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Convertí a mi nuera y a su madre en putas 3

en No Consentido

 

Tres horas después al llegar al cortijo y mientras nuestras peculiares criadas sacaban las maletas del coche, lo primero que hice fue mostrarle la casa a Aurora. Mi ex se quedó encantada con las diferentes habitaciones, pero lo que realmente le cautivó fue comprobar el tamaño de mi cama:

― Pedro, ¡tienes una King Size! ― exclamó dejándose caer sobre ella.

Descojonado, le expliqué que quizás se quedaría pequeña por ser cuatro los que íbamos a usarla. Al escucharme, me respondió:

―Solo dormiremos en ella, tu y yo, ¡esas dos putas lo harán en el suelo!

Su respuesta me divirtió, pero recordando la confesión que me hizo en el vehículo, decidí comprobar cuanta realidad contenía y con una malévola sonrisa en mi cara, le contesté:

―Eso depende de lo bien que te portes. Por lo pronto, demuéstrame que eres obediente y dame placer.

Mis palabras lejos de escandalizarla la motivaron de sobre manera y pegando un grito de alegría, se arrodilló a mis pies y me bajó la bragueta. Cuando ya tenía mi sexo entre sus manos y pensaba que iba a empezar, me preguntó:

―Amo, ¿puede su sucia sumisa satisfacer a su dueño?

Ya en mi papel, contesté:

―Eso te he dicho, ¡puta! Date prisa si no quieres ser castigada.

No tuve que repetírselo dos veces y abriendo su boca, se engullo toda mi extensión de un modo tan lento y paulatino que pude disfrutar de la tersura de sus labios recorriendo mi polla al hacerlo. Dejé que llevara el ritmo, acariciándole la cabeza. Decidida a satisfacerme, usó su lengua para embadurnar con su saliva tanto mi pene como mi glande y solo cuando consideró que era suficiente, se lo volvió a introducir hasta el fondeo de sus garganta.

Reconozco que me encantó la forma tan sensual con la que se lo hizo. Ladeando su cara, hizo que rebotase en sus mofletes por dentro antes de incrustárselo. Aunque no me había dado cuenta, Aurora llevaba un tiempo masturbándose su propio sexo y por eso me cogió desprevenido notar que se corría. Sin dejar de pajearme, sus piernas temblaron al hacerlo y berreando como una cierva en celo, me rogó que derramara mi simiente en su interior.

Fue entonces cuando un ruido a mi espalda me hizo descubrir a mi nuera mirándonos y debido al morbo que sentí al ser ella testigo de esa felación, me corrí sujetando la cabeza de mi favorita al hacerlo. Por primera vez, advertí en los ojos de esa rubia un atisbo de excitación y dejándome llevar terminé de sembrar con mi semen la garganta de Aurora.

Ya tranquilo, metí mi pene en mi calzón y cerrándome la bragueta, dejé a esa puta con su maestra. No había llegado al pasillo cuando escuché una serie de azotes y gemidos mientras mi ex le recriminaba el habernos espiado, sonriendo pensé:

«¡Qué bien me lo voy a pasar a partir de hoy!».

Al ir a ver a mi nieto, lo hallé dormido en manos de su otra abuela. Cómo ya era tarde y durante el viaje le habían dado de cenar, ordené a Teresa que lo llevara a la cama, tras lo cual, me serví una copa. No llevaba ni tres sorbos cuando escuché que Aurora exigía la presencia de su consuegra y como en ese momento lo que me apetecía era disfrutar de mi whisky, no me urgió averiguar porque la llamaba.

Estaba apurando el vaso cuando mi ex entró en la habitación, vestida totalmente de cuero con un corsé que realzaba sus curvas. Casi me atraganto al disfrutar de sus enormes pechos comprimidos por un sujetador con forma cónica.

«¡Está para comérsela!», exclamé mentalmente.

Disfrazada de esa forma era una mujer impresionante. Tras ese atuendo, se adivinaba a una hembra seductora y fascinante, segura de su feminidad, cuyos cincuenta años, lejos de causar rechazo, tenían una belleza singular.

― ¿Quieres una copa? ― dije al ver que se acercaba.

Asintió y mientras se la ponía, me dijo:

―Tengo preparadas a tus esclavas, pero antes de hacerlas pasar quiero preguntarte si me dejas vía libre en su adiestramiento.

Soltando una carcajada, le contesté:

―Claro― y ya interesado, intenté averiguar que les tenía preparado.

―Voy a enseñarles lo que es obediencia, incluyéndome yo en ella. A todos los efectos seré tu esclava, pero ellas tendrán que tratarme como su maestra, ¿te parece bien?

―Sí, putita― respondí y sonriendo, le solté: ―Si hubiera sabido esto, no me hubiera separado de ti.

Con sus mejillas coloradas por su excitación, respondió:

―Si yo hubiese sido consciente antes, no le hubiese hecho falta.

Su respuesta me satisfizo. Aurora no sólo me iba a ayudar, sino que había aceptado voluntariamente ser mi sumisa. Supe que mi futuro iba a ser maravilloso cuando escuché a mi ex llamar a las otras dos.

«¡No puede ser!», pensé al verlas entrar.

Con un collar como única vestimenta, madre e hija hicieron su aparición. Se las notaba indecisas y asustadas. Yendo hacia ellas, Aurora las obligó a arrodillarse, con el cuerpo y los brazos echados hacia delante, de manera que sus culos quedaron en pompa, en disposición de ser usados.

«La posición de esclava», sentencié recordando lo que había leído sobre ese mundo.

Qué esa mujer supiera de esa postura, me reveló que, aunque creía que la conocía muy bien, no era cierto. Por otra parte, que no le costara ningún esfuerzo ponerlas así, tenía que ver tanto con su miedo como por el hecho que ambas mujeres aceptaban ya su destino. Contenta por el resultado, la maestra me pidió que me acercara a comprobar la mercancía.

Sin saber que era premeditado, mi ex eligió a nuestra consuegra como inicio, y cogiendo de un cajón una fusta, la usó para recorrer los bordes del sexo de su víctima mientras me decía:

―Le presento a “Perra”, su nueva sumisa. Aunque es un poco vieja, tiene todavía un culo con posibilidades de ser usado – dijo y para dar mayor énfasis a sus palabras introdujo un dedo en el ojete de la mujer: ― Es la madre de “Cachorra”.

Buscando su completa humillación, separando los labios de su sexo, le introdujo el instrumento duramente hasta que chocó con la pared de la vagina. Teresa, indefensa, se retorció al sentirse violada mientras su hija miraba su castigo con interés. Mi ex sacando y metiendo la fusta, la empezó a follar sacando de su garganta aullidos de dolor. Fue entonces cuando llamando a la “cachorra” le exigió que pellizcara en ambos pechos a su madre.

La rubia, obedeciendo, se acercó y agarrando los pezones de la “Perra”, los torturó con saña ante la mirada atónita de todos los presentes. El modo tan bárbaro con el que retorció las areolas de Teresa me indujo a pensar que se estaba vengando de algo. Aurora, que no era tonta, lo advirtió en seguida y tratando de averiguar hasta donde llegaría sacó un arnés y se lo puso.

Os confieso que nunca creí al ver el enorme trabuco que tenía adosado ese cinturón que el coño de mi consuegra fuera capaz de absorberlo,  pero contraviniendo las leyes de la física, Aurora sonrió y poniéndose a la espalda de su indefensa víctima, le separó las piernas y de un solo golpe se lo ensartó hasta el fondo de su coño.

El grito de angustia de Teresa fue ensordecedor al sentir que la estaba violando y llorando a moco tendido, soportó tan cruel ataque sin quejarse. La violencia del asalto no me permitió advertir a la primera que los pezones de mi nuera estaban totalmente erizados mientras mi ex se follaba a su madre y solo me di cuenta cuando hecha una energúmena, la rubia se empezó a reír de ella mientras le azotaba su trasero:

― ¡Por fin tienes tu merecido!

Aunque resulte paradójico, tuve que intervenir a defender a esa maldita porque si dejaba a su hija seguir podía resultar seriamente herida ya que no satisfecha con los azotes, le empezó a golpear con el puño.

― ¡Joder con la cachorrita! ― exclamé tirando de ella y llevándomela lejos de su víctima.

Fue entonces cuando directamente se puso a cuatro patas sobre la alfombra y chillando, me dijo:

―Suegro, ¡fóllese a su cachorra!

Ver a esa rubia, la viuda de mi hijo, en esa posición y rogándome que la follara fue demasiada tentación para mis pobres huesos y despojándome de mi pantalón, acudí raudo a cumplimentar sus deseos.

Sin darle tiempo a pensar, me coloqué detrás de ella. Tal y como había hecho Aurora con su madre, separé de par en par sus rodillas y contemplé por vez primera el sexo de mi nuera. Exquisitamente depilado llamaba a ser tomado, pero justo cuando me disponía a hacerlo, le separé las nalgas y descubrí un rosado ojete nunca hollado. Saber que nadie había hecho uso de semejante maravilla me pudo y con un dedo recorrí sus bordes, antes de introducirlo en su interior.

―Suegro, soy virgen por ahí― confirmó Sonia aterrorizada con la perspectiva.

Era tan tentador que, aunque no me importaba destrozarla, me entretuve en relajarlo antes de meter el segundo. No tardé en escuchar un jadeo. Sonia estaba sufriendo, pero intentaba no quejarse, lo que me dio motivos para continuar. Forzando un poco sus músculos, fui encajando y sacando mis dedos hasta que desapareció la resistencia, entonces y solo entonces, acerqué mi glande a su entrada.

― ¿Estás lista cachorra? – pregunté y sin darle tiempo a contestar, posé mi manos en sus hombros y se lo introduje de un solo arreón.

Mi nuera chilló de dolor al sentir horadado su recto y con lágrimas en sus ojos, permitió que mi pene la empalara poco a poco. Lo hice tan lento que me dio tiempo a notar como toda mi extensión iba dilatando las paredes de su ano, destrozándolo. La rubia, mordiéndose los labios, aguantó el dolor de sentirse desgarrada.

Con mi sexo completamente en su interior, vi que Aurora con el arnés puesto seguía sodomizando a su víctima, pero mientras en mi caso el culo de mi nuera estaba sufriendo para acoger en su interior mi pene, el ano de mi consuegra debía de estar habituado porque la verga que llevaba mi ex adosada no tuvo problema alguno en hacerlo.

― ¡Menuda puta estás hecha! ―escuché que le decía al darse cuenta de que su víctima tenía ese esfínter más que usado.

En cambio, a Sonia, mi hijo nunca la había tomado vía anal y por eso le dolió brutalmente al principio, pero después de unos minutos, con el esfínter ya relajado, me sorprendió que empezara a disfrutar. Me di cuenta de ello, cuando llevando una mano a su entrepierna, se empezó a masturbar. Sabiendo que había llegado el momento de su claudicación, le azucé dando un azote en su trasero mientras le decía:

―Cachorra, ¡córrete para tu suegro!

Fue como si se desbocara, berreando como una hembra en celo, mi nuera movió sus caderas violentamente hacia atrás, clavándose hasta el fondo mi herramienta. Gritando me pidió que la ayudara, y entonces comprendí que estaba a punto de correrse y dándole una tanda a modo de aguijón, conseguí que su cuerpo adquiriera un ritmo infernal. Sus pechos se bambolearon al compás de mis penetraciones mientras se desgañitaba chillando su placer.

Su orgasmo me empapó de arriba abajo. Aunque le estaba dando por culo, su sexo se encharco de tal manera que cada vez que chocaba con su trasero, salpicaba de flujo por doquier. Su brutal reacción terminó de excitarme, y uniéndome a ella, le regué con mi semen todos sus intestinos.

Agotado, me desplomé sobre ella. Con mi pene todavía incrustado en su culo, la zorra creyó morir y convulsionando sobre la alfombra, vio prolongado su orgasmo de tal manera que llegué incluso a pensar que le había dado un ataque epiléptico. Os juro que aterrorizado busqué con la mirada a Aurora, que ajena a lo que estaba ocurriendo, estaba obligando a Teresa a limpiar con su lengua los restos de mierda que habían quedado en el trabuco del arnés.

―Tranquilo, Pedro― me dijo con sorna al escuchar mi petición de ayuda: ― Manuel me contó que esa puta, cuando se corre, se comporta así.

Ya más relajado, me quedé observando como la rubia era incapaz de parar. Temblando como poseída por un demonio y manifestando por medio de gritos el placer que asolaba su cuerpo, Sonia siguió retorciéndose hasta que Mi ex llegó a su lado y soltándola un bofetón, paró su actuación de golpe:

―Siempre lo supuse, pero ahora lo he confirmado. Esta zorra es una estupenda actriz y cómo eso le había servido para someter a mi hijo, estaba repitiendo su papel para ver si le servía contigo.

― ¡Será hija de puta! ― exclamé al percatarme de que me lo había creído.

Por suerte, Aurora estaba allí y cuando quise agradecérselo, me dio un beso diciendo:

―Dame un minuto mientras preparo al ganado.

Descojonado vi cómo, sacando de la bolsa del sex-shop unas cuerdas, las ató tumbadas a los pies de la cama, de modo que eran incapaces de moverse, con sus culos levantados y sus sexos expuestos. Tras lo cual, incrustó sendos plugs anales en sus esfínteres y sonriendo, se metió junto conmigo entre las sabanas mientras me decía:

―Si se despierta esta noche y no le apetece follarse nuevamente a su favorita, recuerde: ¡tiene dos culos extras a su disposición!

Muerto de risa, le contesté:

―Si son extras… ¿es que acaso me vas a dar el tuyo? ¡Cuando eras mi mujer siempre te negaste!

Poniendo cara de puta, me dijo:

―Pero ahora que soy su sumisa, ¡será suyo siempre que lo desee!

------------------------------ CONTINUARA -----------------------------------------

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LA PRINCESA MAGA Y SUS CUATRO SACERDOTISAS

Sinopsis:

Un negocio en África hace que nuestro protagonista entre en contacto con la realidad de una cultura y una gente que le eran desconocidas. Sin saber cómo ni porqué se deja llevar por su soberbia y cierra un trato con un reyezuelo local desconociendo que al comprar su heredad no solo estaba adquiriendo unas tierras, sino que ese apretón de manos llevaba incluido la boda con su hija, la princesa.

 

Temiendo por su puesto de trabajo, es incapaz de rehuir el trato aunque ello lleve emparejado unirse de por vida con una mujer con la que siquiera ha hablado. Sin ser consciente de las consecuencias que eso tendría, al ir conociendo a su esposa, Manuel descubre que sus paisanos le tienen un respeto desmedido y que bajo la apariencia de una bella joven se esconde una maga de inmensos poderes.

Para terminar de complicar las cosas donde va ella, van las cuatro premières... sus sacerdotisas que también se consideran sus esposas.

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