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Sexo espacial

en Textos de risa

Parecía una broma el día en el que leí que aquellos que estudiábamos astronomía, era por pura vocación y que no tenía ningún tipo de salida laboral…qué razón llevaban. Los años que pasé estudiando en la Universidad los gasté  imaginando cómo sería mi día a día; estaría rodeada de los mejores astrónomos del país, conocería a algún astronauta y hasta podría llegar a descubrir un cometa y ponerle mi nombre. Sin embargo, mis sueños se quedaron en eso, en sueños.

Cuando terminé la carrera conseguí trabajo en el planetario de mi pueblo, todos pensaréis que por fin cumpliría mi sueño, pero teniendo en cuenta que vivía en un lugar alejado de la mano de Dios y con tan solo seis mil habitantes, ya os podéis imaginar del planetario que disponíamos.

Nuestro pueblo tuvo la suerte de que le cayese hace unos cien años los restos de un meteorito. Por aquel entonces fue una tremenda novedad, en España nunca había caído ninguno y por si fuese poco ese meteorito era totalmente diferente a lo que se había visto hasta entonces. Los aldeanos tardaron poco tiempo en inventar sus propias teorías cospiranoicas; los más católicos se atrevieron a afirmar que el pueblo estaba maldito y que todo era cosa del demonio, otros afirmaban que era una trampa de los rusos para espiarnos y por si fuese poco, hubo algunos que hasta creyeron que la tierra se estaba cayendo a pedazos. Cada historia era mejor a la anterior y poco a poco cada una de ellas fue ganando popularidad gracias a los medios de comunicación.

Algunos montaron negocios; como excursiones al lugar de los hechos, venta de fotografías del propio meteorito y así hasta terminar con un sinfín de burdas artimañas para sacar el dinero a los curiosos.

El gobierno tampoco quiso pasar por alto el acontecimiento y decidió construir un observatorio espacial en una de las laderas del pueblo. Aquel edificio estaba dotado con los mejores medios y tecnología que existía por aquel entonces; pero como todo aquello en la vida, existe un final.

El tiempo empezó a pasar y con él se fueron desvaneciendo cada vez más las esperanzas sobre aquel proyecto en el que tanta gente se había implicado. Muchos negocios empezaron a cerrar por falta de clientes, otros abandonaron el pueblo ya que los tacharon de estafadores y hasta el gobierno se retractó de su decisión y fue reduciendo cada vez más su presupuesto sobre el planetario; hasta tal punto de llegar a vendérselo por completo al ayuntamiento. Ese día nos dimos cuenta de que nadie quería saber de nosotros.

El planetario había pasado de observar el espacio y compartir informes con la mismísima NASA, a dar el parte meteorológico de la zona. Una vez a la semana, el planetario abría sus puertas para realizar visitas guiadas, enseñar las constelaciones y así conseguir un poco de dinero. Adivinad quién era la imbécil que se encargaba de organizarlo todo y cobrar un miseria por ello, sí, lo habéis acertado, era yo. 

Siempre pensé que fue buena idea el haberme follado al encargado la primera semana que entré a trabajar, pero cuando me enteré que lo echaron a los pocos días me llevé una profunda decepción. Los viernes solían ser los mejores, y peores días al mismo tiempo. No venía casi nadie; pero me tocaba siempre quedarme hasta la hora del cierre y organizarlo todo para que así el encargado cuando viniera el lunes lo viese todo en su sitio.

Uno de mis mayores deseos desde que entré a trabajar en aquel planetario, era poder echarle mano al súper telescopio que tenían. Era capaz hasta la molécula más pequeña de polvo que hubiera en el espacio. Así que cada viernes cuando llegaba la hora de cerrar y ya lo tenía todo bien organizado, cogía la tarjeta de repuesto que el encargado guardaba en su despacho y me colaba en la sala de observaciones. Cómo ya os he dicho antes, uno de mis sueños era descubrir un cometa, pero después de todas las decepciones que me había llevado desde que salí de la Universidad, descubrir cualquier cosa me servía.

Como todas las semanas, con boli y libreta en mano empecé a repasar todas y cada una de las coordenadas que tenía apuntadas, pero como siempre, no encontraba respuesta alguna. Vacilé durante un rato con el bolígrafo hasta que mi vista se clavó en la parte baja de la hoja, me di cuenta de que había pasado por alto una coordenada, y lo había hecho durante varias semanas por lo que parecía. Sin mucho ánimo ajusté el telescopio hasta marcar los puntos exactos y cuando estuve lo suficientemente cerca de la mira, clavé mis ojos sobre las lentes.

Oscuridad fue lo que hallé, nada distinto a las otras direcciones y a los otros días, hasta que hubo un momento en el que un punto de luz apareció en escena. Instintivamente eché el cuerpo hacía atrás separándome del telescopio, revisé que las coordenadas fuesen correctas, porque si no lo eran, no sería la primera vez que me confundo y me creo haber descubierto algo que ya existe desde hace años. Las coordenadas parecían estar bien, por lo que durante unos segundos llegué a pensar que había descubierto algo, pero para mi sorpresa, cuando volví a mirar por el telescopio, aquel cuerpo celeste había desaparecido. Seguí mirando durante un par de minutos, era práctica y físicamente imposible que hubiera desaparecido tan rápido, debería de haber dejado una estela o incluso un pequeño seísmo que el ordenador tendría que haber detectado, pero aun utilizando toda la tecnología posible, no encontré nada.

Permanecí sentada frente aquel telescopio como una imbécil, intentado encontrar una respuesta que me contentase y que no me hiciera pensar que todo había sido producto de mi imaginación. Cansada de estar allí sola, eché un último vistazo a través del telescopio cuando se volvió a producir aquel fenómeno.

El punto de luz estaba ahí de nuevo, pero esta vez se movía de manera frenética, es como si tuviera vida propia; se movía hacia los lados, de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo, primero subía y luego bajaba para más tarde volver a subir. Siguió así durante un par de minutos hasta que se detuvo justo en el centro de la imagen. La luz no se movía hacia ninguna de las direcciones descritas anteriormente, ahora estaba ahí, clavada en la nada, sin sentido alguno; hasta que hubo un momento en el que se fue haciendo cada vez más y más grande hasta ocuparlo todo por completo. 

Mi voz exclamó un grito de dolor al mismo tiempo que mi cuerpo se desvanecía sobre el suelo debido a la intensidad con la que aquel rayo se había clavado sobre mis ojos. No recuerdo bien cuánto tiempo permanecí así, pero cuando abrí los ojos y vi que la oscuridad que antes contemplaba a través del telescopio, la observaba ahora a través de mis ojos, empecé a ponerme nerviosa. Mis rodillas junto con mis manos empezaron a gatear por la sala con la intención de encontrar algo a lo que agarrarse y recobrar así la postura, pero sin saber cómo, de un momento a otro, el suelo desapareció.

Me encontraba dando vueltas y vueltas sobre una especie de vacío continuo que no parecía tener la intención de parar, seguía sin ver nada, solo era consciente de las dimensiones de aquel lugar por la forma en la que mis gritos se clavaban y retumbaban los unos con los otros.

Hubo un momento en el que todo se detuvo y mi cuerpo cayó sobre una superficie metálica, todo seguía a oscuras pero el sonido que hizo mi cuerpo al entrar en contacto con aquel material era lo más parecido a un metal. Decidí quedarme sentada sobre aquella especie de mesa que no debía medir más de dos metros de largo por uno de ancho.

-¿Hola? ¿Hay alguien ahí? Exclamé con voz temblorosa. Soy Gabriela Martínez, ¿Hay alguien? Insistí.

Unas lágrimas comenzaron a caer lentamente por mi mejilla cuando de repente un haz de luz cubrió por completo la habitación, había recuperado la visión pero esta vez parecía estar todo iluminado sin dejarme ver a penas nada de lo que me rodeaba, excepto a mí misma y sobre lo que me encontraba sentada, lo cual como antes había deducido era una especie de mesa metálica. A mis espaldas unas sombras parecieron emerger de la nada, y cuando estuvieron lo suficientemente cerca como para percatarme de su presencia giré mi cuerpo y fue cuando emití un gritó que ahogó por completo mi respiración.

-¿!Alienígenas!? Eso es imposible, eso solo sucede en las películas.

Mi cuerpo permaneció petrificado ante tal escena. Hubo un momento en el que una de las puertas de aquella sala pareció abrirse y fue entonces cuando conseguí darme cuenta de dónde me encontraba. Aquella habitación era gigantesca aunque no parecía tener nada que la ocupase, me atrevería a decir que aquellos seres junto a mi ser, eran los únicos que se encontraban allí.

Uno de ellos se acercó tanto que estuvimos a escasos centímetros el uno del otro. Eran totalmente idénticos a los que había visto durante años en las películas de alienígenas. Su enorme cabeza acompañada de unos ojos de también gran tamaño contrastaba por completo con su delgado y casi esquelético cuerpo. La piel era de un tono verdoso amarillento, aunque debo reconocer que no se veía tan viscosa ni repugnante como en las películas, más bien al revés, era totalmente brillante y atractiva a la vista. Nuestro acercamiento hizo que al respirar el aroma de aquel ser, un estornudo saliese por mi nariz, provocando así el susto de aquellos seres los cuales no dudaron en retroceder unos metros sobre sus pasos. 

Durante unos minutos todos parecíamos mirarnos los unos a los otros, nadie hablaba, solo mi respiración y movimientos era lo que se escuchaba en aquellos metros de infinidad, válgame la incoherencia. Sin entender cómo y sobre todo por qué, intenté acercarme a ellos para saber más sobre todo lo que estaba sucediendo, pero parecía que ellos buscaban justo lo contrario, el mero hecho de observarme les bastaba para aprender todo sobre mi persona.

En uno de los extremos de la habitación pude divisar una especia de circunferencia por la parecía entrar una luz intermitente, tarde unos segundos en acercarme mientras de fondo se escuchaba el andar de aquellos seres sobre mis pasos. Cuando asomé mi cabeza por aquella figura circular pude ver la imagen más hermosa que un astrónomo podría haber imaginado en la vida.

-¿Eso es la tierra? pregunté tras girarme hacia ellos al mismo tiempo que clavaba mi dedo sobre el cristal. ¿Y eso es el cinturón de asteroides? ¿Estoy en el espacio exterior verdad? Me atreví a afirmar con una sonrisa en mi cara.

Pasaron unos segundos hasta que mis afirmaciones parecieron provocar a uno de aquellos seres, el cual se acercó hacia mí y colocó uno de sus dedos en mi frente. Una vorágine de imágenes se fue clavando en mi retina al mismo tiempo que iban pasando a la velocidad de la luz, mostrándome cómo todo había sucedido. Cuando aquella instantánea historia pareció terminar, mis ojos parpadearon y sin saber cómo me encontraba nuevamente sobre aquella metálica camilla de color blanco. “Los aliens” como más tarde les apodé, habían desaparecido, no quedaba resto de ellos. Sin embargo, cuando pensé que todo había terminado y me iba a despertar de aquel extraño sueño, vi como uno de ellos permanecía escondido en la poca oscuridad que se albergaba en aquel lugar.

-¿Hola? ¿Habláis mi idioma? Decía al mismo tiempo que me iba acercando a él lentamente.

Cuando estuve lo suficientemente cerca como para poder verlo, una fuerza pareció empujarme hacia atrás suspendiéndome así en el aire, haciendo que mis brazos y piernas junto con mi cuerpo quedasen en forma de X. Me encontraba a tres metros del suelo y aun así parecía estar muy lejos de llegar a tocar el techo.

El Alien fue saliendo lentamente de la penumbra hasta dejarse ver por completo. Era totalmente diferente a los que había visto antes. Su cabeza al igual que sus ojos eran más pequeños en comparación con los extraterrestres que había visto antes, su piel también era verde pero estaba vez su cuerpo estaba cubierto por una especie de túnica blanca.

-¡Suéltame! Grité, juro que no diré nada a nadie, por favor déjame volver a casa.

Aquel ser fue arrastrándose hasta observarme de abajo hacia arriba como si de un cristo crucificado me tratase. No hablaba, no parecía gesticular ni expresar emoción alguna, era justamente como antes, solo me observaba. Intenté zarandearme y romper aquellas ataduras invisibles que me hacían presa, pero nada sirvió. El silencio se iba apoderando cada vez más de mí, mis gritos cada vez eran más sordos y con menor intensidad, era como si el alienígena esperase que estuviera lo suficientemente cansada como para atacar…y así fue.

Aunque estuviera suspendida en el aire por una especie de fuerza que sostuviese mis muñecas y tobillos, podía notar como el peso de mi cuerpo me iba agotando por minutos. En un momento dado en el que mi vista comenzó a nublarse, pude ver como aquel ser empezó a ascender lentamente sin apartar su mirada hasta estar frente a mí. Allí estábamos los dos suspendidos en el aire, mirándonos fijamente, sin decirnos nada, él me observaba y yo hacía lo mismo. Ya no me quejaba, tampoco me movía, solo esperaba que si me iba a matar que lo hiciera rápido y sin el menor dolor posible.

Pasaron unos segundos hasta que unas arrugas parecieron formarse en la parte superior de su cabeza, fue entonces cuando una pequeña explosión se produjo sobre mi cuerpo, haciendo así que toda mi ropa estallase en pedacitos y fuesen cayendo lentamente hasta tocar el suelo.

Mis pechos cayeron sobre su propio peso, los cuales generaron una especie de bote que aquel ser no pareció querer perderse. Ahora todo mi ser estaba al descubierto y sobre todo a su completa merced. Intenté cerrar las piernas, pero cuanta más fuerza ejercía para unir mis extremidades más parecían separarse estas. El alien se fue acercando lentamente hacia mí hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para dejar caer su túnica ante mis ojos y que esta repitiera la misma trayectoria que habían hecho mi camiseta, mis pantalones, mi sujetador y mis bragas.

Su cuerpo era totalmente igual al nuestro, cómo es posible que los seres de antes fuesen tan diferentes a él, lo único que les hacía parecerse era el negro de sus ojos y la piel verde. El cuerpo de este ser era como el de un Adonis, sus brazos gruesos, sus piernas musculadas, su abdomen…su pene…¿Dónde está su pene?

¿Cómo es posible que unos seres que nos llevaban años de ventaja en todos los sentidos no tuviesen polla? No me lo pude creer, mis ojos se clavaron durante un tiempo en su entre pierna, donde no yacía vida alguna, aquella parte de su cuerpo me recordaba a esos muñecos con los que solía jugar de pequeña los cuales no tenían ni polla ni coño.

Ahora nos encontrábamos desnudos el uno frente al otro, de ser otra ocasión me hubiera dejado follar por aquel ser, pero teniendo en cuenta que no tenía polla, poca cosa se podía hacer en aquella nave.

De repente un calor empezó a emanar de mis pezones, no entendía muy bien por qué, pero era como si algo o alguien los estuviese tocando. Eché la cabeza hacia atrás con gran fuerza intentando que mi cerebro reaccionara y se despertase de aquel sueño para así poder volver a casa y hacer como si nada de aquello hubiera sucedido. Todo aquello tal vez podría haber servido para algo, si el intenso placer que iba notando cada vez más y más en mis pechos no me lo hubiera impedido.

Aquel ser estaba estimulándome los pezones de una forma que nunca antes me lo había hecho y aun encima sin tocarme, si llegase a ponerme un centímetro de su piel sobre mi cuerpo estoy segura de que vería las estrellas. Aquella fuerza invisible parecía saber lo que quería, o más bien lo que me gustaba, podía notar como conforme me apretaba con gran agresividad mis pezones, notaba ligeros arañazos por mis glúteos a la par que pequeños azotes.

Mi cuerpo se erizaba por momentos hasta que sin saber cómo entre delirios alegué…

-Fóllame por favor.

Al cabo de unos segundos un ligero cosquilleo se fue haciendo presente en mi entrepierna hasta tal punto de que mi cuerpo empezó a convulsionar del placel. Mis piernas sintieron como la corriente eléctrica había dejado aquel cuerpo para pasarse por completo a las dimensiones del coño, el cual albergaba galaxias aún sin explorar para aquellos seres. Repitiendo el proceso, esta vez eché la cabeza hacia delante, era la primera vez que iba a ser follada por un ser del espacio y quería ser testigo de ello. Teniendo mis ojos clavados sobre mi sexo, pude atisbar como sin sentido alguno, mis labios inferiores se fueron moviendo.

Por un momento llegué a pensar que sería a consecuencia de la excitación a la que había sido sometida, pero conforme más se movían más me di cuenta de que no era yo, sino que era aquella fuerza invisible que intentaba penetrarme…

Aquel ser seguía inmóvil ante mí, no había movido ni si quiera el menor músculo de su cuerpo y ya me había producido más satisfacción que cualquier hombre de la tierra. Su fuerza interna o invisible, mi casi estado de inconsciencia de aquel momento me hacía imposible saber cómo llamarla, seguía intentado penetrarme. Mientras mis pezones seguían retorciéndose unas veces siguiendo el sentido de las agujas del reloj y otras al contrario, también fueron testigos de cómo aquella cosa invisible se fue colando lentamente en mi ser.

Sus constantes cabezazos invisibles contra las paredes de mi sexo le terminaron dejar por entrar. Al principio mi sensación fue rara, sabía que tenía algo dentro pero no supe disfrutarlo, hasta que hubo un momento en el que aquella fuerza pareció coger forma de polla y hacer su trabajo. No me atrevería a describir cómo era, pero sí estoy segura de que me folló. Aquello entraba y salía de mi a una velocidad que no me daba tiempo a sentirlo, si agachaba la cabeza veía moverse a mis labios de dentro hacia fuera como si un tornado se hubiera creado entre ellos.

-No pares dije.

Sus penetraciones cada vez eran más intensas a la par que rápidas, llegando así hasta mi ano, explorándolo como si de un agujero negro se tratase. Aquella clase de fuerza se fue apoderando de mi por completo al mismo tiempo que iba a hacer que me fuese a correr por segundos. Mi miedo ahora no era que me matasen, eso era lo mejor que me podía suceder, no sé si sería capaz de volver a la tierra y vivir sin que alguien me folle de esta manera. Mi sexo empezó a segregar cada vez más líquido hasta tal punto de escucharse en aquel habitáculo el sonido de las gotas impactar contra el suelo.

Por un instante parecí divisar a espaldas de aquel ser aquella luz que tantos problemas me había dado esa noche; la cual pareció volverse más grande conforme más cerca me encontraba de alcanzar el orgasmo. Cuando estuve a punto de correrme, pude notar como aquel haz me envolvía al mismo tiempo que yo gemía haciendo retumbar mi voz en el espacio, proclamando el placer que me había hecho sentir. Tras aquella luz cegadora producida por mi locura sexual, volví a caer en la oscuridad en la que una vez me sumergí. Desperté en el observatorio como si nada de todo aquello hubiera sucedido, con la diferencia de que todos mis pantalones se encontraban mojados por mi líquido vaginal…