquiera, mientras le besaba acariciaba su polla por encima del pantalón una y otra vez, de cuando en cuando el gemía sobre mis labios pidiendo más.

Bajé sus pantalones y me agaché, agarré la base de su polla con decisión y poco a poco la metí en mi boca mientras jugaba con la lengua en el frenillo, era delicioso sentir tanto poder.

Él agarraba mi pelo mientras movía las caderas una y otra vez introduciendo un poco más la polla en mi boca.

-         Para. –Logró decir entre gemido y gemido. –Sino paras me voy a correr.

-         Ese es el plan ¿no? –Sonreí ladinamente.

-         Sí, pero que nos corramos los dos, maldita bruja que me haces enloquecer.

Me agarró para ponerme en pie, recorrió todo mi cuerpo con sus manos hasta llegar a mi nuca, agarrando mi pelo me echó la cabeza hacia atrás para que le mirase directamente a los ojos.

-         Llevo mucho tiempo deseando esto.

-         No te imaginas que yo llevo esperando más que tú. –Le dije rozando mi pubis contra su polla.

Gimió y me beso con ansia. Me llevó hasta la zona de las cuerdas que estaban colgadas del techo y con ellas me ató las muñecas.

Estaba totalmente desnuda frente a él, mi pecho subía y bajaba como un fuelle por el éxtasis de la situación.

-         Eres hermosa. –Me dijo pellizcando un pezón.

Bajó una mano hasta mi clítoris y lo frotó con insistencia mientras lamia y mordisqueaba mis pezones. 

No pude soportarlo más y me corrí, fue delicioso sentirse tan bien.

Él se apartó de mí, mientras me miraba fijamente fue desnudándose poco a poco, su cuerpo era perfecto, estaba totalmente desnudo y me miraba con deseo, como si fuese una diosa.

Él era el mismísimo príncipe de las tinieblas hecho para pecar.

Se acercó a mi cuello lo besó, lo mordisqueó mientras se rozaba una y otra vez contra mí.

-         Agárrate a las cuerdas. –Me dijo.

Así lo hice, me levanto primero una pierna rodeando su cintura, jugó con su polla en la entrada de mi vagina pero antes de penetrarme parece que se acordó de algo.

-         Por cierto, te dejaste algo en tu taquilla el otro día mientras estaba limpiando me encontré algo.

Fue hasta su mochila, y sacó algo de ella, maldita sea que importancia tenía eso ahora, estábamos allí, me tenía atada y cachondísima porque coño iba a querer yo algo que me dejé el otro día…

Cuándo lo vi, supe lo que era, mi plug anal que había dejado por error.

-         Creo que sería divertido usarlo, ¿no crees? –Sonrió el muy sinvergüenza.

Con que esas teníamos ¿no? Esto es un juego de dos, así que yo también sabía jugar.

-         Mmmm… Ahora que lo dices sí, sería una buena idea usarlo… Así después podríamos probar por ese sitio y ahí siempre me encanta, es delicioso… - Le sonreí dulcemente.

-         Maldita bruja, vuelves a poner esa cara…

Me reí y me mordí el labio.

Él untó al plug anal lubricante para que no me hiciera daño y con suavidad lo metió hasta el fondo.

Un largo gemido de satisfacción escapó de mis labios.

Se colocó frente a mí, agarrándome una pierna me penetró la vagina con su polla de una estocada, mientras me besaba ávidamente.

Cogió mi otra pierna e hizo que rodease sus caderas mientras las embestidas eran fuertes y rápidas, ambos estábamos sudando por el ejercicio, sus ojos cargados de deseo y negro como el carbón me taladraban, yo apenas podía sostenerle la mirada, estaba muriendo de placer, era delicioso, como el mejor de mis sueños húmedos que al fin se hacía realidad.

-         Maldita bruja de ojos verdes, que sepas que no será solo una vez lo que embista este delicioso coñito tuyo. –Dijo de forma entrecortada.

Bajó una mano a mi clítoris y lo frotó con rapidez, yo llegué al orgasmo en un instante como si un rayo me hubiese atravesado todo el cuerpo dejándome totalmente lacia.

Mientras contraía mi vagina una y otra vez por los vestigios del orgasmo Dante se corrió dentro de mí, gimiendo como un animal que devora a su presa.

Derrotados por el orgasmo, se abrazó a mí, soltó las cuerdas de mi muñeca, me las besó y ambos caímos desnudos y sudorosos al suelo, siguió abrazado a mí hasta que nos dimos cuenta de la hora que era, me despedí con un suave beso en los labios y me fui a la ducha.

Mañana sería otro día.