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Caída en la Lujuria IV

en Sexo Oral

Estábamos en la casa de Celia, nuestra amiga, ella era delgaducha, de cara fea, bastante escuálida digamos que en comparación conmigo, Emma y Rebe no era una gran belleza, sin embargo, su carisma, dinero y sexualidad hacían que hubiera estado con muchos hombres pese a su corta edad. Las cuatro estábamos en su casa, hablando de la feria y entre líneas pude notar como las primas guardaban algún secreto que no me iban a contar. Hubo un momento en el que algo me llamo la atención y es que el hermano de Celia apenas cumplía diez meses y nosotras lo estábamos cuidando. El bebe siempre quería estar con Emma y una vez agarro sus firmes pechos y empezó a mamar de ellos. Descojonada por la situación, agarre al bebe y lo coloque en su cuna mientras me reía de la morena y le decía.:

―La culpa es tuya. Yo personalmente lo comprendo: ¡Tienes unos pechos que son una tentación!― le solté acariciándolos.

Indignada por mi tomadura de pelo, se levantó y dándose la vuelta se fue de la casa para vestirse para la feria, antes de marcharse llamo a su prima y ambas hablaron por minutos hasta que ambas se despidieron.

Yo me fui a mi casa y me vestí de fiesta, pero sin ser demasiado zorro. Estando con mis amigas en la feria, pude ver como Rebeca no venia y su prima decía que ya llegaría, eso me extraño, pero al ver al chico que me gusto hace ya semanas, me fui rápidamente. El chico parecía estar detrás de una caseta, no me extrañe por eso. Lo espié, estaba fumando mientras golpeaba algo con su mano. Espere hasta que pasados unos minutos el chico se abrocho el pantalón y supuse que estaba follando. Me quede ahí observando hasta que note como mi pantalón vaquero se humedecía excesivamente.

 Estaba tan perdida en mi humedad que no note como el chico se restregó en mi trasero encantada de sentir cómo su miembro se iba despertando y cuando lo tuvo inhiesto, se dio la vuelta y fruto de mi calentura pase mis piernas por sus amplias caderas, él se ensartó pegando un gemido de satisfacción, tras lo cual y dirigiéndose a la anterior chica, le gritó:

―Mientras me la follo, puedes ir tocándote para consolarte.

La aludida ni se dignó a responderla y hecha una furia, volvió a la feria Reconozco que debía de haberme ido, pero en ese momento era más prioritario para mí, el terminar de correrme sobre el enorme rabo de ese pene. Jamás había follado y por eso me sorprendió la facilidad con la que aun estando de pie aguanto mi peso mientras me penetraba. También para él debía ser novedad porque comportándose como un loco, metía y sacaba su pene de mi interior con una ferocidad brutal:

―¡Me encanta!― grite entusiasmada.

Su entrega me llevó a meditar sobre cómo había cambiado mi actitud en esos cuatro días y agarrando sus nalgas con mis manos, pregunté:

―¿Te has dado cuenta de lo que te perdiste durante tanto tiempo?

―Sí, de haberlo sabido, me hubiese acostado contigo desde hace años.

Satisfecho por su respuesta, seguí machacando su sexo con violencia hasta que lo oí gritar de placer y entonces cortando su pasión me separé de él. El chico se fue y llamo a la chica anterior que se presentó desnuda, pero con un burka en la cabeza, eso me extraño, pero al verme a mi desnuda, sudorosa y habiendo perdido mi virginidad sin apenas dolor, todavía oliendo a sexo. Me sentía un poco mal, por habérmelo follado sin siquiera hablar con él, pero al ver a la chica tetona del burka, comparada con Emma, esa chica era quince tallas más, pero ella era rubia. Ambas miramos su enorme pene, era depilado algo raro para un chico de esta edad.

Su pene inhiesto marcaba el camino.

―Quiero que aprendáis a compartir-dijo el chico.

Ninguna de las dos entendió sus palabras y por eso tuvo que aclararlo diciendo:

―Empezad a comer.

Su gesto señalando el miembro erecto que tenía entre las piernas, nos terminó de sacar de dudas y agachándonos ante él, las dos comenzamos a darle una mamada a dúo. No supe de quien era la boca que chupaba la polla ni cuál era la que se había metido sus huevos en el interior y además me daba igual, lo único que deseaba era demostrarle a ese chico quien mandaba. Alternándose en las caricias, María y la chica consiguieron elevar su excitación a niveles increíbles y profundizando en su miembro, el chico exigía que le dejaran y que se tocaran entre ellas. Debido a que la otra chica estaba previamente excitada, la castaña se encontró con un coño encharcado que, tras un par de toqueteos, empezó a berrear de gozo, pero en cambio la rubita tuvo que emplearse a fondo por que Maria seguía seca. Disfrutando de su poder, el chico fue ordenando diversos cambios de posturas mientras las miraba decidiendo en cual de esos dos chochos iba a vaciar su simiente.

Completamente embadurnadas de arena y hojarasca, las dos hembras fueron variando sus funciones y unas veces era la rubia la que se comía el sexo de la morena y otras, era la morena la que hacía lo propio con el de la rubia.

―¿Quién quiere disfrutar de mi pene?

Las dos al unísono respondieron que ellas y soltando una carcajada exclamo.

―Solo puede ser una. Decididlo entre vosotras y cuando lo hayáis zanjado, espero a la afortunada detrás de esos matojos.

El joven se reía internamente al escuchar discutir y tal como había previsto, se enzarzaron en una pelea que si bien empezó a gritos terminó a golpes. Cada una deseaba para sí el privilegio de ser tomada por el ya que interiormente suponían que sería la favorita durante nuestra estancia. Durante varios minutos oyó la pelotera y después silencio. Creyendo que había ganado una, espero con impaciencia descubrir cuál había resultado ganadora pero curiosamente las vi llegar a las dos arañadas y con un ojo morado.

―¿Qué ha pasado?― pregunté muerto de risa.

María tomó la palabra:

―Hemos decidido que no sea una sino las dos las que estén contigo. Debemos aprender a compartir.

Le resultó extraño que hubiesen llegado tan pronto a esa decisión y como era exactamente lo que buscaba, las llamo a su lado. Pegando un grito de alegría se acercaron hasta el arbusto y sin esperar a que les diera permiso, se abalanzaron sobre mí. La primera en hacerse con mi pene fue la rubia a la que el burka ya apenas cubría la cara que poniéndose a horcajadas sobre sus piernas se lo fue introduciendo en su interior mientras su compañera ponía su sexo en la boca. La tentación de tener ese chocho a escasos centímetros le obligó a recorrer con su lengua los pliegues de su vulva antes de concentrarse en su botón.

―¡Dios! ¡Qué gusto!― bramó María al sentir sus dientes mordisqueando su botón.

―Yo también quiero― señaló su amiga y cambiando de posición, puso su vulva en mi cara mientras María se ensartaba con la polla.

Amo absoluto de la situación, su sexo fue alternando de un coño a otro mientras sus dueñas se besaban y acariciaban con pasión. Desgraciadamente se sobreexcito lo que hizo que se corriera en seguida.

Agotadas, se dejaron caer sin percatarse que ese placer solidariamente regalado les había unido más que los años de amistad que llevaban. Entonces María, luciendo una sonrisa de oreja a oreja, me soltó:

―Chaval, ¿no recuerdas que todavía no nos hemos corrido? ¡Vuelve a la cama! Le toca a esta zorra servirnos.

Muerto de risa, observé que la aludida se levantaba y se marchaba.

A la mañana, desperté al sentir que una mano me iba acariciando por mi cuerpo. Al abrir los ojos, vi a la rubia completamente desnuda bajando con su boca por su pecho mientras su mano recorría su entrepierna. Satisfecho por esa forma de amanecer, se la quedo mirando a los ojos y se puso a disfrutar de sus caricias.  La rubia se percató que estaba despierto y poniendo tono de puta, susurró en voz baja:

―Necesito tu polla.

Tras lo cual se agachó y comenzó a besarle el capullo. Cerrando sus labios recorrió todo el pene colmándolo de besos mientras con una mano lo agarraba fuertemente y con la otra le acariciaba los testículos. Habiendo conseguido su objetivo que no era otro más que consiguiera alcanzar su tamaño máximo, empezó a lamerlo de arriba abajo sin dejar de masturbarme lentamente.

Después de unos minutos, estaba loco de excitación e impaciencia:

―Chúpamela, joder.

―No seas ansioso― respondió con una sonrisa dando otro lametón. Desde su posición, observe a la chica, bajando por su pecho y abriendo su boca, comenzar a meterse alternativamente sus cojones, chupándolos fuerte mientras no paraba de masturbarme. Cuando consiguió dejarlos completamente empapados con su saliva, hizo algo que desde entonces me gusta: cogiendo el pene como un bate de beisbol, se dio golpes por toda la cara mientras gemía profundamente.

Sin previo aviso, abrió sus labios y se la metió en la boca. El ritmo de su mamada era lento pero constante. Buscando volverlo loco, de vez en cuando paraba y le miraba para que el fuera quien le rogara que siguiera y en cambio otras, dejaba que de su boca saliera el sobrante de saliva dejándolo caer sobre el glande, con la clara intención de provocarme.

―Eres una guarra― le soltó a la par que presiono su cabeza contra el pene.

No le molestó que toda su extensión se encajara en su boca ni que su garganta tuviese que absorberlo por entero y dando por sentado que eso era lo que quería, se empezó a sacar y a meter la verga sin quejarse. Al sentir el calor y humedad de su boca acogiéndola con mimo en su interior, creyó que se iba a correr y por eso tuvo que realizar un sobre esfuerzo para no derramar su simiente en ese momento

―¿Te gusta cómo te la mamo?― preguntó con voz excitada la muchacha.

―Sí, putita mía. ¡Me vuelve loco!

La confirmación de la lujuria lejos de satisfacerla la llevó a dar un paso más y con los ojos inyectados de deseo, me soltó:

―Creo que esto te va a gustar todavía más― tras lo cual, izando su cuerpo puso mi polla entre sus tetas y las apretó con las manos. Una vez ya la tenía donde ella quería comenzó a hacerme una cubana, subiendo y bajando su cuerpo –o ¿no te gusta que te folle con mis pechos?

Anticipando lo que me iba a brindar, la había dejado llena de babas, de forma que al ponérsela en el canalillo estuviera lo suficientemente lubricada para resbalar con facilidad entre sus pechos. Con su pecho convertido en un sexo tibio y húmedo, la zorra le fue follando cada vez más rápido.

―¿Te gustan mis tetas? ¿Te gustaría correrte en ellas?― preguntó con voz sensual mientras se mordía los labios con el afán de provocarme.

Aprovechando mi más que patente calentura, la muchacha apretó con sus manos aún más sus senos y riéndose de la cara de deseo que descubrió en mí, preguntó:

―¿O acaso prefieres que vuelva a comérmela?― y sin dejar de menear mi pene, me soltó – A esta puta le apetece sentir tu semen en su cara. Me encantaría que te corrieras sobre mí.

Demasiado caliente para decidir donde explotar, se quedo callado al estar totalmente concentrado en la cubana. La mujer al verificar la ausencia de respuesta, insistió:

―¡Me tienes brutísima! Estoy sedienta y deseosa de tu leche. Quiero que desparrames tu semen por mi piel y me embadurnes con él, mientras me follas.

Sus palabras le hicieron enloquecer y reprimiendo el impulso inicial que no era otro que ponerla contra la mesa y follarla en plan perrito, decidí que tendría todo la vida para hacerlo y que, en ese momento, le apetecía que siguiera con su mamada. Al oír en voz alta mis deseos, la mujer sonrió y agachando su cabeza, abrió su boca y sensualmente se la metió hasta el fondo. Sus labios, al introducírsela, fueron apretando su extensión y llegando hasta la base de mi pene, la besaron dando inicio nuevamente a una espectacular felación.

Con una velocidad de vértigo, profundizó en el placer a base de profundos lametazos sobre su polla mientras con la mano me empezaba a pajear. La excitación acumulada y su maestría al hacérmela produjeron que, naciendo de mis entrañas, el placer se fuera acumulando en mis huevos y sabiendo que no iba a tardar en explotar, se lo avisé. La mujer haciendo oídos sordos a la advertencia, siguió dotando a sus maniobras de un frenético ritmo hasta que ya no pude contenerlo más y estallo dando gritos.

La primera oleada de placer cayó dentro de su boca, pero entonces la muchacha se la sacó y pegando el glande a su cara, fue repartiendo su semen por su rostro como si estuviera esparciéndose una crema revitalizante.

Nunca había visto hacer eso.

Descojonada, al ver mi cara de sorpresa, la rubia soltó una carcajada antes de correrse ella misma al sentir mi simiente en su cuerpo. Ni que decir tiene que esa erótica visión volvió a reanimar su alicaído miembro y queriendo reiniciar hostilidades, le dio la vuelta.

―¡Espera!― protestó riéndose de mi cachondez ―¡Tienes que ver algo!

La mujer aun con rastros de la crema en su cara, se quito el pañuelo que cubría parte de su rostro y el chico sonrió mientras con su vara, señalo a la otra chica que yacía todavía agotada en el suelo por el placer anterior. El chico se acerco a la chica a la joven castaña, y ella al ver su miembro alicaído, aunque todavía imponente se levantó para intentar reanimarlo. Si embargo al ver a la mujer sin velo se la quedo viendo y al instante chillo:

-¡Tu, has hecho que haga un trio con mi amiga! Eres un cerdo, éramos vírgenes-dijo María al reconocer a la rubia como su amiga Rebeca.

-Sabes, niñata, la forma de comer de tu amiga era depurada para alguien a quien he corrompido-dijo el chico