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Líos en el trabajo

en Hetero: General

Éste es un relato 100% real, como todos mis textos. Salvo el nombre de ella. Diré que se llama Paula, aunque en realidad no es así.

Durante un tiempo estuvimos trabajando en la misma empresa; yo en una posición distinta a la suya, pero aun así con bastante trato directo. Siempre me pareció muy atractiva: morena con una melena preciosa, guapa con los ojos claros y un pecho absolutamente exagerado que lejos de quedarle excesivo resultaba muy proporcionada. Nunca tuvimos un trato muy cercano, pero nos saludábamos con mucha cordialidad y existía entre ambos buena conexión. Ella estaba casada y yo por entonces andaba de líos con Clara, otra compañera de la empresa cuya historia ya os conté en un relato por aquí…

Antes de las vacaciones de verano de ese año solíamos hacer una cena de todo el equipo de la empresa que consistía básicamente en cenar poco y beber mucho. Era el 14 de agosto lo que permitía desparramarse porque al ser festivo el día siguiente nadie tenía que trabajar. Habíamos quedado todos (más de 100 personas) a las 22h en un restaurante con zona chill-out y piscina bastante cerca de la sede de la empresa y aquello pintaba que acabaría con el sol alto… Nos habían recomendado no olvidarnos del bañador y la toalla…

Sobre las 20h recibí un mensaje de WhatsApp. Era Paula, quien me decía:

- “Qué vestido te parece mejor para esta noche?” Y me mandaba dos fotos suyas frente al espejo; un vestido azul, ceñido, con escote palabra de honor, y otro blanco igualmente ceñido y con una botonadura en el pecho en la que se veía a los botones luchar por no salir despedidos ante la enorme presión a la que estaban siendo sometidos…

Mi sorpresa fue grande. Teníamos buena relación, pero no tanta como para esos mensajes. Decidí ser prudente y le contesté que con cualquiera estaría bien, aunque seguramente el blanco le quedara mejor. No quise tirar los trastos, aunque daba la sensación más que evidente que ella pretendía tirármelos a mí, porque yo suponía que acabaría la fiesta de esa noche con Clara y no quería complicar más la cosa.

A las 22 estaba yo como un reloj en el restaurante. Ya habían llegado muchos compañeros y empezamos a compartir las cervezas previas a la cena hasta que llegara todo el mundo. Diez minutos más tarde apareció Paula, vestida de blanco.

Se me acercó y me dio dos besos.

- “Te he hecho caso”, me dijo.

- “Te sienta muy bien”, respondí

- “Gracias. Me voy a tomar una cerveza antes de que nos sentemos. ¿En qué mesa estás?”

- “En la 9. Me parece que no nos han sentado juntos”

- “Ya veo…bueno, no pasa nada.” Y se dio media vuelta y se marchó.

En aquel momento llegó Clara y otras compañeras a la cena. Iba vestida con sus sempiternos vaqueros y tacones que le resaltaban un culo que a mí me tenía loco del todo… Nuestra relación era clandestina; nadie en la empresa lo sabía. Había sospechas, cómo no, porque el cotilleo es deporte mayoritario en las empresas, pero nadie nos había visto nunca y esto añadía un punto más de morbo a nuestra situación.

Clara también se sentó en otra mesa distinta a la mía y la cena empezó. Menú escaso porque el presupuesto se había desplazado de la cena a la barra libre. Discursos de rigor de los jefes y fin de la cena para pasar directamente a las copas y la música.

Una música buena, charla animada y risas con los compañeros y yo no me di cuenta de qué pasaba fuera del círculo con el que estaba. Después de 1 hora de barra libre la gente ya estaba empezando a meterse, al principio tímidamente, en la piscina. Y la primera en meterse fue Clara, que se había quedado en bikini y me miraba desde lejos con una mirada que era una evidente invitación a bañarme.

La piscina se iba llenando por efecto mimético, todos con su copa en la mano. Paula estaba en el borde de la piscina, un poco retirada, hablando por teléfono con mal gesto y enfundada aun en su vestido blanco. Algo pasa en su casa, pensé.

Yo no tenía ningunas ganas de bañarme, sinceramente. Creía que era excesivo compartir tanto chapuzón con compañeros y compañeras de trabajo con los que un par de días después estaríamos debatiendo en una sala de reuniones, así que seguí en seco con un buen grupo de gente que habían decidido lo mismo.

Clara no dejaba de mirar. Salió de la piscina, empapada en el bikini, y se dirigió al grupo en el que yo estaba.

- “¿Por qué no os bañáis? Sois unos sosos!”

Cuando se dio la vuelta para volver al agua, todos nos quedamos mirándola absortos, hasta que Paco, un programador del departamento I+D nos sacó a todos de la pausa mental con un “qué culo tiene esta tía…!”

- “Ni te lo imaginas. Y las veces que me lo he follado” pensé para mí.

Me volví a fijar en Paula, que estaba sentada en una tumbona, con dos chicas más, y con cara de no estar pasándoselo especialmente bien.

Me acerqué al grupo.

- “ ¿Aburridas? ¿No os animáis a un baño?”

- “No apetece demasiado…todo el mundo ahí empieza a estar borracho”, contestó Paula. “Pero acompáñame a la barra a por otro gintonic”

Ya en la barra, dos gintonics en la mano y la música tan alta que acerqué la boca a su oído para que me pudiera oír bien.

- “Te he visto hablando por teléfono. Todo bien? Porque no lo parecía…”

- “Todo bien, salvo mi marido que es el mayor muermo de la historia. No acaba de entender que yo esté a estas horas fuera de casa”

No respondí. Lo más fácil hubiera sido adornarme con frases del estilo “no sabe lo que tiene en casa”, o “vamos a pasarlo bien y no pienses en nada”, pero pensé que hurgar no era lo más elegante en ese momento.

- “En fin”, dijo, “creo que el corte de rollo ha sido suficiente como para que no me apetezca seguir. Me voy”.

- “Te acompaño al coche”. Me apetecía estar un rato más con ella.

Llegamos al aparcamiento y a su coche. Abrió la puerta y, antes de meterse, se me acercó plantándome dos besos.

- “Entonces… ¿he elegido bien el vestido?”

- “Perfectamente. Pero que con cualquiera de los dos te hubieras visto preciosa”, respondí.

- “Pues ya ves para lo que ha servido… Buenas noches”

- “Buenas noches”

Arrancó y se marchó y yo me dirigí nuevamente dentro. En el camino de vuelta me crucé con Clara y 3 chicas más que también se iban. Clara me miró y sonrió, pero no paró su camino.

Cinco minutos más tarde me sonó el móvil. Era un WhatsApp de Clara.

- “¿Te la vas a follar? Si lo haces avísame y voy a mirar, que estoy caliente…jajaja, decía.

- “Pues va a ser que no. Me voy a casa que por aquí se acaba todo ya”

No me contestó. Me dejó en el doble check azul.

En esos momentos ya estaba acabando la música y solo quedaban los muy borrachos (no era mi caso) o los que no tenían mejor plan que seguir allí (ése sí era mi caso…). De entre los que iban muy borrachos estaba Esther, una comercial bastante guapa que se encontraba ya en esa fase de “me da igual todo”. Además era su última cena en la empresa porque ya había anunciado que dejaría el trabajo un par de semanas después para irse a vivir fuera de España.

Ya estaban cerrando la barra y apagando la música en una clara invitación a que nos marcháramos y, los pocos que quedábamos, nos dirigimos hacia el parking. Esther fue a coger su coche pero fuimos varios los que le dijimos que no estaba en condiciones de conducir, así que me pidió:

- “¿Me llevas tú?”

Como para no decirle que sí. Era un peligro que cogiera el coche, así que se subió en el mío y arranqué.

-“ Me tienes que guiar. No sé dónde vives”

-“Ve hacia el centro, vivo muy cerca del ayuntamiento”

Conduje durante aproximadamente 15 minutos, con ella soltando una verborrea sobre lo que había bebido, lo bien que lo había pasado, la pena que le daba dejar la empresa y muchas otras frases que no se entendían del todo bien.

-“Para aquí, por favor. Vivo justo aquí al lado, pero no se puede entrar con el coche”

Ya habíamos llegado, al parecer.

-“Me bajo ya. Gracias por traerme”, dijo. “¿Te puedo decir una última cosa?”

-“Claro, dime”, respondí.

-“Me pones”, soltó

Y dicho esto, sin que a mi me diera tiempo a reaccionar, se lanzó a mi y me plantó un beso en la boca que metió su lengua hasta el fondo.

Yo le correspondí, supongo que por el calentón que llevaba de Clara y Paula, y empezamos a besarnos apasionadamente…

Tras un par de minutos de besos y magreos por encima de la ropa, me separé un poco de ella y le dije:

-“Esther, vas muy borracha. Mejor que paremos porque si no mañana no sabes cómo te sentirás”

-“Es verdad”, contestó, “voy muy borracha. Pero sé perfectamente lo que estoy haciendo”

Y dicho esto deslizó su mano hacia mi polla por encima del pantalón, que estaba ya durísima. Me abrió muy despacio la cremallera y metió los dedos entre el pantalón y la ropa interior, simulando el movimiento de una buena paja. Después de un rato así en el que yo aproveché para meter mi mano por debajo de su falda y tocar su coño absolutamente mojado, me sacó la polla y se agachó para meterla en su boca. Su mamada era perfecta: cogía con la mano el tronco de la polla y sincronizaba el sube y baja de su cabeza con la mano, usando a la vez la lengua desde el interior de su boca, de manera que era como dos pajas hechas a la vez: una con la boca y otra con la mano (esto, queridas lectoras, es lo que más nos gusta a los hombres…).

Estábamos en el coche con las ventanillas medio bajadas, a las 5 de la mañana de una calurosa noche de agosto pero muy cerca del centro de la ciudad, así que el riesgo de que alguien nos viera era alto. Así se lo dije

-“Vale, arranca el coche y vamos a un sitio más oculto”, me respondió.

Dirigí el coche hacia una zona cerca del río que tiene un aparcamiento grande y que suele estar poco frecuentado a esas horas. Durante todo el trayecto, Esther seguía con la mamada tumbada sobre mi polla, lo cual no es precisamente lo más prudente a la hora de conducir, pero yo estaba tan caliente que no pensaba más que en su boca, en el placer que me estaba dando y en lo excitante que era escucharla decir cada 30 segundos “qué pollón, qué pollón…”.

Aparqué, eché el asiento del conductor hacia atrás y Esther se incorporó, subiéndose el vestido y bajándose el tanga. Se puso a horcajadas sobre mí, se metió mi polla muy despacio pero hasta el final y empezó un vaivén rozando con su coño empapado en la base de mi polla que a esas alturas estaba ya en su máximo esplendor. Le bajé el vestido por delante y descubrí sus tetas, de pezón pequeño, bastante grandes y sobre todo muy firmes. En ese momento me acordé también de Paula, pensando en sus pechos, que eran inmensamente más grandes que los de Esther, y mi nivel de excitación aun aumentó más.

Esther seguía moviéndose sobre mí de una manera absolutamente sensual, gimiendo a voz en grito, anunciándome que se iba a correr y pidiéndome que no me corriera yo. Yo estaba cachondísimo pensando en el morbo de la situación y ella no paraba de decirme “me gusta tu polla!!!”. De repente pegó un grito agudo, sostenido en el tiempo, y tuvo un orgasmo que simultaneó con un maravilloso “squirt” que me empapó del todo, asiento del coche incluido. Aquello me revolvió tanto que le grité:

-“Me voy a correr!!”

Inmediatamente se apartó de mí, volvió a su asiento y se recostó nuevamente sobre mi polla al tiempo que decía:

-“Córrete en mi boca”

Y dicho y hecho. Solté una tremenda corrida que le llenó la boca de semen y le empezó a caer por las comisuras de los labios. Tragó todo lo que pudo pero fue tanto que aun dedicó un rato a limpiarme de leche, con su lengua, la polla, el vientre y sus propios dedos. Su “squirt” y mi corrida habían dejado el interior del coche para un repaso.

Nos tranquilizamos un poco y volvió a acercar su boca a la mía, dándome un beso que sabía a mi semen y que me resultó muy excitante.

-“Me voy dentro de 3 días a Inglaterra. ¿Repetimos antes de que me vaya?”, dijo.

-“Pero en otro sitio, que el coche lo hemos dejado para tirar…”

Reímos los dos, y ella se acabó de acomodar la ropa mientras yo volvía a conducir hasta el lugar cerca de su casa donde había empezado todo. Al llegar, se despidió con un beso, bajó del coche y se acercó a mi lado, metiendo su mano por la ventanilla bajada y cogiéndome bien fuerte la polla que a esas alturas estaba descansando…

-“Tienes un pollón. Pensaré en él. Buenas noches”

Y se fue por una calle estrecha que no me permitió seguirla con la mirada.

Allí estaba yo, a las 6 de la mañana. Había pegado un polvo fantástico, totalmente inesperado y no había sido con ninguna de las dos que al principio de la noche pude haber pensado.

En ese momento consulté el móvil. Tenía dos mensajes. Uno era de Clara, el otro de Paula.

El mensaje de Clara decía: “Ya que no hemos follado, me voy a masturbar”

Y el de Paula decía…

-“Otro día, más”

Respondí el primero con una propuesta para el día siguiente. Había descargado bien con Esther, pero me apetecía volver a follar con Clara. Es una mujer con un morbazo tremendo y que folla como nadie que yo haya conocido, así que estar con ella es siempre un placer.

Y tenía que responder a Paula…

-“¿Qué más?” envié.

No me contestó. El mensaje ni siquiera le entró, como si hubiera apagado el teléfono.

Me fui a casa y me metí en la cama, reventado pero muy satisfecho después del polvazo que había pegado con Esther. A la mañana siguiente, bastante tarde, me despertó otro whatsapp. Era de Clara.

-“No puedo quedar hoy. Planes familiares de última hora. Qué rabia… Anoche me quedé dormida con el dedo….jajaja”

Revisé los mensajes del teléfono y vi que el de Paula no había entrado todavía. Así transcurrió casi todo el día, que dediqué a leer y hacer algo de deporte, hasta las 21 horas en que me volvió a sonar el teléfono.

-“Más de todo”

La verdad es que no resultaba muy concreto lo que decía, pero daba pistas…

-“¿Estás mejor que ayer?” dije, prefiriendo desviar el tema.

-“Bastante mejor, gracias. Nos vemos en el despacho”

Lo de “nos vemos en el despacho” iba a tardar, porque yo empezaba vacaciones y no volvía hasta primeros de septiembre.

Y así pasaron mis vacaciones, sin volver a tener contacto con Paula. Desconecté, viajé y fueron unos 15 días que me vinieron fenomenal para regresar al trabajo a primeros de septiembre con la batería llena. Nuestro reencuentro al volver no fue especialmente cálido, sino más bien educado sin más. Dos besos y preguntas protocolarias. ¿Qué tal tus vacaciones? Bien, ¿y las tuyas? Bien, gracias.

Y así fueron pasando las semanas, donde parecía que aquel acercamiento que habíamos tenido en verano se había detenido. Nuestro trato seguía siendo bueno, amable y divertido, pero en ningún momento ella volvió a mandar un mensaje “especialmente cercano” ni nada por el estilo. Supuse que las vacaciones le habían enfriado y estaba bien en su vida con su marido, y no necesitaba más. Yo, entretanto, no intenté reavivar nada; seguía viéndome regularmente con Clara y pegábamos unos polvos fantásticos, y, además, siendo Paula una mujer casada, no iba a salir de mí el fomentar una infidelidad. Por otro lado, Esther se había ido a Reino Unido y no nos habíamos vuelto a ver desde la noche del sexo en el coche.

Llegamos a diciembre y, cómo no, se empezó a planear en el trabajo la celebración de navidad de la empresa. Este año se había optado no por una cena o comida al uso sino por un coctel que se serviría a las 12 de la mañana en las oficinas, así que cualquier posibilidad de irnos de cenorra a cargo de la empresa quedaba descartada. El plan no era el más ilusionante pero sabíamos el tema de los recortes y ninguno nos quejamos.

Aquel día, 18 de diciembre, todos llegamos a trabajar pensando en interrumpir un rato nuestros asuntos durante una hora, tomar una cerveza y dos canapés y volver a lo que estuviéramos haciendo. Efectivamente, a las 12 nos reunimos todos en el comedor y empezamos a comer y beber, a desearnos felicidad y todas las milongas que se dicen en navidad. Alguien había traído una guitarra y se animó a tocar canciones conocidas y a cantarlas con una dudosa afinación, pero no consiguió animar especialmente el ambiente. Todos pensábamos más en acabar aquello e irnos a lo nuestro, porque ni la comida ni la cerveza eran abundantes.

Se me acercó Paula.

-“Menudo muermo de fiesta. Y encima nos vamos a quedar con hambre” dijo.

-“Hay que hacer acopio de sándwiches, por lo que pueda pasar…”, contesté.

-“O salir a comer algo. ¿Te apetece?”

-“Buena idea. Si no, a las 5 de la tarde vamos a estar muertos”

Dicho y hecho. Cogimos abrigos y salimos a la calle. Hacía frio, y eso que Valencia ofrece bastante buen clima en diciembre, pero soplaba viento y era desapacible.

-“¿Dónde propones?, preguntó Paula. “Pero mejor si no es por aquí, estoy un poco saturada de los compañeros y no me apetece que coincidamos con otros que han tenido nuestra misma idea”.

-“Vámonos a un sitio que conozco que se come bien cerca de mi casa y no está demasiado lejos. Como aparcar por allí es complicado, vamos en mi moto”, contesté

Siempre llevo dos cascos en la moto, así que subimos y fuimos a un restaurante en la avenida Cortes Valencianas que tienen una amplia y bien surtida carta de vinos y buena cantidad de tapas y embutidos. El trayecto en la moto fue breve, y yo notaba sus enormes tetas en mi espalda cada vez que frenaba. Llegamos en apenas 10 minutos y aparcamos en la puerta.

Había poca gente y cogimos una mesa alta, con dos banquetas, junto a la ventana. Tapas, jamón…y una botella de Pesquera tinto.

Cuando nos dimos cuenta habíamos bebido más que comido. La conversación se había movido desde el trabajo hasta las infidelidades en las parejas, pasando por las fantasías sexuales de cada uno y los sitios más raros donde lo habíamos hecho. Entre las cervezas de antes y la botella entre dos que nos habíamos terminado, yo estaba más que alegre, con ese puntito que da el vino. Y Paula también. Y eso nos había llevado a ese tipo de conversación intima…

-“No me apetece nada volver a la oficina. Se nos va a notar que vamos borrachos…jajaja”, dijo.

-“Pues si quieres seguimos aquí, no nos van a echar de menos en la oficina”.

-“Mejor cambiamos de sitio. Por esta zona hay mil sitios para estar”, contestó Paula.

Pedí la cuenta y pagué. Nos levantamos y Paula fue al baño, mientras que yo le dije que le esperaba fuera.

Salió a los dos minutos y, sin mediar palabra, se me acercó y me plantó sus labios en los míos, abriéndolos y metiendo su lengua en mi boca. Un beso largo, intenso. Besaba muy bien y olía a un perfume bastante intenso pero que resultaba muy propio para ella.

Mi polla empezó a reaccionar al instante y ella lo notó. Nos separamos y nos quedamos mirando sin decir palabra durante 10 larguísimos segundos.

Fui yo quien rompió el silencio.

-“Sí, ¿no?”

-“Sí”, contestó

No había nada más que decir. Los dos sabíamos que lo siguiente era follarnos mutuamente como nos teníamos ganas desde el verano.

-“¿Vamos a mi casa?. Está muy cerca de aquí”, dije.

No contestó, sino que se dirigió directamente a la moto.

Cinco minutos más tarde yo estaba abriendo la puerta de mi casa y ella me cogía el pecho desde mi espalda mientras me besaba el cuello por detrás. Entramos y me apoyó la espalda en la puerta de entrada y se agachó en cuclillas desabrochándome el pantalón. Mi polla salió como un resorte y Paula la cogió con su mano izquierda al tiempo que pasaba su lengua por el lateral del tronco de mi a esas alturas durísimo nabo…

Estuvo así cosa de un minuto, sin llegar a metérsela en la boca. La levanté y la puse de cara a la pared, y me arrodillé teniendo su culo a la altura de mi cara. Despacio, desde detrás, le empecé a desabrochar el pantalón y poco a poco fui bajándolo hasta tener una maravillosa perspectiva de su culo enfundado en un tanga de color negro.

Le bajé hasta los tobillos los pantalones y el tanga y le separé y flexioné ligeramente sus rodillas, de manera que podía ver su coño, arreglado pero no depilado, chorreando, desde detrás. Apliqué mi boca a su ano y empecé a lamer desde ahí hasta la parte superior de su coño, un recorrido que, haciéndolo muy despacio, le estaba volviendo loca. Sabía y olía bien, estaba empapada y muy caliente y yo aprovechaba cada pasada para introducir ligeramente la lengua en su ano, lo que le hacía estremecer.

Me levanté y acerqué mi polla a la entrada de su coño y empecé a meterla poco a poco. Paula empezó a gemir y a pedirme que se la metiera toda, pero yo quise retardar y solo le metía la punta de la polla, unos 10 centímetros. Así estuvimos hasta que ella se dio la vuelta, me cogió mi mano y la llevó hasta su coño.

-“Hazme una paja” pidió.

Le metí los dedos anular y corazón en su coño mientras que los flexionaba constantemente, buscando su punto G. El movimiento se hizo cada vez más rápido; era evidente que había encontrado ese punto. No tardó mucho en gritar cada vez más fuerte y consiguió un orgasmo acompañado de un enorme chorro de flujo que dejó empapado el suelo del recibidor.

-“Sabes hacerlo, eh?”, me dijo.

Los dos estábamos con los pantalones en los tobillos, los suyos empapados de su squirt y ambos con ganas de más.

-“Ven. Vamos a la cama” le dije.

En la habitación acabamos de desnudarnos los dos. En ese momento pude contemplar su cuerpo. Muy deseable, con caderas no muy anchas, culo poco respingón y las dos tetas más grandes que había visto en mi vida. Aquello debía ser una 150 por lo menos. Nunca había podido imaginar que las tuviera tan enormes; normalmente en el trabajo venia sin escotes y se le veía que era una mujer con buenas tetas pero ni mucho menos de ese tamaño.

La tumbé en la cama y le abrí las piernas. Quería comerle bien el coño, quería tener la visión de su cuerpo desde abajo mientras le pasaba la lengua. Su coño sabía bien, ligeramente salado por el squirt que había soltado, y me apliqué a su clítoris con movimientos de la lengua en redondo y ligeras succiones, hasta que volvió a acelerarse su respiración y reventó en un orgasmo, en esta ocasión sin inundación, que le hizo tener espasmos mientras yo mantenía mi lengua en su coño y ella intentaba que me separara.

-“Te las sabes todas…” gimió.

Me tumbó entonces ella en la cama y se puso encima, metiéndose mi polla sin ningún miramiento, empezando una cabalgada que, con la vista que yo tenía de sus tetas moviéndose y lo guapa que era, me estaba poniendo a mil. Su movimiento alternaba entre circular con sus caderas y arriba y abajo. Sabía follar muy bien, se mordía la lengua, cerraba los ojos y no dejaba de gemir. Aquello era extraordinario. Yo le cogía las tetas, en lo que abarcaba mi mano, con la sensación de que en algún momento iba a tener el orgasmo más grande de mi vida.

Paula se levantó y, mirando hacia la pared, se puso a 4 patas.

-“Fóllame duro”, me pidió

Se la metí de un golpe; su coño estaba cada vez más mojado y mi polla entraba y salía sin dificultad. Sus tetas tocaban la cama y rebotaban en cada embestida. Así estuvimos al menos 10 minutos y yo me recreaba cogiendo por detrás sus enormes tetas que apenas me cabían en las manos.

-“Estoy a punto de correrme”, anuncié

Se giró, se puso sobre sus rodillas y me indicó que me tumbara. Se metió mi polla en la boca y, con la visión de ella a 4 patas delante de mí y sus pechos colgando, en menos de 30 segundos consiguió que me corriera con unos gritos que estoy seguro oyeron mis vecinos. Mi leche entró en su boca y se tragó toda mi corrida con una sonrisa de satisfacción.

Exhaustos los dos, nos quedamos tumbados en la cama hasta que nos recuperamos ligeramente. Nos vestimos y volvimos a coger la moto para ir a la oficina, donde entramos los dos por separado para evitar murmuraciones.

Había sido una sesión de sexo perfecta con una mujer perfecta.

Hubo bastantes sesiones más.