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El bufete del sexo

en Sexo con maduras

Este relato forma parte de la serie de “El Bufete”. Su lectura es completamente independiente de la entrega anterior, “El bufete de la perversión” (https://todorelatos.com/relato/151452/). Os dejo el enlace, por si alguien que no lo haya hecho quiere leerlo. Espero, como siempre, que lo disfrutéis todos, pero especialmente Susana, lectora mejicana de esta página, que me ha pedido que la incluya en la historia.

 

Para quienes no me conozcan me presento, mi nombre es Carlos y soy un joven abogado de veintiséis años. Comencé a trabajar en un reconocido bufete de mi ciudad, bajo la supervisión directa de Antonia, una guapa y magnífica abogada algo mayor que yo, pero ambos tuvimos que despedirnos por los delitos que allí se cometían. Mari Carmen, una ex novia de juventud y buena amiga, también abogada, nos echó una mano al principio recomendándonos a su bufete, que nos contrató a ambos para abrir despacho en Sevilla. Luego Antonia y yo decidimos abrir nuestro propio bufete, aunque mantuvimos un acuerdo de colaboración con el bufete en el que trabajaba Mari Carmen.

El período entre que dimitimos de un bufete y montamos el nuestro fue el mejor tiempo de mi vida sexual hasta ese momento. Mantenía relaciones con Mari Carmen y Antonia de amigo con derecho a roce y algún trío cayó alguna vez.

Mari Carmen es de mi edad más o menos y es una chica estupenda y muy guapa, pero su característica más llamativa es que tiene unas tetas enormes, cuidado no he dicho grandes, he dicho enormes. En la adolescencia estaba muy acomplejada con ellas, pero luego se le quitó el complejo y las manejaba como un gran activo de su vida.

Antonia es una belleza próxima a los treinta años, alta, guapa y un cuerpo de locura y aun así, su principal virtud es su inteligencia y su calidad humana. Yo sentía y aun siento auténtica adoración por ella, me había sacado de un problema muy gordo que había tenido en el bufete anterior.

Cuando Antonia y yo constituimos nuestro propio bufete dejamos de follar.

-              Carlos no podemos ser socios y amantes, se pueden mezclar unas cosas con otras y terminar todo mal.

-              Pero Antonia, ¿por qué no?

-              He visto muchas sociedades irse al traste por mezclar los negocios y el sexo.

Antonia en ese tema era inquebrantable, así que lamentándolo mucho tuve que  escoger entre el trabajo y ella, el trabajo era muy difícil de encontrar y además no quería irme de su lado. Afortunadamente seguí manteniendo mi relación con Mari Carmen, aunque ella vivía en otra ciudad y sólo nos veíamos algunos fines de semana o períodos de vacaciones.

Un día me llamó Mari Carmen.

-              Oye Carlos mi jefa directa quiere conocerte.

-              Querrá conocernos a los dos, a Antonia y a mí.

-              A Antonia dice que ya la conoce de temas que han llevado en otro momento entre las dos, pero que a ti no.

-              Vale, pues cuando quieras.

-              Me ha dicho que pasado mañana para comer aquí en Córdoba.

-              ¿Tú estarás también?

-              No puedo, ese día tengo que viajar.

-              Una pena, si fuera el viernes me quedaría contigo el fin de semana.

-              Pues te vienes otra vez el viernes o el sábado, total estamos a poco más de media hora en AVE.

-              ¿Cómo se llama tu jefa?

-              Mónica.

-              ¿Dónde me veo con ella?

-              En el restaurante El Caballo a las dos y media.

-              ¿Cómo es Mónica?

-              Cuarenta y tantos, alta, morena, guapa, media melena y buen tipo.

-              Qué bien.

-              Ya sabes que por mí puedes hacer lo que quieras, pero en el bufete tiene fama de traga hombres.

-              Pues mejor.

-              Acuérdate de lo que te dice Antonia, que te pierdes por la polla, ten cuidado.

-              De acuerdo, pero no te ponga como Antonia, que me ha cortado el grifo.

A las dos y veinte estaba entrando en el restaurante. Pregunté por una reserva a nombre de Mónica lo que fuera, pues no sabía el apellido, y me dijeron que todavía no había llegado, decidí esperarla en la barra y le dije al camarero que me avisara cuando llegase. Unos diez minutos después volvió el camarero.

-              Doña Mónica ya ha llegado. ¿Me acompaña a la mesa?

-              Claro –dije siguiendo al camarero-.

Mónica ya estaba sentada en la mesa hablando por el móvil. Me senté y esperé a que terminara de hablar.

-              Hola Mónica, soy Carlos, encantado de conocerte.

-              Hola Carlos, encantada igualmente. Perdona lo del teléfono pero tenía que cogerlo.

-              No te preocupes.

Mari Carmen la había descrito bien, alrededor de cuarenta años, tenía la belleza morena cordobesa. Ojos negros y grandes, una bonita nariz y unos labios muy carnosos. Llevaba un vestido sin mangas blanco al cuello. Pedimos la comida y ella empezó con la parte de trabajo:

-              Carlos he querido conocerte por dos cuestiones. Por una parte, me gusta conocer a todos los profesionales con los que colaboramos y a ti todavía no te conocía. Y por otra, os vamos a mandar a un importante cliente para que lo asesoréis, nosotros estamos saturados.

-              Estupendo, Antonia se alegrará mucho. Estamos un poco flojos de trabajo. ¿De qué se trata?

-              Es una empresa mejicana que está abriendo una cadena de restaurantes en España. Se trata de que los asesores en temas contractuales, inmobiliarios y administrativos, en varias ciudades de Andalucía.

-              Bien, Antonia tiene mucha experiencia en esos temas.

-              No Carlos, la persona encargada debes ser tú, con independencia de que tú luego cuentes con Antonia o con nosotros.

-              ¿Por qué?

-              Por expreso deseo del cliente, ellos quieren interlocutores masculinos, no femeninos.

-              Qué raro, ¿no?

-              Pues sí, pero el cliente lo ha indicado expresamente así. El próximo lunes irán a vuestro bufete a media mañana. El cliente tiene la sede en Madrid, unas veces se desplazarán ellos y otras lo harás tú, según vayáis acordando.

-              Sin problemas.

-              Ahora cuéntame algo sobre ti. –Me preguntó cambiando de tema-.

-              Poco hay que contar, licenciado en derecho por la Hispalense, máster y doctor también por la Hispalense y todavía con poca experiencia práctica.

-              Esto último no se lo vayas a decir al cliente. ¿Casado?

-              No, ni casado ni novia, no he tenido tiempo.

Cuando terminamos de comer propuso ir a tomar una copa para seguirnos conociendo. Fuimos al bar de un conocido hotel que estaba cerca del restaurante.

-              ¿Has sacado la vuelta del AVE? –Me preguntó-.

-              No, como no sabía lo que podíamos tardar, he preferido dejarla abierta. Cuéntame ahora algo de ti.

-              Académicamente más o menos como tú, pero ya con muchos años de experiencia para mi desgracia.

-              ¿Por qué dices para tu desgracia?

-              Porque los años, para bien y para mal, no pasan en balde.

-              No digas eso que estás espléndida y eres una mujer muy atractiva. ¿Casada?

-              Y divorciada hace ya algunos años.

A esas alturas de la tarde ya estaba claro que había cierta tensión sexual entre los dos y que a los dos nos gustaría resolverla de forma positiva.

-              Te voy a decir una cosa Carlos. Yo creo que a un hombre no se le conoce bien hasta que te has acostado con él y a mí me gustaría conocerte mejor.

-              A mí también a ti, Mónica. Quédate aquí, voy a ver si tienen habitación.

Qué suerte, pensé. Me acerqué a recepción y pregunté. No les quedaban habitaciones libres, pero si una suite. La cogí, me iba a costar un dinero, pero no era cuestión de desaprovechar la ocasión con semejante mujer. Volví a por ella y subimos a la suite.

Tras cerrar la puerta comenzamos a besarnos con un enorme deseo. Me quitó la chaqueta y la dejó caer al suelo. Había comenzado a empalmarse con los besos. La abracé poniendo mis manos en su culo, mientras seguíamos besándonos.

-              ¿Te gustan las mujeres maduras?

-              Me gustan las mujeres y las mujeres maduras me resultan especialmente excitantes.

Se dio la vuelta para que le bajara la cremallera del vestido, cuando lo hice lo dejó caer a sus pies y se volvió de nuevo hacia mí. Llevaba un conjunto de sujetador y tanga blanco de encaje, que la hacía muy deseable. Bajo el sujetador se apreciaban unas hermosas tetas. Me soltó la corbata, me desabotonó la camisa y me la quitó, luego me lamió y me mordió los pezones. Yo me quité los zapatos y me solté el cinturón y el pantalón, dejándolos caer. Estaba totalmente empalmado bajo los boxes. Me senté en un sofá para quitarme los pantalones y los calcetines. Cuando terminé de hacerlo la atraje hacia mí de frente.

-              Eres una mujer muy atractiva –le dije besándole el vientre-.

-              Gracias.

-              Ven aquí –le dije, indicándole que se pusiera de rodillas sobre el sofá con mis piernas en medio-.

Ella lo hizo, me volvió a besar, metió su mano bajo los boxes y me cogió la polla. Yo baje la cabeza y le besé las tetas. Llevé mis manos a su culo y se lo acaricié, luego las subí para soltarle el sujetador. Ella lo dejó caer sobre sus piernas y yo lo eché a un lado. Tenía las tetas muy blancas, contrastaban con el moreno de su piel, las areolas grandes muy rosadas y los pezones muy duros. Se los mordí suavemente y ella suspiró. Su mano se movía suavemente sobre mi polla.

-              Levántate para que pueda quitarte el tanga.

Se puso de pie dándome la espalda. Le besé el culo que lo tenía muy duro, debía ir con asiduidad al gimnasio, y le fui bajando el tanga. Tenía también una parte del culo muy blanco, por la marca del tanga del biquini que debía utilizar. Le di luego la vuelta, tenía un pequeño triángulo de vello muy corto en el monte de Venus y el resto del chocho completamente depilado. Se lo besé y ella volvió a suspirar.

-              Eres preciosa –le dije-.

-              Levántate.

Me levanté y ella ocupó mi sitio, me quedé frente a ella. Cogió mis boxes por la cinturilla y me los quitó, haciendo que mi polla rebotase contra mi barriga. Yo llevaba el vello púbico muy corto. Volvió a cogerme la polla, mirándome a los ojos se la metió en la boca y me cogió los huevos, entonces fui yo quien suspiré sin apartar mi mirada de sus ojos. Mamaba de maravilla y me producía un enorme placer con sus labios y su lengua.

-              ¿Cómo te gusta follar? –Le pregunté-.

-              Mucho y bien, esas son mis únicas condiciones.

-              Entonces como a mí. Vamos a la cama, que me estás poniendo demasiado caliente.

-              Nunca es demasiado caliente –me dijo levantándose-.

Fuimos besándonos hasta el dormitorio de la suite. Nos tendimos en la cama, me incorporé y me puse de rodillas entre sus piernas abiertas. Tenía un chocho grande y un clítoris también grande. Estaba muy húmeda y su chocho brillaba. Me agaché y le pasé la lengua por todo el chocho para terminar jugando con su clítoris. Ella gimió al coger su clítoris con mis labios y puso sus manos sobre mi cabeza.

-              Me gusta el sabor de tu chocho.

Ella seguía gimiendo y moviéndome la cabeza, hasta que dijo:

-              Métemela ya, quiero irme.

-              ¿Pero dónde vas a irte ahora?

-              Carlos, no seas torpe, que quiero irme, venirme, correrme.

Le puse dos almohadas bajo el culo, le subí las piernas a mis hombros y le metí la polla poco a poco, cuando le había entrado del todo comencé a bombear y a sobarle el clítoris. Sus gemidos eran cada vez más fuertes, hasta que gritó:

-              ¡Ya, ahora, ahora, me corro, aaaagggg, sigue Carlos, córrete dentro!

Me corrí a la misma vez que ella, después me tumbé a su lado.

-              Qué intensa y qué larga corrida. –Dijo-.

-              Yo también, estábamos los dos muy excitados.

-              Excitado estarías tú, yo estaba caliente como hacía tiempo que no estaba. –Me dijo y luego me besó en la boca-. Llama a recepción y pide una botella de champán, yo invito. Hay que celebrar el polvo que hemos echado y el que vamos a echar luego.

Llamé y ella se levantó para ir al baño.

-              Ven Carlos, mira que bañera tan fantástica para bebernos el champán.

En efecto, había una bañera tan grande como para que cupieran dos personas cómodamente.

-              Voy a ir llenándola –dijo Mónica-.

Llamaron a la puerta de la suite, cogí un albornoz del hotel para abrir. El camarero dejó la enfriadora y las copas sobre una mesa y se marchó. Cogí las cosas y las llevé al baño. Mónica ya estaba dentro de la bañera. Abrí la botella, serví las copas y le pasé una.

-              Estás todavía empalmado –me dijo-.

-              Me has puesto a reventar.

-              Me alegro.

Entré en la bañera y me puse a su lado, dejando a mano la enfriadora. La besé en la boca.

-              Brindemos por este encuentro tan provechoso –dijo Mónica-.

-              Y porque haya más en el futuro.

-              ¿Fuiste novio de Mari Carmen?

-              Si, éramos dos adolescentes, luego lo dejamos y ahora tenemos una buena amistad.

-              Es una chica estupenda y muy vistosa, ya me entiendes.

-              Claro que te entiendo, de adolescente tuvo problemas con el tamaño de sus tetas, pero ahora está estupenda.

-              Te voy a decir una cosa, Susana, la directora para España de la empresa mejicana, tiene las tetas, por lo menos como Mari Carmen de grandes, sino más. -Arqueé las cejas, porque ya debía tener las tetas grandes-. Carlos ese es uno de los motivos de haberte escogido a ti, imagino que ya estás acostumbrado y no estarás todo el tiempo mirándoselas.

Ahora iba a resultar que me habían elegido para el trabajo por haber tenido una novia tetona.

-              Mónica los hombres no nos acostumbramos nunca a unas tetas como esas.

-              Bueno, al menos no te sorprenderás tanto.

-              Eso si es verdad. Tienes unas tetas muy bonitas, lástima que tengas tanta marca del top del biquini.

-              Yo también lo pienso, pero no me animo a hacer toples.

Llené las copas y luego la besé de nuevo en la boca. Ella me cogió la polla y comenzó a hacerme una paja suavemente bajo el agua.

-              Follas bien –me dijo-.

-              Tú también, eres muy sensual follando.

-              Me gusta mucho el sexo, creo que es la mejor característica del ser humano, follar para divertirse y obtener y dar placer, no sólo para mantener la especie.

-              Me estás calentando otra vez –le dije, por la paja que me estaba haciendo-.

-              Eso pretendo.

-              Eres muy traviesa.

Mónica se movió y se puso a cuatro patas delante de mí. Estaba claro lo que quería. Me puse de rodillas detrás de ella con la polla entre los cachetes de su culo y cogiéndole las tetas. Ella movía su culo de un lado al otro y de arriba abajo masturbándome.

-              Tienes un pedazo de polvo.

-              Lo sé, lo mismo que sé que tengo que aprovechar los años que me quedan de estar así.

Puse la polla a la entrada de su chocho y ella fue echándose hacia atrás hasta que la tuvo entera dentro.

-              No te muevas, deja que marque yo el ritmo. –Me dijo-.

-              Como quieras.

-              Acaríciame el clítoris.

Así lo hice. Ella se movía despacio, pero con mucho recorrido casi hasta sacarse mi polla. Me daba mucho placer. Luego empezó a mover su culo en círculos. Su culo era una preciosidad, le di un cachete y luego otro.

-              Estoy muy caliente Mónica, no voy a tardar en correrme.

-              Yo tampoco. Cuando te vayas a correr apriétame el clítoris y mueve tu mano más rápido. –Esta es una de las cosas que me gustan de las mujeres maduras, que tienen claro lo que les da más placer-.

Siguió moviendo su culo en todas direcciones, hasta que le dije:

-              ¡Mónica ya, me corro, no puedo más!

Hice lo que ella me dijo y noté que ella también iba a correrse.

-              ¡Y yo, no la saques, siiii, aaaagggg, me corroooo, sigue, sigue!

Nos quedamos unos minutos más en la bañera para terminar la botella de champán y luego nos secamos besándonos. Mónica se vistió y ya en la puerta de la suite me dijo:

-              Lo he pasado muy bien, ha sido una reunión muy productiva y por favor no le digas nada a nadie, incluyendo a Mari Carmen y a Antonia.

-              No te preocupes, sé ser discreto. Espero que se repita más veces. –La volví a besar y se fue-.

Me quedé un rato en la cama, después me vestí, pagué el hotel, ella había pagado la botella de champán y me fui a coger el AVE de vuelta a Sevilla. ¡Joder, qué mujer la jefa de Mari Carmen!

A la mañana siguiente le conté a Antonia lo que podía contarle de la reunión con Mónica.

-              Qué raro que sólo quieran tener interlocutores masculinos. –Me dijo Antonia-.

-              Pues sí, a mí también me extrañó mucho.

-              Si eso quieren, eso les daremos. No podemos perder este cliente, estamos apurados de dinero para pagar los gastos del bufete y vivir nosotros.

El sábado por la mañana me fui a pasar el trasnoche con Mari Carmen. Llegué a su casa sobre las doce de la mañana. Mari Carmen había cogido la costumbre de estar desnuda en su casa, lo cual por una parte era muy gratificante, pero por otra me tenía todo el tiempo más caliente todavía.

-              Mari Carmen, te he dicho que estás cada día más buena. –Le dije cuando me abrió la puerta-.

-              Anda ya, si me estoy haciendo mayor. –Respondió ella con coquetería-.

Yo me desnudaba también al llegar a su casa, no tenía mucho sentido que ella fuera desnuda y yo vestido. Ver las grandes y bonitas tetas de Mari Carmen me excitaba tanto, que me pasaba la mayor parte del tiempo empalmado.

-              Iba a ducharme, había pensado que saliéramos a tomar un vino y a comer. ¿Te parece?

-              Claro.

-              ¿Te apetece mirarme mientras me ducho? –Me dijo abrazándome-.

Como he dicho antes Mari Carmen y yo habíamos sido novios de adolescentes unos dos años. En esa época ella estaba tan acomplejada por el tamaño de sus tetas, que no me dejó nunca que se las viera o se las tocara. Mirarla ahora, cuando duchándose se sobaba las tetas, me excitaba tanto, que unas veces terminábamos follando y otras haciéndonos cada uno una paja.

La seguí al baño, ella entró al plato de ducha y abrió el rociador, dejando caer el agua sobre sus grandes tetas. Cogió el gel y se lo fue extendiendo por todo su cuerpo con especial insistencia en sus tetas. Ella actuaba como si estuviera sola en el baño, pero iba dándose vueltas para que yo la viera por todas partes. Cuando ya se había aclarado el jabón, empezó a acariciarse suavemente su depilado chocho, mientras le seguía cayendo el agua por el cuerpo. Yo comencé a hacerme una paja sin poder dejar de mirarla. Ella miraba como yo subía y bajaba mi mano por mi polla y yo la miraba como ella se hacía un dedo con las piernas un poco abiertas. No pude más y entré con ella al plato de ducha para besarla.

-              Sigue haciéndote la paja, me pone mucho mirarte –me susurró-.

-              Y a mí ver cómo te vas excitando cada vez más.

-              Carlos, bésame las tetas.

Le puse una mano en su culo, la atraje hacia mí y comencé a besarle las tetas sin dejar de pajearme. Ella con una mano se abría el chocho y con la otra se acariciaba el clítoris.

-              Me voy a correr, córrete conmigo. –Me dijo-.

Yo aceleré el movimiento de mi mano y tampoco iba a tardar en correrme.

-              ¡Ahora Carlos, ahora, córrete!

-              ¡Aaaagggg! –Grite cuando empecé a correrme sobre su barriga-.

Nos sentamos los dos en el plato de ducha para recuperar el aliento.

-              Somos unos pajilleros pervertidos y me encanta –me dijo-.

Terminamos de ducharnos y de vestirnos y salimos a comer. Era temprano y nos sentamos primero a tomar un vino en una terraza.

-              ¿Qué tal la reunión con Mónica? –Me preguntó Mari Carmen-.

-              Muy bien, parece una mujer muy competente.

-              Y lo es.

-              Me dijo que nos ibais a enviar a unos clientes mejicanos para que les asesorásemos en algunas ciudades.

-              ¡Qué bien para vosotros, creo que es un buen cliente!

-              ¿Tú los conoces?

-              Sí, han estado varias veces en el bufete, aunque yo no he estado en ninguna reunión con ellos.

-              ¿Quiénes son los que han estado?

-              Un hombre llamado Mario, que creo que es el director de expansión internacional de la empresa y una mujer llamada Susana, que es la directora de la empresa en España. Por cierto y para que yo lo diga, vaya par de tetas que carga. No voy a decir que las mías se queden pequeñas, pero yo creo que sus tetas son todavía más grandes.

Las tetas de la tal Susana debían de llamar la atención, porque tanto Mónica como Mari Carmen me las habían comentado al hablar de ella.

Pasamos una tarde-noche muy agradable y regresé a Sevilla para comer con mis padres. Cuando volví a mi apartamento, encendí el ordenador y tenía un correo de Mónica con información sobre los clientes y lo que querían de nosotros. La empresa se llamaba RESMEX (Restaurantes Mexicanos), al parecer tenían una muy buena implantación en su país, y en general en toda América, y estaban empezando a implantarse en Europa. En España habían escogido diez ciudades, entre ellas Sevilla, Málaga-Costa del Sol y Bahía de Cádiz, que eran el objeto de nuestro trabajo. Nuestra misión era asesorarles en la elección de locales, contratos de compra, proyectos técnicos, licencias,…etc. Me pasé el resto de la tarde intentando enterarme algo de esos temas.

Por la mañana del lunes estaba un tanto inquieto por dos cuestiones, el cliente podía ser muy importante para nosotros y, por tanto, era una responsabilidad grande para mí causarles una buena impresión y, por otro lado, por las tetas de la tal Susana, ya sé que puede parecer frívolo, pero qué hombre no estaría inquieto con lo que me habían dicho sobre ellas. A las doce más o menos llamaron a la puerta, habíamos quedado que Antonia los recibiría, se presentaría y los acompañaría a nuestra pequeña sala de reuniones.

-              Carlos ya han llegado, están en la sala de reuniones.

-              Gracias Antonia, a ver si va todo bien.

Entré en la sala de reuniones y había dos personas de pie, un hombre que debía ser Mario mirando hacia la puerta y una mujer de espaldas mirando por la ventana y hablando por el móvil. El hombre se vino hacia mí extendiendo el brazo para saludarme.

-              Buenos días soy Mario, director de expansión internacional de RESMEX.

-              Encantado soy Carlos, socio del bufete.

-              Perdone a Susana, pero ha tenido que coger el teléfono, era una llamada importante desde México.

-              No se preocupe, por favor, siéntese.

-              Gracias -dijo Mario sentándose, yo me quedé de pie hasta que Susana terminara de hablar-.

A contraluz en la ventana percibía una bonita forma de mujer. Llevaba una camisa blanca entallada y una falda estrecha roja por encima de la rodilla, que le hacía un culo de ensueño. Mediría sobre un metro sesenta, pero calzaba unos zapatos rojos de tacón de más de diez centímetros. Por fin se despidió de con quién estuviera hablando, colgó y se volvió hacia nosotros. ¡Carajo qué tetas! No pude evitar quedarme mirando semejante delantera. Llevaba la camisa muy cerrada, pero el volumen de sus tetas luchaba contra la tela de la camisa y contra sus botones. Tenía todavía más tetas que Mari Carmen. Me recordó a las actrices pechugonas de los años sesenta y setenta, Sofía Loren, Raquel Wells, Anita Ekberg y otras así, pero creo que con más tetas todavía.

-              Perdóneme pero tenía que atender la llamada. Soy Susana, responsable en España de RESMEX. –Dijo extendiendo el brazo para darnos la mano-.

-              Encantado soy Carlos, socio del bufete. No tengo nada que perdonar. Por favor, siéntese.

Tenía el pelo negro, no castaño oscuro sino negro, largo, cogido en una coleta muy tirante, los ojos también negros y grandes, la piel morena, una bonita nariz y una boca grande de labios carnosos pintados de rojo. Era una mujer muy atractiva y lo sabía.

-              Si le parece empezamos, pues antes de las dos tengo que coger el avión a Madrid, para emprender el regreso a México. –Dijo Mario-.

-              Por supuesto –le contesté-.

-              Imagino que ya le han informado de nuestra voluntad y de nuestras necesidades.

-              Sí, pero por favor, díganmelas ustedes directamente.

-              Adelante Susana –le dijo Mario-.

-              Nuestra empresa, la mayor cadena de restaurantes de calidad de México, quiere implantarse en España. Entre las ciudades que hemos elegido están Sevilla, Málaga-Marbella y Bahía de Cádiz, Jerez, Puerto de Santa María y el propio Cádiz. Nuestra idea es abrir tres restaurantes en Sevilla… -mientras hablaba yo le miraba disimuladamente las tetas, que me tenían subyugado- dos en Málaga y uno en Marbella y uno en cada una de las ciudades que le he dicho en la Bahía de Cádiz.

-              Sabía las ciudades, pero creía que era sólo uno en cada una de ellas.

-              No, queremos montar una red de restaurantes, como hemos hecho ya en otros países.

¡Qué pedazo de mujer! Pensé mientras ella seguía explicándose.

-              Entonces nosotros nos encargaríamos de nueve restaurantes en total. –Le dije-.

-              Así es.

-              Perdone que les haga dos preguntas. Normalmente en estos procesos de expansión o la empresa contrata a su personal para que los gestione o se lo contrata a una consultora de forma centralizada.

-              En efecto, pero nuestra empresa no quiere cargarse con personal propio para la expansión del que después tendría que prescindir y no queremos contratar a una sola consultoría y poner todos los huevos en la misma cesta. –Me contestó Susana-. ¿Y la otra pregunta?

-              ¿Por qué escogen un bufete pequeño?

-              En general, no queremos trabajar con bufetes grandes, llevan demasiadas cosas y no recibimos el servicio que necesitamos. En particular a ustedes porque nos han sido recomendados. ¿Satisfecho?

-              Una última pregunta, ¿por qué no quieren a mujeres como interlocutoras?

-              Eso ya es una decisión mía no de RESMEX. Soy una mujer muy competitiva y muy exigente y no me gusta trabajar con otras mujeres. ¿Satisfecho ahora?

-              Totalmente.

Mario no hacía otra cosa que mirar el reloj y en ese momento de la conversación dijo:

-              Lo siento pero debo marcharme o perderé el avión. Para todo lo que necesite hable con Susana, ella es la responsable de todo en España.

-              Perfecto.

Le acompañé a la puerta del bufete, nos despedimos y volví a la sala de reuniones.

-              Una cuestión de intendencia, ¿comemos juntos? –Le pregunté a Susana-.

-              No puedo, he quedado para comer con el propietario de unos locales que nos podrían interesar.

-              ¿Cenamos entonces?

-              Sin problema, no me gusta cenar sola y así seguiremos hablando.

-              Perfecto, pasaré a buscarla donde me diga.

Me dio la tarjeta de un muy buen hotel.

-              A las ocho, ya sabe que los mexicanos somos de cenar temprano.

Seguimos la reunión y a las dos dijo que se tenía que ir o llegaría tarde a la comida. La acompañé a la puerta y confirmamos lo de la cena.

Fui al despacho de Antonia.

-              ¿Qué tal ha ido todo? –Me preguntó-.

-              Muy  bien, quieren abrir nueve restaurantes y no tres.

-              Estupendo, el triple de trabajo. Por cierto, vaya pedazo de mujer.

-              Y que lo digas, he quedado con ella para cenar y seguir hablando.

-              Cuidado con la polla, no la vayas a liar.

-              Antonia no seas pesada con ese tema.

A las ocho menos cinco estaba esperando a Susana en la recepción del hotel. Bajó a las ocho en punto. Venía vestida de manera más informal, pantalón vaquero muy ajustado, camisa también vaquera igualmente ajustada, con los suficientes botones abiertos como para mostrar el principio del canal de Suez que le formaban sus tetas, y zapatos negros de mucho tacón.

-              Me he vestido más informal para cenar, estoy harta de tener que llevar la imagen de ejecutiva.

-              Por mí perfecto.

La llevé a un restaurante próximo al hotel. Cuando nos sentamos ella pidió un margarita y yo me sumé a su elección. Ella me pidió que nos tuteáramos. Cenamos hablando del trabajo y cuando terminamos nos ofrecieron una copa, ambos tomamos tequila.

-              Debe ser duro empezar a vivir en otro país. –Le dije-.

-              No te creas, he pedido yo venir aquí.

-              ¿Un ascenso?

-              No, más bien un descenso en la empresa. Acabo de salir de un divorcio traumático y quería poner tierra de por medio.

-              Conocías ya España.

-              Sí, cuando trabajaba en otra empresa estuve algunos meses aquí.

-              ¿Y qué te pareció?

-              Al principio me extrañó, incluso me escandalizó un poco, las costumbres europeas son muy diferentes a las mexicanas, pero luego me gustó la liberalidad de la sociedad, la libertad para formar pareja sin tener que pasar por el altar, la libertad con el sexo y el desnudo, los matrimonios homosexuales, la escasa influencia política de la iglesia y tantas cosas diferentes.

Era una mujer deslumbrante, yo luchaba por mantener mi mirada en su cara, pero sus tetas producían un magnetismo sobre mis ojos difícil de evitar.

-              ¿Te parece si tomamos una copa en otro sitio? –Le propuse-.

-              Bueno, pero sólo una, mañana temprano tengo que volver a Madrid.

Pagué y nos levantamos, cuando la seguía para salir del restaurante, pude observar más detenidamente su poderoso culo embutido en aquellos vaqueros. Era bastante respingón y con unas nalgas más grandes que pequeñas. Cuando llegamos al sitio, también próximo a su hotel, después de pedir otros dos tequilas, ella dijo que tenía que ir al servicio a retocarse el maquillaje. Cuando volvió se había soltado otro botón de la camisa y el magnetismo de sus tetas sobre mis ojos subió notablemente.

-              No deber ser fácil ser ejecutiva en Méjico.

-              En México nada es fácil, salvo que seas muy rico, que no era el caso de mi familia.

A su lado podía verle el inicio de sus tetas y el borde superior de su sujetador, negro con encajes. Empezó a costarme mucho trabajo apartar la vista de esa imagen.

-              Carlos no tengo problemas con que me mires los pechos, estoy más que acostumbrada y comprendo la atracción que sentís los hombres por ellos.

-              Perdona Susana, no he pretendido ser grosero.

-              Y no lo has sido, cargo con estas tetas desde los dieciséis años, tengo treinta y siete y estoy muy orgullosa de ellas y de lo que ellas han hecho por mí.

Terminamos la copa y la acompañé de regreso al hotel. Cuando nos íbamos a despedir me preguntó:

-              ¿Te gusto?

-              Claro que sí Susana, eres una mujer deslumbrante, que gusta a cualquier hombre y no sólo por tus pechos.

-              ¿Quieres subir?

Me acojoné vivo, estaba deseando besar y acariciar a aquella mujer. Me acordé de las advertencias de Antonia, pero no podía decirle que no.

-              Lo estoy deseando. –Le contesté por fin y empecé a empalmarme sólo de pensar que iba a estar con semejante monumento-.

Entramos en el ascensor del hotel con otra pareja que se bajó antes que nosotros. En cuanto se cerraron las puertas nos abrazamos y nos besamos en la boca. Retomamos la compostura hasta llegar a su habitación. Ya dentro, apoyados contra la puerta, volvimos a abrazarnos y a besarnos. Notaba sus tetas apretándose contra mi pecho. Ella metió una pierna entre las mías y apretó su muslo contra mi polla, que estaba ya completamente empalmada.

-              Déjame que te desnude –me dijo-.

Miraba ya sus tetas con total descaro, mientras ella soltaba los botones de mi camisa y me la sacaba de los pantalones, luego me soltó el pantalón y lo dejó caer al suelo, yo me descalcé. Volvimos a besarnos, le agarré el culo y la apreté contra mí. Luego soltó los botones de mis boxes que cayeron al suelo, quedándome totalmente desnudo. Estaba tan caliente que me dolía la polla de lo dura que le tenía.

-              Déjame que ahora te desnude yo a ti. –Le dije-.

-              No, siéntate en el sofá y mira como me desnudo para ti.

Me senté como ella me indicó. Tenía un nudo en el estómago. Ella se alejó de mí y lentamente fue soltándose los botones de la camisa, al terminar se la dejó puesta, luego se soltó los botones y la cremallera del pantalón, se dio la vuelta y se los bajó, llevaba un tanga de hilo negro y tenía un culo precioso, sus nalgas, grandes y prominentes, absorbían el tanga. Se apoyó en la cama de espaldas a mí para quitarse del todo los pantalones y se volvió a poner los tacones. Todavía de espaldas a mí se quitó la camisa, dejándola caer al suelo. El sujetador, debido al tamaño de las tetas de Susana, era bastante ancho por la espalda. Se dio la vuelta, estaba preciosa. Las copas del sujetador difícilmente le cubrían las tetas de las areolas para abajo, tenía una pequeña barriguita de lo más atractiva, el tamaño del triángulo del tanga hacía presagiar que debía recortarse bastante el pelo de su coño, sus piernas, sobre aquellos tacones, se veían preciosas. Nos miramos a los ojos.

-              ¿Te gusta lo que ves? –Me preguntó-.

-              Me vuelve loco. Eres una mujer preciosa.

-              Pues todavía no has visto lo mejor –me dijo acercándose a mí y dándome luego la espalda-. Suéltame el sujetador.

Me temblaban un poco las manos, me costó trabajo por los muchos gafetes que tenía, pero se lo solté. Ella lo sujetó sobre sus tetas y se alejó de mí. Yo no podía estar ya más caliente. Deseaba abrazar, acariciar, besar, lamer y morder el cuerpo de esa mujer. Se volvió de frente a mí y dejó caer el sujetador, tratando de cubrirse las tetas con las manos, pero era imposible, sus pequeñas manos escasamente le tapaban las areolas y los pezones. Eran unas tetas firmes muy redondas. Se veían enteras morenas, sin marcas de bañador o biquini. Tuve que empezar a sobarme la polla para tratar de aliviar la tensión que soportaba. Finalmente bajó sus manos dejándome ver unas areolas grandes marrón claro con unos pezones también grandes muy carnosos. Ya no pude aguantar más y me levanté para abrazarla y besarla.

-              Eres una mujer preciosa. –Le dije antes de besarla en la boca y agarrar su culo, que lo tenía duro y apetitoso, para pegarle la polla al vientre-.

Después de besarnos unos minutos, le di la vuelta para poder sobarle las tetas, encajar mi polla entre sus abundantes nalgas y besarle el cuello.

-              Uuuummm, me gusta mucho estar así. –Me dijo moviéndose suavemente de un lado a otro-.

Me puse en cuclillas para bajarle el tanga y besar su culo, después le di la vuelta para ver y besar su chocho. Llevaba el pelo muy corto y perfilado tipo brasileño, le besé el monte de Venus, mientras la apretaba contra mí con mis manos puestas en su culo.

-              ¿Te gustan las cubanas? –Me preguntó-.

-              Ahora me gustan más las mejicanas.

-              Tonto, me refiero a las pajas cubanas.

-              Perdona, lo que pasa es que ahora en España ha dado por llamarlas pajas rusas.

-              ¿Quieres que te haga una?

-              Todavía no, me correría inmediatamente y quiero estar mucho más tiempo contigo.

Me incorporé y volví a besarla, Susana me cogió la polla y los huevos con sus manos.

-              ¡Uuuummm, qué bueno! –Exclamé-.

Le sobé fuertemente sus nalgas y ella respondió apretándome más la polla y los huevos.

-              Por favor, ponte a cuatro patas sobre la cama mirándome, quiero ver tus tetas en esa posición. –Le pedí-.

Lo hizo. Sus enormes tetas le colgaban cerca de un palmo. Ella levantó una mano de la cama para acariciarse sus tetas sin dejar de mirarme, tuve que sobarme de nuevo la polla. Me acerqué a ella y puse mi polla a la altura de su boca, ella dejó de acariciarse las tetas para cogerla y lamerme el capullo, luego tiró para atrás de la piel y me descapulló. Tenía la polla brillante del líquido preseminal que había segregado. Ella se la metió en la boca y yo empecé a sobarle sus tetas.

-              Fóllame ya –me dijo-.

Me puse detrás de ella también de rodillas sobre la cama y empecé a rozar mi polla por su chocho, lo tenía muy mojado. Después se la fui metiendo lentamente, hasta que mis huevos toparon con su coño.

-              ¡Aaaaggg, me gusta que me follen en esta posición, acaríciame el clítoris!

Llevé mi mano a su clítoris, era grande y estaba muy salido. La visión de su culo mientras bombeaba dentro de ella me gustaba mucho. Con la otra mano le cogí su coleta y tiré de su cabeza hacia atrás.

-              Susana estoy muy cerca de correrme.

-              Yo también. Córrete luego sobre mis tetas. ¡Sigue Carlos, sigue follándome, Aaaaggg, me corro, ahora, sigue, sigue! ¡Ven aquí! -Me dijo poniéndose boca arriba en la cama-.

Me puse sobre ella, me cogió la polla y la dirigió a sus tetas, mientras me sobaba los huevos.

-              ¡Córrete ahora, córrete vamos!

Comencé a lanzar chorros uno detrás de otro hasta llenarle sus tetas. Luego me tumbé en la cama junto a ella.

-              ¡Qué barbaridad Susana, cómo me has puesto de caliente!

-              Y tú a mí, hace tiempo que no me corría con tanta intensidad.

Nos quedamos un rato quietos y en silencio, luego le dije:

-              Cuéntame más cosas sobre ti.

-              No hay gran cosa que contar. Me desarrollé muy pronto como mujer, en mi fiesta de los quince años ya tenía unas hermosas tetas que eran la envidia de mis amigas y la tentación de los chicos, pero que a mí me producían un cierto complejo, que sólo me duró hasta que me di cuenta que mis tetas iban a ser un rasgo destacado de mi personalidad. Desde la pubertad supe que era una mujer pasional, siempre me ha gustado el sexo. Tuve mi primer contacto sexual a los dieciséis años, cuando le hice una paja a un chico, mientras le dejaba que me viera y me sobara las tetas.

Susana hablaba boca arriba con la cabeza sobre dos almohadas y yo la escuchaba mirándola de lado, apoyado sobre un codo. Se veía preciosa, sus tetas desbordaban su cuerpo. Mientras hablaba había empezado a acariciarme la polla, que seguía empalmada.

-              Estudié administración de empresas. En la universidad casi todos los chicos y gran parte de los profesores me rondaban seducidos por mis tetas. Los hombres con los que tuve relaciones me pedían siempre que les hiciera una paja cubana. Me aficioné a hacerlas, me gusta sentir una buena polla dura entre mis tetas y el semen caliente cuando el hombre se corre sobre ellas. Durante mis estudios mis tetas me ayudaron a mejorar algunas notas con algunos profesores maliciosos.

Empecé a sobar de nuevo las tetas de Susana. Efectivamente, su poder de atracción podía ser enorme para cualquier hombre. Eran muy suaves y las tenía muy calientes.

-              Cuando empecé a trabajar me abrieron muchas puertas entre mis jefes, aunque también me las cerraron entre mis jefas y las esposas de mis jefes, por eso no quiero trabajar con mujeres.

-              Bueno, yo conozco a mujeres que también quedarían seducidas por tus tetas y mujeres que no les importa que las tengas así de grandes.

-              Alguna ha habido que ha querido tocármelas y besármelas, pero hasta ahora casi no he tenido relaciones con mujeres, me gustan demasiado los hombres, aunque no descarto que en algún momento pueda suceder. Me casé joven, demasiado joven tal vez. Mi esposo y yo pasamos unos primeros buenos años juntos, hasta que él se volvió muy celoso y aunque alguna razón tenía para estarlo, se puso insoportable y nuestra convivencia se volvió difícil.

Me puse sobre ella, la besé en la boca y luego fui bajando hasta terminar en sus tetas. Tenía la polla como un leño, me la cogí y empecé a darle golpes con ella en los pezones, que los tenía erectos y duros.

-              Me gusta mucho que me hagan eso –dijo ella cogiéndose las tetas y apretándoselas-. Si sigues así vas a tener que cumplir de nuevo.

-              Por mí encantado.

Eché un brazo hacia atrás y puse mi mano en su chocho, ella abrió las piernas, ahora no estaba mojado, estaba empapado.

-              Pon tu polla aquí –me dijo señalando en medio de sus tetas-.

La puse y ella la aprisionó entre sus tetas, sin dejar de acariciarle el clítoris me fui moviendo adelante y atrás, mientras ella movía sus tetas en círculos.

-              ¿Te gusta cómo te la hago? –Me preguntó-.

-              Me hace sentir en la gloria.

-              Sigue acariciándome que quiero correrme de nuevo.

Desde luego era una experta en pajas cubanas.

-              Susana no voy a aguantar mucho más.

-              Yo tampoco, tienes unos dedos mágicos.

Seguimos así un poco de tiempo más, hasta que el dije:

-              ¡Susana me voy a correr!

-              Lo sé, yo también.

Me corrí sobre su cara y sobre su pecho y ella se corrió gritándome que no parara de acariciarle el chocho. Para entonces eran más de las dos de la madrugada, ella tenía que salir temprano de viaje y yo tenía bastantes cosas que hacer al día siguiente. Nos duchamos juntos, me vestí y quedamos en hablar por teléfono próximamente.

Si se enteraba Antonia de lo que había pasado, no iba a estar muy contenta conmigo, pero era imposible decirle que no a una mujer como esa.

El método de trabajo que habíamos establecido era que RESMEX buscaba los posibles locales, ya que eran ellos los que sabían las características que debían tener y la ubicación donde los querían. Después nos remitían los que iban seleccionando y nosotros estudiábamos si podían tener algún problema.

A los quince días de empezar a trabajar con ellos, nos habían remitido varios locales y nosotros les encontramos problemas a todos. Unos tenían problemas de embargos, otros de titularidad, otros de imposibilidad del uso,…etc. Después de enviarle varios informes a Susana con los reparos, me convocó en Madrid para tener una reunión.

-              Carlos me gustaría que nos viéramos mañana por la tarde.

-              De acuerdo. ¿A qué hora?

-              Yo no puedo antes de las seis de la tarde.

-              Sin problemas, me quedaré a dormir en Madrid.

-              No hace falta que cojas hotel, mi casa es lo bastante grande como para que te quedes a dormir en ella.

Al día siguiente estaba en las oficinas de RESMEX un poco antes de la hora de la reunión. Me recibió una secretaria, muy guapa por cierto, que me pasó a una pequeña sala de espera. Cinco minutos después me dijo que la acompañara al despacho de doña Susana, entré y la secretaria cerró la puerta. Susana me recibió con un beso en la mejilla.

-              Hola Carlos me alegra verte de nuevo.

-              Igualmente Susana.

Llevaba más o menos la misma ropa de la primera reunión que mantuvimos. Estaba tan guapa como siempre y sus tetas seguían siendo un portento.

-              Carlos he querido reunirme contigo porque las cosas no van nada bien y quería tu opinión.

-              De acuerdo, ¿qué pasa?

-              Como sabes en Andalucía no hemos conseguido nada todavía. Sé que no es culpa tuya, sino todo lo contrario, te agradezco la exactitud de tus informes y las cautelas que tomas. En todo caso, no llevamos más que dos o tres semanas trabajando. El problema está en otras ciudades en las que llevamos más de tres meses, tampoco hemos tenido resultados positivos y encima por culpa de la falta de rigor de los asesores han estado a punto de engañarnos dos veces. Ha tenido que ser el propio notario el que nos ha desvelado los problemas que había. Cuando hemos conseguido algún local adecuado y sin problemas, se nos han adelantado a comprarlo.

-              Vaya, lo siento.

-              Mario, el directivo al que conociste, está empezando a impacientarse conmigo. No sé dónde está el problema.

-              ¿Quién os facilita los locales?

-              Normalmente, una agencia inmobiliaria que han seleccionado en central, pero también algunos propietarios directamente.

-              Los que yo he estudiado venían de la agencia.

-              Sí, vamos creo que sí.

-              ¿Qué comisión os cobra?

-              Un cinco por ciento.

-              Pues cambia de agencia. Por la comisión que os cobra, antes de presentaros los locales tendría que estudiarlos, no limitarse a poneros en contacto con los propietarios.

-              Me lo tienen que autorizar en México.

-              Respecto a los asesores que han metido la pata, cámbialos primero que nada. Que te engañen con los locales, es mucho peor que no conseguir locales.

-              Tienes razón. Vamos a dejar el trabajo por hoy, estoy cansada y necesito relajarme.

Nos fuimos andando desde las oficinas de RESMEX hasta la casa de Susana.

-              He tenido suerte con la casa que he alquilado. Es céntrica, está muy bien y tiene una terraza grande.

Efectivamente, el edificio tenía muy buena pinta. Cuando nos montamos en el ascensor empezamos a besarnos de forma muy apasionada.

-              Tenía muchas ganas de estar contigo de nuevo. –Le dije-.

-              Yo también de estar contigo, me encuentro un poco sola.

El piso estaba muy bien, grande y con una bonita decoración.

-              Has tenido más suerte con tu piso que con los locales.

-              Pues sí. Le he dicho a la asistenta que deje algo preparado en la terraza para cenar. No sé si tengo más hambre o más ganas de follar. –Me dijo antes de besarme-. Aunque creo que deberíamos cenar primero para coger fuerzas.

-              Cómo quieras.

-              Perdóname un momento que voy a ponerme cómoda.

Me dejó en el salón y ella desapareció por una puerta que parecía dar a un pasillo. Me dediqué a mirar las cosas que había en el salón y luego me senté en un sofá. Ella volvió con una fina bata de casa, por encima de las rodillas, de color rojo.

-              ¿Te apetece un margarita? –Me dijo al entrar en el salón-.

-              Claro.

Mientras preparaba la jarra de margarita me pegué a ella por detrás. Me pareció que no llevaba nada bajo la bata.

-              ¡Uuummm, que bueno que ya estés así! –Me dijo al notar mi polla erecta entre sus nalgas-.

Salimos a la terraza, en un lado había una amplia tumbona.

-              ¿Tomas el sol aquí? –Le pregunté-.

-              Me gusta tomar el sol desnuda, lástima que sólo puedo hacerlo los fines de semana. Me aficioné la otra vez que estuve en España. Es un placer casi inigualable.

-              Yo quiero aficionarme, una amiga, que tiene unas tetas casi como las tuyas, es nudista y me está metiendo el gusanillo.

-              ¿Te refieres a Mari Carmen, la abogada de Córdoba?

-              Sí, ¿la conoces?

-              Me la han presentado antes de alguna reunión.

Nos sentamos a tomarnos el margarita en la mesa de la terraza. Sus grandes tetas luchaban contra la fina tela de la bata en la que se señalaban sus pezones, que debían estar ya erectos.

-              Parece una chica muy simpática y muy capaz. –Me dijo refiriéndose a Mari Carmen-.

-              Y lo es. ¿Con ella tampoco podrías trabajar?

-              Creo que con ella sí. Cuando nos presentaron, hubo una especie de corriente de solidaridad entre nosotras por razones evidentes.

Yo no conseguía que se me bajase la erección y me dolía la polla contra el pantalón.

-              ¿Te importa si yo también me pongo cómodo? –Le dije-.

-              Claro que no, perdóname te lo tenía que haber ofrecido. Ven y te doy un albornoz.

Nos levantamos y la acompañé dentro del piso, cruzamos el salón y salimos por la misma puerta que ella lo había hecho antes. Entramos en un dormitorio que no parecía el principal, de un armario sacó un albornoz y me lo pasó. Se sentó en la cama mirándome mientras yo me desnudaba.

-              Me gusta el cuerpo de los hombres jóvenes. –Dijo-.

-              A mí me gusta el cuerpo de las mujeres maduras.

Yo seguía con la polla como un palo. Me puse el albornoz, que era incapaz de disimular mi erección y volvimos a la terraza a seguir tomando el margarita.

-              Una vez, estando en la universidad, después de cenar en la cantina, me di cuenta que no tenía dinero para pagar la cuenta. –Empezó a contarme-. Me solté un botón más de mi camisa, fui en busca del mesero y se lo dije. Me miró descaradamente las tetas y me contestó que olvidaría la cuenta si le dejaba hacerse una paja mirándome las tetas. Miré hacia su entrepierna y tenía un bulto tremendo. Le contesté que de acuerdo, pero que sólo podría mirar. Me condujo al almacén de la cantina, encendió la luz y cerró la puerta. Me senté sobre unas cajas y despacio me quité la camisa y me saqué las tetas del sujetador. –El relato de Susana me estaba calentando todavía más de lo que ya estaba-. El hombre se bajó los pantalones, tenía la polla a reventar y empezó a hacerse una paja mirándome las tetas. Me excitó que aquel hombre estuviera así de verme las tetas.

-              Ábrete la bata –le pedí-.

Susana lentamente se soltó el cinturón y dejó sus tetas al aire. Yo me abrí también el albornoz, descubriendo mi polla y empecé a hacerme una paja mirándola.

-              ¿Te excita verme las tetas tanto como al mesero?

-              Creo que a mí me excita todavía más. Sigue con la historia, por favor.

-              Sí, pero a ti quiero ser yo quien te haga la paja, ven aquí.

Me levanté y me puse de pie en frente de ella. Susana me cogió la polla y empezó a mover su mano derecha, mientras que con la izquierda se sobaba las tetas.

-              El mesero tenía una polla no muy larga, pero sí muy gorda, tanto que no podía cerrar la mano sobre ella. Respiraba muy fuerte y se le veía muy alterado. Creo que trataba de prolongar el momento de correrse, para así seguir viéndome las tetas. Tras unos minutos aceleró el ritmo de su paja y tras soltar un grito empezó a correrse a grandes chorros sobre el suelo. Lanzó por lo menos seis o siete y estuvo otro par de minutos sobándose tras correrse. Cuando terminó de sobarse la polla, metí mis tetas en las copas del sujetador, me puse la camisa y lo dejé en el almacén. Yo me había puesto tan caliente que tuve que meterme en el aseo a hacerme un dedo.

-              Susana, me voy a correr –le dije-.

-              Córrete sobre mis tetas, me encanta sentir el semen caliente sobre ellas.

Apreté sus tetas con mis manos para juntárselas más.

-              ¡Ahora Susana, sigue no pares, sigue, sigue!

Empecé a soltar chorros que se estrellaron contra sus tetas, mientras seguía apretándoselas. Noté que Susana se estaba corriendo también, pero de una forma muy especial, como si estuviera en un trance. Me apoyé en la mesa.

-              ¿La historia es cierta o te la has inventado? –Le pregunté cuando recuperé el aliento-.

-              Totalmente cierta desde el principio hasta el final.

-              Pues me ha puesto como una moto.

-              Me ha excitado tanto contártela mientras te hacía una paja y me sobabas las tetas, que me he corrido sin tocarme.

-              ¿Por qué me la has contado?

-              Porque he visto que necesitabas correrte y me apetecía contártela.

Susana se levantó y volvió a los dos minutos.

-              Tenía que limpiarme, no iba a cenar así.

Empezamos a picar algo de lo que había sobre la mesa.

-              ¿Te gustan los relatos eróticos? –Me preguntó en un momento de la conversación-.

-              No he leído muchos, ¿y a ti?

-              Los buenos y divertidos me apasionan. Me identifico con algunos personajes y me imagino detalladamente las escenas de sexo que me excitan. Algún día tenemos que leer uno juntos.

-              Me encantaría.

Terminamos de cenar y tomando dos tequilas, Susana me dijo:

-              He estado pensando en la conversación que hemos tenido esta tarde. Voy a plantearle a la empresa el cambio de la agencia y sustituirla por agencias locales más pequeñas y más profesionales. Sé que habrá cierto revuelo, pero no podemos seguir así.

-              Una cosa Susana, ¿tenéis algún rival en la competencia que quiera frenar vuestra expansión?

-              Creo que no, si fuera así lo sabríamos.

-              ¿Y tú tienes rivales en tu empresa?

-              Siempre hay rivales, las empresas grandes son muy competitivas.

-              Piensa en ambas cosas, a ver si llegas a alguna conclusión.

-              ¿Carlos cómo es Antonia tu socia?

-              No te puedo decir más que yo siento adoración por ella. Inteligente, trabajadora, audaz, luchadora, buena persona y buena amiga. Le debo mucho, por no decir todo. ¿Por qué lo preguntas?

-              Por curiosidad, me gustó cuando la conocí. ¿Estáis liados?

-              Lo estuvimos un tiempo, pero ella es radical en no mezclar los negocios con el sexo dentro de la empresa, así que se acabó.

-              Carlos, quiero que Antonia y tú me hagáis un informe sobre el contrato de la agencia inmobiliaria, su actuación y la posible recisión del contrato.

-              Me gusta que pienses en Antonia para el informe, no te vas a arrepentir.

-              Bueno, tendremos que irnos a la cama, que mañana tengo un día difícil y quiero estar despejada.

-              ¿Puedo dormir contigo? –Le pregunté-.

-              Claro que sí, pero te advierto que duermo desnuda.

-              Yo también.

Nos fuimos a la cama y nos venció el sueño de inmediato. Me desperté antes que Susana, estaba encima de las sábanas durmiendo de costado hacia el otro lado de la cama. Me volví para mirar su espalda, su culo y sus piernas. Me excité al contemplarla y me empalmé. Con la cabeza sobre mi brazo me pegué a ella, encajando mi polla entre sus nalgas y pasé un brazo sobre ella para poner mi mano sobre sus tetas.

-              ¿Te levantas tan cariñoso todas las mañanas? –Me dijo sin moverse de la posición que estaba-.

-              Si me despierto con una mujer como tú, sí.

Abrió las piernas metió su brazo entre ellas, me cogió la polla, la puso entre sus muslos y las cerró. Empezó un pequeño balanceo hasta conseguir que mi polla rozara su clítoris, con su mano apretó mi capullo contra él a la misma vez que me masajeaba el frenillo. Su chocho estaba muy húmedo y mi polla se deslizaba sobre él sin el menor problema. Mientras ella se movía suavemente, yo le sobaba sus tetas, que todavía me parecían más grandes que la noche anterior.

-              ¡Qué buen despertar me estás dando! –Me dijo suspirando cada vez más fuerte-.

-              Y tú a mí. Sigue moviéndote que no voy a tardar nada en correrme.

-              Córrete cuando quieras, yo también voy a correrme.

Me producía mucho placer tener además los huevos pegados a sus muslos.

-              ¡Aaaaggg! –Grité cuando empecé a correrme-.

-              ¡Qué bueno y qué largo! –Exclamó Susana cuando terminó de correrse-.

Saqué mi polla de entre sus muslos y ella se giró para besarme.

-              Tengo que levantarme, tú quédate en la cama si quieres –me dijo-.

-              Me levanto cuando termines en el baño, tengo el tren a las diez.

Cuando salió del baño entré yo y una vez vestido, fui al salón. Susana estaba desayunando y una mujer mulata con un uniforme de asistenta bastante corto le estaba sirviendo café.

-              Mira Carlos te presento a Yesica, mi asistenta desde hace años que se ha venido conmigo a España.

-              Encantado –le dije-.

-              Igualmente señor –contestó ella-. ¿Desea café?

-              Sí, por favor, me hace falta para terminar de despertarme.

Yesica salió del salón.

-              Ella es de Venezuela y lleva conmigo más de diez años. No ha querido dejarme y para mí ha sido estupendo. No te olvides del informe que os he pedido, es muy importante.

-              Espero que podamos tenerlo en una semana como mucho.

-              Perfecto.

Susana terminó de desayunar, yo de tomar café y bajamos juntos a la calle. Ella se fue para sus oficinas y yo para coger el tren. Sobre la una del mediodía llegué al bufete y fui a ver a Antonia.

-              ¿Qué tal la reunión con Susana?

-              Está muy preocupada, todavía no ha conseguido ni un local. La agencia es un petardo que no da ni una. Nos ha pedido un informe completo sobre ella. Quiere cambiarla, pero se lo tienen que autorizar en la central. ¿Te importa hacer tú el informe?

-              No, pero igual no le hace gracia a Susana que yo lo haga.

-              Ha sido ella la que ha pedido que tú intervengas en el tema.

-              En ese caso me pongo ahora mismo.

Una vez al mes nos reuníamos Mari Carmen, Antonia y yo para comer y repasar los asuntos que compartíamos los dos bufetes. El viernes de esa semana tocaba la comida en Sevilla. Mari Carmen nos adelantó que también asistiría Mónica, pues estaba muy preocupada con los problemas de nuestro cliente mejicano. Nos vimos a las dos en el restaurante al que habitualmente íbamos Antonia y yo.

-              Carlos, ¿por qué no nos pones un poco al día de cómo van las cosas de RESMEX? –Me dijo Antonia-.

-              Hay poco que decir, RESMEX no consigue encontrar locales para su expansión ni en Andalucía, que es lo que nos afecta directamente, ni en ninguna otra parte. Antonia y yo estamos convencidos de que la agencia inmobiliaria que tienen contratada no cumple con sus obligaciones. Susana nos ha pedido un informe con la idea de pedir la recisión del contrato a la central.

-              He estado estudiando el contrato y la agencia no cumple ni la tercera parte de sus obligaciones. –Dijo Antonia y continuó-. Yo soy partidaria de rescindirlo cuanto antes, aunque esa decisión no es nuestra ni siquiera es de Susana.

-              ¿Por qué la decisión del contrato con la agencia es de la central? –Preguntó Mónica-.

-              La agencia es una multinacional norteamericana, posiblemente esté trabajando con RESMEX en otros países o tengan intereses conjuntos de algún tipo. –Le contestó Antonia-.

Noté como Antonia y Mónica no dejaban de mirarse. Me pareció que entre ellas había algo más que interés profesional.

-              ¿Cómo cobra la agencia? –Volvió a preguntar Mónica a Antonia-.

-              Cobra una buena comisión a la firma de la escritura de compraventa.

-              Pues no entiendo nada. Si no hay locales no hay cobro. Están tirando piedras a su propio tejado. –Dijo Mónica-.

-              Eso parece, posiblemente sea un problema de incapacidad de sus colaboradores, que está afectando gravemente a nuestro cliente. –Le contestó Antonia-.

Terminamos de comer y Antonia y Mónica dijeron que tenían que marcharse, nos quedamos Mari Carmen y yo, tomando una copa de sobremesa.

-              ¿Qué te ha parecido Susana? –Me preguntó Mari Carmen-.

-              Una mujer muy competente.

-              No me refiero a eso.

-              Es muy atractiva y como me dijiste parece tener unas tetas tan grandes como las tuyas.

-              ¿Habéis follado ya?

-              Mari Carmen cada día te pareces más a Antonia.

-              Dime la verdad, nosotros no nos ocultamos esas cosas.

-              Sí, un par de veces.

-              Eres incorregible.

-              ¿Qué hago si ella me lo pide, le digo que no?

-              Serías tonto si le dices que no. ¿Lo sabe Antonia?

-              Por supuesto que no, si ella se entera me mata.

Pagamos y nos fuimos del restaurante a mi apartamento.

-              Sigue haciendo mucho calor. –Dijo Mari Carmen mientras nos desnudábamos-.

Me gustaba mucho Mari Carmen y no sólo físicamente, su carácter amable y su serenidad personal me daban mucha paz. Me tumbé en la cama y ella se puso sobre mí.

-              ¿Tiene las tetas aun más grandes que las mías?

-              No sabría decirte, son distintas.

-              Cógemelas, a ver si así te acuerdas.

Puse mis manos sobre las tetas de Mari Carmen y ella echó su brazo hacia atrás para cogerme la polla.

-              ¡Uuummm Mari Carmen, como me gusta!

Ella movió su culo y lentamente se metió mi polla en su chocho.

-              ¿Crees que Antonia y Mónica se han liado esta tarde? –Me dijo-.

-              Es posible, no han parado de mirarse la una a la otra.

Mari Carmen movía su culo arriba y abajo. Bajó su torso para encajar mi cabeza entre sus tetas, aproveché para besárselas y sobárselas.

-              ¡Qué bien sabes manejar mis tetas! Espero que te haya servido para lucirte con Susana.

Mari Carmen cambió el movimiento de su culo para hacerlo ahora adelante y atrás.

-              ¿Quieres correrte ya? –Le pregunté-.

-              Sí, no tengo mucho tiempo antes de volver a Córdoba.

-              ¿Qué tienes que hacer?

-              He quedado para cenar con un amigo.

-              Me alegro por ti. Sigue moviéndote, que me estoy poniendo muy caliente y no voy a tardar en correrme.

Mari Carmen aceleró el movimiento de sus caderas y yo le puse las manos en su culo.

-              ¡Carlos me voy a correr!

-              ¡Y yo también, sigue, sigue, sigue moviéndote. Aaaaggg! –Grité cuando empecé a correrme-.

Nos quedamos unos minutos en la cama, luego Mari Carmen se duchó sin que yo dejara de mirarla, se vistió y se fue. Pase un fin de semana bastante tranquilo y el domingo por la tarde recibí un correo de Antonia con el informe que nos había solicitado Susana. El informe era muy completo y abría la puerta a la recisión del contrato de la agencia inmobiliaria.

El lunes después de comentarlo con Antonia, le pedí que lo firmara ella y se lo remití a Susana. No tuve noticias de ella hasta el miércoles, cuando me llamó por teléfono.

-              Buenos tardes Susana. ¿Qué noticias hay de la central?

-              Malas, México se niega a cambiar de agencia, dicen que ambas empresas tienen demasiados intereses comunes y que rescindir el contrato en España tendría consecuencias en otros países.

-              ¿Qué piensas hacer?

-              No lo sé todavía, acaban de decírmelo. Tengo ganas de verte.

-              Y yo a ti, ¿nos vemos la semana que viene? –Le propuse-.

-              De acuerdo, ya vemos el día.

Le comenté a Antonia la conversación con Susana y ambos coincidimos en que la cosa pintaba mal.

El viernes vino Antonia a mi despacho para contarme novedades sobre la agencia inmobiliaria.

-              Anoche conocí al director en Andalucía de la agencia inmobiliaria. Contrariamente a lo que pensábamos, me pareció un profesional bastante cualificado. Le conté nuestra colaboración con RESMEX y le dije que estábamos muy extrañados con lo que estaba pasando y curiosamente me dijo que él también.

-              ¿Cómo?

-              ¿Cuántos informes hemos hecho nosotros?

-              En toda Andalucía nueve o diez.

-              Eso creía yo, pero él me comentó que desde la delegación habían enviado a su central más de treinta locales en Andalucía y que su central había rechazado más de dos tercios, todos los que eran viables, y habían dejado sólo los inviables.

-              ¡Qué cosa más rara!

-              Ya. Le pregunté si esa actuación era normal y me dijo que en absoluto. Al parecer ellos, por sus procedimientos internos, antes de hacer cualquier propuesta tienen que obtener el visto bueno de su central, pero que normalmente es algo rutinario, justo al contrario de lo que está pasando con RESMEX.

-              O sea que el problema está en la central de la agencia no en las delegaciones. Eso justificaría que los problemas se produzcan en toda España.

-              Tienes que hablar con Susana y contárselo. Debe pedirle explicaciones a la central de la agencia. –Concluyó Antonia-.

Llamé a Susana.

-              Hola Susana.

-              Hola Carlos, una alegría oírte.

-              Tenemos que hablar urgentemente.

-              Si quieres te invito a pasar el fin de semana en Madrid, hablamos y también pasamos unos buenos ratos.

-              Por mí perfecto. Puedo coger el tren de las seis.

-              Estupendo, te espero en mi casa para cenar.

Durante el viaje le estuve dando vueltas al tema, claramente alguien estaba saboteando el trabajo de Susana. La cuestión era quién.

Cuando llegué a casa de Susana me abrió Yesica, su asistenta, y me hizo pasar a la terraza. Siguiéndola por el piso observé que tenía un culo portentoso. Susana me esperaba sentada en la terraza.

-              Hola Carlos. Gracias por venir. –Me dijo besándome en los labios delante de su asistenta-.

-              No hay de qué.

-              Charlamos mientras cenamos. Le he pedido a Yesica que se quedé para servir la cena.

-              Como tú quieras, estamos en tu casa.

Susana estaba esplendida con un vestido entallado negro por encima de la rodilla, bastante descotado, luciendo su espléndido par de tetas.

Cenando le conté lo que Antonia había descubierto del funcionamiento de la agencia. Se quedó tan sorprendida como nos habíamos quedado nosotros.

-              ¿No te parece todo muy raro? –Me preguntó-.

-              Sí, nosotros tampoco entendemos nada. Al principio creímos que los de la agencia eran unos inútiles, pero ahora creemos que alguien pretende sabotearte.

-              Carlos, por favor, quédate hasta el lunes y acompáñame a una reunión con los responsables de la agencia.

-              Como quieras, yo encantado.

Terminamos de cenar y tomamos unos tequilas al fresco de la terraza. Yesica entraba y salía retirando las cosas de la mesa. Desde luego aquella mujer tenía uno de los mejores culos que yo había visto en mi vida. Susana notó como lo miraba.

-              ¿Es hermoso verdad? –Me preguntó-.

-              ¿A qué te refieres?

-              Al culo de Yesica, he notado como se lo miras.

-              Perdona Susana, pero es demasiado hermoso como para no mirarlo.

-              No tengo nada que perdonar, a mí también me parece hermosísimo. ¿Vamos al dormitorio? Tengo algo para ti.

Nos levantamos y le seguí al dormitorio. Susana le dijo a Yesica que podía retirarse cuando quisiera.

Ya en el dormitorio comenzamos a besarnos muy apasionadamente. Le bajé la cremallera a su vestido. Ella lo dejó caer al suelo. No llevaba sujetador y sus grandes tetas se veían preciosas, se quedó sólo con las medias, el liguero que las sujetaba y un pequeño tanga negro, que luego se quitó también.

-              Estás preciosa. –Le dije-.

-              Me lo he puesto para ti. Las mujeres ganamos mucho con liguero y medias.

Yo ya tenía la polla a reventar debajo de los pantalones. Solté los botones de mi camisa, mientras ella me soltaba la tirilla del pantalón y metía la mano bajo los boxes.

-              ¡Uuuummm, como me gusta coger la polla dura de un hombre!

Terminé de desnudarme y volví a abrazarla y a coger su duro culo. Me llevó a la cama y cogió una tablet que tenía sobre la mesilla de noche.

-              ¿Vas a trabajar ahora? –Le pregunté-.

-              No –dijo riéndose-. ¿Te acuerdas que el otro día te dije que me gustaría leerte algún relato erótico?

-              Sí.

-              Pues eso voy a hacer ahora. Escucha e imagina.

Me dispuse a escuchar, mirándola mientras ella comenzaba a leer.

“Un deseado Trío.

Mi nombre es Yesica. Cuando sucedió lo que os voy a relatar tenía cuarenta años. Soy una mujer mulata, nacida en Venezuela y sin falsa modestia debo decir que soy una mujer hermosa. Un metro setenta, guapa de cara, pelo negro largo, unas bonitas tetas más grandes que pequeñas, pero sobre todo un culo espectacular, que es el centro de atención de todos los hombres a mi alrededor y de no pocas mujeres.

Entonces vivía en Madrid, donde me había trasladado desde México acompañando a la señora a la que llevaba ayudando en su hogar durante más de diez años. Me gustan los hombres y también las mujeres. ¿Por qué tendría que perderme a la mitad del género humano? Mi relación con la señora era más que la relación propia de una asistenta. La deseaba secretamente.

Mi señora se llama Susana, entonces tenía treinta y siete años, de menor estatura que yo, morena de pelo negro, guapa, con una preciosa boca de labios carnosos, bonita figura, unas muy grandes tetas y un culo muy atractivo, sin llegar a ser el mío. Cuando la veía desnuda sobre la cama al ir a despertarla o duchándose cuando me pedía una toalla, mi chochito se mojaba inmediatamente y cuando ella se marchaba a trabajar yo me tenía que hacer un dedo para poder seguir con mis tareas.

Yo sabía que a ella le gustaban los hombres y mucho, por eso no había querido confesarle nunca mi deseo por ella. Un día me dijo con la cara muy triste:

-              Yesica me encuentro muy sola aquí en Madrid. No conozco a nadie. Hace meses que no tengo relaciones sexuales y las necesito”

Me quedé de piedra con el inicio del relato. Trataba sobre ella y Yesica y deduje que lo tenía que haber escrito una de las dos. Esto hizo que le prestara bastante más atención.

 

“Nuestra relación era más de amistad, que de señora y asistenta, pero nunca me había hecho una confesión como esa. Pensé que tenía que ayudarla, al menos en lo que yo pudiera. Soy una mujer muy caliente, como buena caribeña, y yo tampoco tenía a nadie con quien satisfacer mi pasión, por lo que había cogido la costumbre de usar por las noches un vibrador, que me consolaba de mi soledad.

Mi rutina era siempre parecida. Me acostaba desnuda sobre la cama y en mi tableta leía relatos eróticos que terminaban poniéndome a mil. Podría haber visto porno, pero me resulta más excitante leer e imaginarme yo las situaciones, incluyéndome como alguno de los personajes. Entonces cogía el vibrador, que era de esos con un complemento para aplicar al clítoris, estaba ya tan mojada que no necesitaba aplicar ningún lubricante, me metía dos dedos en el chocho y con los jugos que sacaba me lubricaba el clítoris, recreando los relatos que hubiera leído, me metía el vibrador en el chocho y pegaba el complemento a mi clítoris, mientras me pellizcaba los pezones y me sobaba las tetas. Cinco o diez minutos más tarde me corría muriendo del gusto.

Yo sabía que Susana no tenía un vibrador, así que decidí comprarle uno como el mío. Hice un paquete para enviarlo por correo y dentro puse un letrero que decía “muestra de cortesía” e imprimí una imagen de la página de “todorelatos.com”, para que se aficionara también a los relatos eróticos, y también la puse en el paquete. Cuando llegó el paquete se lo dejé en la mesa de la entrada, para que ella lo abriera cuando llegase por la tarde, hora a la que yo ya no estaría. Deseé que le entrara la curiosidad y aliviase su pasión, como yo hacía normalmente.

Cuando llegué temprano a la mañana siguiente, el paquete no estaba donde se lo había dejado. Sin hacer ruido me acerqué hacia su dormitorio y escuché el zumbido del vibrador. Miré por la puerta entreabierta y estaba boca arriba en la cama con el vibrador dentro del chocho, el complemento dentro de su ojete del culo, mientras que con la otra mano se apretaba sus grandes tetas. La escena me puso más que a mil y decidí que tenía que hacer algo para que disfrutáramos juntas de ese vibrador.

-              ¿Yesica, tu sabes algo de un paquete que me llegó ayer? –Me preguntó mientras le servía el desayuno-.

-              No señora, lo trajo una empresa de paquetería y como venía a su nombre y no había que pagar nada lo recogí. ¿Por qué?

-              No por nada, simple curiosidad.”

 

Yo ya estaba muy excitado antes, pero la lectura de Susana me estaba poniendo como unas brasas. La miraba en su atractiva desnudez y no sabía cuánto tiempo podría estar sin asaltarla.

“Pasaron los días y muchas mañanas pude ver cómo usaba el vibrador en diferentes posturas desnuda sobre la cama. Su carácter había mejorado algo, pero seguía estando abatida. Cambié mi uniforme de asistenta por otro con una faldita más corta, tanto que cuando me agachaba dejaba ver mi hermoso culo mulato con un pequeño tanguita. Mientras ella desayunaba yo trataba de agacharme delante suya.

-              Yesica te has cambiado el uniforme, ¿no?

-              Sí señora, con el otro me veía muy fea y muy mayor.

Yo veía por los espejos del salón, que cuando me agachaba no quitaba la vista de mi culo.

-              Yesica tienes un culo hermosísimo –me dijo un día-.

-              Gracias señora –le respondí acercándome a ella, poniéndome de espaldas y levantándome la falda-.

-              ¿Puedo tocártelo?

-              Claro señora, de qué me sirve tenerlo tan hermoso, si nadie me lo mira y me lo acaricia.

Susana puso sus dos manos sobre mi culo, me lo acarició y después me lo apretó.

-              ¿Puedo besarlo?

-              Por supuesto señora, hace tiempo que nadie lo hace y lo echo de menos.

Puso sus manos en mis caderas, me atrajo hacia ella y comenzó a besármelo y mordérmelo.

-              Yesica me he puesto muy caliente con tu culo. ¿Crees que tú y yo podríamos llegar a algo más?

-              Es lo que más deseo desde hace años. –Le contesté cogiendo sus manos de mis caderas y llevándolas a mi chocho por debajo del tanga-.

-              Estas empapada.

-              Me imagino que igual que la señora.

-              No me llames señora, llámame Susana.

-              Lo siento señora, pero no debo hacer eso.

Se levantó de la silla y me dio la vuelta para besarme en la boca. Sus tetas se presionaban contra las mías deliciosamente. Todavía no se había vestido para ir a su despacho e iba con el albornoz de haber salido de la ducha. Se lo abrí para sobar la suave piel de su culo.

-              Gracias por tu regalo. –Me dijo sin dejar de sobar ella también mi culo-.

-              ¿Qué regalo señora?

-              No te hagas la tonta, sé que el vibrador fue un regalo tuyo. Yo he comprado un regalo para las dos.

Dejó caer el albornoz al suelo, quedándose desnuda, me cogió de la mano y se dirigió a su dormitorio. Sus tetas desbordaban su cuerpo y se veían grandes y redondas. En el dormitorio me soltó los botones del uniforme y me quitó el sujetador para besarme las tetas mientras me las apretaba.

-              Tú me has visto desnuda cientos de veces, pero esta es la primera que te veo yo a ti. Eres una mujer espectacularmente bella. –Me susurró-.

-              Ya me gustaría parecerme a usted, señora. ¿Qué es eso que ha dicho antes de un regalo para las dos?

-              Ah sí, con la emoción de verte desnuda se me había olvidado.

Abrió el armario, sacó una caja de color violeta y me la pasó para que la abriera. Lo hice y dentro había un artefacto con unas correas y un triángulo del que salían dos pollas de buen tamaño mirando cada una para un lado del triángulo.

-              ¿Te gusta? –Me preguntó-.

-              Me encanta –le dije metiéndome una de las dos pollas en la boca y chupándola-.

Fui a quitarme el tanga para quedarme completamente desnuda, pero ella me dijo:

-              No te lo quites, me gusta todavía más tu culo con el tanga. Túmbate en la cama.

La obedecí y ella se puso sobre mí para hacer un “69”. Empezamos a lamernos y modernos los chochos. El suyo olía al principio a mujer recién duchada, pero enseguida empezó a oler a mujer caliente.

-              Señora me voy a correr.

-              Yo también, nunca me habían comido el coño tan bien como tú lo haces.

-              ¡Ayyyy virgencita, que bueno, que gusto…! –Dije mientras me corría-.

-              ¡Aaaaggg, sigue comiéndomelo, sigue, sigue, no pares, aaaagggg, me corro, me corro…!

Tras corrernos quedamos las dos tumbadas en la cama en sentido contrario, tratando de recuperar el resuello.

-              Señora, la deseo en secreto desde hace años.

-              Debías habérmelo dicho. A mí me gustan mucho los hombres, pero también las mujeres tan atractivas como tú.

Ella se movió y se puso sobre mí.

-              ¿Te gustan mis tetas? –Me preguntó-.

-              Me hubiera gustado tener unas tetas como las suyas.

-              ¿Quieres sobármelas?

-              Lo deseo más que nada.

Puse mis manos sobre sus tetas y empecé a acariciárselas y a pellizcarle los pezones. Estaba otra vez caliente como antes de correrme.

-              Señora quiero que me folle con su regalo.

-              No Yesica, quiero que te lo pongas y hacerte yo una cubana.

Sólo con la idea casi me corrí de nuevo. Cogí el artefacto me metí una de las pollas en el chocho, me cerré las correas y puse en marcha el vibrador de las dos pollas. La señora se metió los dedos en el chocho y con sus jugos lubricó la otra polla. Yo me puse sobre ella y coloqué la polla entre sus tetas, ella se las apretó y capturó la polla, yo eché los brazos hacia atrás y puse mis manos en su chocho.

-              ¿Sientes esta polla como si fuera tuya? –Me preguntó-.

-              Si señora.

-              Muévete un poco más para que pueda chuparte la punta.

La señora tenía el chocho encharcado, yo lo acariciaba y trataba de meterle dos dedos.

-              Yesica hacer cubanas es lo que más me pone. No voy a tardar nada en correrme otra vez.

-              Ni yo señora.

La señora se movía las tetas haciendo círculos con cada una de ellas. No puedo negar que el efecto del vibrador que tenía dentro del chocho me hacía mella, pero era ver a la señora haciéndome una paja cubana, lo que de verdad me sacaba de mis sentidos.

-              ¡Me corro Yesica, córrete conmigo, aaaaggg, ya, ya, aaaggg!

-              ¡Y yo y yo!

Me dejé caer y paré el vibrador o iba a morir del gusto.”

 

-              Para un momento Susana. –Le pedí-.

-              ¿Por qué? ¿No te gusta?

-              Claro que me gusta. Os conozco a las dos, conozco el escenario, os imagino haciendo lo que narra el relato y creo que estoy más caliente que en toda mi vida.

-              De eso se trata, de excitarse y de excitar a otros.

-              ¿Quién lo ha escrito?

-              Yesica y yo misma mano a mano. Somos muy aficionadas a leer relatos eróticos y hemos empezado a escribir alguno.

-              Pues para sólo haber empezado a escribir, os está saliendo de lo más caliente.

-              Es muy divertido escribirlos y más con una como protagonista. Yo también me he puesto muy caliente.

Susana dejó la tablet a un lado, se giró en la cama, abrió sus piernas y me dijo:

-              Cómeme el chocho –y después se metió mi polla en la boca-.

-              No voy a durar nada –le dije-.

-              Yo tampoco, uno rapidito para poder seguir con la lectura.

Su chocho estaba empapado y le olía fuertemente a sus jugos. Se lo lamí con ansia y le acaricié su clítoris con pasión.

-              ¡Susana me voy a correr!

-              Lo sé y yo también. ¡Aaaaggg, sigue chupando, sigue,…!

Susana se calló porque empecé a correrme en su boca como una fiera, como si no hubiese un mañana.

-              ¡Joder que calentón! –Le dije-.

-              Ahora ya podemos seguir leyendo, que viene lo mejor. –Me dijo después de tragarse mi corrida y volver a la posición en que estaba antes-.

“Al rato de permanecer en silencio, la señora dijo:

-              El otro día conocí en Sevilla a un joven diez u once años más joven que yo y yo follamos como los ángeles. Necesitaba mucho hacerlo tras meses de abstinencia. –Me dijo la señora-.

-              Me alegro señora, somos mujeres muy calientes y estamos muy necesitadas.

-              Después de follar, pensé que nunca he hecho un trío y que me apetecía mucho hacerlo.

-              Yo no lo hago desde que vivía en Venezuela. Mi ex marido era muy pervertido y me compartía con sus amigos. A mí me apetecería hacerlo con usted y con ese joven.

-              Carlos, se llama Carlos y tiene que venir por Madrid en los próximos días, podemos aprovechar la ocasión.

-              Lo estoy deseando.”

 

-              ¡Vamos no me jodas! –Exclamé-.

-              Me temo que sí te vamos a joder –me contestó Susana riéndose-.

“A los pocos días la señora me dijo cuándo la desperté chupándole las tetas, que me quedara esa noche para ayudarla con la cena.

-              Claro señora. ¿Viene el joven Carlos?

-              Exacto, vamos a pasar los tres una gran noche.

-              Ya estoy mojada señora.

Necesitaba follar con un hombre más que respirar. Pasé el día inquieta y a las ocho de la tarde llegaron los dos. Me había subido todavía un poco más la faldita del uniforme y me había puesto un sujetador de esos que suben y juntas las tetas.

-              Carlos, te presento a mi asistenta Yesica, es más que una amiga.

Noté como la mirada de Carlos recorría mi cuerpo evidenciando su deseo también por mí, además de por Susana.

-              Encantado Yesica –me dijo extendiendo su brazo para darme la mano, pero yo me adelanté y le di dos besos en las mejillas muy cerca de las comisuras de los labios-.

-              Yesica por favor, nos preparas unos margaritas.

-              Claro señora.

El tal Carlos estaba bien rebueno y mi chochito no dejaba de segregar jugos pensando en lo que podría pasar. Cenaron y después de tomar unos tequilas. La señora me dijo en un aparte:

-              Vamos al dormitorio, dame diez minutos y entra.

Nada más entrar al dormitorio, me coloqué en la puerta que la señora había dejado entreabierta.

-              ¿Te ha gustado Yesica?

-              Hombre claro. Es una mujer muy atractiva y exótica, nunca me he acostado con una mulata.

-              Ellas dicen que son unas mujeres muy fogosas. Hoy me apetece que juguemos a algo especial. –Le dijo la señora mientras lo besaba y lo desnudaba-.

-              ¿Algo cómo qué?

-              Déjame que te ate a la cama.

-              Susana, me encanta que seas tan juguetona.

Pude ver que, una vez desnudo el joven Carlos y ya bien empalmado, la señora sacaba unas cintas del armario, mientras él pegado a su culo le sobaba sus voluminosas tetas todavía cubiertas por su camisa.

-              Túmbate boca arriba -le dijo poniendo dos almohadas bajo su cabeza-.

Le fue cogiendo las muñecas y los pies con las cintas a las patas de la cama, hasta dejarlo inmovilizado. La señora vino hacia la puerta y cogiéndome de la mano me introdujo en el dormitorio. Al joven se le saltaron los ojos de las órbitas.

-              Yesica me ha dicho que también quiere participar en el juego. ¿Te molesta?

-              En absoluto –acertó a decir el pobre-. Pero me parece que sois demasiado mujeres para un joven como yo.

-              No te preocupes por eso, sabemos sacarle todo el jugo a un hombre. –Le contestó la señora-.

La polla de Carlos había crecido todavía más de lo que estaba antes y ya era mucho. La señora me besó en la boca y después dijo:

-              Yesica, ayúdame a desnudarme.

Yo tenía el tanga completamente mojado y mi chocho no paraba de segregar jugos. La señora se puso frente al espejo de cuerpo entero que había en la habitación. Yo me puse tras ella y lentamente le fui soltando los botones de la camisa sin quitársela, después le solté la cremallera de la falda y se la quité. Debajo llevaba un liguero con unas medias negras y un pequeño tanga sobre él. Por el espejo podía ver como el joven Carlos no perdía detalle. Le quité entonces la camisa a la señora. Sus tetas desbordaban las copas de su sujetador. Se lo desabroché y se lo quité. Ella se sobó las tetas para aliviar las marcas causadas por la presión. Por último me puse en cuclillas y le quité el tanga.

-              Yesica, déjame el liguero y las medias.

-              Como quiera la señora. –Su espléndida desnudez se realzaba con el liguero y las medias-.

-              Ven, que ahora te voy a desnudar yo a ti.

Me puse frente al espejo y ella se puso detrás de mí para soltarme los botones del uniforme, cuando me los hubo soltado lo dejó caer, luego me soltó el sujetador y me lo quitó. Yo también me había puesto un liguero y unas medias negras, sobre el que llevaba un tanga de hilo sujeto por encima de la cadera, para que enmarcara mi hermoso culo.

-              ¿Te gustamos? –Le preguntó la señora al joven Carlos-.

-              Suéltame, por favor, para que pueda abrazaros.

-              Igual más tarde, ahora vamos a jugar nosotras contigo un poquito. –Le dijo la señora-.

La señora me besó en la boca y me apretó el culo, pude ver como la  polla del joven Carlos sufría una especie de espasmos.

-              Chúpasela si te apetece –me dijo la señora-.

-              ¿Cómo podría no apetecerme comerme semejante rabo?

Me coloqué entre sus piernas de rodillas. Llevaba el vello muy corto. Cogí su polla y sus huevos con mis manos y luego me agaché para llevármelos a la boca. La señora se puso detrás de mí para sobarme el culo, me apartó la tirilla del tanga y aplicó su lengua sobre mi ojete.

-              ¡Aaaahhhh señora, qué rico! –Exclamé-.

-              Soltadme, quiero acariciaros. –Pidió el joven-.

-              No te pongas pesado y disfruta de lo que estas dos maduras te van a hacer.

La señora se movió para sentarse sobre la boca del joven Carlos.

-              Cómeme el coño. –Le ordenó y él empezó a hacerlo, mientras la señora se lo facilitaba abriéndose los labios-.

Yo tenía una de mis manos en mi chocho, del que colgaba un grueso hilo de jugos. Noté que el joven Carlos no iba a tardar en correrse.

-              ¡Me voy a correr! –Exclamó la señora-.

-              El joven también lo hará pronto y yo no voy a tardar. –Dije-.

-              ¡Ahora, ahora, aaaaggg, Carlos sigue comiéndome el coño, aaaaggg,…!

La polla del joven Carlos se convulsionó y empezó a soltar chorros dentro de mi boca. Me gusta recibir las corridas en la boca y tragarme el semen.

-              ¡Aaaagggg! –Grité con la boca llena cuando empecé a correrme-.

-              ¡Qué buen comienzo! –Dijo la señora tumbándose en la cama-.

-              Y que lo diga señora, que ganas tenía de comerme una buena polla y que se corriera en mi boca.”

 

-              Susana estoy todavía más caliente que antes –la interrumpí y le señalé mi polla que estaba como una barra de hierro-.

-              Eso es que te está gustando.

-              ¿De verdad habéis escrito esto entre las dos?

-              Ya te lo he dicho.

-              Pues desde luego os ha salido del carajo, porque no puede ser más caliente.

-              No queda mucho, espera y luego follamos nosotros –dijo Susana y continuó leyendo-.

“La polla del joven seguía igual de dura que antes de correrse, mientras él trataba de recuperar el aliento. Me quité el tanga, que estaba empapado, y me tumbé encima de Susana para besarla.

-              ¡Oh Yesica, llevaba años con el deseo de hacer un trío con otra mujer, pero nunca imaginé que podría ser tan bueno!

La señora había puesto sus manos en mi culo y me lo sobaba. El joven Carlos no nos quitaba la vista de encima. Fui bajando por el cuerpo de Susana para besarle y morderle las tetas y los pezones, que los tenía como medio dedo.

-              Túmbate boca arriba –me dijo la señora y yo lo hice apoyando la cabeza en el pecho del joven-. Sabes, cuando tenía los pezones de duros como ahora, mi marido me pedía que le acariciase con ellos los huevos, déjame que ahora yo te acaricie con ellos el clítoris.

El joven Carlos movió la cabeza para no perderse detalle. Abrí bien las piernas, la señora se colocó entre ellas y cogiéndose las tetas fue pasando sus pezones por mi chocho y moviéndolos en círculo sobre mi clítoris. Mi vida sexual había sido larga y gozosa hasta venir a Madrid, pero nunca me habían hecho eso y me estaba poniendo tan caliente que no tardaría mucho en volver a correrme.

-              Señora es usted perversa, me va a matar del gusto.

-              Tengo los pezones muy sensibles y notar la dureza de tu clítoris y su humedad me está poniendo también a mí muy caliente.

-              Pues no os quiero decir cómo me está poniendo a mí veros –dijo el joven Carlos-.

Mientras la señora me acariciaba el clítoris de una forma tan especial, moví uno de mis brazos para alcanzar la polla del joven con mi mano. La tenía muy dura y llena otra vez de líquido preseminal. Cerré los ojos y me concentré en sentir las caricias de Susana y el calor y la dureza de la polla del joven Carlos. Noté que no iba a tardar en correrme otra vez.

-              Señora no voy a tardar en volver a correrme.

-              Yo también estoy casi a punto.

He tenido suficientes pollas en mis manos como para saber cuándo una está a punto de correrse y la del joven lo estaba.

-              ¡Aaaagggg, no pare señora, siga, siga, siga,…! –Dije cuando me estaba corriendo-.

-              ¡No voy a parar, yo también me estoy corriendo, aaaagggg,…!

-              ¡Aaaaggg, me corro yo también, Yesica no pares de moverme la polla, sigue, sigue,…!

La señora se vino a mi lado y nos quedamos los tres quietos en silencio durante un buen rato.

-              Sois dos mujeres increíbles –dijo el joven Carlos rompiendo el silencio-.

-              Pues no hemos terminado, las mujeres latinas somos muy pasionales. –Dijo la señora-.

-              No me cabe duda –respondió él-.

Me moví y me puse sobre él para besarlo en la boca.

-              ¿Es su primer trío? –Le pregunté-.

-              No, soy un hombre con mucha suerte.

La señora empezó a soltarle los pies y las manos.

-              Gracias, me estaba anquilosando. –Dijo el joven y luego se puso de rodillas en la cama apresando a la señora y besándola-.

-              Creo que deberíamos ducharnos para refrescarnos –dijo la señora-.

Nos levantamos los tres. La señora y yo nos quitamos las medias y los ligueros y fuimos todos hacia el baño. Al joven Carlos se le había bajado un poco la erección, pensé que era normal después de haberse corrido dos veces seguidas. Nos metimos los tres en la ducha. La señora y yo enjabonamos al joven, que en respuesta a nuestras caricias volvió a empalmarse otra vez. Nos besamos y el joven enjabonó mi culo y el de la señora, así como nuestras tetas.

-              Yesica tienes un culo excepcional.

-              Gracias señor.”

-              ¿Te apetece una ducha? Estoy muy acalorada. –Me dijo Susana interrumpiendo la lectura-.

-              Yo también estoy muy acalorado y muy caliente –le contesté besándola-.

Susana se quitó las medias y el liguero y fuimos a la ducha. Nos metimos los dos, yo seguía con la polla a reventar. Se la encajé entre las nalgas y le cogí sus grandes tetas por detrás.

-              Fóllame –me dijo-.

Le di la vuelta y la apoyé en la pared, le cogí una pierna y se la subí, ella me cogió la polla y la puso en la entrada de su chocho y se dejó caer sobre ella. Yo tenía una mano en su clítoris y ella una en mis huevos, apretándolos suavemente.

-              Susana me encanta follar contigo. No creí que fueras una mujer tan pasional ni tan caliente.

-              Las mexicanas somos así.

-              ¿Cómo se te ocurrió un relato tan tórrido?

-              Yesica y yo escribimos lo que nos gustaría hacer.

-              ¿Te acuestas con Yesica?

-              Algunas veces desde hace poco. Más fuerte Carlos, más fuerte.

Aceleré el ritmo y reforcé los golpes de cadera. Yo estaba muy próximo a correrme con el calentón que había pillado con el relato.

-              Susana me voy a correr.

-              Yo también, sigue dándome fuerte.

-              ¡Aaaagggg, me corro, me corro!

-              ¡Lo siento en mi chocho, yo también me estoy corriendo, sigue Carlos, sigue, aaaaggg!

Terminamos de ducharnos, nos secamos y Susana propuso que saliéramos desnudos a la terraza a tomar el fresco y unos tequilas. Por el salón iba diciendo:

-              Cómo me gusta una buena noche de sexo. Te relaja, te hace olvidar los problemas, te rejuvenece y te hace salir del tedio de la vida diaria.

-              Sí señora, todo ello además de dar mucha excitación y mucho placer.

Era Yesica que estaba desnuda sentada en la terraza.

-              Hola Yesica, que bueno que estés aquí. ¿Al final no te has ido a tu casa?

-              Se estaba tan bien aquí al fresco que me dio pereza irme.

Yo estaba alucinando con la presencia de Yesica y la tranquilidad de Susana.

-              ¿Le ha gustado el relato, joven Carlos? –Me preguntó Yesica, mientras yo servía tres tequilas-.

-              Tenéis la mente más calenturienta que pueda imaginarse. Me ha encantado, creo que voy a aficionarme a la lectura de relatos eróticos y no sé si con el tiempo, llegaré a escribir alguno.

-              Pruébelo es muy divertido y excita mucho. –Dijo Yesica-.

La presencia de esas dos bellas mujeres maduras había vuelto a excitarme y mi polla presentaba un muy buen aspecto, que no le pasó desapercibido a Yesica.

-              Da gusto ver a un hombre joven y eso que, conociendo a la señora, seguro que le habrá exprimido antes.

Susana se rio de la ocurrencia de Yesica y yo también. Yesica se levantó de la silla y su culo al desnudo era impresionante. Me quedé mirándolo. Sus apretadas nalgas eran grandes y muy respingonas de un bello tono mulato y parecían brillar.

-              ¿Le gusta mi cola? –Me preguntó-.

-              Creo que nunca te habrán contestado que no a esa pregunta.

Se acercó a mí que me había sentado en la tumbona y me dio la espalda para que pudiera contemplar mejor su culo.

-              Cójamelo si le apetece. –Me dijo-.

-              Hazlo, es un auténtico placer hasta para mí. –Dijo Susana-.

Puse mis manos en el culo de Yesica, era muy suave y estaba duro como una piedra. Se lo bese y traté de morderlo, pero su dureza me lo impedía. Se puso de rodillas sobre la tumbona con su culo hacia mí.

-              Cómame el culo. –Me dijo-.

Me puse detrás de ella, le abrí las nalgas con las manos y puse mi lengua en su ojete. Ella suspiró. Susana no nos quitaba ojo y había empezado a acariciarse su chocho y sus grandes tetas. Con la lamida que le estaba haciendo a su ojete, se le distendió.

-              Métamela por el culo, me encanta.

Me acerqué a ella, puse la punta de mi polla en su ojete y lentamente y sin dificultad la fui introduciendo hasta el final. Susana se acercó a nosotros y después de besarme en la boca, se colocó con las piernas abiertas delante de Yesica, que no tardó en empezar a comerle el coño. ¡Que dos mujeres! Pensé, mientras bombeaba dentro de su culo y le daba azotes con mis manos en sus nalgas. Yesica empezó a acariciarse el clítoris y Susana a sobarse sus grandes tetas. Yesica apretaba y distendía su ojete a voluntad produciéndome un placer enorme.

-              ¡Siga joven Carlos, que me voy a correr! –Gritó Yesica-.

Incrementé el ritmo con el que la estaba bombeando y ella incrementó el ritmo de sus caricias en su clítoris.

-              ¡Ahora, ahora, me corro, me corro, que bueno, aaaagggg! –Gritó de nuevo al poco tiempo y vi como le caía un denso hilo de flujos de su chocho-.

-              Yesica sigue comiéndome el chocho. –Le dijo Susana-.

-              Póngame la polla entre las nalgas y sabrá lo que es una paja de mulata. –Me dijo Yesica-.

Le saqué la polla del culo y se la puse entre sus duras y grandes nalgas. Yesica las cerró y me dejó atrapada la polla entre ellas, empezando a moverse adelante y atrás. Era como una paja cubana pero con el culo. Ver el culo de Yesica y las tetas de Susana mientras se las amasaba me tenían loco. ¡Joder con las latinas!

-              ¡Me voy a correr, no pares Yesica, sigue comiéndomelo! –Dijo Susana, que cerró sus ojos al correrse-.

No pude más y me corrí sobre la espalda de Yesica sin sacar la polla de entre sus nalgas. Nos quedamos un rato en la tumbona y después nos fuimos los tres a la cama. El resto del fin de semana fue de puro sexo o me asaltaba Susana o me asaltaba Yesica o lo hacían las dos juntas.

El lunes a primera hora Susana concertó una cita con el director nacional de la agencia inmobiliaria, un tal Pedro, para esa misma mañana a mediodía en sus oficinas.

-              Hola Susana, ¿qué te trae por aquí? –Dijo Pedro al entrar en la sala de reuniones donde le esperábamos-.

-              De sobra sabes que lo nuestro no va nada bien –le contestó Susana-.

-              Tienes razón no estamos teniendo suerte con los locales.

-              No creo que sea una cuestión de suerte. Carlos, por favor, cuéntale a Pedro lo que me has contado a mí.

-              Hemos sabido que vuestra delegación en Andalucía os ha presentado más de treinta locales y que aquí en la central habéis descartado más de dos tercios, precisamente los que eran viables. No entendemos ese proceder. –Le dije al tal Pedro, que me miró con cara de asombro-.

-              No creo que sea así, debéis estar mal informados –me contestó-.

-              Sabes que sí es así, lo que no entendemos es por qué. –Le reiteré-. Estáis tirando piedras en vuestro propio tejado, si los locales que nos mandáis no sirven, no cobráis. Pero también estáis tirando piedras sobre RESMEX.

Pedro se quedó callado un tiempo pensativo.

-              Nosotros estamos siguiendo las instrucciones de la central de RESMEX y el protocolo que nos han establecido desde allí.

-              ¿Cómo? –Le interpeló Susana-.

-              A nosotros nos llegan los locales desde nuestras delegaciones y desde aquí se los enviamos a la central de RESMEX que los criba. Sólo os presentamos los que nos autorizan desde vuestra central.

-              ¿Quién ha impuesto ese protocolo? –Le pregunté-.

-              Mario, el director de expansión internacional de RESMEX, cuando firmamos el contrato. –Contestó Pedro-.

-              Pero ese paso no figura en el contrato. –Le dije-.

-              Ya lo sé, pero se nos impuso ese funcionamiento.

-              No entiendo nada –le dijo Susana-. Así, ni yo tengo los locales que necesito ni vosotros cobráis vuestro trabajo.

-              Tienes razón Susana, pero yo no puedo hacer otra cosa.

-              Pues tendré que hacerla yo –le dijo Susana dando por terminada la reunión-.

Cuando salimos a la calle Susana me dijo:

-              El cabrón de Mario me está jodiendo la vida.

-              ¿Puedes hacer algo en tu empresa para evitarlo?

-              No lo sé, tenemos que pensarlo bien. Mario quiere que fracase para quitarme de en medio. Antes de mi divorcio y de mi venida a España yo era su jefa. Como te dije, preferí perder mando en la empresa para poder alejarme de mi ex marido, otro cabrón.

-              Creo que deberíamos reunir la documentación que pruebe la jugada que te están haciendo a ti, pero también a tu empresa.

-              Me parece bien, elaboradme un informe completo centrado en Andalucía, con los treinta locales primeros y los que quedaron después de la criba de Mario. El informe se lo mandaré al director general de la empresa.

Volví a Sevilla y le conté lo sucedido en la reunión con el director de la inmobiliaria a Antonia.

-              Feo asunto. O sea que los enemigos los tiene en su propia empresa. –Comentó ella-.

-              Pues sí, hemos quedado en elaborarle un informe con todo lo que podamos reunir.

-              Va a ser difícil conseguir la relación de locales desechados y los pasos intermedios. Ni a ti ni a mí nos van a dar esa información.

-              Pero yo sé a quién se la darían, a Mari Carmen. A ella no la conocen y más pueden dos tetas que dos carretas.

-              Puede ser. Adelante con el asunto, habla con ella.

Llamé a Mari Carmen, le conté lo sucedido y lo que queríamos de ella.

-              Carlos yo no tengo problemas por enseñar algo más las tetas, pero no creo que por eso me den la información. Lo que sí podría es hacerme pasar por la directora de expansión de una empresa que busca locales. Lo normal es que me pasen los que ya tienen seleccionados y no le han facilitado a Susana, del resto ya tenemos la información.

-              ¡Qué lista eres Mari Carmen! Me parece perfecto.

Volví a hablar con Antonia y le conté la idea de Mari Carmen.

-              Sólo nos va a faltar la criba de la central de RESMEX.

-              Eso déjalo de mi cuenta, tengo un amigo que puede meterse en el servidor de correo de la agencia y coger las comunicaciones entre esta y la central de RESMEX.

-              ¡Qué peligro tienes Antonia!

-              ¿Qué tal con Susana?

-              Bien, confía mucho en nosotros.

-              ¿Habéis follado ya?

-              ¡Qué pesada te pones con el tema!

A los pocos días nos reunimos los tres. Mari Carmen había logrado la lista de locales y el amigo de Antonia los correos en que la agencia informaba a Mario de estos y los correos que Mario enviaba con la criba. Con toda la documentación Mari Carmen y yo elaboramos en informe para Susana. La llamé por teléfono.

-              Hola Susana.

-              Hola Carlos, ¿tienes el informe?

-              Sí, nos ha costado nuestro trabajo, pero lo tenemos.

-              Mándamelo por correo electrónico.

-              No, prefiero que te lo demos en mano Mari Carmen y yo. No podemos fiarnos de que no te tengan intervenido el correo desde la central.

-              Tienes razón. Si me están saboteando podrían tenerlo intervenido para saber mis pasos por adelantado.

-              Veniros mañana sábado, comemos en casa y hablamos.

A cuenta de la comida en casa de Susana, no tuve más remedio que acordarme de Yesica y su espectacular culo y empecé a ponerme calentito para el día siguiente.

Hablé con Mari Carmen y quedé con ella en que iríamos en el mismo tren a Madrid. Cuando a la mañana siguiente se montó en el tren, estaba claro que quería competir en el tamaño de sus tetas con Susana

-              Tengo ganas de ver otra vez a tu amiga Susana –me comentó Mari Carmen durante el viaje-.

-              Te conozco, ¿en qué estás pensando?

-              Bueno, en que no me importaría echar un ratito con ella. Bueno y contigo también, pero a ti te tengo más visto.

-              Eres tremenda.

-              ¡Vamos que tú no!

Llegamos a casa de Susana un poco después de la una de la tarde. Nos abrió una chica de unos veinte años, también mulata, que era una auténtica modelo. Por lo menos uno ochenta de altura, guapa, un tipazo con un culo respingón y unas piernas largas y torneadas. Susana estaba en la terraza, también estaba claro que quería la misma competición que Mari Carmen.

-              Hola Susana, ¿te acuerdas de Mari Carmen? –Le dije al entrar en la terraza-.

-              Claro.

Se levantó para darnos dos besos en las mejillas. El choque de sus tetas cuando ellas se saludaron fue para haberlo grabado.

-              ¿Qué queréis tomar? –Preguntó Susana-.

-              Te recomiendo un margarita –le dije a Mari Carmen-.

-              De acuerdo –contestó ella-.

-              ¿Y Yesica? –Le pregunté a Susana cuando la chica entró en el piso-.

-              Ha tenido que volver a Venezuela por unos asuntos familiares. Me buscó a esta sobrina suya, Victoria, mientras ella está fuera. ¿A que es guapa?

-              Mucho –le contesté-.

-              ¿Qué tal estás Mari Carmen? –Preguntó Susana sin quitar la vista de sus tetas-.

-              Estupendamente –le contestó Mari Carmen sacando pecho-.

Esto va a estar muy interesante, pensé.

-              ¿Os parece que entremos en materia antes de comer? –Propuso Susana-.

-              Perfecto, así ya nos quitamos el trabajo de en medio. –Contestó Mari Carmen-.

Repasamos el informe, que era demoledor para Mario y se lo pasamos en un CD.

-              Voy a enviárselo mañana domingo a su correo particular al director general, para que no pueda ser interceptado por nadie. Ahora comamos, que ya tendrán hambre. –Dijo Susana, levantándose para avisar a Victoria-.

-              Creo que tiene las tetas más grandes todavía. –Me susurró Mari Carmen cuando Susana había salido de la terraza-.

Susana volvió, se sentó de nuevo y dijo:

-              ¿Se quedarán a dormir en casa? Me gustaría que estuvieran mañana conmigo cuando el director reciba el correo.

-              De acuerdo –contestamos los dos-.

Durante la comida me estuve fijando en la sobrina de Yesica, estaba buena como para reventar. Cuando servía no podía quitarle ojo de encima.

-              Ya veo que te gusta mucho Victoria –me dijo Susana con cierta sorna-.

-              Si te digo lo contrario mentiría. Le alegra la vista a cualquiera, pero no más que cualquiera de vosotras dos.

-              Qué galante –dijo Mari Carmen-. ¿Susana te puedo hacer una pregunta muy personal?

-              Pregunta y yo veré si te la contesto.

-              ¿De adolescente tuviste complejo por tus pechos?

Al escuchar la pregunta de Mari Carmen, por poco expulso el sorbo de vino que estaba bebiendo en ese momento.

-              Un poco cuando a los catorce empezaron a crecerme tanto, pero se me pasó en mi fiesta de los quince, cuando me di cuenta que me hacían ser el centro de atención de todos los chicos y de muchas chicas. ¿Y tú, porque tú también tienes unos pechos muy grandes?

-              Yo sí tuve bastante complejo casi hasta los veinte, si no pregúntale al pobre Carlos, que tuvo que aguantármelos dos años.

-              ¿Qué le hiciste?

-              No se las deje ver ni tocar durante los dos años que estuvimos saliendo.

-              ¡Qué cruel! –Dijo Susana riéndose-. Yo, por el contrario, se las dejaba ver y tocar a todos los chicos con los que salía.

Hablaban de sus tetas como si yo no estuviera delante. Aunque la verdad es que yo ya había disfrutado mucho con las de las dos.

-              ¿Carlos estás incómodo con la conversación? –Preguntó Susana-.

-              Bueno, es la primera vez que estoy en una conversación de dos mujeres sobre sus tetas.

-              Entre mujeres es una conversación normal y entre dos mujeres como nosotras de pechugonas, más todavía. –Dijo Susana-.

Volvió a entrar y salir Victoria de la terraza y mis ojos se volvieron a ir tras ella.

-              Carlos te va a sentar mal la comida –me dijo Susana riéndose-.

-              Carlos es muy buena persona, pero se pierde por la polla. –Le contestó Mari Carmen riéndose también-.

-              ¿Por qué me das esa fama? Parece que yo estuviera todo el día detrás de cualquier mujer. –Protesté a Mari Carmen levantándome para ir al servicio-.

Entré en el piso y me dirigí al baño de la habitación de Susana. Entre al baño y dejé abierta la puerta, me puse frente al inodoro y comencé a orinar. Tan concentrado estaba, no noté la presencia de Susana hasta que se puso a mi lado y me cogió la polla, cuando había terminado de orinar.

-              Hola Susana, ¿qué haces?

-              Ayudarte a escurrírtela. –Me contestó con una voz muy ronca-.

-              Ya puedo yo solo.

-              No seas arisco, deja que te la voy a limpiar a fondo.

Pulsó la cisterna, bajó la tapa del inodoro, se sentó y empezó a comerme la polla.

-              Estoy muy excitada, me gusta tu polla y la echaba mucho de menos. –Me dijo-.

Mi polla reaccionó al trabajo de la boca de Susana y se empalmó en menos de un minuto. Le desabotoné la parte de arriba de la camisa y metí mis manos bajo su sujetador. Ella me ayudó sacándose las tetas del sujetador, sin dejar de comérmela.

-              Susana la comes de maravilla –le dije por el placer enorme que  me estaba dando-.

Ella me desabrochó el pantalón y los boxes y los dejó caer a mis pies.

-              Mejor así, quiero comerte también los huevos.

-              Susana estoy muy caliente y no voy a aguantar mucho.

Le apreté más las tetas, moviéndoselas en círculo. Sobarle sus grandes tetas me puso todavía al límite.

-              ¡Me voy a correr!

-              Córrete en mi boca, quiero tragármelo todo.

-              ¡Aaaaagggg, uuuuffff! –Grité cuando empecé a correrme su boca sin dejar de sobarle las tetas-.

Ella se tragó toda mi leche y eso que fue mucha y luego se limpió las comisuras de los labios. Volví la cabeza y en el reflejo del espejo vi que Victoria había estado mirándonos.

-              No te preocupes, es de confianza –me dijo Susana cuando notó que me había dado cuenta de la presencia de Victoria-.

Victoria desapareció y nosotros nos recompusimos la ropa para volver a la terraza. Mari Carmen estaba en la tumbona tomando el sol desnuda.

-              Le he dicho que si quería, tomase un rato el sol desnuda –me dijo Susana comenzando a desnudarse-.

La situación se estaba descontrolando bastante. Cuando terminó de desnudarse me dijo:

-              Victoria tiene la costumbre de ducharse en el otro baño a estas horas con la puerta abierta, si te apetece ir a mirarla no se molestará. –Después de decírmelo se dirigió a la tumbona donde estaba Mari Carmen y se sentó a su lado para besarla-.

O me quedaba de espectador de ellas dos o me iba de mirón con Victoria, opté por esto último, luego me reengancharía con ellas. Entre en el piso y me dirigí al segundo baño, la puerta estaba abierta de par en par, dentro Victoria estaba empezando a desnudarse frente al espejo de espaldas a mí. Me vi reflejado en el espejo, luego ella también tenía que verme. Se quitó el pequeño mandil blanco del uniforme, luego fue soltándose lentamente los botones que el uniforme tenía en la espalda. Pese a que no hacía ni diez minutos que me había corrido, empecé a empalmarme otra vez. Victoria dejó caer el uniforme al suelo. Llevaba un liguero blanco como las medias, un tanga y un sujetador también blancos. Su culo, su espalda y sus piernas eran bellísimos.

-              ¡Qué pedazo de tía! –Me dije a mí mismo-.

Se quitó el sujetador y pude ver sus preciosas tetas reflejadas en el espejo. Luego se soltó las medias y apoyando los pies en el inodoro se las quitó, se soltó el liguero y por último se bajó el tanga. Siempre de espaldas a mí se metió en la ducha y abrió el agua. Yo estaba a reventar con el calentón. Me abrí los pantalones y los boxes y empecé a sobarme la polla. Dudaba si entrar con ella en la ducha, pues Susana sólo me había dicho que no le importaría que la mirara, pero la tentación de abrazar aquel cuerpo era mucha. Decidí desnudarme del todo, no pude resistir la tentación y entré en la ducha.

-              Amor, creí que no te ibas a decidir nunca. –me dijo con un fuerte acento caribeño-.

Le encajé la polla entre sus nalgas y la abracé cogiéndole las tetas.

-              Eres preciosa Victoria –le dije al oído-.

-              Gracias mi amor, tú también estás muy bien.

Comencé a bajar las manos por su cuerpo para llegar a su chocho, ¡pero me encontré con un pollón bastante más grande que el mío y duro como una piedra!

-              ¿Pero esto qué es? –Grité-.

-              Estoy ahorrando para quitármelo, pero todavía no he podido.

Se volvió hacia mí chocando su polla contra la mía y agarrando mi cabeza me besó dulcemente en la boca. Mi cabeza era un hervidero, nunca había tenido experiencias homosexuales, pero lo cierto es que estaba tan excitado con Victoria, que en ese momento no me importaba tener la primera. Le cogí el culo, nunca había tocado uno tan duro, y la atraje hacía mi, su pollón se apretaba contra mi barriga, mientras nos besábamos.

-              ¿No te importa que tenga este colgajo? –Me preguntó-.

-              Yo no lo llamaría precisamente colgajo. –Le contesté después de cogerle el pollón con una mano y notar que no podía estar más duro-.

-              Mi tía me ha dicho que eres un hombre muy delicado follando.

-              Qué bien que me hagan publicidad.

Ella también cogió mi polla y suavemente empezó a mover su mano arriba y abajo.

-              ¿Me dejas que te la chupe? –Me preguntó-.

-              Yo también quiero chupártela. –Le contesté-.

-              Túmbate en el suelo.

Lo hice y ella se puso para hacer un “69”. Estaba completamente depilada, cogí su pollón y me lo llevé a la boca.

-              Te advierto que no tengo experiencia en chuparla –le dije-.

-              Tú haz lo que a ti te gusta que te hagan.

Como tenía reciente la mamada que me había hecho Susana, traté de repetirla. Tener aquella dura barra de carne mulata en la boca me estaba gustando. Caliente y gruesa, le descapullé la polla para lamerle el frenillo. Ella suspiraba cada vez que pasaba mi lengua por su capullo.

-              Vaya, ya veo que has descubierto que la mulata viene con sorpresa. –Escuche decir a Susana detrás de mí-.

-              Carlos cuando te he dicho que te pierdes por la polla, no me refería a eso. –Dijo Mari Carmen-.

-              Vosotras no estabais a lo vuestro –les contesté-.

-              Sí, pero Mari Carmen ha querido venir a verte a ti y al rabo de Victoria cuando se lo he comentado y le he dicho su tamaño.

-              Yo quiero follar con Victoria, nunca me ha follado una polla de ese tamaño. –Dijo Mari Carmen-.

-              Así no me puedo concentrar –protestó Victoria levantándose y ayudándome a levantarme-.

Ver de nuevo las tetas de las dos, me hizo entender porqué yo era heterosexual.

-              Cuando pueda yo quiero tener unas tetas como vosotras –dijo Victoria, poniendo una mano bajo una teta de cada una de ellas-.

-              No seas acaparadora, las tuyas son también muy bonitas –le contestó Mari Carmen cogiéndole el pollón con una mano y tirando de ella fuera del baño-.

-              No tengáis prisa, que tenemos todo el fin de semana por delante –dijo Susana-. Vamos a la terraza a tomar unos tequilas.

-              ¿Has follado ya con ella? –Le preguntó Mari Carmen a Susana-.

-              Le gusta más que le haga pajas cubanas, pero también algún buen polvo ha caído.

-              Entonces tendré que hacerle yo también una cubana. –Dijo Mari Carmen dándole luego un beso en la boca a Susana-.

Nos sentamos en la terraza. A mí se me había bajado un poco la erección, pero el pollón de Victoria seguía igual de grande y de duro, incluso después de dos tequilas. Mari Carmen se levantó y cogiendo de la mano a Victoria se la llevó a la tumbona.

-              Ponte aquí que hay que bajarte esa inflamación –le dijo indicándole que metiera su pollón entre sus tetas-.

Cuando puso su pollón entre las tetas de Mari Carmen el capullo le llegaba hasta la boca sin problemas. Me levanté y me puse en cuclillas entre las piernas de Susana para comerle el chocho. Ella se puso en el borde de la silla y se lo abrió para que llegara más cómodamente. Tenía el chocho empapado de jugos.

-              Carlos me encanta el sexo –me dijo cuando empecé a chupárselo-.

-              Y a mí, no entiendo cómo puede haber personas que no le guste.

Puso sus manos sobre mi cabeza y con ellas me iba marcando el ritmo que quería.

-              Méteme dos dedos –me dijo-.

Lo hice y seguí lamiéndole el clítoris.

-              Mari Carmen hace muy bien las cubanas, creo que Victoria le va a durar muy poco. –Me dijo Susana-. Yo también voy a durar muy poco.

Con la comida de coño a Susana la polla se me había vuelto a poner a reventar de dura.

-              Carlos, cuando me corra, córrete tú sobre mis tetas. ¡Ahora Carlos, sigue lamiendo, sigue, sigue, aaaagggg, ya ven aquí!

Me levanté y empecé a darle golpes con la polla en los pezones.

-              ¡Aaaaggg, que gusto! –Grité mientras le llenaba las tetas con mi corrida-.

-              ¡Ay la virgen, qué bueno, qué bueno! –Gritó Victoria al correrse-.

-              Victoria no deberías cortarte este rabo, es precioso y te da mucho placer. Déjatelo y juega a todo. –Le dijo Mari Carmen-.

-              Tiene razón Mari Carmen –apuntilló Susana-.

-              Sabéis, es posible que tengáis razón –les contestó Victoria-.

Picamos algo para cenar y nos fuimos temprano a la cama para estar descansados al día siguiente.

Me desperté con la certeza de que me estaban comiendo la polla. Abrí los ojos, Susana y Mari Carmen estaban haciendo un “69” a mi lado. Levanté la cabeza y Victoria, en efecto, me la estaba comiendo.

-              Ven aquí, vamos a terminar lo que empezamos ayer. –Le dije-.

Se colocó, el siguió comiéndomela y yo empecé a hacerlo. Le cogí los huevos, los tenía muy gordos y le colgaban bastante. La habitación olía a sexo y los gemidos y suspiros de los cuatro la inundaban. Susana y Mari Carmen debían haber levantado calentitas porque no tardaron nada en correrse.

-              Carlos fóllatela, lo está deseando. –Me dijo Mari Carmen-.

-              Sí, por favor, déjame que me la meta por el culo. –Me pidió Victoria-.

-              Lo que quieras –le contesté-.

Susana se puso detrás de mí y mientras yo le seguía comiendo la polla a Victoria, ella empezó a lamerle el ojete para distenderlo.

-              Cuando quieras Victoria –le dijo cuando ya consiguió lo que quería-.

Victoria se dio la vuelta para mirarme y se colocó en cuclillas sobre mi polla, Susana me la agarró mientras Victoria descendía para metérsela en el culo. Cuando ya la tuve dentro, pensé que en definitiva no variaba demasiado del culo de su tía. Mientras Victoria subía y bajaba empalada, Susana le hacía una paja y le sobaba los huevos. Le cogí las tetas a Victoria, su tacto variaba mucho de las tetas naturales que había sobado en mi vida.

-              Carlos, Victoria se va a correr –dijo Susana-.

-              ¡Siiiiiiii! –Gritó Victoria empezando a soltar chorros que me llegaron casi hasta la cara-.

-              ¡Aaaaagggg, toma, toma, toma…! –Grité yo cuando empecé a correrme en el culo de Victoria-.

Nos aseamos los cuatro entre los dos baños y salimos a la terraza a desayunar. Victoria volvió a ponerse su uniforme, mientras que el resto permanecimos desnudos. Con la diferencia horaria, Susana tuvo que esperar hasta medio día para enviar el correo con el informe.

Por mucho que las viera, no me acostumbraba a las tetas de las dos y estuve todo el tiempo medio empalmado para guasa de ellas. Tomamos unos margaritas y luego nos pusimos unos albornoces para comer. Terminando de comer le sonó el móvil a Susana.

-              Es Mario –dijo con la cara cambiada, puso el manos libres y aceptó la llamada-.

-              Hola Mario.

-              Hola Susana, te llamo para decirte que eres una hija de perra. Me acaba de llamar el director general para despedirme.

-              No Mario, el que es un hijo de puta eres tú y ahora eres un hijo de puta parado. ¡Jódete!

Colgó y se quedó quieta y callada, hasta que gritó:

-              ¡Bieeen, le hemos ganado a ese hijo de puta!

Volvió a sonarle el móvil.

-              El director –dijo aceptando la llamada-.

-              Buenos días señor director.

-              Buenos días Susana. Quiero darte las gracias por el informe desenmascarando a ese pinche de Mario. Ya está despedido y he mandado cambiar las llaves de su despacho. Ese no vuelve a entrar más en RESMEX y ya procuraré yo que no vuelva a trabajar en ninguna parte.

-              Gracias a usted por atender mi ruego,

-              Yo siempre he confiado en ti y me extrañaban los problemas que había para la expansión en España.

-              Gracias de nuevo, pero tengo que decirle que, gracias a los abogados que contratamos en Andalucía, ha sido como hemos averiguado la trama de Mario.

-              Felicítalos en mi nombre. Desde ahora tienes total libertad para actuar en España y espero verte muy pronto de nuevo aquí en México.

-              Gracias de nuevo señor director.

Susana colgó y se nos abrazó llorando.

-              Gracias de verdad a los dos y a Antonia.

-              Se las daremos de tu parte –le contesté-.

-              Tenemos que invitarla a una de nuestras veladas para agradecérselo –dijo Susana-.

-              No sé si es buena idea. -Le contesté pensando que si Antonia se enteraba de los líos que teníamos iba a terminar capado o con un cinturón de castidad-.

-              Yo creo que sí debes invitarla. -Le dijo Mari Carmen partiéndose de la risa y mirándome con mucha guasa-.

-              Tomemos unos tequilas y pasemos una buena tarde de sexo para celebrarlo. –Concluyó Susana-.

A partir de ese día las cosas cambiaron y ahora celebramos nuestras comidas en alguno de los restaurantes de RESMEX. Yo sigo viajando con bastante frecuencia a Madrid para “reunirme” con Susana y también con Yesica, que ya volvió de Venezuela.