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Una cena con mi mujer acaba con sorpresa

en Trios

Los niños se habían quedado en casa de mis padres donde pasarían la noche, dejándonos libres a mi mujer y a mí para disfrutar de un sábado inolvidable.

Mi mujer  se puso un vestido rojo veraniego y se pintó sus labios carnosos a juego. Y salimos hacia el japonés que teníamos reservado. Nos gusta la comida japonesa en general y siempre que teníamos oportunidad la aprovechábamos.

La cena no es que fuese romántica, ni mucho menos. Aprovechábamos para hablar, contar cosas que nos habían pasado entre semana, o los futuros viajes a planificar y que la falta de tiempo por el trabajo y los niños nos impedía hacerlo con normalidad.

Terminamos la cena, pedimos un sake caliente y nos dirigimos a casa. Vivimos en un pueblo cercano a Madrid así que volvíamos en coche.

En veladas como esta, mi mujer aprovechaba el viaje de vuelta de dos maneras, o se dormía en el coche, cosa que no pasó en esta ocasión o empezaba acariciarme la cabeza con su mano izquierda, bajándola por el torso hasta tocar mi paquete.

Ella desabrochó mi cinturón y el botón de mi pantalón, y yo con un suave movimiento me baje los pantalones hasta la rodilla. Ella metió la cabeza entre mis piernas y empezó a lamer mi glande con delicadeza y paciencia mientras to conducía de vuelta a casa.

Lo hacía despacio, sin ninguna prisa, recorría con su lengua todo mi falo, se la metía despacio y entera en su boca y la extraía despacio. La ponía cachonda comerme la polla siempre me lo había dicho.

Antes de llegar a casa, como a dos kilómetros del pueblo hay un cementerio en el que por la noche no hay nadie, así que decidí tomar la salida, aparcar cerca de la puerta protegido por los árboles y apagar el coche. Había que aprovechar la ocasión para hacerlo en otro sitio distinto al de siempre, además estaba el morbo de hacerlo en público.

Salimos del coche y mi mujer se quitó el vestido quedándose en ropa interior. Un conjunto muy sexy de lencería negra que le había regalado tiempo atrás. Yo deje mis pantalones en el coche y ella de un tirón rompió los botones de mi camisa dejando al aire mi torso.

Apoyó su culo sobre el capó del coche y abrió sus piernas todo lo que pudo, agarré sus tobillos y me dispuse a penetrarla. En ese momento vi cómo se acercaba un chaval, de unos veinte años por lo que le sacaríamos unos diez en silencio. No quise romper el momento de pasión por lo que penetré a mi mujer con la esperanza de que el chaval se fuera sin decir nada.

Empecé con el vaivén cuando el chico se paró al lado del coche mirando la escena. Se sacó la polla que guardaba en unos pantalones cortos y se empezó a masturbar viendo la escena y sin que mi mujer se percatase, pues ella me miraba fijamente.

El chico tenía un enorme miembro, más que el mío. Y se hizo notar cuando comentó en alto y jadeando lo buena que estaba mi mujer. Esta no se escandalizó, es más sonrió por un segundo y luego siguió con el polvo. Imagino que le gustaba que la mirasen por lo que yo tampoco tenía ningún problema.

Yo la seguía penetrando cada vez con más fuerza. Mi mujer me miró, luego miró el rabo del chico y luego me volvió a mirar. Como pidiendo permiso. Yo la guiñé un ojo y ella sonrió. Con su mano derecha agarró la polla del chico y se la empezó a pajear ella misma.

La di la vuelta, ella se puso a cuatro patas sobre el capo, arqueando la espalda y pudo mejor a nuestro mirón. Yo la empecé a follar de nuevo y ella continuó pajeando al inesperado invitado. Fue acercando su cabeza más y más a él, hasta que con la inercia de la penetración se metió la polla del chico en la boca.

Me dio mucho morbo ver como mi mujer se comía una polla grande, tanto que empecé a follármela más fuerte cuando el chico agarró de la cabeza a mi mujer para meterle la polla todo lo que podía en su boca.

No quería correrme, por el mero hecho de terminar antes que ellos, así que sin preguntar a mi mujer pero sabiendo que seguro lo deseaba le pregunté al chico si tenía preservativo. No contestó, simplemente se sacó uno del bolsillo de su camisa y se lo puso.

Se puso a mi lado mientras se ponía el preservativo y pude comparar mejor los tamaños, y era enorme. Me aparté dándole pasó, se puso en posición y antes de penetrarla la dio sendos cachetes en el culo de mujer, marcándoselos rojos, luego tiro del hilo de las bragas y lo rompió. Volvió a darle la vuelta a mi mujer dejándola boca arriba, con una mano agarró la pierna derecha de mi mujer y se la puso en su hombro, con la otra apuntaba su polla en la entrada del coño de mi mujer y se la metió muy despacio, lentamente, hasta que sus huevos golpearon el trasero de mi mujer.

Me incliné hasta apoyar mi cabeza en el vientre de mi mujer y empecé a lamer su clítoris mientras veía esa polla como se follaba a mi mujer. Mi mujer gemía, cada vez más fuerte. Yo chupaba su clítoris y apenas a un centímetro la penetración era cada vez más fuerte. Mi mujer me masturbaba como buenamente podía dada la postura.

Un gran gemido, el más fuerte que yo escuchase nunca salió de la boca de mi mujer. El chico fue frenando sus envestidas y yo me erguí de nuevo. A mi mujer le temblaban las piernas, el chico se quitaba el preservativo y sin que mi mujer pudiera tomar aliento le metió la polla en la boca.

Entendí que al chico le quedaba poco así que volví a la posición inicial y percutí de nuevo a mi mujer. No paso ni cinco minutos cuando me iba a correr, la baje del capó y se puso de cuclillas, mamando el miembro del joven mientras se masturbaba. Yo me pajeaba prácticamente rozando mi polla en su moflete.

El chico sacó la polla de su boda y empezó a correrse por su cara, cinco chorros bien potentes impregnaron toda la cara de mi mujer, me excitó tanto ver eso que empecé a correrme sobre su cara también. Ella volvía a gemir de nuevo mientras con su mano recogía el semen mezclado del joven y mío y se lo llevaba a la boca.

El chico solo dijo gracias, se subió el pantalón y se fue. Para nosotros fue una noche especial y mágica como ninguna.