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Los comienzos de Alejandra

en Dominación

Apenas pasaba de los venti pocos años cuando conocí a Alejandra en uno de los foros que visitaba con frecuencia y en los que además de compartir información también me escribía con varias personas. Tenia mucha curiosidad acerca del mundo de la sumisión (eran tiempos de respeto y seriedad, todavía no se habia banalizado y ninguneado); no era difícil descubrir que en aquella "adolescente" de literarios fetichismos y curiosas preguntas le acabara germinando una fuerte atracción por quién tomaba interés en resolver todas sus cuestiones; conversaciones que pasaron de ser esporádicas a diarias, forjando durante meses de una completa confidencialidad, tan profunda como íntima. Con la llegada del año nuevo era momento de dar un paso más allá; cada verano coincidía que pasaba unos días veraneando en la ciudad, y todo estaba dispuesto para comprobar cuanto sería su grado de compromiso.

 

Tengo por costumbre todos los sábados, poco más tarde de la sobremesa, dedicarlos a probar las diferentes infusiones que la biblio-bar de Margarita me ofrece, y no podía faltar. Me senté en el mismo "reservado" de costumbre siempre frente la puerta, aún a sabiendas que la evidencia de edad me delataría, pero era la primera pruebade fuego que debería afrontar. Llegó con puntualidad, mire de reojo el reloj cuando puerta chocó contra el inconfundible ruido de cascabeles. Un discreto café con leche acompañaba su oscuro pantalon y camiseta que pese a ser floja no dejaba esconder el tamaño del busto. Dando un sorbo terminado de repasar todo su rostro. Sobre la mesa una de las últimas novelas que a la que además le había recomendado leer.

 

Su coqueto manoseo sobre la melena era sinónimo de cuanto distendida y amena estaba resultando la conversación, lejos quedaba ya los de nervios de cuando se presentó en la mesa. Los rayos de sol deslumbrando a través del cristal dibujando sobre su escote una siluetas llamaron mi atención, después de un largo y detenido exámen ya tenía planes para lo que restaba de día. Abrí el libro en una de las pocas páginas que tenía marcada con una doblez y señalando con un dedo le pedí que leyera "... Sentados en un banco del parque ... (sus mejillas pálidas tornaban de color a medida que leía) ... el Maestro ordenó qquuuitar tttooda ... (alzo la vista mirandome, mientras continuaba) ... laaa rrropa... interior", podía percibir el latir agitado de su corazón.

 

Cerré el libro y con voz severa añadí: "Si gustas puedes hacerlo aquí mismo". Nada más erótico que algo pervertido. Sus ojos abiertos como platos, con el evidente hormigueo recorriendo entre sus piernas, ofreciendo el servicio de caballeros en casa de descartar hacerlo en público. Pensando en el poco ruido de la puerta se levantó entrando en los lavabos, pero su suerte cambió cuando alguien entró por la puerta, sus brazos cruzados tapando sus pechos y su pantalón a media altura era la estampa que estaba contemplando. "Desnúdate. Podrás esconder tu cuerpo de cualquiera pero nunca del Tú Maestro". A juzgar tenue luz y la mata de vello en su pubis tenía todavía un virginal cuerpo con un pecho bien erguido pese a lo voluminoso de su tamaño. Se volvió a colocar la ropa, metiendo en mi bolsillo sus prendas.

 

Ya en la calle podía notar la inseguridad que tenía en su cuerpo al andar. Entramos en uno de los centros comerciales que más personas transitan; directos a una tienda de ropa femenina para dar vistazo general. Tomé un par de faldas para que las probara, su enfado no puedo hacerse más que evidente en su rostro antes de entrar con ellas al probador por los tamaño que habia seleccionado, el menos corto apenas serian unos centímetros por debajo de su ingle y el otro poco mas pero casi trasparente. Agarré otra y con tono pausado le ofreci la única alternativa a despedirnos, sus estupor no podía ser más grande y sin turno a réplicas fue y la vistió. Nada más salir su cara de espanto era latente y no en vano sabría que sería más que observada. Levanté los hombros. "Las insolencias se pagan muy caro". No conforme con el nuevo atuendo seguimos caminando como quien lleva de paseo a su mascota aun todavía por esculpir. A su paso adolescentes y maduros la miraban con objeto de deseo hasta el punto que alguno buscaba en el brillo del suelo el inexistente reflejo, subimos un par de pisos y pude comprobar la cara libidinosa con que algun pervertido se deleitaba con su caminar.

 

Con su pantalón metido en la bolsa de compra entramos en otra tienda en busca de una camiseta que realzara su desnudo y enormes tetas. Tras un par de prendas la agarre de la mano y la meti en los probadores. A su falda morada una camiseta amarilla sería el perfecto complemento. "Ponte esto" Ni ella era a estas alturas una cria ni yo era un samaritano. Ante mi y bajo una luz mas intensa unos pecho de gran tamaño se mostraban de color palido que se difuminaba con el color rosaceo de la areola y unos tímidos pezones que querian crecer. Con descaro meti una mano en el bolsillo acomodando el mastil que aprisionaba sobre el pantalón (con descaro no perdió detalle en mirar lo que hacia) todo a la vez que con la otra le dí un tiron en un pezón. Ombligo al descubierto y de bajo escote mostrando lo que la prieta tela terminaba de dibujar salimos a concluir nuestro dia de compras.

 

En el boulevard contiguo hay una heladeria artesanal regentada por don Camilo, amigo y confidente. Nos sentamos en la terraza consciente de que seria nuevamente foco de miradas y comentarios. "Sin tiempo a que se acomodará le susurré con voz melosa y sutil: "Quiero que te masturbes". Giro el rostro de izquierda a derecha, moviendo el cuello hacia todos los ángulos para visualizar la cantidad de personas que en ese momento habría a su alrededor y cuando se perfilaba a réplicar pose la cámara de fotos instantánea que compré poco antes de salir del centro comercial "Shhh... Ya sabes". Sus mejillas nuevamente parecian acompañar a su batido de fresa, pero esta vez no había baños cercanos y con la amenaza de abandono levantó la piernas posando su pies al borde de la silla y comenzó acariciando el clitoris muy suave evitando que sus movimientos pudieran delatarla, lo cierto es que un viejo sentado en un banco a lo lejos ya hacia tiempo que la estaba siguiendo desde que llegáramos. Sus pezones comenzaron a crecer con fuerza, abultandose sobre la camiseta, ojos casi cerrados y tras una fuerte convulsión abrió sus ojos como quien regresa de un estado hipnótico. No tardó en correrse, lo mismo que el viejo que para evitar ser visto se cubrió con una chaqueta. Era perceptible el fuerte e intenso olor a flujo. Acerque la cámara "Estrenala" haciendose una foto con ella; a lo lejos una pandilla de adolescentes no habían dejaban de mirar y contemplar el final del acto, sus rostros se sucedían entre atónitos y afortunados del espectáculo en directo sin dejar de voltear mirando con descaro, posando la ropa interior sobre la mesa le ordené que se regalara a nuestros administradores, a fin de cuentas pocas veces las podría usar. De regreso a la mesa nos hicimos una foto. "Guardala" era un buen recuerdo como su primer dia.