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Eva, la influencer

en Hetero: General

Eva vive de las apariencias. Comenzó hace unos años como influencer de discos y bares, hizo su fama y, después de un desliz con un tipo rico un par de años menor que ella, se casó, tuvo a su hija y se convirtió en “mom influencer” dando tips de como cuidar a tus hijos y con qué ropa vestirlos.

Rolando es el técnico de mantenimiento que trabaja en el edificio donde vive Eva. Un tipo de 35 años, introvertido, de rostro inadvertido, de cuerpo curtido por el trabajo y piel curtida por el sol. Un ferviente fan de Eva, a quien presume con sus amigos diciendo que la ve todos los días, y que incluso un par de veces la ha visto salir del departamento vistiendo poca ropa.

En realidad Rolando conoce más de Eva de lo que muchos desearían. La ha visto sin maquillaje y sabe que no es tan hermosa como en su Instagram, la ha visto abrir la puerta cargando a su hija y vistiendo una playera sucia sin bra, y sabe que sus tetas están más caídas de lo que las muestra en sus fotos, pero eso no se lo platica a sus amigos, a ellos les dice que en persona es aún más hermosa.

¿Me puede enviar a alguien de mantenimiento por favor? No puedo abrir mi ventana, dijo Eva molesta en una llamada que el mismo Rolando contestó. Se vació la loción que tenía en su locker y mientras tomaba el elevador vio la publicación de Eva en Instagram donde se quejaba de las pésimas condiciones de uno de los edificios más caros en la ciudad, y agregaba una foto de la ventana con la espectacular vista hacia las montañas.

Rola, como le decían sus amigos, no puso mucha atención a las palabras de Eva. “la puta ventana”, “cobrar la pinche renta”, “mierda de edificio” y otros tantos improperios pasaban por sus oídos mientras admiraba de pies a cabeza a su musa y por fin podía poner un pie en su departamento, aunque no para llevar a cabo aquellas fantasías con las que tantas veces se masturbó, sino para intentar arreglar el desperfecto.

“Veo todas sus publicaciones”, escupió por fin Rola después de minutos de pensar si decirlo o no mientras revisaba el desperfecto, pero la respuesta que recibió no fue la que esperaba: Igual que miles de personas mi amor, miles las ven.

Esa tarde Rola se metió al baño de servicio del edificio, se sacó la gorda verga con la que había sido bendecido y que tantas alegrías le trajo con las chicas de su barrio, y se atendió a si mismo pensando solo en el hecho de que Eva le había dicho “mi amor”, aunque hubiera sido en tono de burla.

Volvió al día siguiente por la mañana llevando la pieza a reparar de la ventana. Aparentemente Eva estaba de un poco mejor humor, pues no solo le sonrió, sino que lo felicitó por su excelente servicio y rapidez . – Esta mujer debe creer que un par de tornillos son algo difícil de conseguir, pensó, pero en el fondo se emocionó – Se desvivió en agradecimientos con ella y entró en su departamento para acabar con el trabajo.

Escuchó a Eva hacer un video corto para internet y se sintió afortunado por haber estado presente mientras lo hacía, luego sin más ni más, Eva se acercó a él y le pidió de favor si podía sostener su teléfono mientras modelaba su outfit, pues le daba pereza colocar el tripié.

Rola se sentía soñado. Aquella famosa mujer modelaba para él y tras unos minutos, comenzó a preguntarle si se le veía mejor el cabello hacia un lado o hacia el otro. Luego se acercaba y veía el video que le había tomado junto a él mientras se quejaba de que se veía gorda en uno u otro ángulo y pedía repetirlo.

Hagámoslo mejor a contra luz, le dijo Eva mientras caminaba hacia el otro lado de la sala. Rola sintió como un escalofrío recorrió su cuerpo. Mientras la tuvo cerca de él, reaccionó con una semi erección, y aun no lograba que cediera cuando ella se alejó.

Hizo lo posible por arquear su cuerpo para ocultarla, pero cuando Eva lo miró para decirle que comenzara a grabar, en la pantalla del teléfono la vio bajar la mirada y cambiar su expresión de “diva” por una de susto, como si hubiera visto un fantasma.

Eva cayó en pánico, en segundos pensó que sería mejor hacer como que no se daba cuenta y no acusar a aquel tipo con quien estaba sola en casa junto a su bebé dormida. Rola por su parte, se sintió aliviado de ver que a pesar de que ella lo notó, decidió continuar con el video, así que lejos de que la erección cediera, le tomó mayor fuerza.

Eva lo miraba mientras posaba para el video y las fotos. Era un tipo común y corriente, jamás se habría fijado en él, pero tenía un cuerpo aceptable, pensó, tal vez por el trabajo que hacía, pero más que otra cosa, le llamó la atención aquel paquete, pues no parecía normal, era más bien como si se hubiera metido varios calcetines hechos bola en el pantalón, aunque se hubiera dado cuenta si los traía minutos antes cuando llegó a su departamento.

Rola se dio cuenta de que Eva miraba constantemente su pantalón y eso lo motivó aun más, mientras que ella, modelaba poses sistemáticas mientras su mente iba de preguntarse cómo era que este tipo común y corriente podía ser tan descarado, y cómo haría para sacar a un pervertido de su departamento cuando ella misma lo había puesto a tomarle videos.

En pocos minutos, Eva sentía un calor por dentro que no había sentido en mucho tiempo. Por su popularidad recibía constantemente mensajes de fanáticos, de sus cuerpos desnudos, de proposiciones indecorosas, que borraba inmediatamente, pero esto era diferente, era un tipo real con quien estaba sola en su departamento y que parecía tener una especie de monstruo debajo del pantalón; un tipo que la idolatraba y quien seguramente se masturbaba constantemente pensando en ella… un tipo con el que tenía muy poco qué perder.

La temperatura le llegó a tope, y dejándose llevar por su instinto más básico, aprovechó uno de los giros de modelaje para sacarse la blusa y lanzarla al sillón más cercano.

Rola se quedó helado y bajó el celular apuntando al piso mientras se quedaba anonadado viendo a su musa en un bra color rojo de encajes. Ella lo miró y en un tono de enojo le dijo que no dejara de tomarle video, y él la obedeció.

Le lanzaba besos a la cámara mientras con sus manos hacía la finta de que se iba a tumbar el pantalón de pijama que aun llevaba puesto. En cada giro donde hacía que su cabello volara por el aire se tomaba un segundo para mirar la entrepierna de Rola, que lucía cada vez más impresionante – Eso no puede ser real, pensaba Eva –

Sin tomar en cuenta que llevaba aun puestos los interiores “de abuelita” con los que había dormido, se tumbó el pantalón de la pijama y lo lanzó de una patada en dirección hacia la cámara, fallando por completo el tiro.

Rola no soportó más y con una de sus manos empezó a tocarse por encima del pantalón. Eva lo vio, y le dedicó una sonrisa para luego comenzar a bailar en un tono más sensual, tocándose sus tetas por encima del bra y acariciándose esas nalgas llenas de estrías sobre unas panties que eran cualquier cosa menos sexys.

Aquel técnico estaba por vivir el sueño de su vida. Se movía de un lado a otro por la desesperación mientras se tocaba intentando no soltar un chorro de leche debajo de su grasiento pantalón de mezclilla, mientras que la mujer que tantos suspiros le había arrancado, se desnudaba bailando delante de él.

Harto de la falta de acción dejó caer el celular de Eva en un sillón y la miró detenidamente mientras ella continuaba bailando, ahora únicamente para él y no para la cámara.

Rola se armó de valor y en dos movimientos rápidos, y antes de que su musa pudiera detenerlo, se tumbó el sucio pantalón y los decolorados boxers que llevaba hasta media pierna, y ante la mirada atónita de Eva, una tremenda salchicha quedó al descubierto; poco más larga que la de su marido – que no era nada despreciable -, pero con un grosor que jamás en su vida había visto.

Ni él, ni su marido, ni el resto de sus admiradores lo sabían, pero Eva tenía sus perversiones bien guardadas. Una de ellas era masturbarse y terminar insertando cualquier objeto de forma fálica cubierto por un condón para acabar bañada en un orgasmo. Y aquella cosa se convirtió en el objeto de su deseo apenas la vio.

Se abalanzó sobre Rola causando incluso su espanto. Miró durante un segundo la tremenda verga del técnico, la tomó con ambas manos para sentir si era o no real y empezó a manosearla sin orden alguno.

Su entrepierna se convirtió en una vaporera apenas sintió el calor y la dureza de aquella verga. Parecía tener vida propia, pues palpitaba al ritmo del corazón de un animal asustado.

Olvidó entonces cualquier repercusión de sus hechos futuros y decidió entregarle el momento a una pasión que traía guardada desde hacía un tiempo.

Se dejó caer de rodillas frente a Rolando y sostuvo su pene con ambas manos apuntándolo hacia su boca. Señora Eva, le dijo Rola con tono de preocupación, déjeme por favor lavarme. Pero Eva lo que menos le importaba en ese momento era la higiene, así que abrió la boca tan grande como pudo, y se metió un cuarto de verga del técnico en ella, dejando que la saliva escurriera para que tapara su agrio sabor.

Rola comenzó a emitir sonidos parecidos a los de un animal dolido, gemidos ahogados que intentaban no hacer más alboroto del que el mismo hecho causaba, mientras su musa, la mujer con la que había soñado por años, le comía la verga completa en la sala de su departamento.

Ay señora Eva, decía Rola en voz baja cada vez que ella se la metía lo más adentro que podía en boca y la sacaba de chupetón. Ni siquiera lo tocaba mientras lo hacía, pues aun tenía en su mente ese pensamiento de que aquello no era para darse placer, sino simplemente para tener en su vitrina una experiencia de ese gran trofeo.

Eva se puso de pie intempestivamente y corrió a su habitación. Rola mientras tanto no supo que hacer, así que comenzó a subirse los pantalones pensando que todo había terminado, sin embargo antes de que lo lograra, Eva regresó con un condón en la mano y venía abriéndolo con gran rapidez a como podía.

Quítate los pantalones, le gritó mientras venía, y él la obedeció dando tumbos y tropezando mientras lo hacía. Eva llegó hasta él, y comenzó a ponerle el condón encima de aquella cosa con una desesperación poco convencional.

Cógeme, cógeme lo más duro que puedas, le dijo la musa a Rola mientras se sacaba las panties y se agachaba apoyándose en el respaldo del sillón.

Rolando tenía varios meses sin sexo. La última vez había sido con Doña Silvia, una vecina de su madre, de unos 55 años,  que por habladurías se enteró de los atributos del hombre y lo alcanzó un día en la parada del camión y se lo llevó con engaños a su casa para desnudarlo y cogérselo. Así que tenía miedo, pavor tal vez, de derramar litros de leche apenas penetrara a aquella mujer con quien tantas veces había soñado.

¡Ya! Le dijo Eva al sentir que el tipo se estaba tardando mucho en embestirla, y un par de segundos después, sintió en sus húmedos labios vaginales como aquel caliente y gordo chorizo ponía primero la punta en la entrada, y luego como una rata que intenta entrar en una madriguera pequeña, se empezó a dar paso hacia adentro hasta rellenarla como nunca antes un ser vivo lo había hecho.

Como el pepino, pensaba Eva mientras lo recibía, se siente como aquel pepino que meses atrás había comprado en el supermercado en un momento de calentura con la única finalidad de disfrutarlo encerrada en el baño, pero aun mejor.

Rola se concentró lo más que pudo. Intentó no mirarle las nalgas a Eva mientras la bombeaba, no sentir la calidez y suavidad de la piel de sus caderas mientras se afianzaba de ellas para embestirla, y no querer probar el fluido que veía brotar de su raja cada vez que su pene salía de ella antes de volver a resbalarse hacia adentro.

Más tarde Eva caería en pánico cuando miró el daño que sus uñas le hicieron al sillón de la sala de lo fuerte que lo tenía agarrado. Cuando lo del pepino ella misma controlaba el ritmo, pero ahora, ella misma le había pedido a su técnico que le diera lo más duro que pudiera, así que tuvo que soportar el dolor convertido en placer, y el placer convertido en culpa que a cada bombeada de Rola sentía más y más adentro.

Aquello no duró mucho más tiempo para ambos. Fue Rola quien primero perdió la concentración y en un descuido empezó a dejar escapar leche, de inmediato Eva, cuando sintió que su compañero estaba servido, tuvo un orgasmo de orgullo por haber sido tan mujer como para complacer a un espécimen de esas dimensiones.

Rola terminó exhausto. Se quitó el condón y buscó el baño, pero Eva le dijo que ni loco pensara en tirar eso ahí, que lo echara en una bolsa y lo metiera en su caja de herramientas.

Apenas tuvo tiempo de ver a su musa desnuda de la cintura para abajo. De conocer sus perfectamente depilados labios vaginales, que todavía lucían colorados del calor y la fricción, y que guardará en su mente para siempre.

¿Ya quedó la ventana verdad? ¿Te debo algo? Le dijo Eva mientras con gran dignidad se ponía nuevamente los calzones de abuelita que se había arrancado momentos atrás y que había tardado en encontrar tirados debajo de la mesa.

Rola le contestó que no, se guardó su herramienta de batalla en los pantalones y su herramienta de trabajo en la caja, y se quedó esperando instrucciones.

Bueno pues muchísimas gracias por venir a repararla, le dijo Eva, hiciste un excelente trabajo, y después simplemente le indicó la puerta con la mano.