miprimita.com

En la playa

en Transexuales

Madrugada en la playa

Hace un tiempo decidimos vivir juntos. Mi pareja sabía que era “rarito”, ahora nos dicen “crossdressers”, pero no le molestaba, al contrario al poco tiempo de conocernos pudo comprobar las ventajas de tener un esposo-esposa. Dejo esas ventajas para que ustedes investiguen o se las imaginen.

Decidimos festejar la unión con una especie de luna de miel, luego de los primeros días convivencia acaramelada en una playa de la costa atlántica, y de varias noches de sexo tórrido pero totalmente hétero, me entraron ganitas de sentir la suavidad de la ropa femenina sobre la piel.

Yo había pensado que probablemente con la vida en pareja, el sexo irrestricto, y el amor que le tenía -y tengo- a mi mujer se me iría la rarez, pero no, ahora sé que nunca es así. El travestismo es un camino de ida, sin retorno.

Se lo hice saber a mi flamante esposa, y ella dijo no tener problema, que hiciera como quisiera, al contrario, me agradeció la sinceridad y dijo que sin ese ingrediente la pareja no funcionaría.

Yo no había llevado nada de mi ropa femenina, le pedí prestada y ella no tuvo reparos en prestarme la suya. Afortunadamente usamos casi los mismos mismos talles.

Por un par de días anduve vistiendo su ropa interior mientras estábamos dentro de la casita que habíamos alquilado, y cuando salíamos me cubría con ropa masculina. Pero una noche me pico una idea, una de esas que cuando entran en la cabeza ya no salen, quería salir afuera como putita, no a lucirme o de levante, solo sentirme linda, que la brisa y el agua me acaricien la piel depilada, sentirme libre por un rato.

Nuevamente se lo hice saber, y ella me dijo que hiciera como quisiera, pero aclaró que no contara con ella, si salía lo haría solo.

Me pareció que si salía la haría sufrir, así que trate de resistir la tentación, ella como buena mujer se dio cuenta. Y pasadas un par de noches, luego de hacer el amor me dijo:

-          Ahora te pegás un buen baño y volvés. Y te afeitás a full, no quiero verte ni un rastro de barba.

-          Pero… que pasa… bañarme ahora, ya me afeité a la mañana, vamos a dormir… estoy cansado.

-          Cansada mi amor. Termina de mariconear y hace lo que te digo.

-          Cansada? …si, mi amor.

Obviamente cumplí al pié de la letra, me bañe mientras mi cerebro estallaba pensando que pretendía.

Cuando volví a la habitación encontré sobre la cama un conjunto de tanga y sostén negros, con encajes y una blusita también negra, semitransparente, ella estaba frente al espejo y con una seña indicó que me sentara, y arrancó:

-          Mi amor, entiendo perfectamente lo que sentís, inclusive que mejor que vos. Estoy segura que me amas tanto como yo a vos. Sé que no podés vivir sin vestirte de mujer. Pero no tengo claro y creo que vos tampoco si te gustamos las mujeres, los hombres o ambos.

-          No me gustan los hombres, ya te lo aclaré varias veces!

-          Silencio, estoy hablando y vos te callas, compórtate como una nena obediente.

-          …. Si

-          Te voy a poner una prueba para salir de dudas.

-          Como!!! Que dudas?

-          Silencio dije. Ahora ponete la ropa que está en la cama.

-          Como quieras, pero por favor decime que va a pasar!

-          Basta! Callate de una buena vez, y vestite.

Obviamente el horno no estaba para bollos, así que con un poco de miedo y mucha curiosidad me vestí con esa ropa. Tuve mucho cuidado, ya que era su ropa y sabía lo mucho que ella la valoraba, era uno de los conjuntos que le gustaban y mejor le quedaban.

Mientras me calzaba la tanguita y el sostén pensaba que nunca lucirían tan sexys en mi cuerpo como sobre el suyo.

-          Bueno, ahora si vas pareciendo lo que sos: una putita.

-          Queeeee?

-          Lo que oiste, no te hagas la tonta.

-          Ponete esa blusa y vení a sentarte.

-          Si mi amor.

-          Cerrá los ojos, ni se te ocurra abrirlos hasta que no te lo permita. Y callate de una vez.

Terminé con la blusita y me senté. Ella sin decir palabra me tomó la cabeza y la acomodó en una posición algo erguida. Primero tomó un peine y unas tijeras y estuvo un rato peinando y dando pequeños cortes en mi pelo. Luego comenzó a maquillarme. Yo sentía una mezcla de excitación y pánico, mientras pensaba como terminaría este jueguito.

Estuvo un rato untando y pintando mi cara.

-          A ver quédate quieta…

-          Si..

-          En silencio.

Obedecí. Pude sentir su trabajo en mis ojos, labios, pelo. Alguna vez me había pintado los labios, pero nunca pasé de eso, ni siquiera sabía hacerlo, para mí, el maquillaje  era un arte oculto y atrayente.

-          Dejame poner esa mano acá, linda!

Sentí como tomaba mi mano con suavidad y la apoyaba sobre algo, supuse que era la mesitaque estaba bajo el espejo. Fue el turno de las uñas, por primera vez pude sentir el pincelito sobre mis dedos, el fresco del esmalte al secar.  Moría de ganas de mirar, pero no podía arriesgar a arruinar la sorpresa que ella me preparaba.

-          Ahora la otra mano.

Ella trabajaba esmeradamente, yo sabía que era muy buena en eso de “producirse”,  muchas veces escuché los elogios de sus amigas a su habilidad y buen gusto en este menester. Inclusive muchas veces le pedían que las arreglara para alguna ocasión especial. Pensé que ahora era mi turno, para una ocasión muyyyy especial.

-          A ver, déjame ver un poco… quieta… bueno, creo que ya estas lista. Abrí los ojos.

Cuando lo hice, a pesar que ya tenía idea de lo que vería, me sorprendió encontrar una mujer que me miraba desde un espejo. No pude abrir la boca, quería agradecerle, o llorar, o besarla, o gritar… pero me quedé helado.

-          Vamos, no me vas a decir que te parece mi trabajo?

-          … si…. ehhh… gracias… te amo, te amo….estoy hermosa, no me reconozco… te aaaaamo.

-          Basta, te vas a poner a llorar y se arruina todo mi trabajo. Tranquila que no pasa nada, por ahora.

-          Queeee?

-          A ver, parate mi amor!

Bien, estás perfecta. Ahora tranquila que viene lo bueno.

-          Que es lo bueno? Que viene ahora?

-          Primero te colocás esas sandalias.

Así lo hice, para mi sorpresa, sin mayor problema, me quedaron justas, unas sandalias muy monas, bajas, doradas, con pulseritas en los tobillos. Sabía que no tenemos el mismo talle de zapatos, por lo tanto deduje que ella tuvo que comprarlas especialmente, lo cual me hizo pensar  que lo tenía todo bien planeado.

Se dirigió hacia la puerta de calle y la abrió.

-          Estas lista, ahora andá hasta la playa y das un buen paseo, no quiero que vuelvas antes de una hora o vamos a tener problemas. Por lo menos una hora de paseo solita en la playa, comprendiste querida?

-          Que… asi vestido… me van a ver… son las 5 de la mañana… hace frío… que voy a hacer una hora… y si me pasa algo… no pienso salir asì, aca se termina el juego… gracias pero no.

-          Mira putita. Primero ya te dije que mando yo, y se hace lo que yo diga, o esta pareja es historia, está claro?

-          …. Nnnoooo seeee…

-          Callate. Segundo, esto lo hago por nosotros, tenemos que aclarar el tema de una vez por todas. Sé que puede ser duro para vos. Pensá que yo también pongo mucho en juego, puede que vuelvas hecha una puta y no te interese seguir conmigo, o que simplemente me odies por toda la vida. O lo que sea que pase. Pero tenemos que ser valientes, la vida esta para vivirla y esto es vivir, ahora vas a sentirte viva de verdad, y vas a volver sabiendo donde querés ir, por lo menos esa es mi intención.

-          Bueno, pero me da mucho miedo…

-          Claro, tannnto miedo, por eso tu pene está que se escapa de la tanga!

-          Perdón….

-          Basta, salí de una vez.

-          No.

-          Parecés una nena caprichosa. Salís vos o salgo yo. Y no vuelvo, te lo aseguro.

Esa fue la gota que faltaba. Lentamente comencé a caminar hacia la puerta. Al pasar pude verme un momento en un espejo que estaba a un lado de la puerta. Sentí un escalofrío. Realmente parecía una mujer. Por lo menos a primera vista. No supe en ese momento si eso era bueno o malo, solo que era impresionante verme así transformada.

Cuando llegué al límite, o sea en el mismo hueco de la puerta, me di vuelta y la miré como suplicando que suspendiera la prueba. Pero solo me miró con sus hermosos ojos oscuros, inescrutables, con su mejor cara de póker, y dijo:

-          Seguí caminando. Que lo disfrutes y suerte.

Aún no me había alejado dos pasos de la puerta, cuando ella la cerró de un portazo y escuché el sonido de la cerradura. Estaba definitivamente afuera, sola y semidesnuda. Y para colmo el estruendo del portazo me pareció suficiente como para despertar a todo el vecindario.

Me tomé un momento para juntar coraje, luego decidí que definitivamente no tenía otra opción que cumplir con su orden, además seguramente estaría en una ventana observando.

Lenta y torpemente comencé a caminar, mirando para todos lados, como si esperara que una fiera se abalanzara sobre mí. Crucé el jardín, todavía estaba bastante oscuro, faltaba un rato para el amanecer, pensé que eso era una ventaja momentánea, no creí que hubiera mucho movimiento en las dos cuadras que me separaban de la playa, pero en una hora, llegaría el tiempo en que los parranderos regresan a sus madrigueras, y ya no estaría tan sola, y se me ocurrió algo peor, sabía que siempre algunos grupos suelen seguir la fiesta a la orilla del mar, justamente el sitio que yo estaba obligada a recorrer por una hora al menos, y así, vestida como una perdida, una prostituta, regalada...

Al llegar a la puerta que me separaba de la vereda nuevamente me detuve. Caí en la cuenta de que el pasador que la trababa solía rechinar al abrirlo o cerrarlo. Dudé un momento en cómo encarar el problema, sería otro ruido delator para alguna vecina madrugadora. Pero ella estaba en la ventana, sentía su mirada en mi espalda. De un golpe abrí el pasador, salí y volví a cerrarlo, milagrosamente no hizo demasiado ruido.

Decidí que no podía recorrer hecha una zombi todo el camino, y por mi bien, debía prestar atención a mi entorno y dejar de pensar en mi situación.

Comencé a caminar rumbo al mar, lo más decidida que pude, luego de unos metros ya me sentía mejor, si bien no estaba tranquila, pero caminaba bastante normal, e inclusive pensé que debía contonearme como lo hacen las mujeres, pero mejor no, con tratar de caminar con pasos un poco más cortos y movimientos menos bruscos sería suficiente, el contoneo quedaría para el futuro, en este momento sería sumar otro detalle ridículo a una situación ya de por si llamativa.

Caminé lo mejor que pude, mirando a los lados, tratando de escuchar si me seguían.

Al llegar a la primera bocacalle escuché el sonido de un auto que se acercaba, dado que no pude verlo decidí cruzar rápidamente antes que llegara, eso sería mejor que esperar y que me vieran parada en la esquina.

No había llegado al centro de la calle cuando vi aparecer sus luces, y por el sonido se acercaba veloz, apresure el paso, cuando estaba subiendo a la vereda contraria llegó, pero siguió su camino, creo que ni notaron mi presencia, claro, vestida de negro, y de noche, en una calle no muy bien iluminada, solo llamarían la atención mis piernas y mis brazos, ya que el pelo lo tengo oscuro y algo largo, así que de espalda no sería fácil que me diferenciaran de una mujer, eso en el caso que me hubieran visto.

Este pensamiento me tranquilizó un poco, me mantendría en la parte más oscura, y si alguien aparecía debería darle la espalda, pasaría por una mujer trasnochada, pero disimularía mi situación real. Llegada a la playa podría estar más tranquila, pensé que allí no habría luces y sería difícil verme claramente, por lo menos de lejos.

Mientras continuaba caminaba noté que casi no hacía frío, había una suave briza fresca, pero no tenía realmente frío, realmente ella había elegido una buena noche para realizar su plan. Miré las estrellas por un instante, el cielo estaba hermoso, pero del lado del mar se veía una pequeña claridad amenazante.

Llegué a la segunda calle, esta no estaba asfaltada, por eso tiene menos tránsito que la anterior, y cruzando estaban los médanos, una vez allí estaría más segura, era fácil esconderse entre los montículos de arena y los pequeños matorrales que bordeaban el camino que llevaba a la playa.

Cruce sin temor la calle y en un momento estaba caminando entre la arena suelta de los médanos, las sandalias abiertas me permitían sentir la arena en mis pies, me pareció que estaba tibia, quizás mantenía el calor del sol estival.

Tranquilizada pude sentir la briza sobre mi piel desnuda, la suave tela de la blusa se movía, y su roce sobre mi piel era muy agradable, pude sentir la tirita de la tanga clavada entre mis nalgas y la presencia del sostén sujetando mis diminutas tetitas, tímidamente toqué  uno de mis pezones y comprobé que estaba bien durito, no supe si era por el fresco o por la excitación que me volvía a invadir.

Caminaba trabajosamente sobre la arena suelta. Algo que me preocupó: mi pequeño pene estaba despertando y presionaba sobre la prendita que lo cubría, solo eso me faltaba, andar así arreglada, maquillada, y con un pito asomando en la ingle. Esa sola imagen fue suficiente para que el atrevido miembro volviera a relajarse. Además la brisa se estaba refrescando un poco, eso ayudó a contenerlo.Pensé que una vez en la playa, si el impertinente volvía a las andadas siempre podría darle una dosis de agua fría para aleccionarlo. En estos pensamientos estaba cuando salí de entre los médanos y me detuve un momento para ver el panorama. Se me heló la sangre. La playa estaba adornada con luces, pude ver una línea de luces que se perdía en el horizonte. Si había luces habría gente, y podrían verme.

Miré hacia ambos lados. No tenía órdenes respecto de la dirección para realizar mi paseo, en todo caso tendría que caminar media hora en cualquier dirección y luego volver sobre mis pasos, jugué un momento con la idea de pasarme ese tiempo hora caminando en círculos sin acercarme a la ninguna de las luces amenazantes, enseguida deseché tan vil forma de engaño.

Calculé que la luz más cercana estaría a unos cien metros de mí. Respiré hondo y comencé a caminar hacia la derecha, o sea hacia el sur, en ese camino me pareció que las luces estaban más espaciadas y además el centro comercial de la localidad estaba en la dirección opuesta, y eso implicaba una playa más concurrida.

Llegué al borde del agua, allí la arena estaba firme y no necesité tanto esfuerzo para avanzar. Decidí que cuando llegara cerca de las luces me internaría un poco hacia los médanos, para quedar menos expuesta.

Caminé lentamente en la oscuridad, tranquila porque no parecía haber nadie cerca y creí estar fuera del alcance de la vista de un par de figuras que vislumbré moviéndose cerca de la luz hacia la que me acercaba.

Continué cavilando: si me desviaba repentinamente sería sospechoso en caso de encontrarme al alcance de la vista de los pescadores,  eso eran, ya que podía ver sus cañas erguidas, clavadas en la arena. Definitivamente me verían llegar, y el ancho de la playa no era suficiente para que al internarme hacia los médanos quedara fuera de su visión.

Decidí hacer algo intermedio, haría un arco amplio, de forma que no fuera tan perceptible el desvío, y pasaría por el centro de la playa, entre el agua y el borde de los médanos, calcule que eso estaría a unos 20 o 25 metros del farol que no me pareció muy potente, con un poco de suerte no distinguirían como vestía y quién era.

Ya cerca pude verlos claramente y paulatinamente cambié mi rumbo para alejarme del agua. Ambos  miraban el mar y estaban sentados en reposeras. Una situación muy oportuna, quizás el ruido del mar disimulara mis pasos y podría pasar sin ser detectada.

Cada paso me parecía una eternidad, la arena se volvía nuevamente suelta y me costaba caminar. Repentinamente noté que estaba caminando como un mono, a grandes y toscas zancadas, lentas pero rudas, inmediatamente erguí mi postura y trate de caminar de la forma más suavemente que pude.

Comencé a escuchar sus voces, charlaban muy animados, de vez en cuando se llevaban algo a la boca, quizás café o quizás cerveza, reían. Solo eso me faltaba, cruzarme con dos pescadores borrachos, las consecuencias de esa posiblidad me helaron nuevamente la sangre.

Me concentré en el andar para evitar esas ideas perturbadoras. En todo caso no tenía forma de evadir lo que pasara. Nuevamente sentí la tanga, el corpiño, la blusa. Pensé en mi cara maquillada, pero ahora no con coquetería sino con miedo, como si fuera un pecado estar así, en ese lugar y tiempo.

Paso a paso fui avanzando, y pensando, tratando de darme valor: Y si me veían que? Cuál era el problema?  Bueno, un problema sería que al estar borrachos intentaran algo violento. Eran dos, y parecían bastante grandes. Pero si estaban borrachos esa era una ventaja para mí, seguramente podría correr más rápido que ellos, pero con estas sandalias…

Caminaba y pensaba, y sentía, ya casi estaba en el punto de máximo acercamiento, ellos seguían en su mundo, no parecían haberme detectado.

Estaba realmente cerca, calculé unos veinte metros, pero también pide comprobar que la luz no a iluminaba más de tres metros a su alrededor, definitivamente yo casi no veía la arena sobre la que caminaba, miré mis brazos y apenas pude ver un resplandor causado por el bendito farol.

Cuando comencé a alejarme por el otro lado, me tranquilicé un poco. Pensé cuánto duraría mi suerte, que cantidad de esos faroles tendría que cruzar durante la primera media hora y luego a la vuelta. Imaginé que si me veían ahora, seguramente solo verían mi blanco trasero, dividido en mitades por la tira de la tanga, eso me hizo respingar un poco la cola al andar, con algo de coquetería, aunque segrí pensando que mejor sería que no me vieran.

Repentinamente reparé en un detalle que me descolocó totalmente: no llevaba reloj. No tenía forma de saber dónde dar media vuelta y volver cumplida la hora. Bueno, si tenía una, pero no me resultaba aceptable: podría preguntar a los pescadores, y pero, no solo una vez, tendría que preguntar lo más pronto posible que hora era en ese momento, y luego un par de veces más como para estar segura de que había caminado la media hora de ida. Pero era una idea horrible eso de preguntar. Me imaginé acercándome a un desconocido con esta facha, y con mi bonita voz masculina diciendo: “Por favor me podría decir que hora es”.

Creo que nunca se me habría ocurrido que una situación tan desagradable pudiera sucederme, definitivamente no hablaría una palabra durante mi atrevido paseo. Preferiría caminar dos o tres horas para estar segura de haber cumplido.

Ya estaba bastante lejos de ese farol y comenzando a acercarme al siguiente, nuevamente caminaba sobre la arena firme. Aprovechando la oscuridad relativa y la lejanía de los potenciales observadores realicé un control de mi atuendo, acomodé la cintura de mi tanguita que se había bajado un poco con el movimiento, el sostén estaba en su sitio, y la blusa perfectamente abotonada, pensé que no tenía forma de conocer el estado de mi maquillaje, no tenía espejo y tampoco me animaba a tocarme la cara como para comprobar si tenía arena pegada.

El control me dio un poco de tranquilidad y pensé que al prestar atención a mi prendita inferior mi miembro podría despertar, pero no sucedió, supongo que el stress de la situación y la temperatura fresca eran más fuertes que mi libido.

Ya me acercaba a la segunda luz, comencé la etapa curvilínea de mi camino, mientras pensaba que si lograra calcular aproximadamente cuanto tardaba en caminar entre farol y farol podría calcular el tiempo adecuado para pegar la vuelta, los faroles parecían estar separados por distancias bastante regulares, quizás porque en esos lugares estaban las entradas a la playa o quizás era la distancia adecuada para no molestarse unos a otro, no tenía idea de la razón. Necesitaba calcular el tiempo de cada tramo. Por los pasos no podría: el cambio de paso al caminar sobre arena firme y arena seca era muy evidente, si fuera un camino regular podría calcular la distancia por la cantidad de pasos y luego era cuestión de caminar un trecho más para estar segura. Sabía que mi paso normal era de unos cuatro km por hora, pero no era el caso, en esos momentos mi paso no era nada normal, por el piso, por mi atuendo, por la situación... consideré que en ese momento nada en mi era normal.

Tenía que haber otra forma. Estaba pensando en esto cuando caí en la cuenta de que estaba llegando al punto más cercano a la segunda luz. Presté atención, aquí había una sola silueta, de pié, firme junto a su caña erguida. Mmmm, era la segunda vez que tenía ese pensamiento: caña erguida, era muy obvio el sentido, quizás mi subconsciente estaba tramando una travesura.

El tipo parecía atento al mar, casi no se movía, quizás nuevamente pasaría desapercibida y sin novedad. Ya estaba bastante cerca cuando de repente giró la cabeza hacia un lado, como buscando algo, yo estaba prácticamente detrás, pensé en detenerme, pero luego vi que eso llamaría su atención, así que continué mi camino. Miro hacia un lado y hacia el otro varias veces, pero no pude ver que mirara directamente hacia donde me encontraba, quizás estuviera mirando a los otros pescadores, o simplemente estirando un poco el cuello.

Para no enloquecer, decidí no mirarlo más y seguir mi camino. De cualquier modo si me hubiera visto, para constatar el hecho yo debería haberlo mirado en el mismo momento, o sea que cruzar las miradas y eso definitivamente no era una buena idea.

Lentamente me aleje del solitario y entré en la zona de seguridad, mi cabeza retomó el tema del tiempo transcurrido, decidí que lo único periódico que tenía a mano como para medir tiempo era el cruce de las luces, debería decidir cuantas luces cruzar antes de iniciar el retorno. Me pareció que estaban ubicadas cada aproximadamente cien metros, y calculé que caminaría a menos de un tercio de mi velocidad normal, o sea un poco más de un km por hora,  ese cálculo me daba que debería caminar ante seis faroles antes de volverme, por las dudas daría la vuelta en el séptimo farol.

Ya tenía algo claro por lo menos, y me acercaba a mi tercer punto de luz cuando noté que la playa se angostaba, o sea que tendría que pasar un poco más cerca de mis potenciales observadores.

Presté atención y me pareció que este grupo estaba concurrido, había por lo menos tres figuras en pie, y algunas otras tumbadas en la arena, también había varias cañas erguidas.

Me pareció que alguna de las figuras podría ser femenina, además eran bastante ruidosos y se movían, definitivamente no pasaría tan disimuladamente como antes.

Por mi cordura decidí ignorarlos, me concentré en mi camino, en mi forma de caminar. Pero pronto descubrí que aunque no miraba hacia la luz, estaba muy atento al ruido, tratando de descubrir a cada momento una exclamación de sorpresa al divisarme, o quizás una carcajada delatora y burlona. Obviamente no es posible evitar escuchar. Traté de distraerme, pero no lo logré, me fui acercando, hasta que casi podía escucharlos conversar animadamente, definitivamente había una mujer en el grupo, y era muy parlanchina.

Aun en el punto más cercano de mi trayectoria no pude comprender claramente lo que decían, a cada momento me parecía entender que hablaban de mí, estaba bastante seguro de que me habían visto, y obviamente les llamaría la atención. Caminé y camine, siempre tratando de no mostrarme nerviosa o apurada. Y erguida, esbelta, como una linda mujer. El pensar en eso me hizo distraer por un rato del tema de mis admiradores.

Eso me dio la idea de que si me concentraba en como caminaba, en lo que sentía, en la brisa suave rozando mi cuerpo, mis cabellos - en ese punto me causo gracia la imagen de “mis cabellos al viento” -. Realmente estaba poniéndome ridícula.

Cuando llegué a la parte oscura, antes de cruzar el próximo farol, decidí detenerme un momento, estaba casi descontrolada, con la certeza de haber sido vista así ataviada, si seguía de esa forma mi camino terminaría con un ataque de nervios. Estuve unos momentos parada, respiré profundamente y luego me puse de rodillas sobre la arena. Repase la situación, la razón de haber llegado a ella, el amor por mi esposa, y también el temor por el futuro, por las consecuencias de esta aventura.

Analice mis reacciones durante el periplo: primero el temor a ser descubierta, finalmente había sido descubierta y no pasó nada particularmente extraño. Pero descubierta, vista, temor, porque? Si en realidad no estaba haciendo nada malo. Si, era y soy, alguien que para muchos podría ser socialmente reprobable, pero nunca algo malo que afectara a otros, en todo caso los afectados seríamos mi esposa y yo. El resto del mundo solo son espectadores. También vi que si exsitían razones para temer: y si algún degenerado pretendía aprovechar la situación sola y en la oscuridad de la noche, una mujer, me sentí realmente vulnerable.

Con este oscuro pensamiento decidí ponerme en marcha. Dado que había perdido tiempo en mi descansito supuse que con cruzar la siguiente luz estaría dentro del plazo para la ida. Esa idea me dio ánimo para seguir con un poco de optimismo mi camino.

Al acercarme al punto luminoso pude observar una cualidad extraña: no había ninguna persona cerca del farol, por lo menos nadie que pudiera distinguir. Presté atención, traté de escuchar, pero nada, solo el sonido del mar y la brisa. Pude ver que el alba se acercaba inexorable, la luminosidad en el horizonte aumentaba su tamaño, me pareció que aún tenía un buen rato de penumbra antes que la claridad delatora invadiera la playa.

Llegué a una distancia que juzgué adecuada para iniciar el tramo curvo. Continuaba sin divisar a nadie cerca del farol. Me resultó raro, analicé por un rato el extraño hecho, no resultaba normal que alguien viniera a la playa a dejar un farol encendido y luego se fuera. Salvo que tuviera una urgencia, algo malo… No pude llegar a una conclusión.

Otro pensamiento ocupó mi cabeza: si este era el último farol, luego de cruzarlo debería dar la vuelta y comenzar el retorno, el hecho de que no hubiera nadie a la vista tenía su ventaja, ya que de por sí sería llamativo verme pasar en mi situación, obviamente mucho más llamativo sería verme pasar enseguida en sentido contrario. Decidí que para evitar este efecto, aunque parecía no haber testigos del hecho, iría hasta la parte más oscura del tramo siguiente y allí haría otra pausa antes de emprender la vuelta.

Caminaba distraído en estos pensamientos y observando atentamente hacia la luz, cuando casi tropiezo con algo que se movía sobre la arena. Me detuve en seco, asustada de muerte. Escuche un sonido que no identifiqué de inmediato, pero luego de unos instantes pude hacerlo: era un jadeo, observe con atención hacia el lugar de donde provenía el sonido: había una pareja teniendo sexo.

Fue solo un instante que los observé, reaccioné y casi violentamente arranqué nuevamente a caminar. Pero pude verlos, la imagen se grabó en mi para siempre, identifiqué que el estaba sobre ella porque tenía un cuerpo muy varonil, una cola firme y una espalda ancha y musculosa, ella tenía su pelo largo regado sobre la arena y le daba la espalda a su amante, él la cabalgaba rítmicamente, y ella agitaba sus piernas con desesperación, por la posición de ambos supe que era sexo anal.

Seguramente la violencia de mi reacción me delató, aunque ya me había alejado unos pasos, pude escuchar como se incorporaba uno de los amantes, supongo que fue el macho, y de inmediato un grito:

-          Ehhh! Que hacés hijo de puta! Estás espiando pervertido, vení que te rompo todo puto de mierda!

-          Dejala no ves que es una mujer!

-          Que mujer, es un traba, lo voy a moler a palos a ese hijo de puta!

-          Dejalo te digo, ya se va, me parece que pasaba nomás, mirá como se va cagada de miedo. Vení y seguime haciendo el culo que me dejaste a medias, vamos dejala que sufra la envidia.

-          Como quieras.

Seguí caminando en piloto automático, mi corazón latía como nunca en mi vida, aunque en el momento mi único afán fue alejarme lo más rápidamente posible, sus voces y cada palabra se grabaron en mi mente.

Caminé, caminé y cuando pude controlarme ya casi estaba llegando a la siguiente luz, y en esta  había algunas figuras en derredor del farol. Me detuve y pegué la media vuelta, retrocedí hasta donde me pareció la parte oscura y por las dudas me acerqué un poco a los médanos para estar a cubierto en caso que el tipo cambiara de opinión y decidiera venir a cumplir su amenaza.

Me puse de rodillas jadeando aún por el paso acelerado y lentamente recuperé mi aliento. Observé hacia el sector donde supuse estaba la pareja, pero no pude ver nada, tampoco se veía nadie en torno a la luz, todavía estaban en lo suyo.

Tan preocupado estaba de mi situación que no pude comprender lo que era obvio? Si los dueños de ese farol no estaban en la luz, y obviamente la luz no vino sola, había dos opciones: o estaban en el agua, cosa sumamente rara para ese momento, pero no imposible, o estaban donde los encontré, en la arena, en la parte oscura, y la mejor razón para estar ahí era la que encontré.

Debía tranquilizarme. Para lograrlo traté de repasar las etapas de mi camino de vuelta. Primero la pareja, estaban justo en donde molestaban, por la luz no podía, o mejor dicho no debía pasar, me quedaban dos posibilidades: una cruzar los médanos y hacer el tramo por la calle que estaba al otro lado, no me pareció adecuado, porque ya había escuchado el rumor de algunos automóviles que se desplazaban por ese lado, ya era la hora en que el tráfico se reactiva, y cruzarme con un grupo de chicos semiborrachos no me resulto una posibilidad atractiva. Por otro lado podría cruzar por el borde del agua, la luz llegaba tenue a esa parte, y podría internarme unos pasos en el agua para pasar disimuladamente, claro que por este camino quedaría expuesta en contraluz contra la parte clara del cielo. Me pareció mejor esta alternativa, ya que la pareja seguía en su mundo y no me observarían.

De las siguientes etapas la única que me pareció comprometida era la luz que tenía un grupo de personas, seguramente ya me habían visto, además no sabía cuántas personas eran, y luego de la experiencia reciente, pensé que muy bien podría encontrarme alguna sorpresa en la parte oscura. Pero no había otro camino, así que decidí que mi única opción era observar lo mejor posible la actividad del grupo y tratar de evitar nuevas sorpresas.

Seguía observando hacia el lugar que ocupaba la pareja, para ver si volvían hacia la luz una vez terminado su divertimento. Lentamente resurgieron en mi mente sus palabras, esa imagen borrosa por la penumbra que resultó tan perturbadora, un cuerpo apoderándose de otro, esos gemidos de placer.

No pude evitar imaginarme en la misma situación, pero no pude determinar cuál de los dos era yo, era cada uno y los dos a la vez, imaginé como sentía el macho abriéndose paso en ese orificio estrecho y palpitante, eso lo había sentido y pude saber exactamente cómo era la sensación, pero también imaginé que era ella, las ansias que sentiría de ser poseída de esa forma, de tener ese miembro vivo y caliente dentro, sintiendo dolor y placer a la vez. Me pareció sentir ese culo suave y mullido apoyado en mi pelvis, golpe a golpe iría dilatando más  la entrada, y a la vez sentir esa pelvis golpeando mi trasero, sus testículos bamboleando contra mí, sus manos aferrándome con desesperación, su aliento tibio y excitado en mi nuca, esos mordiscos, y finalmente desear ese néctar espeso y cálido que me invadiría…

En ese momento tuve consciencia de que había tomado partido: definitivamente el papel que  me seducía era el femenino, era claro, mi pene totalmente fuera de la tanguita me confirmaba la idea. Me gustaría ser la hembra y que un macho me hiciera suya.

Pensé que en cualquier momento tendría un orgasmo, pero mi mente derivo inmediatamente a las consecuencias de este descubrimiento. Si bien a causa de mi condición de travesti pensé y analicé muchas veces la posibilidad de ser homosexual, el hecho de que no me gustara ningún hombre en concreto, sumado al hecho que si me gustaban las mujeres, me hizo pensar que era heterosexual, que mi gusto por la ropa femenina era fruto de una idealización extrema de las mujeres, eso había leído en alguna ocasión. Ante esta nueva evidencia debía replantearme el tema. Obviamente mi inclinación sexual era hacia la homosexualidad, o por lo menos a la bisexualidad. Que consecuencias traería esto a mi vida? Cómo reaccionaría mi esposa ante esta revelación?

Sería posible que alguna vez terminara por conocer un tipo que me gustara y la dejara, ella seguramente pensaría eso, y cosas peores, como que nunca podría satisfacerme siendo mujer. Y yo viviría pensando que no podría hacerla feliz. Definitivamente me pareció un futuro muy sombrío. Separados, ella es inteligente y bonita, seguramente no tardaría en encontrar un nuevo amor y seguir adelante, y yo siempre sería un rarito, aún en el caso que lograra encontrar un novio que me aceptara, sería una vida de discriminación o de esconderse, de mentiras. Y mi familia: cómo reaccionaría, y en el trabajo...

Definitivamente debía cambiar el rumbo de mis pensamientos. Tenía que pensar solo en lo inmediato, en como cumplir con lo que me ordenó. Para terminar el asunto pensé que así era la cosa y seguramente no cambiaría, y que en ese momento y estado no resolvería nada. Que quizás luego, más tranquila y compartiendo el tema con alguien que me entendiera, podría ver la situación de otro modo.

Otro descubrimiento: en ese momento tomé conciencia que me gustaba pensar en mí en femenino, actualmente lo hago naturalmente y por eso me refiero a mi misma en femenino en este relato, pero hasta ese momento no me había cuestionado el tema. En realidad fue ella la que me introdujo la idea en la cabeza al tratarme de mujer cuando me preparó y ordenó realizar ese paseo.

Había llegado el momento de volver a caminar. Me puse en pié, observé a un lado y otro, no pude ver nada nuevo, controlé mi vestimenta, la tanga necesitó un reacomodamiento, afortunadamente mi pene gracias a la dosis de pesimismo había vuelto a su estado de flaccidez habitual y pude acomodarlo como para disimular, por el otro lado, tenía algo de arena pegada en el trasero, así que trate de quitármela sin empeorar la situación, o sea, sin que se metiera en partes íntimas donde seguramente causaría mucha molestia, pude lograrlo bastante bien, pero esa posibilidad me hizo pensar que eso de ponerse de rodillas en la arena suelta no era buena idea. El sostén seguía en su sitio y la blusa se acomodaba sola al caminar. Las sandalias, aunque llenas de arena y algo húmedas eran soportables, nuevamente no pude controlar mi maquillaje, mi pelo estaba revuelto, así que lo acomodé como pude, sin espejo ni peine o cepillo, no había otra cosa que hacer.

Lenta y atentamente me fui acercando al borde del agua, donde las olas van y vienen, tratando de que no me alcancen, siempre observando por si los amantes reaparecían. Me fui acercando a su farol sin novedad, hasta que cuando estaba a unos metros me sorprende nuevamente la voz, algo lejana pero clara y sobre todo conocida:

-          Ahí está de nuevo. Qué carajo! Quiere que lo reviente a trompadas ese pelotudo?

-          Basta, no ves que está mal, capaz está perdido… o perdida, o drogada, capaz le hicieron algo y la tiraron por acá.

-          No es un puto reventado que está buscando levante.

-          No sé, déjate de joder, no arruines nuestra noche, igual ya se va.

-          Si llega a volver no sé que pasa.

-          Basta, vení y besame, quiero que nos vea.

-          No te parece que vio bastante ya?

-          Besame…

Escuche todo claramente mientras me alejaba, luego de la sorpresa inicial, la actitud de la chica me tranquilizó un poco. El tema del beso me pudo, no pude aguantar la curiosidad y me di vuelta un momento para mirarlos, estaban de pié, fundidos en un abrazo, casi podía sentir sus lenguas entrecruzadas, vi claramente como la sujetaba de la nuca con una mano y con la otra le acariciaba el trasero, ella lo rodeaba con sus brazos, ella era más baja, así que para llegar casi estaba en puntas de pié y el casi la tenía en el aire… Nuevamente sentí una leve presión en mi tanga.

-          Viste como nos miró, es un mirón de mierda.

-          Basta, déjalo, me calienta que me miren así, que me envidien, que sepan que soy tu hembra.

Ella pronunció estas palabras con voz muy fuerte, seguramente para que yo la escuche.

-          Así que te gusta? Sos una zorra.

-          Callate tarado, no tenés la menor delicadeza, vamos a juntar todo y nos vamos.

-          Andate con ese trolo, ya que te gusta que te mire!

-          Basta, deja de decir pelotudeces y ayúdame a guardar.

 Ya no los escuché más, me fui alejando, me sentía un poco culpable por haber sido la causa de su pleito.

Ya estaba nuevamente en la parte segura, la más oscura, aunque cada vez lo era menos. Comencé a observar mi próximo farol. Ahora solo distinguía dos figuras en el área iluminada, y todavía estaba lejos como para escuchar algo, nuevamente encaré la curva hacia los médanos, buscando la seguridad de las sombras.

Estaba bastante cerca cuando los oí hablar, seguramente estuvieron callados y en ese momento comenzó la conversación. No podía entenderlos. Nuevamente mi curiosidad me venció, torcí un poco mi rumbo para pasar algo cerca a fin de poder entender lo que decían, pensé que dado que ya me habían visto antes no habría diferencia si me vieran nuevamente.

-          Está amaneciendo, va a ser un lindo día seguramente.

-          Si.. mirá, ahí viene la figura misteriosa.

-          Si la vi hace un rato, la vengo siguiendo con la vista desde que se cruzó con esa pareja que está más allá.

Se me heló la sangre,  la oscuridad ya no era suficiente para ocultarme. Tomé valor y trate de aparentar tranquilidad.

-          Definitivamente es un travesti.

-          Si. Pero es bastante femenina.

-          Te gustan los travestis?

-          No lo sé, nunca estuve con uno. Este pasaría perfectamente por mujer, si tuviera tetas y caminara un poco mejor…

-          Si, reconozco que tiene un lindo culo. Pero imagínate si te lo levantás y de repente te salta con voz de hombre y una verga descomunal!

-          Mirá, no creo que me pueda pasar, pero cualquiera se puede confundir.

-          Yo lo mato, si me hace calentar y resulta ser un traba tapado, te juro que lo mato.

-          Ja, no me hagas reir, seguro que a vos hasta te gustaría que te clave uno de esos.

-          Para pelotudo, habla más bajo que te va a escuchar.

Ya me alejaba nuevamente y como bajaron la voz ya no los escuché. Así que pasaba por mujer… salvo las tetas y el andar. Una buena, el maquillaje estaba correcto aún, las tetas no tenían remedio en ese momento, pero el andar podría intentar mejorarlo.

También dijeron “Lindo culito”, sonó como que era apetecible. Interesante sensación saber que llegado el momento podría gustarle a un hombre…

Trate de esmerarme en mi andar, contoneando las caderas un poco, pero sin exagerar, en la arena suelta sobre la que estaba resultaba bastante complicado, así que derivé hacia el borde donde estaba más firme.

Iba practicando mis movimientos mientras me acercaba al próximo encuentro. Ya no me sentía invisible, y pensé que nueva sorpresa me depararía.  Era el turno del solitario. Ahí estaba, lo distinguía claramente junto a su caña de pescar, erguida, erecta, parada, firme, enhiesta…

Estaba distraída pensando sinónimos para nombrar esa imagen claramente fálica, cuando de improviso distingo una figura que se aproxima desde la dirección contraria. Pude notar que de seguir en mi camino inevitablemente nos cruzaríamos muy cerca. Cambié mi rumbo para evitar este encuentro tan cercano, pero inmediatamente corrigió el suyo de forma que volviéramos a coincidir.

Examiné lo mejor que pude esa figura amenazante: parecía vestir una túnica o algo similar, muy liviano y largo, por la forma de andar y por la silueta que apenas distinguía me pareció que era mujer, eso coincidía con el uso de ese tipo de vestimenta.

Pero, por que se dirigía directamente hacia mí? Si fuera un hombre, a pesar que me causaría pavor, lo entendería, pero era mujer aparentemente. O podría ser otra como yo… no sería demasiada coincidencia.

Paso a paso nos acercábamos y ya podía ver su cabello, que la brisa mecía al igual que su túnica. Definitivamente era mujer, pude distinguir sus senos, pero su cara seguía en la sombra que le brindaban sus cabellos.

Seguramente ella podría verme perfectamente, yo no tenía cabello largo.

Bajé la cabeza y seguí mi camino, era la parte angosta de la playa, de un lado el agua y entre los médanos no vi ninguna posibilidad de evadir el encuentro, me resigne a lo que fuera.

Me sobresalto un grito:

-          Ehh, perrita, no te hagas la que no me ves, vení acá.

El alma me volvió al cuerpo, esa voz la conocía, era mi pareja. Pero que hacía, me estaba buscando? Se había compadecido y me venía a rescatar?

-          Vamos, no tengas miedo, no pasa nada.

Ella se detuvo, yo continué acercándome.

-          Que linda caminás ahora! Veo que te vino bien el paseo.

No había reparado en que seguía con mi paso femenino, pero ella si lo notó, bueno no dejaba de ser una tontería. Ya la veía perfectamente, estaba llegando a su lado, vi que usaba un kimono clarito que le encantaba y le quedaba muy sensual, y gracias a la brisa pude ver que era lo único que vestía, estaba desnuda bajo la seda del kimono, al acercarme un poco pude ver la marca de sus pezones erectos, también vi que en una de sus manos tenía algo, no supe que. No me animaba a mirarla a los ojos, no supe la razón.

-          Que suerte que estás bien, acércate y abrazame tonta.

Así lo hice, nos abrazamos como nunca, creo que ni antes ni después tuvimos un abrazo tan deseado, tan cálido, con tanto amor.

Estuvimos un buen rato así abrazadas, no nos besamos ni hubo connotación sexual, simplemente fue un abrazo de necesidad de dar y recibir cariño del otro, de agradecimiento por reencontrarnos, de volver a estar juntas.

Cuando nos separamos, ella me examinó detenidamente con la vista, me hizo dar una vuelta para poder observarme completamente.

-          Veo que estás casi como te fuiste, y que cumpliste mi orden al pié de la letra.

-          Si, si no me hubieras encontrado habría vuelto más o menos en el plazo que me diste.

-          Seguramente, pero no creas que estuviste solita todo este tiempo, que soy un ama irresponsable que deja a su perrita suelta en la calle.

-          Ama?

-          Si, soy tu ama, vos sos mi perrita y obviamente toda perrita necesita un ama, y la tuya soy yo.

-          Coooo.. como digas.

-          Y como sos mi linda perrita, te traje un regalito, a ver déjame ponerte esto.

Finalmente pude saber que era lo que llevaba en la otra mano: un collar y una correa de perro, o mejor dicho de perra, porque eran ambas color rosado. Se acercó y sin problema me colocó el collar, comprobó que no estuviera ni flojo ni apretado y luego enganchó la correa.

-          Muy bien, así me gusta, que seas una perrita obediente.

-          Si…

-          Desde ahora vas a usar esto, salvo que yo ordene lo contrario, así que ni se te ocurra quitártelo sola, o me obligarás a ponerte uno de seguridad, metálico y con candado, está claro mi perrita?

-          Entiendo… creo.

-          No importa, solo obedéceme.

-          Si.

-          Vamos, a ver como camina mi perrita, yo llevo la correa y vos venís detrás, un tironcito es para que te detengas, otro para que arranques, comprendido?

-          Si

-          Caminando entonces.

La cabeza me hervía, que era esta nueva locura de mi esposa? Que era eso de ser ama y perrita? Y siempre con el collar? En público? En el trabajo?.

Por otro lado estaba más tranquila ahora que estaba a su lado y era mucho más simple obedecerla y dejarse llevar que estar decidiendo en cada momento que hacer y temerosa de lo pudiera suceder.

Pero pronto noté que nuestro rumbo iba directo al pescador y su caña erguida.

-          Donde vamos ahora?

-          Primero, una buena perrita no habla sin permiso de su ama. Segundo cuando una perrita se dirige a su ama, le dice exactamente eso “Ama”. Y tercero ya vas a saber a qué lugar vamos y para qué.

-          Si…. Ama.

-          Caminá perrita, y cuando te de dos tirones, entendiste: dos tironcitos. Te ponés en cuatro patitas y seguís caminando así.

-          Queeee?

-          Lo que escuchaste perfectamente, y no hables sin permiso, te dije.

Seguimos caminando, y cuando estábamos a punto de entrar en el área donde el farol iluminaba, sentí los dos tirones. En principio no supe reaccionar, pero en cuanto vi sus ojos clavados en mí, me puse en cuatro patas sin pensarlo más.

Ella aminoró su paso para evitar que yo me retrasara demasiado, a pesar de eso me costaba seguirle gateando sobre la arena suelta, paulatinamente fuimos llegando a la parte donde estaba firme y pude avanzar con menos trabajo, en ese momento tuve consciencia de que estaba frente a un extraño, un hombre, y así, en esas condiciones, en cuatro patas y con  una vestimenta que apenas me cubría, mi trasero estaba totalmente expuesto.

-          Veo que pudiste encontrar a tu perrita.

-          Si, bueno en realidad creo que ella me encontró a mí, los perros tienen ese instinto, viste?

-          Si, es linda, parece mansa y obediente.

-          Te gusta? Es muy dócil y superobediente, aunque recién estoy enseñándole las primeras lecciones, pero creo que va a ser una muy buena perra.

-          Seguro, y tiene una buena maestra.

Se conocián? Que es lo que pretende ella con eso de si le gusta la perrita? … Ella le pide al pescador que me ofrezca la mano….

-          Vamos perrita, cuando un amigo mío te ofrece la mano, vos la tenés que lamer, esa es la forma de saludarlo.

Hice tripas corazón y lamí lentamente esa mano curtida, una lamida. Pero él no la retiró así que tuve que seguir haciéndolo. Tenía un sabor salado, seguramente por el agua de mar.

-          Ahora acariciala sin miedo, quiero que aprenda a respetar a sus superiores. Vos perrita te quedás quietita mientras te acarician.

Sentí su mano acariciar mi cabeza, mi cuello, mi espalda, varias veces.

-          No tengas miedo, manoseala toda, quiero que pierda las cosquillas.

El reanudó las caricias, pero ahora fue llegando más lejos, me acarició las nalgas, los muslos, su mano se fue deslizando hacia mi vientre, y sin el menor pudor me palpó la entrepierna. Luego volvió con su mano hacia la espalda y la encaminó hacia mi trasero, lo recorrió siguiendo la tirita de la tanga, se detuvo un momento para sentir a su antojo mi ano, al sentir su mano en ese lugar no pude evitar estremecerme…

-          Parece que le gustan tus caricias.

-          Si, y me gusta acariciar a tu perrita.

-          Lo veo en tu short, es muy obvia tu erección.

-          Es inevitable que pase eso ante una perra en celo.

-          Si lo sé, y por eso la traje, quiero que mi perrita este por primera vez con un macho.

No supe que sentir, en realidad no pude pensar mucho, mi libido estaba a mil, me dio pavor pensar en que ese tipo me cogería, y yo no podría evitarlo, o en realidad no quería evitarlo. Pero podía notar claramente el impresionante bulto que mostraba su short, y sabía perfectamente muy pronto eso estaría presionando y abriendo mi trasero a su antojo, y sería muy doloroso… pero a la vez lo deseaba intensamente.

-          Desnudate por favor, quiero que mi perrita te admire y sepa lo que la espera.

El obedeció y pude ver su pene esplendido y erecto, sus testículos me parecieron enormes, creí que ese falo nunca podría caber en mi ano virgen. Era hermoso, pero me destrozaría. Tenía una densa mata de pelo muy oscuro y suave, que me resultó sumamente atractiva.

-          Ahora perrita vas a lamer la pija que te va a romper el culito, con mucho amor y saliva. Vamos perrita que ya amanece, o también te gustaría que te vieran siendo cogida, los perros no tienen vergüenza por esas cosas.

Ese comentario me trajo a la realidad, ya casi era de día, cualquiera que pasara me vería perfectamente en esa situación, vestida de puta, en cuatro patas, con un collar de perro y chupando una verga hermosa, muy hermosa.

Me puse a lamer, primero tímidamente, no lo había hecho nunca, le pasé la lengua por la puntita, luego por los lados, por arriba y por abajo, tímidamente la besé, pude notar como lentamente se ponía aún más dura. Abrí la boca y la fui absorbiendo, apretando ese pedazo de carne con los labios, pensé que si le hacía una buena chupada, lo haría acabar y luego me salvaría de la rotura de orto.

Seguí dejando entrar ese pene en mi boca hasta que me produjo arcadas, y tuve que sacarlo de un golpe.

-          Que es eso perrita! No seas golosa, es tu primera vez, hacelo con suavidad.

La miré como asintiendo y nuevamente me deje penetrar la boca por su pene, él ya me había metido dentro buena parte de su miembro y comencé a recorrerlo con mi lengua mientras lo apretaba con los labios, pensé que eso lo enloquecería.

-          Bueno los dos, ya están bastante calientes, quiero que tu leche entre en su culo, no en su boca. Ahora vos también te ponés en cuatro patas y te portas como un perro macho. Le lames el orto a ella un rato, para lubricarla y después la montás como si fueras un perro, apretándola con tus brazos y mordisqueando su nuca. Y vos te dejás hacer, como una buena perra caliente.

El obedeció sin chistar, y obviamente yo hice lo mismo. Se puso en cuatro patas detrás de mí, corrió a un lado la tira de la tanga, y pude sentir su lengua húmeda lamiendo mi ano, lentamente al principio, luego más rápido, en un momento sentí como escupía su saliva, luego apoyó la punta de la lengua y me la introdujo lentamente, lambeteando mi esfínter, como tratando de dilatarlo con su lengua, siempre soltando saliva.

A una orden de mi esposa se detuvo la sublime lamida de orto, y se apoyó en mi espalda, se fue acomodando hasta que pude sentir la punta caliente de su pene en mi ano. Me aferró con ambos brazos la cadera, tal cual lo hacen los perros, y comenzó a presionar firmemente. Primero me resultó muy agradable sentirlo, pero en la medida que fue venciendo mi resistencia se tornó más y más doloroso.

Repentinamente cesó en su empeño por abrirme en dos, y se  retiró por un momento, mi ano se contrajo aliviado.

-          Vamos perrita, aflójate que te va a doler menos, vos lo sabés, eso me dijiste la primera vez que me hiciste el orto, en tu vida anterior, cuando eras macho todavía. Dejate coger.

Era cierto, esa era otra vida, ahora era una perra, ni siquiera eso, me sentía un ano ardiente a punto de ser penetrado, hambriento y temeroso.

El volvió a presionar con su poderoso miembro, mi ano ya un poco dilatado no pudo resistir y sentí como se abría paso en mi interior, en forma lenta pero irresistible fue venciendo mi resistencia y pude sentir como centímetro a centímetro me penetraba, hasta que su pubis chocó contra mi trasero, ya lo tenía todo adentro, el dolor era extremo, pero el placer de sentirme poseída, y de poseer semejante pene en mi interior, eran más fuertes que el dolor.

Me dejó acostumbrarme a su presencia por unos momentos que me parecieron eternos y sublimes.

-          Mirá perrita, ya sale el sol y vos tenés ese pedazo de pene en tu culo. No te sentís felíz, hermosa, deseada, realizada?

No me atreví ni tampoco hubiera podido hablar, solo la miré sonriendo y trate de asentir, pude ver como ella sonreía a su vez.

-          Vamos perro, partila en dos, llenale el orto de leche.

El obedeció, y comenzó a bombearme mientras me sujetaba firmemente con sus brazos, me comenzó a dar mordisquitos en la espalda y la nuca. Yo creí que en cualquier momento me desplomaría bajo esa masa de músculos que me poseía, pero el placer me daba fuerzas para soportarlo, e inclusive comencé a moverme siguiendo su ritmo.

Fuimos acelerando hasta que el entró en una especie de paroxismo, me bombeaba a una velocidad que yo no podía seguir, así que lo dejé hacer, al rato de estar así noté que me acercaba a un incontenible orgasmo, y estallé como nunca, me pareció que liberé litros de semen, que nunca acabarían mis espasmos.

Por un momento sentí que no quería más, que ya estaba satisfecha, pero el me tenía firmemente y continuaba bombeando, mire a mi esposa como preguntando si podíamos detenernos.

-          Vamos perrita, tu macho todavía no acaba, veo que vos no te pudiste aguantar, todavía te falta mucho por aprender.

El siguió con su ritmo enloquecido y el pensar que yo había acabado con una pija clavada en mi culo, y que me seguían cogiendo contra mi deseo, me hizo excitar nuevamente, y en pocos momentos estaba nuevamente disfrutando de sus rítmicas embestidas.

Estuvo un buen rato haciéndome sentir su poder de macho, y repentinamente se detuvo, retiró su pene casi por completo, y luego me lo clavo con extrema violencia, haciéndome estremecer al punto que no pude evitar dar un pequeño gritito de placer o dolor, no lo supe.

Sentí como ese macho estallaba en mí, como su esperma caliente y espeso me llenaba, a borbotones, podía sentir perfectamente en mi dolorido trasero como la leche recorría su pene hasta salir y llenar mi interior, su cuerpo se estremecía y ya no pudo contenerse y me abrazó el vientre, mientras me decía en el oído: sos mía putita, ya te rompí el culo putita.

El sentir sus fuertes brazos rodeando mi cuerpo y esas palabras me descontrolaron también y estallé en un segundo orgasmo de placer.

Lentamente su miembro se fue relajando y retirando de mi interior, hasta que finalmente, en forma totalmente involuntaria, mi ano lo expulsó, y tras el salió algo tibio y viscoso, su semen, que sentí escurrir por mis muslos lentamente.

Él se puso de pié, y yo ya estaba por intentar lo mismo, pero mi ama me contuvo.

-          Quita perrita, todavía no terminaste tu trabajo, tenés que dejar bien limpia esa verga que te dio tanto placer.

El macho se puso delante mío y se dejó lamer el pene. Sentí su gusto salado mientras lamía y comencé a notar las consecuencias de su invasión a mi trasero, el ardor aumentaba y aumentaba, seguí lamiendo, pero estaba a punto de llorar, no sé si por el dolor o por la emoción que me produjo la situación, quizás por ambas razones.

-          Listo perrita, está bien limpio. A ver… te duele cierto? Déjame que te voy a ayudar.

Tomó un pañuelo que llevaba atado en la muñeca, lo mojó con agua que saco de una botella que tenía el pescador, tomó el resto de agua de la botella y la vació sobre mi trasero, estaba fría pero calmó mi ardor, luego dobló el pañuelo, lo colocó justo tapando mi ano y lo sujetó con la tira de la tanga.

-          Eso te va a calmar un poco, perrita, pronto te vas a acostumbrar.

-          Seguro que se acostumbrará y muy rápido, sabés que yo les puedo dar una manito cuando la necesiten.

-          Y a vos que te pareció, la disfrutaste mucho, me parece.

-          Sí, mucho, siempre es exitante romper un culito virgen, pero cuando es como tu perrita es mucho mejor, tan sumisa y tímida, y vos me la entregaste, siempre te voy a estar agradecido.

-          Yo también te agradezco lo que hiciste por mi perra, pero ver tanto movimiento me hizo tener ganas…

-          Me imaginaba.

-          Y… que pensás hacer al respecto.

-          Primero ordenale a tu perrita que se quede en el molde mientras lo hacemos.

-          Obvio que se va a quedar muy quietita y atenta a lo que hagamos, cierto perrita?

No podía hablar, así que asentí con la cabeza. Mientras pensaba en ese diálogo: se conocían de antes? Tenían todo planeado acaso? Y yo tendría que ver como el pescador le hacía el amor a mi mujer?

-          Vení, acércate, te voy a sacar ese kimono que tapa tu espléndido cuerpo… quiero que tu puta perrita vea como te beso y acaricio, como te toco toda, toda…

-          Soy tuya.

Ella se acercó y dejó caer el kimono, él la abrazó y la empezó a besar, pude ver claramente cómo se entrelazaban sus lenguas. Ella le acariciaba la espalda, el hacía lo mismo con ella, lentamente, disfrutando cada detalle de su cuerpo.

Cortaron el beso y el comenzó a besarle el cuello, mientras con una mano buscaba su trasero, la tomó y la hizo girar de forma que ella quedara de espaldas a mí. Yo continuaba en cuatro patas, a un par de metros de ellos, ya me estaba olvidando de mi culo ardiente, y no podía apartar la vista de ellos dos.

Lentamente acarició con sus dedos la raya de su hermoso trasero, fue acomodando sus dedos hasta que uno de ellos llegó a su ano y lo presionó, mientras me decía:

-          Mirá perrita como le toco el orto a tu mina, mirá como la hago mía. Y en un rato vas a ver cómo le clavo la pija que te rompió el culo a vos, y para que sepas, ella lo tiene bien abierto… yo se lo abrí, me la cogí muchas veces, mientras vos te pajeabas en bombachita…

-          No seas tan malo, cortala.

-          Mirala, se está excitando, mira su palito queriendo escapar de la tanga, cuando te haga el orto va a disfrutar tanto como cuando se lo hice a él, digo a ella.

Era cierto, mi pene estaba reviviendo. Ella me miró como queriendo saber mi reacción, ni lo dudé, le hice otro movimiento afirmativo, realmente me estaba excitando la situación.

-          Sabés algo perrita, ahora mando yo, ella y vos van a hacer lo que yo les pida. Primero quiero que te acerques, te pongas de rodillas y le lamas el clítoris, quiero que la calientes bien para mí, entendiste?

Caminé en cuatro patas hasta ella, que ya se daba vuelta y me ofrecía su hermoso monte de Venus. Lentamente comencé a lamerla, yo sabía perfectamente como le gustaba que lo hiciera, lo había hecho muchas veces. Por su humedad y sabor pude saber que ya estaba totalmente excitada, así que inicié un aumento paulatino del ritmo, estaba tentado de agarrarla de las caderas con mis manos, pero no me animé, debía respetar mi papel de perra.

-          Ahh, perrita, si sabés como hacerlooooo…

Mientras yo lamía y lamía, ella se estremecía y el desde atrás empezó a frotar su pene contra el trasero de ella, eso la hizo enloquecer todavía más, nunca la había visto tan excitada.

-          Basta perrita. Ahora quiero que me chupes bien chupado el nabo, como lo hiciste antes. Mientras tu mujercita se va a poner en cuatro patas, para que yo le haga el culo como a vos.

Obedecí sin dudarlo, me metí en la boca ese hermoso pene y lo dejé un rato, mientras lo lamía dentro de mi boca, luego lentamente comencé con el vaivén, apretando siempre con mis labios. Él ya estaba nuevamente al palo, era un verdadero semental.

-          Bueno perrita linda, ahora sabés que, yo me voy a poner detrás de tu muñequita y vos mismo vas a guiar mi pija dentro de su orto, así ves bien de cerca cómo se mete.

El hizo lo que dijo, yo me agache a un lado de ambos y cuando estuvieron en posición agarré su pene y lo apoye en el centro de ese ano palpitante.

-          Listo, ahora mirá y escuchá.

La tomó de las caderas con fuerza, y de un empujón se la metió hasta el fondo. Ella pegó un gritito de dolor, pero enseguida comenzó a contonearse y jadear de placer.

-          Viste, te dije que ya lo tenía bien abierto, la tengo acostumbrada, ella ama mi pija, y algunas otras…

-          B… B… Basta, no te pases de vivo.

-          Shhhh, vos cállate, lo trajiste acá para avivarlo y que sepa quién es. Y también necesita saber quién sos vos, o acaso no es cierto que te encanta que te culee?

-          Siiii, deja de hablar y bombeame!!!

El complació el pedido, yo veía claramente como entraba y salía de ella, como ella se estremecía a cada embestida. Pero lo que no tenía muy claro era eso de algunas otras… obviamente ellos hace tiempo que tenían relaciones, pero al parecer había otros, definitivamente yo era una perrita con unos cuernos enormes.

Repentinamente el hizo lo mismo que conmigo, sacó casi todo su pene, y de un golpe volvió a clavarlo, luego supe por los espasmo que la estaba llenando de su leche. Estaba hipnotizado, no podía dejar de verlos, ella tenía un orgasmo magnífico, temblaba y le pedía más y más…

Se fueron relajando, y el pene lentamente se retiró del ano palpitante.

-          Quiero mas, dame mas,mas!

-          No, ya te di lo que tenía, quiero que te quedes con ganas, así estoy seguro que volverás a mí para que te coja.

-          Sos muy malo.

-          No, solo quiero que disfrutemos los dos, bueno, ahora los tres. Vos querés más perrita?

La miré a ella como pidiendo su aprobación para contestar, pero ella estaba en otro mundo, así que solo lo miré sin responder. Veía como brotaban perlas de semen del ano de mi mujer y se deslizaban por sus muslos, dejando caminitos brillantes.

Lentamente ella se fue calmando, se puso en pié, y volvió a vestirse con el kimono.

-          Vamos perrita.

Tomó la correa que continuaba colgando de mi collar, me ordenó ponerme de pié.

-          Y vos, te fuiste de boca, estuviste mal, no sé si volveremos a jugar juntos.

-          Vos no lo sabrás, pero tu culo seguro que si. Nos vemos putitas.

-          No lo sé, ya veremos. Caminá perrita.

Nos alejamos caminando trabajosamente sobre la arena suelta, en dirección a la entrada entre los médanos por la que yo había llegado a la playa. Ya estaba el sol asomado, sentí su calor sobre la piel, eso me hizo recordar mi atuendo, y la imagen que vería quien se cruzara con nosotros: una mujer hermosa, con el pelo alborotado, vestida solo con un kimono semitransparente, llevando con una correa a un travesti vestido de puta, los dos caminando y manchados con claros indicios de haber sido culeados, y hasta podrían sentir el olor del semen del pescador que emanaba de nuestros cuerpos.

Caminamos un rato en silencio. Fui tratando de ordenar mi cabeza, de asimilar tantas y tan impactantes experiencias, y creo que ella iba haciendo lo mismo. Recién cuando salimos de entre los médanos, cruzamos la primera calle, y comenzamos a caminar sobre la acera, ella rompió el silencio:

-          Mira, perrita. Sé que tendrás mil cosas que preguntar, y otras mil que no entenderás. Primero quiero que te tranquilices tanto como puedas, yo te voy a ir aclarando la situación. Primero esto no es un juego, es nuestra vida. Vos seguirás siendo mi perrita mientras quieras que estemos juntos. Te queda claro? Ahora si podés hablar.

-          Sí.

-          Por ahora no te compliques con temas como tu familia o el trabajo, ya tengo todo planeado y no vamos a tener mayores problemas.

-          Sí, mi amor.

-          Mi ama perrita.

-          Si mi ama.

-          Te habrás dado cuenta que esto lo tenía bien planeado desde hace tiempo. Supe perfectamente como sos desde que nos conocemos, y necesitaba que vos también lo supieras. Y creo que lo logré.

-          Si mi ama.

-          Otra: al pescador, no te voy a decir su nombre, no es importante, es cierto lo que dijo, si lo conozco hace mucho, y si tuvimos relaciones muchas veces, en lo que exagera es en pensar que es el mi mejor amante, yo he tenido relaciones con varios hombres y mujeres y no es de los mejores, seguramente en un tiempo vas a compartir mi opinión.

-          ... Si mi ama...

-          El hecho de haber tenido relaciones con otras personas aún desde el tiempo en que decidimos ser pareja no implica que no te ame. Te amo como nunca amé a nadie, y por eso quiero que seamos felices juntos, vos necesitás alguien que te ordene que hacer, sos sumisa por naturaleza, y además sos bisexual, se que disfrutás mucho haciendo el amor conmigo, pero hoy te quedó bien claro que también te gusta que te posea un hombre.

-          Si mi ama, pero…

-          Lo sé, a vos no te gustan los hombres, pero si te gustan sus penes, o no es así?

-          Sí creo que nunca lo miré a la cara…

-          Obviamente, estabas obnubilada por su cuerpo, por su pene y por lo que te iba a hacer y lo que me hacía a mí.

-          Si mi ama.

-          Yo para ser feliz, primero te necesito a voz, porque así como vos sos sumisa, yo soy muy posesiva y dominante, pero también necesito alguien con quién estoy segura que me respeta y me quiere como soy, alguien con quien compartir la vida, alguien que tenga mis mismos intereses, que nos guste la ropa femenina y alocada, que nos excite exhibirnos, disfrutar aventuras como esta, y sobre todo que nos guste y podamos compartir una buena pija.

-          Si mi ama.

-          Creo que ahora tendrás un poco más clara la situación. Resumiendo, desde ahora vos serás mi perrita, ya te pondré un nombre adecuado, y yo seré tu ama, y viviremos de esa forma, en privado y en público. Es un camino complicado pero valdrá la pena, sé que sufriremos y también que disfrutaremos, tal cual lo experimentaste durante el paseo. Por cierto, nunca estuviste sola, yo te seguí todo el tiempo, y para que fuera justo es que fui así, casi desnuda, los que nos vieron no solo se asombraron de verte, tuvieron doble espectáculo, y para que sepas, todos los que cruzamos en el camino nos vieron, como esa señora que va por la vereda de enfrente y no nos saca los ojos de encima.

Reaccioné a la situación y vi a la mujer mientras paseaba un perrito, sus ojos parecían que saltarían de las órbitas.

-          Buenas señora, parece que va a ser un lindo día!

Ella la saludaba, y yo para no ser menos comencé a caminar con mi más exagerado meneo de trasero.

Caminamos unos pasos hasta llegar a la puerta de la casa donde estábamos parando, ella abrió la puerta y entramos a nuestra nueva vida.

Autora: Fantasy Cross