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Café, libros y teatro

en Lésbicos

Era sábado. El día avanzaba lento y caluroso. No tenía nada de comer ni de tomar pues la semana había estado bastante pesada en el despacho, así que, tomé un baño, me arreglé y salí hacia mi café favorito.

El lugar estaba relativamente vacío. Sólo un par de mesas ocupadas. Me encanta ir ahí puesto que es uno de los pocos lugares que respetaron la naturaleza a la hora de adecuar el lugar y mantuvieron un árbol dentro de la construcción, junto con más vegetación.

Me senté. Frente a mí, las mesas estaban vacías, y, unos minutos después de que llegué, una chica se sentó en la mesa de al lado, miré de reojo, tendría por mucho 28 años, piel apiñonada, cabello ondulado castaño y unos ojos cafés preciosos. No pude evitar bajar la mirada y sonrojarme. No sé si se habrá percatado.

El mesero me da la carta y me pongo a leer. Una vez que he decidido lo que ordenaré, abro mi bolsa y saco el libro que me ha tenido enganchada toda la semana, el cuál descubrí sin querer entre los libros que tenía en la casa.

El mesero se acercó, me tomó la orden y una vez que se retiró, comencé a leer. No pasó mucho tiempo en darme cuenta de que alguien me miraba. Era ella. Realmente no me miraba a mí, miraba el libro que estaba leyendo. Como acto reflejo al sentir la pesadez de la mirada, volteé hacia donde estaba ella.

-Hola, ¿en qué página vas? -me preguntó.

Esbocé una pequeña sonrisa.

-Hola, voy en la página 87.

-A la mitad, poco más, poco menos. ¿Qué te ha parecido hasta ahora?

-Anda, ya lo leíste. Que curioso. Pues va bien hasta ahora, la verdad es que los personajes me han atrapado bastante.

-Es lo maravilloso de ese libro, que da para imaginarse a los personajes en cualquier contexto y situación.

-Si, así es. ¿Esperas a alguien? -Le pregunté un tanto curiosa.

-No, sólo he venido por un café, que se me ha acabado en casa, pensaba en comprarlo pero el lugar es tan rico, la atmósfera que quise tomarme un rato y disfrutar, la vista que tiene en este momento es linda -dijo mirándome fijamente.

-¿Quieres sentarte conmigo? Te invito algo para que acompañes tu café y así me das tu punto de vista del libro.

Sonrió, sin decir nada se levantó y se sentó a mi lado.

-Me llamo Melissa, un placer. -Me extendió la mano y le estreché la mia.

-El gusto es mio, yo me llamo Ariadna.

Llegó el mesero, me trajo lo que había pedido y ella pidió algo más para acompañar su café.

Transcurrieron tres horas comentando el contenido del libro, y de los temas en los que fue derivando la plática, y de esto nos percatamos porque sonó su celular, se levantó y respondió la llamada y mientras tanto yo aproveché para revisar si tenía algún mensaje.

La vi venir, sonriendo con un caminar que se me hizo sensual.

- ¿Has visto? Hemos estado hablando durante tres horas.

-Si, es de lo que me he dado cuenta ahora que he visto el celular. Como si ya nos conociéramos.

-Tal cual. ¿Tienes plan ahora?

-No, pensaba en regresar a la casa.

- ¿Te gustaría acompañarme a una obra de teatro? Actúa un amigo mío, que me acaba de llamar para recordarme porque no me ha visto fuera del teatro. No queda lejos, está a unas tres cuadras de aquí.

- ¿De verdad?

-Claro, de lo contrario no te estaría diciendo.

-Pues sí, ¿Verdad?

-Pues sí. Anda venga, pedimos la cuenta.

Pagamos y salimos. Comenzamos a caminar, estaba atardeciendo. Las calles estaban un tanto vacías, se escuchaban los ecos mezclados de nuestros pasos y risas rebotar en los muros de las casas.

Llegamos pronto, ella saludó a un par de conocidos y me presentó. Pasamos al foro y la función comenzó. Las butacas eran pequeñas lo cual hacia que quedáramos bastante juntas, y, apenas apagaron las luces ella hizo un movimiento para ponerse cómoda y sin querer (o tal vez queriendo, vaya uno a saber) su mano rozó la mía. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda entera.

Al salir de la función nos quedamos en silencio, parecía que ninguna de las dos quería que la noche se terminara. A final de cuentas, no era una situación que se diera todos los días, al menos no para mí.

-Escucha, no vivo lejos de aquí. Podemos pasar por unas cervezas, si quieres y comentamos la obra.

-Bueno, es que yo no vivo realmente tan lejos y se está haciendo tarde.

-Anda, no hemos planeado nada de lo que ha ocurrido y ha salido muy bien, ¿A que sí?

-Si, tienes razón, la verdad es que ha sido un día extraordinario.

Dio un paso hacia mí.

-Y si… -dio otro paso más hacia mi- ¿vemos que más puede suceder?

Esto último me lo dijo estando casi frente a frente con sólo un centímetro de distancia, en una calle silenciosa, con las luces del alumbrado bañándonos en un color naranja melancólico, y mientras estuvimos en la obra había llovido así que las calles brillaban. ¿Qué podía decir yo? Estaba loca si decía que no. Nunca se me había dado el ligar, y ahí estaba ella, con sus ojos llenos de brillo y una sonrisa a la que no le podía decir que no.

-Anda, está bien. Vamos.

Pasamos a una tienda por la cerveza y llegamos hasta su casa. Era pequeña, lo justo para una persona. Pusimos las latas sobre la mesa de centro y nos sentamos en el sillón, ella en un extremo y yo en el otro, acomodadas de lado para poder mirarnos de frente. Estuvimos platicando sobre la obra y libros que tenía por todo el lugar.

-Así que, ¿Artista?

-¡Uy! ¿Cómo adivinaste? Si no es que tenga los pinceles y las paletas a la vista. -dijo burlándose ya que en gran parte de la sala tenia pinturas y lienzos.

-Ya, no te burles, a ver, adivina tu a que me dedico yo.

-Eso es trampa, no estoy viendo tu sala.

-Mmm… Es cierto. Tienes razón. Ok, te voy a dar piestas.

-Vale, venga. Dimelas. -me dijo con la mirada atenta y sonriendo.

-Pues, a ver, tiene que ver un poco con lo que hay aquí, lápices, colores, creatividad. Sólo que lo mío va a escala más grande.

-Diseñadora! -y al decir la respuesta dio un saltó creyendo haber adivinado y al ver mi mirada de erróneo se sentó apoyándose sobre sus rodillas.

-Casi! Tu puedes Mel. Vamos!

-Mmm… -avanzó hacia mi sobre el sillón- déjame ver si puedo encontrar algo a través de tu mirada. Que se pinta mucho ahí dentro.

Empecé a respirar un poco más rápido.

-¿Diseñadora de modas?

-No estás viendo cómo estoy vestida? -en cuanto dije esto nos quedamos en silencio y al segundo soltamos la carcajada. Avanzó otro poco hasta volver a quedar frente a frente.

-Ya sé que eres. – Me dijo susurrando.

-¿Qué soy? -le respondí de la misma forma.

-Eres… una… Mujer! – y estalló en risas.

-¡No me digas! Coño, y yo pensando que he sido hombre todo este tiempo. – Me levanté dando la respuesta y riendo cuando sentí que me sujetó la mano y me jaló hacia ella, haciendo que cayera a un lado de donde estaba y sin esperar mucho se puso sobre mi.

-Una mujer muy guapa- me susurró en el oído izquierdo- y culta -en el oído derecho- y simpática.

Al terminar de pronunciar esto nuestros labios se tocaron.

La verdad es que, llevaba deseando largo rato saber cómo se sentían sus labios, así que no puse resistencia.

Mis labios apresaron su labio inferior, dándole un ligero mordisco. Melissa soltó un pequeño gemido, seguido de sus manos poniéndose sobre mi cadera. Nuestros cuerpos se juntaron cada vez más hasta que comenzamos a movernos al mismo tiempo, vientre con vientre y con las piernas entrelazadas.

Su lengua acariciaba la mía. Sus manos parecían querer aprenderse la ruta del mapa para llegar a la isla desierta. Con movimientos suaves quitó mi blusa y se quitó la suya sentada sobre mi. Al abrir sus ojos y verme en bra, pareció que aumentó su brillo.

-Tus pecas... Eres una constelación de estrellas. He llegado al universo.

Y empezó a besar cada centímetro de mi pecho, con lo que yo entraba en éxtasis cada vez más.

Le quité el bra y ella quitó el mío, y aproveché para voltear lugares y ahora era yo quien estaba arriba.

La luz de la sala era muy tenue. Su piel tenía tonos dorados por el contraste. Si no había conocido la perfección… Ahora si que la estaba viendo. Comencé a besar su pecho mientras mis manos se entrelazaban con las suyas. Mi boca comenzó a bajar hasta llegar a sus pezones, intercalando, un rato en uno, otro rato en el otro, quería estimular cada parte de su cuerpo con mi lengua y parecía estarlo logrando. Solté sus manos y las bajé recorriendo su cuerpo hasta llegar a sus bragas y deslizarlas al piso. Le besé el abdomen mientras mis manos recorrían sus piernas y su respiración se agitaba cada vez más hasta que llegó a su máximo y me dijo con voz entrecortada “Cómeme”

Para mantenerla en ese éxtasis, subí hasta sus labios, la besé tiernamente y le susurré al oído “¿Qué dijiste?” a lo que ella respondió “Cógeme Ari… Me tienes a reventar… Cógeme”

Sin decir nada, la volví a besar y, sin que lo esperara, pasé dos dedos por su coño húmedo haciendo que se le escaparan un par de gemidos.

Pasé mis dedos un par de veces, vi su cara de excitación, estaba llenándose de placer y yo quería darle todo lo posible, así que metí mis dedos sintiendo sus jugos haciendo que me prendiera inmediatamente, metiendo y sacando cada vez más rápido hasta notar que estaba a punto de correrse, paré y bajé por su abdomen besando todo el camino hasta llegar a su coño y, primero besarlo suave y dulcemente para después, conforme se volvía a hundir en gemidos, irlo comiendo cada vez más fuerte y con mi lengua trazar toda forma que me dijera que su clítoris estaba aumentando de tamaño y que se iba a correr.

Sentí cómo sujetó mi cabeza con ambas manos, y con cada lamida aumentaba la fuerza al sujetarme, sus caderas comenzaron a moverse de arriba hacia abajo, cada vez más rápido y, al sincronizarse con el movimiento de mi lengua, comenzó a gemir lento, y un poco más rápido, y más fuerte hasta estallar en un orgasmo delicioso.

Con la boca llena de sus jugos, subí, me jaló hacia ella y nos besamos saboreando todo su ser.

Me apoyé en su pecho y escuché su corazón latir agitadamente.

Me rodeó con sus brazos y en ese momento sentí que el mundo externo se había detenido y que seguro había entrado a una dimensión de donde no estaba segura de querer salir, por más rápido que hubiera surgido la situación.