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Casi una sesión de fotos.

en Dominación

Me encontraba, una fría tarde de noviembre, de camino hacia casa de Matilde, repasando mentalmente todo lo que había aprendido estas ultimas semanas, todos los nudos, los corsees, las posturas que había pensado… todo para una sesión de fotos y shibari. Hacía unos días que le había propuesto a Matilde hacer una sesión de fotos y atarla, consciente de su interés por algunas prácticas de bdsm, y con muchas ganas de descubrir todo lo que estas prácticas podían aportar a nuestra relación sexual, con lo cual llevaba fantaseando varios días.

Una vez bajé del metro, con mis vaqueros grises ajustados, una camiseta de Jimmy Hendrix negra y una chaqueta de cuero, equipado con todo lo necesario dentro de mi mochila, dos cuerdas negras de 10 metros y una roja de 5m, de camino se me ocurrió que, para amenizar el principio y romper la vergüenza y el hielo (si quedaba algo), lo mejor sería comprar dos botellas de vino. Me pasé por un supermercado y compré las dos botellas, nada del otro mundo, pero tampoco caldo de brik, y algo de picar.

Cuando llegué llamé al timbre y subí, la puerta ya estaba abierta, y el camino lo conocía de sobra, a sique me dirigí a su habitación. Llamé a la puerta y abrí inmediatamente, allí estaba ella, de espaldas a mí, vestida únicamente con un conjunto de lencería negro y unas medias de rejilla. Mi mente empezó a analizarla palmo a palmo, guiada por mis ojos, cada parte de su cuerpo, contemplando sus piernas, su precioso y terso culo, a duras penas cubierto por la lencería, su espalda semidesnuda, su pelo rojo cayendo por sus hombros… en ese momento se giró hacia mí.

-Aquí estoy- dije saliendo de mi profundo análisis- y te he traído algo para amenizar. – Al decir esto levanté la bolsa con las botellas y la comida. Después de saludarla y abrazarla, me fui a guardar una en la nevera y a abrir la otra, al volver vi que había sacado la cámara y que lo tenía todo preparado.

-¿Empezamos?- dije sacando las cuerdas de la mochila.

-Vale, deja que apague las luces y me dices que quieres que haga. – Me gustó que me diese las riendas de la situación, cosa que normalmente hacia en la cama, pero no el resto del tiempo.

Empezaba a anochecer a si que decidí dejar como única luz la de la estufa, una luz cálida que vendría bien para las fotos. Le ofrecí uno de los vasos de vino, el cual miró y se tomó de un trago, se le notaban las ganas de empezar, yo hice lo propio y cogí las cuerdas. Me levanté y me acerqué a ella, con la cuerda roja en las manos.

-Vamos a empezar con un arnés y así te vas acostumbrando a tenerlo para luego. – Le dije mientras me miraba con una mezcla de nervios y deseo. -Primero túmbate boca arriba y deja que te lo vaya colocando, después ya veremos para las fotos. -

Entonces me acerqué totalmente a ella, me puse encima suyo, reteniéndola entre mis piernas, pasé la parte central de la cuerda por su cuello, levantando el pelo para que no molestase, después fui deslizando los 5 metros de cuerda por su cuerpo, cayendo por su escote, haciendo que sintiera las cuerdas acariciar su cuerpo, después por su tripa y seguí bajando hasta llegar a su entrepierna. Una vez allí separé las cuerdas para dejar una a cada lado de sus labios, pero antes de eso me detuve a pasar las cuerdas por sus braguitas, presionando sutilmente para que lo notara a lo que ella respondió con un suspiro, haciéndome ver que notaba las caricias. Entonces decidí cambiar de idea, coloqué las cuerdas dentro de sus labios, los cuales se notaban algo hinchados, ella dio otro suspiro y se movió sutilmente cuando estiré de las cuerdas, las cuales rozaron cada parte de su cuerpo, desde el escote hasta el final de la vagina. Su respiración se empezó a agitar, y yo no estaba dispuesto a dejarla tranquila. De un empujón le di la vuelta en la cama, cogí ambas cuerdas con una mano y fui estirando poco a poco, pero con firmeza, pasando ambos extremos de la cuerda desde su vagina hasta su espalda, atravesando su terso y firme culo, que actuaba como desfiladero. Cuando di el ultimo tirón para colocar bien la cuerda, Matilde soltó un gemido que intentó ahogar rápidamente, a lo cual le respondí con un fuerte azote. Ella se sobresaltó un poco por el azote, pero yo rápidamente pegué mi cuerpo al suyo y le susurré:

-          Ni se te ocurra callarte un gemido. -Acompañé las palabras con un suave mordisco en la oreja y un pequeño estirón de las cuerdas, al que ella contestó con un gemido.

-          ¿Me vas a prohibir que me los calle? – Dijo juguetona, a la vez que movía sensualmente el culo y lo levantaba un poco.

Le respondí con otro azote, esta vez un poco más fuerte, que ella encajó con otro pequeño gemido. Seguí subiendo con las cuerdas y las pasé por su nuca, entonces la cogí y la levanté, poniéndola de pie, quedaron colgando ambos extremos en su espalda y empecé a entrelazar los extremos con la parte que quedaba entre su escote, abriendo así la cuerda delantera y colocando entre medias sus pechos. Fui rozando las cuerdas por cada palmo de su pecho, cada movimiento iba acompañado de una caricia de las cuerdas y mis dedos, y después de un pequeño tirón para colocar bien las cuerdas.

Una vez colocado el arnés superior, cogí otra cuerda, esta vez de las negras, y me puse frente a Matilde.

-          Ahora empieza lo interesante. – Dije con una sonrisa pícara, viendo como sus ojos se encendían por la curiosidad y el morbo.

Le ajusté el arnés superior y tiré de el para pegar su cuerpo al mío, en cuanto se acercó empecé a besarla con pasión, mientras ella recorría mi cuerpo con sus manos y yo agarraba su culo con las mías, presionando contra mí. Entonces una de sus manos empezó a tocar mi vientre, bajando en dirección a mi entrepierna, notablemente abultada por la situación. Reaccioné separandome un poco y la giré con un movimiento algo brusco, la empujé y quedó con las piernas colgando de la cama y su culo frente a mí, me acerqué haciéndole sentir mi excitación entre sus nalgas y le susurré:

-          Aún no te he dicho que puedas tocarme. – Y le di un azote cuando estaba a punto de replicar.

Cogí sus brazos y los eché a su espalda, entonces empecé a atarlos en paralelo, con diferentes nudos a poca altura unos de otros, para acabar en sus muñecas, dejando así sus brazos totalmente inmóviles, de lo cual me aseguré entrelazando la cuerda negra con el arnés.

Una vez inmovilizada me acerqué a ella, igual que antes, apoyando mi cuerpo sobre el suyo, solo que esta vez a la altura donde estaban atadas sus manos, es decir a la altura del culo, quedó mi paquete, el cual no dudó en coger con algo de fuerza.

-          Ahora estas totalmente a mi merced, puedo hacerte lo que quiera. – Le susurré al oído mientras intentaba desabrochar mi pantalón, sin mucho éxito dada su condición.

-          Y ¿qué vas a hacer conmigo? – Me dijo con una mezcla de sensualidad e inocencia que me puso muy cachondo.

-          Eso lo vas a ir descubriendo poco a poco. – Mientras decía esto me iba separando de ella, pero apretando más mi paquete contra sus manos y moviéndolo para pasar por su culo.

Entonces decidí que era el momento de empezar a jugar.

La cogí de la cintura y tiré de ella para subirla completamente a la cama, quedando apoyada con las rodillas y con la cara pegada a la almohada, dado que no podía usar las manos. Su culo quedaba en una altura perfecta, dejándome contemplarlo en todo su esplendor, dispuesto delante de mí, a mi merced, le separé las piernas un poco para poder disfrutar de una mejor vista, ella intentó volver a juntarlas, pero entonces otro azote le hizo desistir de esa idea. Me alejé y cogí la botella de vino, bebí un largo trago y le rocié la espalda y el culo con un hilo de vino que encajó como si un escalofrío recorriese su espalda, levantando un poco las caderas, la posición perfecta para encajar otro de mis azotes, al cual volvió a responder con un gemido ahogado.

-          Vamos a ver cuanto eres capaz de resistir esos gemidos. – Le dije mientras tiraba de ella, la puse de rodillas y le di de beber un largo trago de vino, cuando acabó tire de su pelo y dejé caer otro chorro de vino sobre su pecho, empapando la lencería, las cuerdas, y su cuerpo por completo.

De un empujón volvió a la anterior posición, con la cara pegada a la almohada y ofreciéndome su culo para mi disfrute, me agaché a los pies de la cama y empecé a ajustar las cuerdas que pasaban por su vagina y su culo. Esta vez las coloqué una a cada lado de sus labios, dejándome vía libre hacia su sexo.

-          ¿Qué estas haciendo? ¿No se suponía que ibas a hacerme fotos? – Dijo con una mezcla de picardía y de ironía, todo mezclado con los suspiros derivados de mis ajustes en su arnés inferior.

-          Si quieres que pare solo tienes que pedirlo por favor. – Le dije al oido mientras la levantaba de un tirón en el arnés para ponerla de rodillas.

-          Bueno mejor me espero un poco que se empezaba a poner interesante. – Me dijo mientras sus labios buscaban los míos.

Entonces la cogí del cuello con la mano y empecé a morder su oreja y a besar su cuello bajando poco a poco, notaba el sabor del vino cuando llegué a su escote y empecé a lamer sus pechos. Ella respondió con pequeños mordiscos en mi oreja y mi cuello. Volví a empujarla para dejarla en la posición que yo quería que mantuviese, entonces cogí sus manos y las apoyé en sus nalgas, forzando que las separar para dejarme hacer lo que quisiera, ella entendió que yo quería que se quedase de esa forma y así lo hizo.

Me separé un poco de la cama, cogí la botella y di otro largo trago, entonces me giré y lo que vi no saldrá de mi mente. Matilde, con su pelo rojo esparcido en la cama, las manos atadas a la espalda y separando sus nalgas, su culo abierto, disponible para cualquier placer que quisiera brindarle, sus labios, algo separados por el agarre de sus manos a sus nalgas, ofreciéndome su coño húmedo, abierto, brillante y caliente para que empezara a disfrutar y hacerla disfrutar tanto como pudiera resistir.

Después de un instante contemplándola, ella movió sus caderas, llamándome para que empezara a jugar más en profundidad. Dejé la botella y me acerqué, de un tirón rompí las medias, que era lo único que me impedía empezar a disfrutar de aquella preciosa escena, le di un par de palmadas en el coño, las cuales dejaron mi mano empepada, ella respondió con pequeños gemidos y moviendo las caderas. Entonces me arrodillé a los pies de la cama, dejando mi cabeza a la altura de su coño, y empecé a lamer sus muslos, fui poco a poco subiendo para pasar a sus nalgas, primero una y luego la otra, sin alejarme demasiado de ese húmedo y brillante manjar. Fui acercándome poco a poco, pasando de los muslos a los labios exteriores, acercándome peligrosamente a su interior, pero sin entrar, subiendo mi lengua dibujando el contorno de sus labios y acercándome también a su ano, para que sintiera la humedad de mi lengua cerca. Notaba como su respiración se iba acelerando, y como sus gemidos iban empezando a ser algo más sonoros cuanto más me acercaba a su sexo. Entonces empecé a introducir mi lengua dentro de sus labios, primero la punta, para luego empezar a lamer su coño entero, a lo que respondió con sonoros gemidos y moviendo su cadera de forma espasmódica. Me entretuve dentro de sus labios, saboreando cada rincón de su húmedo coño, en un momento dado empecé a subir para lamer también su ano, pero antes chupé uno de mis dedos y lo introduje sin ninguna dificultad en su húmedo y caliente coño. Matilde empezó a gemir más fuerte, y a respirar más agitadamente, lo único que conseguía decir era ‘’Joder que bien lo haces’’, ‘’sigue por favor’’, ‘’haz que te suplique que me folles’’, a lo que yo respondí metiendo otro dedo más mientras seguía lamiendo cualquier rincón de su coño y su culo. Después de unos minutos así, Matilde ya gemía a gritos y me suplicaba que me la follase:

-          Por favor follame, follame ya por dios. -  Entonces la hice sufrir un poco más alargando esa situación.

-          Follame ya que me quiero correr mientras lo haces, por favor por favor, hazlo yaaa que estoy a punto. – Entonces paré y me levanté, tiré de ella para acercarla a mí, y le di un par de azotes en cada nalga, y otro en el coño.

-          No te creas que te voy a dejar correrte ya. - Le dije mientras la bajaba al suelo y la ponía de rodillas.

Entonces bajé mis pantalones, dejando a la vista mi pene, más que empalmado después de unos largos minutos de sexo oral. Ella de rodillas, con las manos a la espalda, se acercó a mi y yo la cogí del cuello, le di un largo e intenso beso, y luego cogí su pelo para hacer que levantara la cabeza, a lo que ella respondió abriendo la boca para empezar a mamar mi polla erecta. Como ella tenía las manos atadas yo usaba las mías para coger su pelo y a la vez mi polla y controlar el ritmo, a veces ella buscaba comérsela entera, a lo que yo respondía con un pequeño empujón, dejando toda mi polla dentro de su boca, y sus labios rozando mis huevos. Yo estaba en la gloria, pero ella no aguantaba mucho esa situación, entonces se la sacaba y le dejaba lamer mis huevos, para luego pasar la lengua por todo el tronco de mi pene y volver a introducirlo en su boca. Al cabo de unos minutos decidí que era el momento de satisfacer su petición anterior.

-          Lo has hecho muy bien, ahora te toca recibir tu premio. – Le dije mientras la levantaba.

-          Joder, ¡follame ya que estoy mojadisima! -Me dijo, después nos dimos otro largo e intenso beso y la empujé a la cama.

Volvió a estar en la posición original, pero esta vez no hizo falta que le enseñara como poner las manos, ella misma separó sus nalgas dejándome vía libre para actuar. Yo me acerqué y le di un par de pequeñas palmadas en el coño, y un par de azotes en los muslos y el culo. Entonces me acerqué a ella y sin previo aviso clavé mi polla hasta el fondo de su coño, entro sin ningún problema, estaba tan húmeda, caliente y abierta que entró sola. Empecé a embestirla, cogiendo el arnés superior para apoyar mis embestidas y acercarla a mí con cada embate, con esto mi polla llegaba hasta lo más profundo de su interior. Cada embate iba acompañado de sonoros gemidos por ambas partes, aunque los suyos eran mucho más sonoros, a demás de ponerme más cachondo si cabe. Al cabo de un rato sin pausa y sin bajar el ritmo empecé a notar que no aguantaría mucho más, dado el calentón y el sexo oral previo, pero entonces ella empezó a agitarse más aún y a gritarme entre gemidos:

-          No pares por dios, no pares que me corro. Sigue sigue sigue… - A lo que respondí embistiendo más fuerte y tirando de ella más hacia mí.

-          Yo también estoy a punto, joder que caliente que estas. – Le dije viendo que empezaba a acabarse mi resistencia.

Seguí unas cuantas embestidas más mientras sus gemidos no dejaban de aumentar y su cintura de moverse para acompañar mis embates. Las últimas embestidas fueron bajando el ritmo, pero ella movía más aun sus caderas y notaba como su flujo caía por mis huevos y nuestros muslos. Noté como mi polla se iba hinchando cuando ella soltó un gemido mayor que todos los anteriores y más continuado, yo seguí metiéndola y sacándola sin parar, hasta que noté que ya no podía más, entonces la agarré y una vez más empujé de ella hacia mi mientras empotraba mis caderas hacia su culo, metiendo así toda mi polla en su interior y descargándola allí completamente. Aún seguí moviéndome un poco para alargar el placer todo lo posible, pero ella cayó hacia delante, y yo caí encima suyo, apenas me dio tiempo a hacerme a un lado para quedar los dos uno al lado del otro, rendidos y exhaustos por el placer.

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