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Mi primera vez, parte 1

en Dominación

Antes de empezar: ¡Hola! Gracias por entrar. Este lugar es para aclarar algunos puntos en mis relatos. Primero, este es un relato “Soft”. Me doy mi tiempo en contarte la historia desde mis propios ojos. Si buscas un vulgar “mete y saca” con gemidos, no soy tu opción.

Segundo: Soy de un país de Latinoamérica donde le decimos “Escuela” a cualquier nivel académico. Tercero, no voy a aclarar la edad que tenía cuando sucedieron estos hechos, así que tendrás que descubrirlo por cuenta propia. Disfruta tu lectura.  

Mi primera vez, parte 1

Mi primer beso y algo más

El otro día miré que en televisión pasarían la película “Mi primer beso”. Esa película fue una de mis favoritas cuando era niña. Cuando la veía, me emocionaba imaginar sobre cómo sería mi primero beso, es algo con lo que toda chica sueña, aun las más rudas.

Disney también hace su parte, a pesar de esta nueva ola de empoderarnos, la verdad es que el chico sigue siendo importante en la historia y conforme vas creciendo, te pones a pensar sobre cómo será el primer chico que besarás.

En mi caso, fue el novio de mi hermana mayor.

Somos 3 hermanas, Bombón, Burbuja y Bellota (Pétalo, Burbuja y Cactus si eres de España). Yo, era Burbuja. Bombón tenía un novio con el que se iba a casar, ella era la líder, porque era 15 años mayor a mí. Bellota me llevaba 7, estaba en una edad mucho más rebelde, también tenía sus amores, sus fiestas. Después estaba yo, la que nació porque el DIU ya había caducado.

Mis padres, tras años de cuidarnos, decidieron reavivar la relación. Ahora teníamos la edad para no necesitar niñera, aun así, consideraban que alguien debía estar en casa cuando ellos salían, principalmente para evitar que Bellota se embarazara en su propia cama (Que también era mi cama)

Así que el nuevo niñero, resultó ser una persona con toda la confianza de mis padres, el novio de mi hermana mayor, Mojo-jojo.

Bombón es enfermera, sus jornadas le obligan a trabajar de noche y curiosamente, la noche de los viernes era el día en que siempre trabajaba. Bellota, tenía fiestas los viernes. Mis padres le permitían ir, pero ella hacía un trato con nuestro niñero. Bellota debía regresar antes de las 3am y tratar de no emborracharse para que no se le notara la resaca.

Mojo, sin novia disponible, no tenía nada mejor que hacer un viernes por la noche, que quedarse en casa, comerse la comida del refri y de paso, pervertir a la hermana de su novia.

Eso, nos dejaba a él y a mí a solas en casa, caperucita y el lobo, ese hombre no era tonto.

Ni tonto, ni feo, pero sí un abusivo. Él tenía la confianza de mis padres, porque había sido el novio de mi hermana de toda la vida, ese hombre había ayudado a cambiarme los pañales y teníamos fotos donde yo era una tierna bebe en sus brazos.

Pero ese bebé ya no era una niña, había crecido y al parecer, de pronto yo era capaz de satisfacer sus bajos instintos.

Así, empezó su trabajo de seducción. Todo era nuevo para mí, confiaba en él. ¿Qué si me gustaba? Sí, sí me gustaba. ¿Cómo no iba a hacerlo? Era como el hermano que nunca había tenido, el que me aconsejaba con paciencia, el que me defendía del bullyng de las hermanas mayores. Él me gustaba y él ya se había dado cuenta, pero yo creía que aún era un secreto.

Mojo se quedaba en la sala viendo la televisión, yo, bajaba y me sentaba a su lado para hacerle compañía. Aquí dirán que yo me lo busqué, que es mi culpa por tentarle y aunque pudieran tener razón, aun así él debió evitar que sucediera.

Jugábamos, hacíamos bromas, que pronto se convertían en contacto físico. Él me hacía cosquillas, yo usaba el pijama que era un short y dejaba mis piernas al descubierto desde los muslos. De cosquillas por arriba de la ropa, de pronto se convertían en contacto directo en la piel. Así fue por meses, él era paciente, muy listo, no se comía a caperucita de un solo bocado.

“Ven, te haré caballito como cuando eras niña”, decía él mientras me jalaba por la cadera y me hacía sentarme en el centro de sus piernas. ¿Qué si sentía el bulto? Claro que lo sentía, pero aunque ustedes no lo crean, no me cruzaba por la mente que aquello que se sentía era su pene.

Debía ser el celular, la cartera, un pedazo de ropa que se había hecho bola, no sé, a mí me gustaba jugar con él y definitivamente a él le gustaba sentir mi trasero sobre sus piernas.

Y entonces, las cosquillas y los caballitos se convirtieron en luchitas, juego de dominación, su cuerpo sobre el mío, yo intentando golpearle mientras el, al defenderse, pasaba sus manos sobre mis partes más sensibles. Probablemente recibí mi primer apretón de pechos o de nalgas, antes que mi primer beso.

Aunque soy Burbuja, no era rubia, ni de ojos azules. Sí blanca de tez, pero de ojos castaños y cabello castaño. Bajita, apenas 1.62. Lo mejor de mi cuerpo en ese momento, era la parte inferior. La niña había crecido, pero aún le faltaba por florecer (Cambié de talla de bra aún el año pasado)

Por eso que Mojo se enfocaba en mis shorts de tela delgada que usaba para dormir. Las super poderosas se distinguían por tener bonitas piernas, buen trasero y caderas dignas de albergar un bebé.

Así, en una posición de misionero fruto de las luchitas, Mojo juntó sus labios con los míos por primera vez después de un silencio y una mirada larga. Aquél había sido mi primer beso y no podía haber sido más perfecto aunque su bulto descansara entre mis piernas, defendiendo mi virginidad solo con 2 prendas de tela ligera.

El beso siguió por otro y después otro. Aumento la intensidad y la fuerza, su cadera empezó a moverse contra la mía. Su lengua empezó a abrirse paso dentro de mi boca y yo, sin apenas saber besar, trataba de imitar los movimientos.

De pronto todo se salió de control, una de sus manos subió por mi cintura y pasó por debajo de mi top deportivo hasta estrujar por primera vez mi pecho piel a piel.

Sus dedos pellizcaron suavemente un pezón y sentí una punzada fuerte en el vientre. Así debían sentirse las mariposas en el estómago, aunque esa mariposa estaba perdida mucho más abajo.

Se separó de mis labios y atacó mi cuello. Yo tenía la vista nublada, la cabeza me pesaba, definitivamente había muchos químicos en mi cerebro reduciendo la voluntad de detenerlo. Quería que él siguiera, aquello era algo muy rico.

Otra mano atacó el pecho que aún era virgen. Sus dedos empezaron a moverse sobre los pezones y los primeros gemidos de mi vida salieron por mi garganta. Su cadera atacaba a la mía con mucha fuerza. Una parte de mi sabía que aquello era sexo o bueno, al menos se parecía. ¿Tenía que pedirle que usara condón, no? Eso me habían repetido en la escuela hasta el cansancio.

Sus manos abrieron mi camisa de tela, la de el pijama, la amarilla con figuras de banana. Abajo estaba mi playerita blanca de licra, que fue subida hasta el cuello, por último mi top, el rosa, el que más me gustaba. Mis pechos fueron servidos frente a él.

No eran la gran cosa, definitivamente aún les faltaba mucho por crecer para ser el par de melones que hoy tengo, pero a él no le importó y los atacó con furia. Yo vi luces blancas en el techo. ¿Quizá me iba a desmayar? Pero aguanté. Era simplemente lo mejor que jamás había vivido.

Su cadera me seguía “follando” por encima de la ropa, una mano apretaba el pezón derecho mientras la otra mantenía la ropa en mi cuello. Su boca, su lengua, sus dientes, sus labios, atacaban el pezón izquierdo. Yo pasaba las manos por su cabeza y espalda mientras apretaba las piernas contra su cuerpo. Trataba de cruzar los pies detrás de él, pero su cuerpo era muy grande en comparación para lograrlo.

De pronto pasó al otro pecho y estuvo cambiando entre ellos de tanto en tanto. Me pidió que sujetara la ropa mientras él bajó una mano hasta el short y sin pensárselo me apretó la nalga derecha por debajo de la ropa interior.

¿Puede una chica virgen mojarse después de esto? Sí, definitivamente.

Después se levantó de golpe y me levantó la cadera con una mirada salvaje. Mis pies descansaban en sus hombros. Tomó mi short y ropa interior desde la cadera y los jaló hasta quitármelos. Después se las arregló para quitarme la ropa faltante hasta desnudarme salvo por las pequeñas calcetitas que aún usaba.

Abrió mis piernas. Había pasado el tiempo suficiente para que yo empezara a regresar en mí. Definitivamente seguía la penetración. “Los chicos meten su pene en nuestra vagina, así es como se tiene sexo, si no usan condón te embarazarás”, pensé mientras el observaba entre mis piernas.

Estaba nerviosa, decían que dolía mucho, que sangrabas. “Una chica se murió desangrada en su primera vez” decían en la escuela en la charla de chicas.

Pero de pronto y en seco, él se detuvo. Su mirada cambió, parecía enojado. Bajó mis piernas que apuntaban hacia arriba y las cerró. Giró el rostro. “Vístete”, me ordenó.

Yo estaba desconcertada. ¿Qué había hecho mal? ¿Había algo importante que no había hecho porque no sabía? Él me dio mi ropa interior, unos calzoncitos que tenían una pequeña figura de conejo en el trasero.

¡Debía ser eso! Mi ropa interior era fea. ¿Cómo iba a saber que no le gustaban los conejos? Mis hermanas tenían tangas, que tonta había sido.

Me acerqué mientras me ponía la ropa interior. Él observaba hacia abajo sujetando su cabeza con una mano. Yo quería que él continuara con lo que hacíamos.

“Perdón, no los volveré a usar” susurré, aún semidesnuda. Él me miró confundido.

“¿Qué?” Alcanzó a decir, parecía tener sueño. “Mis pantys, son feas…” susurré, al borde del llanto. Él me miró y de pronto soltó una carcajada que me asustó. Empecé a llorar, ahora se burlaba de mí. No podía contenerme, él me gustaba, quería hacer el amor, no me importaba si era el novio de mi hermana, no me importaba si moría desangrada.

Puso una mano sobre mi cabeza y levanté la mirada. Ahora ya no parecía enojado, más bien, era tierno.

“No son feos, a mí me gustan” comentó, bajando su mirada al pecho. “Solo que esto no está bien” comentó paternalmente, señalando mi pecho desnudo.

“¿Son feas?” contesté triste. Era cierto que Bellota las tenía el doble de grandes y Bombón era talla D.

Él sonrió. “Son hermosas” dijo, mientras me abrazó. “Tú y yo no podemos hacer esto”.

“¿Por qué? Yo no le iba a decir a mi hermana” gemí triste. “Porque soy mucho más grande que tú” contestó él.

“¿Eso es tan malo? Yo quiero hacerlo… por favor, no diré nada…” comenté, jalando infantilmente su camisa y su mirada poco a poco regresaba a ser bestial. Era sorprendente como sus ojos cambiaban tanto.

“Sí, lo es” comentó, pero ya no sonaba tan seguro de sí mismo. “Aunque hay una cosa que sí puedes hacer…” dijo tras un leve silencio, mirándome los labios.

“Lo haré” contesté rápido.

Sonrió levemente con una mirada animal, mientras se puso de pie y empezó a abrir su cinturón. Yo observé en silencio hasta que tomó entre sus manos algo grande. Era largo, parecía un hongo. ¿Entonces sí me lo iba a meter, no? Aunque era diferente al que había visto en libros de la escuela.

“Quiero que lo chupes como si fuera un helado. Si lo haces bien, al final te puedes beber la leche que salga” comentó, mirándome fijamente sosteniendo el pene a escasos 2 centímetros de mi boca.

“¿Le sale leche?” pregunté en mi inocencia. “Sí, las chicas buenas se la toman toda” comentó, empujando su cadera y haciendo que mis labios y su piel hicieran contacto.

Agarré el tronco con suavidad y me sorprendí de lo caliente y duro que estaba. “Como helado”, repetí en mi mente. Saqué la lengua y la pasé por enfrente, por donde está el agujerito. Él se estremeció al tiempo que soltó un gemido grave. “¿Así?” pregunté, mirándolo a los ojos mientras él me miraba ferozmente.

“Mételo a tu boca” gruñó empujándolo y me lo metió tomándome por sorpresa.

Continuará… en la parte 2.