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Ocupado

en Fetichismo

Fue en casa de mis tíos y sucedió por una mala costumbre que tengo: cuando conozco el lugar suelo ir sin encender luces y sin cerrar del todo las puertas, y esto lo llevo a su máxima expresión. Yo estaba en su cuarto de baño principal, sentada en la taza del inodoro. Frente a mí, una puerta me separaba del resto del aseo. Me bajé el pantalón y las braguitas y esperé a que comenzase a salir el pipí, ya que siempre tardo un poco. Pues oigo cómo se abre la puerta del baño y al momento la del water. Me veo a mi primo con el pene fuera, algo morcillón, a un palmo de mí. El estaba con el móvil en la mano, y no me vio hasta muy tarde. Si no hubiese tenido tantas ganas de orinar, te digo que del susto que se llevó se cae de espaldas. Todo fue muy rápido. El creía que no había nadie cuando entró, así que apenas pudo retener el pipí.

Ante nuestro pavor, salieron unas gotas. Aquello se transformó en dos pequeños chorritos, y cayó un poco en mis muslos. Intenté parar aquello pues sabía que, una vez que había empezado, apenas podría aguantar el pobre, y llevé las manos a su pene, con las palmas abiertas e intentando cubrir el glande. Antes de tocarlo, ya tenía las manos mojadas. Me sorprendió que no me diese asco la tibieza de su orina, pero no quería pringarme. Empezó a salir más. Apenas me pude incorporar en la taza, y él apuntó el chorro entre mis piernas.

— ¡Joder! —mi primo estaba realmente avergonzado.

— Termina de una vez —le contesté conciliadora.

Estaba oscuro y sentía pequeñas salpicaduras en mis piernas. Y un calor cerca de mi vulva. Tan cerca, que al final el pequeño caño caliente rozó el clítoris. Fue como cuando me doy con el agua de la ducha, solo que esta vez no era buscado y un temblor recorrió mi cuerpo. Aquello me superaba. Lo irregular del chorro me micromasajeaba y no sabía qué hacer. Pensé en levantarme de una vez, pero no lo hice. Mi primo no era consciente de lo que sucedía abajo, porque el chorro empezó a moverse de forma caótica. Temiendo que me empapara del todo, sujeté su mano y le ayudé a apuntar. Primero entre mis piernas, pero no me resistí a hacer que pasara por mi sexo otra vez. Mientras recibía esos pequeños pulsos en mi botoncito, pude notar que su pene empezó a tomar vida propia. Comprendí que era inevitable de que aquella situación tan surrealista también debía afectar a mi primo, que intentó disimular su incipiente erección como pudo. Finalmente, el flujo terminó, y un par de gotas dieron el punto y final a aquello. Se metió el pene como pudo en el pantalón y salió atropelladamente.

Todo había transcurrido en segundos. Me quedé sentada, sin poder reaccionar. El olor de su orina fue volviendo lentamente a mi nariz. Como yo aún no había hecho lo que me había llevado hasta allí, pronto salió la mía. Mientras estaba esperando que acabara, puse una mano en el muslo, mojándose por lo que había pasado antes. "Pude haberme levantado", me repetía. Pero no lo hice, elegiendo hacer un amago de masturbación con la meada de mi primo. La mano del muslo acabó en mi clítoris antes de terminar la mía, y mi último chorro lubricó el frotamiento.

No quise acabarme allí. Pensé que mi primo podría sospechar al no verme salir del cuarto de baño. Cogí una toalla y me duché. Lavé como pude la ropa y salí como si nada. Por cortesía le dije a mi tía que no pude resistirme al impulso de ducharme y ella no le dio la menor importancia, dándome una conferencia sobre los distintos geles y champús que habían en la bañera. Tuve que esperar a llegar a casa para poder aliviar mi calentura. Me metí en la ducha y abrí las piernas todo lo que pude, poniendo un pie en la jabonera. Una vez que tuve el equilibrio controlado, mis dedos empezaron a masturbarme el clítoris. Aguanté lo que pude hasta que empecé a orinar. Ahora llevaba mi mano de arriba a abajo, empapándome las piernas, frotándome frenética. Al poco estaba turnando mis manos, mientras había una en mi vulva envuelta en orina y masturbándome, la otra acababa en mi boca saboreando ese líquido amargo. Cuando ya no salió nada más, me tumbé en la bañera, sobre el charco, y me terminé en un frotamiento salvaje, imaginando a mi primo de pie sobre mí, envolviéndome en una lluvia dorada.

Ahora estoy haciendo recuento de mis novietes, a ver cuál de ellos puede ser el apropiado para cubrir esa nueva necesidad que me desasosiega todas las noches.