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Mis días de perros

en Zoofilia

Ya habían transcurrido como dos meses de mí estancia en la casa de mi prima Davyna, y ya llevaba casi otro tanto de iniciada las clases. Si bien mantenía en mi memoria lo sucedido ese verano con Davyna, y me excitaba recordarlo, lentamente traté de dejar de lado ese pensamiento, porque lo estaba considerando como algo no muy natural que me atraía. Por suerte con el tiempo fui superándolo y considerándolo un secreto más de qué disfrutar en la vida junto con mis estudios y relaciones con amigos. Una tarde al regresar a casa después de clase, vi en la calle dos perros acoplados, me vino a la memoria Davyna con Eros, un tosa japonés, sentí una extraña y súbita excitación, apenas llegué a casa corrí a mi habitación, levanté mi faldita y bajando mi malla no pude evitar de enviar mis dedos a mi ya húmeda rajita, que de manera impetuosa friccioné castigando a mi clítoris, y apreté mis pezones, sin dejar de crear una serie de fantasías, hasta lograr desencadenar una deliciosa corrida acompañada de estrepitosos gemidos. Nuevamente me invadió una carga de culpa, pero no estaba arrepentida del acometimiento, ni tampoco de esos morbosos pensamientos, ilusiones que no sabía, si sería capaz de llevarlas a cabo en algún momento. Trataba de olvidarlas, aunque a pesar de mi lucha interna, terminaba cayendo en la tentación. Me era difícil evitar mis pensamientos, que me iban excitando cada vez más, masturbándome para aplacar mi deseo y a su vez acrecentando mis fantasías en una espiral sin fin.

Una mañana me llamó por teléfono Davyna, para decirme, que en el mes de octubre, habría una semana sin clases, que si estaba dispuesta podríamos ir a la casa de campo de sus padres. Realmente no sabía que contestarle, así que le dije, que habíamos proyectado con unas compañeras del instituto ir a pasar unos días a la casa de una de ellas. No sé porque le dije esa mentira, a pesar que me tentaba estar con ella, creo que en el fondo sabía en que terminaría todo. Pero a pesar de eso, dos días después la llamé, para comunicarle que se había suspendido y que me encantaría ir. Debo aclarar que esperé el día de mi partida con bastante ansiedad. Llegó el día tan esperado, el viaje se me hacia interminable hasta que por fin arribamos a la casa. Esa noche se quedaron sus padres a dormir para regresar a la mañana siguiente a sus actividades. Apenas se fueron, nuestras cómplices miradas se cruzaron, para iniciar nuevamente el frustrado intento de aquella noche.  Hasta el momento no habíamos comentado nada, de lo sucedido la vez anterior, pero esa noche decidimos preparar una rica cena, y disfrutar nuestro nuevo encuentro. Interiormente ambas estábamos dispuestas a repetir, o mejor dicho a concretar para no fracasar la ocasión. Después de una buena cena con algunas copas de vino, estábamos lo suficientemente alegres como para llegar a hacer cualquier travesura. Mientras mirábamos la tele, mis ojos se cerraban, me recosté sobre el sofá, dado que el sueño me estaba venciendo. Cuando la mano de Davyna comenzó a hurgar mis pantorrillas, era tal mi sopor que dejé que lo hiciese, disfrutando de sus tiernas caricias. Me fui relajando, su mano no cesaba, de mantenerse en contacto con mi piel. Me quitó los zapatos y los calcetines para estrujar con suavidad mis pies, era delicioso sentir esos masajes, giré sobre el sofá para quedar boca abajo, abriendo un poco las piernas, la palma de su mano se deslizaba por mi entrepierna, hasta llegar casi a rozar apenas mi coñito. Mi excitación iba en un amplio aumento. Levanto mi falda hasta la cintura, para acariciar mis glúteos y efectuando una serie de leves palmadas sobre ellos, comenzó a oprimirlos, y a su vez separarlos. Sus manos se apoyaron sobre mi cintura, para luego tomar los bordes superiores de mis leggins y comenzar a desplazarlos hasta quitármelos.

Mis hormonas estaban más que alborotadas, su dedo se abría paso por la raya de entre mis nalgas, para pasar de mi ano hasta mi más que mojada vagina, ¡me estaba volviendo loca!, levantó más mi falda, hasta sacarla por la cabeza, se desprendió el sostén y lo quitó, idéntico procedimiento paso con mi blusa, para quedar totalmente desnuda. Me giró, para besar mis tetas y succionar mis pezones, que se erguían ante el juego que me estaba proporcionando mi adorable prima. Sus manos acomodaban mí cuerpo a su deseo y ocurrencia, sin ofrecerle resistencia. Me bajó del sofá, para apoyarme sobre uno de los bordes, dejando mis más íntimas aberturas expuestas a sus intenciones, sin dejar de penetrarme con sus ávidos dedos de dominadores. En ese instante una lengua áspera y cálida se deslizaba por mis íntimas partes, me sobresalté un poco, pero no tarde en comenzar a disfrutarla, realmente estaba más que alterada, con tal excitación que me dejaba hacer. Acercándose a mi oído, mientras besaba mi cuello, me dice con un susurro… – ¿Te gustaría que te follasen? No respondí de inmediato, cuando sentí que algo me montaba para iniciar una serie de empellones que casi me tira del sofá, por suerte Davyna lo retiró. Empecé a temblar por la emoción o el miedo, realmente no sabía. Mi prima me abrazó, mientras me decía… Me encantaría ver cómo te penetran. Había una morbosidad en su voz, creo que sentía lo mismo, que la primera vez que la vi, cuando Eros la poseía hasta quedar ambos apresados. Sin decir palabra abrí mis piernas, en señal de aprobación a su propuesta, mi calentura era tal que ya no pensaba. – Te propongo que lo hagas con Eros, es menos impetuoso, pero tienes que adoptar la posición del misionero, así podrás controlarlo mejor, me dice. Creo que estaba dispuesta a cualquier cosa, pero tenía esa lucha interna, por un lado el temor y por otra el pecado (cosa que mis padres me lo habían inculcado), pero a pesar de eso opté por hacerlo, ¿Quién iba a saber nada, estando solas? A pesar que en ningún momento los animales me habían hecho algo, ni les tenía miedo, había un cierto resquemor al no ser animales racionales muy bien dotados… ¡Sus vergas eran enormes! Y al estar desnuda me sentía como más desprotegida. Me propuso que me acostara boca arriba en el sofá, apoyara los pies en el suelo, abriendo bien las piernas. Así lo hice. Colocó unos almohadones bajo mi culo, a fin de tener mi coño a la altura de la verga del animal.

Le puso unas fundas en las patas para evitar que me dañaran sus garras. Después hizo acostar al perro y empezó a acariciar su panza, hasta llegar a la funda de su verga, pronto su apéndice rojo y venoso comenzó a aflorar, así siguió hasta alcanzar una mayor dimensión. Mi prima sin el menor pudor llevó su boca y empezó a chuparlo, su tamaño continuaba creciendo. Sentía un poco de aversión, pero a pesar de eso me excitaba el espectáculo, se notaba que no era la primera vez que lo hacía… mi prima y ese perro eran amantes desde hace mucho tiempo y se notaba lo bien que se compenetraban. Cuando el miembro viril de la bestia llegó a su máximo exponente, mi prima me dice que me prepare. Me sentía como la doncella ofrecida en una ceremonia pagana, a punto de ser penetrada por Eros, “El dios canino del amor”, primordial responsable de la lujuria y el sexo. Mientras mi corazón latía a mil y no dejaba de temblar como una hoja, por la tensión que me embargaba, ante lo que me acontecía, ser desvirgada por un perro de verga sorprendentemente larga y gruesa, me parecía desproporcional al tamaño del animal de tan solo 40 Kg. El caso es que él que sin saberlo sería el responsable de desflorar mi virginidad. Davyna lo estaba montando sobre mí, cuando dudé en lo que estaba por hacer, a pesar de que mis hormonas estaban más que revolucionada. Tenía algo de incertidumbre, cuando sentí el cálido extremo de su polla rozar mi acuosa vagina, pero mi decisión llegó demasiado tarde, pues el fabuloso rabo de Eros ya estaba introduciéndose. Sentía su pelo acariciar la desnudez de mi cuerpo, mientras su rígida verga entró sin reparos, para friccionar el interior de mi matriz de un solo golpe la metió a tope. No demoré en sentir un desgarro de la rotura del himen. Me abrió en canal partiéndome en dos…Grité y me eché a llorar como una chiquilla, no sé si por perder mi virginidad, por la tensión que tenia o el dolor que me produjo el duro pollazo de Eros. A lo que mi prima me abrazó para contenerme, su aptitud hizo que me tranquilizara para que comenzara a gozar más de esa primera penetración.

A partir de ese instante, un pistoneo frenético comenzó a frotar mi útero. Me dejé llevar, mientras Davyna me acariciaba el cabello y besaba para tranquilizarme. Trataba de cerrar mis piernas e impedir que entrara su bola, sintiendo como el resto de su verga parecía crecer en mi cavidad. Parecía que mi cuerpo explotaba, el dolor perduraba, pero mi calentura aumentaba. Davyna observaba mi reacción y el accionar del animal, para comenzar a chupar y morder mis pezones, que creía que estallaban. No creía lo que me estaba sucediendo…, esa frenética y voluminosa penetración, no tardó en llevarme a una sucesión de orgasmos, hasta culminar casi simultáneo, con una prominente descarga de leche cálida, que excedió mi compartimiento vaginal, haciéndome exhalar una serie de improperios como final de mi enajenación. Davyna no evitó que el can introdujese su bola y comenzó a hincharse a en el momento que su polla eyaculaba infinidad de chorro candentes dentro de mi útero…notaba como me llenaba y su bola presionaba evitando que nos pudiéramos desacoplar, me rendí dejándole inseminarme como a su perra. En esas circunstancia solo queda esperar disfrutando como te insemina el semental acariciando su lomo. Cuando comprendí la metodología canina me relajé después de la impetuosa penetración llega la interminable cobertura de la hembra. Al rato se desabotonó saliendo su bola y tras ella el grueso y largo badajo…, detecté un hilo de sangre en mi entrepierna mezclado con el esperma del can, experiencia que nunca he dejado de olvidar. Davyna estaba más que excitada, después de ver mi primer contacto con Eros, se quitó su ropa y comenzó a excitar a Brutus, quien no tardo en penetrarla sin contemplación, sacándole sin remisión gemidos y gritos a mi prima que se convulsionaba ante cada empellón que le propinaba el perro. Creo que fue más violento que la vez anterior, pero me fascinaba esa escena llena de morbo pese a estar algo adormecida por el polvo de Eros, veía como la poseía con dureza haciéndola su hembra. Mi prima ni siguiera hizo el más mínimo esfuerzo por retenerlo y se la embutió hasta las pelotas…y de pronto se detuvo, ese es el instante que se infla su bola abotagando a la hembra y la comienza a cubrir de lefa llenándola. Si deseas saber como termina esta historia visita mi Blog desde mi perfil. Tendrás este y otros relatos abiertos en disponibilidad.

Esa noche nos acostamos juntas y abrazadas, durmiendo plácidamente después de una inigualable sesión de zoofilia. A la mañana siguiente, decidimos hacer un paseo a un bosquecito cercano a la casa, era un hermoso paraje, y casi pegado corría un arroyo. Disfrutamos del lugar y nos divertimos mucho, corriendo con los animales. Como no teníamos bañador, decidimos bañarnos desnudas en el arroyo, aprovechando que era un día caluroso y la piscina estaba vacía. A continuación de salir del agua nos acostamos para secar y calentar nuestros cuerpos, después de un buen rato, decidimos vestirnos para comer algo y regresar a la casa. Hasta el momento no había ocurrido nada, pero al agacharme para recoger mi ropa para vestirme, Brutus se abalanzó sobre mí, aprovechando mi posición con la intención de follarme, a lo que caí al suelo con él arriba. Davyna muerta de risa me comenta… – Parece que está caliente contigo. – Creo que sí, le conteste. – ¿Te animarías a probarlo? Realmente no estaba preparada, y menos el medio del campo donde podría pasar alguien, pero me tentaba recibir su aparato reproductor, más grande que el de Eros, una polla exageradamente grande para un animal, unido a su fuerza me daba miedo y deseos de notar su virilidad. – Pues aquí no tenemos cama. – Ya lo sé, contesté. – Deberás colocarte a cuatro patas querida prima y hacer de perrita. En ese instante, descubrí que me estaba empezando a gustar, ser poseída por esos animales tan viriles. Sin esperar demasiado, desplazamos una manta colocándome en la posición sugerida por mi prima, apoyé mi cara sobre el suelo, levanté mi culo abriendo bien mis piernas, para dejar mis tesoros a su disposición. Llamó al perro, sentí su hocico húmedo y frío tratar de entrar en mi raja, pero enseguida percibí su lengua lamiéndola, ya estaba lo suficiente caliente que al sentir su aspereza entre mi vagina y mi ano hizo que rápidamente me corriera.

Davyna lo preparó y a cuatro patas esperé impaciente que me hiciese suya. Brutus es un Mastín napolitano de 55 kg con cinco años, hace 2000 años esta raza ya utilizada por los romanos como gladiadores en los circos, y ahora daba diversión a unas niñas muy traviesas. El mostrenco apenas se apoyó en mi espalda, emprendió su traqueteo, hasta que después de varios intentos, introdujo su tronco de carne en mi raja hambrienta, con un empuje rápido y violento, chocaba su protuberancia genital contra los labios de mi vagina, que impedían su intromisión. Pero su grueso falo seguía clavándose una y otra vez como una máquina perforadora. Mi placer no se detenía, sentía como me quemaba mi sexo, completamente lleno, por esa masa de carne, llevándome a un éxtasis jamás sentido. La fricción de su polla contra las paredes de mi vulva, era cada vez intensa, me asustaba su pelota, a lo que trataba de impedir su paso, cuando intentando acomodarme para no perder el equilibrio, la secuencia de embates hizo descargar un buen chorro de semen canino en lo más íntimo de mi vagina y para asegurarse de estar bien inseminada y obtener su propósito, el can introdujo su bola atorándome el coño…En ese instante grité y maldije por haberlo permitido, pero era tarde, creo que fue un error porque sentí como un desgarro en mi interior. La totalidad de su verga estaba depositada en mi pobre y vejada vagina.Los labios parecieron cerrarse sobre el extremo de su verga impidiendo que se saliese. Al girar su pata, quedamos totalmente abotonados. El animalito ya no empuja, simplemente tenía todo su cipote enterrado en mi estrecho coñito sin saber muy bien como esa manga de 20 cm con su bola incluida podía caber, el caso era que Brutus tenía su verga sumergida por completo en mi útero con su gran pelota abotagando mi chochito y sin parar de eyacular…, durante más de diez minutos me estuvo inseminando llenándome mi cubículo de semen canino. Era un semental increíble con unos huevos orondos muy buenos productores de esperma. A pesar del dolor inicial yo resistía acomodándome, en tanto percibía cada chorro de lefa de Brutos, sentía una agradable presión en la entrada de mi coño muy cerca del clítoris, era una muy placentera y estimulante sensación.

Las permanentes palpitaciones y cortos movimientos, me provocaron un delicioso orgasmo a oleadas, continuaron repitiéndose. Me había olvidado de Davyna y Eros, cuando los vi muy cerca de mí como la bombeaba sin reparo…, la estaba follando a base de bien. Nos reímos juntas de nuestro comportamiento impúdico. Mi temor fue si en ese momento alguien llegaba a vernos, sería un bochorno, pero estaba gozando tan plenamente que esa idea no me inhibía demasiado, creo que hasta me excitaba. Y de pronto una sacudida y un gran chorro de leche… sentí la descarga de Brutus, su última eyaculación. Su simiente cálida y algo ácida, mis hormonas volvieron a convulsionarse, seguida de una serie de gemidos que no podía detener. Noté que apenas había acabado, intentaba sacarla, haciéndome desplazar como consecuencia del acople, era como una ventosa. Después de algunos intentos, que parecía abrir mis labios, un ruido como de descorche se produjo al quitarla, seguida de un chorro de su líquido acuoso que bañó mis piernas. Sentía un ardor, pero una satisfacción por lo que me había producido, realmente esa posición era mucho más placentera. Después de esta fabulosa follada regresamos a la casa con nuestros amantes caninos. A partir de ese día se iniciaron una serie de orgías zoo-lesbias, que gradualmente se fueron incrementando, lástima que muy pronto llegó el día en que debimos regresar. Nunca más se volvieron a producir aquellos encuentros, pero la experiencia me dejó marcada.

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