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La Libertad II_03

en Hetero: Infidelidad

LIBRO 2. PENETRACIÓN. CAPÍTULO III. INTERMEDIO

guille

 

Aquella noche me volví a Madrid. Dormía en casa de mi hermana. Al entrar en su casa, muerta de calor, me desvestí... me apetecía dormir en bolas, pero no era posible... tocarme... pfffff... me puse el pijama, preguntándome si no debería haberme quedado, o liado al menos con Oli. Estaba demasiado caliente. Cuando abrí la puerta la habitación de mi hermana para ir al baño, casi me da algo... Guille dormía desnudo, sobre la cama. Completamente desnudo... y con la polla semi erecta, además... Noté que me mojaba en el acto, como si se me hubiera escapado todo el pis allí de repente. Me hubiese quedado una vida allí mirándole, pero me horrorizaba poder ser descubierta. Y, sobre todo, necesitaba tocarme. Fuerte y hondo. Me metí en el baño y me hice un pajote monumental. Cuando salí, él estaba púdicamente tapado con la sábana, que mostraba no obstante una generosa tienda de campaña sobre su entrepierna. Sentí que me faltaba el aire... sintiendo el dolor que me causaban los pezones terriblemente erectos, rozando contra la tela de la camiseta, salí casi a la carrera de la habitación. Ya en el salón, metida en mi cama, me masturbé varias veces seguidas... me dormí tocando mis pechos y mi vulva, soñando que era la boca de Guille lo que se movía entre mis piernas... La mañana siguiente mi cuñadito debió de darse un buen atracón con mis braguitas sucias. Cuando las volví a ver, estaban sucias, pero de semen. Ni rastro quedaba de mi pastel... la historia de mi vida.

 

El tiempo siguiente fue de gran confusión. Me moría por hacer algo con Guille. Verle así desnudo, y desearle como le había deseado pajeándome brutalmente pensando en él, precisamente la noche en que había repudiado a todas mis amigas, convencida de que es que lo que necesitaba era un buen rabo… Mi cuñado tenía un buen rabo. El problema era, además, que pasaba mucho tiempo con él, porque no dejábamos de buscarnos trabajitos y excusas para compartir tiempo. Y, joder, es que me seguía muriendo por pillar polla, después de volver a catarla en la boda de Lu. Los polvos insustanciales de una noche, eran complicados de conseguir cuando quería evitar relacionarme con mis amigas en el plan que habíamos vivido hasta entonces. Y cada vez pasaba más tiempo con mi hermana y Guille… Así que fantaseaba con mi cuñado, me pajeaba a diario con él (como esa época dormía muy a menudo en su casa, le dejaba buenas braguitas pastelosas de regalo cada vez que iba, y él nunca fallaba), y me decía que más pronto que tarde acabaría por caer... Pero, al menos, quería hacerlo en un momento que no fuera de sequía, tenía miedo de dar un paso así llevada por un mero calentón. Lo que pasaba era que cada vez me parecía menos un calentón...

 

Mientras, y como también pasaba mucho tiempo a solas con Meri, en su casa, o en el estudio de su padre, por temas de la universidad también, pues tomé como un mal menor volver a liarme con ella. Era, por otro lado, inevitable. Ella me buscaba con naturalidad y yo me dejaba hacer. Y eso, al menos, permitía que mi deseo sexual desbocado se pudiera calmar un poquito... El absoluto aislamiento, por otro lado, me permitía ignorar a Nuria, Lucía, Oli y las demás. Y así llegó el verano, el final de los cursos y los trabajos, y un calor más desbordante e insufrible que nunca. Mis tonteos con mi cuñado iban cada vez a más. La piscina en casa de mis padres nos daba juego para mucho, así como sus ya célebres masajes de pies, que cada vez incluían más masajes de piernas. Y nadie me había tocado las piernas antes como él lo hacía, y nadie me las tocaría así jamás después tampoco...

 

En junio le invité a un viaje a Italia como agradecimiento por toda su ayuda, que siempre era constante. Claro, que tuvo que ser con mi hermana, aunque me hubiera encatado ir solos los dos... Recuerdo una noche, mi hermana quería irse a dormir pero nosotros queríamos ir a ver un parque que estaba un poco lejos... Yo me cabreé con ella, le dije que se fuera y que nos dejara a nosotros hacer lo que queríamos... Tuve que tragarme mis palabras y volver a casa, cuando me visualicé desnuda y abierta de piernas debajo de él, en medio de un parque italiano envuelta por la oscuridad y por su cuerpo, mientras sentía cómo me iba penetrando... Esa noche soñé que subía a su habitación en el piso de arriba del apartamente que habíamos alquilado y que, aporovechando que mi hermana se había ido al baño, yo me metía en su cama. Él abría los ojos, y flipaba al verme, pero enseguida empezaba a besarme, a tocarme, los dos nos tocábamos, nos desnudábamos y nos tocábamos más, y hacíamos el amor, aunque él decía el nombre de ella mientras me follaba, pero yo sí decía el suyo y me lo com por las piernas enseguida. Yo ro sigui yo le ped se fue a duchar. a tocarme, los dos nos toc encatado ir solos los dos... Recueía a besos. Amanecí en mi cama, claro.

 

Pffff... allí durante el viaje hacía aún más calor que en España. Esa tarde, al volver de una descomunal pateada, mi hermana se fue a duchar. Él y yo nos quedamos hablando, hasta que yo le pedí un masaje. Empezó por los pies, como siempre, pero siguió por las piernas enseguida. Yo iba con falda ese día, larga, pero super ligera. Él empezó a subir disparado hacia mi culo y mi raja (yo estaba boca arriba). La verdad es que sentí miedo, porque me pareció que él no se iba a parar aquella vez... yo quería hacerlo, lo cierto es que quería... pero algo me hizo darme la vuelta y pedirle que me siguiera haciendo mejor en los hombros... él no dijo nada, sólo obedeció... lo cierto es que sus manos sobre la piel de mis hombros (iba con tirantes, claro, con aquel calor...) fueron todavía peor si cabe que en las piernas... me había puesto cachondísima. Además, sentado como estaba sobre mi culo, que yo llevaba apenas cubierto por una falda remetida en mi raja y una finísima falda, buffff... para contrarrestar el bajón que supuso mi estupidez de cortar su ascensión directa hacia mi coño, decidí quitarme la camiseta, y también el sujetador.

 

Así, tal cual... total, estaba boca abajo, él no podía ver nada... pero sabía que le pondría caliente... "mira, déjame quitarme esto... así, házmelo mejor así, que da mucho más gustito, se siente mejor"... Sus manos recorrieron por fin mi espalda desnuda como siempre habíamos querido hacerlo... En algún momento le dije que lo hacía mejor mejor que mis novios y que cualquiera de los tíos con los que había estado... Aquella tarde todo se pueso boca arriba en la mesa. Todo menos yo. Mis tetas siguieron bien pegadas a la cama y ocultas con mis brazos por los lados. Así nos descubrió mi hermana, afortunadamente. Pero, y de eso estoy segura, si ella no hubiera estado allí, aquella tarde hubiera pasado todo.

 

Pero no pasó, y empezaron las vacaciones... volví a pasar unos días con Meri en la montaña, volvimos a liarnos... luego, ese año, estuve también en disfrutando de una estancia en la playa, invitada por Oli. Efectivamente, y como había temido, ella quería algo serio conmigo. Bueno, serio. No sé. La espanté con bastante eficacia, quizás demasiada, ya que no volvimos a tener contacto físico en mucho tiempo. Pero al menos esos días sí lo tuvimos, y muy pleno. Que no quisiera nada serio no significaba que no quisiera follar con ella. Y me sorprendió gratamente, he de decirlo también. Folló mucho mejor de lo que yo recordaba... Luego, ese verano acabó en el sur, más playas, sol, viento, noches y alcohol… con Nurita y María y aquella amiga italiana suya... Una vez más, el destino de nuestra vida, o es que en el fondo siempre lo buscábamos, pero la casa donde dormíamos sólo tenía dos camas de matrimonio.

 

Yo dormí con Nurita, claro. Hacía meses que no dormía con ella. Pero ella no me guardaba rencor alguno, o si lo hacía no me lo demostró. Sencillamente nos liamos, y desde el primer momento nuestros cuerpos se reconocieron como si nunca se hubieran separado. Y como si nunca más debieran de separarse ya. Entendí que, por más que dudara y me angustiara, Nuria y yo estábamos hechas la una para la otra. Pero esa certeza duró poco. No tardamos en darnos cuenta de que la otra pareja también hacía el amor por las noches. María no lo negó cuando le preguntamos, hacía años que estaba liada con aquella italiana, aunque jamás nos lo había confesado. Así que ese día cambiamos nuestra playa habitual, donde practicábamos el topless las cuatro sin complejos, por una playa directamente nudista. La caída de la tarde dejó la playa vacía y allí mismo lo hicimos las cuatro por primera vez. La amiga italiana de María, Valentina, resultó ser un volcán. Por lo visto María, en realidad, se había liado con ella por primera vez justo después de hacerlo conmigo aquél verano de nuestro primer polvo, cuando se fue con ella de viaje y, completamente erotizada por lo que había vivido conmigo y mi novio en mi casa, la sedujo y consiguió metérsela entre sus piernas... erotizada y deshinibida como estaba, no le costó nada follar con otra chica, aunque por entonces fuese para ella todavía casi una desconocida... bueno, imagino que fue exactamente lo que me pasó a mí con su propio hermano…

 

Lo cierto fue que la italiana era una verdadera liberal, que sabía bien lo absurdo que era ponerle fronteras a su cuerpo, a su deseo, al placer, al sexo. Me enamoré de ella al instante. Lo que pasa es que también revivieron mi amor por María y Nuria, y más en esas noches animadas por el alochol, el calor, nuestras pieles morenas y saladas de mar y sudor... Y, sobre todo, se me cayeron todos los miedos y complejos que se me habían acumulado desde la boda de Lu. Valentina introdujo de golpe, como una práctica más, completamente normal, el sexo anal entre nosotras. Hasta entonces había sido un extraño tabú. Sobre todo porque aunque Nurita lo había insinuado conmigo, en algún momento cortó por lo sano, y eso en cierto modo nos dejó esa práctica anulada también a Mer y a mí, así como al resto. Nuria jamás me había dejado ni besar su ojete. Era algo vedado, y aquel recelo me provocó reuhir por completo cualquier idea con ellla... y en realidad con cualquiera. Porque tampoco María, de quien sabía bien que había disfrutado varias veces siendo directamente follada por el culo, me había dado mayores oportunidades para nada más.

 

Y, de repente, aquella puta italiana, como si nada... aquellas fueron noches de besos negros variados y continuos, y más allá, quien quiso llegar... Yo quise, me dejé comer el culo por las tres, y follar por Valentina, la única que quiso hacerlo. Aunque era delicada, sus folladas anales eran delicadas siempre. Nurita me metió los dedos un par de veces también, con igual ternura y delicadeza. María no llegó a penetrarme a mí (sí a su amada italiana), aunque a cambio me folló decididamente con su lengua infinitas veces, haciéndome partícipe de una de las más ricas experiencias sexuales que hubiera tenido hasta entonces. A Nurita ninguna pudimos hacer más que besarla por detrás, y sin poder nunca entrar demasiado dentro. A Valentina la follamos las tres, pero también con la misma delicadeza que ella tenía con nosotras. Con Meri en cambio, yo fui a saco. Le follé el culo con varios dedos siempre, a lo bestia. Y ella se dejó. Sorprendenetemente, a las otras dos no parecía escandalizarles lo que hacíamos. De golpe, en aquel viaje me entregué al sexo vivo y abierto, sin tapujos.

 

Y es que estaba convencida de que los últimos tabús de mi sexualidad se tambaleaban peligrosamente, por fin. Me veía hasta con fuerzas de hacerlo por fin con mi cuñado. Y eso me hacía comportarme con una libertad nunca antes alcanzada, y pude descubrir que en aquel clima de libertad me era mucho más fácil y placentero llegar al orgasmo una y otra vez.

 

Precisamente, fue Valentina la primera persona que me definió como multiorgásmica en aquellas míticas sesiones de sexo en el erótico sur...  Lamentablemente, aquello duró poco, ya que los últimos días del viaje se sumaron Nieves y Susana a nuestro grupo. Y Susana cortaba todo el rollo... Ni nadie podía, ni nadie quería tener nada con ella. A duras penas pude disfrutar de Nieves, con quien hacía tiempo que no me enrollaba, pero absurdamente encerradas en los baños de algún garito… De todas maneras, aún aproveché con Valentina varias veces más al volver a casa, antes de que ella se fuera de vuelta a Italia. Cómo para no hacerlo, después de lo que habíamos vivido juntas. Me pegué a Mer como una lapa, y así me follaba a la italiana siempre que podía. Creo que se me notó bastante, pero me dio igual. Hasta Guille creo que se dio cuenta de algo esos días, porque cuando me quise dar cuenta también él se me pegó a mí, y más cuando estaba con Mer o Valentina. Me jodió la despedida, de hecho, jijiji… no sé aún cómo lo hizo, pero yo me las había arreglado para llevar a la italiana al aeropuerto a solas, sin Mer, y cuando me quise dar cuenta estaba también él...

 

Eso debió ser lo que empezó a acelerarlo todo. Por aquel entonces, María me había animado a buscar trabajo fuera de España, dado que las oportunidades aquí eran cada vez más escasas y peores, y cuando me quise dar cuenta tenía varias ofertas tentadoras sobre la mesa. Lo cierto es que me entraron dudas brutales, porque llegado el momento no me quería ir... pero hubo dos hechos que me decidieron. El primero, Guille y su cada vez mayor insistencia hacia mi persona durante ese verano... cierto era que, después de mi escenita italiana con él, yo no podía seguir diciendo que no tenía nada que ver en su insistencia. Pero lo seguía diciendo, siempre tratando de ocultar mi propio deseo, que en aquellos tiempos todavía acababa produciéndome una absurda sensación de culpa.

 

Pero en realidad, más que por dudas morales, que cada vez entendía menos, mi atasco con Guille obedecía a que mi verano había sido mucho más que aquel masaje en Italia, donde parecía que su vida se había detenido esperándome… pero yo había seguido, con Meri, con Oli, luego lo de nuestra escapada a las playas del sur, tan definitiva... todo aquello me había hecho recuperar mi propia personalidad sexual, que cada vez asociaba más a mis amigas.

 

En cierto modo me sentía más lesbiana que nunca, y era una identidad que no pretendía romper con Guille, precisamente. Las dudas heteros seguían ahí, claro. Porque volvía a estar de sequía de pollas (después de Italia hasta recaí con Javi, mi exnovio, que tanto me recordaba a mi episodio inicial con Meri... y la noche que nos volvimos a acostar juntos, recuerdo haber soñado un episodio que en cierto modo repetía mi encuentro con él y Víctor, el hermano de Mer, años atrás... pero donde el papel de Víctor había sido ocupado por Guille... confieso que, aquella mañana, me desperté emputecida deseando que Guille me perforara el culo... ¡siempre el culo, malditas sean mis obsesiones! Pero el torpe de Javi ni mucho menos se atrevió con eso, aunque yo llegué a pedírselo, sin demasiado convencimiento es cierto… Maldita sea, ¡tenía que haberle violado! Pero en aquel encentro follamos como con miedo, él estaba con una chica entonces, además, follamos con miedo y él me folló con culpa, y así era imposible que consiguiéramos desatar todo lo que había que desatar para llegar a consumar un sexo anal que no habíamos sido capaces de consumar en su momento.

 

Lo cierto fue que la invasividad de Guille en los días que Valentina estuvo en Madrid, días en que no me cabía ni media duda de que mi deseo era única y exclusivamente homosexual, me hicieron saturarme definitivamente de él, y decidir que lo mejor era no llegar a nada. Fue la primera vez que pensé claramente que, además de no deber, es que no quería hacerlo. A pesar de todo sabía que, en aquellos momentos, mi única manera de no llegar realemnte a nada era no estar con él. Quizás con un poco del necesario aire de por medio, pordría reafirmarme en el sentimiento de no desearle, que tímidamente se había asomado en mi cabecita loca por primera vez en años. Así que tiré para delante con lo de irme del país. Y supe que no me había equivocado, porque ese año aún me faltaba una boda... la suya con mi hermana. La pasé como pude, pero fue aún más devastadora que la de Lu. Sin embargo, mis relaciones homosexuales se habían afianzado y hecho mucho más fuertes y maduras para entonces. Si se puede llamar madurar a follar como perras, claro... pero lo cierto es que nuestra deshinibición había llegado a ser total para entonces.

 

Funcionábamos bien: sexo puro, sin compromisos ni remordimientos... Sobre todo con Meri: nuestros juegos habían incorporado los Anales de Valentina, ella me follaba alguna vez con sus deditos, suavemente, a mí me gustaba darle caña a su delicioso culito… pero por lo demás parecíamos auténticas perras, siempre olisqueándonos y lamiéndonos el culo. Parecía que no teníamos coño, nos perseguíamos, desnudas, a cuatro patas, la cara de una pegada a las nalgas de la otra, rebozando nuestra cara, la boca, las narices contra el ano sucio y oloroso de nuestra amante, cuanto más mejor... En aquella época llegué a conocer increíblemente bien el ano de mi amiga, sus sabores, su tacto, cómo tratarlo para que ella gozara... Claro, de tanto follar como perras... pues acabamos volviendo a jugar con su perrito... Meri no lo había dejado nunca, en realidad, seguía jugando con él ofreciéndole el coñito, que ya le lamía sin necesidad de untárselo en miel... e incluso una vez le volvió a dejar meterle la polla dentro, aunque no llegó a terminar: aquella vez fue ella quien se lo quitó de encima aunque, aunque le costó un mundo hacerlo... el animalillo estaba aprendiendo.

 

En esta nueva etapa yo también le volví a dejar que me intentara follar, aunque igual que la otra vez se volvió loco nada más empezar a chupar mi coño. Con el perro de Meri comprendí que iba a ser imposible llegar nunca a nada, porque enloquecía por completo con mi cuerpo y mi sexo, y de puro nervio sí que era imposible que consiguiera montarme nunca, por más que yo lo intentara. Todo aquello nos daba morbo (a mí más que a Mer, cada vez más, y cada vez jugaba más a ldejar que me lamiera la boca y la lengua con la suta, y a tratar de pajear y mamar su extraña polla). No era raro pues, que cuando mi amiga y yo nos encontrábamos en casa de sus padres, el perro participara de nuestros juegos. Tanto que hasta Meri acabó por ceder a su insistencia (por lo visto cuando dormía allí ella, normalmente semidesnuda, el animal se metía en su cama y se masturbababa frotándose contra su cuerpo, mmmmm... ¡no era de extrañar! con lo rica que está mi niña...) y un día se dejó follar, a cuatro patas además, a lo perra... o al menos así me lo confesó ella, porque yo jamás conseguí ver al perrillo culminando su deseo con ella de esa manera… indudablemente, a Meri le iba que le dieran caña. Recuerdo que en una de aquellas tardes follando con ella fue la primera vez que pensé que me gustaría tener polla para follarme a mi amiguita…

 

La traca final de aquella etapa fue con mi primera experiencia con uno de mis primos: David. Fue algo inesperado, debo decirlo. Pero que seguramente reflejaba la intensidad sexual de mi vida por aquel entonces. Mi día a día estaba repleto de sexo, y cada vez los límites eran más débiles, difusos, o inexistentes. Por eso, cuando el azar me puso delante una oportunidad como aquella, ni me planteé el problema del incesto. Para mí eso no era un problema, en realidad. Vamos, que ni lo pensé. Fue un poco como liarme con un amigo. Lo raro, en realidad, es que él era completamente homosexual… al menos eso se suponía. Bueno, había tenido un novio formal, lo había llegado a anunciar públicamente... A unque aquella historia suya terminó mal (acababa de romper poco antes de lo nuestro), al menos le sirvió para oficializar su salida del armario. Viví con cierta envidia ese momento familiar, pensando que quizás yo también debería dar el paso… Aunque mi inminente salida de España me hacía dudar si en mi lugar de destino me iba a entragar al sexo lésbico con tanta intensidad como con mis amigas en mi ciudad natal…

 

David es más o menos de mi edad. Había quedado con él para despedirme, bastante antes de mi salida de España, pero ya iba organizando con tiempo mi despedida... No me explico aún cómo pasó, cómo fue que acabamos follando. Bueno, él estaba muy jodido con su ruptura. Yo es que seguía catando rabos de pascuas a ramos y, francamente, me pilló con muchas ganas de polla. Unas copas de más y mucha sintonía personal… y física. Vamos, un clavo saca a otro clavo. Él me reconoció que era la primera mujer con la que había disfrutado... y no había follado con pocas, según me dijo. En realidad, matizó, yo había sido la primera que había deseado. Con la única que realemnte le había gustado tener sexo... Casi me daba un vuelco el corazón. Si no fuera mi primo, y si no fuera gay... pensé. Si es que David era perfecto, guapísimo, follaba como un dios... y tenía una verga descomunal. Realmente grande, más aún que la del mulato, o quizás más gorda, más dura, no sé cómo decirlo. Quizás es que él se mostraba auténticamente cachondo haciéndome el amor a mí... Jamás antes me había follado algo igual. No, ni siquiera el mulato. Ni de lejos. Le dije que esperaba que eso no le hiciera cambiar de orientación, una vez que se había decidido a dar el paso... y respondió que no, que no le iba a dejar de ser homosexual por mucho que me hubiera disfrutado. Fue un jarro da agua fría. Me hubiera quedado por él. Ni siquiera se reconoció como bisexual, sencillamente, me dijo que yo era una excepción, que era demasiado mujer como para no caer...

 

Follamos varias veces antes de irme. Demasiadas. Compulsivamente, durante semanas. Y me pidió que nunca dejáramos de hacerlo, fuera por donde fuera que nos llevara la vida. Todavía no entiendo por qué no hubo más. Aunque todavía hoy follamos, claro. Fundamentalmente solos, pero con el tiempo no pude dejar de juntarle alguna vez con mis otros primos, más de una vez, una vez todos caímos... Aunque los jóvenes acabaría yendo más por su cuenta y David, más allá de su chico (cuando por fin consiguió su deseada relación estable), prefiere hacerlo aún conmigo a solas, aunque sea una vez al año o menos, cuando podemos escaparnos y seguir haciéndolo. Y sigue siendo igual de brutal.

 

El caso es que, cuando me quise dar cuenta, el tiempo pasó y de repente me encontré viviendo un largo año en el exilio extranjero… Decidí aprovechar para tratar de calmar mis impulsos, de controlar y entender mi sexualidad. No renegaba de lo que había hecho, ni siquiera del incestuoso encuentro con mi primo (lo del incesto ni me lo planteaba, la verdad, casi me habría dado más pena que él hubiera tenido que poner los cuernos a su pareja o algo así, pero aquella vez no fue el caso siquiera... aunque lo cierto es que yo nunca había dudado en ir adornando frente tras frente, con Javi, Lucía, Nurita y mis demás amigas... no puedo decir que eso fuera algo que me hubiera detenido nunca a la hora de follar). Pero el caso es que quería aprovechar mi inesperado y todavía no sabía si deseado exilio para aprender a controlarme... Bueno, digamos que no lo logré, la verdad. Desde luego no del todo.

 

Quizás el mayor avance era no tener a Nuria, ni a Guille, ni a María... Pero, para empezar, no tardé ni dos días en liarme con el primer español que encontré viviendo en mi ciudad de acogida. Me pareció aceptable. A la primera noche ya me lo había cepillado, y le encontré suficientemente apto como para darme un gusto cada vez que me picara el coño. Así que decidí aguantarlo, mantenerlo durante al menos un tiempo. E intentar con eso calmar mis otros impulsos... Bueno, en parte ahí no me fue mal. Tuve mil caídas, cierto, pero básicamente aguanté, y tampoco follé tanto fuera de aquella pareja habitual... porque a él le tenía seco, al pobre. Pero bueno, ya a los tres meses tuve mi primera caída brutal. En navidades pasaron a verme Guille y mi hermana, por un lado, y María, por otro. Coincidimos todos durante unas semanas. Yo acabé follando con María en cada escasa oportunidad que nos lo conseguíamos montar: mi novio me valía para aplacarme el picor del coño, pero sólo Meri sabía aplacarme el picor del culito... Se lo había pedido mil veces a mi chico, y él imbécil nunca quería… y cuando por fin se decidió a probar, fue bastante lamentable. Era curioso, porque luego pr delante no follaba nada mal. Me di cuenta de lo desesperadamente que echaba de menos eso, de lo mucho que me gustaba el culo. Y lo que echaba de menos a Mer. Y a Lu. Y a Nur, sobre todo a Nurita.

 

También me entraron otra vez ganas horribles de hacerlo con Guille, aunque con él era imposible, claro, y más aún estando yo con novio... Me di cuenta de que, a pesar de la distancia, nada había cambiado en eso. Él igual me venía detrás, pero las condiciones eran nefastas para cualquier acercamiento. La verdad, yo di gracias por eso, porque para nada seguía teniendo esa sensación de poder prescindir de él, quería follármelo al menos una puta vez, pese a tener claro que en ese viaje bastante difícil era hacer nada con Meri como para soñar siquiera con él... aunque eso no evitó el calentón que me pegué de tenerle cerca de nuevo. Fue horrible, de verdad, me tuve que quitar el resquemor tirándome a varios tíos con los que fuimos coincidiendo durante nuestro viaje en común… Sin duda más de uno debió flipar de su suerte.

 

Después de irse ellos, pues bueno, conseguí aguantar otra vez bastante bien usando sólo a mi novio para contentarme. Empecé a pensar que era capaz del autocontrol, mientras tuviera al menos un mínimo de buen sexo del que echar mano siempre que lo necesitara. En parte era verdad, o fue verdad al menos esos días. Me decidí a hacer un mini viaje sola, y conseguí hasta evitar la tentación con algunos hombres que conocí por allí. Mi novio andaba con la mosca detrás de la oreja, de todas formas, porque mis aventuras amorosas no dejaban de ser bastante evidentes. En el trabajo más de uno me venía detrás, y cada vez se me hacía más difícil decir que no a todos. Me acabé liando con una chica española que estuvo un tiempo en el trabajo, y después con otra. La primera estaba bien, la segunda ni me gustaba ni me apetecía, pero era la única manera de no caer en la tentación con otros compñaeros de trabajo a los que sí que tenía ganas. Lo peor era que mi chico viajaba bastante por su trabajo, y pasaba a veces semanas sin verle.

 

Y yo necesitaba sexo. Antes de salir de España, Valentina me había descubierto que era multiorgásmica, y había empezado a zarandear con fuerza mis últimos tabús. Seguía sin practicar el sexo anal real, con la intensidad y frecuencia que me gustaría, aunque mis juegos con mis amigas, sobre todo María, eran ya muy explícitos al respecto. Y, en mi soledad del exilio... jiji... vaya, pues que acabé teniendo claro que me había convertido en una ninfómana.

 

Nurita había bromeado siempre con eso, respecto a ella. Y tenía razón. Pero no sólo ella, yo era igual o peor. Seguramente María también, como poco ella... No sé, tuve que pasar un año tratando de tener una actividad sexual “normal”, para darme cuenta de lo puta que era y de lo mucho que me gustaba. Y joder, que no pensaba cambiar. Que bastante me había costado llegar hasta allí, y que lo disfrutaba como una cerda. Decir, claro está, que al final de mi etapa de trabajo allí acabé cayendo en todo lo que llevaba aguantando durante meses, y terminé de coronar a mi novio con diversas cornamenteas más, algunas de ellas monumentales, dignas de reconocimiento a la capacidad de su cabeza para soportar peso y volumen; especialmente porque no faltó ni una de aquellas que él más temía. Pero le tenía tan enchochado que, a pesar de saberlo -casi- todo, no terminó de dejarme. Luego alargué mi estancia un tiempo, a pesar de que mi novio me había pillado varias veces durante mis últimas semanas. En parte creo que quería regodearme en ver cómo se humillaba siguiendo conmigo. Porque yo le tenía más que pillado aún a él. No podía vivir sin mí. No podía vivir sin follarme.

 

Bien, aquello me sirvió para conocerme mejor, al menos, aunque fuera sabiendo que no tenía remedio y que necesitaba el sexo más que respirar. Pero también para terminar de comprender el potencial de mi cuerpo entre hombres y mujeres. Y que yo era bastante puta, y que podía hasta disfrutar de un cierto sadismo hacia mis parejas basado en su deseo por mi persona. Aquello me alucinó, y me encontré deseando poder sentir algo tan intenso yo también alguna vez… empecé a soñar que me sometiera un hombre hasta el punto de provocarme gozo de solo desearle… empecé a leer y curiosear el mundo BDSM, todavía sin probar, todavía tímidamente…

 

A miles de kilómetros de mi casa, me di cuenta de que podía conseguir lo que quisiera si me lo proponía... Por mi cumpleaños, el verano siguiente, mi hermana y Guille aparecieron de nuevo. Fue raro, volver a sentir la presión eterna mi deseo por él sin tener la más mínima posibilidad de llegar a nada. Pero lo superé bien esa vez, no necesité buscarme a nadie más para seguir adelante. Aunque aún le seguiría poniendo los cuernos alguna vez más a mi novio, con sus amigos y primos entre otros, antes dejarle y regresar a mi casa definitivamente.

 

La vuelta fue compleja, también. Necesitaba independizarme, lo sentía vivamente. Más que nada, porque me parecía inconcebible mantener la vida sexual que me era natural ya, sin una casa propia. Además, la presión de Guille volvía a ser enorme, y volvía a afectarme, sobre todo porque ya no tenía a mi novio para tirar de su polla cuando me hiciera falta. Tampoco estaba María, que se había ido a trabajar fuera también poco después de irme yo, y todavía estaba fuera. Era lo que había, vuelta a Nurita, aunque después de todo ese tiempo, ella estaba rara y yo estaba rara. Nos costó unos meses encajar de nuevo. Desesperada, busqué a mi primo David, pero también había dejado Madrid detrás de su novio definitivo... ¡mierda! él habría sido perfecto, pensé... todo el tiempo que había estado fuera, lo cierto es que mi mayor añoranza sexual había sido por él, por poco que nos hubiéramos conocido, y tan a última hora... pero su polla, era tan perfecto, follaba tan bien...

 

Así las cosas, me limitaba a entretenerme de vez en cuando con el resto de mis amigas, especialmente con Lucía, con quien las cosas funcionaron de una manera entrañable desde el primer momento. Reencontrarme con ella fue como continuar donde lo dejamos a la vuelta de su viaje de bodas, pero como si no hubiera habido distanciamiento alguno por en medio. Y, paralelamente, las cosas con Guille y Nuria se fueron normalizando, también. Según el año iba avanzando hacia su fin, volvía a sentir por ellos el deseo habitual. Mis dudas con Guille retornaban a su punto de siempre, y las puertas a todo empezaban a abrirse de par en par nuevamente. Sólo el miedo seguía impidiendo que le dejara entrar definitivamente. No dejaba de ser el marido de mi hermana…

 

Nuria, mientras tanto, se las fue buscando para aprovechar la ventaja que le daba tenerme sola para ella, especialemente sin la competencia de ningún chico y, sobre todo, de Meri. No me dejaba casi comerle el culo, pero todo lo demás me estaba permitido con ella. De hecho, cada vez íbamos más lejos en nuestros encuentros sexuales, aunque nunca llegara a extremos como los de Meri y su perrito o sexo anal real. Ella solía follarme el ano con la lengua, y sólo cuando me veía muy desesperada me recompensaba penetrándome con los meñiques... de alguna forma, ella y María parecían haberse conjurado para no terminar de joderme el culo jamás, y eso era algo que, aunque yo no me diera cuenta, afectaba claramente a mi estabilidad sexual. Mi mejor sexo anal lo había tenido, evidentemente, con mi primo David… aunque cuando él estaba conmigo siempre decía que prefería mi coño a mi culo, que para culo ya tenía a su chico… Luego, bueno, no digo que alguna experiencia buena con algún cerdo de una noche no hubiera tenido. Pero lo cierto es que no terminaba de alcanzar esa profundidad y constancia en el sexo anal que tanto me apetecía. Sí es cierto que las comidas de ano se habían integrado perfectísimamente en las rutinas sexuales con Nuria Rutinas sexuales que, como digo, se fueron haciendo cada vez más frecuentes y salvajes...

 

Ella pronto empezó a jugar conmigo, a llevarme de nuevo por los caminos más sórdidos... volvimos  a recordar nuestro viejos tiempos, hablábamos constantemente de lo que habíamos vivido, de nuestras experiencias, de nuestros deseos... ella empezó a contarme entonces experiencias que dejaban la de María como puta pequeñas... experiencias casi desde su pubertad de ser vendida y usada por hombres a cambio de dinero... y, últimamente, experiencias de sexo con desconocidos en rincones insospechados. Para entonces, yo estaba preparada para ello, eso era cierto. Nuria lo supo, y por eso acabó metiéndome en su mundo sin compasión alguna. Aún a sabiendas de que, después de eso, yo ya no iba a ser capaz de salir de allí, lo quisiera o no. Mi vida daba un paso más hacia mi liberación total.

 

Lo recuerdo bien, fue después de un viaje con mi hermana y Guille. Yo desaba follármelo como nunca, pero él se mostró muy agresivo, y aquel viaje acabó mal. Un cabreo inesperado y fuera de lugar por su parte, y la absoluta convicción por la mía de que aquello era absurdo, estúpido e impensable. Portazo y cerrojazo. Por ahí no pensaba seguir. Pero claro, el calentón me lo quedé yo. Para entonces, yo a Nurita ya le había contado todo eso con Guille sin tapujos. Ella siempre me animaba a levantármelo, y hasta decía que ella se apuntaba a la fiesta si le dejaba... Bueno, la perspectiva era interesante, desde luego. Pero era ir demasiado lejos.

 

Nurita lo sabía, pero también me conocía bien, y sabía de sobra lo expuesta que me dejaban esas situaciones... así que, en cuanto pudo, me llevó de marcha ella y yo solas un viernes... y en una oscura discoteca me entró y me empezó a besar y meter mano como nunca. Yo llevaba poca ropa, un vestido demasiado apretado que no me tapaba nada. Además, ella me había obligado a dejar en casa el sujetador... (era algo eso que, a partir de ese día, iba  a hacer cada vez con más frecuencia). Unas medias demasiado finas conseguían taparme al menos, suficientemente, las piernas… y las braguitas debajo de un vestido demasiado corto, también. Pero total, como tampoco nadie nos conocía allí, no tuve ni medio problema en que mi chica me convirtiera en el centro de atención de aquel antro. Porque, evidentemente, todos se fijaron en nosotras inmediatamente. Dos chicas jóvenes, guapas (Nuria estaba impresionate aquel día), salidas, besándose y sobándose, sin pudor (Nurita llegó a sacarme las peras del escote y a comérmelas en medio de todos mientras yo gemía en voz alta como si estuviéramos solas...)

 

Yo nada le dije, simplemente le dejé hacer. Disfrutaba enormemente aquel exhibicionismo, sentirme objeto de deseo de todos aquellos hombres… Me hubiera dejado follar allí mismo. Por ella y por cualquiera. Pero ella jugó lo que quiso y sólo cuando lo consideró apropiado, me sacó de allí y me llevó a los baños. Me extrañó que eligiera los baños de tíos, pero me sentía absolutamente cachonda y sumisa ya para ese momento. Cuando me tuvo con las tetas fuera, las medias rotas y las bragas bajadas, yo ya tenía un par de tipos metiéndome mano. Pero no sólo sobando, no. Me penetraban con los dedos por coño y culo mientras mi amiga me seguía comiendo las berzas y la boca. Sólo cuando ya me estaban llevando camino del orgasmo, y me habían forzado a cogerles las pollas ambos, Nurita se separó de mí. Miró la escena como el pintor que contempla una obra maestra que tiene a medio terminar, sonrió, y se enganchó de otro tipo que se frotaba con ella por detrás.

 

"¿Esto es lo que querías, no, zorra?" Dudé por un momento si se refería a estar con esos dos cerdos que, por no concoer, no sabía ni de dónde habían salido, o simplemente al enorme placer que me daba el que ¡por primera vez gracias a Nuria! alguien me estuviera penetrando soezmente el ano, aunque fuera de forma incompleta, con los dedos, y casi sin interés... "Ya tienes tu sexo en grupo con completos desconocidos. Folladla. Haced con ella lo que queráis". Era eso, claro. Supongo que lo que dijo a nadie más importó. Ni al cerdo que se empezó a morrear con ella mientras ella le empujaba hacia una de las cabinas del baño, ni a los tres que ya me rodeaban. Cuando me quise dar cuenta, ella ya no estaba y yo tenía el coño lleno por completo por una polla grande y muy hinchada. Los hombres gemían a mi alrededor, y todo cuanto entraba se acercaba a mí a reclamar su parte. Perdí la cuenta de cuántos fueron, desde luego los tres del principio, puede que más. Seguro que más. Lo que estaba claro es que lo que todos buscaban era mi sexo, no mi culo.

 

En algún momento Nur salió de la cabina del retrete, abrazada a un chico alto y muy guapo que llevaba la ropa revuelta. Riéndose me miró, me escupió a la cara y dijo "vamos, follaos a esa puta, que lo está deseando", y se alejó de allí riendo con su eventual pareja, que reía también pensando en la noche de vicio que le esperaba con la zorra de mi amiga. Pero era cierto, aquella noche la puta era yo. De verdad que soy incapaz de recordar cuántas vergas me llenaron la boca y el chocho aquella noche. ¡También el culo! J

 

Después de irse Nuria, pude estar media hora, una hora, no sé... siendo follada por todo el que pisaba los baños. En un momento dado, alguien me sacó de allí, y me encontré en la calle escuchando una voz airada que me decía que no volviera por allí, que no les gustaban las rameras como yo. Pese a lo rudo de su voz, su forma de tratarme fue suave y amable, aunque no precisamente respetuosa... No sabía ni como, pero al menos tenía mi abrigo para taparme. Me bajé la falda, me metí las tetas en el escote y me enfundé el abrigo. Sentí el semen de muchos y mis propios flujos chorreando por mi entrepierna, pero al menos con el abrigo cerrado quedaba medianamente decente. De mis medias rotas y mis bragas nunca más supe. Me pasé las manos por la cara, intentando limpiarme los restos de semen y de maquillaje. Debía tener unas pintas espantosas. Me sabía la boca a lefa. Me sentía bien. Cogí mi teléfono... ¡mierda! se había quedado sin batería... ¡Mierda! Me hubiera gustado llamar a Nuria. Aunque era absurdo, pensé enseguida. Estaba claro que no me habría contestado. Quería darle las gracias. Y, a ser posible, saber dónde estaba, porque tenía unas ganas tremenadas de seguir follando. Estuve a punto de meterme en otro antro, e intentar repetir el numerito, pero llevaba unas pintas lamentables a esas alturas de la noche, y estaba en una zona demasiado pija. No iba a funcionar. Además, por algún motivo, me pedía el cuerpo algo más sórdido. Algo como lo de María...

 

Quizás por eso me vi metida en un taxi y pidiendo que me llevara hacia el centro, a Lavapiés. Cuando me quise dar cuenta, estaba en la misma calle donde le pasó a ella. Desierta, en medio de aquella fría noche. Sin medias, ni bragas, y con ese vestidito... moría de frío, era casi diciembre... Así que al primero que pasó no lo dudé, me abrí el abrigo, me subí el vestido y le solté a la cara un "¿quieres follar?" Era un tipo de mediana edad, cuarenta largos... "¿Cuánto?" "Da igual. Te lo hago gratis", contesté. Pero su pregunta ya me había valido. Me acerqué a él y le eché la mano al paquete, sacándome las tetas para él. Él no se separó. Tenía una buena herramienta allí dentro, de tacto agradable. Supe que iba a pasar. Lo había conseguido a la primera. Ahora era cosa de no dejarla escapar. Me pegué bien a él, para que pudiera notar el calor de mi coño y mis tetas "Joder tía, cómo estás". Supe que había hecho bien.

 

Su polla se puso dura en cuanto sus manos se aferraron a mis tetas, como si de ello le dependiera la vida. Pronto me estaba sobando entre las piernas "joder, qué a punto estás putita". Antes de que pudiera reaccionar ya me tenía trincada contra la pared, empujando con saña para incrustarme una verga de buen tamaño hasta el fondo de mi vagina. Cuando me tuvo bien follada y se hubo corrido (tuvo el detalle de salirse de mí, lo que a esas alturas de la noche ya me importaba lo mismo que nada; de hecho, su sensible detalle me dejó empapada de semen caliente y abundante), me buscó la boca con la suya y me empezó a besar, dándome las gracias al ver que no hacía lo más mínimo por rechazarle "joder, gracias tía, qué buena eres..." Yo no le hice ascos, le dejé besarme y tocarme. Tenía ganas de más. "¿De verdad que no quieres que te pague? Eres maravillosa". Como sentí que el tipo se estaba volviendo a trempar de sobarme y besarme y frotarse con mi cuerpo, se me ocurrió decirle "¿pagarme? más bien debería pagarte yo a ti... no sabes cómo lo necesitaba", al tiempo que bajaba las manos hacia su sexo y empezaba a acariciárselo, sintiendo su calor y cómo iba adquiriendo consistencia poco a poco. "¿Qué dices?"

 

Pero, fuera real o fingido su estupor, su polla ya estaba dura y alta. Moría por comérsela. No era ni guapo ni feo, un completo desconocido. Pero me acababa de follar y lo cierto es que me había dejado bastante bien follada, y por eso era verdad que yo deseaba más que nada en el mundo dárselo todo también a él. Me sentí suya. "Creo que sé lo que puedo hacer para agradecértelo. Y estoy segura de que no me vas a decir que no". Con el vestido abierto, semidesnuda, me dejé caer de rodillas. Me asenté con firmeza sobre un charco sospechoso que aparenteba ser cualquier cosa menos agua, y me metí aquello del tirón. Quería hacérselo bien pero lo cierto era que estaba demasiado cachonda y me moría por mamarle. Él se dejó hacer, no me folló ni nada, todo lo mas me apretaba la cabeza y jadeaba.

 

Cerca del final se acercó otro tipo, que en cuclillas junto a mí me empezó a sobar soezmente las tetas y el chocho como si yo fuera un animal. Aquello me puso tan a mil, que casi le arranco la polla al otro tío, que se acabó viniendo con energía en mi boca. Lo puse todo perdido de semen, mientras el tipo me sacaba el rabo aún duro de la boca y se lo metía como podía dentro del apretado pantalón. Se ve que no le molaba que hubiera aparecido el otro en escena. Yo seguía de rodillas, chorreando semen por todas partes delante del nuevo, que resultó ser un moro, con chilaba y todo. Chilaba que ya se estaba levantando al tiempo que se bajaba los pantalones sueltos que llevaba debajo para dejar salir un falo erecto, muy largo y duro, que se disparó como un resorte. "Vamos. Tú puta. Tú chupas polla mía". "Joder tío, qué dices... vamos, déjala, largate de una puta vez" el primero parecía ciertamente violento en aquella situación. "No", le pedí. "No pasa nada, déjale. Quiero hacerlo" le dije metiéndome debajo de la chilaba mientras le veía a el otro abrochándose la bragueta y el cinturón para largarse de allí a toda prisa. "Joder, qué pedazo de zorra..."

 

"Sí, puta buena" decía el otro, mientras me abalanzaba sobre su tranca de un tamaño realmente considerable, lamiéndola, besándola y chupándola para lubricarla bien antes de meterla en mi boca. Dentro de la chilaba olía a meados y a cosas aún peores, y no todo venía del charco del suelo sobre el que apoyaba mis rodillas. La polla estaba ciertamente sucia, pero era tan grande y apetitosa que me daba igual, me moría por comprobar que era capaz de comerla. El tipo empezó a frotarse contra mi cara. No me daba nada de asco, y menos después de lo que debía de haber comido ya aquella noche. Al contrario, me ponía muy bruta la situación. De hecho, empecé a fortarme el coño con una mano al tiempo que con la otra aferraba el falo que comía con deleite. "Come zorra... come puta buena..." el tipo culeaba con delicadeza para no incrustarme el pollón en la garganta. Ciertamente, no hubiera sido capaz de tragarlo, no desde luego en ese momento, todavía tenía mucho que aprender, a pesar de todo.

 

Y entonces, cuando tenía casi toda la polla dentro de la boca, y chupaba a dentro y afuera con buen ritmo mientras me masturbaba a dos manos, abierta de piernas y sintiendo como chorreaba sobre la acera, sentí unos gritos a mi alrededor, golpes, empujones, patadas... El tipo de la chilaba de repente estaba levantándose del suelo, guardándose su verga enorme como buenamente podía al tiempo que se protegía de las patadas que le lanzaban dos policías municipales. La calle seguía desierta. El de la chilaba aprovechó para salir disparado a que el mayor de los policías, un hombre mayor y con un poblado bigote se giraba hacia mí, mientras que el otro le perseguía vociferando pero sin demasiadas ganas. El del bigote me ayudó a levantarme.

 

Mi imagen debía ser patética, medio desnuda debajo del abrigo abierto y cubierta de semen. Cuando se dio la vuelta el otro, vi un chico alto y bastante guaperas, fuerte, muy atractivo. También el del bigote era guapo, pese a su edad. El mayor se quitó los guantes, y me apartó los pelos de la cara. "Así, que te vemos la carita" dijo, dejándome el rostro libre, y limpiándome también, para mis sorpresa, los restos de lefa de la cara y de la boca con su propia mano. "Mira, si es bien bonita la chica, no me extraña que tuvieras así al menda ese... joder, ¡que tenía la tranca bien p'arriba el cabrón!" El otro le rió la gracia con efusividad. Yo me limité a poner la más dulce de mis sonrisas. Temía haberme metido en un buen lío. La verdad, no me extrañó cuando el del bigote me empezó a sobar las tetas con las manos mientras me las metía dentro del escote, aprovechando para saciarse conmigo. Ni siquiera cuando el joven, haciendo como que me recolocaba el vestido por abajo, me tocaba el coño que tenía más que abierto. De qué sacó manchada su mano no quiero ni imaginarlo.

 

"La verdad que está buena la putita", dijo el más joven. "No soy una pu..." empecé a decir, pero lo dejé a media frase. Era absurdo, en todo caso. "¿Me estás diciendo que tenemos que ir detrás de ese gilipollas?" preguntó el mayor levantando las cejas. "No... ehh ¡no, no! Qué va... de verdad que... quería hacerlo... " "Ya" me contestó, mirando de reojo. Un par de mirones habían aparecido de un portal al fondo de la calle. "Mira, bonita. Mejor será que te saquemos de aquí ahora". Me tomó por la espalda con un brazo fuerte y firme. Imposible decir no. El joven iba al otro lado, sin tocarme. Según avanzábamos hacia el coche patrulla que estaba en la esquina, pude notar cómo su mano resbalaba por mi espalda, hasta bajar por debajo del abrigo. Antes de que pudiera pensar en ello, la sentí abierta sobre mis nalgas, acariciando la raja de mi culo por dentro. Creo que el otro también llegó a meter la mano allí, y que los dos me sobaron el culo y el coño con las manos entrelazadas.

 

El caso es que me vi metida en un coche patrulla, semidesnuda y todavía caliente. La situación era absurda, y también un poco preocupante. No tenía claro cómo iba a salir de aquello. El mayor iba preguntando, mientras el joven callejeaba Lavapiés abajo hacia la salida de la ciudad. El tío no daba crédito a que yo estuviera haciendo aquello por propia voluntad, insitía en saber cómo había empezado todo. Incapaz de improvisar una historia verosímil, decidí soltarle la verdad, pensando que no podía ser peor... Cuando empecé a contar mi asalto al primer tío ,y la follada en medio de la calle, el más joven empezó a mascullar entre dientes. No era capaz de entender lo que decía, pero parecía cabreado. Lo peor es que el mayor, a raíz de mi historia, siguió preguntando. Quería saber dónde estaban mis bragas, mi sujetador... no quise explicar de dónde venía, ni lo que había hecho antes, así que no me quedó otra que decir que suelo ir sin ropa interior... Aquello aún empeoró la situación, el tipo no daba crédito.

 

La conversación, o el interrogatorio, se empezó a torcer cada vez más. Yo no tenía miedo, porque no era consciente de haber hecho nada mal, pero sentía que me habían pillado mintiendo, y aquello sí empezó a preocuparme... Hasta que la lié del todo. No recuerdo cómo lo hice, pero recuerdo que en un momento me escuché ofreciéndome para que me usaran, a cambio de que me dejaran marchar en paz. El joven dio un volantazo entonces, y acabamos metiéndonos, dando tumbos por un camino de tierra, a un solar vacío junto a una nave abandonada. El chico salió airado del coche y abrió mi puerta, toma tomar la iniciativa pequeña, pero fuerte, gorda, rotunda. Me follaba la boca con avaricia, alternando co ratos en que me dejabándome del brazo y sacándome fuera a tirones.

 

"Pedazo de la gran puta, ahora vas a saber lo que es bueno, joder" dijo susurrando, mientras se desabrochaba el cinturón y se abría el pantalón. El jefe se acercó hacia nosotros. Me tomó por los hombros, y me empujó hacia abajo. "Ahora será mejor que obedezcas. Está cabreado, y cuando se pone así es mejor seguirle la corriente". No tuve miedo. Sabía ya lo que iba a pasar, y sabía que de esa parte era capaz. Es más. La necesitaba. Tenía una polla tirando a pequeña, pero fuerte, gorda, rotunda. Me follaba la boca con avaricia, alternando con ratos en que me dejaba tomar la iniciativa y lamerle y chuparle con deleite. "Joder, qué buena es..." murmuraba mi improvisado amante. "Sí, sí que es buena" dijo de pronto el mayor, soltando la hebilla de su cinturón y abriendo la bragueta de un solo movimiento. Creo que no me esperaba eso, no así, al menos. Pensé que el viejo no me follaría, o al menos guardaría el turno...

 

Bueno, de viejo debía tener poco, a juzgar por el vigor de su miembro. La tenía morcillona aún cuando me la acercó a la boca, pero pronto conseguí ponérsela tiesa. Tenía sin duda un buen ejemplar, de piel oscura, contrastando con su abundante pelo rizado dorado, casi blanco, que la rodeaba por todas partes perdiéndose por debajo del resto del uniforme. Una polla grande, gruesa, blandona pero firme, y con un enorme capullo, que enseguida empezó a embestir mi boca mientras que el otro restregaba su rabo contra mi cara. En cuanto se les pasó el nervio inicial, me vi con posibilidad de dominar la situación, y realmente tenía ganas de hacerlo. Sólo cuando ya estábamos bien metidos en faena (y los tíos tenían pinta de ser de los que duran) me di cuenta de la maravilla en la que me había metido. Descontando lo de Javi y Víctor, a los dos babosos de la boda de Lu, y a las "cosas" raras que había hecho, como en los viajes de Mallorca o esa misma noche en los baños con Nuria, podía decir que ése estaba siendo mi primer trío con dos tíos. Me alucinaba pensar en ello, y más cuando me dio por mirar para arriba: los dos policías se abrazaban y morreaban mientras yo seguía trabajando sus bajos. Increíble. Ver para creer.

 

A partir de ahí, ellos se excitaron y yo me excité, así que todo fue rápido y sobre ruedas hasta que el joven se corrió en mi boca. Con extraordinaria potencia, hay que decirlo, dejándome empapada a mí y a la polla de su compañero, que me ocupé personalmente yo de echarle encima toda la lefa de mi boca. Como imaginaba, a él le puso aún más cachondo, y cuando me quise dar cuenta me había agarrado por detrás, sujetándome por las tetas con un brazo enorme y fuerte, mientras con la otra mano me hurgaba en los bajos sin cortarse. Noté su rabo separándome las cachas del culo, y sin esfuerzo casi me vi levantada del suelo por él, para quedar ensartada en su verga justo antes de que empezara a follarme vigorosamente, sin dejar de tocarme por todas partes, estrujándome con especial deleite mis tetas, que parecían encantarle. Cuando el joven se repuso, empezó a besarme y comerme las peras, al tiempo que me tocaba también el chochete, incluso metiendo los dedos junto con la polla del que debía ser su jefe. Así da gusto, llevarse tan bien con la gente en el trabajo, pensé...

 

"Vamos, a esta zorra le cabe sin problemas" le animó el del bigote. La zorra, evidentemente, era yo. Y lo que me cabía podía imaginarlo. Había visto fotos porno de tías con dos rabos en el coño, pero jamás pensé que yo... Lo cierto fue que entró con gran facilidad. Me sorprendía de la elasticidad que había llegado a alcanzar mi coño con la práctica, jijijij… Aquello era mucho más de lo que podía esperar para una noche así, ser follada de aquella forma por dos auténticos sementales. El mayor acabó primero, pero me siguió sujetando, manteniendo la polla dentro incluso mientras le duró erecta. Luego, sencillamente me cogía para seguir manoseándome las tetas, mientras el joven arremetía contra mí, y me daba largos morreos tanto a mí como a su jefe. Al final el jovencito terminó de follarme apoyada sobre el capó del coche, antes de salir de mi interior, trastabillando y chorreando semen.

 

El jefe seguía manoseándome y jugando con mis peras... "joder, hay que ver cómo está la niña"... El joven se acercó a él, y le besó con pasión. El jefe, con bastante menos devoción, le soltó un "vamos, límpiame la polla que tenemos que irnos". El joven se agachó entonces, y escoché sonoros resoplidos y baboseos varios que me dejaban muy claro lo que estaba ocurriendo. El mayor gimoteaba de placer. Me hubiese gustado incorporarme para ver aquello, pero el del bigote me tenía aferrada contra el capó, disfrutando aún de mis curvas y mi boca, mientras su subalterno le comía la polla. Por fin el tipo se cansó, y se apartó o apartó al joven, que emergió de nuevo entre mis piernas. Decidí no moverme de allí, hasta que no me dieran la señal de que habían terminado conmigo. El joven, de pie frente a mí, aún se decidió a repasarme su mano abierta por toda la vulva, pudiendo sentir hasta el último pliegue de mis partes íntimas en sus manos. Después de repasarme bien la mano abierta, se la llevó a la cara, la olisqueó y sacó la lengua para lamérsela con fruición. "Mmmmm... si no tuviera el coño tan lleno de lefa creo que se lo comería" soltó.

 

"¿Sabes qué?" dijo el del bigote "que yo no pienso desaprovechar por eso una oportunidad así de comerme un coñito como este, tan jugoso y ávido, tan peludo, caliente y húmedo... estas zorras se encuentran una vez en la vida, hazme caso..." Se acercó a mí y me pasó su dedo medio, grueso como una polla, por la vulva, untándose en los borbotones de semen que me salían de entre las piernas. Me frotó con crudeza, y pensé que me iba a hacer un dedo, pese a todo. Sin embargo, enseguida su grueso dedo comenzó a resbalar raja abajo, siguiendo toda mi humedad... hasta dentro... cuando me quise dar cuenta, me había penetrado a fondo el culo. Contuve la respiración, aunque no pude evitar correrme. Y sé que se me notó, claro. Pero, a pesar de todo, a aquel hombre no le interesaba lo más mínimo darme placer, así que sacó el dedo igual que lo había metido. Yo estaba en el séptimo cielo, era la primera vez en mi vida que sentía algo así en mi culo, a pesar de llevar tanto tiempo deseándolo. El policía se llevó el dedo a la cara, lo olió, y se lo metió en la boca, entero. Lo chupó con deleite pero con naturalidad. "Joder qué bien sabe la zorra… la pobre puta está tan cachonda que nos dejaría romperle el culo y todavía pediría más…". Y sin más le vi hundirse entre mis muslos, justo antes de sentir las duras cerdas de su bigote  clavándose en mis partes más delicada, mientras me abría y me bebía y me comía, deleitándose con mis blanduras como si de una unténtica ostra se tratara...

 

La noche acabó enseguida, después de correrme como la auténtica puta en que me había convertido, a pesar de que él no llegó a hacer nada más con mi culo. Relamiéndose, el jefe dijo que me arreglara, y mientras se limpiaba la boca brillante con el dorso de la mano me ordenó meterme en el coche. También me ordenó entregarle mi documentación y mi móvil, encendido y desbloqueado. Volví a la parte de atrás, sumisa como en todo momento, y esperé. En el asiento delantero, él comenzó a tomar notas y fotos. “Me voy a quedar con tus datos, los de papá y mamá, y los de tus contactos favoritos… como se te ocurra irle con el cuento a nadie te aseguro que te vas a arrepentir, putita…” me dijo mirándo hacia donde me sentaba yo, por encima de sus gafas de sol. Le vi entonces revisar mis mesajes en el móvil, riendo y musitando frases del tipo “pedazo de zorra…”. Ciertamente, entre aquellos mensajes tenía material más que de sobra para entender bien la gran puta que se acababa de encontrar, fotos incluidas. “No, desde luego que no vas a contar nada a nadie… por muy puta que seas, y lo eres, no querrás que toda esta mierda vaya a caer en malas manos ¿verdad?” Yo no sabía qué hacer, más allá de poner cara de niña buena y decir que sí a todo. Me pregunté si aquel cerdo estaría pensando extorsionarme… Entonces, el joven volvió al volante, el del bigote le susurró algo, y nos pusimos en marcha. "Sí, Guille", le dijo el joven. El jefe me lanzó mi teléfono y mi DNI desde el asiento delantero. Ni idea de dónde me llevaban, pero que aquel tipo se llamara Guille... La mano del del bigote moviéndose furtiva entre las piernas de ambos me sacó de mi ensimismamaiento. No salía de mi asombro al ver esa mano fuerte y peluda cerrándose sobre el paquete de su compañero. En fin, demasiadas horas juntos y solos, pensé. Y yo no era la única persona caliente en este mudo, eso estaba claro.

 

"Jajaja" rió el mayor. "Javi, ¡todavía la tienes dura!" Hay qué joderse, me dije. Guille y Javi. Se detuvieron en una plaza junto a la M-30. El del bigote se giró, y me extendió 200 euros. "Toma, furcia, desayuna, cógete un taxi, y cómprate la pildorita esa. No quiero que vayas a traer a más polis a este mundo. Y cómprate unas bragas, unas bonitas. Cuando te las pongas te acuerdas de Carlitos", me dijo, sonriendo, mientras apretaba la entrepierna del joven con su manaza fuertemente. Naturalmente, cogí el dinero y salí de allí.

 

Hice todo lo que me ordenó, hasta lo de las bragas. Como buena sumisa. Todavía las guardo, y me hace recordar aquel día. El primer día que me llamaron furcia, merecidamente. El primer día que vendí mi cuerpo. Me sobró dinero después de todo, y me lo gasté con orgullo. Al fin y al cabo, había sido de verdad mi bautismo de puta, en la misma calle de mala muerte donde se había estrenado Meri. Sin embargo, yo no dije nada a nadie, ni siquiera a Nuria. Más que nada, porque pensaba que la historia era tan inverosímil que nadie me iba a creer. Bueno, al final leyéndola aquí con todo esto, y con todo lo que vino luego... no me resulta más que un paso natural, uno más, en mi camino hacia la libertad. Lo cierto es que, después de aquella noche, Nuria no me preguntó cómo había acabado ni qué me había parecido. Pero comprendiendo que, quien calla, otorga, me introdujo plenamente en sus rutinas sexuales y, al menos una vez a la semana, nos perdíamos en esos antros insospechados a dejarnos follar por hombres insospechados...

 

Entendí que ella había probado los tríos y muchas otras cosas antes que ninguna de nosotras, y de maneras bastante más... oscuras. Cuando yo empecé a adentrarme por esos caminos, al menos tenía ya un poco de experiencia, que me permitía ir dando los pasos necesarios para hacer cosas que, de otra manera, seguramente jamás habría hecho, teniendo en cuenta ese fondo de natural mojigatería que siempre había tenido y que, en realidad, tanto me estaba costando sacudirme de encima. Pero las ayudas que iba encontrando en el camino me estaban permitiendo crecer: Meri, Nuria... y, auqnue no lo sabía, finalmente iba a ser así: el siguiente sería Guille.

 

Con María había sido el comienzo de todo: de todo, sí. En realidad fue ella quien me había pervertido, me había hecho entender que era bisexual, que quería que me follaran por el culo y por todas partes, muchos hombres con pollas grandes, muchas mujeres, me había hecho despreocuparme, exhibirme sin miedo, desear ser deseada... Luego Nurita había sacado todo el jugo a aquello, me estaba haciendo llegar hasta el extremo, compartiendo conmigo una vida paralela a mi vida “oficial”, que nos llevaba por los caminos más sórdidos... además de sus líos y sus novios, que Nuria empezó también a compartir conmigo abierta y sistemáticamente en aquella época. Parecía que la condición de estar también a mi disponibilidad sexual era fundamental para que mi amiguita aceptara a cualquier pretendiente y se dejara follar, al menos si había alguna pretensión de establecer algún tipo de relación más duradera.

 

Nuria, en realidad, me había hecho comprender que era una puta. "Sabía que eras una putita... mi putita" me había dicho Nuria nuestra primera vez, entre lametón y lametón a mi chocho. Yo entonces aún no la entendía, pero no me molestó que me lo dijera. Sabía que era bueno. Aunque me costó entenderlo, que era una puta, y que era suya. Para esa noche, cuando recibí mi primer pago por vender mi cuerpo, yo ya había asumido que era una puta, pero iba entendiendo que lo era no por cobrar, sino todo lo contrario. Porque lo haría sin cobrar. Porque lo hacía, de hecho, sin cobrar. Porque cada vez tenía más claro que lo que me ponía, lo que de verdad me excitaba, no era solo el mero placer físcio que me daba que me follaran, sino también el placer psíquico, mucho mayor, que sentía cuando sentía la atracción brutal que mi cuerpo, que mi persona provocaba en otros cuerpos, en otras personas... Sentirme deseada, saber que era capaz de elevar la temperatura sexual de otro o de otra, para mí aquello no tenía precio, y me llevaba cada vez a entregarme y exponerme más y más fácilmente.

 

Y, si me entregaba como una puta, sin condiciones, era porque aquella era mi forma de conseguir extraer, muchas veces, las mayores pasiones hacia mi persona. La intensidad que me provocaba ser considerada objeto de deseo me derretía, y para mí era más importante ser deseada que ser un objeto, por lo que poco a poco fui asumiendo esa cosificación de mi persona como hecho ineludible para dar rienda suelta a todo mi deseo. En todo esto, Nurita me llavaba mucha ventaja, pero mi amiga me había tomado como aprendiz y yo avanzaba rápido, sumergida en el mundo de desenfreno que habíamos construido junto con Mer, Lu y las demás. Fue una pena tener a María fuera en esa época, porque hubiese supuesto un impulso definitivo, aunque el triángulo con ella y Nuria había empezado a mostrarse ya por entonces quebradizo y con demasiados filos peligrosos.

 

Y así acababa un año y empezaba otro, otro año que iba a ser sin duda decisivo en mi vida... Había decidido, después de aquella noche con Nuria, a la que siguió una etapa de mayor intensidad sexual con ella si cabe, que me tenía que independizar sí o sí. Una vez que Nuria se había empezado a revelar como ninfómana y me arrastraba con ella, para abastecerme de los penes que yo necesitaba en cantidad, y que no era capaz de conseguir por mí misma, me puse a buscar en serio. Desde luego que aquella intensa actividad sexual era malamente compatible con vivir aún en casa de mis padres que, además, vivían demasiado alejados del centro de la ciudad, que era por definición el lugar donde mis necesidades sexuales encontraban los materiales preciosos con mayor facilidad.

 

Mientras, lo primero que hice el nuevo año fue irme de viaje a ver a Meri, porque en el fondo la añoraba demasiado... y además me tenía francamente intrigada por las historias de sus encuentros con africanos que había conseguido establecer de manera habitual en su nuevo lugar de trabajo y residencia. Ella siempre había tenido esa fantasía, y le había hecho falta salir de España para cumplirla de la manera que más deseaba, a lo bestia.. Decía que había tenido un par de historias y que, ciertamente, no defraudaban... Así que me llevó de viaje al por su nuevo país, donde Meri me acabó metiendo en la cama de un joven negro, lustroso, joven y super cachas, que ya de por sí era una maravilla... sin contar además que tenía una polla como un brazo. Una cosa que me encantó fue hacerlo con ella de nuevo, las dos con un hombre bien cachondo... Para comérsela lo hacíamos entre las dos, porque desde luego que por aquella época a ninguna de nosotras se nos pasaba por la cabeza ser capaces de meternos un rabo así. Pero para follárnosla... María me enseñó cómo hacer para meter lo máximo de rabo posible en tu cuerpo. Ella no podía con todo, pero yo se ve que tengo buenas tragaderas, porque enseguida fui capaz de follarme su polla entera. Naturalmente, en aquellas condiciones, tampoco llegamos a avanzar mucho en lo del sexo anal...

 

Lo cierto es que tampoco fue lo más enorme que me he follado nunca, yo creo que no era mayor siquiera que la de Carlos. Pero sí era más grande que cualquier otra que conociera hasta entonces, incluso seguramente algo mayor que la de mi primo David. Y el negro podía con las dos, eso sí, aguantaba infinito, nos hacía corrernos una detrás de otra, y nunca se cansaba, incluso cuando se corría, y jamás en mi vida había visto a nadie correrse así, era capaz de reponerse enseguida y volver al ataque. Él también decía que no conocía a nadie con tanto sexo como nosotras, y que le encantaba ver a dos blancas ser capaces de follar así, juntas... Desde luego que el viaje mereció la pena sólo por eso. Después, a la vuelta, pensaba yo que no iba a volver a disfrutar nada así en mi vida. Estaba muy equivocada. Además, Mer me tenía preparado también un grupito de amigos blanquitos en la ciudad donde vivía ella, que ayudaron a que se nos hiciera más fácil olvidar a aquel joven y su portentosa polla negra...

 

A la vuelta a casa, la búsqueda de piso la hice directamente con Guille. En parte porque no tenía nadie con quien hacerla, y él siempre se ofrecía. Y en parte porque, después de saber que me dejaría follar por cualquiera, me parecía absurdo no dejarme follar también por él. Si, al fin y al cabo, más de la mitad de la gente con la que follaba tenía pareja tmbién. Él era mayorcito para saber lo que quería, yo ya no podía seguir oponiéndome a su insisitencia más tiempo. Todavía tardé en encontrar casa. Y, cuando lo hice, aún me esforcé por rechazarle un poco. El mismo día que me dieron las llaves, fui allí con él, entramos solos... y me dediqué a recordarle que preferiría estar con cualquier otra persona antes que con él. Pero él siguió adelante. Aguanté lo que pude. Él tuvo llaves de mi casa desde el principio. Hasta que empecé a compartir la casa con mi prima, él se colaba a menudo para rebuscar entre mis cosas, en especial entre mi ropa interior (sobre todo entre la usada), esmerándose en dejar pruebas evidentes de su paso por allí para que yo no dejara tener constancia de ello. Mis silencios ante sus constantes violaciones de mi intimidad eran clamorosos. Dicen que quien calla, otorga… pues eso.

 

Cuando mi prima se instaló, ellá pasaba largas temporadas fuera, así que igual él solía colarse siempre que podía. Pronto llegó el verano o, al menos, el calor. Y ahí llegó la noche aquella que se quedó a dormir, con mi hermana, y me pilló a mí dormida en bragas con la puerta abierta, aunque boca abajo... la vez que casi le como la polla. Y luego la vez que le iba a dejar meterme mano en el coño en un masaje de piernas que acabó bruscamente interrumpido por mi prima... Sin lugar a dudas, el tiempo estaba maduro. Me iba a dejar follar por Guille.

 

[continúa…]