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Líos en la casa de la playa.

en Sexo con maduras

Aunque este relato se puede leer de forma autónoma, si alguien tiene interés en leer los antecedentes lo puede hacer en el relato “Líos en el viaje del INSERSO” (https://todorelatos.com/relato/149954/).

Al volver de la locura del viaje del INSERSO al que había ido con mi tía Ana, me incorporé de lleno a mi rutina diaria en la universidad para intentar sacar el grado ese mismo año.

Mi nombre es Carlos y en la época del relato tenía 23 años. Soy un tío de lo más normal del mundo y entonces vivía en un pequeño apartamento que había alquilado con mi novia, antes de que ella me dejara.

Mi vida diaria consistía en ir a de la facultad, pasar allí la mañana, a mediodía volver a mi apartamento y llevarme toda la tarde estudiando y haciendo los trabajos de curso. Tan atareado estaba que diez días después de haber vuelto del viaje no había tenido tiempo de acercarme a saludar a Julia, una guapa vecina divorciada mayor que yo unos veinte años, con la que había pasado una fantástica tarde-noche justo el día antes de salir de viaje. Un jueves por la tarde decidí ir a visitarla por si tenía suerte y echábamos un buen rato. Justo cuando iba a llamar a su puerta salía ella.

-              Hola Carlos, que alegría verte. –Me dijo dándome un besito en los labios-.

-              Hola Julia, venía a saludarte. Estoy tan liado que no he podido acercarme antes.

-              Qué pena, iba a salir en este momento y ya voy tarde. Por cierto, ¿qué tal tu viaje?

-              Bastante ameno, por decir algo.

-              Vente mañana a cenar y me lo cuentas con detalle.

-              Estupendo, mañana nos vemos.

Julia era una guapa mujer madura, morena, pelo lacio largo, pero no demasiado, y poseedora de un cuerpo capaz de hacer feliz a cualquier hombre, de estatura mediana, buena figura, tetas grandes muy bien puestas y un hermoso culo respingón. Tenía un carácter sereno y muy agradable.

A mediodía del viernes me llamó mi tía Ana con la que no había vuelto a hablar desde el día que tuvo que dejarme en Almería tras sufrir ella un accidente sin mucha importancia.

-              Hola Ana, ¿qué tal tu pierna?

-              Bien, ya estoy prácticamente curada.

-              Me alegro de que haya sido menos de lo esperado.

-              Te llamo porque tu madre está preparando una fiesta por el sesenta cumpleaños de tu padre. Ha llamado a tu tío para invitarnos y me imagino que a ti también te habrá invitado.

-              Me llamó ayer pero no pude hablar con ella, igual era para invitarme.

-              Bueno, la cuestión es que quería pedirte total discreción sobre el viaje. Tu simplemente di que todo muy bonito, muy tranquilo, incluso un poco aburrido.

-              No te preocupes que no diré nada que pueda comprometerte.

-              Gracias Carlos. Hasta la vista en la fiesta.

Ana era le segunda mujer de un hermano de mi madre. Sobre los cuarenta y cinco años de edad, maciza hasta decir basta y un poco salida, por no decir muy salida como había podido comprobar durante el viaje de marras. Pensé que a buenas horas me había llamado para pedirme discreción, con los putiferios que me había formado ella solita.

A las nueve de la noche me presenté en el apartamento de Julia con una  botella de albariño.

-              No tenías que haber traído nada. –Me dijo al abrir la puerta, después de darme otro piquito en los labios-.

Llevaba un vestido azul marino sin mangas, entallado en el cuerpo y con una falda corta con mucho vuelo. Iba muy guapa y muy sexi.

-              He preparado algunas cosas para picar, no he tenido tiempo para preparar nada más elaborado. Abre la botella y sirve las copas. En el frigorífico hay otra botella enfriando.

-              Tienes muy bonito el apartamento, ¿Qué tal te adaptas a vivir aquí? –Julia no llevaba todavía ni un mes viviendo allí-.

-              Bien, un poco ruidosa la pareja que vive al lado, pero por lo demás bien.

Nos sentamos en el sofá y Julia dispuso el picoteo en la mesita de centro.

-              Cuéntame tu viaje del INSERSO –me dijo con mucha guasa-.

-              Como te dije ayer bastante ameno.

-              ¿Qué pasó, muchos monumentos y muchas paradas para comprar?

Decidí contarle una parte de la verdad para que se divirtiera.

-              Pues verás, mi tía no me había contado que el viaje era de nudistas y que íbamos a un hotel naturista en la costa de Almería.

-              ¡No me digas! –Exclamó empezando a reírse-.

-              Si te digo, pero eso no fue todo, los viejos además de nudistas eran liberales.

-              ¿Liberales en el sentido que yo creo?

-              En ese mismo sentido.

-              ¿Y eso lo paga el INSERSO? –Su expresión era de auténtico asombro-.

-              Según mi tía sí, desde los tiempos de Rodríguez Zapatero.

-              ¡Joder que cachondeo! Entonces has estado todo el tiempo en pelotas y dale que te pego.

-              Sí, podría resumirse así.

-              Con las ganas que yo tengo de ir a una playa nudista. ¿Pero y con tu tía?

-              Mi tía la peor. Tú te crees que veníamos de estar en pelotas en cualquier sitio y cuando llegábamos a la habitación me hacía vestirme.

Julia se partía de la risa.

-              Tú te estás quedando conmigo. –Me dijo Julia-.

-              Te prometo que no, al contrario, me estoy quedando muy corto.

De vez en cuando miraba las piernas de Julia, que se veían preciosas con la falda tan corta. Cuando la miraba, me daba la impresión que no llevaba sujetador. Estaba encantadora riéndose.

-              Ríete, entiendo que puede parecer de risa, pero no te puedes hacer una idea de la calentura de los viejos. –Continué-.

-              Voy a la cocina por la otra botella de vino –me dijo levantándose-.

Verla por detrás andando, moviendo su culo y bamboleando su falda era embriagador. Volvió de la cocina y me dio la botella para que la abriera. Cuando lo hice volví a llenar las copas. Me apetecía mucho besarla.

-              Julia, creo que no me puedo resistir a besarte. –Le dije inclinándome hacia ella y besándola en la boca-.

-              Ni falta que hace que te resistas, lo estaba deseando. –Me dijo después de devolverme el beso-. Creía ya que los viejos te habrían agotado.

-              Pues porque hace casi dos semanas que regresé y he podido coger algo de fuerza.

Ella se puso de rodillas en el sofá sobre mí y siguió besándome. Puse mis manos en su culo por debajo de la falda. Era muy sensual sobar su bonito culo.

-              Te he echado de menos estas tres semanas –me dijo entre beso y beso-.

-              Y yo me he acordado mucho de ti.

-              Me vino muy bien el polvo del otro día. Conseguiste subirme la autoestima, que la tenía por los suelos después del divorcio.

-              Me alegro, pero eres muy injusta contigo misma. Eres una mujer encantadora y muy atractiva.

-              ¿Me lo dices de verdad? –Me preguntó, mientras se bajaba la cremallera que el vestido tenía en la espalda-.

-              Claro que te lo digo de verdad, no lo notas en mi entrepierna.

Me soltó los botones de la camisa y luego la tirilla del pantalón. Me besó los pezones y me sobó el pecho.

-              Tenía muchas ganas de volver a estar así contigo –me dijo-.

-              Y yo todavía más. –Le dije llevando mis manos a su espalda desnuda. No llevaba sujetador-.

Mientras ella me bajaba la cremallera del pantalón, le saqué los brazos del vestido, dejando sus preciosas tetas al aire.

-              ¿Todavía te gustan mis tetas, no te parecen ya de vieja?

-              Tienes unas tetas preciosas. –Le dije mientras se las besaba-.

Ella empezó a sobarme la polla por encima de los boxes.

-              ¿Qué pasa, no has tenido bastante con tus amigas del viaje?

-              He tenido de sobra, pero echaba de menos tu cuerpo.

Se puso de rodillas a mi lado y tiró de mis pantalones y de mi boxes hacia abajo. Mi polla saltó como un resorte cuando quedó liberada. Le sobé el culo de nuevo. Sus tetas le colgaban por la postura y se las sobé con la otra mano. Me cogió la polla de nuevo, empezó a lamerme el capullo y después se la metió en la boca, sin parar de apretarme los huevos.

-              Estás muy traviesa. –Le dije-.

-              Tengo una sorpresa para ti. Bájame el tanga y tócame.

La obedecí. Llevaba el chocho completamente depilado.

-              Verte depilado el otro día, me hizo pensar que por qué no lo hacía yo también, que podría ser divertido. –Me dijo-.

-              Déjame que lo vea bien.

Se puso de pié y terminó de quitarse el vestido y el tanga. Se acercó a mí y se abrió el chocho.

-              Tienes un chocho muy bonito y un monte de Venus muy carnoso, dan ganas de morderlo.

-              ¿Y por qué no lo haces? –Me dijo sentándose en el sofá apoyada contra el reposabrazos y abriendo sus piernas-.

Terminé de desnudarme mientras ella se acariciaba lentamente el clítoris. Me puse de rodillas en el sofá, metí la cabeza entre sus piernas y comencé a darle suaves bocados en su monte de Venus.

-              Al remilgado de mi ex marido no le gustaba comerme el coño. Bueno, en realidad no le gustaba casi nada que no fuera metérmela y correrse en un minuto. Sigue Carlos que me está gustando mucho.

-              A mí me encanta saborear tu coño empapado por tus jugos.

-              ¡Sigue, sigue, no pares, que me voy a correr, así, así, ya, ya, aaaggg, sigue, sigue por favor…!

Julia se corrió con pequeñas convulsiones en sus piernas. El olor de sus jugos me había puesto tan caliente que yo también necesitaba correrme. Me incorporé y me puse sobre ella. Me cogió la polla y los huevos con sus manos y no le dio tiempo a que se la metiera en la boca. Me corrí sobre sus tetas y su barriga, dejándola bien cubierta de semen.

-              El olor de tu coño me vuelve loco –le dije sentándome a su lado-.

Nos quedamos un rato quietos y callados.

-              ¿Qué haces este verano? –Me preguntó rompiendo el silencio-.

-              Aparte de follar contigo, me ha salido un trabajo el mes de agosto, estoy muy cansado con el final del curso, así que posiblemente me vaya unos días a un casa que tienen mis padres en la playa. ¿Y tú?

-              Nada, no tengo un euro después del divorcio. Me quedaré trabajando en agosto, a ver si a final de año consigo ahorrar algo para ir a algún sitio.

-              No lo sé seguro todavía, pero posiblemente esté solo en la casa de la playa, mis padres tienen intención de hacer un viaje. Si es así, te llamo para que te vengas cuando puedas.

-              Gracias, me vendrían muy bien unos días en la playa tomando el sol sin hacer nada de nada.

Volví a llenar las copas de vino y le di la suya.

-              Por nosotros y por unos buenos polvos sin compromisos. –Dijo Julia brindando conmigo-.

-              Estimulante brindis. Que así sea. Por mí no va a quedar.

Como había augurado Julia echamos otro polvo esa noche y otro cuando nos despertamos juntos por la mañana.

El sábado de dos semanas después fue la fiesta de cumpleaños de mi padre. Nos reunimos toda la familia y algunos amigos suyos en el jardín de su casa. Llegué temprano para ayudarles en la preparación y sobre las dos de la tarde llegaron mi tío Manolo y su mujer Ana, tan maciza como siempre. No podía evitarlo, pero la veía desnuda en mi cabeza, como tantas veces la había visto durante el viaje. Fui a saludarlos y después de intercambiarnos unos besos en las mejillas, mi tío me dijo:

-              ¿Qué tal el viaje? Mira que devolvérmela con una pierna rota.

-              Bien, muy tranquilo todo el viaje, hasta que Ana tuvo el accidente.

-              Tu tía no quiere contarme nada. ¿Visteis muchas cosas?

-              Bastantes e hicimos muchas excursiones.

Ana empezó a mirarme como pidiendo que me callara.

-              Perdonadme, voy a saludar a tu madre. –Dijo mi tío marchándose y dejándonos solos a Ana y a mí-.

-              Tenemos un polvo pendiente –me dijo Ana-.

-              Si tu lo dices, por mi no va a quedar.

-              Hemos cogido un apartamento para julio y agosto cerca de la casa de tus padres en la playa. Si vas por allí y tienes ocasión llámame. Tu tío se va con sus amigotes en bicicleta la tercera semana de julio y yo me quedo solita.

Me dio otros dos besos en las mejillas y se fue a saludar a mis padres. Volví a verla desnuda de espaldas cuando se marchó. Tenía que quitarme esa obsesión de la cabeza.

Por fin terminó el curso y aprobé el grado. Quedé agotado del esfuerzo y decidí irme a la casa de mis padres en la playa. Iba a estar sólo, mis padres se iban a ver a unos amigos que tenían en Asturias y a quitarse del calor de Andalucía.

Casi todas las semanas hablaba uno o dos días por teléfono con Antonia. Una chica preciosa de mi edad, que había conocido durante el viaje con mi tía y con la que había intimado bastante. Una de las veces que hablé con ella le dije que iba a estar solo en la playa quince días y que me gustaría mucho verla durante esos días.

La casa de la playa estaba francamente bien. Una casa aislada de dos plantas en primera línea de playa, con un buen jardín y una piscina. Había sido un chollo que mi padre había comprado a un banco en los peores años de la crisis.

Le pedí el coche a mi madre y el quince de julio salí por la mañana hacia la playa, no sin antes despedirme de Julia e invitarla de nuevo a que fuera a visitarme.

Llegué a la playa de Bolonia en Tarifa sobre las doce de la mañana. Abrí la casa y empecé a descargar el equipaje y el resto de cosas que llevaba. En esas estaba cuando vi a Rosa, la vecina. Rosa era una mujer de algo menos de cincuenta años, rubia, con los ojos verde claro más bonitos que he visto nunca. Tenía unas tetas grandes, que con el tipo de sujetadores que usaba, le formaban un canalillo que había sido la musa de mis pajas durante la adolescencia. Bueno no sólo el canalillo, ella tenía la costumbre de tomar el sol durante la hora de la siesta en su jardín, en un sitio que era visible desde la ventana de mi cuarto. Todas las tardes le decía a mis padres que me iba a echar la siesta, cerraba la puerta y esperaba a que apareciera Rosa, casi siempre en biquini y me hacía una paja mirándola. Debí hacerme cientos de pajas con el cuerpo de aquella mujer.

-              Buenos días Rosa. –Le dije acercándome a saludarla-.

-              ¡Hola Carlos, que alegría! ¡Qué guapo estás! ¿Desde cuándo no venías?

-              La que estás guapa eres tú. Pues desde hace dos años, con los estudios y algún trabajillo de verano no he podido venir. ¿Y Pepe? –Pepe era su marido, mayor que ella y con el que algunas tardes del verano jugábamos al mus él, su hijo, mi padre y yo-.

-              Se ha ido a Córdoba antes que yo. Yo me vuelvo en dos o tres días y salimos de viaje para ver a Pepe hijo, que está de Erasmus.

-              Me hubiera gustado saludarle, pero hazlo tu por mí. Así que Pepe hijo está de Erasmus. ¿Dónde?

-              En Berlín. Está muy bien, lo que pasa es que yo creo que no está estudiando nada, que no sea la anatomía de las alemanas.

-              Normal, para eso están las Erasmus, para conocer gente.

Nos reímos. Rosa me subyugaba, estaba igual que cuando la miraba tomar el sol.

-              ¿Vienes solo?

-              Sí, voy a estar de lo más tranquilo.

-              Vente esta noche a cenar algo y así nos hacemos compañía.

-              Por mí perfecto, ¿te parece sobre las nueve?

-              De acuerdo. Hasta luego, te dejo que termines.

Rosa volvió a entrar en su casa y yo terminé de meter las cosas en la mía. No podía dejar de pensar en lo buena que estaba Rosa, recordaba su cuerpo de tantas tardes de los veranos de mi adolescencia y me entraban ganas de hacerme una paja de urgencia.

Con unas cosas y con otras me dieron las dos de la tarde. Mi madre me había dejado algunas cosas para comer en el congelador. Cogí cualquier cosa y mientras se descongelaba limpié las hojas de la piscina. Me senté en el porche a comer mirando a la playa. Cuando terminé, recogí las cosas, me tumbé en el sofá del salón y me quedé dormido como un muerto hasta las ocho de la tarde.

Cuando me desperté, me levanté, me serví un Martini y subí a darme una ducha y a vestirme para ir a casa de Rosa. No estoy seguro, pero creo que durante la siesta había soñado con Rosa y me había levantado empalmado.

El jardín de nuestra casa y el de la casa de Rosa estaban unidos por una puerta metálica. Al parecer, las dos casas se las habían construido dos hermanos y como mis padres y Rosa y Pepe se habían hecho muy amigos, habían decidido dejarla. Llamé antes de entrar al jardín.

-              Pasa Carlos la puerta está abierta. –Me contestó Rosa-.

Estaba sentada en la mesa del porche. Rosa y Pepe no tenían piscina, por lo que el jardín era de mayor tamaño y tenía un mayor número de árboles. La saludé con dos besos en las mejillas.

-              ¿Qué quieres tomar?

-              Lo que tengas, me da igual.

-              Estoy tomando vino blanco.

-              Perfecto.

Rosa llevaba una especie de túnica bastante descotada con una cremallera delante, que dejaba ver su más que apetitoso canalillo.

-              Hemos pasado unos días estupendos con tus padres. Lástima que tuvieran que irse, aunque así vas a estar tú más tranquilo. –Dijo Rosa-.

-              Me da pena que no podamos estar juntos, pero ellos tenían mucha ilusión en visitar a sus amigos y yo no tenía otras fechas libres.

-              He preparado algunas cosas para picar, así que anímate.

Fuimos picando algo de comer y nos tomamos dos botellas de vino. Al final de la cena estábamos los dos algo más que achispados y a mí me salió la vena galante.

-              Rosa, te lo habrán dicho muchas veces, pero tienes unos ojos inigualables.

-              ¡Vaya, gracias qué amable! Me lo decían antes, pero ya no. Me alegro de que me lo diga un joven al que le doblo la edad y al que ya no le gusto.

-              ¿Por qué dices eso de que ya no me gustas?

-              Porque esta tarde he salido a tomar el sol y tú no te has puesto a mirarme como hacías antes.

¡Joder que vergüenza, Rosa sabía que yo me ponía a observarla cuando salía a tomar el sol!

-              Lo siento Rosa, no creí que te dieras cuenta, las cosas de la adolescencia.

-              No lo sientas, me gusta que me miren y más si es un adolescente con las hormonas desatadas, como tú entonces. Sabía que me mirabas y que te masturbabas mientras me mirabas. ¿No?

-              Tengo que admitir que algunas veces sí.

-              Algunas no, muchas. Eso a mí me excitaba y luego iba en busca de Pepe para follar. Así que todos felices, tu desfogabas, yo me excitaba y Pepe encantado cuando iba a buscarlo.

-              No sé qué decir, salvo que siento haber sido un poco mirón.

-              Te repito que no lo sientas. Tengo mucho calor, ¿tienes la piscina limpia?

-              Sí, la he limpiado a mediodía.

-              ¿Te importa si me doy un baño?

-              Claro que no, así tomamos una copa en casa.

Se levantó, la seguí y cambiamos de jardín.

-              Voy a encender la luz del porche –le dije-.

-              Como quieras.

Se bajó la cremallera de la túnica y la dejó caer, llevaba un biquini amarillo con lunares blancos que recordaba de mi adolescencia cuando la miraba. Estaba preciosa. Se acercó a la piscina y se metió en ella por la escalerilla.

-              Te importa prepararme una ginebra con tónica. –Me dijo-.

-              Claro que no.

Fui a la cocina, estaba completamente empalmado. Mientras preparaba su ginebra con tónica y un whisky para mí, los recuerdos de la adolescencia se agolpaban en mi cabeza. Cuando volví al jardín Rosa estaba desnuda recostada en una tumbona, con el biquini en el suelo. ¡Qué mujer! Sus grandes tetas terminaban en unas areolas rosadas y grandes y en unos pezones grandes y duros, la ligera barriguita que tenía la hacía todavía más tentadora y una recortada mata de pelo rubio cubría su monte de Venus. Me miraba fijamente, tenía que haberse dado cuenta del bulto que tenía en el pantalón.

-              Ven, dame la copa –me dijo-.

Se la acerqué sin poder dejar de mirarla, bebió un sorbo y me dijo:

-              Muchas veces estuve tentada de tomar el sol desnuda para que me vieras y te masturbaras más todavía. Quiero que te desnudes y que te hagas una paja mirándome.

No me podía creer que aquello estuviera pasando. Después de pellizcarme para saber que no estaba soñando, me quité el niqui, me saqué los zapatos y me bajé juntos el pantalón y los boxes. Estaba caliente como hacía tiempo que no lo estaba.

-              ¡Ah, pues sí que te gusto todavía! –Me dijo mirándome fijamente la polla-.

Me quedé de pie con la espalda apoyada en una columna del porche mirándola y empecé a cascármela como cuando tenía diecisiete años. Ella me miraba fijamente sin tocarse, sólo saboreando de vez en cuando la ginebra con tónica. Notó cuando me iba a correr y me dijo:

-              Ven aquí, córrete sobre mis tetas.

Aquello ya era demasiado para mí, correrme sobre sus tetas era una de mis fantasías recurrentes cuando me hacía las pajas mirándola. Me acerqué a ella, di un grito y me corrí como un energúmeno dirigiendo los chorros sobre sus grandes tetas. Iba a retirarme de ella cuando me dijo:

-              Carlos estoy muy excitada, haz conmigo lo que quieras, pero haz que me corra.

Me recosté en la otra tumbona que tenía el respaldo casi vertical y abrí las piernas.

-              Ven, siéntate entre mis piernas y abre las tuyas. –Le dije-.

Lo hizo, le besé el cuello y le mordí las orejas suavemente, luego llevé una mano a sus fabulosas tetas, que estaban muy duras, y la otra a su chocho, mojé mis dedos en sus muy abundantes jugos y comencé a acariciarle el clítoris. Suspiraba y gemía quedamente.

-              Carlos me gustan mucho tus caricias, sigue así, despacio.

-              Eres una mujer increíblemente bella. Nunca me atreví ni a soñar estar así contigo.

-              Pues yo sí. Mientras te masturbabas imaginaba que luego bajabas al jardín y me masturbabas a mí. ¡Aaaggg que gusto!

-              Me parecías un icono, una mujer inalcanzable para mí y posiblemente entonces lo eras.

-              Entonces eras demasiado joven, casi un niño, y no iba a hacer nada contigo. Ahora ya eres un hombre y no tengo reparos. Tienes todavía la polla dura. Me ha gustado que vayas depilado. ¡Sigue, sigue, sigue, me voy a correr, sigue, no pares,..!

-              Córrete, estoy deseando ver cómo te corres.

Se corrió sonoramente.

-              ¡Carlos qué bueno!

Estuvo un rato recostada en mi pecho y luego se levantó para coger las copas. Estaba preciosa de espaldas, tenía un culo más grande que pequeño y con las nalgas muy carnosas. Me di la vuelta y puse las piernas en el suelo, todavía sentado en la tumbona. Me pasó mi copa.

-              No te sientes todavía –le dije dándole la vuelta para que su culo quedara a la altura de mi cara y empecé a morderle y besarle las nalgas-.

-              Qué bien, que me gusta que me soben el culo.

-              Tienes un culo perfecto, gustosísimo para morderlo.

-              Pues ahora no es nada para como lo tenía con veinte años. Uuuummm, que bien.

Tenías mis manos en sus tetas amasándoselas. Se dio la vuelta y se puso de rodillas entre mis piernas.

-              Estate quieto, quiero comerte la polla.

Primero me lamió el capullo mirándome a los ojos, luego, sin dejar de mirarme a los ojos, fue lamiendo todo el tronco, hasta llegar a los huevos que se metió en la boca, finalmente se metió casi toda mi polla en la boca.

-              Rosa me estás dando un placer enorme.

Ella siguió con mi polla en la boca sin contestarme. Yo estaba a punto de correrme otra vez. Se la sacó de la boca y la puso entre sus tetas, apretándoselas y moviéndolas con las manos.

-              Rosa, me voy a correr, sigue, tus tetas me vuelven loco. ¡Ahora, ahora,..!

-              Lo sé, córrete, córrete, me encanta que lo hagas.

Me corrí como si hiciera dos meses que no lo hacía. Me agaché para besarla en la boca.

-              Rosa, creo que este es el mejor comienzo de vacaciones que he tenido en mi vida.

Nos duchamos en el rociador de la piscina, sin parar de besarnos y sobarnos y luego nos recostamos juntos en una tumbona.

-              Carlos, no sé si debo decirte una cosa.

-              No sé, ¿de qué se trata?

-              Desde hace un par de años tus padres y nosotros hacemos vida en comuna.

Me quedé sin habla. ¿Qué mis padres, Rosa y Pepe vivían revueltos en verano? No podía ser con lo clásicos que parecían.

-              ¿Rosa, te he entendido bien?

-              Me imagino que sí. Siempre habíamos tenido una tensión sexual bastante fuerte entre los cuatro. Con la edad nos hemos quitado las tonterías y hemos decidido dejar que sucediera lo que llevábamos años deseando. ¿Tienes algún problema?

-              No, simplemente es que no me imaginaba que mis padres fueran tan liberales.

-              Uno nunca lo imagina de los padres, pero los padres son tan humanos como los jóvenes y tienen los mismos deseos que ellos.

-              ¿Por qué me lo has contado?

-              Tu madre y yo hemos comentado muchas veces tu actitud y la de mi hijo respecto a nosotras o respecto a vuestros padres. Nos dais por amortizados, como si ya no nos gustara el sexo, o nos diera igual gustar a los demás. Pues os equivocáis y mucho. Disfrutamos del sexo igual que vosotros o más, porque nos queda menos tiempo para practicarlo.

Pensé en lo que me había dicho Rosa y tenía razón, yo estaba convencido de que ellos ya no hacían nada y mucho más convencido de que no tenían relaciones sexuales con otras parejas u otras personas. Evidentemente me equivocaba.

-              Pues sabes lo que te digo, que me alegro mucho por todos vosotros. ¿Quieres otra ginebra con tónica?

-              Pues sí, si tú te tomas otro whisky.

Me levanté por las copas. Seguía empalmado como antes de correrme por primera vez. Qué noche más extraña, pensé. Primero acostarme con la musa de mi adolescencia y luego enterarme de lo de mis padres. Volví con las copas, Rosa seguía tumbada en el mismo sitio. Cuando le di la copa me cogió la polla.

-              Qué barbaridad chico, que capacidad de aguante, como se notan los años.

-              Para que luego digas que ya no me gustas.

-              Hombre, me quedé un poco decepcionada cuando no te vi.

-              Perdóname, pero estaba tan cansando que me quedé dormido casi cinco horas.

-              Te perdonaré, pero sólo si consigues que me corra otra vez.

-              Ponte de rodillas aquí en la tumbona.

Ella lo hizo y yo me puse de pié detrás de ella, le puse la punta de la polla en su coño y se la fui metiendo poco a poco hasta que ya no pude más.

-              Me encanta tu culo. –Le dije dándole un fuerte cachete-.

-              Me gusta que me den cachetes en el culo, sigue.

Le fui dando alternativamente en uno y otro cachete con la misma mano, con la otra mano iba de sus tetas a su clítoris, mientras empezaba a bombear todavía despacio, pero con mucho recorrido.

-              Follas bien, claro que de casta le viene al galgo, se lo tendré que comentar a tu madre.

-              ¡Pero qué dices! –Exclamé dándole un cachete todavía más fuerte-.

-              Para una madre es un orgullo que su hijo sepa follar cómo tú. Sigue, sigue dándome en el culo. Eso significa que adora a las mujeres. ¡Sigue con el clítoris, no pares de sobarlo, que me estoy excitando mucho!

-              Pues tú también follas bien, sabes calentar a un hombre hasta el punto de ebullición.

-              Yo tengo bastante experiencia, pero tú eres muy joven y de mayor podrás hacer maravillas con esa polla. ¡Ahora Carlos, ahora, sigue, por Dios no pares ahora, sigue, aaaggg, me corro, córrete tú sobre mi culo ardiente!

Se la saqué y no tuve ni que jalarme la polla, me corrí sobre su precioso culo mientras ella gritaba y luego se dejaba caer boca abajo en la tumbona. Al rato se levantó, cogió su ropa, me dio un beso en la boca y me dijo:

-              Hasta mañana y descansa.

Me quedé en la tumbona y me dormí pensando en el pedazo de mujer que era Rosa y en la suerte que yo había tenido al conocerla.

Me despertó ella pasada la una de la tarde.

-              Bueno dormilón, es que no vas a hacer nada hoy.

-              ¿Es que tengo que hacer algo?

-              Anda, ve a ducharte y te vienes a casa a comer.

Me quedé mirándola, iba con un biquini negro que dejaba prácticamente todo su culo al aire. Subí a ducharme, me puse un bañador y una camiseta y pasé a su jardín. Me llamaron al móvil, era mi tía Ana.

-              Hola Carlos.

-              Hola Ana. ¿Qué quieres?

-              Manolo ha hablado con tu madre y le ha dicho que estás solo. Él se va mañana, ¿me invitas a tu piscina?

-              Eres un caso Ana, ¿tú no te cansas nunca?

-              ¿Me invitas o me voy a tener que presentar por las buenas?

Recordé que ese era el último día de Rosa antes de marcharse.

-              ¿No te importa que sea pasado mañana?

-              Carlos, no seas pesado.

-              Mira Ana, haz lo que quieras.

-              Pues entonces hasta mañana.

Rosa había estado escuchando la conversación, mientras se ponía una camisa amplia para comer.

-              ¿Quién era, tu tía Ana?

-              Sí, le he dicho que no, pero por cojones insiste en venir mañana a la piscina.

-              Bueno, tu tía Ana parece una mujer interesante.

-              Siiii, muy interesante. ¿La conoces?

-              Sí, algunas veces han venido ella y tu tío a pasar el día con tus padres. Sirve vino y vamos a comer, voy a por la comida.

-              ¿Te ayudo?

-              No hace falta, tú sirve el vino.

Entró en la casa y volvió al rato con una bandeja y una ensaladera. Nos sentamos a comer.

-              Rosa todavía no me puedo creer lo que pasó anoche. Para mí se cumplió una de mis mayores fantasías sexuales.

-              Yo me lo pasé muy bien y hacerlo también formaba parte de mis fantasías, después de tantos años sabiendo que le dabas al manubrio mirándome. Entre tú y yo, tu tía Ana tiene aspecto de ser una mujer muy fogosa.

-              No lo sé –mentí-. ¿Por qué?

-              Por nada, es una mujer muy atractiva y esas cosas las notamos entre mujeres. Era simple curiosidad.

-              ¿Te gustan las mujeres?

-              Me gusta el buen sexo, sea con hombres o con mujeres o con ambos.

Rosa estaba guapísima. Me parecía una mujer increíble. Terminamos de comer.

-              Luego tengo que acercarme a Tarifa a hacer algunas compras. –Dijo Rosa-. Pero todavía tengo tiempo para cumplir un deseo.

-              ¿Cuál?

-              Quiero que invirtamos los papeles. Tú tomas el sol desnudo en mi tumbona y yo me masturbo mirándote desde tu cuarto.

-              Me encanta que tengas una cabeza tan perversa.

Se levantó, se quitó la camisa y sólo con el biquini se fue caminando hacia la casa de mis padres. Cuando cruzó la puerta entre los jardines me desnudé. Sólo de pensar lo morboso del deseo de Rosa estaba totalmente empalmado. Me dejé las gafas de sol y me senté en la tumbona recostado en el respaldo. En efecto se veía perfectamente la ventana de mi cuarto. Rosa descorrió las cortinas y se separó un poco de la ventana, situándose donde yo lo hacía de adolescente, la veía como si estuviera en un pequeño escenario. ¿Cómo no me había dado cuenta entonces de que Rosa podía verme? Abrí las piernas para que pudiera ver bien mi polla empalmada. Rosa metió una mano bajo el tanga del biquini, mientras con la otra se sobaba las tetas. Se mordía el labio inferior y no dejaba de mirarme, me imagino que como yo hacía años atrás. Estaba completamente excitado con el juego. Con las gafas de sol ella no podía saber si la estaba mirando, aunque me imaginaba que estaba segura de que sí lo hacía. Se bajó el tanga del biquini a medio muslo. Movía su mano sobre su chocho en todas direcciones cada vez más rápido. Se sacó las tetas del biquini, dejando el top bajo ellas. Su expresión evidenciaba su fuerte excitación, escuché un fuerte gemido, su cara cambió de expresión, cerró los ojos y luego se retiró de la ventana. Se había corrido seguro. Salté de la tumbona y fui corriendo a casa, subí la escalera de dos en dos peldaños y entré en mi cuarto. Rosa estaba tumbada en mi cama como desmayada, le puse dos almohadas bajo la cabeza, me coloqué sobre ella mirando su cuerpo, le metí los huevos en la boca, me di dos meneos en la polla y me corrí sobre sus espectaculares tetas sin sacar los huevos de su boca.

-              ¡Joder Rosa que calentón!

-              Ves por lo que no tenías que pedir disculpas anoche, así me ponía yo de verte y tenía que ir en busca de Pepe para que me follara.

Poco después bajamos los dos desnudos, la ayudé a recoger las cosas de la comida y volví a casa, mientras ella se preparaba para salir. Me serví un whisky y me tumbé en el sofá del salón a echar la siesta. Creo que estuve toda la siesta soñando con Rosa. Me despertó el sonido del móvil. Era Luis un buen amigo de la facultad.

-              Hola Luis. ¿Qué haces?

-              Pasando calor en Sevilla. ¿Y tú?

-              En la casa de la playa de mis padres.

-              Desde luego hay tíos con suerte.

-              Mis padres no están, vente el fin de semana.

-              Pues claro que me voy. Espérame el viernes por la tarde. Mándame la localización por google, que no me acuerdo bien del sitio exacto.

-              Vale, te la mando y vente cuando quieras.

Luis era un buen tío, bastante tímido y con la polla más grande que yo había visto en mi vida, incluyendo la mayoría de las que había visto en las películas porno.

Eché la tarde haciendo el perro. Cuando anocheció me asomé a casa de Rosa por si había vuelto sin que la oyera, pero no había nadie. Cené algo, seguí haciendo el perro y finalmente me subí a mi cuarto a acostarme. Sobre las sábanas se había quedado el biquini de Rosa desde la tarde. Cogí el tanga y me lo llevé a la nariz, el olor de sus jugos todavía persistía. Me puse caliente sólo de olerlo. ¡Qué pedazo de mujer! Me aseé y me dormí sin dejar de pensar en ella.

Me despertó el timbre de la puerta. Miré el reloj y eran las once de la mañana. Me puse el bañador y bajé a ver quién era. Era Ana con otra mujer, ambas en biquini, pareo al pecho y chanclas de tacón.

-              Hola Carlos. No me digas que te he despertado. –Me dijo Ana entrando en la casa-.

-              Si no quieres no te lo digo, pero sí que me has despertado.

-              Estás desperdiciando tu vida durmiendo. Te presento a Ángela, una amiga de la playa. Este es mi sobrino Carlos.

Nos saludamos con dos besos en las mejillas.

-              Voy a hacer café, ¿queréis?

-              Nosotras preferimos una cerveza –contestó Ana por las dos-.

Cerré la puerta, yo fui a la cocina y ellas al porche. Preparé el café, cogí dos botellines del frigorífico y fui a buscarlas al porche.

-              ¿Qué plan tenéis? –Les pregunté sentándome con ellas-.

-              Pues echar el día entre la playa, la piscina y tomar el sol y luego volver a los apartamentos. ¿Y tú?

-              Quería acercarme a la pescadería y comprar los avíos de un arroz para comer.

-              Qué rico un arroz –dijo Ángela-.

Ángela tendría algo más de la edad de mi tía Ana, sobre los cincuenta, rubia de bote, pelo largo lacio y una cara agraciada en la que destacaban unos labios carnosos muy sexis. Con el pareo no podía apreciar bien el resto de su cuerpo.

-              Espero que me salga bueno –le contesté-.

Me terminé el café y subí a ducharme al baño de mi habitación.

-              ¿Te aburres mucho? –Escuché preguntar a Ana mientras me enjabonaba-.

-              ¡Vaya Ana, no pierdes la costumbre de entrar en el baño cuando me estoy duchando!

-              Venga Carlos, ¿qué voy a ver que no haya visto ya?

-              En eso tienes razón. Te esperaba sola.

-              ¿Quieres hacer algo conmigo para lo que debamos estar solos?

-              No empieces a bordearme Ana.

-              ¿Te gusta mi amiga Ángela?

-              Como sabes acabo de conocerla –le dije cerrando el grifo de la ducha y cogiendo la toalla-.

-              No te estoy preguntando si te gusta para casarte, sino si te gusta para follar.

-              Eres increíble Ana. ¿Has vuelto a convertirte en mi chulo como en el viaje?

-              Es bueno tener un sobrino al que exhibir.

La miré, que estaba buenísima era indudable, que era una cabra loca en cuanto estaba sola, también.

-              Vístete, ya sabes que no me gusta que estés desnudo en la habitación.

-              ¡Coño Ana, que yo me estaba duchando en mí baño y has entrado tú! ¿Cómo quieres que me duche, con chilaba?

Terminé de vestirme y bajamos. Ángela se había quitado el pareo y estaba tomando el sol en el césped de la piscina. Tenía unas tetas grandes, que casi se le escapaban del biquini, y unas bonitas piernas.

-              Toma este juego de llaves, por si queréis salir mientras estoy fuera. –Le dije a Ana-. Portaros bien.

Fui a la cocina a ver si faltaba algo más que el pescado para el arroz. Como siempre mi madre me había dejado de todo y por duplicado. Hacía un día de levante, es decir hacía bastante calor y el ambiente estaba sucio. Tardé algo más de una hora en ir, comprar y volver. Sobre la una entré en casa. Deje las cosas en la cocina y salí al porche no estaban. Escuché hablar en el jardín de Rosa y me asomé, estaban las tres en toples tomando el sol y charlando.

-              Pasa Carlos –me dijo Rosa cuando me vio-.

-              Hola Rosa, buenos días. Voy a hacer un arroz, ¿te apuntas?

-              Claro, no iba a perdérmelo, tu madre me ha dicho que te sale muy bueno.

-              Ya sabes cómo son las madres –le contesté-.

-              ¿Quieres beber algo? –Me preguntó Rosa-.

-              Una copa de vino, si tienes abierto.

-              Sírvete, está en la enfriadora en el porche.

¡Coño, qué buenas están las tres! Pensé mientras me servía la copa. Con la copa en la mano volví a mirarlas. Era imposible decidirse por una. Si Rosa era un portento, Ana y Ángela no se quedaban a la zaga. Me tomé la copa de vino a la sombra del porche y pensé que ya era hora de empezar con el arroz. De camino a mi casa, al pasar delante de ellas, les dije:

-              Me voy a la cocina, que ya va siendo hora de empezar con las tetas –joder que lapsus-, perdón con el arroz. Os aviso cuando lo ponga a reposar.

-              ¿Te ayudamos con las tetas, perdón con el arroz? –Dijo Rosa-.

-              No hace falta.

Las tres se partieron de la risa, mientras yo aceleraba el paso para que no se notara que me había puesto rojo como un tomate.

Abrí una botella de vino, que me bebí en la hora y media más o menos que tardé en hacer el arroz. Cuando estaba terminando el sofrito, Ángela entró en la cocina. Seguía en toples y la braga del biquini era mínima.

-              ¿Necesitas ayuda? –Me preguntó-.

-              No gracias, luego os aviso para poner la mesa.

Se acercó a mí y me pegó las tetas a la espalda para mirar el sofrito por encima de mi hombro. Desprendía un olor a perfume muy sugerente.

-              Tiene buena pinta –dijo presionando cada vez con más fuerza sus tetas contra mí-.

-              Gracias, espero que también tenga buen sabor. ¿Quieres algo?

-              Algo como qué.

-              No sé algo de beber o de picar.

-              De eso no, que mira la barriga que se me está poniendo.

Me di la vuelta para mirar su barriga. Tenía los pezones como dedos de gordos y se veían muy duros. Su barriga era encantadora y muy sensual. La braga del biquini era tan pequeña que se podía decir que casi se veía todo su monte de Venus.

-              Ves, con las cervezas que me tomado, sólo podré probar tu arroz.

Empecé a empalmarme con aquella atractiva madura casi desnuda en la cocina.

-              ¿Dónde hay un servicio? –Me preguntó-.

-              Sube al de mi cuarto, el de aquí abajo está muy desordenado.

-              Gracias –dijo y se fue dejándome bastante desasosegado-.

La escuché bajar al rato y salir en dirección a la casa de Rosa. Cuando aparté el arroz las llamé desde la puerta entre los jardines. Se levantaron de las tumbonas, Ángela y Ana se colocaron los pareos y Rosa una camisa que se dejó abierta. Tenían la risa floja de estar ya un poco contentas con la bebida.

-              ¡Qué rico! –Exclamo Rosa al probar el arroz-.

-              Un chico tan joven y tan guapo y además buen cocinero. Eres un partido para cualquier mujer. –Dijo Ángela mirándome fijamente a los ojos-.

Durante la comida Ana miraba insistentemente a Rosa, y yo las miraba a las tres haciendo esfuerzos para no empalmarme.

-              ¿Os apetece una copa? –Les pregunté cuando terminamos de comer-.

Las tres quisieron ginebra con tónica. Fui a la cocina, traje las cosas y les serví las copas.

-              Creo que me voy a echar la siesta tomando el sol en mi jardín –dijo Rosa levantándose y cogiendo la copa-.

-              Te acompaño –dijo Ana-.

Se fueron las dos. Ángela dijo que ella se quedaría en el porche a la sombra y yo decidí subir a mi habitación a mirar a Rosa y a Ana y si se terciaba hacerme una buen pajote recordando viejos tiempos. Subí y me puse en la ventana. Las dos estaban desnudas en las tumbonas, Rosa boca arriba y Ana boca abajo. Me desnudé y empecé a sobarme la polla como cuando era un adolescente. ¡Joder que buenas estaban las dos! Al poco tiempo Ana se levantó de la tumbona y se puso de rodillas sobre Rosa a la altura de sus muslos, cogió un bote de crema y le fue dando a Rosa por las tetas y la barriga, luego dejo el bote y besó a Rosa en la boca. Yo tenía la polla como un leño. Ana se desplazó hacia los pies de Rosa y metió la cabeza en su entrepierna Ana no podía saber que yo las miraba, pero Rosa sí y estaba seguro que ella me estaba mirando a mí. Volví a notar el perfume de Ángela, pensé que se me había quedado en la nariz hasta que noté sus tetas en mi espalda y su mano en mi polla.

-              ¿Te gusta ver a dos mujeres follando? –Me susurró al oído-.

-              Mucho, sobre todo si son cómo ellas.

-              A mí no demasiado.

Había quitado mis manos de la polla y había dejado que Ángela siguiera con la paja. Movía su mano despacio pero con mucho recorrido y con la otra me sobaba los huevos.

-              Me pone muy caliente hacerle una paja a un hombre.

-              Y a mí que me la hagan.

-              No te corras todavía, quiero que lo hagas encima de mí.

Se puso en cuclillas frente a mí y siguió meneándomela.

Ana y Rosa seguían a lo suyo y yo estaba a punto de correrme.

-              Ángela me voy a correr.

-              Ya lo sé, córrete cuando quieras.

La miré y empecé a correrme. Ella dirigía los chorros sobre sus tetas, pero alguno le salpicó a la cara.

-              ¿Estás ya más a gusto? –Me preguntó todavía en cuclillas-.

-              Bastante más a gusto, pero habrá que hacer algo contigo.

Le di la mano para levantarla y la puse boca arriba en la cama. La besé en la boca y le lamí la cara. Luego me puse a sus pies y le quité la braga del biquini. Estaba completamente depilada, tenía el coño abierto y los labios fuera. Metí la cabeza entre sus muslos y le fui dando suaves bocados hasta llegar a su chocho.

-              Tienes un chocho muy bonito y un monte de Venus muy carnoso.

-              Sigue lamiendo que estoy muy caliente y quiero correrme.

Le di lengua desde el ojete al clítoris. Ella gemía a cada lengüetazo y me empujaba la cabeza con sus manos.

-              Sigue, sigue, me voy a correr, no pares por Dios.

Empezó a correrse empujando cada vez más mi cabeza contra su chocho. Gemía fuertemente y le temblaban las piernas. Me tuvo así cerca de medio minuto y luego tiró de mi cabeza hacia atrás.

-              ¡Joder qué bueno! –Exclamó cuando me separó la cabeza de su chocho-.

Me subí a la cama y me tumbé a su lado. Respiraba de forma entrecortada. Me agarró la polla que seguía empalmada. Luego se incorporó, se puso en cuclillas encima de mí mirándome y se metió mi polla en el chocho. Le cogí sus espléndidas tetas y se las sobé apretándole los pezones.

-              Sóbame el clítoris, quiero correrme otra vez.

Mientras ella subía y bajaba yo le sobaba su clítoris y sus tetas. Yo estaba empezando a calentarme mucho, otra vez. Ángela era una mujer espléndida y muy caliente.

-              Me había dicho Ana que follabas bien, pero no esperaba que tanto.

-              Ana habla demasiado.

-              Carlos sigue, sóbame más fuerte.

Ángela subía y bajaba cada vez más rápido.

-              Te puedes correr dentro –me dijo-. Dime cuando te vayas a correr, quiero hacerlo contigo.

-              Ángela no aguanto más. Me voy a correr.

-              ¡Aaahhh, sigue sobándome el clítoris, sigue, que me corro ya también, aaahhh, yaaaaa,..!

Se dejó caer sobre mi pecho con mi polla dentro.  Al rato dijo:

-              Ahora me apetece más la copa.

-              Y a mí.

Ella entró al baño a asearse. Aproveché para mirar por la ventana, Ana y Rosa ya no estaban. Ángela salió del baño y se puso la braga del biquini, yo me puse el bañador y bajamos a por nuestras copas al porche.

-              Carlos que buen polvo. Lo necesitaba.

-              ¿Estás divorciada?

-              No, lo que pasa es que mi marido no me hace caso. No es mala persona, pero nunca ha sido muy pasional y ahora con los niños en el apartamento dice que le da vergüenza que nos oigan, como si hubiera mucho que oír.

-              ¿De qué conoces a Ana?

-              Del verano pasado. Hicimos buenas migas. Me encanta como es, sobre todo cuando tu tío no está.

-              ¿Y cómo es que estás aquí?

-              Le conté que mi marido estaba un poco apático con el sexo. Ella primero intentó seducirme, pero no me gusta hacerlo con mujeres. Entonces me dijo que iba a venir a verte, me contó lo que había pasado en el viaje y me animó a que la acompañara. No tuvo que hacerlo mucho después de decirme las maravillas, que por lo visto hablaban de ti las otras viajeras. Estoy tratando de aprender de ella. Una cosa es seguir con tu marido y quererle y otra cosa es no darse una alegría de vez en cuando.

Seguimos hablando hasta que cerca de las siete de la tarde aparecieron Rosa y Ana.

-              Ángela, ¿nos vamos?

-              Cuando quieras.

Se pusieron el sujetador del biquini y los pareos.

-              Hemos echado un día estupendo, tenemos que repetir. –Le dijo Ana a Rosa, dándole un beso en los labios-.

-              Lo mismo digo –me dijo Ángela besándome-.

Las acompañé a la puerta y se marcharon. Al volver al porche Rosa me preguntó:

-              ¿Qué tal, te ha gustado?

-              ¿A qué te refieres, a vosotras dos o a Ángela?

-              Un poco a todo.

-              Vosotras estabais adorables y Ángela es una mujer muy sexual y muy atractiva.

-              Verte mirando me ha puesto muy caliente y Ana, como me imaginaba, es una auténtica máquina sexual. Me gustaría que echáramos un polvo de despedida, pero Ana me ha dejado agotada y mañana tengo que madrugar. Me lo debes para cuando volvamos a vernos.

-              De acuerdo, yo también estoy agotado.

Nos dimos un largo beso en la boca y Rosa se marchó a su casa. Había sido toda una suerte conocer a Rosa en profundidad, no se me iba a ir de la cabeza en bastante tiempo. Me quedé en el porche terminando el whisky que tenía entre manos. Me acordé de Julia, podía proponerle que se viniera con Luis ya que ella no tenía coche.

-              Hola Julia, soy Carlos. ¿Harta de pasar calor en Sevilla?

-              Pues sí, hoy ha hecho un día asqueroso con el levante.

-              Oye, mañana viene a pasar el fin de semana mi amigo Luis y había pensado que podías venirte con él y descansar un par de días.

-              Creo que voy a aceptar tu invitación.

-              Luis sale mañana después de comer. Lo llamo para avisarle y ya quedáis vosotros para que te recoja.

-              Perfecto.

-              Entonces hasta mañana, guapa.

Llamé a Luis y le di el teléfono de Julia para que se pusieran de acuerdo entre ellos. Cené algo y me fui a la cama temprano.

La mañana del viernes la pasé ordenando la casa. Mudé mis cosas al dormitorio de mis padres y dejé preparado mi cuarto para Luis. Fui a hacer la compra y preparé algo de comer para la cena. Decidí ir a comer temprano a un chiringuito que había cerca de la casa. A las cuatro estaba de vuelta en la casa y me eché una siesta en el sofá del salón. Al despertarme me senté en el porche a esperar a que llegasen Julia y Luis. La temperatura por la tarde era magnífica y como el porche estaba protegido del levante, el viento no molestaba nada. Sobre las siete y media llamaron a la puerta. Al abrir vi que Luis se había traído a Pamela. Conocía a Pamela de haber salido algunas noches de verano con el grupo de amigos y amigas de la facultad.

-              Hola Julia, bienvenida al paraíso. –La saludé dándole un piquito en los labios-.

-              ¿Qué pasa chaval? –Me dijo Luis y nos dimos un abrazo-. Me he permitido invitar a Pamela. ¿Te acuerdas de ella?

-              Claro. Hola Pamela, bienvenida tú también. –Nos saludamos con dos besos en las mejillas-. Pasad, dejad las cosas por aquí, si os parece tomamos una copa en el porche y el que se quiera bañar en la piscina, que se bañe.

-              ¡Joder como te lo montas! –Exclamó Julia cuando salimos al porche-.

-              Hay tíos que nacen con estrella y otros que nacemos estrellados. No te puedes imaginar el calor que hacía en Sevilla –Dijo Luis-.

-              Luis coño, que llevo tres días aquí, no desde principios del verano, así que no se me ha olvidado el calor de Sevilla. Voy por las bebidas, ¿me ayudas Julia?

Dejamos a Pamela y a Luis en el porche y fuimos a la cocina.

-              Qué alegría que estés aquí –le dije a Julia acariciándole el culo-.

-              No, qué alegría para mí que me hayas invitado. Tienes razón en que esto es el paraíso.

-              Te puedes quedar los días que quieras.

-              Ya me gustaría pero tengo que trabajar el lunes.

Julia iba muy atractiva con un pantalón vaquero corto muy ceñido a su precioso culo, una camiseta de tirantas bastante descotada que dejaba claro que no llevaba sujetador y unas zapatillas de esparto con algo de tacón. Mientras cogíamos las bebidas, los vasos y los cubitos Julia dijo:

-              Tu amigo Luis me ha parecido muy simpático y muy divertido, pero ella, y perdona si es amiga tuya, me ha parecido una petarda de mucho cuidado.

-              Luis ya verás que es un tío estupendo, a ella casi no la conozco. ¿Por qué dices que es una petarda?

-              He tratado de entablar conversación con ella varias veces durante el viaje y la tía no se ha dignado ni contestarme. ¿Está con Luis?

-              Que yo sepa no, por lo menos hasta hace una semana.

Volvimos al porche con las cosas. Pamela se estaba bañando en la piscina y Luis estaba sentado junto a la mesa. Julia fue a dar un paseo alrededor de la piscina, aproveché para hablar con Luis mientras servía las bebidas.

-              ¿Estás saliendo con Pamela?

-              Sí, bueno no, Carlos la verdad es que no lo sé.

-              Pues si no lo sabes tú, ya me dirás.

-              Nos hemos visto algunas noches este verano. La última le comenté que iba a pasar un par de días en la playa contigo y ella solita se apuntó. No iba a decirle que no habiendo sitio. ¿Y esta Julia que está como un queso quién es, bribón?

-              Una vecina y amiga divorciada con la que me veo algunas veces desde que me dejó Cristina.

-              Tú sí que sabes picha brava. Es mayor que nosotros, pero está buena “pá” reventar.

-              ¿Qué quieres tomar Julia? –Le pregunté cuando volvió justo en el momento en que Luis terminaba de hablar-.

-              ¿Tú que vas a tomar?

-              Yo un whisky con hielo.

-              Pues otro para mí. ¿Y tú a qué te dedicas? –Le preguntó a Luis-.

-              A buscar trabajo. He terminado el grado a la misma vez que Carlos, pero lo de encontrar trabajo está muy regular. ¿Y tú?

-              Trabajo de secretaria en un despacho de abogados.

-              ¿Pamela que quiere? –Le pregunté a Luis-.

-              No lo sé, voy a preguntarle –contestó Luis y fue a hablar con ella en la piscina-.

-              Parece que le he gustado a tu amigo –dijo Julia riéndose-.

-              Eso parece, pero no tiene mérito estando tan maciza como estás –le dije dándole un piquito en los labios-.

-              Dice que ahora mismo no quiere nada, ella se lo pierde. –Dijo Luis al volver de hablar con Pamela-.

-              ¿No te apetece darte un baño? –Le pregunté a Julia-.

-              Sí que me apetece, pero no tengo ganas de ir a cambiarme.

-              En esta casa cada uno se baña como quiera –le dije-.

-              Si es así, entonces sí. –Dijo Julia quitándose la camiseta, dejando sus tetas al aire, luego se quitó el pantalón corto, debajo llevaba la braga tanga de un biquini blanco mínimo-.

-              ¡Olé, que hermosura! –Exclamó Luis con los ojos fuera de las órbitas, cuando Julia se dirigió a la piscina-. Eres el tío con más suerte que conozco.

-              ¿Te has acostado ya con Pamela?

-              Qué va, algún magreo escaso de vez en cuando, espero triunfar en estos días.

-              Eso te iba a decir, porque no hay más que una cama para los dos, el dormitorio de invitados está lleno de trastos que mi madre no se decide a tirar. Debajo hay una cama nido que no se ve, así que ya verás tu lo que haces.

-              Pues cojonudo.

En la piscina Julia le dijo algo a Pamela, pero esta o no la oyó o no quiso contestar. Al poco tiempo Julia salió de la piscina y se dio una ducha para enjuagarse. Estaba para comérsela en toples y con el tanga que dejaba ver casi todo su culo.

-              Pamela se va arrugar como un garbanzo. –Le dije a Luis que no le quitaba ojo a Julia bajo la ducha-.

-              Déjala. Qué cañón de mujer, me estoy empezando a poner cachondo.

-              Luis cada uno a lo suyo o mejor dicho a la suya.

-              ¿No se puede mirar tampoco?

-              Tú mira lo que quieras, pero cuidadito con las manos, que luego van al pan.

-              El agua está buenísima –dijo Julia al volver al porche, quedándose de pie-.

El baño y la ducha le habían puesto los pezones a Julia a reventar.

-              ¿Quieres una toalla? –Le pregunté-.

-              Prefiero secarme con la brisa. ¿Me pones otro whisky, por favor?

-              Cómo le voy a negar algo a semejante monumento –le contesté-.

-              Voy a preguntarle otra vez a Pamela si quiere algo –dijo Luis-.

-              Esa chica o es sorda o es muda o es tonta del culo –me dijo Julia en voz baja-. Y yo creo que va a ser lo último.

-              Julia estás preciosa. Mi amigo Luis se está poniendo malito.

-              Déjalo. Lo que se vayan a comer los gusanos, que lo disfruten los humanos. ¿Y tú no te estás poniendo malito? –Me dijo poniéndose a mi espalda y pasándome las manos por el pecho-.

-              No te voy a negar que algo de calentura tengo.

Nos reímos. Estaba muy a gusto con Julia acariciándome el pecho.

-              ¿Sabes que ayer vino mi tía la del viaje a pasar el día?

-              ¿Y qué tal?

-              Igual de cabra loca que siempre que no está mi tío.

Al final Luis consiguió sacar de la piscina a Pamela. Cuando salió del agua pude ver que llevaba un biquini mínimo. Pamela era una chica bastante alta, más de un metro setenta y cinco, guapetona sin exagerar y para mí gusto excesivamente delgada y con pocas tetas. Tipo modelo de pasarela, incluso en la expresión adusta de la cara. Se duchó y Luis le llevó una toalla de playa en la que se envolvió antes de acercarse hacia nosotros.

-              ¿Quieres tomar algo? –Le preguntó Luis que vino con ella-.

-              Una ginebra con tónica –dijo sentándose-.

Luis le preparó la copa, se la acercó y trató de darle un piquito en los labios, pero ella le hizo una cobra de manual. Tanto Julia como yo nos dimos cuenta y nos miramos enarcando las cejas.

-              Julia, ¿me ayudas a traer la cena? –Le dije-.

-              Claro, espera que voy a ponerme la camiseta.

-              No hace falta –le dije de broma-.

-              Eso es lo que tú quisieras -me contestó riendo-.

Entramos en la casa y Julia me dijo:

-              Joder que tía más siesa. Tu amigo Luis lo va a tener complicado con semejante estaca. ¿Te gusta ella como mujer?

-              Ni lo más mínimo. A mí me gusta poder agarrarme a las mujeres. –Le dije poniéndome detrás de ella cogiéndole las tetas-.

Sacamos las cosas de la cena y abrí una botella de vino. Julia estaba preciosa con casi todo el culo al aire. Entró Luis en la cocina y vi como se quedaba un buen rato mirando el culo de Julia.

-              ¿Quieres algo Luis? –Le pregunté-.

-              Ah sí –dijo saliendo de su embobamiento con el culo de Julia-. Pamela dice que no va a cenar, que prefiere acostarse. La acompaño a tu dormitorio, ¿no?

-              Sí. ¿Tú vas a cenar?

-              Hombre claro –me contestó y salió de la cocina-.

-              La chica lo tiene todo. Pero mejor, más tranquilos vamos a estar. –Dijo Julia-.

Cenamos los tres charlando animadamente. Varias veces pillé a Luis mirándole los pezones a Julia, que se notaban claramente bajo la camiseta. Imagino que ella también se daría cuenta. Cuando terminamos, recogimos y subimos a los dormitorios. El dormitorio de mis padres es muy grande, una gran cama de dos metros, un espacio de estar con un sofá, un buen vestidor y un baño con una bañera para dos y un plato de ducha.

-              ¿Tus padres son ricos? –Me preguntó Julia cuando vio el dormitorio-.

-              No, tienen una situación acomodada y esta casa se la compraron a un banco en plena crisis, con el dinero de una herencia inesperada.

Me acerqué a Julia y la besé en la boca largamente sobándole su precioso culo. Ella bajó su mano a mi entrepierna agarrando mi polla sobre el bañador.

-              ¿Qué pasa, sigues con la calentura? –Dijo al coger mi polla en erección-.

-              ¿Cómo quieres que esté con una mujer como tú entre los brazos?

-              ¿Una mujer como yo?

-              Sí, una mujer tan atractiva y tan agradable.

-              ¿No prefieres a Pamela?

-              Ni me la mientes, que se me baja la erección.

-              ¿Te has dado cuenta que tiene los labios finos?

-              Sí, ¿y?

-              No te fíes de las mujeres con los labios finos, no son buenas. La que se lió con mi marido casi no tenía labios. Se la mamará con los dientes, si es que él la deja.

Nos reímos los dos con la ocurrencia de Julia.

-              Ven vamos a la cama –le dije-.

-              Espera tengo que orinar y quiero que me limpies la gotita.

Nos desnudamos y fuimos al baño. Me gustaba verla meando, mientras lo hacía no dejamos de mirarnos a los ojos. Cuando terminó abrió las piernas, cogí un trozo de papel, le limpié el chochito y tiré de la cisterna. Le di la mano para salir del baño.

-              Somos unos marranos y me encanta –me dijo besándome y metiendo mi polla entre sus ingles-.

Después la llevé hacia la cama, se tumbó boca arriba y de pronto empezó a reírse como una loca.

-              ¿Qué te pasa? –Le pregunté-.

Hizo una señal hacia arriba sin poder parar de reírse. Miré y mis padres habían instalado un espejo en el techo.

-              ¡Joder con la segunda juventud de mis padres! –Exclamé y me puse boca arriba en la cama junto a ella-.

-              Me los tienes que presentar –dijo Julia sin poder parar de reír-.

-              No me fío de ellos –le dije también entre risas-. No sé si decirte de lo que me enteré hace un par de días.

-              Tú sabrás si puedes decírmelo.

Con Julia me enconaba tan a gusto y me ofrecía tanta confianza, que no me importaba contarle cualquier cosa.

-              Resulta que ahora viven en comuna los veranos con los vecinos de al lado.

-              ¡No puede ser!

-              Pues sí, para que luego digan que la edad quita las ganas de follar.

-              Con más razón me los tienes que presentar.

-              ¿Lo has hecho alguna vez con un espejo encima de la cama?

-              No, pero la verdad es que me pone mucho. ¿Y tú?

-              Yo tampoco, pero también me pone mucho.

Escuché la puerta de mi dormitorio abrirse y luego cerrarse de un portazo y a Luis echando venablos por la boca bajando la escalera.

-              Pobre Luis y quería triunfar en estos días. –Le dije a Julia-.

-              El mejor triunfo con esa tía es que la saque de su vida.

Me incorporé y me giré en la cama poniéndome al contrario que Julia.

-              ¿Te apetece que nos hagamos una paja mutuamente mirándonos? –Le pregunté-.

-              ¡Qué buena propuesta! ¡Qué mente tan sucia tienes y que me gusta!

-              Dame tu pie, que me apetece chupártelo.

Julia me cogió la polla y empezó a meneármela muy despacio, me metí su dedo gordo del pie en la boca y llevé mi mano a su chocho. Estaba empapado de jugos.

-              Aquí hay una madura que está muy caliente –susurré-.

-              No sabes tú cuanto.

Observarla en el espejo era de lo más erótico que me había pasado nunca. Gemía quedamente, tenía los ojos medio cerrados, se mordía el labio inferior y se acariciaba suavemente las tetas. Me encantaba ver su mano sobre mi polla en el espejo.

-              Julia esto sí es el paraíso en la tierra.

-              Tú sí que me estás llevando al paraíso.

Yo seguía lamiéndole los pies y mordiendo su dedo gordo, mientras le acariciaba el clítoris.

-              Carlos méteme dos dedos en el chocho y sigue acariciándome el clítoris.

Los dedos entraron sin ningún problema y ella empezó a gemir más fuerte.

-              Julia avísame cuando te vayas a correr para corrernos juntos.

Noté que apretaba más su mano sobre mi polla y que aceleraba el ritmo.

-              ¡Carlos me voy a correr, sigue, sigue, aaaahhh, no pares, ahoraaaa, más, más, más, córrete ya..!

-              ¡Voy, voy, voy, ya, yaaa..!

Julia dio un grito que se tuvo que escuchar en toda la playa y yo empecé a soltar chorros como un grifo de cerveza cuando se le cambia el barril. La miraba en el espejo, movía la cabeza de un lado a otro y su expresión era de placer y de dolor a la misma vez.

-              Qué bueno Julia, como se lo tienen que pasar mis padres y los vecinos aquí.

-              Me tienes que invitar más a menudo, que corridón he tenido.

Julia se vino a mi lado y puso su cabeza sobre mi pecho. Nos quedamos dormidos en la gloria.

-              Voy a hacerme un café, ¿quieres uno? –Me dijo Julia despertándome ya con el sol fuera-.

-              Sí, por favor.

Se puso la braga del biquini y la camiseta y salió del dormitorio. Abrí los ojos y me vi reflejado en el espejo. Empecé a reírme con la idea de mis padres, vaya dos calentorros. Me alegré por ellos. Volvió Julia con dos tazas de café.

-              ¡Carlos, no me puedo creer lo que he visto!

-              ¿Qué has visto?

-              Luis está durmiendo desnudo en el sofá del salón. Se ha dado la vuelta cuando subía y tiene la polla más grande que he visto en mi vida. ¡Qué barbaridad, debe medirle cerca de treinta centímetros y gorda como un brazo!

-              Yo en erección no se la he visto nunca, pero en el equipo de la facultad le llamábamos el “tío del bastón”.

-              Y la tonta esa durmiendo sola, lo que te dije, tonta del culo.

-              Ven aquí anda, que me parece que he dejado de gustarte.

Eché la sábana para atrás, tenía la típica erección matutina.

-              Ya sé que no es lo mismo, pero la mía es muy juguetona.

Julia se puso de rodillas sobre mí de espaldas. Me cogió la polla y se la metió en el chocho. Seguía estando empapada.

-              Vaya como te ha puesto el pollón de Luis.

-              Y qué lo digas, aunque a mí me daría miedo que me la metiera entera.

Le cogí los brazos y se los puse a la espalda, apresándolos con una mano. Con la otra primero le sobé el culo y luego le daba cachetes alternativamente en sus nalgas. La miraba en el espejo del techo, ella tenía la cabeza hacia arriba para mirarse también. Movía su culo adelante y atrás.

-              Puedes correrte dentro, he vuelto a tomar la píldora. Ahora afortunadamente si tengo motivos. No me des muy fuerte que luego se me va a notar y no me voy a poder poner el biquini.

-              Tienes una espalda preciosa y un culo para alucinar.

-              Algún día me tienes que estrenar el ojete.

-              ¿No prefieres que te lo estrene Luis?

-              ¡Tú estás loco, me revienta!

-              Sigue moviéndote así que me gusta mucho.

-              Me voy a correr Carlos, quiero sentir tu corrida en mi interior a la misma vez.

-              Tu manejas Julia, haz lo que quieras.

Empezó a mover el culo como una batidora.

-              Julia me voy a correr.

-              Hazlo, yo también. ¡Aaaahhh, aaaggg, qué bueno, qué bueno!

Nos corrimos y ella se dejó caer sobre mis piernas.

-              Carlos eres muy malo conmigo. Yo me había acostumbrado primero a poco sexo y luego a ninguno. Ahora por tu culpa estoy enviciada en follar.

Nos duchamos y bajamos a desayunar en bañador y camiseta. Luis ya estaba levantado.

-              ¡Qué bien os lo habéis pasado esta noche! –Nos dijo al vernos-.

-              ¿Tú no? –Le pregunté con mucha guasa-.

-              ¡Vete al carajo! Pamela se negó en redondo a que durmiéramos en la misma habitación, ni en una cama ni en dos. ¡Valiente tía!

-              ¿Pero cómo te la traes sin conocerla?

-              Porque se invitó ella misma y creí que aquí estaría más amable. –Luis no le quitaba el ojo al culo de Julia-.

-              Aquí Luis, que estás hablando conmigo, no con el culo de Julia.

Julia se rió de la ocurrencia y miró a Luis mientras movía su culo de un lado a otro. Luis se cambió de silla y se colocó dándole la espalda a Julia para no seguir viendo su culo. Desayunamos tranquilamente y le propuse a Julia dar un paseo por la playa. Cuando Luis lo escuchó se apuntó también al paseo.

Con un poquito de mala leche conduje el paseo primero por la parte más o menos textil, en la que casi todas las mujeres estaban en toples, y luego por la parte nudista. Julia se iba ajustando a cada tipo de playa, primero se quitó la camiseta y cuando llegamos a la parte nudista se quitó la braga del biquini y yo el bañador. En medio de la zona nudista Luis tiró de mí hacia atrás para separarnos de Julia.

-              ¡Tú eres un hijo de la gran puta! –Me espetó muy alterado-.

-              ¿Qué pasa Luis?

-              Con el calentón que tengo y me traes aquí a ver tías en pelotas. ¿Y tu amiga que es, camaleónica? ¡Joder que soy un ser humano del género masculino que no folla hace tres meses!

-              Venga ya Luis, que tú en esta playa puedes tener mucho éxito.

-              ¡Coño Carlos, que estoy a punto de empalmarme y se puede ver un espectáculo!

-              Quítate el bañador como yo y deja de protestar.

-              Que no me puedo quitar el bañador con lo que yo tengo aquí. Que lo hice una vez y me rodearon todos los maricones de la playa.

-              Haz lo que quieras Luis. Toma las llaves y vete para la casa.

Luis cogió las llaves y se fue a toda prisa para la casa.

-              ¿Dónde ha ido Luis? –Preguntó Julia cuando lo vio marcharse-.

-              Pues yo creo que a hacerse un pajote a la casa.

-              Tú también eres malo. ¿No podrías haber tirado para el otro lado?

-              Y perderme a este monumento que tengo delante –le dije dándole un beso-. Tú es la primera vez que haces nudismo, ¿no?

-              Sí, lo estaba deseando y me encanta. ¡Qué gusto, qué libertad!

Seguimos dando el paseo hasta que ya se hizo tarde y volvimos para la casa. Como le había dejado las llaves a Luis, llamamos a la puerta.

-              ¿Más tranquilo ya? –Le pregunté a Luis cuando nos abrió. Me quedé hablando con él y Julia siguió hacia la piscina-.

-              Un poco sí, lo malo es que creí que Pamela había salido y entré al baño a aliviarme, ya sabes –e hizo el gesto de hacerse una paja-. Con el ansia no cerré la puerta y me ha pillado Pamela en lo mejor. Se ha puesto conmigo como una fiera.

Me reí del pobre Luis y de su mala suerte.

-              Anda vamos a sentarnos al porche –le dije tirando de él-.

Julia estaba en la piscina bañándose y Pamela sentada en una tumbona con los auriculares puestos y sin parar de teclear en el móvil. Le dimos los buenos días y no nos contestó.

-              ¿Quieres una cerveza? –Le pregunté a Luis-.

-              Yo lo que quiero es morirme.

-              Vale, entonces una cerveza. ¿Tú quieres otra? –Le pregunté a Julia-.

-              Sí, por favor, voy a salirme ya del agua.

Fui a la cocina y aquello era la guerra. Antes de salir la habíamos dejado recogida, pero la guarra de Pamela, porque no tenía otro nombre, debía haber desayunado y lo había dejado todo por medio. Cogí las cervezas y volví al porche.

-              Oye Luis, el coralito ese que te has traído ha dejado la cocina manga por hombro, así que o la recoge ella o la recoges tú.

-              ¡Me cago en todo! –Dijo yéndose para la cocina-.

-              Qué bien sienta una cerveza –dijo Julia al dar el primer trago de la suya-. ¿Qué ha pasado?

-              Que Pamela ha debido desayunar y es muy señorita para quitar las cosas, así que le ha tocado a Luis.

-              Te lo dije ayer, que es una petarda. El pobre Luis parece que está fatal.

-              Lleva mucha abstinencia encima y no liga ni “pá” Dios.

Diciéndole esto a Julia se me ocurrió una jugada magistral. Fui a la cocina a ver a Luis.

-              Toma Luis mi móvil y hazte una foto del nabo en condiciones.

-              ¿Tú te has vuelto gilipollas o maricón?

-              Venga ya, que te vas a alegrar mucho después.

-              ¡Qué no hago yo una guarrería de esas, coño que no tengo quince años!

-              ¡Te la vas a hacer sí o sí, así que tira para arriba!

-              ¡Joder qué fin de semana! –Dijo y se fue a subir la escalera-.

Volví al porche junto con Julia.

-              Si tenemos suerte a este se le quitan todas las penas. –Dije sentándome a su lado-.

-              ¿Qué estás tramando?

-              Todo a su tiempo. ¿El maniquí ha dado señales de vida inteligente?

-              Ni la más mínima.

-              Qué alegría de muchacha.

Al poco tiempo Luis me llamó desde la puerta.

-              Te devuelvo tu móvil, a ver qué haces con la foto.

Cogí el móvil abrí WhatsApp, busqué el contacto de Ana y le escribí:

“Ana, este amigo quiere saludarte personalmente”.

Le di a añadir foto y busqué la última. ¡La virgen, qué barbaridad! Ahora entendía la reacción de Julia por la mañana. La añadí y le di a enviar. Ahora tocaba esperar. No tardó ni un minuto en contestar:

“Si estás aburrido date con una piedra en las espinillas. No me gusta el porno”.

“No es porno, es de un amigo que lleva tres meses de abstinencia y está pasando el fin de semana conmigo en la casa”

“¿Dónde coméis?”

“En casa, voy a hacer una barbacoa”

“Carne no va a faltar. Prepárame un cubierto, voy para allá”

-              Solucionado, mi tía Ana viene de camino –le dije a Julia abriendo otra cerveza-.

Sonó mi móvil, era Antonia. Me levanté y me alejé para contestar.

-              Hola guapísima.

-              Hola, que me tienes abandonada.

-              Estoy en la casa de mis padres en la playa con algunos amigos y ahora viene mi tía de camino.

-              Tu tía. ¡Peligro, peligro!

-              ¿Y tú qué haces?

-              Preparando las cosas, mañana me voy para Sevilla con diez días de vacaciones.

-              ¡Qué bien! Vente para acá, a partir de mañana me quedo otra vez sólo en la casa.

-              Pues lo voy a hacer. Lo siento, pero se te va acabar la tranquilidad.

-              No he estado demasiado tranquilo desde que llegué, pero estoy deseando que vengas. Además aquí al lado hay una playa nudista de las que a ti te gustan.

-              Vale, pues espérame el lunes por la mañana. Mándame la localización.

-              Te la mando, un beso fuerte en tu chochito.

-              Igualmente en tu pollita de diario.

Volví a la mesa junto a Julia, que me dijo:

-              Carlos no te tienes que retirar para hablar. Estás en tu casa y recuerda que dijimos de echar muchos polvos, pero sin más compromiso.

-              De acuerdo Julia, es la costumbre.

-              Así que voy a conocer a tu tía Ana.

-              Eso parece. Voy a ir preparando la barbacoa.

Entré en la casa por el carbón y las pastillas de encendido. Luis había terminado de recoger la cocina y se había sentado.

-              Luis ayúdame con la barbacoa.

-              Vale, voy a coger más cervezas.

Cogimos las cosas y salimos al jardín. Por joder puse la barbacoa al lado de Pamela, que salió huyendo en cuanto la vio. Julia, que iba solo con el tanga del biquini, se acercó hacia nosotros.

-              Perdona Julia, pero antes me he puesto un poco atacado durante el paseo. –Le dijo Luis-.

-              No hay nada que perdonar –le contestó y le dio un beso en la mejilla. Luis se puso rojo como un tomate y derramó el carbón que estaba vertiendo en la barbacoa-.

-              ¿Dónde ha ido Pamela? –Pregunté-.

-              Por mí que se vaya a tomar por culo –contestó Luis-.

-              Creo que ha subido a su habitación –dijo Julia-.

Seguimos de cervezas y vino hasta que la brasa estuvo lista.

-              ¿Comemos? Tengo hambre ya –dijo Luis-.

-              Todavía no, tenemos que esperar a mi tía Ana que va a venir a comer.

-              Pues yo voy a coger un bolillón de cuidado. –Dijo Luis abriendo otra cerveza-.

Sonó mi móvil, era Ana.

-              Carlos, me incitas a venir y ahora no me abres la puerta.

-              Perdona, pero es que estamos en el jardín y no hemos oído la puerta. Va mi amigo Luis a abrirte.

-              ¿Quién es Luis, el del pollón?

-              En efecto.

-              Pues que no tarde, que traigo hambre de carne de todo tipo.

-              Va para allá –le dije y colgué-.

-              Luis, por favor, ve a abrir la puerta que es mi tía.

Julia se puso una camiseta de tirantas y se vino a mi lado.

-              Estoy deseando conocer a tu tía.

-              Hola Ana, -le dije cuando salió al jardín- ya has conocido a Luis, te presento a Julia, una buena amiga. –Las dos se miraron de arriba abajo y se dieron dos besos en las mejillas-.

-              Hola Carlos –me dijo Ana dándome dos besos-. Espero que la carne merezca la pena.

-              No te preocupes, que te la va a merecer. –Le contesté-.

Ana venía tan guapa como siempre, llevaba el top de un minibiquini negro, que le hacía las tetas más grandes de lo que ya eran, y un short blanco ajustadísimo, que le marcaba su precioso culo y la raja del chocho.

-              Ana, vamos al porche a tomar una cerveza. –Le dijo Julia-.

Ana la siguió no sin antes mirar descaradamente la entrepierna de Luis.

-              ¡Joder como está tu tía, yo me esperaba una señora mayor y no semejante monumento! –Me dijo Luis mirando a Ana por detrás-.

-              ¿Te gusta?

-              ¿Ah, pero hay alguien a quién no le guste?

-              No sé, pensaba que igual no te gustaban con más de cuarenta.

-              Pues te equivocas. ¡Qué barbaridad de señora!

Nos sentamos a comer en el porche y Ana empezó a cercar a Luis zorreándole descaradamente. Luis, que ya estaba algo más que alegre con las cervezas y con el vino, le reía las gracias y le miraba las tetas más de lo conveniente. Terminamos de comer y le pedí a Luis que me ayudara a retirar las cosas. Cuando se levantó llevaba un buen bulto en el bañador.

-              Oye Carlos debo estar obsesionado por la calentura, pero me está dando la impresión de que tu tía está tonteando conmigo.

-              Es posible, ella es muy coqueta y cuando está sola le gusta tontear con todos los hombres que conoce.

-              Es tu tía y no quiero meter la pata. ¿Te molesta si le sigo el rollo?

-              A mí en absoluto, ya es mayorcita y se sabe manejar muy bien sola. Llévate las bebidas a la mesa, ya cojo yo los vasos y el hielo.

Ana interrogaba a Julia cuando volvimos a la mesa.

-              ¿Conoces a Carlos desde hace mucho tiempo?

-              No, poco antes de vuestro viaje del INSERSO.

-              ¡Qué buen viaje! ¿Verdad Carlos?

-              Sí, muy entretenido –le contesté sirviendo las bebidas-.

-              ¿Te ha contado muchas cosas del viaje? –Le preguntó Ana a Julia-.

-              Poca cosa –le contestó Julia-.

-              Si no os importa voy a beberme la copa tomando el sol en el jardín de Rosa. ¿Vienes y me pones crema? –Dijo Ana mirando a Luis-.

-              Cla, cla, claro –contestó Luis como pudo, a la misma vez que se levantaba de la mesa con un bulto todavía más grande en el bañador-.

Cogieron sus copas y cruzaron los dos al otro jardín, cerrando la puerta detrás de ellos.

-              A este se le van a quitar todas las penas. –Le dije a Julia-.

-              Y a ella también –me contestó Julia riéndose-.

-              ¿Qué te parece mi tía?

-              Sólo te diré que me gustaría ser como ella. ¿Te apetece que subamos a mirarnos en el espejo?

-              ¿Qué quieres ver?

-              Cómo me comes el coño.

-              Entonces sí.

Subimos la escalera besándonos, desnudé a Julia y la tumbé boca arriba en la cama.

-              No podía imaginar que tuviera tanto morbo lo del espejo en el techo. –Me dijo Julia mientras yo me quitaba el bañador-.

-              Yo tampoco, pero la verdad es que lo tiene. –Le contesté poniéndome de rodillas entre sus piernas y empezando a besarle la cara interior de sus muslos-.

De pronto se escuchó la voz de Ana, que a grito pelado exclamó:

-              ¡Qué barbaridad, han tenido que pasar cuarenta y cinco años de mi vida para poder disfrutar de algo así! ¡Si no me cabe en la boca!

Julia y yo nos reímos imaginando la escena.

-              Pamela tiene que haberla oído. –Le dije a Julia-.

-              Déjala, que se joda por tonta. Sigue por dónde ibas.

Continué subiendo por sus mulos, hasta llegar a su ingle, que le mordí suavemente. Su olor a mujer caliente me estaba poniendo a mil.

-              ¿Te gusta lo que ves? –Le pregunté-.

-              Mucho, me pone muy caliente verte y verme. –Me contestó Julia pasándome una mano por el pelo y sobándose las tetas con la otra-.

Le abrí el chocho y empecé a pasarle la lengua desde el ojete hasta el clítoris.

-              Uuummm, que rico, algún día tenemos que grabarnos follando. –Dijo Julia-.

-              Se te está poniendo una cabeza muy imaginativa.

-              ¿No te gustaría?

-              Me encantaría verla luego para volver a follar contigo.

-              Aaahhh, de eso se trata, de no parar mientras el cuerpo aguante. ¡Uuummm, qué bien lo haces, no voy a tardar en correrme!

-              ¡AAAHHH, ME CORROOOO! –Era la voz de Luis en un grito casi agónico-.

-              Pobre Luis, que rápido ha terminado. –Me dijo Julia-.

-              No te preocupes, conozco a mi tía y esto no ha hecho más que empezar. Va dejar a Luis seco por dentro y por fuera.

-              Y tú a mí. Me vas a dejar sin jugos en el chocho.

-              No lo parece, está cada vez más empapado y yo estoy también cada vez más empapado. –Le dije notando que mi polla rebosaba de líquido preseminal-.

-              ¡Sigue Carlos, sigue que estoy empezando a subir a la gloria, así, así, no pares, me estoy corriendo, sigue…!

Julia se corrió y yo estaba tan caliente que cuando terminó me puse sobre su barriga y mirando al techo me corrí sobre sus tetas. Cuando terminé de correrme, vi reflejada en el espejo vertical que tenían mis padres a Pamela mirándonos por la puerta entreabierta. Tenía una mano metida en el tanga del biquini y la movía muy rápidamente, mientras que con la otra se tapaba la boca para que no oyéramos sus gemidos. El maniquí había cobrado vida. La dejé mirando y me tumbé junto a Julia en la cama. Nos dormimos, aunque varias veces escuchamos entre sueños los gritos de Ana o Luis desde el jardín de los vecinos.

Cuando nos despertamos eran las ocho y media de la tarde. Nos duchamos y nos vestimos y bajamos al jardín. Miré por encima de la puerta entre los jardines, Ana y Luis estaban desnudos descansando en la tumbona y Luis seguía completamente empalmado.

-              Vámonos a cenar fuera para no molestar –le dije a Julia-.

-              Vamos, pero a mí me parece que a ellos les va a dar igual.

Cuando volvimos de cenar la casa estaba como la habíamos dejado y el coche de Ana seguía aparcado fuera. Julia y yo estuvimos un rato hablando en la cama, hasta que nos venció el sueño.

Me levanté temprano y bajé a preparar un café. Luis estaba durmiendo en el sofá del salón y el coche de Ana ya no estaba. Junto a la cafetera había una nota, que por su contenido debía ser de Ana:

“Carlos, te debo una muy gorda. No voy a poder ponerme bragas en una temporada. Gracias de corazón.”

La mañana fue de auténtico perreo entre el jardín y la piscina. Luis tenía la mirada perdida y la cabeza me imagino que en el cuerpo de Ana. Después de comer y de descansar un rato, Luis dijo que debían irse ya para no pillar el atasco. Julia recogió sus cosas y esperamos a Pamela y a Luis sentados en el porche.

-              Me lo he pasado muy bien contigo este fin de semana –le dije a Julia acariciándole el muslo-.

-              Yo también, a ver si podemos repetir.

Entró Luis con su maleta y dijo:

-              ¿Sabéis dónde está Pamela? Sus cosas siguen arriba, pero a ella no la encuentro.

Miramos por toda la casa y en el jardín de los vecinos y nada de nada.

-              ¿Dónde se habrá metido esta? –Se preguntaba Luis a cada rato-.

-              Pues vosotros deberíais marcharos ya. Que le vayan dando y que se vuelva en el autobús. –Les dije-.

-              Tienes razón, vámonos Julia.

Los acompañé al coche, le di un beso en la boca a Julia y Luis me abrazó con lágrimas en los ojos.

-              Nunca podré pagarte lo de ayer, dale recuerdos míos a Ana cuando la veas y dile que no la olvidaré nunca.

-              Ni ella a ti tampoco –dijo Julia con mucha guasa-.

Cuando se fueron me serví una copa y me senté en el porche pensando dónde se habría metido la petarda de Pamela. Pasadas las diez de la noche llamaron a la puerta. Abrí y era Pamela.

-              Julia y Luis se han marchado hace un buen rato. Vas a tener que volverte mañana en el autobús. –Le dije-.

-              Creo que me voy a quedar unos días, ahora que vamos a estar más tranquilos.

La tía tenía una cara como una piedra.

-              Yo no te he invitado y mañana espero a una amiga con la que me gustaría estar solo.

-              ¿Qué vas a hacer, echarme?

-              Mañana por la mañana recoge tus cosas y vete.

-              No creo que haga eso, hay sitio suficiente para los tres y no creo que te guste que le cuente a tu amiga que te has estado follando a otra.

Me entraron ganas de cogerla del cuello y ponerla en la calle, pero me contuve, tendría que pensar las cosas mejor. La dejé allí y me subí al dormitorio con un cabreo de puta madre. Esperé a que fuera hora de que Julia y Luis hubiesen llegado y llamé a Luis por teléfono.

-              Hola Luis. Ya apareció Pamela y la tía dice que se va a quedar unos días más con toda la cara.

-              Valiente hija de puta, pero yo no puedo hacer nada desde aquí. ¿Quieres que la llame y le diga que se vaya?

-              No te va ni a coger el teléfono, sólo quería que lo supieras, ya se me ocurrirá algo.

-              Lo siento de verdad, pero no creí que la tía fuera así.

Cuando terminé de hablar con Luis se abrió la puerta del dormitorio y apareció Pamela desnuda.

-              ¿Te apetece follar un rato? –Me dijo-.

Salté de la cama, la empujé fuera del dormitorio y volví a cerrar la puerta, esta vez con la condena.

Me despertó Antonia llamándome al móvil.

-              Hola Carlos. Más o menos en una hora estaré allí.

-              Estupendo, estoy deseando verte.

Me duché, me vestí y fui a buscar a Pamela a su dormitorio. La puerta estaba cerrada con la condena echada. Llamé repetidamente y ella ni me contestó.

Hice café y esperé tomando una taza a que llegase Antonia. Estaba cabreado de verdad por tener que aguantar a la petarda, cuando lo que me apetecía era estar a solas con Antonia. Desde la ventana de la cocina la vi acercarse a la puerta. Estaba preciosa. La memoria suele tender a mejorar las cosas, pero en esta ocasión no fue así. Estaba todavía más guapa y atractiva de lo que mi memoria recordaba. Morena, una cara preciosa con una nariz como la de Julia Robert, unos labios carnosos y pelo muy abundante. Alta, tetas grandes sin exagerar, un bonito culo y unas piernas largas y torneadas. Salí a recibirla y sin mediar palabra nos dimos un apasionado beso abrazándonos.

-              Estás más guapa de lo que recordaba. –Le dije-.

-              Qué galante. Anda dame un café que vengo muerta.

Preparé café y nos sentamos en la cocina charlando.

-              ¿Qué tal tu tía? –Había conocido a su tía en el viaje del INSERSO de marras-.

-              Bien, como siempre. ¿Y la tuya?

-              Estupendamente, mi tío está de viaje y ella tan loca como siempre.

Apareció Pamela en biquini por la cocina. Antonia me miró preguntándome quién era con la mirada.

-              Pamela, ya te dije anoche que te fueras esta mañana temprano.

Antonia se extrañó de la brusquedad. Pamela se dio media vuelta y se fue sin siquiera decir hola.

-              ¿Quién es esta? –Me preguntó-.

-              Una petarda con una cara de hormigón armado. Se auto invitó con mi amigo Luis el fin de semana pasado y la tía ha decidido quedarse, pese a que le he dicho que se vaya.

-              Pues sí que hay que tener la cara muy apretada.

-              Si no se va dentro de un rato voy a ponerle sus cosas en la puerta.

-              Desde luego se lo merece. ¿Dónde puedo dejar mis cosas?

-              Arriba, estoy instalado en el dormitorio de mis padres.

Subimos y le dije que colocase sus cosas donde quisiera.

-              ¡Qué buena vida te pegas! –Me dijo al ver el dormitorio-.

-              Sobre todo se la pegan mis padres.

-              ¿Sabes lo que me apetece ahora?

-              Bañarte en la playa.

-              No, echarte un buen polvo. –Me dijo besándome en la boca-.

La apreté contra mí poniendo mis manos en su culo, luego las subí para bajar la cremallera de su vestido.

-              Ya veo que tu pollita de diario se alegra de verme.

-              Y mucho –le contesté terminando de bajarle la cremallera-.

Ella dejó caer su vestido, como era su costumbre no llevaba ropa interior. Después me sacó el niqui por la cabeza y deshizo el nudo de la cintura de mi bañador.

-              Tengo una sorpresa para ti –le dije dejándola caer en la cama boca arriba-.

-              ¡Qué bueno! –Exclamó riendo cuando se dio cuenta del espejo del techo-. ¿No decías que este era el dormitorio de tus padres?

-              Lo decía y lo digo.

-              Oye que pasada. Me encanta que sean tan cachondos.

-              Y a mí, lo descubrí el otro día y me partí de la risa.

Me terminé de quitar el bañador y me tumbé junto a ella, mirándonos los dos en el espejo.

-              Yo creo que el espejo tiene truco, porque hace que tu pollita parezca más grande. –Me dijo riéndose-.

-              No te metas con mi pollita, que bien que te gusta.

Me puse sobre ella para sobarle sus tetas, ella me cogió la polla y empezó a meneármela. Los dos mirábamos hacia arriba para ver nuestro reflejo en el espejo.

-              Creo que voy a poner un espejo así en mi casa. –Dijo Antonia-.

-              No hace falta, puedes venir aquí cuando quieras.

-              ¿Y si quiero verme reflejada con otro u otra?

-              No pasa nada, te invito igual.

Me eché hacia delante sobre ella, puse mi brazo hacia atrás y empecé a acariciar su chochito.

-              Carlos que buena idea –dijo atrapando mi polla entre sus tetas-.

-              Me encantan tus tetas.

-              Y a ellas tener tu polla en medio. Túmbate –me dijo al rato-.

La obedecí y ella se incorporó para ponerse encima.

-              Valiente guarra –la oí gritar-. Oye petarda si quieres ver porno lo ves en el móvil.

Me incorporé y Pamela en biquini estaba mirándonos desde la puerta.

-              Pues cerrad la puerta -le contestó Pamela a Antonia-.

-              Estamos en mi casa y tú no eres una invitada, sino una ocupa. ¡Vete ya! –Le dije en bastante mal tono-.

Por fin se dio la vuelta y se fue. Antonia terminó el movimiento y se puso sobre mí rozando su chocho con mi polla.

-              ¿Quieres que me la meta o sigo así? –Dijo echándose hacia atrás para mirarse en el espejo-.

-              Como tú prefieras, a mí me gusta de las dos maneras.

Yo acariciaba su culo y ella apoyó sus manos en mis piernas.

-              Seguimos así, no hay que gastar toda la pólvora el primer día.

-              Antonia estoy a punto.

-              Y yo también –dijo acelerando sus movimientos de cadera-.

-              ¡Antonia me corro, no pares de moverte!

-              Qué te crees tú que voy a parar ahora. ¡Aaaaggg, aaaggg, que fuerte, que largo, uuufff que caliente me ha puesto la tontería del espejo!

-              Y a mí –le dije antes de besarla en la boca-.

Después del polvo Antonia colocó sus cosas y nos fuimos a la playa nudista, pasando de Pamela como de la mierda. Comimos en un chiringuito y al volver Pamela estaba en la piscina. Antonia dijo que iba a tomar el sol y yo me subí a echarme la siesta. Cuando me desperté Antonia estaba recostada desnuda en el sofá.

-              ¿No tomas el sol? –Le pregunté-.

-              La tía esa me ha puesto de mala leche y hace un rato que me he subido.

-              ¿Qué ha pasado?

-              Pues no va la muy guarra y se pone a contarme sin yo preguntarle  que tú habías estado follando con otra antes de que yo llegase. Cómo tú sabes a mí me da igual con quién folles, olé tus cojones, pero la tía asquerosa me lo ha contado para meter cizaña entre nosotros.

-              ¿Y tú qué le has dicho?

-              Qué mejor para ti y que ella no sabía con quien había estado follando yo antes de llegar.

-              Esta tía me está tocando los cojones más de la cuenta.

-              Bah no le hagas ni caso. Tengo una sorpresa para ti. –Dijo acercándose al armario-.

-              Estoy impaciente por saber que es.

-              ¿No te gustaba que me pusiera ropa interior, para poder quitármela?

-              Ya sabes que me encanta verte desnuda, pero verte en ropa interior, jugar contigo y luego quitártela me vuelve loco.

Empezó a buscar en el armario y al poco se volvió hacia mí.

-              ¿Tú has cogido ropa del armario? –Me preguntó-.

-              Yo no.

-              ¡Me cago en la leche que mamó, la hija de la gran puta me ha robado un conjunto de sujetador y tanga, que además de ser precioso me había costado un Congo y, sobre todo, que quería disfrutarlo contigo!

-              ¿Estás segura?

-              Claro que estoy segura, recuerdo haberlo colocado esta mañana en el armario. La tía ha aprovechado cuando hemos salido para rebuscar en mis cosas y robármelo

-              ¡Ahora mismo va a empujones a la puta calle por las buenas o por las malas!

-              No Carlos, esto no es una cuestión de fuerza, la vamos a echar con inteligencia e ingenio.

-              No Antonia, esta es una cuestión de cojones, de que me los ha tocado demasiado. La tía se me encaja en casa, te cuenta lo que no tenía porque contarte para meter cizaña, nos espía en la cama, rebusca en un dormitorio que no es suyo y encima te roba. ¡Joder te parece poco!

-              Sangre fría Carlos, que todavía nos vamos a divertir a su costa. Ve para abajo y siéntate en el porche, la tía debe estar en la piscina. Yo bajo luego y tú me sigues el rollo.

-              ¿En qué estás pensando?

-              Cuando terminé de maquinarlo lo sabrás.

Me pasó mi bañador y me dio un beso en la boca.

-              Estate tranquilo y no le digas nada de nada.

Seguí las instrucciones de Antonia, bajé y salí al porche. Pamela estaba en el borde de la piscina tumbada. En contra mi costumbre no le dije ni hola. Al cabo del rato llegó Antonia.

-              Hola Carlos, no sabía dónde estabas. Hace un rato ha venido una pareja de la guardia civil. Me han dicho que tengamos cuidado, que  esta casa era de un narcotraficante ruso muy peligroso que acaba de salir de la cárcel. Los últimos días le tenían puesto un topo para saber cuáles eran sus intenciones y, al parecer, dejó un alijo escondido aquí y pretende venir a buscarlo.

Antonia había hablado todo el rato a bastante volumen para que Pamela la oyese. Pensé que la intención de Antonia era meterle el miedo en el cuerpo a Pamela para que se fuera. No quería mirar directamente a Pamela, pero por el rabillo del ojo vi que estaba atenta a lo que Antonia decía.

-              ¡Joder que marrón! Llamaré a mis padres para que lo sepan. Debemos cerrar bien todas las puertas de la casa cuando estemos dentro o cuando salgamos. –Le dije a Antonia-.

-              Te invito a cenar fuera –me dijo Antonia-.

-              Estupendo, me apetece comer marisco.

-              No te pases.

Mientras nos vestíamos para salir Antonia me preguntó:

-              ¿Tienes por ahí algunas cuerdas, trapos y cinta americana?

-              Seguro que mi madre tiene todo eso en algún armario. ¿Para qué lo quieres?

-              A la petarda le vamos a dar esta noche tal susto de muerte, que va a salir corriendo de la casa.

-              ¿Cómo?

-              Esta noche, cuando la petarda esté sola, van a entrar los narcos rusos. Vístete de oscuro y con pantalón largo.

Cuando terminé de vestirme busqué entre las cosas que guardaba mi madre y encontré unos cabos de cuando yo tenía la tabla de surf, varios paños, que debían ser restos de vestidos de mi madre, escogí unos cuantos y un rollo de cinta americana. Volví al dormitorio y le di las cosas a Antonia.

-              Perfecto, con esto nos haremos unas mascaras y un antifaz para ella.

-              Me estás empezando a dar miedo.

-              Haces bien en tener miedo.

Después de que Antonia preparara las mascaras y el antifaz, los metió en su bolso junto con los cabos, la cinta americana y una linterna y bajamos para irnos a cenar. Al cerrar la puerta de la calle oímos como Pamela cerraba la puerta del jardín y subía las escaleras. El miedo estaba servido.

Durante la cena yo estaba un poco nervioso, sin embargo, Antonia estaba tan tranquila.

-              ¿Y si denuncia el asalto? –Le pregunté a Antonia-.

-              Esa petarda no va a denunciar nada, no querrá meterse en líos con narcotraficantes de por medio, sólo querrá salir pitando.

Prolongamos la cena con una copa para dar tiempo a que Pamela se durmiera. Entramos en la casa sin hacer ruido, salí al jardín para comprobar que no había luz en la ventana de mi dormitorio, nos besamos y luego nos pusimos las mascaras, cogimos las cosas y subimos. Muy despacio traté de abrir la puerta de mi dormitorio, donde ahora dormía Pamela, tenía echada la condena. Afortunadamente la condena era de esas que se liberan desde fuera girándola. Antonia la liberó con una moneda y muy despacio, descalzos, con todas las luces apagadas abrimos la puerta. Con la luz que entraba por la ventana vimos que Pamela dormía desnuda encima de las sábanas. Antonia por un lado de la cama y yo por el otro no le dimos tiempo a Pamela para reaccionar y en menos de tres segundos, mientras yo la tenía inmovilizada, Antonia le puso el antifaz y la cinta americana en la boca, luego con unos cabos le atamos los pies y las manos. La levantamos de la cama y la sentamos en una silla, atándola también a la silla. El corazón se me salía del pecho de la adrenalina que había liberado. Nos salimos de la habitación dejándola dentro atada y cerramos la puerta. Nos quitamos las mascaras y nos besamos apasionadamente.

-              ¿Qué te apetece que hagamos? –Me preguntó Antonia en voz muy baja-.

-              Además de follarte aquí mismo, revolver todas sus cosas haciendo mucho ruido y recuperar tu sujetador y tu tanga.

-              De acuerdo, ¿y a ella?

-              Darle una tunda en el culo que no se pueda sentar en varios días, para que aprenda educación.

Nos volvimos a poner las máscaras, no sin antes morrearnos un buen rato, y entramos a la habitación haciendo ruido. Alumbramos a Pamela con la linterna, tenía los pezones de sus pequeñas tetas erectos y duros, apretaba sus piernas con fuerza y trataba de decir algo, pero no podía con la cinta americana en la boca.  Antonia cogió su maleta, volcó el contenido sobre la cama y encontró su ropa interior. Yo abrí y cerré varias veces las puertas del armario, como si estuviera buscando algo. Luego desatamos a Pamela de la silla y la pusimos de pie cara a la pared. Aunque a mí no me gustaban las formas de mujer que tenía, había que reconocer que su tipo era atractivo.

-              ¿Te la follarías? –Me preguntó Antonia en voz muy baja-.

-              No, ayer noche trató de meterse en mi cama y la eché de la habitación.

-              Menos mal, sino me habría contado que te la habías follado.

Me quité el cinturón y se lo di a Antonia.

-              Zúrrale –le susurré-.

Antonia cogió el cinturón se acercó a Pamela y le soltó un correazo que sonó como una tralla. Ella se revolvió, trató de quejarse, pero no podía. Después le soltó dos correazos más, uno en cada cachete. Me estaba poniendo muy caliente al ver a Antonia zurrarle a Pamela de pie desnuda. Me acerqué a Antonia y me puse a su espalda incrustándole el bulto del pantalón en su culo. Me miró dando la vuelta a su cabeza y palpó el bulto con su mano, luego me cogió una mano y la metió dentro de su pantalón, busqué su chocho y lo tenía empapado.

-              Yo también estoy muy caliente –me dijo volviéndose hacia mí-. Pégale tú mientras te la chupo.

Se puso en cuclillas, me soltó los pantalones y me bajó los boxes. Yo tenía la polla como una barra de hierro. Cuando Antonia se la metió en la boca le solté un correazo al culo de Pamela que tuvo que dolerle bastante. Antonia se había soltado los pantalones y se estaba acariciando el chocho mientras me comía la polla. Le solté otro correazo. Tenía ya el culo rojo como el tomate. No iba a aguantar ni un minuto más sin correrme, Antonia me estaba haciendo una mamada de escándalo, se notaba que tampoco iba a aguantar mucho más. Volví a descargar el cinturón contra el culo de Pamela y empecé a correrme como un salvaje en la boca de Antonia, que se estaba corriendo a la misma vez. Miré a Pamela y hubiera jurado que se estaba corriendo también. Ayudé a Antonia a levantarse.

-              ¡Joder que calentón, creo que no he estado más caliente en toda mi vida! –Me susurró al oído-.

-              Y yo igual. Creo que la petarda se ha corrido también.

-              Debemos tener un buen ramalazo sadomasoquista, habrá que aprovecharlo.

Nos recompusimos y Antonia le dijo a Pamela impostando la voz y simulando ser de algún país del este:

-              “Ahorra debemos marrcharr, pero volverremos por lo que es nuestrro. No te muevas hasta pasados cinco minutos o te vas a arrepentirr.”

Le soltó las manos y la dejamos allí tal y como estaba. Bajamos y nos apostamos fuera de la casa a mirar. En menos de diez minutos salió Pamela corriendo con su maleta como alma que lleva el diablo. Cuando la perdimos de vista Antonia y yo nos besamos y regresamos a la casa.

-              Eres un genio Antonia. La has echado de la casa, la has castigado por su mala educación y encima nos hemos corrido como fieras. –Le dije ya en la cama a punto de dormirnos-.

Pasamos varios días los dos solos follando mañana, tarde y noche. El jueves me llamó Ana cuando Antonia y yo estábamos desayunando en el porche:

-              Hola Carlos. ¿Qué haces?

-              Hola Ana, está aquí Antonia y estamos pasando unos días estupendos.

-              ¿Antonia la del viaje?

-              Esa misma.

Antonia llamó mi atención y me dijo:

-              ¿Quién es, tu tía Ana?

-              Espera un momento Ana. Sí es mi tía Ana.

-              Dile que se venga a comer y a la piscina, que tengo muchas ganas de verla. –Ya la vamos a liar, pensé-.

-              Oye Ana, dice Antonia que te vengas a comer y a la piscina, que tiene ganas de verte.

-              Y yo de verla a ella, voy para allá dentro de un rato. –Y colgó-.

-              Viene en un rato. Voy a comprar algo para comer.

Deje a Antonia en el porche y fui a comprar. Encontré un rodaballo salvaje estupendo para ponerlo al horno y seis carabineros de buen tamaño. Compré bebidas también y volví a casa. Antonia y Ana estaban desnudas sentadas en el porche, ¡qué dos bellezas! Besé a Antonia en los labios y a Ana en las mejillas.

-              Siéntate con nosotras –me dijo Antonia-.

-              No puedo, voy a la cocina que luego querréis comer. ¿Queréis algo?

-              Un poco de vino blanco –dijo Ana-.

-              Espera que te ayudo –dijo Antonia levantándose y yendo conmigo a la cocina-.

La cogí por la cintura y bajé mi mano hasta su culo para acariciárselo.

-              Carlos te comunico que aquí va a haber movida esta tarde. O nos dejas tranquilas a nosotras o hacemos un trío y yo prefiero lo del trío. –Me dijo Antonia mientras abría la botella de vino-.

-              Déjame pensarlo, le temo a mí tía más que a una vara verde.

Era verdad que le temía a mi tía, pero mirando a Antonia por detrás cuando se volvía al porche, empecé a empalmarme sólo de pensar en el trío.

Mientras se hacía el rodaballo, puse la mesa y saqué la plancha para hacer los carabineros. Antonia y Ana se estaban bañando en la piscina antes de comer. Las avisé de que la comida ya estaba. La visión de las dos desnudas saliendo de la piscina y quitándose el cloro las dos a la misma vez rozándose bajo el agua de la ducha, me puso la polla como un leño.

Comimos los tres desnudos. Ana y Antonia se reían de la erección que tenía, que no se me bajó durante toda la comida. Retiré las cosas de la comida de la mesa y cuando volví al porche Antonia y Ana se estaban besando de pie.

-              ¿Lo has pensado ya, Carlos? –Me preguntó Antonia-.

-              ¿Qué es lo que tenías que pensar? –Me preguntó Ana-.

-              Una propuesta de Antonia para la siesta y la respuesta es que subamos los tres juntos al dormitorio.

-              ¡Huy que bien, fiesta de la buena para despedir la temporada! –Dijo Ana-.

Las cogí a las dos por la cintura y subimos al dormitorio. Me senté en el sofá a mirarlas mientras ellas se tumbaban en la cama.

-              ¿Has visto el espejo? –Le preguntó Antonia a Ana-.

-              Antes que tú, me lo enseñó una tarde mi cuñada. Me excitó mucho verlo y por poco no nos pillan a las dos.

Así que mi madre y mi tía también le daban al tema. Iba de sorpresa en sorpresa estas vacaciones. La imagen de aquellas dos preciosidades, una madura y otra joven, besándose y acariciándose mutuamente era estremecedora. Se besaban en la boca, en los pezones,  en sus preciosos culos y se acariciaban mutuamente sus chochitos. En un momento Ana se puso de pie en la cama, le pidió a Antonia que subiera las piernas y encajó su chocho con el de Antonia, mientras ambas se miraban en el espejo.

-              Ana, me voy a correr, no pares de rozarte conmigo –dijo Antonia-.

-              Y yo también me voy a correr. Antonia estás buenísima. ¡Aaaaggg, aaaggg, que bueno, que gusto, aaahhh!

La cara de Antonia corriéndose la había visto otras veces, pero la de Ana sólo una vez. Su gesto expresaba un placer enorme, el color le cambió a rojo intenso hasta que terminó de correrse. Era tremendamente excitante verla, tanto que tuve que empezar a sobarme el nabo. Se quedaron un rato abrazadas en la cama, luego hablaron entre ellas y se acercaron a mí. Cada una se puso de rodillas a un lado de mis piernas y ambas me cogieron la polla, lamiéndomela a la vez entre sus labios. Aquello era el cielo. Yo les acariciaba el pelo, dejándolas hacer.

-              Sois dos mujeres maravillosas –les dije-.

-              Carlos no te pongas cursi, que no te pega –me dijo Antonia-.

Al rato se levantaron y tiraron de mí hacia la cama.

-              Fóllame Carlos, lo estoy deseando desde que te conocí –dijo Ana y se puso a cuatro patas sobre la cama, con la cabeza entre las piernas de Antonia-.

El culo de Ana era un auténtico portento. Me coloqué detrás de ella también de rodillas y le fui metiendo la polla poco a poco hasta que la tuvo entera dentro y empecé a moverme adelante y atrás.

-              ¡Qué ganas tenía de estar así, con los dos a la misma vez! –Exclamó Ana-.

-              ¡Joder Ana, cómo sabes comer un coño! –Le dijo Antonia-.

Miré al espejo del techo. Antonia se estaba sobando las tetas y pasándole la mano por el pelo a Ana. Puse una mano en el clítoris de Ana y con la otra le sobé las tetas. Tras un buen rato de bombeo y de caricias Ana estaba a punto.

-              ¡Embiste más fuerte Carlos, que me voy a correr! ¡Aaaggg, ahora, ahora, sigue, sigue no te pares! –Gritó Ana-.

-              ¡Ni tú tampoco, que yo también me corro, sí, sí, sí,..! –Le dijo Antonia a Ana-.

Yo estaba también listo para correrme, así que cuando las dos lo hicieron y Ana se dejó caer al lado de Antonia, me puse al lado de las dos y me corrí sobre ellas.

-              ¡Qué bueno, cómo me apetecía! –Dijo Ana-.

Ana no se fue hasta la mañana siguiente y casi no nos dejó dormir a Antonia y a mí. Ana era incombustible con el sexo. Después de un último polvo en la ducha, Ana se puso el biquini y el pareo y tras darnos dos besos en la boca, dijo:

-              Tenemos que repetir, pero ahora me tengo que ir, esta tarde vuelve tu tío y tengo todo el apartamento desordenado.

Antonia y yo pasamos unos días estupendos hasta que los dos tuvimos que volver a nuestras obligaciones. Cuando nos despedimos en la puerta para coger cada uno su coche, después de besarla le dije:

-              Creo que podría enamorarme de ti.

-              Pues no lo hagas que tengo que vivir muchas cosas todavía a mi aire.

Así es ella. El fin de las cortas vacaciones me dejó bastante deprimido. Los recuerdos de casa de la playa, la vuelta a la normalidad y el trabajo de mierda que había encontrado, no ayudaban para mejorar mi estado de ánimo.

Una mañana, tomando un café en un bar, se sentó a mi lado un hombre, que tras aposentarse exclamó:

-              ¡Qué bien se está en Sevilla en verano!

Tras mirarlo con un profundo desprecio le contesté:

-              ¡Váyase usted a la mierda!