miprimita.com

Una niña buena (1)

en Hetero: General

Teníamos un encuentro pendiente. Tratábamos las cosas por teléfono, aprovechando cualquier oportunidad para vernos o escribirnos. Y cada vez que hablábamos alargábamos la conversación, utilizando dobles sentidos, insinuándonos y riéndonos. 

Así que me acerco a verte, con excusas de gestiones pendientes.  

Más sencillo en persona – acordamos. 

Me ofreces café, en el sofá junto a la ventana. En la mesa hay unos papeles que revisar, pero no les prestamos atención. Por el balcón entra luz y la brisa de la primavera. Tú estás fresca, recién duchada y con una camiseta holgada que te deja un hombro al descubierto. 

La conversación se alarga. Con tu voz de seda me ofreces algo más. 

- ¿Quieres un vino? Tengo uno ya abierto – Te acepto una copa y tú te pones otra. 

Poco a poco nos relajamos más y más en el sofá. Cada vez nos reímos más, buscamos excusas para tocarnos. Una de esas veces, cojo tu mano y sonreímos. 

Nos besamos una y otra vez, cada vez con más intensidad. Te sientas sobre mí. Por debajo de tu camiseta acaricio tu espalda. Primero suavemente, con las uñas, y luego con las dos manos, mientras te mueves sobre mí. 

Bajo la camiseta larga palpo unos pantalones cortos, ocultos. Ambos sonreímos: querías que no se viesen, para que imaginase que no llevabas nada debajo. Al quitarte la camiseta descubro un sujetador negro, con transparencias.  

- Me encanta. No te lo quites. - Te pido. 

Nos levantamos para desnudarnos. Sin mediar palabra te tumbo sobre el sillón. Tras un par de besos cortos comienzo a comerte el coño. Beso tus muslos, acercándome poco a poco, hasta que mi lengua va una y otra vez desde tu clítoris a tu agujero. Me encanta hacerlo. Disfruto con tu placer. Cuando te corres me acaricias el pelo con las manos.  

Recuperas el aliento y quieres la revancha, pero te freno. 

Vamos a hacer una pausa - te pido. - Tenemos toda la tarde. 

Nos acariciamos ahí tumbados. Es dulce y cálido, pero mi erección me delata: Para mis adentros estoy pensando cómo vamos a follar, qué haremos. 

Cuando me acaricias la polla con tus manos, yo recorro tu cara con las mías. Mis dedos tantean tus labios. Los rozo suavemente, invitando a tu lengua a salir. Toco primero la punta y, cuando se retira dentro de la boca, meto mi dedo y la busco. Quiero tocar tu lengua en toda su extensión. Al alcanzar la garganta te retiras un poco, como si hubiera sido accidental. Pero te dejo claro que no: con la otra mano te agarro de la nuca firmemente mientras hago ademán de volver a intentarlo. Nos miramos a los ojos, la boca entreabierta. Sí, eso es lo que me excita y está en tu mano concedérmelo. 

Me contemplas unos instantes y luego capitulas: abres la boca de forma obscena y sacas la lengua. 

Pronto palpo el fondo de tu garganta, no con un dedo sino con dos o tres. Tu barbilla se llena de babas, que recojo y llevo a tu coño. Te acaricio por fuera y por dentro, llevando mi mano una y otra vez de tu coño a tu boca. Tú saboreas en mis dedos el sabor de tu corrida anterior y nos vamos calentando más y más.  

Quiero comérmela - pides y te deslizas hasta mi rabo. 

La chupas con devoción, con los ojos cerrados. Besos, lametones e incluso algún salivazo. No es la primera polla que chupas y se te da realmente bien. 

Al poco te la saco. Me miras extrañada mientras te coloco en el sofá. 

¿No te gusta? 

Claro que sí. Luego me la chupas más. 

Y así, con ese comentario de pasada, te estoy anunciando que me correré en tu boca o en tu cara, mientras me la mamas. 

Entro en ti. Estás húmeda pero apretada. En las conversaciones que hemos tenido me has dejado caer que tuviste relaciones formales, pero que ahora llevas tiempo sola. Así que, cuando al fin te entra entera, abres las piernas del todo y exhalas. Es una liberación, un alivio. 

Nos besamos un y otra vez, como queriendo comernos. Me tiendo sobre ti para sentir nuestros cuerpos. Pongo mi cabeza junto a la tuya para sentir tu respiración cada vez que mi polla se desliza dentro y fuera, dentro y fuera.  

Me mordisqueas la oreja y el cuello. Durante un momento veo borroso. Sonríes provocativa, tomas mi mano y te la llevas a la boca. Yo levanto las piernas, las cruzo sobre ti y te doblo: quiero entrar lo más profundamente posible, hasta que la punta choca con un bulto en tu interior. Cada vez que lo toco me respondes con un gemido, así que me quedo clavado dentro de ti y muevo las caderas arriba y abajo. Con cada empujón te arranco un suspiro. 

Tus ojos negros se abren de golpe. Tus labios, sin sonido, dicen: 

Me voy a correr, 

Ahora eres tú la que te llevas los dedos a la boca y frotas tu clítoris furiosamente, todo el cuerpo sudando y temblando. Contienes la respiración y, justo antes de cerrar los ojos para abandonarte a la corrida, asientes una y otra vez. Como queriendo decirme que sí, que te corres, que lo estás gozando. 

Te abrazo mientras siento tus últimos escalofríos. Tus manos acarician mi espalda y tocan mi culo. Una de ellas, camino de mis pelotas, acaricia levemente mi agujero. Podría haber sido un accidente, salvo por tu mirada.  

Perfectamente coordinados cambiamos de posición. Me coloco sobre ti mientras tu mano guía mi rabo hasta tu cara. Contemplas mi polla brillante antes de dar unos besos en el capullo, con los labios entreabiertos. Luego te escurres debajo, lamiendo mis pelotas mientras yo me la casco. De cuando en cuando meto mis dedos hasta tu garganta y los saco ensalivados.  

Escupo yo también en mi polla, para lubricarla. Para mi sorpresa tu lengua rebaña rápidamente el salivazo antes de seguir mamando. Con un dedo te abro la boca suavemente. Y admiro como desde ahí abajo sacas la lengua y aguardas pacientemente a que un escupitajo se escurra desde mi lengua a la tuya.  

Y parecías una niña buena – exclamo. 

Por toda respuesta te escurres hacia abajo y me comes el culo. No puedo aguantar más y me corro mientras intento meterla en tu boca. En el trayecto te mancho la cara y el cuello. Luego me quedo ahí, clavado en tu boca, mientras acaricias mis pelotas. 

Tenemos que quedar más - me dices con una sonrisa, la cara manchada. 

Desde luego – respondo sin aliento.  

Pienso en todo lo que podría hacer contigo. Pero también me gustaría saber qué tienes tú en mente...