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Rosa, rosae

en Sexo con maduras

Siempre había sido un chico tímido.  Un buen chico que sencillamente prefería pasar desapercibido.  Esa clase de chico que no destaca en nada, pero con el que cualquier compañero o compañera de clase se sentían a gusto.  Supongo que siempre he sabido escuchar a la gente, y eso hace que al final los demás se sientan cómodos.  Sin embargo mi timidez , vista desde la perspectiva que me otorgan los años pasados, me había lastrado a la hora de relacionarme con las chicas.   Y no porque no tuviese interés en ellas o porque no hubiese habido ninguna con la que podría haber tenido algo, sino porque sencillamente no sabía cómo sacar partido de las conversaciones o las situaciones que tenía con algunas de ellas, y cuando en alguna ocasión alguna había mostrado interés por mí, o yo no entendí las señales o sencillamente no me atreví a dar el paso.  Cuando no eres “el guaperas”  o “el malote”, debes saber jugar tus cartas, o estás condenado al dique seco.  En mi caso, entre la timidez, la candidez y la inocencia, a los 17 seguía sin haber salido con ninguna chica.

El desarrollo físico que sufrimos los chicos entre los 11 y los 13 años, cambiando nuestro cuerpo de niños a hombres, en mi caso se había retrasado casi hasta los 15, por lo que cada vez que en verano iba a la piscina con mis amigos, o usábamos los vestuarios en algún partido de futbol, pasaba verdadera vergüenza, pues mientras todos ellos ya estaban desarrollados y lucían orgullosos unas pollas de adulto, yo aún seguía teniendo un tamaño muy infantil.  

Sin embargo en torno a los 15 años, la naturaleza por fin se acordó de mí, me regaló algo de musculatura y me hizo crecer en altura hasta superar a muchos de ellos, y aunque yo aún no lo sabía, me dotó de un pene de un tamaño bastante interesante. La verdad es que a  mi juicio no es nada del otro mundo, pero a juzgar por los comentarios de las mujeres con las que he estado, no debe estar mal del todo.

Físicamente era bastante delgado, y sin ser de los bajitos, tampoco era especialmente alto; supongo que en aquella época, con 18 años, debía andar ya en el entorno de mis 1,80 actuales.  

Aquel año estaba en tercero de BUP.  Aquellos que tengáis ya una cierta edad seguro que sabéis lo que era el BUP.  Para los más jóvenes, tercero equivalía al actual primero de bachillerato.  En aquel año aún se mezclaban las asignaturas de ciencias y las de letras, de modo que fue el primer y único año en el que tuve clase de latín.  Francamente, nunca se me dio bien.  El hecho de saber que era una lengua muerta no me motivaba nada a estudiarlo, y en la primera evaluación lo suspendí y tuve que esforzarme para poderlo aprobar en la recuperación.   El único aliciente que encontraba en las clases de latín era la profesora:  Rosa.

Rosa era una mujer de unos 45 años, pelo corto negro y una cara muy sensual.  Aunque la verdad es que cuando se enfadaba su cara perdía toda la sensualidad y nos hacía a todos tomárnosla muy en serio.  Era una mujer próxima en el trato, pero al tiempo sabía marcar las distancias con los alumnos.  No permitía más confianzas que las justas para las clases  y el resto del tiempo su rictus era bastante serio.  Y hacía bien en mantener las distancias, porque a esa edad las hormonas nos tienen a los hombres excitados casi todo el tiempo.  En su caso además, el hecho de ser delgada, con un culo redondo perfecto, y unas tetas que no parecían muy grandes, pero a las que ella sabía sacar partido usando normalmente ropa ajustada, la podían haber convertido en víctima de algún atrevido.   La verdad es que era una mujer muy femenina, aunque en muy contadas ocasiones vino con falda o vestidos al instituto.  Lo suyo eran casi siempre vaqueros ajustados, que le hacían un culo espectacular.  Sobre todo porque siempre llevaba tacones.  Entonces aún no lo sabía, pero los tacones han sido siempre un fetiche para mí.

Evidentemente Rosa era una de mis musas a la hora de masturbarme.  Y era algo que hacía a diario, no menos de tres veces.  Evidentemente no solo lo hacía pensando en ella, pero de vez en cuando le dedicaba alguna de mis pajas.

La segunda evaluación no fue mucho mejor, pero al menos saqué el 5 raspado a la primera.  Rosa me felicitó sin demasiado interés en la revisión de los exámenes, pero al mismo tiempo me advirtió que o estudiaba más, o en la última evaluación tendría que suspenderme.   En fin, nada que yo no supiese.

Mi camino diario al instituto requería del uso del autobús.  Una de las líneas urbanas de Madrid.  En ocasiones había coincidido en el autobús con Rosa, que vivía unas cuantas paradas más lejos que yo, aunque siempre nos habíamos limitado a saludarnos sin más, y debido a mi timidez ni siquiera me acercaba a ella.  Me sentaba alejado o si no había asientos libres, buscaba alguna barra a la que agarrarme que no estuviese muy cerca de su asiento, e incluso en el caso de que por circunstancias viajásemos cerca, no me atrevía a entablar conversación.

Debía de ser ya abril o mayo.  Lo recuerdo porque ya no íbamos con abrigo al instituto.  Era el viaje de ir al instituto a las 3 de la tarde.  Hacía sol, y yo llevaba unos vaqueros y una camisa con un jersey encima.  Al llegar a la parada del autobús, por alguna razón estaba hasta arriba, y cuando llegó el autobús venía igualmente lleno.  De todas formas paró y empezamos a entrar a empujones.  Yo tuve la suerte de ser de los primeros en entrar y para mi sorpresa me encontré justo delante de mí a Rosa.  Llevaba unos vaqueros lavados muy claritos, y muuuy ajustados, que como siempre le hacían un culo precioso.

No me dio tiempo a admirar ese precioso culo porque la marabunta me empujó contra ella, de forma que quedamos completamente pegados.  Mi polla quedó pegada a su culo.  Era la primera vez que estaba tan cerca de una mujer.  Al principio Rosa hizo amago de quejarse de los empujones, pero enseguida se dio cuenta que dada la situación era inevitable.  Sentir su cuerpo pegado al mío me estaba excitando, y el suave olor de su colonia me estaba enamorando por momentos.  Inevitablemente mi polla empezó a crecer.   Intenté echar el culo para atrás para evitarlo, pero la presión de la multitud impedía que me pudiese separar ni siquiera un milímetro. 

Estaba empalmado a más no poder.  La notaba durísima, palpitando, pegada contra el culo de Rosa, y de repente ella volvió la cabeza y me miró con la sonrisa más sensual y pícara que una mujer puede dirigir a un hombre.  Yo era tan inocente por aquella época y estaba tan cortado por la situación, que pensé que ella no estaría notando mi erección, así que yo le sonreía distraídamente y ella volvía a mirar para adelante.   Los frenazos y acelerones del autobús no ayudaban, y yo cada vez estaba más excitado.  Ella seguía volviendo su cabeza y sonriendo.  Yo estaba desconcertado, pero la excitación me hizo hacer algo totalmente inesperado incluso para mí.  Como estábamos tan pegados y sabía que aunque frenase el autobús no podía caerme, bajé la mano que tenía agarrada a la barra del autobús, y disimuladamente se la posé en la cintura.  No podía tocarle el culo ni las tetas aunque quisiera porque no había sitio, pero al menos a su cintura sí conseguí llegar.  Al hacerlo esperé su reacción, y ella nuevamente se limitó a volver su cabeza y sonreír mirándome a los ojos.  Aquello casi hizo que me corriese.  Venciendo la vergüenza le devolví la sonrisa, pero esta vez era una sonrisa distinta, ahora sabía que no le disgustaba mi mano en su cintura, y al sonreír me mordí el labio de abajo.    

El viaje no dio para más.  Al llegar a la parada del instituto, ella salió delante y saludó a otros alumnos más parlanchines y yo caminé hasta el instituto detrás de ellos, cubriendo mi erección con la carpeta que llevaba en la mano y disfrutando de ese culo perfecto que ahora deseaba más que nunca.

En cuanto entré al instituto me dirigí a los servicios a masturbarme.  Al abrirme el pantalón comprobé que tenía el calzoncillo totalmente empapado y que incluso la humedad había calado al pantalón.  Menos mal que llevaba el jersey.  Fue una paja muy rápida porque estaba más excitado de lo que lo había estado nunca, pero al mismo tiempo fue un orgasmo tan intenso que me dejó exhausto.

Tras aquello no volvimos a coincidir de un modo tan íntimo.  Nos cruzábamos de vez en cuando en el instituto y siempre me dedicaba una sonrisa especial, pero en clase ni un solo detalle que denotase algún tipo de trato distinto al resto. Yo me mataba a pajas pensando en ella.  Se había convertido en mi obsesión.  Ella nunca me hizo ningún gesto ni nada que me hiciese pensar que aquello podría llevarnos a más, pero lo cierto es que al finalizar el curso, mi nota en latín había subido hasta el 6,5.  

Tras las notas decidimos hacer una cena de fin de curso a la que invitamos a los profesores.  Nada especial teniendo en cuenta que teníamos todos 18 años.  Fuimos a un chino próximo a la plaza mayor, y al terminar de cenar, la mayoría se fueron a sus casas, salvo unos cuantos que nos fuimos a tomar algo.  Era una discoteca de la época, bastante oscura. Cuando mis ojos se adaptaron a la luz, me sorprendió distinguir en un grupillo sentado en unos sofás a Rosa junto a Isabel, la profesora de Ciencias Naturales, que era más joven, en torno a los 30 y que también estaba muy bien, aunque su forma de vestir no era tan femenina como la de Rosa.  

Tras pedir la bebida en la barra, nos dirigimos hacia donde estaban las profesoras, y los más lanzados sacaron a Isabel a bailar, y se fueron todos a la pista de baile.  Yo aproveché la situación y envalentonado por el alcohol me senté junto a Rosa. Se notaba que ella también había tomado alguna copa porque estaba muy dicharachera.  Estuvimos hablando de los planes para las vacaciones, y me estuvo diciendo que yo había mejorado bastante con el latín en la última evaluación.  Ella estaba preciosa, con sus vaqueros ajustados como siempre, esta vez negros, y una camisa blanca bastante ajustada que hacía que sus tetas pareciesen más grandes.  Además llevaba unas sandalias de tacón alto que me estaban volviendo loco al verle los pies con sus piernas cruzadas.  Estaba muy sexy, y yo estaba otra vez totalmente empalmado junto a ella.  Estábamos los dos hablando muy relajados, y yo en algún momento me permití el atrevimiento de poner mi mano en su pierna. No quería correr mucho y enseguida la quitaba, pero como ella no decía nada, volvía a ponerla, hasta que una de las veces me cogió la mano y me la quitó.  Me miró a los ojos sin perder la sonrisa.

R- Estás loco?   Es que no ves que aquí nos ven todos?

Debí ponerme rojo como un tomate porque noté un calor abrasador en la cara.  Ella debió notar mi vergüenza y siguió hablando.

R- No te preocupes, no me enfado, pero ten en cuenta que soy una profesora, y aquí todos están pendientes de mí.  De todas formas yo dentro de poco me voy a ir.  Cómo has venido?  En autobús?

Y- Sí claro, en autobús (balbuceé muerto de vergüenza)

R- Pues ahora si quieres te acerco a tu casa.  Me pillas de paso, y así te ahorras el autobús.

La verdad es que yo no quería irme todavía, pero aquello que me acababa de decir sonaba a invitación.   Evidentemente lo era, pero insisto en que entonces yo solo tenía 18 años y era un chaval muy tímido y sin ninguna experiencia con las chicas.  Al final vencí mi timidez y le dije que sí, que claro, que se lo agradecía mucho.

R- Pues venga, ve a bailar con tus compañeros y ahora cuando me vaya a ir te aviso.  

Cuando me iba a mover con intención de levantarme, puso su mano en mi hombro sujetándome, y se acercó a mi oído.

R- No vayas a fanfarronear con tus amigos y les cuentes que me has tocado la pierna…

Lo dijo tan cerca de mi oído que pude notar sus labios moviéndose y rozando mi oreja.  Aquello me hizo sentir un escalofrío y estuve a punto de correrme.  Al girar mi cara para asegurarle que no, ella me estaba sonriendo con la misma sonrisa pícara de aquella tarde en el autobús, y acto seguido me guiñó un ojo.  Me levanté sin decir nada, solo devolviéndole la sonrisa.

Apenas diez minutos después se acercó a donde estaba y se despidió de todos, nos dijo que se iba ya, y que si alguno quería que le dejase en su casa de camino.  Yo dije que sí, claro, pero los demás dijeron que se quedaban, así que me despedí yo también y salimos.  Caminamos sin hablar hasta la esquina, y antes de doblarla, los dos volvimos la cabeza a mirar si alguien había salido detrás de nosotros.   Ninguno dijimos nada.  Seguimos caminando hasta llegar a su coche.

Una vez dentro ella inició de nuevo una conversación intrascendente.  Evidentemente la edad se le notaba.  Sabía manejar la situación.  Eso ayudó a que yo también me relajase y apenas cinco minutos después estábamos los dos charlando y riéndonos como si fuésemos dos amigos.  Me sentía cómodo, y en cada semáforo sentía la tentación de acercarme y besarla pero ella no paraba de hablar.  Yo iba sentado casi de lado, mirándola.  Fue entre semáforo y semáforo, mientras ella hablaba, que puse mi mano izquierda sobre su pierna.  Ella me miró pero no dijo nada, siguió conduciendo como si nada.   Eso me hizo envalentonarme y empecé a acariciar su pierna, recorriéndola desde la rodilla hasta el muslo, al principio solo por la parte de arriba.   Después me atreví con la parte interior de sus muslos.   Ella había dejado de hablar y ahora podía escuchar su respiración algo agitada.  La verdad es que yo no sabía muy bien cómo seguir.  Era mi primera vez y encima con una mujer de 45 años que además era mi profesora.  

Ella fue la que me sacó de mi timidez cuando al llegar al siguiente semáforo cogió mi mano sin mirarme, cerró los ojos y la fue subiendo por su tripa.  Entendí enseguida que me estaba dando vía libre y subí hasta sus tetas.  Le acaricié la derecha, suave al principio, después más fuerte y a ella se le escapó un gemido.  Yo notaba mi polla a punto de reventar.  El semáforo se abrió y ella puso primera y arrancó.  Yo seguí tocándole las tetas.  Pasaba de una a la otra.   No eran grandes, pero se notaba que estaban bien puestas, pues el sujetador era muy fino y las notaba perfectamente.  Enseguida noté sus pezones duros.  Su respiración era ya a todo volumen, gemía abiertamente y me miraba de vez en cuando con una cara que yo no había visto antes en ninguna mujer.   Era el deseo dibujado en su cara. 

De repente estiró su mano derecha y me acarició el bulto sobre el pantalón.  

R- Ufff, qué tienes ahí por Dios?    Está durísima.

Y-    Joder Rosa, es que me tienes loco desde aquel día en el autobús.

Me sonrió y se mordió el labio.

R- Espera, deja de tocarme que sino no voy a poder conducir.  Vamos a parar en algún sitio.

Se desvió en la salida de la Casa de Campo, y en cuanto pudo paró el coche entre la vegetación.   Había más coches por allí, algunos con ropa en las ventanillas a modo de cortinas, otros con los cristales totalmente empañados.  Paró el motor y dejó puesta la radio.  Hasta entonces ni siquiera me había dado cuenta que iba la radio puesta, pero sonaban baladas.  Era el momento perfecto…

Nos miramos, me cogió la cara con sus manos y me atrajo hacia ella.  Nos empezamos a besar.  Al principio suave, después abrimos las bocas y nuestras lenguas empezaron una lucha salvaje.  Ella me fue guiando, me enseñó a besar y enseguida nos acoplamos en unos besos apasionados.  Nuestras bocas estaban llenas de saliva.  Parecíamos dos salvajes.  Yo le tocaba las tetas y notaba sus pezones muy duros.  Empecé a pellizcárselos y ella cada vez gemía más alto y me besaba con más ganas.  Empezó a desabrocharme la camisa y a acariciarme el pecho.  Me besaba los pezones y me los mordisqueaba.  Todo era nuevo para mí, pero sin duda ella sabía lo que hacía. Empezó a desabrocharme el pantalón y sacó mi polla.

R- Madre mía Víctor, lo que tienes aquí….  

La admiraba y la acariciaba entera, de arriba abajo.  Subía hasta arriba y la descapullaba entera mientras con la otra mano intentaba acariciarme los huevos.  Yo ahuequé el culo y me bajé pantalón y calzoncillo a la vez. Me descalcé y me los quité. Me quedé desnudo en el asiento de la derecha, frente a ella, que seguía totalmente vestida.  Volvió a coger mi polla y esta vez se agachó y se la metió en la boca.    Al sentir el calor de su boca en el glande estuve a punto de correrme.  Era una sensación increíble, me estaba matando de placer.   Pero notaba que si seguía me iba a correr, y no quería hacer el ridículo con una mujer así.  Ella, a su edad, lógicamente sabía lo que pasaba, y de nuevo tomó las riendas. Levantó la cabeza y, mientras me la agarraba con la mano izquierda, me puso la mano derecha en el pecho y habló.

R- Shshshshshshsh, quieto, déjame que la disfrute.  Hace mucho tiempo que no tengo una así en mis manos, y quiero disfrutarla.

Y- Rosa, si siques haciendo eso me voy a correr.  Estoy a punto.

R- vale, no te preocupes, lo hago más suave.  

Se la volvió a meter en la boca, esta vez mucho más suave.  Recorría con su lengua desde la punta hasta los huevos.

R- Mejor así?  Así aguantas?

Y-  Uff, algo mejor, pero estoy al límite

R- No te preocupes, disfruta tú también y no te preocupes si te corres, que no pasa nada.

Y- Joder Rosa, cómo no va a pasar nada?  No quiero que esto termine ya.

R- jajajaja, no te preocupes tonto, si esto no va a terminar cuando te corras.  Tú disfruta ahora de esto, que luego te tocará a ti trabajar un poquito.

Y volvió a lo que estaba haciendo.  Me masturbaba despacio y suave con la mano derecha mientras con la izquierda recogía mis huevos y se metía uno en la boca y lo chupaba suave.  Después el otro y hacía lo mismo.  Y su mano seguía masturbando mi polla.   De repente volvía a admirar mi polla y hacía algún comentario de admiración.

En un momento determinado volvió a meter el glande en su boca, y descaradamente me miraba a los ojos mientras chupaba.  Lo sacaba y lo metía de su boca, ahora succionando más fuerte.  Empezó a acompañar la mamada con sus manos y aquello se volvió casi insoportable para mí.  El placer era tan intenso que noté que me iba a correr.  Ella lo notó enseguida.

R- Dámelo cariño, no te preocupes y disfruta.  Dámelo.

Y siguió con esa súper mamada con paja acompasada que me volvía loco.  Estallé en el mejor orgasmo que había tenido en toda mi vida hasta ese momento.  Grité sin ni siquiera darme cuenta, me retorcí de placer, mientras ella no me soltaba ni un momento y seguía succionando.  No dejó salir absolutamente nada de su boca.  Tragó varias veces y volvía a succionar, hasta que la sensación se volvió tan intensa que era insoportable, y le pedí que por favor parase.   Pero no paró….   Solo aflojó la mamada, y dejó mucha saliva mezclada con mi semen entre su boca y mi polla, de forma que ahora era una sensación mucho más suave.  Mis piernas se fueron destensando, mi espalda se fue relajando, mi respiración se fue calmando….   Y ella seguía muuuy suave chupando mi polla.

Y- diossss, Rosa, ha sido increíble.  Pero por favor hazlo muy suave ahora

R- No te preocupes cariño, relájate que Rosa está aquí para hacerte disfrutar.  Relájate y disfrútalo.

Y- No te imaginas las veces que he imaginado esto contigo.  Desde aquel día no ha pasado ni uno solo sin hacerme una paja pensando en ti.

R- mmmmmmm,   de verdad?

Y- Pues claro.  Seguramente no lo notaste, pero se me puso durísima al apretarme contra tu culo.

R- Jajajajajajaja.  Como no lo voy a notar???   Si tenías una pedazo de estaca durísima ahí pegada a mi culo

Y- En serio lo notaste?   Pensaba que no lo habrías notado.

R- Y por qué crees que te sonreía entonces?

Y- Jajajajaja,  joer, no sé.   No sabía qué pensar.

Tras eso, estuvimos hablando un poco, apenas unos minutos.  Nos reímos y los dos nos relajamos mucho.  Pero yo quería besarla, así que empezamos de nuevo a besarnos, y yo empecé a acariciarla.  Ella no soltaba mi polla.  Decía que le encantaba, que era enorme.  Y entre eso y sus caricias, enseguida empezó otra vez a ponerse morcillona.

R- Pero mira cómo se te está poniendo otra vez….   Que maravilla esta edad, con qué rapidez te recuperas.

Y- Bueno, es que me gustas mucho Rosa.

R- Pues aquí me tienes, toda tuya.

Y empezó ella sola a desnudarse mirándome a los ojos y de vez en cuando a la polla.  Tenía unas tetas más bien pequeñas, pero eran perfectas.  Pese a sus 45 años no se le habían caído nada, y tenía los pezones muy duros.  El resto de su cuerpo era perfecto.  No tenía ni gota de grasa en la tripa, y sus caderas eran una curva suave y deliciosa.  Tenía el pubis con vello rizado, porque entre otras cosas era lo que se llevaba entonces, pero no era un vello largo, lo tenía recortado.  Me pareció precioso.  Era el primer coño que veía en realidad y sin darme cuenta estaba otra vez con la polla durísima y mientras la miraba me masturbaba despacio.

R-  Ufff, madre mía, si encima te veo masturbarte mientras me miras vas a conseguir volverme loca tú a mí

Y- Rosa, es que eres perfecta.  Me tienes totalmente loco.  Quiero follarte.

Ella se pasó a mi asiento, y abrió las piernas.  Yo me tumbé sobre ella y nos fundimos en un beso apasionado.  Para ella probablemente no era nada más que un polvo, una aventura extramatrimonial sin importancia, pero para mí, en ese momento no existía ninguna otra mujer en el mundo.   Era un momento súper romántico.  Me sentía cautivo de esa mujer.  Con toda mi torpeza, quise metérsela mientras nos besábamos en esa postura del misionero, pero ella me paró.

R-  Espera cariño, espera.   Quiero que me lo comas tú a mí también.

Y- Perdona.  Claro, tú dime lo que quieres que te haga.

R- No me pidas perdón, solo haz lo que te diga y como yo te lo diga.   Lo estás haciendo muy bien.  Me está gustando mucho.   Ahora baja y cómemelo.

De nuevo me vi ante la tesitura de hacer algo por primera vez.  Empecé directamente con mi lengua en su rajita.  Estaba chorreando.  Sabía salado.  Yo estaba desbocado.

R- Despacio cariño, despacio.   Mira, sube con tu lengua aquí arriba.  Ves aquí?  Esto es el clítoris.  Chúpame el clítoris, juega con él

R- Ahhh, sí, sí, justo ahí, eso es.  Cógelo en tu boca y succiona un poquito.   Ahhhh, sí, así.  Ahora recórrelo haciendo círculos

R- Uffff, sigue, eso es.   Ahora mientras haces eso méteme un dedo y muévelo dentro.  Así, ufff, sí cariño, así.  Mete otro, dos dedos y  muévelos dentro.

Empezó a cogerme de la cabeza.  Me agarraba del pelo y me apretaba contra su coñito.  Otras veces me separaba y me bajaba para que metiese la lengua dentro de la vagina.  Yo la follaba con la lengua como si fuese una polla.  Alternaba con los dedos.  Ella gritaba y me apartaba.   De repente tomé las riendas y me subí a su clítoris, donde había anotado que más gemía, y me centré en ello.   Apenas tardó nada en empezar a respirar más fuerte noté como su cuerpo se empezaba a tensar.   De repente, fue como una explosión.  Sus piernas se tensaron, su abdomen se puso duro, sus manos estiraban fuerte de mi pelo y gritaba y gritaba

R-  Siiiiiiiiii, joder, síiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.    Diosssssssssssssssss, sí, sigue 

Tubo un orgasmo tremendo, mientras su coño se llenaba de flujo.  Lamí todo lo que salió y me lo tragué.  Fue un momento tremendo para mí también

R-  Ahora suave, por favor, muy suave.  No pares, pero hazlo muy suave

Estuve chupándoselo unos minutos más pero muy suave, hasta que me tiró de la cabeza para arriba y nos fundimos en un beso muy apasionado.   Sin darme cuenta, mi polla entró sola en su coño.  Estaba tan lubricada que entró sola.   Los dos nos quedamos quietos, besándonos como dos novios.  Poco a poco empecé a moverme.   Al principio despacio.  Salía casi entero y volvía a entrar.   

R-  Ten cuidado ahora.  No te vayas a correr dentro, vale?

Y- Vale.

R- Y no entres de golpe todavía, que la tienes muy grande y me vas a destrozar.   Ves poco a poco

Ella me fue marcando el ritmo al principio, hasta que noté que ya estaba llegando hasta el fondo y ella solo gemía de placer.   Empecé a acelerar el ritmo y Rosa empezó a gemir otra vez más fuerte, como antes cuando se corrió con la boca.   Aceleré aún más el ritmo y ella ya estaba fuera de sí.

R- Sí cariño, fóllame Víctor, fóllame.   Dame duro, fóllame duro que hace mucho que no me follan así.

Aquello me puso como loco y la follaba súper deprisa y fuerte, hasta el fondo.   Hasta que de nuevo ella empezó a gritar como una loca y a retorcerse.  Me empujaba como queriendo quitarme de encima y respiraba muy fuerte, jadeaba, gemía.   Al final era casi un lamento, un sollozo, estaba como ida, lloriqueaba.   Yo bajé el ritmo y ahora la follaba mucho más despacio, pero no paraba.  Ella tampoco me lo pedía.  En ese momento estábamos haciendo el amor.  Nos besábamos con una pasión que me derretía.  

Y-  Rosa, cariño, me va a venir ya

R- Pues sácala Víctor y ven a correrte aquí en mis tetas. 

Me salí y empecé a masturbarme sobre sus tetas, pero ella me quitó la mano, y empezó a masturbarme ella,  Me la agarró con las dos manos, y me masturbaba de maravilla.   Una pena que no pudiese disfrutarlo mucho más, pero ya no pude aguantar.    Me tensé y de nuevo me corrí.   Ella redujo la velocidad de la paja para dejarme disfrutar de mi orgasmo.  Más despacio, pero sin parar.   Sabía bien lo que hacía.  Me encantaba.  Descargué mi semen sobre sus tetas.  Grité de nuevo.  Me sentía en el cielo.   Al terminar de correrme, ella me la volvió a chupar hasta que me la dejó bien limpia.  Me dejé caer sobre ella y volvimos a besarnos.  Su boca sabía a mi semen.  Estuvimos besándonos y acariciándonos un buen rato, desnudos, como dos enamorados, llenos de pasión.  Ella fue realmente dulce conmigo y me dejó acariciarla y besarla aún un buen rato.  Hizo que mi primera vez fuese realmente especial.  

Desgraciadamente al año siguiente ya no tuve latín, y Rosa y yo nunca volvimos a follar.  Mantuvimos una buena relación de amistad, durante mi último año de instituto, y en alguna ocasión me hizo algún regalo delicioso, pero nunca volvimos a repetir algo como lo de aquella noche.

TORCUATO

gallo34_1@hotmail.com