miprimita.com

Dulces fantasías pesadas

en Autosatisfacción

Benjamín es un muchacho normal… Bueno, no, anormal en algunos aspectos, es uno de esos chicos donde el amor no está en las proporciones físicas del 90 – 60 – 90, tampoco es muy bien parecido, es normal, no es flaco ni obeso, no es feo ni buen mozo, su altura no supera el metro ochenta, quizás, apenas el metro setenta. Su madre es irlandesa y a pesar de ser rubia natural él salió pelirrojo ondulado, con una ligera capa de pecas degradadas y dispersas que van desde sus ojos castaños hasta la comisura de sus labios (quizás su rasgo más notorio y fuera de lo común), su tez es clara como la de países nórdicos, su complexión es normal, pues no le huye al ejercicio pero no practica nada a nivel competitivo por lo que solo juega lo normal de deportes residenciales, escolares y de clubes, se le da peor el tenis y el béisbol, y mejor el básquet y futbol.

Actualmente cursa el cuarto año de diversificado o el décimo grado, acababa de llegar del liceo tras haber presentado el examen de química e historia universal, y estaba exhausto de casi no haber dormido memorizando todo lo de química, e incluso así, no estaba muy seguro de sus respuestas, detestaba la materia. Había estado tan absorto durante el examen que casi no presto atención a Ceci, y eso que se sentó al final del salón para estar cerca de ella. En el receso, se le acercó un tanto cohibido… Preguntándole por el examen, pero las palabras les trasteaban en la boca, lo que no hacía más que las compañeras que estaban con ella se rieran de él. Incluso se burlaban porque este se sonrojaba, y sí, en efecto se sonrojaba, pero más que nada por pensar en el qué dirán. Le daba algo de vergüenza y pena que descubriesen que estaba enamorado de ella.

Cecilia es una gorda algo más baja que él, debería superar a penas el metro cincuenta, también debería de pesar cerca o más de 90 kilos, todo en ella es grande y ancho, piernas de barquilla, culona, de cadera ancha XL, cintura XXL con un ¿abdomen? No, una barriga que seguro forma un suave y lozano caucho sobre su vientre, sus senos grandes de seguro esconden los pezones invertidos en sus aureolas, brazos gruesos, manos con dedos gruesos, cuello ancho, papada, de rostro gracioso avellanado; cachetón, suave y grácil, de tez clara rosa clara, su cabello es; lacio, negro y con corte a la altura de la nuca con pollina por delante, al estilo “niña bonita” (como lo usaba Rudy Rodríguez en una novela del mismo nombre). Pero lo más llamativo en ella, a parte de su forma de ser y su voz; dulce y sensual, eran sus ojos… Sus ojos de color verde esmeralda con el iris de color miel le parecían tan inusual como lo era su cabello y pecas para con algunas chicas. Estaba seguro de que la única manera en que podría verse la vagina era usando un espejo, su coño seguro era un verdadero “bistec de foca” de labios tan gruesos que quizás aplastasen los pliegues menores ocultándolos en una raja tan comprimida que pareciese tan solo una fina grieta corrugada, con un frondoso bosque de arbustos negros ensortijados, el cual, se rasuraba muy poco. «Aaah, me encantaría que aplastara mi cara con su gran culo, para olerlo y lamerle todo»

Sé aflojo el pantalón y bajo el cierre a la vez que cerraba sus ojos y pensaba en la Ceci, tenía el miembro caliente y sentía como en este se le aglutinaba la sangre y empezaba a inflarse mientras susurraba su nombre - Ceci… Ceci… Ceci… Oooh Ceci… - maraqueando se pene en tanto deseaba que su mano fuera la de ella «¿Lo haría con suavidad o torpemente?» pensaba, mientras se apretaba y bombeaba la paloma «Ceci… mi gorda bella ¡Oh Dios, me gusta! Quiero que sea mi novia…» pensaba, tratando de ordenar las palabras e ideas en tanto su mente la traía hasta el marco de su puerta vestida con el uniforme escolar; la camisa beige, la falda plisada azul marino por arriba de las rodillas, medias blancas y el calzado de goma color negro que piden todos los institutos. Entonces le conseguiría tendido en la cama con el pantalón e interior a medio muslo, el miembro erecto y su cara de tonto por haber sido descubierto.

- Benjamín, puedes prestar… ¡Ooh perdón…! -diría está volteándose (quizás) y buscando cerrar la puerta.

- ¡Ceci! No, espera - Gritaría él - yo… Espera… No te vayas, ven pasa por favor - diría azorado, en tanto se subía el interior y el pantalón penosamente turbado.

Ella pasaría con cierta naturalidad (si bien no sabía cómo reaccionaría sexualmente), sabía que era una chica desenvuelta y segura de sí, lo cual la hacía más cautivadora, él se sentía tan inseguro de sí mismo que le costaba dar ese paso adelante. Y sin embargo, sentía como su miembro aumentaba de dimensiones a la par que conseguía mayor firmeza.

Ella avanzaría hasta el pie de la cama y se sentaría apoyándose también con una mano buscando el contacto con sus ojos a la cabecera de esta. Él, sentiría su peso sobre el colchón, que se hundiría y seguramente produciría una agradable ola que le levantaría de los pies a la cabeza haciéndolo flotar, en tanto grababa en su memoria la sensación producida por el peso de su cuerpo, recordaría para siempre como ella se había ceñido la falda antes de sentarse y de su pesado trasero al apoyarse sobre su cama. Seguiría subiendo su mirada, observando la ajustada camisa beige que escondía tras un gordo abdomen el cinto de la falda e incluso así, sexy y sensual para él. Sus pechos se balancearían dentro de la fina tela y remarcarían el color y diseño del sostén que llevase puesto «que encaje negro más bello» pensaría (pues ya en ocasiones previas había usado ropa íntima oscura, que se remarcaba o acentuaba sobre la tela beige), siempre la imaginaba en ropa íntima de encaje; blanco, roja y negra… (aunque una vez paso frente una tienda de prenda intima femenina, y observando un conjunto infantil con estampados de frutas tuvo una erección de solo imaginarla) esos eran sus colores favoritos con ella, seguiría subiendo pasando por sus bellos labios hasta tropezar con sus cautivantes ojos verdes… Entonces, abrumado de vergüenza bajaría la mirada.

- No vi nada, lo juro - diría ella sonriendo con hermosura porque sabía que mentía, pero de forma tan natural que de seguro se lo creería.

- Yo… De verdad, «Te amo» perdón por esto. - respondería apenado, evitando ver a sus ojos, pero observando el encaje negro ceñido ante la tela beige, apreciando sus grandes, turgentes y carnosos senos - Es solo que - trataría de continuar, pero ella lo interrumpiría.

- Pensé que querías que te ayudara para el examen de lenguaje - le cortaría inclinándose un poco buscando entrar en contacto con sus ojos - pero creo que estas ocupado - seguiría, haciendo la señal de masturbarse con la otra mano.

Luego ella apartaría sus ojos y se sentaría corrigiendo su postura apoyando sus manos sobre sus piernas y observando una repisa en la pared donde él tenía unas fotos de fin de año de los últimos tres grados, se buscó… Pero solo pudo encontrarse en las de séptimo y octavo grado, en el fondo de todos, como si estuviese de invitada o arrocera, peor aún en la de noveno estaba con sus amigos abrazando a unas chicas de otra sección, muy atractivas todas. - Creo que no debería estar aquí… No creo que estés pensando en alguien como yo… - y se levantaría de la cama. Él, temeroso de perderla brincaría como resorte y la abrazaría por los muslos fuertemente - ¡ES POR TI! ¡ES POR TI! SIEMPRE PIENSO EN TI… POR FAVOR… Por favor… No te vayas.

- Benja… ¡De verdad, no es gracioso! - diría ella pensando que todo es una burla de su parte, pues le conoce desde sexto grado y nunca mostró interés alguno por ella, sus trabajos y talleres de estudios juntos habían sido tan escasos que no le cabía en la mente algo así, incluso en los bailes escolares; nunca bailo con ella, incluso en sus cumpleaños; siempre se excusaba y no le invitaba a participar - Lo sabes ¿verdad?

 - Por favor… Ceci, tú me gustas… - diría el apretándola fuertemente - Siempre me has gustado.

Sus palabras tendrían un efecto pausado en ella, todo era muy repentino y confuso, en tercer año, ella la había pasado tan mal que juro a sus amigas no tener novio hasta quizás estar a mitad de carrera universitaria, él lo sabía, pues había sido participe de como se burlaban de ella, también fue testigo de como se burlaban de los chicos que simpatizaban con ella. Ya tenía bastante con las burlas por su cabello como para también ser objeto de burla por una novia gorda, en secreto la amaba y deseaba más que ninguna otra chica, pero en público… Sentía que sería bochornoso estar con ella.

Ella lo sentiría temblar a través de sus brazos, lo cual correría por cada fibra de su ser y le estremecerían provocando que empezara a hipar conteniendo el llanto - ¿Por qué? ¿Por qué? No te entiendo… Te juro… Que…

Su miembro estaba alcanzado cada vez mayor proporción, mayor calidez y la piel empezaba a estirarse siendo más; suave, fácil y placentero subir y bajar con su mano.

- Por favor… Ceci… Créeme… ¡Tú me gustas!

Sentir que abrazaba una parte de su cuerpo, del cual podría percibir el calor, suavidad y olor de su piel le excitaba. Ya podía sentir su pene erecto apuntando cual artillería anti aérea a la parte alta de la cabecera de la cama, este se erguía firme en un ángulo de setenta grados, siendo recto y de grosor uniforme, su glande rosado con forma de fresa sobresaldría en rededor del tronco, el cual frotaría con su mano un par de veces, ya que en ocasiones le excitaba más las pajas cortas sobre el glande que las largas por todo el tronco, le gustaba estimularse el glande.  

- ¿Por qué benjamín…? Tú nunca… Nunca has sido cercano ni abierto conmigo - Él también la sentiría sollozar confundida, y a pesar de que no voltearía a verla, sabría que se enjuagaría las lágrimas del rostro.

- Yo… Perdóname… Por favor… Es que no podía imaginar que… - ella lo interrumpiría.

- ¿Que nos viesen juntos…? - diría, en tono revanchista - ¿Qué nos viesen besar o sujetarnos de manos? ¿Qué nos viesen abrazados? ¿Qué nos viesen estudiando o sentados uno al lado del otro? - Su sollozo se convertiría en llanto - ¿DE QUE ME ESTAS HABLANDO BENJA…? ¿COMO PUEDES HABLAR DE AMOR TAN A LA LIGERA?

Se imaginaba aquel dialogo, no solo le parecería tierno, sino también uno al cual le querría hacer frente, para mostrarse quizás más asertivo, varonil y seguro de sí mismo, además, le era excitante en su mente.

- ¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ! TIENES RAZÓN… Tienes toda la razón Ceci… Por eso… Por eso quiero que seas mi novia – respondería aflojando sus brazos como si hubiese dejado escapar algo que venía reteniendo mucho tiempo.

Ella se apoyaría sobre la puerta de su cuarto llorando con cierta alegría (por su confesión) y con pesar porque en el fondo sabia, que le avergonzaba que le vieran con ella. - ¿dices que te gusto…? ¿Pero te avergüenzas de mí? Yo… Yo no sé si creerte.

Él se pondría de pie y la abrazaría sin malas intenciones, más bien con soltura y hasta con cierto alivio y temor a ser rechazado. - Lo sé… Yo tampoco me lo creería, ayúdame a cambiar, no, eso no, ¡te prometo! ¡te prometo que voy a cambiar! – y tomándola por un hombro la halaría para que se voltease y poder ver sus ojos, sus labios, su rostro en forma de avellana - Cecilia, estoy enamorado de ti, te gustaría ser mi novia… - confesaría sujetándole las manos.

- Yo… Yo no puedo - ella iba a decir “creerlo” pero él pensó que le rechazaba, temió perderla y sé arrodillo ante ella sujetándole las manos con firmeza.

- […] Prometo estar junto a ti, siempre ¡SIEMPRE! PROMETO ABRAZARTE, SUJETARTE, SENTARME, ESTUDIAR Y HACER TODOS LOS TRABAJOS JUNTO A TI, SIEMPRE VOY A ESTAR A TU LADO… Por favor… Por favor, solo dame la oportunidad.

Ella entrelazaría sus dedos con los de él y se agacharía buscando su rostro. Él la vería con los ojos más bellos que nunca le hubiese visto, de un verde esmeralda tan radiante y cristalino; que le perforaría el corazón y le cortaría el aliento, vería su rostro acercarse al suyo y él correspondería a su encuentro, sus frentes chocarían primero y se frotarían las narices después entre algunos suspiros involuntarios. En tanto, su mano iba y venía suave; una, otra, otra y otra vez por el tronco en un ritmo solapado, sintiendo la piel tersa desplazarse sobre el rígido y cálido tronco.

- ¿De verdad…? ¿De verdad estarás a mi lado? ¿llegaremos y saldremos juntos del liceo? ¿no te avergonzaras de mí…? ¿de verdad lo prometes? - él sentiría su nerviosismo en las manos. Sabía que era segura de sí misma, pero era consciente de las cicatrices le habían formado aquella coraza en noveno grado - Si, te lo prometo – aquella promesa le provocaría un espasmo que la impulsaría a llevar sus labios contra los de él.

Ya en ese instante su miembro en todo su vigor, estaría cercano a las cúspides del placer; caliente y rígido, pidiendo furruco. Sus ojos seguirían cerrados, imaginando como sus suaves labios tocaban los suyos, como entre una serie de piquitos cortos cada uno se iba volviendo más largo, hasta que sus bocas inexpertas se acoplaban con cierta torpeza y ansiedad la una de la otra, ella lo abrazaría por detrás del cuello mientras él la abrazaría por la cintura a duras penas, sentiría el calor de su aliento, la humedad de su boca, la suavidad de su lengua, por sus poros transpiraría un “Aleluya y Gloria a Dios” por estar abrazando y besando a la chica que tanto deseaba.

Sus bocas se separarían y sonreirían, ella le daría varios piquitos más, tenía tanta acumulación de frustraciones y de ansiedades que no querría perder la oportunidad de sentir lo que sus compañeras relataban de sus relaciones. Estaría ansiosa y tímida, pero por su forma de ser, segura y divertida, avanzaría quizás un poca más de lo usual.

- Tú… Te masturbabas por mí ¿de verdad? - diría apretando sus manos y poniéndose colorada.

- Si Ce… Si mi amor, tú me excitas mucho – respondería, halando las manos entrelazadas y cubriendo de besos a sus nudillos.

- Puedes… Hacerlo delante de mí, no, perdón - agitaría la cabeza de un lado a otro -, quiero ver cómo te masturbas.

Entonces se pondría de pies frente de ella, bajaría el pantalón e interior hasta sus rodillas y le mostraría su erecto miembro apuntando al techo cual si fuese un telescopio observando la luna y las estrellas. Él lo tomaría con una mano y lo friccionaría arriba, abajo, arriba, abajo «Dios, me estoy pajeando delante de una chica, no, delante de mi novia» arriba, abajo, arriba, abajo, ella permanecería en el suelo observando como su cuerpo se excitaba ante su presencia y como ella se iba sintiendo estimulada también. Ella pensaba que solo era bella a los ojos de sus padres, pero los demás, los demás… Ya no importaban. En un momento dado él la observaría y se percataría de que sus manos se apretaban anhelantes y sus ojos brillaban como nunca.

- Ceci… Yo… Yo siempre te he imaginado… Tú sabes ¿no…? Quiero decir, podrías masturbarme - le solicitaría extendiéndole una mano para tomar la suya.

Ella con timidez sujetaría su sexo - Es… Tan grande, caliente y duro - diría ella, frotándolo un par de veces. - Si, tú lo pones así - respondería él, contrayendo y dilatando los músculos pélvicos para que sintiera como este se endurecía y aflojaba por momentos entre la palma de su mano y sus dedos. Ella lo empezaría a mover adelante y atrás apretándolo un poco y aumentando el ritmo, no sería la sensación que él imaginaba, no sería placentera al principio, pero le excitaba, le excitaba mucho que una chica, que su chica, su novia, le estuviese masturbando.

- Aaah más suave Ceci, no lo empujes tan atrás, me duele.

- Per… Perdón Ben… Cielo, es que -se detuvo un instante- es que nunca lo he hecho. No sabia que fuesen tan rígidos, cálidos y suaves. Una cosa es verlos y otra sentirlos. – Puntualizo ruborizándose.

- Sí, lo imagino… Me sucede lo mismo - diría mientras se agachaba frente ella - yo… Tampoco sé mucho de chicas, ¿podrías mostrarme algo?

Ella lo dudaría un momento mientras sujetase sus manos, pero considerando que lo que es igual no es trampa; se levantaría metiendo sus manos bajo la falda por los extremos y bajaría sus bragas. Se acostaría en su cama separando las piernas un poco y levantándose la falda, le mostraría su carnoso, frondoso y oscuro coño, aquello le sorprendería y provocaría que unas gotas de líquido preseminal escapasen de su rígido miembro, era lo más hermoso que jamás se imaginó, la piel que ocultaba sus bragas era más clara que la de los muslos, pero la piel de sus labios mayores era un tanto más oscura que su tono natural, un tono tierra pastel, acentuado más todavía por el frondoso bosque ensortijado de vellos negros donde una grieta corrugada aplastaba sus pliegues inferiores y su clítoris; el cual se asomaba tímido y aturdido en el extremo superior. «Es una lastima que aún no seas mi novia… Sé que estoy soñando… Oh Ceci, te deseo tanto, no imaginas lo duro que me pones» pensaba, al tiempo que bajaba el ritmo y la presión con la que subía y baja su mano, no quería correrse todavía, quería imaginarla un poco más.

Ella recogería las piernas un poco y pasaría una mano entre sus muslos para introducirse el dedo índice y medio entre la enredadera de pelos y la grieta corrugada, perdiéndose en ella y saliendo con una película de brillante humedad, se insertaría los dedos; una, otra, otra y otra vez, quizás fuesen seis u ocho veces en total, cuando de repente le sonreiría y riera divertida. - ja, ja, ja, ja, ja, ja quita esa cara de bobo -. Sí, de seguro tendría en ese momento la cara de idiota que jamás lograse poner nunca, no solo era verla y oírla, también era poder oler toda la gama química flotante; sus alientos, sus perfumes, sus transpiraciones, sus hormonas; masculinas y femeninas, el vaho salino de sus órganos sexuales, sí, seria estúpido no tener cara de idiota con algo así flotando por su cuarto.

Cecilia se mordería el labio inferior y ahora con ambas manos se abriría los labios mayores exponiendo sus cálidas, húmedas y rosadas carnes ante sus ojos - ¿Quieres intentarlo…? ¿meterme un dedo…? -

Aquello sería más de lo que jamás conseguiría en una primera ocasión… Sí, sabía que se estaba mintiendo de forma descarada, ninguna chica llegaría a ello con solo confesarse… Pero este era su sueño y fantasía, podría lograrlo. Se acercaría y arrodillaría entre sus piernas, sentiría aún más fuerte el olor salino de su sexo, turbado, pero con cierto cariño y amor acariciaría sus muslos por la parte interna y luego finalmente hundiría un dedo en su vagina. - Es… Es muy suave, grasosa y cálida - jadearía, en tanto su dedo entrara y saliera un par de veces de su sexo, y mientras tanto, los gemidos entrecortados y expresión facial de su novia le indicarían que tan bien o mal lo estaba haciendo - Aaaahh mételo… Más, más adentro… Así, allí, allí, no lo muevas… ¿Lo sientes, puedes sentirlo? - jadearía ella, contrayendo y dilatando los músculos pélvicos, apretando las paredes vaginales alrededor de su dedo - ¿Sientes lo que hago?

El inseguro respondería - No lo sé… Siento algo, pero todo es tan suave, cálido y baboso dentro… Todo se siente tan… Bien, no sé cómo describir todo.

- Mete otro… Hazlo… Dime que sientes - gemiría, mientras él insertara otro dedo dentro de su vagina, entonces volvería a contraer sus músculos.

- Siento que me aprisionas… ¿Es eso?

- Si… Eso es… Estoy contrayendo mis paredes ¿Te gusta?

«Sus paredes se ciñen alrededor, acariciando de mis dedos, se siente genial, desearía que fuese mi guevo»- Si, me gusta… ¿puedes hacerlo otra vez?, si… ¡Me encanta! puedo sentirlo - diría en tanto sus dedos entrasen y saliesen de ella.

Ya a estas alturas de su imaginación no era de extrañar que tuviese la verga tan dura como una roca y tan caliente como un volcán que empezaría a masturbarse con mayor fuerza y velocidad, siempre llegaba a un punto en que le costaba echar marcha atrás y contenerse, pues el anhelo de experiencia, la ansiedad siempre ganaba espacio, y él estaba ansioso de ella. Sabía que había llegado demasiado lejos en su fantasía, seguro, si fuese real, no pasarían de unos cuantos besos y abrazos. Entonces, para finalizar, sacaría sus dedos y se los llevaría a la boca, probando las esencias interiores de la chica que tanto desea.

En ese mismo instante de fantasía, se presionaría la verga con fuerza mientras con sus músculos genitales empujasen el semen fuera de ella «Aaahhg… Ceci, quiero hacer el amor contigo» pesaba excitado, en tanto salían expulsado dos, tres y quizás hasta cuatro chorritos que aterrizarían entre su pecho, abdomen y vientre, y la parte restante se escurriría entre los dedos de su mano y su miembro.

- ¡Aaaaahhg Ceci! ¡Ceci…! Me excito mucho cuando pienso a solas contigo… Mmmmhhg.

- No sé si podre concentrarme en clase, te deseo, te deseo tanto, deseo; besarte, abrazarte y amarte de mil maneras. «Ooh Dios… Tienes que dejar que sea mi novia» pensó, abriendo los ojos y mirando el techo de su cuarto.

- Ayer pensé que tenía las bolas vacías, pero creo que todavía me queda mucha leche para darte.

Gracias por leer el relato @,@/ no olvides valorar y comentar.

P.D. Es mi primer relato de autosatisfacción masculina, pueden colaborar conmigo describiendo lo que sienten al jugar al furruco *u* o diciéndome si la historia y sus personajes les agrado.