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Los mejores amigos con derecho a roce

en Confesiones

Relatos eróticos: Los mejores amigos con derecho a roce

Comenzamos con un polvo con amigos, no como amantes sino como amigos. Todo esto era el plan B unos del otro y nos gustaba que fuera así no tener más en común, nos gusta ser Folla amigos, pero ahí estaba teniendo uno de tantos en mi vida.

Hacíamos muchas cosas juntos como ir al cine o viendo películas en sofá y al terminar, como se suele decir, la mesa está puesta, pues a cenar se ha dicho. Nos comíamos como fieras feroces el uno al otro, y para terminar y con el mejor postre nos vamos corriéndonos juntos por todo lados de las casa y nosotros muy apasionados.

Eso si más tarde estuvimos pensando que película y todo esto como si nada y seguíamos a lo nuestro. Todo esto día tras día, tanto vicio más para buscar mil excusas, para vernos y tener encuentros del os nuestros. Esto poco a poco descubrimos lo muchos que nos gustaba el sexo a ambos y como podíamos provocarnos.

Una tarde noche fui a su casa con muchas ganas de tener guerra de la buena y nada el más abrir la puerta, me tire sobre él. Se lo ponía dura y tiesa con solo verme aparecer por la puerta, pero esta vez yo sólo llevaba una gabardina larga que dejaba de entrever una ligero negro que llevaba puesto.

Nos empecemos a besar apasionadamente compartiendo nuestra saliva y yo no paraba de suspirar ahogados solo en su presencia. El empezó a acariciar mi cuello y lo que más me gusto es que puso sus dedos sobre mi boca para que yo le mordiera.

Me arranco el abrigo de un tirón mientras se arrodillaba ante mi, casi sin cerrar la puerta de su casa. Mi intuición sabía que mi sexy ropa interior lo pondría a mil, pero esta vez no se conformo con mirar la lencería. Era como un oso y yo su probrecita presa, me arranco el sujetador y me arranco el tanga que llevaba puesto que del mismo tirón me excito más de los que estaba.

Esa brusquedad y dulzura que él tenía me ponía muy caliente. Empezó levantando mis piernas y las puso encima de sus caderas, todo esto mientras me mordía el cuello y los labios, llego hasta hacerme sangre el labio superior pero a mi no me importaba. Notaba su pene como buscaba mi vagina mientras me empujaba en la puerta y me levantaba para penetrarme. Yo no paraba de suspirar y gemir y todavía no me había penetrado.

Su juego cada vez era más interesante, nunca sabía donde íbamos a follar como animales, pero esta vez me descoloco. Me cogió como si fuera una pluma como mis piernas enroscadas a su cintura y abrió de golpe, la primera puerta que estaba al lado del recibidor de la entrada de su casa. Pues era el baño, me coloco encima del mármol, sentada y se arrodilló ante mi, me empezó a comer la vagina, empezó a introducir sus dedos y hacer círculos sin parar de mover su lengua dentro de mi vagina.

-Le dije yo, No puedo más me estas excitando demasiado y me voy a correr y el me dijo córrete mi niña que yo te vea.

-Me lo dijo mientras no dejaba de introducir sus dedos y su lengua en mi vagina para que me diera más gusto.

Podía verme en el gran espejo del baño y eso excitaba mucho más. Me corrí en su cara como si no hubiera un mañana, notaba mis jugos lo mojaba por completo, todo esto sin importarle para nada todo esto lo ponía a él más loco.

Me agarro de la mano de forma delicada y me acerco a la gran bañera y yo me metí sin abrir boca.

Abrió el grifo del agua caliente, dejando que el agua resbalará sobre mi espalda y mi culo que me puse a cuatro patas. Era una gran bañera realmente inmensa, para poder hacer muchas posturas y no parar de follar.

Se metió y mientras caía el agua empapándose me metió el pene en mi vagina. Entraba y salía a su antojo al ritmo del agua que caía sobro nosotros y teníamos una banda sonora eran gemidos y agua.

Me tenía a punto y notaba como él también estaba ya casi a punto de desfallecer. Pero me pidió que me girará para ver como me caía el agua sobre mis pechos y mi cara, para volver a follarme de forma monumental.

Mientras gemíamos de forma loca, nos corrimos a la vez entre gritos de éxtasis, me ofreció una toalla para secarnos a la vez cara a cara.

Ya fue la hora de irme, me cogí mi gabardina larga y me despedí como siempre, con los besos para aquel amigo con derecho a roce...