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Yely: La Abogada

en Sexo Oral

Yely: La Abogada

            La conocí, cuando trabaja en la inmobiliaria, llego con el que era su novio en turno, para negociar una demanda que ellos habían interpuesto en contra de la empresa, me toco hacerme el mamón y los mande al carajo.

            Yely, es una mujer bajita de 1.55 de altura, blanca pecosita, caballo castaño, delgada, labios carnosos, piernas bien torneadas, sus nalguitas bien formadas, sus senos pequeños, pero coronados con unas ricas aureolas rositas y un coñito finamente depilado que descubriría meses más tarde.

            Empezó a frecuentar Yely la oficina, comenzamos a charlar de sus casos en mis ratos libres, descubrí que era yo mayor que ella por 15 años, era madre soltera, que había estudiado Derecho en la Gran Ciudad. Coincidíamos en juzgados y luego salíamos a tomar el café.

            Entre lo profesional, pasamos a lo personal; Yely, me platico su primera vez, y su travesura con su falda larga en una de las bancas en Catedral Metropolitana, con su novio cuando tomaba catequesis, y como dicen popularmente fue solo la puntita.

            De su primera película porno, y sus bochornos; porque la rento en el videoclub de conocidos de sus papás; me encantaba escucharla y de pronto empezar a querer desnudarla con la mirada, buscar los espacios y ángulos para poder apreciar su escote.

            Una tarde al salir de la oficina, de esas típicas del octubre; la lluvia a tope, recibo una llamada a mi móvil; esa Yely, pidiéndome que si podía ir por ella a su despacho, ya que no se podía mover y no había taxis disponibles. Me acerco a su despacho, Yely iba vestida con unos jeans pegados, zapatillas, una blusa blanca de mangas largas y por lo mojada se podía apreciar un brassier blanco.

Guido: Buenas Noches Señorita, pidió su TAXI.

Yely: Hola Guido, gracias por apoyarme, el agua está a todo lo que da, mira de la entrada del despacho a tu coche, quede bien empapada.

G: Se ve, hasta se nota lo rosa de tu piel, debajo de tu blusa.

Y: Ya ni me digas, me voy agripar bien feo. (acercándose y dándome un beso en los labios).

G: Bueno, a donde te llevo (Yo esperando que me digan al cinco letras).

Y: Me puedes llevar a casa de mi abuelita.

G: Me vas hacer sentir el lobo feroz, y me dirás que manos grandes tienes.

            Nos fuimos a la casa de la abuelita, cotorreando con la caperucita roja y me calentaba más cuando hacia su voz de niña desprotegida; como buen conductor aprovechaba el cambio de velocidades para acariciarle las piernas.

            La abuelita, vivía por la vieja estación trenes; donde hay sitios y parajes solitarios que me enseño mi contadora, asunto de otra historia. Me acerque al paraje más cercano a la casa de su abuelita, y como buen lobo feroz, le di un beso pronunciado en sus labios, comenzando una batalla campal de nuestras lenguas, mientras mis manos peleaban por liberar su cinturón de seguridad.

            Mientras las de Yely, atacaban mi cinturón; desabroche su blusa y baje su brassier y empecé a chupar y comerme sus pechos, mientras mi mano derecha, acariciaba debajo de su falda, cerca de sus labios vaginales, sintiendo lo depilado de su monte de venus.

            Los vidrios del coche, respondían a nuestro calor corporal; Yely, desabrocha mi cinturón, abre mi pantalón y moviendo mi bóxer; liberando mi verga, que fue agitada y masturbada, mientras en un giro, Yely se inclinó a comerla de golpe, la saboreada con la lengua, la recorría con una ansiedad que la succiona que me dejaba los ojos en blanco, mientras mi mano derecha, jugaba con su clítoris.

            El celular de Yely, y la abuelita; terminaron este encuentro de minutos; medio nos vestimos y la acerque a la casa de la abuelita; despidiéndose de un beso rico en mis labios y diciéndome de forma picaresca:

Yely: Guido, lo tenemos pendiente.

            Me fui en camino a la casa hyper caliente, esperando el siguiente round con Yely.