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Las lobas de Enfield

en Sexo con maduras

Llevaba dos larguísimos minutos atrapado en una calle con un taxi detenido en medio de la calzada. Eran las dos de la mañana y volvía del trabajo.  Para algunos, volver de un festival de música de los más reconocidos de Barcelona no les supondría ningún problema, pero cuando ya llevas varios a cuestas el plan no es tan atractivo como parece. 

Hacía meses que había superado los cuarenta años pero mi trabajo como organizador de conciertos cada vez me resultaba menos gratificante. Y era algo que no podía compartir con nadie, ya que para todo el mundo un trabajo como el mío era una suerte de maná divino.  

“¡Pero si puedes ir gratis a todos los conciertos!” Eso no lo discuto, estaba claro que gracias a mi profesión había disfrutado en directo de los mayores estrellas de la música tanto consagradas como emergentes y para un amante de la música eso era el no va más. 

“¡Pero si ganas un dineral!” Tampoco la acomodada vida económica que me había proporcionado mi medio de vida no era para quejarse, pero lo había logrado tras años y mucho esfuerzo. Eso no se mantiene con un golpe de suerte. 

“Te debes pegar unas fiestas…” Antes si, salía bastante. Pero el mundillo de la música cada vez se había profesionalizado más. Los días del desfase de una estrella del rock habían pasado: mucho de ellos estaban rehabilitados o lo más parecido para poder seguir en funcionamiento. Es cierto que a su alrededor siempre había “distracciones” pero cada vez me encontraba menos con grupos con preocupantes problemas de adicciones, ya se encargaban sus entornos de mantenerlos lo máximo centrados posible. Yo tampoco caía en la tentación ya que mi empleo dependía de ello. Aunque no tengo un trabajo de los de fichar a primera hora hay mucho quehacer y hay que estar muy despierto: negociar contratos, cerrar fechas, asegurarse que el local cumple con todos los requisitos que el espectáculo merece, promoción, contratar operarios de escenario, riggers, luces, sonido… A pesar de contar con un equipo de lo más competente me gustaba sentir el peso de los asuntos importantes. Y eso sólo era la parte del papeleo. Luego quedaba el trato con el artista o sus managers y hacer que estuvieran a gusto al tiempo que vigilaba discretamente que estuvieran en plena forma.

“¡Seguro que te has follado a más de una famosa!” Pues alguna, si. Pero no tanto como pueda uno creer. Una de las que recuerdo con más cariño era una vieja gloria que contraté en una gira de reunión con su banda. En esos tiempos todavía tenía mucho trato con los músicos y nos caímos muy bien. Yo apenas superaba la treintena y ella ya rebasaba los cincuenta aunque se mantenía en plena forma siendo un vendaval en el escenario. Estaba del todo desenganchada de las sustancias que la hicieron bajar a los infiernos y su actitud presente era muy vital. Me invitó a su camerino y me pidió que a la hora de empezar el show la esperara dentro con una agua con gas bien fría. No me extrañó nada porque ya antes me habían hecho peticiones mucho más absurdas. Tras la primera hora del show, bajó para un cambio de vestuario mientras el resto de la banda tocaba una pieza instrumental que se prolongó hasta convertirse en una suerte de  Jam Session que la crítica cultural del momento alabó en sus crónicas. La razón de esa dilatada pausa fue la señora mamada que me hizo con la ayuda del helado líquido burbujeante. Fué mi primera madura y nos seguimos viendo ocasionalmente en una serie de revolcones que darían para escribir unas memorias o mejor todavía un manual del buen sexo. Me acosté con alguna otra cantante sin llegar a la docena, la mayoría extranjeras. Y no porque tenga nada en contra de las chicas del país, sino porque una vez me llevé a casa a una cantante que recién estrenaba la fama pero estuvo todo el tiempo pendiente de no toparse con ningún paparazzi. Tanta preocupación por no ser vista acabó arruinando la velada y haciéndome pensar que era una loca paranoica que no había sabido gestionar su ascenso a la celebridad. A pesar de eso decidí que si quería no tener nunca un susto con la prensa rosa era mejor olvidarse de la farándula nacional. Porque aunque parezca mentira una estrella internacional en Barcelona no despertaba el mismo interés de la prensa del corazón que cualquier famosa española de medio pelo.

Lo que más me gustaba de mi trabajo al principio era ver lo que se cocía entre bambalinas. No sólo a los músicos, sino ver a los técnicos trabajar, las historias que contaban la gente del séquito del artista, los desastres salvados en el último segundo de los que nadie en el público se dió cuenta… Del trato con el artisteo, cada vez me fue decepcionando más. Me cayeron muchos mitos a los pies,  y es que creo que acostumbrado al fulgor de tanto astro ya no me cegaban y los veía como eran con sus humanas imperfecciones y defectos. Ahora mi cometido para con ellos el día del espectáculo era un saludo y poco más. Y es que la industria no sólo se había profesionalizado, lo que era de agradecer en muchos aspectos, sino que se había “bunkerizado”. Demasiado guardaespaldas y manager con exceso de celo habían puesto distancia entre los músicos y el resto del mundo. 

Por todo ello, con quien más trataba era con el personal entre bastidores cuando organizaba conciertos de cartel único en salas de medio o alto aforo. En esos casos, porque la mayoría de trabajadores cuentan por parte de la banda y tienen muchas experiencias que contar y si no hay demasiada prisa por recoger y montar al dia siguiente en otra ciudad puedes salir con ellos a tomar algo. Alguna vez hasta los músicos se dejan caer por ahí. Pero no así en los festivales porque gran parte del personal lo ponemos nosotros, ya que tienen que tratar con varios artistas al dia y así se optimiza el tiempo y el resultado, haciendo que las pausas entre grupo y grupo sean mínimas. Durante esos días se me multiplica exponencialmente el número de compromisos y gente a la que saludar y me queda menos tiempo para congeniar con los trabajadores. SIn contar que no me gusta salir de farra con un asalariado mío ya que temo que eso podría socavar mi autoridad. Y eso no lo permito, porque en mi trabajo cuando digo algo se me obedece sin rechistar. 

De todos modos, y si a escarceos amorosos  nos referimos, hay que reconocer que quitando las cantantes desgraciadamente en mi sector escasean las mujeres. En las oficinas trabajan casi tantas como hombres pero en lo que concierne al trabajador de un concierto la mayoría de ellas se desempeñan como camareras, azafatas o relaciones públicas. En resumidas cuentas, mi vida sexual sucede la gran parte de las veces ajena al mundo del espectáculo. 

Quien no lo vive de la misma forma es mi socio Gerard, siempre dispuesto a usar nuestra empresa para sus ligues. Chicas que quieren entradas o que quieren conocer a sus artistas favoritos, las camareras de los conciertos... Yo le advierto sobre los riesgos que conlleva  aprovechar su posición de superioridad sobretodo en lo referente a una posible demanda por acoso laboral. Pero a él le gusta jugar la baza del importante hombre de negocios con contactos en el mundo del Show Bussiness. El otro gran riesgo que corre, quizás el mayor, es que a medida que pasa el tiempo distingue menos, por lo que no repara en que sus conquistas podrían ser cada vez más peligrosamente jóvenes. 

Para cualquiera que lea mis reflexiones alrededor de mi vida y mi trabajo  pensará que yo soy el que tiene lazos familiares y no mi socio. A mis cuarenta siempre he vivido solo y feliz, en cambio Gerard tiene una mujer resignada y dos hijos adolescentes que creen que su padre es una especie de profeta del Rock. Ni se imagina la de veces que por un mal entendido sentido de la amistad y la lealtad he convencido a su mujer de que no lo abandonara y le diera otra oportunidad. Y a menudo creo que eso me convierte en mala persona, haciendo que permanezca atrapada con un marido que no la merece.

Pero es que Gerard es como un hermano para mí. Nos conocimos cuando entramos casi a la vez a trabajar en otra empresa de organización de espectáculos y cada cual con su perfil ha ido complementando al otro para dar con un equipo ideal. En el trabajo de oficina es casi tan bueno como yo, y en lo referente a las relaciones públicas él se entiende mejor con la prensa y los músicos y yo con los patrocinadores. Los dos tenemos la misma edad, pero él tiene más aspecto de viejo rockero con esa cabellera pajiza estudiadamente despeinada. Yo luzco con orgullo las canas que peino a ambos lados, con un rasurado bastante corto a excepción de la parte alta, donde llevo un tupé que suelo modelar con cera. Mi indumentaria preferida es un traje de tres piezas bien entallado para marcar y estilizar mi figura, aunque a menudo dejo la chaqueta en casa dejando a la vista el chaleco que suele ser de colores más vivos o de estampados menos clásicos. Como a veces digo: “me visto de ejecutivo, pero no como un ejecutivo” Mi vestimenta refleja mi estatus, aúna modernidad y audacidad y sobretodo me sienta muy bien, haciendo destacar mis mejores atributos al realzar mis hombros para disimular que a simple vista parezco un tío más bien algo canijo. Pero a mi edad es mejor ser delgado y de estatura media que no lucir barriguita cervecera.

Volviendo de la retrospectiva, lo del taxi impidiendo el paso ya estaba colmando mi paciencia. En su interior se vislumbraba el bullicio que provocaban cuatro mujeres que por lo que pude oír eran extranjeras. Creí que se trataba de un grupo de turistas más bebidas de la cuenta que trataban de reírse del pobre conductor y fui con el ánimo de reprocharles el jaleo que estaban montando. Me dirigí a ellas en inglés y me contaron que una de ellas había perdido el móvil y estaba segura de llevarlo encima cuando subió al taxi. Las cuatro mujeres del coche trataban de levantarse para mirar por todas partes y rebuscar en sus bolsos, pero dado el reducido espacio del taxi y el tamaño de alguna de ellas la maniobra era complicada. La dueña del teléfono, llorosa, aseguraba que el taxista se lo había quitado aunque sus amigas no daban crédito. Lancé una mirada al conductor que por lo visto era mucho más pecador de lo que quería aparentar y de manera misteriosa el teléfono acabó apareciendo en el suelo del copiloto. Una vez solventado el asunto fueron saliendo todas del vehículo hasta que quedó sólamente una, que con un billete de cien en la mano iba a pagar la carrera. La sospechosa conducta del taxista despertó mi suspicacia

  • Me permite una pregunta? Cuanto le dice que tiene que pagar?

  • Setenta y tres euros. -  la cifra era astronómica, sobretodo al ver que el taxímetro estaba apagado.

  • Y de dónde vienen?

Por lo visto el taxista quería levantarles al menos cuarenta euros de más. Al ver que me había olido la tostada se puso muy nervioso. Alargué un billete de veinte y le dije que se largara de ahí a toda prisa. Cuando el taxi puso los pies en polvorosa pude fijarme en esa mujer que pegó dos rápidas y ruidosas zancadas para darme un abrazo en señal de gratitud. Era una mujer muy alta y corpulenta, no porque su figura fuera excesiva en cuanto a gordura, sino porque era muy grande y poderosa. Eso lo noté al ser abrazado con mucho brío, del mismo modo que percibí la calidez de sus pechos en mi oreja, pues quedaban a su altura, aunque no los pude apenas vislumbrar. Llevaba un vestido dorado de escote alto abrochado al cuello que aunque no revelaba nada, ensalzaban esos dos orbes carnosos. Llevaba una media melena estilo bob de color platino o quizás canoso y una piel muy clara. Su nombre, Grace.

Desde el otro lado de la calle sus amigas y otras más reunidas en corro frente a la puerta del hotel reclamaban su presencia. Quise despedirme pero sin darme opción se agarró a mi brazo y encaminó sus pasos hacia ellas para presentármelas. Mi acompañante les contó de un modo algo exagerado la ayuda que le había prestado con el taxista, y me invitaron a tomar una copa en el ambigú de su hotel que no pude rechazar. Me atrajo la experiencia de charlar con ellas y además el local tenía cierto renombre por sus cócteles. Era un grupo de amigas que rondaban entre los cuarentaypocos y la sesentena que tenían por costumbre pasar un fin de semana de manera bianual por diferentes ciudades de Europa.  La mayoría de ellas se conocían desde la escuela aunque habían sumado a otra mujeres de su misma comunidad vecinal del municipio de Enfield al norte de Londres. Ellas vivían en la zona más humilde, lo que en algunas de ellas era evidente por sus ropajes algo horteras de un estilo muy británico. No perdieron la ocasión de hablar conmigo y contarme su vida entre risas y jolgorio. Cada vez que hablaba con alguna de ellas la escuchaba con una aparente atención aunque lo que más hacía era escudriñarlas en busca de algo que me atrajera.

Una de ellas, de nombre Elaine era muy regordeta pero resultó ser la más vivaracha de todas, y destacar entre tal gallináceo grupo tenía su mérito. Gesticulaba muy ostensiblemente haciendo que sus brazos rollizos se agitaran a cada aspaviento y algo alegre por los tragos no paraba de tirarme los tejos. Otra era su opuesto: Apenas entabló conversación conmigo y se mostró bastante esquiva. Era de la misma quinta pero se distinguía por una belleza singular. Ojos grandes y verdes con largas pestañas, nariz relativamente pequeña con una ligera depresión en el puente y punta sobresaliente, unos labios con un pronunciado arco de cupido. Apenas una mínima arruga flanqueando su boca y un coqueto lunar cerca de su ceja izquierda alteraban con gracia una piel perfecta sin apenas maquillaje. Lucía una cabellera color chocolate a media melena escalada y terminada en pico que enmarcaba su armoniosa cara. Su indumentaria estaba hecha para no destacar pero su sobriedad hacía que deslumbrara más con su belleza. Un sencillo vestido negro ceñido que, al llevar debajo una blusa blanca, impedía cualquier visión sobre su escote. Podría ser obra del sujetador pero sus pechos nada excesivos dibujaban una redondez exquisita, casi matemática. Por gracia del vestido se le dibujaba una figura estilizada y unas piernas largas y finas que me cautivaron. Pero su carácter reservado y el hecho de que notaba como mi presencia le causaba molestia hizo que me olvidara de ella. Una lástima, porque era la más bella de todas.

Algunas de las “chicas” comenzaron a recogerse a sus habitaciones. Quedaron apenas media docena y mientras hablaba ya no recuerdo con quién, Grace me hizo el gesto de pedirme fuego. Le dije que ahí no se podía fumar y que la acompañaba afuera si me invitaba. No tengo demasiada costumbre de fumar ni tenía intención de hacerlo pero intuí que salir a solas con ella iba a ser gratificante. Le dí fuego y pegó una calada apoyada en la pared del hotel con los brazos cruzados bajo su escote. No era una postura defensiva sino más bien una invitación a contemplar su poderío mamario. Cuando exhaló el humo me planté a escasos centímetros de ella, cogí su cigarrillo y en lugar de dar una calada, puse la otra mano en su cintura y le planté un beso. La cogí por sorpresa y mientras daba otra calada pegó un vistazo al interior por el ventanal del hotel. No supe cómo asimilar su respuesta, no sabía si me estaba rechazando o le había sabido a poco. Iba a retirar mi mano cuando me frenó.

  • Las chicas se están marchando a la cama… y yo te quiero en la mía. Sube en cinco minutos, habitación 347.

Me dió su cigarrillo manchado de carmín y se fue. Lo terminé de fumar ganando tiempo hasta que pasaron algunos minutos más de los que me dijo. Me miré al espejo del ascensor para acicalarme un poco y llamé a la habitación de Grace. Abrió la puerta su amiga, la elegante indiferente, que me echó una breve mirada con desagrado antes de volver a meterse dentro. Tuve que volver a mirar el número de la puerta para ver si me había confundido. Dentro se oía a dos mujeres discutir y como la puerta estaba entornada entré a ver qué pasaba. Al cruzar la puerta vi al fondo de la habitación a Grace y me tranquilicé. Afortunadamente viendo el cariz que tomaba el asunto al menos no me había colado en una habitación ajena. Su amiga abandonó la estància hecha un basilisco.

  • Si quieres me voy - le dije a Grace que llevaba una cara de cabreo considerable

  • Ni de coña. No me va a fastidiar el plan la idiota esta.

Grace me contó la disputa con su amiga. Edith, que así se llamaba, estaba casada con el hermano de su exmarido. Formaban parte del mismo grupo de amistades por obra de Grace, porque apenas había nada más que las uniera. La mayoría de mujeres de la cuadrilla eran amas de casa o trabajaban en oficios menores. Ella en cambio trabajaba en un banco y aunque sólo era una oficinista, se las daba con aires de superioridad.

  • Estoy harta de su altanería. Siempre creyéndose mejor que nosotras y además la muy diva se conserva de maravilla y lo peor es que ella lo sabe.

  • Ok, pero cuéntame qué ha pasado.

  • Tú has pasado. Cuando te ha visto en la puerta, guarra es lo más suave que me ha dicho. Que donde voy metiendo un hombre en nuestra habitación. Así que le he dicho que no se preocupara, que se podía ir cuando quisiera. Y ahora vamos a olvidarnos de esa frígida y vamos al lío que me sabe mal no haberte devuelto el beso de antes en condiciones.

Se sentó en la cama mientras tiraba de mi chaqueta. Me abrazó con las piernas y me ofreció expectante su boca. Su labio superior ,más fino que el inferior, temblaba de deseo. Volvieron a llamar a la puerta. Maldije para mis adentros.

  • Échate, ya vuelvo. - yo ya estaba para ponerme la chaqueta y marcharme cuando volvió Grace con otra mujer del grupo. Era Elaine, la simpática rechonchita que no me había quitado ojo en toda la noche.

  • No veas como se ha puesto Edith. Se ha venido a nuestra habitación contando que estabas con él - dijo señalándome - y que ella es muy decente para esas cosas. Le he dicho que te convencería de echarlo a la calle y que para no seguir con el disgusto ya me quedaba yo contigo.

  • ¿Y eso piensas hacer?

  • Jajaja… nada de eso. Pienso unirme a vuestra fiesta. - Las dos se rieron a carcajadas como dos loros, siendo yo un mero convidado de piedra

Elaine era una mujer chaparrita. Cada vez que se reía, su portentosa delantera subía y bajaba de una manera muy llamativa. Llevaba un vestido holgado y  floreado con volantes en la parte superior y un cuello muy ancho que mostraba el nacimiento de su escote que tenía que ir recolocando una y otra vez para no enseñar ese par de berzas que la madre Inglaterra le había dado. Poseedora de unas caderas altas, su manera de caminar hacía bambolear sus nalgas a cada paso que daba. Nunca había estado con una mujer de esas características, pero las miradas que me lanzaba me decían “te voy a comer entero” y yo pensé “¿por qué no?”

Me encontré sentado en la cama flanqueado por las dos mujeronas. Elaine puso una rodilla sobre la cama y se dispuso a desabrocharme el chaleco. Grace la imitó e hizo lo mismo con los botones de mi camisa. En esa posición deslicé ambas manos entre la piernas de mis partenaires acariciando cadenciosamente sus muslos con el dorso de mis dedos. A medida que ascendía podía sentir el calor humectante que emanaba de sus sexos. Ellas ya habían terminado de desabrocharme pero para poder despojarme de la parte superior de mi ropa tuve que retirar mis manos, lo que las sacó del estado de ensoñación en que se encontraban. Una vez libre, volví a palpar sus carnes que ya me echaban de menos. Grace admiró mi cuerpo desnudo y fue  recorriendo con sus uñas de mujer trabajadora el camino de vello que llevaba desde el torso hasta mi ombligo. Ahí se detuvo cuando de un tirón les bajé a medio muslo las bragas.

Entre ellas se miraban y lanzaban tímidas risas. Haciendo valer la interrupción, Grace decidió que el primer turno era para ella. Se quitó el vestido por arriba quedando con sólo el sujetador, las medias y sus bragas color perla de estilo brasileño a media asta. Cerró las piernas sobre mi mano y frotándose consiguió que la lencería terminara de reptar hasta el suelo. Entonces se encaramó sobre mí y sentada al borde de la cama fue encaminando mi ariete hasta sus puertas. Una vez la sintió en la entrada se dejó caer y con los ojos entornados empezó a subir y bajar. Le bajé la copa del sujetador y asomadas al balcón se presentaron ampulosos sus senos  frente a mi boca. Lamí sus pezones y los mordí hasta que estuvieron tan duros y llenos que casi colmaban mi boca. Elaine se puso detrás de su amiga y con las mano en los hombros la empujaba hacia abajo para que se hincara más dura y profundamente. La piel de Grace se erizó y al poco tiempo tuvo un orgasmo que llegó silenciosamente hasta que empezó a bramar en su lengua materna

  • Como te mueves, cielo. Tienes que probarlo, querida.

  • Eso si me dejáis…

  • Tranquila, ahora estoy contigo.

Grace descabalgó y me arrodillé en el suelo quedando mi cara en medio de las piernas de Elaine, que ya se había desprendido del vestido dejándolo arremangado en la cintura. Separó sus robustas piernas y apareció entre carnes un pubis abultado y pelicorto con unos labios mayores que destacaban oscuros en el humedal de su sexo. Sujeté una pierna intentando abrazarla y con la otra mano fui palpando y acariciando su bajo vientre ritualmente para disponerme a saborearla. Se estremeció notablemente al primer lengüetazo, al que siguieron muchos más. Estaba tan alterada que no podía dejar de narrarle a su amiga todas sus sensaciones. Además de gozar con mi trabajo lingual agradecía el mimo que dedicaba a su barriga, haciendo que se sintiera deseada por lo mismo que otros le mostraban rechazo.

  • Para ya, voy a correrme pero te quiero dentro. Aunque tendrá que ser por detrás.

Hundió su cara en el colchón y con las rodillas dobladas bajo su cuerpo, me ofreció el trasero al borde de la cama. Me enderecé y asíéndola por sus portentosas caderas llenas de surcos le introduje de una punzada la cabeza por su esfínter que me acogió dulcemente. Se sentía ajustado aunque sin duda ya había tenido su uso. Me adentré en ese cañón sin esfuerzo y empecé a bombear. Sus gemidos llenaban la habitación mientras yo me afanaba por enterrarme entre sus vastos cuartos traseros.  Esa exhibición de carne trémula me encabritó hasta el punto de propinarle un par de cachetes que hicieron temblar sus glúteos como gelatina. Como no se quejó, los siguientes fueron más vigorosos. 

  • Así es como lo quería…  azótame pero no te corras todavía, me queda poco y quiero gozarte más.

Me provocó cierta guasa su insinuación. Si bien era cierto que su amiga ya había tenido su orgasmo a mí todavía me quedaba cuerda para rato. Sin tener una herramienta ni mucho menos prodigiosa su aguante si que es digno de admirar. Seguí propinándole manotazos hasta conseguir enrojecer su piel tostada fruto de su herencia hindú. Al momento Grace se aproximó por detrás y empezó a restregarse con mi espalda, quedando yo atrapado entre el colosal culo de Elaine y el titánico y rebosante busto de Grace ubicado justo sobre mis hombros. Emparedado entre esas dos maduras liberadas de toda atadura y vergüenza el calor comenzaba a ser asfixiante. Sentí deseos de tomar una bocanada de aire fresco y eché mi cuello hacia atrás, topando con las mullidas tetas de Grace, que al notarme comenzó a besarme. Nos dimos lengua escandalosamente , de la manera más obscena posible.

  • Voy a correrme, si quieres tú también puedes.

Como si necesitara su permiso lancé una serie de disparos en su recto y ella comenzó a temblar en el orgasmo anal más ruidoso de mi vida. Por mi parte aunque la noche prometía más alegrías, estaba exhausto y necesitaba un breve descanso.

  • ¿Por que no os servís una copita de cava? Vengo enseguida.

Fui al baño a refrescarme un poco y aproveché para limpiarme un poco , ya que tenía el glande algo manchado con restos. Me miré al espejo y traté de recomponer mi peinado que se había transformado en flequillo después de tanto sudar. Cruce la puerta con andares de chulo y el espectáculo que se me ofrecía era sublime. Ambas totalmente desnudas, a excepción de Grace que permanecía con las medias puestas, sentadas en la postura de la flor de loto. 

  • Con el pelo asi te pareces a Woody

  • Woody?

  • Si, el pájaro carpintero de los dibujos - echaron carcajadas que distendieron el ambiente.

Grace era imponentemente alta aun estando sentada. No era una mujer de grandes curvas y si no fuera por la magnitud de sus pechos el trayecto de su hombros hasta sus caderas sería prácticamente una línea recta apenas modificada por su vientre. En cambio Elaine por su postura, mostraba dos rollos en la cintura que por un momento deseé hendir mi verga en sus surcos para saber qué se sentiría. Ambas eran poseedoras de una delantera admirable. Los pechos de Elaine conseguían sobresalir del plano de su abdomen lo que ya era sobresalir. Libres de toda atadura colgaban ladeadas haciendo que el espacio entre ellos fuera mayúsculo. Sus aureolas ocupaban una gran superficie y sus pezones erectos eran del tamaño y el color de las cerezas. Los senos de Grace eran muy voluminosos, se notaba la tensión en su piel esforzándose por sostenerlos. Sin el sujetador colgaban hasta la curvatura de sus costillas, pero la base se mantenía sólida y plena. Con los pezones sonrosados más planos que los de su amiga y unos ríos de venas azules que destacaban en su lechosa piel era un homenaje a las matronas. En cambio Elaine era la viva imagen de las venus prehistóricas.

  • Necesitas descansar más, corazon? 

  • Señoras, la noche todavía es larga. Y Woody tiene mucho que taladrar.

  • Brindemos por ello.

Mi cetro comenzó a endurecerse, en parte por sus palabras y otra por contemplarlas como lo hacía. Pero ante tanta observar  Elaine comenzó a encontrarse incómoda. Sin duda se sentía acomplejada por su figura pero eso yo no lo iba a permitir. Después de un breve sorbo a mi copa me acosté entre los dos monumentos.

  • Elaine, Antes me dijiste que tenía que ser por atrás. Ya sé que no eres como cualquier otra mujer, pero muy pocas prefieren el anal. Puedo preguntarte por qué?

  • Me da vergüenza decirlo, pero es que por delante no siento nada… Después de parir cuatro veces, me quedó el chichi hecho unos zorros. Está tan abierto que con mi marido, que no tiene nada del otro mundo apenas siento nada. Así que para que los dos podamos sentir algo tenemos que hacerlo por detrás. Si no, nada de nada.

  • Entonces desde que pariste por última vez no te has corrido con una polla dentro del coño? - preguntó Grace a lo bestia

  • Una vez… que vergüenza me da admitirlo - se sonrojó mirando a su amiga - una vez con un carpintero que vino a casa . Tenía un manubrio de un calibre descomunal y me la metió hasta lo más hondo. Era tan gruesa que sentí como me rozaba por dentro. Pero pronto sus empujones se volvieron muy brutales. Parecía que me apuñalaba a cada embestida y después de correrse me dejó algo satisfecha pero dolorida. Desde entonces, sólamente por detrás es cuando siento algo.

  • Pues eso no puede ser, amiga mia. - me miró con curiosidad, como tratando de adivinar si mi polla que en nada se parecía a la del carpintero podría con el desafío.

Hice que se pusiera en el centro de la cama y colocándome entre sus piernas bien abiertas fui deslizando mi verga a lo largo de sus labios, que se abrían esperando acogerme. Así me embadurnaba de sus jugos y de paso excitaba su clítoris. Entré con suma facilidad en su cueva y era cierto, a pesar de notar su pulposo interior pocas más sensaciones consiguió transmitirme.

Vi en ella cierta mirada de decepción pero tenía muchos recursos a mi alcance. Sin retirarme le metí dos dedos mirando hacia arriba . Comencé a acompañar mis embestidas suaves haciendo el movimiento en sentido opuesto. Cerré mi mano haciendo pinza con el pulgar sobre su pubis y dibujando círculos en su clítoris. Mis dos dedos hacían que friccionara tanto sus paredes como mi pene, consiguiendo estimularlo y adquiriendo mayor dureza. Grace, sentada contra el cabecero de la cama, iba atusando la cabellera de su compañera con mucha ternura. En un momento dado, Elaine cerró los ojos y bramó sin duda recuperando sensaciones de juventud que creía que no volvería a experimentar.

  • Por fin! Cómo la siento! Y pensar que he tenido que esperar años a que me follaran como se debe!

Yo ya empezaba a sentir cierta tumefacción en el brazo por lo forzada de mi postura. Grace lo adivinó y dándole la espalda se puso a horcajadas sobre su amiga y junto a mí para ser ella quien nos estimulara a los dos con su mano. Elaine no hizo ningún gesto de desagrado al notar el cambio. Aunque llevábamos toda lo velada comiéndonos la boca, ahora nos besamos con más ternura, hasta que su boca fue arrancada de mis labios al tirar Elaine de sus caderas haciendo que descendiera hasta sentarse en su boca. Un resorte había saltado y entre ellas dos se perdieron todos los tabús. 

  • ¡Gracias, cielo! ¡Nunca antes me había comido una mujer y me encanta que seas tú!

Su piloto se había puesto en rojo y se habían dado cuenta de que esa noche era única y  lo que no vivieran entonces, jamas lo harian. La rubia decidió devolverle el favor a su amiga y la mezcla de nuestros labios, dedos y polla trabajando al unísono sobre el sexo de Elaine llevaron a la morena al clímax. Nos regó con una corrida cuantiosa que Grace bebió con sumo placer . 

Cuando noté que yo también iba a estallar, Grace agarró mi polla para sacarla de su amiga y metérsela en la boca, succionando hasta que ya no me quedó más para ofrecer y me fui deshinchando hasta salir de entre sus labios. 

  • Todavía no sé qué me gusta más - dijo volviendo a lamer la palpitante vulva de su vecina, que pidiendo aire comenzó a palmear el culo de su amante amiga

  • Para ya, no puedo mas - Grace liberó a su amiga y me abrazó

  • ¿Y tú, tienes más? ¿Siempre sabe tan rico?

  • Por ti, tengo cuerda para rato

Dejamos a la derrotada Elaine que descansara. Nos tumbamos de lado cara a cara y aproveché para mirar sus ojos azules y las expresivas arrugas que los flanqueaban. El nivel de excitación era tal que hablamos como si nos conociéramos de toda la vida.

  • Ya me quedó claro que era primera vez con una mujer pero ¿me estas diciendo que no te habías tragado una corrida antes? - se ruborizó.

  • Mi exmarido prefería correrse sobre mis tetas y a mi ya me estaba bien porque me daba asco. ¡No tenía idea de lo que me había perdido! Aunque no se si todas saben tan bien como la tuya.

  • Pues un placer y un honor ser tu exclusivo proveedor.

Grace me puso una pierna encima y me atrajo con el pie. Volví a sentir como iba inflamándose mi verga de nuevo.

  • ¿Todos vuestros viajes son asi?

  • Si no acabáramos de follar como lo hemos hecho, me molestaría tu pregunta. No sé las demás, aunque tengo sospechas de alguna, pero es la primera vez que me lanzo a hacer algo así. 

  • Estoy convencido que habrán tratado de ligar contigo infinidad de veces.

  • ¡Claro que si! Pero cuando nos ven en grupo sólo se acercan babosos o paisanos nuestros pasados de alcohol. Ya tengo cincuenta y nueve - era la primera vez que confesaba su edad - y un exmarido, no quiero poner a otro barrigudo a darme cuatro empujones y ponerse a roncar... Y tú con tu trabajo seguro que has hecho muchos trios con jovencillas...

  • Trios pocos, la verdad. Pero el contemplar a dos grandes mujeres como vosotras, en su madurez y gozando sin darse cuartel ha sido una experiencia gloriosa que no creo pueda superar.

  • ¿Ha sido? ¿Ya se terminó? - dijo con un teatral puchero

Se puso de nuevo encima y con un gesto rápido condujo mi virilidad hasta su entrada. Terminó de apoyar su peso en mí y comenzó un movimiento oscilante. Llevé mis manos a sus pechos y los estrujé como si quisiera sacar alimento de ellos. Un sonoro chapoteo a nuestro lado descubrió a Elaine masturbándose. Con una mirada hice que se acercara y nos besamos enredando nuestras lenguas. Dejé los pechos de Grace y la abracé para que descendiera y dejara su cara frente las nuestras y dejando su culo expuesto. Con golpes secos de cadera fui fusilándola y cuando más excitada estaba hice que se besaran entre ellas. Una imagen magnífica la de esas amigas comiendose descontroladas. Tiré a Elaine del pelo y las separé, mientras su amiga quedaba boqueando buscando a su cómplice que había decidido ir más al sur. Grace dio un respingo delator.

  • Jamás la has tomado por atrás? - exclamó con asombro tras meterle el dedo anular hasta la empuñadura - amiga, cualquiera diría que eras tan modosa

  • De modosa nada - contestó atacada en su orgullo - si acaso con un exmarido pichafloja. Dámelo por lo que más quieras, dame ese gustazo.

  • Tus deseos son órdenes para mí

Agarré a Grace por los tobillos y flexioné sus piernas hacia arriba lo más que pude, quedando en el aire su cola y expuesto su sonrosado esfínter. Estabamos tan empapados de flujos y sudor que pude vencer su instintiva resistencia y pronto tenía alojada la cabeza en su interior. Elaine le hablaba dulcemente para tranquilizarla, y sólo tuve que insistir un poco más para estar completamente dentro. Dejé que se acostumbrara y comencé a bombear al tiempo que movía sus piernas como si fueran remos para darme impulso. Su blanca piel estaba completamente enrojecida por el rubor y la excitación, y se pellizcaba con furia los pezones gimiendo y gritando. Elaine a su lado comenzó a palmearse el pubis y a lanzar pequeños chorros. Mi mente ideó una perversidad e hice que se acercara más a mí. Solté una pierna de Grace que seguía en su cielo particular, acerqué mi mano al manantial de su partenaire y sin pensarlo embutí mi mano en su cavernosa vagina. Profirió un suspiro largo y me miró dando su aprobación. Cerré el puño y fuí sacándolo para justo al estar en la salida volverlo a hundir con cariño. Elaine se agitaba y pataleaba haciendo que toda la cama se tambaleara como si de una montaña rusa se tratara. Me corrí dentro de Grace con lo poco que me quedaba ya en la recámara, cosa que fue suficiente para hacer que ella también culminara al sentir el tibio líquido en sus entrañas. Caí sobre ella mientras mi mano seguía encajada en Elaine y el sopor pudo conmigo.