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Marel visita a su novio

en Sexo con maduras

+++ 2ª parte +++ EL CUARTITO DE DANI

Resumen:

Luego de haber conocido un mediodía a un muchacho al salir de un estadio, nos acariciamos mutuamente en mi coche y esa noche, tuvimos relaciones sexuales, sin embargo, estaba deseando por más y a la mañana siguiente, un domingo, fui a buscarlo a un “cuartito donde vivía” y ahí di salida a mi sexualidad reprimida, con él, sin importarme la diferencia de edades, pues podía ser su madre…

 +++++++++

 Esa  noche casi  no pude dormir: el miembro erecto de Daniel me surgía en cuanto  cerraba los ojos. ¡Quería yo olvidarlo, pero me era imposible!, ¡lo deseaba yo tanto…!.

Estaba durmiendo con un negligé muy cachondo, sin la pantaletita, ¡andaba yo muy caliente!.  ¡Tuve que masturbarme de nuevo esa noche!.  ¡Alcanzar yo mi orgasmo!,  sin embargo, ¡me tuve que prometer  a mí misma que había de olvidarlo!, hacer de cuenta como si nunca hubiera pasado, que todo eso solamente había sido un sueño, erótico, muy bonito, pero un sueño al fin, ¡una fantasía de señora “sin sexo”!.

A la mañana siguiente, mis resoluciones habían fundido completamente, como el granizo ante el sol. ¡Estaba bajo el agua de la regadera  y estaba contando los minutos que me separaban para encontrarme con Daniel y con el placer!.

En esa ocasión me lavé con muchísimo cuidado todos mis "rinconcitos": me palpaba mis senos y me los consideraba muy firmes, esperando  que  de  la  misma  manera  me los considerara Daniel.  Me  introduje mi  mano en mi  sexo y comprobé que yo ya estaba “venida”.

Me vestí con un vestido rojo pasión,  sin mangas,  con sólo un par de tirantes, muy delgados, con un escote muy grande: a media espalda por la parte de atrás y hasta donde empezaban mis senos, por la parte del frente, mostrando mi canalillo. Por abajo me daba, de nuevo,  hasta un poco por arriba de mi rodilla, pero también era amplio, con línea “A”, que salía desde debajo de mis senos. Me puse una pantaleta roja, calada, semi-transparente, sin brasier.

Mi hijo no había llegado a dormir, seguramente se había quedado con su novia y mi hija, estaba durmiendo plácidamente en su cuarto.

Salí de la casa y de inmediato me dirigí al cuartito de Dani, pues me había escrito la dirección de su casa y me había dado las señas de cómo llegar. Me aclaró que vivía en un cuarto de la azotea de un edificio y…, llegué hasta aquel edificio; era viejo y se  encontraba en un estado de abandono y deterioro avanzado. Subí las escaleras y llegué hasta la  azotea, en los lavaderos, enmedio de ropa tendida.

Había una señora que lavaba su ropa y le  pregunté  por el cuarto de Daniel. Me detalló cuidadosamente, de los pies a cabeza, como adivinando lo que yo había venido a buscar  y..., sin decirme ni media palabra, tan solo me señaló con su dedo otra pequeña escalera que llevaba a un cuartito, por arriba de los lavaderos, a un lado de los tinacos. ¡Daniel vivía en la plena azotea!.

Toqué con mis nudillos su puerta y... ¡al  fin...!,  con el corazón latiendo a más no  poder,  como una colegiala toda asustadiza y emocionada,  penetré en el sórdido  cuarto en  que habitaba Daniel, desde hacía una cuantas horas, ¡mi “novio”!.

¡Llegué a despertarlo; iba levantándose  apenas!; 

            + ¡Daniel…, corazón…!, ¿todavía estabas durmiendo…?.

La cama  estaba toda desecha: había ropa amontonada en una silla, revistas de mujeres desnudas en el suelo y posters de mujeres, igualmente desnudas, en las paredes. Daniel estaba tan solo en calzones y camiseta. Debajo de su trusa se le alcanzaba a notar un buen bulto, el de su "chorizo", que de inmediato se lo noté y, sin poder resistirme, también lo toqué:

            + ¡Dani…, querido..., si supieras lo impaciente que estaba...!. ¡No tienes idea de las ganas que tengo de sentirte tu pene adentro de mí!.

               ¡Ando completamente venida y con enormes deseos de tenerte!.

Comencé a decirle sin pena, con mucha ansia y deseo irrefrenables. Me lancé corriendo a sus brazos, pegándole mi cuerpo a su cuerpo, mis senos a su pecho y mi mano a su pene, por encima de su calzón.

Dani se sonrió, socarronamente y me preguntó:

            = ¿te gusta mi verga mamita…?.

            + ¡Sí Dani, tengo muchas ganas de que me la metas de nuevo…!.

            = ¡Me encanta la idea, mami, pero me gustaría que comenzaras dándome una

buena mamada…!. ¡Tienes boquita de mamadora!. ¡Arrodíllate y dame una buena mamada!.  ¡Me gusta que mis novias me mamen mucho mi  verga...!.  ¡Métetela en la boca y caliéntame!.

Me coloqué de rodillas sobre de aquella cama y le bajé de inmediato su calzón, apareciéndome su pene, deliciosamente   parado, que  apuntaba fuertemente hacia el techo de aquel cuartito. Lo tomé en una mano y me lo quedé contemplando:  ¡era esta cosa tan firme, tan larga, tan imponente, la que me había penetrado apenas anoche en mi rajadita!.

Eso que me estaba pidiendo Daniel era algo que hacía ya mucho tiempo que no había practicado; mi esposo era de los que siempre le gustaba montarme, darme dos tres bombeadas, acabar adentro de mí y ponerse a dormir, sin embargo..., me quedé postrada  delante de Dani, con el fin de engullirme su pene en mi boca. Le di una primera probada, y de inmediato le encontré el gusto, un gusto que hacía mucho tiempo que no probaba; me le quedé viendo con detenimiento y, Dani, impaciente, me dijo:

            = ¡No te va a morder mami...,  al contrario, ten cuidado de no morderlo, mamita!.  ¡Métetelo hasta adentro de tu boca, chúpalo bien...!,

                ¡acaríciala bien con tu lengua, dale unas bombeaditas, de adentro hacia afuera..., ándale mami..., se buena novia y mámame rico!

Su pene  parecía tener vida: ¡me latía entre mis labios, me brincaba en mi cara.  ¡Trataba de hacerlo de la mejor manera posible, de darle una buena satisfacción a Daniel!. ¡Cerraba mis ojos tratando de disfrutarlo muy ampliamente, tratando de concentrarme en aquella ma-ma-da!.

            = ¡Muy bien mami linda!, lo haces de manera estupenda, cachonda, bien rica…!.  ¿Te gusta tragarte los "mecos" de tu marido?.

¡Glup…!: aunque había yo “mamado”, ¡nunca me había tragado los mecos de nadie!, ¡me dio mucho miedo y angustia!, y le dije, un tanto atemorizada:

            + ¡Oh no...,  no nunca lo he hecho...,  no puedes pedirme que te haga esas cosas!, ¡no quiero...!

le decía yo, sin dejar de mamarle y chuparle su pene, extasiada de él, que me tomaba de la cabeza con su mano derecha, con sus calzones enredados por arriba de medio muslo:

            = ¡Vas a hacer lo que yo te diga, vas a hacer lo que yo quiera!, ¡para eso eres mi “novia”!. ¡Quiero que te los tragues, toditos!.

Me dijo, alzando su voz y apretándome con su mano derecho mi cara, con su dedo pulgar en una mejilla y con sus otros dedos en la otra:

            = ¿entendido mamita…?, ¡para eso te tengo de novia!, ¿te los vas a tragar?

 Luego de aquellas palabras de Dani y su molestia, entendible, reflexioné y comprendí que “eso” era lo que le gustaba a los hombres, y en especial a los chicos, así que…, si quería seguir siendo su novia, tenía yo que complacerlo, ¡en lo que ese chico quisiera!, ¡para eso era yo ya su novia!, así que, tomando su pene en mi mano y llevándolo hacia mi boca y mis labios, me puse a mamarlo, de manera obsesiva:

            = ¡Bien mami, así, delicioso mamita…, se ve que te gusta mamarlo…, tienes boquita de mamadora, sigue, sigue, síguele mami, sigue mamando,

                bien rico…!.

Humillada por esa actitud agresiva, de enojo, pero también de macho alfa, ¡mi macho alfa!, que marca la posesión de su hembra y a pesar de mis deseos de huir, sumisa, complaciente, entregada, rendida, regresé a mi "mamada", tratando de complacer y agradar a “mi novio”, para que “me la volviera a meter”.

Tomé su miembro en mi mano, lo acerqué de inmediato a mi boca y comencé a mamarlo de manera desesperada.

Daniel me acariciaba el cabello y me marcaba el ritmo de mi "mamada". Yo trataba de cubrir completamente mis dientes, con mis labios, para evitar lastimarle el pene de Dani, a quien comenzaba a bombearlo con mucha velocidad.

            = ¡Sí, sí..., muy bien, síguele así, 'ay la llevas…, muy bien!.

               ¡Siento que me preparo a venirme, no pares, síguele rápido!

               ¡Quiero que te los tragues toditos!, ¿me entiendes?.

“Lamí, sorbí, bebí de ese manantial con un sabor que a mí me sabía a malvasía (vinos, vid, racimo de uvas), hasta dejarlo brillante. En mis oídos me sonaba como un murmullo celestial, las obscenas palabras que me dedicaba Daniel:

            = ¡Cometelos todos puerquita!, ¡no dejes nada, mami....!.  ¡Qué buen trabajo me haces...!. ¡Sigue, sigue, dame tu lengua y trágate hasta la

                última gota...!. ¡Te daré un premio, cerdita...!,

y fue una enorme sorpresa”: Danielito empujó sus caderas y vació su esperma en mi boca.

¡Era su líquido espeso, viscoso y salado, el que comenzó a penetrar en mi boca. La cantidad de su semen era tal, que tuve que tragarme una parte y el resto se me escurrió por mis labios, en mi cara, en mis cabellos y hasta por encima de mi vestido, que, por ser de color rojo, reflejaba de manera inmediata el color blanquizco de la lefa que me acababan de “echar”.

Yo tenía cerrados mis ojos, disfrutando por vez primera de esa sensación...

            = ¡Trágatelos todos mami..., y luego..., límpiala bien!.

Yo lo complacía en todo, de la mejor manera posible. Le tomaba su miembro con una mano y le daba unos sendos chupetones a su chorizo, a medio parar. ¡Me gustaba su cabeza, su glande,  por la parte de atrás,  se la limpiaba con mucho deseo y gran placer... ¡Me había encantado la forma en que se vino en mi boca!, ¡me había gustado tragarme esos “mecos”!.

Daniel pareció leer en mi pensamiento y me preguntó:

            = ¿te gustó la “mamada”, mami…?,

y, dejando de chuparle su pene por un instante, le contesté:

            + ¡sí Dani…, se me hizo muy rico…!, ¡saben muy sabrosos tus “mecos”!,

y también añadí una pregunta:

            + ¿y a ti…, te gustó lo que te hice…, lo disfrutaste?

            = ¡Claro que sí mami…!, me gusta mucho que me mamen la verga…!, pero solamente me vengo en la boca de las que son mis novias,

                a las otras no se los doy…!, ¡y tú ya eres mi novia, aunque tengas marido!.

Me sonreí y se lo seguí mamando  y apretando, de manera desesperada, emocionada, apasionada, tratando de “exprimirle” su miembro, hasta que:

            + ¡Qué bruto..., ya se te puso tieso de nuevo...!.

            = ¡Qué bueno, pues ahora me voy a dedicar a cogerte!. ¡Desnúdate pronto mamita…!.

Me dijo Dani, recostándose sobre de su cama, con su pito paradísimo y todo tieso, con sus calzones arriba de las rodillas y sus cabellos en pleno alboroto:

            + ¡Sí,  sí,  corazón,  ahorita me encuero..., no sabes las ganas que tengo de meterme contigo, en tu cama...!,

y de inmediato quise proceder a retirarme totalmente mi ropa, pero Dani me bajó la velocidad:

            = ¡desnúdate despacio mami…, que quiero disfrutarte completamente, gozar con los ojos lo que tocan mis manos, lo que penetra mi verga, tu cuerpo completo,

                mamacita bonita…, tan caliente, tan cogelona, ¡mi novia!.

Dani estaba recostado sobre de su cama, se había retirado el calzón y se encontraba con su camiseta y su pito parado, tan fuertemente parado que parecía el palo de la carpa de  un circo, ¡se veía lindo su palo, se veía lindo su pene, se veía linda su cabezota!; ¡me dieron ganas de mamarlo de nuevo, de darle una buena mamada otra vez, pero tenía también muchas ganas de llevarlo a mi chocho, a mi rajadita y  que me penetrara como lo había hecho la vez pasada, en la fiesta, y que descargara en mi vientre y que me llenara de semen también!.

Se quitó la playera y se estaba agarrando su pene, se lo estaba apretando de manera muy fuerte, tanto, que se le estaba poniendo morada la cabezota. ¡Me dieron ganas de lanzarme a jugar sobre de él!, pero yo apenas comenzaba a encuerarme.

Me deslicé uno de mis tirantes y el otro a continuación. La parte superior del vestido se me cayó y, como no llevaba brasier ese dia, de inmediato aparecieron mis senos, libres, con los pezones erectos, reflejando con creces lo que yo estaba sintiendo: ¡el deseo por la cópula, por el coito, porque me metiera su verga en mi rajadita mojada, hirviendo de deseo y de pasión!:

            = ¡Me encantan tus “chichis”, mamita…!,

me dijo mi Dani, levantándose a acariciarme mis senos y a pellizcarme con mucho cuidado mi par de pezones:

            = ¡los tienes tremendamente parados!.

            + ¡Si Dani…, me tienes demasiado caliente, m’ijito…!.

¡Le dije “m’ijito!, ¡no se cómo se me salió!: ¡mi subconsciente me había traicionado!. ¡Reconocía la diferencia de edades entre ese muchacho y yo!.¡Podía ser su madre!.

Tan solo me sonreí y comencé a bajarme el vestido, despacio, a lo largo de todo mi cuerpo, desde mi tórax, mi vientre, mis caderas, mis piernas, y terminé por sacarlo por debajo de mis tobillos y pies, todavía con las zapatillas rojas, de tacón alto, que llevé aquella vez:

            = ¡Qué sabrosa te ves, mamacita…!

Estaba con mis tacones rojos, mis piernas desnudas, mi pantaleta roja, calada y sin nada más en mi cuerpo y:

            + ¿Te gusto Dani…?.

            = ¡Me gustas mami…, estás muy sabrosa…!, ¡te ves muy cachonda con esos calzones que traes…!,

y estiró su mano para acariciarme mi sexo, por encima de mis pantaletas de encaje:

            = ¡mamita sabrosa…, estás completamente venida!. ¿Ya te tengo caliente…?.

            + ¡Sí papi…, desde ayer me tienes caliente, desde que me pediste el helado…!.

Y en ese momento se arrodilló frente a mí y levantando sus brazos, tomó mi pantaleta de los elásticos de los lados y se puso a deslizarla hacia abajo, muy lentamente, mientras me besaba mis muslos de manera alternada, el de la derecha y aquel de la izquierda, sin dejar de darle de besos a mi panochita, aun cubierta por el encaje de mi pantaleta roja: ¡yo estaba de a mil!, ¡me sentia que me venía y me venía, en una sucesión de orgasmos múltiples, consecutivos, concatenados, el uno tras otro, haciendo que me temblaran las piernas de la excitación!.

¡Hacia tanto tiempo que no me hacían “esta cosa”!, ¡que nadie me besaba “en ese lugar”! que…,

            + ¿qué piensas hacer, Danielito…?,

le dije, cuando ya mis pantaletas estaban a la mitad de mis muslos y su cara estaba insertada en la parte más velluda de mi entrepierna, aspirando mi aroma de mujer en celo y comenzando a degustar mis secreciones más íntimas:

            + ¡Danielito…, qué quieres hacerme, mi niño…!,

            = ¿quieres que te lo mame…?

            + ¡Sí Danielito…, mámamelo…, por favor…!.

Le dije, sin ninguna reserva, sin poder contenerme de la emoción, de la excitación, del deseo y la pasión que sentia, al reencontrarme con aquellas caricias, ya casi olvidadas por mí, y que volvían a aparecer en mi vida con mucha fuerza y lujuria.

Terminó por bajarme y quitarme la pantaleta, dejándola tirada en el piso: ¡me encontraba tan solo con mis zapatillas rojas y con su cara en mi rajadita sexual!, aprisionada por un abrazo alrededor de mis muslos, que por poco me hace caer hacia atrás.

Él se dio cuenta y:

            = ¡vente para la cama, mamita…!,

y de inmediato lo obedecí; me fui hasta su cama y me acosté boca arriba, con las piernas colgando hacia el piso, muy separadas las dos, mostrándole mi rajadita, invitándolo a que siguiera con “ese beso” que había comenzado a regalarle a mi sexo:

            + ¡ven…!,

le dije, estirando mis brazos y manos hacia él, quien se me acercó de inmediato, hincándose a la mitad de mis piernas, abiertas, y acercando su boca a mi sexo, pero luego la retiro, se alejó algunos centímetros y metió sus manos sobre de mi rajadita, separando mis vellos púbicos, hacia la derecha y hacia la izquierda, descubriendo mi botoncito parado, mi clítoris muy erecto, ¡que estaba suspirando y lagrimeando por “ese beso” de su príncipe azul!:

= ¿quieres que te lo mame, mamita…?

            + ¡Sí…, mámamelo…, por favor…!.

Daniel no perdió más el tiempo y acercó su cara mi sexo, acercó su boca a mi rajadita y sacando su lengua comenzó a chuparme mi clítoris: ¡sentí que un rayo me estaba cayendo del cielo!:

            + ¡papitooo…, m’ijitooo…, mi Daniiiiiiiiii!,

me puse a gritar, sin control, apretándole con muchísima fuerza su cabeza y su cara contra de mi sexo y mi clítoris, sintiéndome que me estaba viniendo en su cara:

            + "Sigue, sigue, mete la lengua y rebaña hasta la última gota". ¡síguele Dani, no pares…, así…, chúpalo…, chúpalo, pruébalo…, pruébamelo bien…!,

y me derrumbé por completo, encima de aquella cama, entregándole todos mis jugos a Dani, que los absorbió por completo también.

            + ¡Dani…, Dani…!,

apenas alcanzaba a decir.

Estaba toda “despaturrada”, abierta de piernas, "mostrándole a su contemplación mi chochito venido”.

Pasamos algunos minutos así, yo extasiada, derrumbada, completamente venida y Dani a la mitad de mis piernas, con su lengua aun recogiendo mis jugos y su nariz aspirando mi odor, a mujer satisfecha, colmada, disfrutando el orgasmo.

 

“Cuando Daniel se re-incorporó, su polla estaba a estallar y sus huevos estaban duros como piedras”. Yo me sonreí, de satisfacción, y mirando su calentura, lo besé y me comí su boca y mirándolo con mi cara de lujuria, le dije:

            + ¡Ven…, métemelo…, dámelo…, cógeme…!.

Puso sus ojos en mi rajadita peluda y con lujuria la acarició. Abrí mis piernas y él se puso de rodillas frente a mí; tomó su verga en su mano y la colocó en mi rajadita, ya ansiosa por ser penetrada. Mordí mis labios y cerré mis ojos, esperando que su verga entrara en mi sexo y sentí que me la colocaba entre mis labios vaginales y poco a poco la iba enterrando en mi sexo,

            + ¡aaahhh…!,

hasta que sentí que su vellos púbicos se juntaban a los míos y, cuando su verga entró toda, él se acostó sobre mí y me dijo;

            = ¡señora sabrosa…, estoy de nuevo dentro de ti…!, ¡después de este día no serás solamente mi novia, sino también mi putita!, ¡mamita rica!.

Sus palabras me encendieron: ya no sólo me era su mami, su novia, sino que además me llamaba “putita” mientras me poseía: ¡me excitó en grande cuando me dijo “putita”!.

Empezó a meter y sacar su verga; ¡era un inmenso placer el sentir esa verga bombeando mi rajadita!: gemía, gritaba como una loca.

            + ¡aaagghhh…, sí…, sí…, así…, aaahhh…!.

Su cuerpo me excitaba; me emocionaba saber que su vientre y su cuerpo atlético – por el ejercicio que hacía – estaba sudando por mi causa, por estarme cogiendo, ¡me ponía como loca!.

Bajé mi mano para sentir su verga, que me penetraba; acaricié sus huevos, que rebotaban en mis nalgas, y de pronto miré mis dedos: ¡estaban llenos de un líquido blanco, viscoso, que no era su semen!, ¡era yo!, ¡eran mis propias venidas, ¡me había estado viniendo a lo grande!, ¡muy espeso y delicioso!.

            = ¡ya viste mamita…, ya te encuentras toda venida, putita…!. ¿Te gusta la verga mami?. ¿Te gusta que te la metan…?

            + ¡Sí…!,

le dije en un simple gemido, deseando que me siguiera cogiendo, y luego le repetí:        

            + ¡Sí…, gueleee…!,

cerrando mis ojos le grité,

            + ¡Síiii…, asíiiii…!,

pues me estaba “viniendo” otra vez, una vez más ese día. Daniel, sonriendo de gusto, solamente aceleró, para que llegara mi orgasmo, mientras apretaba mis tetas.

Cuando me calmé un poco, Dani me colocó en “cuatro patas”, quedando mis nalgas al aire y…, ¡me volvió a penetrar!, ¡ahora de esa manera!, me lo estaba dando de a “perrita”, despacio, profundo y…, comenzó a acariciarme mis nalgas y a darme pequeñas nalgaditas, y entonces le pregunté, ingenuamente:

            + ¿Te gusta verme mis nalgas cariño...?

            = ¡Sí..., pero más me gusta jugarte tu hoyito trasero, voy a meterle mi dedo hasta el fondo, pues luego te quiero culear…!. 

¡Hacia tanto tiempo que no me la metían por ese lugar…!.

            = Desde que te vi allá en el estadio, me fui a la carrera detrás de ti…, se te miraban unas nalgas bien ricas…, bajo de aquellos mallones, enfundadas 

                en tus calzones cachondos que llevabas ayer…, los que llevaste a la fiesta, y los que trajiste el dia de hoy…, ¡estás para darte una buena culeada!.

Tan sólo me sonreí y él comenzó a meterme su dedo, lleno de su saliva, girándolo en el interior de mi ano…, ¡me estaba “ahormando” mi culo!: ¡en ese momento supe que me penetraría por el ano!.

Me sacó su verga de mi vagina y me dijo que me pusiera boca abajo en la orilla de la cama. Así lo hice y comenzó a besarme las nalgas y abrir mis piernas, para que pudiera besar desde atrás mi vagina y con sus dedos extraía mis jugos y los ponía en mi ano, introduciendo su dedo en mi recto. Primero fue un dedo, luego dos, luego tres y…, así estuvo un buen rato lubricando mi ano; después me hizo chuparle y ensalivarle su pene, varias veces, a todo lo largo del tronco y en especial su cabezota, su glande.

Lo puso en la entrada de mi ano y empezó a presionar, pero mi esfínter no cedía: ¡hacía muchos años que no me daban por ese lado!. Entonces, usando mis manos, yo misma me separé mis dos nalgas y sacando bien mis caderas y sin dejar de empujarme con fuerza, Daniel consiguió finalmente introducirme su glande, ¡nomás la puntita!:

            + ¡Aaaayyyhhh…!,

            = ¿Te dolió…?.

            + ¡Un poquito…!

Y entonces Dani, zafándose de mi ano, me abrió mis nalgas con sus dos manos y comenzó a chuparme mi ano, para llenármelo de saliva y luego de eso, dirigió su pene a mi entrada trasera y empezó a presionarme otra vez, hasta que finalmente pudo introducirme de nuevo su glande;

            + ¡Aaaahhh…!,

yo lancé un grito pequeño.

            = ¿Te sigue doliendo…?,

            + Poco…, pero…, no me lo saques…, síguemelo metiendo, pero vete despacio…,

y así lo hizo; se fue poco a poco, hasta alojarme totalmente su tronco en mi recto, en mis intestinos, y ahí se detuvo.

Se quedó quieto un rato, esperando que me acostumbrara a su verga: ¡se sentia delicioso tener su pene en mi ano!, dilatándomelo, hasta que comenzó a moverse, pausado y, luego de otro momento de espera, comenzó el mete y saca, primero despacio y ya poco a poco hasta el fondo, golpeando sus testículos con mi pubis en cada embestida que daba.

Se agarraba de mis caderas y aumentaba la velocidad de sus penetraciones, bufando del placer que sentía:

            = ¡Buuufff…, mamita…, qué rica…, sabrosa…, qué culo…!. ¡Te tenía que encular…!. ¡Esas nalgas que tienes…!, ¡había que hacerles el honor…!,

                ¡había que darles p’adentro…!. ¡Buuufff…, estás deliciosa mami…!, ¡aprietas bien rico, mamita…!.

Yo sacaba mis caderas hacia atrás, llendo a su encuentro, para sentirlo hasta adentro, metiendo mi mano entre mis piernas, acariciando mi clítoris y sus “huevos”.

Él, por su parte, metiendo su mano por debajo de mi cuerpo, me acariciaba mis senos, estimulando mis pezones erectos, poniéndome nuevamente a dos mil.

Me estuvo perforando por un largo tiempo, hasta que le dije que ya no podía, que estaba agotada, que ya terminara y él, agarrándome de las caderas una vez más, empezó a bombearme con fuerza, diciéndome que:

            = ¡Voy a venirme mami, me voy a vaciar…, en tu culo…, voy a llenártelo de lechita…!,

y me puse a acariciarme mi clítoris, para venirme al mismo tiempo que él, hasta que…, ¡nos venimos de manera conjunta, los dos!:

            + ¡Aaaaggghhh…, Danieeel…!

            = ¡Maaamiiitaaa…!.

Llegamos a nuestro clímax con un grito de extremo placer. Le mojé abundantemente sus dedos y las sabanas de su cama, mientras él me inundaba mis intestinos con su esperma caliente. ¡Fue delicioso volver a sentir una verga dentro de mi culito!.

Nos derrumbamos sobre de su cama, hasta que su pene perdió la erección y entonces nos acostamos, el uno al lado del otro:

            + ¡Me gusta cómo me lo haces…!.

            = ¿es que estás muy sabrosa…!. ¡Te tenía que encular…!. ¡Esas nalgas que tienes…, no son para menos…!.

Me sonreí por su comentario: ¡ahora entendía yo mi “ligue”!. Mis nalgas atrajeron a ese muchacho y yo…, ¡terminé por darle las nalgas…, jaja!.

Estando aun acostados, haciéndonos “arrumacos”, sintiendo cómo se deleitaba con mis senos y con mis pezones, que seguían muy erectos, alcancé a ver la hora que era: ¡ya casi daban las dos de la tarde!, ¡tenía que llegar a la casa!, para darles de comer a mis hijos.

Me quité mis zapatillas, levanté mis pantaletas y me metió en el baño. Quise darme un baño: el agua estaba muy fría y sin embargo, así me metí. Me lavé con cuidado, mis senos, mi sexo, mi ano. Me sequé y me puse mis pantaletas.

Salí y lo vi recostado en su cama; me chifló el clásico: ¡fiu-fiu!, y me dijo, sonriente:

            = ¡estás rete buena mamita…!,  ¡estás para darte una buena culeada!, jajaja.

Me lo quedé mirando: su virilidad estaba en pleno apogeo, ¡parecía poste de luz!, ¡se le veía delicioso!.

            = ¡Ven a sentarte en mi verga...!,

me dijo, de manera libidinosa. ¡No pude resistirme a esa imagen! y, respondiéndole también, de manera libidinosa, le dije:

           + ¡Ahora voy, corazón...!, ¡vas a sentir cómo me tienes caliente, nomás de pensar en hacerlo contigo de nuevo...!.

Me subí prestamente a la cama;  separé mis piernas por encima del cuerpo de Dani; me coloqué con una pierna enmedio de las de él. Con mi muslo le rozaba su pene, parado, y Dani, tomándome mi mano derecha en su izquierda, me jaló contra él, me hizo que le pasara mis piernas una a cada lado de sus caderas y que me sentara con mi sexo directamente encima de su vergota parada.

Lentamente, con el fin de saborear largamente toda la intensidad del instante, comencé a deslizarme, a empalarme ese pene en mi rajadita.

            + ¡Aaaaggghhh…, Daaani…, qué ricooo…!.

            = ¡Mamiii…, sabrooosa…!.

Mi vagina se amoldaba perfectamente a su miembro viril, a su miembro de macho, a su miembro de chavo, de joven.

De un golpe muy fuerte, muy duro y muy seco, me lo introdujo hasta el fondo, tratando de destrozarme las paredes de mi matriz; su pubis contra mi pubis,  sus pelos contra mis pelos, sus manos en mis caderas, marcándome el ritmo de mi subida y bajada.

            = ¡muévete puta, muévete rico…, muévete más…!

Yo disfrutaba con los ojos cerrados aquella penetración, ¡que me llegaba hasta el alma!,  en cada subida y bajada que me daba sobre de su pene  parado;  tenía mi cabeza echada hacia atrás y sentía como si me estuviera orinando. ¡Eran mis orgasmos en repetición!. ¡No podía controlarme!.  ¡Lo  cabalgaba de  manera  cada  vez más rápida  y totalmente  frenética!. Su pene glorioso me perforaba cada vez más adentro mi sexo, mi intimidad. Yo ya no contaba, yo era tan solo una onda de placer desenfrenado que se agitaba como trapo enmedio de la tormenta. ¡Así de tremendo me sacudía ese chavito...!. ¡Estaba endiosada!, ¡estaba caliente!, ¡estaba desenfrenada a más no poder!.

            = ¡Detente cabrona..., vas a hacer que me venga, cariño, y aún no me quiero venir..., quiero gozarte muchísimo, por si ya no te volviera a culear...!.

Me dijo de un tono seco y tajante Daniel, deteniéndome mis caderas, que aún peleaban por seguirse meneando,  por seguirla gozando, por seguirlo sintiendo. Yo le repliqué a su decir, pues no me había gustado nada esa frase de “por si ya no te volviera a culear”: ¡me dolió hasta lo más profundo del alma!, justo ahora, que me re-encontraba nuevamente con el sexo y me amenazaba con “no volverme a culear”: ¡no era justo, me dieron ganas hasta de llorar!, de tristeza.

            + ¡No Dani…, nunca te voy a dejar…, ahora que ya somos novios…!, ¡no quiero separarme nunca de ti…!.

            = ¡Quiero que te des media vuelta para mirarte tu culo...!. ¡Me encanta tu culo, tus nalgas…, estás muy sabrosa, cachonda, putota!.

Me dijo directo Daniel,  plantándome un beso muy lindo y cachondo en mi  boca,  que me hizo vibrar de emoción. Al mismo tiempo me puso de lado,  levantando mi pierna derecha y metiendo su pene en mi sexo batido y muy rojo, de tanto "limar".

Terminada la acción anterior, se acostó Daniel en la cama, como estaba al principio, acostado con el pene p'arriba; ahora fui yo la que di media vuelta y me le volví a acomodar  sobre de su miembro parado, pero ahora dándole la espalda a su cara.

Me hizo flexionarme hacia adelante, mostrándole así mis caderas y nalgas; me las separó con sus manos y me introdujo un dedo en mi ano:

            = ¡Putota…, de verdad que me encantas…, tenía que encularte!, ¡estás muy sabrosa...!. ¡Me encanta tu culo, tus nalgas…, putota!.

                Te veíamos y te veíamos en el estadio…, fantaseábamos con tus nalgas y nos preguntábamos quien sería el afortunado que te diera p’adentro!,

                 y ese fue…, ¡el hijo de mi mamá…!, jajaja…

Su pene tan lindo adentro de mí,  su dedo introducido en  mi ano; ¡estaba colmada por lo "vicioso y conocedor"  de Daniel, quien me hablaba de una manera…, ¡que me prendía, con esas palabras que me decía!, me conducía a placeres totales y repetitivos.

            = ¡Estoy muy caliente mamita…, ya no puedo aguantarme…!, ¡te los tengo que echar…!.

Y metiéndomela por la espalda y apretándome fuertemente  una de mis chichitas, Daniel comenzó a descargar,  hasta adentro,  en el fondo de mi vagina, sus chorros calientes ¡me llenaban  mi  vientre,  me encendían  mi pasión, me quitaban mis fuerzas!.

           + ¡Sí, sí... todo Daniel, hasta el fin...!.

Agotados por ese combate, nos quedamos dormidos, abrazados sobre su cama, desecha...   ¡Desde  éste  preciso  momento  ya  estaba esperando mi próximo encuentro con él!.

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