miprimita.com

Año 2034. Lo que el futuro nos puede deparar.

en Sexo con maduras

Acababa de separarme de mí pareja y como manda el protocolo para estos casos, a los quince días de formalizar mi separación recibí en mí móvil-$ una notificación de la AEIS. ¿Qué que es la AEIS os preguntaréis? Pues sencillo, la Agencia Europea de Intervención Sexual.

Creo que he empezado el relato de una forma un tanto confusa. Trato de explicarme. Mi nombre es Carlos, soy un tío de lo más normal, tengo ahora treinta y cinco años y escribo este relato en el año 2034, con la esperanza de que alguien pueda leerlo antes del año 2022 y trate de evitar lo que sucedió Ya sé que suena raro que un relato se pueda leer antes de ser escrito, pero es que las cosas en el mundo han cambiado mucho. Os pongo en antecedentes.

Todo empezó cuando en el año 2022 la ONU, junto a la Unión Europea y varios grandes países decidieron acabar con el dinero físico y obligar a que cualquier transacción económica se hiciera a través del móvil-$. El móvil-$ es como el móvil de 2019, pero con innumerables aplicaciones más que dirigen tu vida.

Como iba contando. La eliminación del dinero físico la vendieron como la forma de acabar con la corrupción, el tráfico de drogas, el blanqueo de dinero,…etc. Si todo el dinero era virtual y estaba controlado por los Estados, no podría destinarse a fines ilegales. Pero de lo que realmente se trataba, era de controlar la vida de los ciudadanos. Los superordenadores dotados de inteligencia artificial lo sabían todo sobre la vida de cada persona: donde habías estado, con quien, cuanto ganabas, cuanto gastabas, en qué, qué habías hecho, en fin todo.

El móvil-$ que distribuyeron a todos los ciudadanos, incluyendo a los niños de más de tres años, entre otras muchas cosas, incluía un GPS de extrema precisión y sobre todo un analizador de ADN en tiempo real que impedía que el móvil-$ pudiera ser usado por alguien que no fuera su dueño.

Una vez que en el año 2025 los superordenadores lo sabían todo sobre todo el mundo, los Organismos encargados de cuidar de nuestra salud decidieron que el móvil-$ también podría ser utilizado para cuidarnos, pero no controlando nuestras constantes vitales y cosas así, sino controlando en que nos gastábamos el dinero. Cuando hacías la compra, los superordenadores decidían que artículos no podías comprar porque podrían ser malos para tu salud o que cosas habías comprado en exceso y te impedía pagarlas y, por tanto, obtenerlas. Si estabas en un restaurante o en un bar, los superordenadores decidían si habías comido o bebido más de la cuenta y simplemente te bloqueaban el pago. Lógicamente, la salud corporal de la población mejoró sensiblemente, pero su salud mental cayó en picado.

No podías hacer nada si no llevabas encima tu móvil-$, no podías arrancar el coche, no podías utilizar el transporte público, no podías utilizar tu ordenador ni tu video consola ni siquiera encender tu televisor o poner el aire acondicionado de tu casa.

Al principio hubo una cierta vuelta de la población al trueque para evitar el uso del móvil-$, pero como los superordenadores sabían con quién estabas y podían escucharte y verte en tiempo real a través del móvil-$, el trueque fue prohibido y practicarlo era sancionado con multas, que te descontaban directamente de tu cuenta del móvil-$, y la requisa de los objetos intercambiados.

Pese a la enorme dificultad de vivir sin el móvil-$ algunos ciudadanos decidieron prescindir de él. A esos ciudadanos se les consideraba personas antisociales y se les recluía en instituciones mentales, hasta que abandonaban dicha actitud supuestamente antisocial.

Los parámetros por los que se medía el bienestar social aumentaban año a año, cada vez menos delincuencia, mas esperanza de vida, más corrección política de la población,…etc., lo único malo es que toda esa mejoría era a costa de la libertad individual de los ciudadanos.

He empezado este relato hablándoos de la Agencia Europea de Intervención Sexual. Voy a tratar de explicaros cómo nació y a que dedica.

Pese a todas las supuestas bondades del obligado uso del móvil-$, en el año 2030 la bajísima tasa de natalidad se convirtió en el problema social más importante. Más de dos tercios de los hogares eran unipersonales. La escasez de familias, vamos a decir habituales, mujer y hombre en edad de procrear, era un grave problema para el mantenimiento de una mínima natalidad.

La Unión Europea decidió que era imprescindible el incremento de la natalidad. Increíblemente, se pusieron de acuerdo sus ahora cincuenta países miembros para poner en marcha la Agencia Europea de Intervención Sexual, la AEIS, por sus siglas en español.

La AEIS tuvo como primeras misiones controlar y destruir cualquier tipo de anticonceptivo, que fueron prohibidos, excepto en contadísimas ocasiones, disminuir los hogares unipersonales y fomentar las familias con capacidad para procrear. La prohibición de los anticonceptivos le dio un buen palo a la prostitución, que terminó siendo prohibida. Pero en lugar de fomentar a las familias dando facilidades para tener, criar o educar a sus hijos, las fomentaron obligando a mujeres y hombres a relacionarse. Los superordenadores de la AEIS hacían perfiles de las personas con los datos obtenidos a través de los móvil-$ y mediante supuestamente complejísimos algoritmos estimaban su compatibilidad y concertaban reuniones obligatorias entre los elegidos, que les eran comunicadas, como no, a través del móvil-$. La no asistencia a las reuniones concertadas era sancionada con importantes multas. La asistencia a cinco reuniones, de las que luego hablaré, sin éxito, es decir, sin que se constituyera una pareja con capacidad para procrear, era igualmente sancionada con multas, que se incrementaban a cada nueva reunión sin éxito.

La presión fue tal, que muchas personas decidieron formar parejas fingidas para evitar las multas. Pero esa práctica no logró engañar durante mucho tiempo a la AEIS, que decidió comunicar por el móvil-$ a las nuevas parejas cuando tenían que follar. Si tras haberlo hecho un determinado número de veces la mujer no se quedaba embarazada, ambos miembros tenían que pasar un reconocimiento médico, que podía terminar en un proceso de inseminación artificial o en la separación obligatoria si es que uno de ellos era estéril.

Al poco tiempo se acusó a la AEIS de discriminación sexual. ¿Qué pasaba con los gais y con las lesbianas? ¿Y con los transexuales? ¿Y por qué siempre la compatibilidad de los perfiles se daba entre personas de la misma raza?

La AEIS tuvo que diversificar sus objetivos y pasar también a formar parejas entre homosexuales, aunque en este caso no eran obligatorias. Pero también se le acusó de discriminación sexual. ¿Por qué no podían existir hogares formados por heterosexuales y homosexuales? ¿Por qué todos los nuevos hogares tenían que ser de dos personas y no de tres o de cuatro?

Toda la polémica derivó en un control cada vez más exhaustivo de las relaciones sexuales de las personas, de las parejas o de los grupos de convivencia y a que no quedase nadie dentro del armario, pues era obligado declarar las afinidades sexuales, cosa de la que se quejaron muy airados los  intersexuales.

Con estos antecedentes que os he contado, ya puedo continuar con el relato personal con que había empezado.

A la muy hija de puta de mi ex pareja no se le había ocurrido otra cosa para joderme, que denunciarme ante la AEIS por prácticas sexuales antisociales. No creáis que yo era un exhibicionista o un pederasta o un violador o que la maltratara a ella o a otra ni ninguna cosa de esas, es que un día le había propuesto darle por el culo, otro le había pedido que me dejara correrme en su boca y un tercer día me había pillado haciéndome una paja. La AEIS consideraba que toda práctica sexual entre una pareja heterosexual, que no tuviera por finalidad la procreación era una práctica antisocial. Sin embargo, esas prácticas no habían sido el origen de la denuncia, sino sólo su excusa.

A María, que así se llama mi ya ex mujer, la había conocido hacía dos años, estando los dos solteros, a través de una reunión concertada por la AEIS. Para ambos era nuestra quinta reunión concertada con posibles parejas y la presión que soportábamos era muy grande. Ella era una chica tres años menor que yo, mona de cara, aunque excesivamente delgada para mí gusto, y que entonces parecía simpática y agradable. Concluimos que de las personas que nos había enviado la AEIS, éramos los más idóneos el uno para el otro y además que no teníamos dinero en nuestras cuentas para pagar la multa que nos impondrían.

María, que vivía todavía con sus padres, se mudó a vivir a mi casa. Me di cuenta enseguida que a María tener relaciones sexuales no le agradaba en exceso, al menos conmigo. Lo hicimos muy pocas veces el primer año, siempre en la postura del misionero, y después cuando la AEIS nos lo indicaba, sin gran pasión e igualmente en la postura del misionero. Yo soy de natural caliente y de vez en cuando tenía que desfogarme haciéndome una paja. La ausencia de sexo con algo de pasión empezó a minar nuestra convivencia, posiblemente por culpa mía.

En alguna comida en casa de los padres de María coincidimos con su hermana Julia. Julia era dos años menor que María y estaba como un queso, alta, morena, guapa, delgada, pero menos que su hermana, unas tetas entre grandes y muy grandes, un culito delicioso y unas piernas perfectas. La AEIS nos tendría muy puteados en el año 2034, pero a los hombres nos seguían gustando las tías buenas igual o más que antes. Después de alguna comida le pregunté a María por qué Julia no tenía pareja, pese a estar en la edad en la que era obligatorio, María me contestó que era lesbiana y que para ella no era obligatorio. Pensé que era una pena que semejante mujer fuera lesbiana, pero las inclinaciones sexuales de cada uno todavía eran libres.

Julia y yo hicimos buenas migas. Bueno, la verdad es que la belleza de Julia me subyugaba y yo procuraba estar a su lado cuando coincidíamos por cualquier motivo familiar. Debía ser porque su familia era muy tradicional, pero en ninguna ocasión fue acompañada a las reuniones familiares por alguna amiga o novia o lo que fuera.

María tenía que viajar algunas veces por motivos de trabajo y una de las ocasiones en que estaba fuera, Julia vino a casa a buscarla.

-              Hola Carlos soy Julia, ¿me abres? –Me dijo por el portero virtual-.

-              Claro, pero si vienes buscando a María, está de viaje.

-              ¡Vaya qué pena! ¿Me invitas a una copa de todas formas, ya que he venido hasta aquí?

-              Por supuesto.

Cuando le abrí la puerta me quedé pasmado. Llevaba un vestido azul muy ajustado, corto y descotado y unos zapatos de tacón muy alto también azules. Estaba que quitaba el hipo. Me dio dos besos en las mejillas y le invité a entrar.

-              ¿Qué quieres tomar? –Le pregunté-.

-              No te preocupes, he venido preparada –me dijo sacando una botella de champán del bolso-.

-              Estupendo, voy a por una enfriadora y unas copas.

Fui a la cocina por las cosas y volví al minuto. Ella se había sentado en el sofá y lucía unas piernas increíbles. Abrí la botella y serví las copas.

-              Por nosotros –dijo brindando conmigo-.

Me senté en el sillón enfrente de ella, posiblemente para poder disfrutar de sus piernas en mayor medida.

-              Oye Carlos, ¿cómo te va con María?

-              Bueno, ya sabrás que era la quinta reunión para ambos. No teníamos ni más oportunidades ni dinero.

-              O sea que mal. ¿Cuál es el problema?

-              Voy a serte franco Julia. A tú hermana no le gusta practicar sexo y cuando tenemos que hacerlo va a por lo justito.

-              ¿Ya ti si te gusta practicarlo?

-              Mucho, soy un hombre muy apasionado y la situación me tiene alterado. ¿Y a ti cómo te va sentimentalmente?

-              No muy bien. Me obligan a ir a reuniones con posibles parejas, pero ninguna me satisface. Menos mal que para las lesbianas no es obligatorio tener pareja.

Julia estaba guapísima. Su escote y sus piernas me estaban poniendo malo. Terminamos las copas y volví a llenarlas.

-              Carlos, ¿yo te gusto?

La pregunta me resultó extraña, sabiendo que ella era lesbiana y yo la pareja de su hermana.

-              Eres una mujer preciosa. ¿Cómo no me vas a gustar?

Ella guardó su móvil-$ entre los cojines del sofá. Se levantó y se acercó a mí, cogió mi móvil-$ e hizo lo mismo con él en mi sillón. Después se agachó y me besó en la boca. Me quedé totalmente desconcertado. Cuando pude reaccionar le pregunté:

-              ¿Pero tú no eras lesbiana?

Se puso un dedo en la boca indicando que me callara. Cogió la botella y las copas y con gestos me indicó que la siguiera. Fuimos hacia la cocina y una vez que estuvimos los dos dentro cerró la puerta.

-              ¡Yo que voy a ser lesbiana, si a mí lo que más me gusta del mundo es una buena polla!

-              ¿Entonces?

-              Antes de declararme lesbiana, a través de una buena amiga conseguí los perfiles de los hombres que me iba a asignar la AEIS. La elección no podía ser peor para mí. Ellos dirán que era fruto de la inteligencia artificial, pero a mí me pareció fruto de la idiocia artificial. No tenía dinero para las multas, así que decidí declararme lesbiana. La cosa me tiene jodida, perdón, precisamente ese es el problema, que no me tiene jodida, vamos que no follo con nadie desde hace meses y estoy que me subo por las paredes.

La revelación de Julia me dejó de piedra, mentir sobre la tendencia sexual estaba duramente castigado. Pero sobre todo, ¿por qué me contaba que no mantenía relaciones sexuales y que estaba que se subía por las paredes?

-              Julia tu eres una chica muy atractiva y podrías haber formado pareja con quién quisieras.

-              Eso te crees tú. Tú también eres un hombre atractivo y tuviste que formar pareja por obligación y en el último minuto. Los que en su momento dejamos las cosas para el final, nos encontramos con que casi todo el mundo que merecía la pena estaba ya emparejado.

Julia se acercó a mí y volvió a besarme en la boca. Tenía una boca deliciosa y besaba de maravilla. Puse mis manos en su cintura empujándola hacia mí.

-              ¿Qué quieres Julia?

-              Que voy a querer, pues follar contigo. ¿Tienes algún problema?

Recordé a María, pese a todo, ella era mi pareja ahora. Sin embargo, también recordé el poco y aburrido sexo que ella me permitía.

-              Ninguno –le contesté quitándome a María de la cabeza y concentrándome en el pedazo de mujer que tenía delante-.

Julia me tenía aprisionado contra la encimera de la cocina. Notaba el tamaño y la dureza de sus tetas contra mi pecho. Bajé mis manos a su culo y comencé a amasárselo. Lo tenía duro y muy respingón. Sin dejar de besarme Julia fue desabotonándome la camisa hasta abrirla del todo, para luego quitármela. Yo metí las manos bajo su vestido para sobarle el culo. O llevaba un tanga mínimo o iba sin bragas.

-              Julia estás buenísima, me atrajiste desde que te vi por primera vez en casa de tus padres.

-              Tú a mí también. Pensé en la suerte que había tenido el bicho palo de mi hermana, con lo fría y lo seca que es.

Julia llevó una mano a mi entrepierna, palpándome la polla que estaba como un palo de dura.

-              Ya veo que te gusto –dijo sin parar de sobarme el nabo-. ¿Cuántos polvos puedes echar en una tarde?

-              Hoy creo que muchos, estoy muy caliente. ¿Y tú cuantos orgasmos puedes tener?

-              Varios hasta que me desmalle. Debe dolerte la polla de tenerla embutida en los boxes.

-              Un poco sí.

Julia se separó de mí, lo suficiente para soltarme el cinturón y los pantalones, que cayeron a mis pies. Luego me bajó los boxes, liberando mi polla que como un resorte se me pegó a la barriga, hasta que ella la separó con su mano.

-              ¡Cómo me gusta tu polla! –Me susurró al oído-.

Yo saqué mis manos de debajo de su vestido para llegar a su cremallera. Con las manos temblorosas por los nervios que tenía, se la fui bajando hasta llegar al comienzo de su culo, luego metí las manos por dentro del vestido para abrazarla sin tela por en medio. No llevaba sujetador ni falta que le hacía. Al poco tiempo ella se separó de mí y dejó caer el vestido, quedándose completamente desnuda. Estaba todavía más buena de lo que yo creía. Llevé una mano a su chocho que llevaba completamente depilado, pese a que entonces ya no estaba de moda. Cuando rocé su clítoris, soltó un largo suspiro.

-              ¿Tienes nata montada? –Me preguntó-.

-              Julia no me jodas, ¿es qué tienes hambre ahora?

-              ¿Tienes o no?

-              Creo que sí.

-              Pues dámela.

Abrí el frigorífico, cogí el bote de la puerta y se lo di. Ella se puso en cuclillas, abrió el bote y me llenó la polla y los huevos de nata, luego fue pasando su lengua por todo el tronco de mi polla y mis huevos comiéndose la nata. Después de ese día, cuando nos veíamos a comer en casa de sus padres algún domingo, ella siempre tomaba de postre un palo de nata, que se comía mirándome a los ojos y cogiendo el relleno de nata con su lengua.

Yo estaba fuera de mí, por fin una tarde de juegos sexuales como hacía años que no disfrutaba. Mientras ella se comía la nata de mi polla, yo le sobaba sus fantásticas tetas. Eran más grandes de lo que parecían cuando iba vestida y ya parecían bastante grandes. Tenía unas areolas rosadas y grandes y los pezones gruesos y duros como piedras.

-              Julia me estás matando de placer.

-              Necesitaba comerte la polla y además estaba notando una bajada de glucosa. Ahora ya estoy de maravilla. ¿Tienes mermelada? –Me preguntó cuando había dejado mi polla sin una gota de nata-.

-              ¿Vas a merendar?

-              No, vas a merendar tú.

Abrí de nuevo el frigorífico y le pasé el tarro de mermelada. Ella se sentó en el borde de la encimera y sin dejar de mirarme a los ojos metió dos dedos en el tarro, cogió una buena cantidad y se la extendió por el chocho.

Para mí no era la primera vez que lamía un chocho untado con algo dulce. Hacía ya bastantes años tuve una follamiga, que un día en un camping de lo más cutre, le dio por untarse miel en el chocho a la hora de desayunar, para que yo me la comiera. La chica se cuidaba poco los bajos y tenía unos muy abundantes pelos, que me dificultaban lamer a gusto. Lo malo fue que poco a poco se le llenó el coño de moscas de tal manera, que tuvimos que salir corriendo a las duchas, para que se limpiara. Lo bueno fue que el camping estaba casi vacío y echamos un polvo de cojones en las duchas.

-              Ven a merendar –me dijo con una voz ronca que no le conocía-.

Me puse de rodillas entre sus piernas, que había abierto y subido y acerqué mi boca a su coño y con la lengua fui quitándole toda la mermelada.

-              ¡Carlos sigue lamiendo que me voy a correr! ¡Aaagg, por Dios sigue, sigue, sigue,…!

Noté los flujos que iba saliendo de su chocho y los fui sorbiendo. El sabor de sus flujos me puso todavía más caliente de lo que estaba. Me incorporé, ella cogió mi polla y empezó a hacerme una paja a la misma vez que se la pasaba por su chocho.

-              ¡Me voy a correr Julia!

Ella me la apretó con más fuerza y aceleró sus movimientos. Me corrí sobre su vientre, llenándole el ombligo con mi crema. Me apoyé de culo contra la encimera, ella se puso de pie, llenó las copas de champan, me pasó la mía y dijo:

-              Por el primero de los muchos polvos que vamos a echar de ahora en adelante.

-              Amén –le contesté-.

Abrió la puerta de la cocina. Verla andando de espaldas desnuda y con tacones era sobrecogedor. Me indicó que la siguiera. Cogió su móvil-$ y lo puso sobre la mesa de comer. Yo hice lo mismo con el mío y lo puse frente al suyo, como si estuviéramos comiendo. Luego me dijo al oído:

-              Vamos a la ducha que habrá que limpiarse de lo pegajosos que estamos.

Me cogió de la mano y salimos del salón hacia el baño del dormitorio, cerrando las puertas detrás de nosotros.

-              Si nos observan pensarán que estamos cenando, tenemos una hora por delante. –Me dijo-.

-              Te lo tienes muy estudiado.

-              He estado mucho tiempo pensándolo.

Entramos en la ducha y seguimos besándonos bajo el agua. Yo seguía empalmado como si no me hubiera corrido unos minutos antes. Poco después ella puso mi polla entre sus piernas sin dejar de besarme y noté como empezó a mear sobre ella.

-              ¿Te gusta que me mee en tu polla?

-              Me encanta. Eres muy creativa con el sexo.

-              Todos los días me hago un dedo o dos y pienso en las cosas que me gustaría hacer con un hombre. Para que no se me olviden las apunto en una pequeña libreta que tengo en la mesilla de noche.

-              Me encantaría poder leer esa libreta.

-              Si te portas bien me la traeré algún día.

Terminó de mear, cogió gel, me untó la polla y la fue sobando lentamente.

-              ¿No se te baja? –Me preguntó-.

-              Estoy tan caliente que no.

Yo enjaboné sus tetas, su vientre y su chocho, acariciándolos suavemente. El tacto de su piel mojada y enjabonada era inigualable. La puse de cara a la mampara y lentamente le metí la polla en el chocho. Ella gimió con fuerza.

-              No te vayas a correr dentro, no tengo acceso a anticonceptivos. ¿Tú tienes algún condón?

-              No, si tu hermana me pilla un condón me mata. No te preocupes todavía voy a tardar en correrme.

-              Pues entonces sigue follándome, me encanta sentirla dentro.

Le sobaba las tetas mientras bombeaba en su chocho, ella suspiraba y gemía. Bajé una mano a su chocho y empecé a acariciar su clítoris.

-              ¡Fóllame más fuerte, lo necesito, hace tanto tiempo que no follo!

Incrementé el ritmo y los empujones contra su culo lo que pude.

-              ¡Más fuerte, más fuerte, haz que me corra otra vez!

-              ¿Te gusta más así? –Le pregunté ya al límite de mis fuerzas-.

-              ¡Sigue, sigue follándome, más, más, aaagg, más, maaaaaas, ahora, ahora,...!

Perdió la fuerza de las piernas y tuve que agarrarla para que no se cayera.

-              ¡Qué bueno, qué gusto! –Me dijo cuando logró recobrar el aliento, luego se volvió hacia mí y me besó en la boca-.

Terminamos de ducharnos y nos secamos mutuamente sin parar de besarnos. Salimos al dormitorio, ella se tendió boca arriba en la cama y yo me puse de rodillas sobre ella a la altura de su vientre.

-              Cuéntame alguna de las cosas que tienes apuntadas en tu libreta.

-              Son cosas muy variadas, desde donde follar, con quien, como follar, con cuantos a la misma vez, ya te digo que muy variadas.

-              No te pareces en nada a María.

-              Gracias a Dios. De pequeñas yo le preguntaba cosas sobre el sexo, pero ella nunca me contaba nada, sólo me decía que tenía una cabeza muy sucia y que se lo iba a decir a mamá. Antes de la AEIS follé de lo lindo con todo el que me apetecía, pero desde que empezaron a intervenir se acabó.

-              Yo también tuve mis buenas folladas y esta tarde contigo me ha hecho sentirme como entonces. Tenemos que repetirla.

-              No lo dudes, me gusta como follas.

Sus tetas me llamaban, me moví un poco y empecé a golpearlas con mi polla. Ella se las cogió para que pudiera darles mejor.

-              Esta es una de las cosas que tengo apuntadas. Me gusta sentir una polla dura golpeándome los pezones.

-              Tienes unas tetas grandes y preciosas.

-              ¿Te apetece correrte?

-              Claro, estoy muy caliente.

-              Túmbate boca arriba.

La obedecí y ella se puso en cuclillas sobre mi polla, la cogió, puso la punta en su culo y fue bajando poco a poco.

-              ¿No quieres que te lo abra un poco? –Le pregunté pensando que le podía doler-.

-              No hace falta, déjame hacer a mí.

Siguió bajando lentamente hasta que se la metió entera en el ojete. La presión que hacía sobre mi polla me mataba del gusto. Llevé una mano a su chocho para acariciárselo, mientras que con la otra seguía sobando sus tetas.

-              Méteme dos dedos y muévelos dentro.

Sin gran esfuerzo le metí un par de dedos, tenía el chocho encharcado.

-              Carlos me voy a correr otra vez, córrete dentro cuando quieras.

Fue subiendo y bajando sobre mi polla cada vez más rápido hasta que noté que iba a volver a correrse y yo empecé a correrme con grandes chorros en su interior.

-              ¡Como me gusta sentir tus chorros en mi culo! ¡Aaaaggg, sigue con los dedos, sigue, sigue, yaaaaaa…!

Después de corrernos nos quedamos un rato uno sobre otro hasta que ella miró el reloj.

-              Tengo que irme o van a empezar a sospechar.

Se levantó, se limpió los chorros que le caían del culo, se vistió, cogió sus cosas y se fue, tras insistir en que teníamos que repetir.

Y efectivamente, durante meses, repetimos cada vez que María salía de viaje. En ese tiempo las comidas en casa de sus padres no eran para cardiacos. Nos besábamos en la cocina  en el pasillo o en cualquier sitio cuando no había nadie por allí y a veces, cuando todos los demás daban una cabezada viendo la televisión después de comer, echábamos uno rápido en su dormitorio.

Una vez mi empresa decidió mandarme a un congreso a San Sebastián, iba a estar un par de días y le propuse a Julia que nos viéramos allí. Ella aceptó y reservó una habitación en el mismo hotel al que yo iba. Protesté diciendo que podía quedarse en mi habitación, pero ella dijo que ni loca, que la AEIS podía saberlo e iba a tener que dar muchas explicaciones.

Cuando llegué al hotel ya era de noche, pregunté en recepción por su número de habitación y la llamé desde la mía.

-              Hola Julia, ya estoy en el hotel.

-              Nosotras hemos llegado hace un rato.

-              ¿Cómo nosotras?

-              He venido con mi amiga Antonia, quería cumplir otro de los deseos de mi cuaderno. Hacer un trío. ¿No te apetece? –Esto último lo dijo en voz muy baja-.

¡Hostia un trío! Yo no había nunca ninguno y me empalmé sólo con que Julia me lo propusiera.

-              Mucho, no he tenido oportunidad de hacerlo nunca.

-              Estupendo, pero salimos a cenar primero que estamos muertas de hambre. Llévate tu móvil-$, nosotras nos los vamos a dejar aquí, para que parezca que estamos tan apasionadas que ni cenamos. Nos vemos a la salida del hotel en quince minutos.

Bajé a los diez minutos, expectante por conocer a la tercera componente del trío. Tras diez minutos de tensa espera salieron las dos.

-              Hola Carlos –dijo Julia dándome un beso en la boca-. Te presento a mi amiga Antonia.

-              Encantado Antonia. -Ella se acercó y nos dimos un par de besos en las mejillas-.

Antonia tendría unos cuarenta y cinco años, alta, media melena de abundante pelo castaño, guapa de cara en la que destacaba una bonita nariz y unos carnosos labios. Su figura no desmerecía a su cara.

-              ¿Dónde queréis que vayamos a cenar? He mirado varios restaurantes, aunque en esta ciudad se puede comer bien en cualquier sitio. –Dije-.

-              Nosotras habíamos pensado en ir de pinchos. –Contestó Julia-.

-              Pues entonces no se hable más –les dije-.

Fuimos andando hacía el centro, que estaba relativamente cerca. Una vez allí fuimos de bar en bar, tomando vino y pinchos. Antonia era mujer simpática y bastante abierta.

-              ¿Os conocéis hace tiempo? –Les pregunté en uno de los bares-.

-              Hace algunos años. Ella fue mi jefa en mi primer trabajo. –Contestó Julia-. Nos hicimos bastante amigas. Hace poco tiempo Antonia se ha mudado a vivir a Bilbao. Ahora que las dos estamos sin pareja oficial, nos vemos cada vez que podemos. Así que le propuse que pasara esta noche con nosotros para poder vernos

-              ¿Cómo es que no tienes pareja? –Le pregunté a Antonia-.

-              Bueno, he tenido la menopausia muy prematura y la AEIS ha reasignado a mi pareja con una mujer más joven todavía fértil.

-              ¡Joder que putada! –Le dije-.

-              No te creas, estoy encantada sin la regla y sin pareja, a la que ya tenía muy vista. –Contestó ella-.

En uno de los bares Antonia dijo que tenía que ir al servicio, aproveché para preguntar a Julia:

-              Antonia me parece muy simpática y muy atractiva. ¿Has hablado con ella lo del trío?

-              No, te lo tendrás que trabajar tú. Sé que es bastante liberal por las cosas que me cuenta. No creo que te ponga muchos problemas, pero ella y yo nunca hemos tenido nada.

Seguimos de bares y de vinos hasta que empezó a llover como si no hubiera un mañana. Viniendo de Sevilla y con las fechas casi veraniegas que eran, ni Julia ni yo llevábamos paraguas y Antonia uno de esos muy pequeños que no sirven para casi nada. Decidimos dar por terminada la cena y volver al hotel. Cuando llegamos estábamos los tres completamente empapados. Les propuse tomar una copa en mi habitación mientras nos secábamos. Yo no podía ir a la suya con el móvil-$, sin que corriéramos peligro.

En el bar del hotel pedí una botella de champán y unas copas y nos las subimos a mi habitación. Al llegar Julia dijo que iba a quitarse la ropa en el baño, Antonia dijo que la acompañaría porque ella estaba también empapada. Yo en la habitación me quité también la ropa y me puse un albornoz que había traído. Después abrí la botella y serví las copas para los tres. A los pocos minutos salieron Antonia y Julia liadas en las toallas de baño del hotel, estaban las dos preciosas y muy tentadoras. Ellas se sentaron en el sofá de la habitación y yo en una silla enfrente.

-              Carlos, así que tú eres quien tiene a mi amiga revuelta. –Dijo Antonia-.

-              Bueno no sé si es así o al contrario y ella me tiene revuelto a mí. Por cierto, estáis las dos preciosas, parecéis salidas de una película de James Bond de los años setenta. –Las dos se rieron de la ocurrencia-.

-              ¿Entonces tú serías Sean Connery? –Preguntó Antonia siguiendo la broma-.

-              Más quisiera yo.

-              No creas que te das un cierto aire con el albornoz. –Me contestó Antonia-.

La calefacción del hotel estaba a tope pese a ser junio. Para colmo el edificio del hotel era uno de esos edificios inteligentes, que no permitía abrir las ventanas. Traté de bajar la calefacción pero me fue imposible. Julia no desaprovechó el tema del calor para sus intenciones:

-              ¡Qué calor! Si no os importa me voy a quitar la toalla.

Debajo de la toalla llevaba sólo un pequeño tanga de esos que tienen varias tiritas detrás, que le hacía un culo imponente. Aunque ya llevaba algún tiempo con ella, la visión de sus tetas me ponía caliente como si fuera la primera vez que las contemplara.

-              Sigues teniendo unas tetas adorables. Tal vez sean las más bonitas que he visto nunca. –Le dijo Antonia-.

-              Gracias, pero que yo recuerde las tuyas tampoco estaban nada mal.

-              Los años no pasan en balde, pero sí que se conservan bastante bien.

-              ¿No tienes calor? –Le preguntó Julia a Antonia-.

-              Claro que tengo calor, pero no tengo confianza con Carlos como tú para quitarme la toalla.

-              Por mí no pases calor –le dije a la misma vez que me desnudaba el torso y me dejaba el albornoz a la altura de la cintura-.

-              Bueno, si Janes Bond se anima yo también.

Sin levantarse del sofá Antonia se quitó la toalla. Tenía unas preciosas tetas, grandes, con la areola rosada y unos pezones también grandes y duros. Por la posición no pude apreciar si llevaba bragas.

-              ¿A qué Antonia tiene también unas tetas muy bonitas? –Me preguntó Julia-.

-              Yo diría que preciosas. –Le contesté después de mirarlas descaradamente-.

-              Sabéis que con la situación me estoy poniendo cachonda, voy a tener que darle gracias a la famosa lluvia de San Sebastián, por disfrutar a mi edad de un rato como este con dos jóvenes tan guapos.

-              Bienvenida al club, yo me paso el día cachonda perdida pensando en Carlos. –Dijo Julia-.

-              ¿Y qué tiene Carlos para ponerte así?

-              Dos cosas muy importantes para una mujer como yo, una bonita polla que utiliza como los ángeles y que en el sexo le gusta hacer de todo.

-              Vaya con Carlos, eso habría que verlo y probarlo. –Dijo Antonia mirándome fijamente-.

No deje pasar la ocasión, me levanté y terminé de quitarme el albornoz. Julia y Antonia me miraban fijamente. Yo tenía una erección de campeonato con la situación y para disfrutar con Julia de los días de San Sebastián, me había depilado por completo, con lo que la erección era bastante más vistosa.

-              Pues sí que está muy bien. Julia. Para ser lesbiana, tienes muy buen gusto con las pollas. –Nos reímos los tres con la maldad de Antonia-.

Antonia se levantó del sofá, no llevaba bragas y tenía un buen felpudo de pelo muy corto. Se acercó hacia mí, volviéndose hacia Julia le dijo:

-              ¿Puedo?

-              Si él te deja, por mi parte no hay ningún problema.

-              ¿Puedo? –Me preguntó entonces a mí-.

-              Claro que puedes, lo que sea que me vayas a hacer lo estoy deseando.

Me cogió la polla con una mano y con la otra los huevos y me besó en la boca con mucha lengua. Julia se levantó, se pegó a Antonia por detrás y empezó a sobarle las tetas. Antonia sabía muy bien cómo coger una polla, apretaba lo justo y movía lentamente la mano, evitando que descapullara todavía. Julia se puso a un lado, para que pudiéramos besarnos los tres a la misma vez. Después Antonia se puso en cuclillas, dejando la boca de Julia para mí y empezó a lamerme la polla. Era una sensación maravillosa estar con dos preciosas mujeres, besando a una y la otra comiéndome la polla.

-              ¡Joder qué bueno! –Dije-.

Antonia tiró de Julia hacia abajo para que se pusiera también en cuclillas junto a ella. Las dos empezaron a pasar sus labios cada una por un lado de mi polla. No podía apartar la vista de ellas. Desde luego era un hombre con suerte. Al rato Antonia se levantó y se tumbó boca arriba en la cama con las piernas fuera y muy abiertas, estaba claro lo que quería. Ayudé a Julia a levantarse y me puse de rodillas entre las piernas de Antonia para llegar con la boca a su coño. Julia se quitó el tanga y se puso de rodillas con su chocho sobre la boca de Antonia, colocó las manos sobre sus tetas y empezó a amasárselas y a pellizcarle sus durísimos pezones.

-              ¡No pares Carlos, que me voy a correr, sigue, sigue, más, más…! –Me ordenó Antonia al cabo de un rato, apretándome la cabeza contra su coño-.

-              ¡Tú tampoco dejes de comerme el chocho, que me voy a correr también!

Yo también estaba a punto de correrme, dejé de sobarme el nabo para poder aguantar hasta que ellas se corrieran, lo que no tardaron ni un minuto en hacer. Julia se dejó caer boca arriba al lado de Antonia. Me incorporé y me puse de rodillas sobre la cama al lado de Antonia y empecé a jalarme la polla con ansia hasta que me corrí. Los primeros chorros le cayeron a Julia en las tetas y eso que estaba a casi un metro y los últimos a Antonia también sobre sus tetas.

-              ¡Dios, que a gusto me he quedado! –Exclamó Antonia-.

-              ¿A qué Carlos es divertido en esto? –Le preguntó Julia a Antonia-.

-              Julia, divertidos son los chistes y follar no es un chiste. –Le contestó Antonia-.

Me levanté cuando pude, llené las copas y se las di. Ella se incorporaron un poco y Julia brindó:

-              Por la primera, pero no última, corrida de la noche.

Nos pasamos la noche follando como descosidos. Terminé tan cansado que no me pude levantar para asistir al congreso. Cuando pudimos despertarnos volvimos a echar otro polvo en la ducha, nos fuimos a comer y Antonia se fue para Bilbao. Al siguiente y último día del congreso Julia no me dejó ir ni a recoger la documentación. Volví a Sevilla con la polla en carne viva y Julia sin poder ponerse bragas.

En fin, todo era estupendo hasta un día que los padres de María y Julia nos invitaron a la piscina de una casita que tenían en el campo. Cuando llegamos María y yo, después de saludar a sus padres, nos sentamos al lado de la piscina. Su madre le dijo a María que tenía que llevarlos en coche al pueblo, a hacer unas compras. Al poco tiempo de estar sentados en la piscina apareció Julia con el biquini más indecente que yo hubiera visto nunca. El top eran dos cintas, una debajo de las tetas, de ella salían dos rectángulos blancos mínimos, que en el mejor de los casos alcanzaban a cubrirle los pezones, dejando en realidad todas sus grandes tetas a la vista, los rectangulitos se cogían arriba con otra cinta que iba al cuello. La braga no era tal, sino otras dos cintas cruzadas detrás con otro rectangulito blanco que a duras penas le tapaba la raja del chocho y nada de su precioso culo.

-              Julia, ¿no te parece un poco escandaloso ese biquini? –Le echó en cara María cuando la vio-.

-              Hermana no seas carca, que estamos en la piscina de casa. ¿A ti te gusta Carlos? –Me preguntó con mucha retranca-.

-              Sí, me parece muy original –le contesté y María me miró con muy mala cara-.

Tuve que meterme en la piscina porque el puto biquini me había producido una erección descomunal y no quería que María se diera cuenta.

-              Me voy a llevar a papá y a mamá al pueblo. Yo creo que tardaremos más o menos dos horas. –Dijo María entrando en la casa-.

Julia se puso delante de mí en una tumbona a tomar el sol. Esperamos los dos en silencio, hasta escuchar el ruido del coche empezando la marcha. Yo no podía quitar la vista de Julia, no se podía estar más buena. Después de unos minutos de precaución, Julia me dijo:

-              Carlos, sal de la piscina y ponme un poco de crema bronceadora, que estoy demasiado pálida.

Salí de la piscina con un bulto en el bañador como una tienda de campaña. Cuando Julia lo vio dijo:

-              Parece que te ha gustado mucho mi nuevo biquini.

-              No sabes tú bien cuanto me ha gustado. –Le dije acercándome a ella-

-              Me lo quito para que puedas darme mejor la crema –me dijo cuando estuve a su lado-.

-              No creo que haga falta –le dije disfrutando de su espalda y su culo y cogiendo el bote de crema que ella me ofrecía-.

La estuve sobando a base de bien con la tontería de la crema. Ella suspiraba y gemía. Cuando terminé de ponerle crema Julia se incorporó y se puso a cuatro patas.

-              Fóllame, que me has puesto muy caliente –me dijo-.

Me quité el bañador, me puse de rodillas en la tumbona detrás de ella, le eché a un lado la cintita, se la metí entera de una vez y me puse a bombear como un loco. Ella gritaba pidiendo que le diera más fuerte. Con la emoción debimos cerrar los dos los ojos. Me extrañó cuando escuché a Julia preguntarme:

-              ¿Pero qué haces Carlos?

-              ¡Creo que está claro que follarte duro!

Tras decir esto levanté la cabeza y tenía a María en frente de mí viendo todo lo que estaba pasando.

La cosa fue un drama. María se quedó en casa de sus padres y yo regresé a la mía. Ella no quiso denunciar a la AEIS mi infidelidad para no comprometer a su hermana en su declaración de lesbiana, pero a mí, como he contado antes, me denunció por prácticas sexuales antisociales, justificando así nuestra separación. Julia se mudó de ciudad y desgraciadamente no he vuelto a verla nunca.

Habían sido los mejores meses de mi vida sexual, incluso podría decir que de mi vida sin adjetivos. Lástima que terminaran como el rosario de la aurora.

En los siguientes días tuve que asistir a un curso virtual de reeducación de prácticas sexuales. El curso recreaba un aula en la que aparecíamos, como si estuviéramos presentes, los que asistíamos desde casa. La mayoría éramos hombres, al parecer debíamos ser más viciosos, aunque también había mujeres y alguna muy atractiva. Mientras me soltaban el rollo yo pensaba en qué habrían hecho esas mujeres para tener que asistir y me excitaba con ello. En cualquier caso, fue la cosa más alienante que me ha pasado en la vida.

Según ellos, toda práctica sexual tiene que estar dirigida a procrear. La pareja puede hacerlo como quiera, pero el hombre tiene que terminar en la vagina de la mujer. Cada gota de semen que no termina ahí es un delito social y puede ser castigado con severas multas. Nada de terminar en la boca, en el culo o en cualquier otra parte. Por supuesto, para los hombres nada de pajas, las mujeres pueden hacérselas si es para excitarse o excitar a los hombres.

Como he contado al principio de la historia, al ser un hombre en edad de procrear a los quince días de la separación oficial tenía que empezar a asistir a nuevas reuniones para emparejarme o presentar una pareja buscada por mi cuenta que debía ser aprobada por la AEIS. Como no tenía ánimos para buscarme otra pareja, tenía que asistir a las reuniones concertadas.

Las reuniones concertadas se podían producir en cualquier parte, pero lo habitual era celebrarlas en una especie de apartoteles construidos por la AEIS para facilitar las reuniones. Con las peculiaridades de cada edificio, los arquitectos seguían queriendo mostrar la genialidad de su trabajo, en general eran apartamentos con un salón y una pequeña cocina a la entrada y un dormitorio tras una puerta de cristal.

Cuando se  producía la primera reunión los dos asistentes podían a través de una aplicación específica del móvil-$ decir que SI y entonces se abría la puerta del dormitorio, por si querían mantener relaciones sexuales, vamos como si no se pudiera follar en el suelo o en el sofá. Si uno decía que NO se abría la puerta de entrada al apartamento y ambos debían salir. La tercera posibilidad es que uno dijera que SI o POSIBLE y el otro POSIBLE y entonces se abría un período de seis semanas para formar pareja o dejarlo definitivamente en cualquier momento. En este último caso, era obligatorio mantener una reunión a la semana en el apartamento de la AEIS o en cualquier otro sitio.

La mayor parte de las veces la opción elegida por la posible pareja era la última, ya que esto les permitía, al menos, dilatar al nuevo candidato seis semanas más.

Por el móvil-$ me llegó la primera reunión concertada de mi nueva etapa como candidato. Era con una tal Cristina y sólo con las fotos que me enviaron, yo ya sabía que iba a ser un nuevo fracaso, de cómo la llamaba Julia, la idiocia artificial.

Cristina era bastante fea, pero eso era casi lo de menos, su expresión en las fotos evidenciaba mal carácter y una actitud altiva. No me equivoqué. Nos reunimos un viernes por la tarde, encima te jodían el fin de semana. Llegué unos cinco minutos antes de la hora y a la hora en punto llegó Cristina.

Nos presentamos dándonos la mano, no le puedo llamar un apretón, porque encima la tía daba la mano floja, cosa que no me gusta nada. Cuando me fijé en su cara tenía los labios más finos de lo que parecían en sus fotos y eso me horrorizó. Algunos os preguntaréis por qué me horroricé. Tomadme en serio, a lo largo de mi vida he llegado a la conclusión de que las personas con los labios finos son malas de condición, pero en el caso de las mujeres es que además son unas arpías de las que no te puedes fiar y frías como el mármol.

Empezamos una estúpida charla sobre el clima, en la que intervine poco, pero cada vez que lo hacía por mera cortesía, ella seguía hablando como si no me hubiera escuchado. Durante los diez minutos siguientes me convencí de que no quería volver a ver a aquella mujer ni una vez más. Decidí terminar con la reunión y se lo dije:

-              Cristina no te lo tomes a mal y cúlpame a mí si quieres, pero creo que somos incompatibles.

-              ¿Por qué lo dices?

-              Cristina es un convencimiento que tengo, que no puedo explicarte.

-              ¡Ya me imaginaba que eras un cerdo!

-              Creo que es mejor que lo dejemos y que no discutamos ni nos hagamos daño.

-              Sabía que eras un vicioso de las prácticas sexuales antisociales, pero que además fueras un antisocial no.

Me extrañó que me dijera aquello, porque supuestamente ese dato, una vez realizado el curso, debe borrarse de tu perfil. Pulsé el NO en el móvil-$, me levanté y me fui del apartamento mientras ella seguía insultándome a voz en grito. Me quedé con mal cuerpo para todo el fin de semana.

Durante esos días pensaba mucho en Julia y recordaba con gran pasión los días en San Sebastián y sobre todo la noche con Antonia. Me hubiera hecho alguna paja para desfogarme, pero no tenía ni ganas de hacérmela.

La segunda reunión concertada me llegó para la tarde del viernes siguiente. ¡Al carajo de nuevo el fin de semana! La foto y los datos de la candidata me llegaron esa misma mañana al móvil-$. Parecía mulata o muy morena y era mona de cara, aunque no se pudiera decir que era un bellezón, pero sí con una boca grande y unos labios carnosos. Se llamaba Yoselin y parecía tener alrededor de treinta años. Su cara me resultaba algo familiar, pero fui incapaz de recordar de qué la podía conocer. Me alegró el encuentro, era la primera vez que iba a tener trato con una mulata, aunque no supiera si llegaríamos a algo.

Llegué puntual al mismo apartotel de la primera vez, aunque afortunadamente la reunión se celebraría en otro apartamento diferente a la de los labios finos. Yoselin me hizo esperar más de un cuarto de hora. En algún momento pensé que igual no venía, pero al final hizo su aparición ¡y qué aparición!

Sería de alta más o menos como yo, pero llevaba unos zapatos de tacón y plataforma de al menos quince centímetros. Iba vestida con un pantalón blanco como de lino, no ajustados sino más bien como una segunda piel, y una camiseta verde de tirantas también ajustada, pero sobre todo descotada y sin sujetador. Tenía unas tetas grandes que parecían estar duras como piedras y, en general una bonita figura. Sin embargo, lo que era absolutamente espectacular era su culo, embutido en aquellos pantalones blancos. Era grande sin ser enorme, pero sobre todo era respingón, el prototipo de culo de mulata. Los pantalones permitían intuir unas nalgas tremendas. No es que fuera de caderas anchas, sino más bien lo contrario, su culo era grande porque tenía unas nalgas superlativas. En general era una de las mujeres con más morbo en su cuerpo que yo había visto en mi vida.

-              Hola mi amor. ¿Tú debes ser Carlos? Yo soy Yoselin. –Me dijo dándome dos largos besos en las mejillas-.

Entonces caí de que la conocía. Habíamos asistido juntos al curso virtual de reeducación para evitar las prácticas sexuales antisociales. ¿Qué habría hecho semejante elemento para tener que asistir a ese curso? Pensé.

-              Ay chico, a mí me suena tu cara –me dijo después de mirarme algo de tiempo-.

-              Hace algún tiempo hice un anuncio de boxes. –Le contesté con mucho cachondeo-.

-              Más quisieras mi amor. No, ¡tú estabas en el mismo curso de reeducación que yo!

-              Qué buena memoria. ¿Te quedaste con mi cara?

-              Un chico guapo no se me pasa, sobre todo con tanto vicioso que había allí. ¿Qué hiciste corazón para tener que ir?

-              Me imagino que algo parecido a ti. Mi pareja no quería jugar conmigo.

-              ¡Ay bribón qué le propondrías, para no querer jugar contigo! Lo mío fue peor, el cabrón me denunció por metérmela por el culo, pero la verdad es que el tío tenía una amante y quería darme la boleta.

-              ¿Cómo, fue eso?

-              Si chico, mi pareja era un negro como un armario empotrado y con una polla a juego. Al principio de conocernos nos gustaba, como tú dices, jugar entre nosotros y con otros u otras, pero el puto negro se fue poniendo cada vez más aburrido. Un día que me lo estaba montando y él tenía los ojos cerrados, me la metí por la puerta de atrás, cuando abrió los ojos se dio cuenta y me denunció por pervertida. Luego me enteré que el muy huevón tenía una amante negra como el carbón y lo que quería era una excusa para separarse de mí. ¡Después de cinco años el hijo de puta!

Mientras hablaba, gesticulaba con mucha intensidad y con todo el cuerpo. Parecía una chica muy simpática y desinhibida. El culo se le movía de una forma increíble y yo no podía dejar de mirarlo de reojo.

-              ¿Te gusta mi cola? –Se debía haber dado cuenta que le miraba el culo-.

-              ¿Y a quién no?

-              Ay chico que galante, deja que te de un beso. –Mientras lo decía me dio un pico en los labios-. ¿Y a ti que te pasó?

-              Algo muy parecido. Mi pareja era muy aburrida en la cama y yo quería algo más de diversión. Se lo propuse y me denunció.

No quise contarle que además había tenido un lío con su hermana, ya que parecía muy dolida con la infidelidad de su pareja.

-              Me has caído muy bien y te daré un POSIBLE. –Me dijo-.

-              Estupendo, yo había pensado lo mismo.

-              Bueno mi amor, tengo que decirte que para mí follar es muy importante. ¿Y para ti?

-              Igual o más que para ti.

-              Pues tendremos que probar en estas semanas.

Yoselin, con su cuerpo y su desparpajo me estaba poniendo como una moto.

-              ¿De dónde eres? –Le pregunté-.

-              Nací en el país de las mujeres más hermosas y más calientes del mundo, de madre venezolana y padre medio español. Cuando aquello empezó con la jodienda bolivariana mi padre, que era un hombre acomodado, decidió venir a España. Llevo aquí desde los doce añitos. ¿Sabes que me está apeteciendo mucho follarte? –Me dijo dándome otro piquito en los labios-.

Me quedé un tanto paralizado con su franqueza, claro que a mí también me apetecía follármela.

-              Por mí que no quede. –Le contesté-.

-              Pero aquí no me gusta mi amor, seguro que nos vigilan. ¿Tienes algún sitio donde podamos ir? Yo ahora vivo con mis papás y no es plan de ir a mi casa.

-              Vivo solo y cerca de aquí.

-              Pues pulsemos el POSIBLE y vámonos que estamos hueveando.

Pulsamos el POSIBLE en el móvil-$ y nos fuimos. En la calle hacía un calor insoportable. Ella me cogió por la cintura y yo le devolví el gesto. El deseo de bajar mi mano hasta su culo era casi insoportable.

-              Mi amor, si te apetece tocarme la cola no te prives, que luego si no te salen granos. –Debía haberme notado el deseo en la cara o en el movimiento de mi mano en su cadera-.

-              Prefiero esperar a llegar a casa y sobártelo hasta hartarme.

-              No te vas a hartar de él nunca.

Por la calle los hombres se volvían para admirar el culo de Yoselin. Me sentía envidiado y odiado por los transeúntes por tener mi mano al lado de semejante maravilla.

Llegamos a casa sin que ella parase de hablar ni un segundo. Cuando cerré la puerta de mi apartamento me lancé sobre ella para besar los carnosos labios de su boca.

-              Espera mi amor estoy sudando y tú también. Quiero ducharme antes que nada. –Me dijo separándose de mí-.

-              Tienes razón, ven por aquí.

La acompañé al baño del dormitorio principal. A esas alturas yo ya tenía una erección de dimensiones épicas.

-              ¿Nos duchamos juntos para ahorrar agua? –Le pregunté aunque a mí el agua me importara un carajo-.

-              Claro mi amor, pero primero mírame y verás lo que se ha perdido el puto negro.

Me senté en la cama a mirarla Primero se bajó de los zapatos, quedándose ya a mi altura. Luego se bajó la cremallera que el pantalón llevaba en el lateral y se puso de espaldas a mí, imagino que para que yo pudiera disfrutar de la maravilla de la naturaleza que tenía por culo y, en efecto, fue impresionante. Cuando logró bajarse los pantalones disfruté de la visión de su culo. Sus nalgas muy carnosas y respingonas salieron a duras penas del pantalón, llevaba un tanga blanco del cual sólo podía verse la parte superior que iba a la cadera.

-              ¡Qué barbaridad! –Acerté a exclamar-.

-              ¿Te gusta mi colita?

-              No me gusta, me hipnotiza.

-              ¡Ay qué lindo! ¿Tú crees que tiene algo de malo follarse este culo?

-              No, creo que es una obligación de cualquier hombre que pueda disfrutarlo.

Sin prisas terminó de quitarse el pantalón, mientras yo sentado en la cama me abrí el mío para lograr llegar con la mano a mi polla.

-              No te toques cochino, déjame a mí que lo haga cuando termine de desnudarme. –Me dijo dándome otro piquito en la boca-.

Siguió luego quitándose la camiseta por la cabeza, dejando a la vista sus gordas y duras tetas. Tenía unas areolas enormes y negras como el carbón en las que casi era imposible distinguir sus pezones. Por último, y otra vez de espaldas a mí, con gran esfuerzo logró quitarse el tanga. La visión de su cuerpo era la visión del deseo más íntimo y morboso de cualquier hombre. Pensé que por una vez había tenido suerte con la elección de la AEIS.

-              Mi amor, ¿me ayudas a ducharme? –Me dijo acercándose a mí, metiendo mi cara entre los cachetes de su culo-.

-              Claro, hay que limpiar cualquier resto de sudor de este templo.

Cuando hubo restregado su culo por mí cara, me hizo levantar y tiró de mis pantalones hacia abajo. Yo tenía una mancha en los boxes del líquido preseminal del tamaño de una galleta maría.

-              Me gusta que tu polla haya disfrutado tanto y que esté preparada para esta pervertida mulata.

Yo me saqué los pantalones de las piernas mientras ella me desabotonaba la camisa. Luego se sentó en la cama para quitarme los boxes.

-              ¡Qué pollita tan bonita y tan juguetona! –Me dijo cuando mi polla saltó hacia arriba después de pasar la tirilla de los boxes-. Parece que le pone esta mulata.

-              Estoy tan caliente que me voy a correr solo con verte desnuda.

-              Córrete si quieres, mi amor, yo haré que te corras muchas más veces esta tarde.

En cuanto cogió mi polla con su mano me corrí con grandes chorros sobre su cara y sus tetas.

-              ¿No serás de esos que se corren sin satisfacer a una mujer? –Me preguntó sin dejar de sobarme la polla-.

-              Te puedo asegurar que no, pero es que me has puesto a mil.

-              Me ha encantado que te corras sobre mí. Me gustan las prácticas sexuales antisociales. Creo que la AEIS ha puesto a la zorra a guardar el gallinero.

Tiró de mí hacia abajo y ella abriendo las piernas se dejó caer de espaldas sobre la cama. Estaba clarísimo que quería que le comiese el chocho. Tenía un enorme triangulo de pelo negro, corto y muy rizado y un chocho grande con los labios depilados. Su chocho olía mucho a sus flujos, lo que me puso todavía más caliente. Metí la cabeza entre sus piernas y puse dos dedos sobre su clítoris, que era grande y estaba durísimo. Pasé la lengua desde su ojete hasta su clítoris, mientras ella suspiraba y gemía.

-              Mi amor me estás comiendo el coño de lujo, sigue así que me estás dando mucho placer.

¡Joder con la mulata! Me tuvo un cuarto de hora sin parar de lamer y darle suaves mordiscos en los labios del chocho. Yo seguía con la polla como un palo, todavía más dura que cuando me corrí.

-              ¡Ahora, sigue comiéndome el coño, sigue, sigue, sigue,…!

Yoselin se corrió como una fiera soltando jugos como un grifo abierto. Me incorporé y me puse a su lado en la cama.

-              Eres una mujer tremenda –le dije-.

-              Ay mi amor, si todavía no has visto nada.

Al cabo del rato me dijo:

-              Venga cochino vamos a la ducha, que estamos muy sudados.

Se levantó y volví a disfrutar de la visión de su gran culo. La seguí a la ducha. Cuando empezó a salir el agua nos abrazamos y nos besamos. Sobar su culo era un placer inigualable.

-              ¿Sabes que tienes el culo más espléndido que he visto en mi vida?

-              Lo sé, mi mamá siempre me ha dicho que mi colita me daría grandes alegrías y no se ha equivocado.

Ella empujaba su cuerpo contra el mío aprisionando mi polla en medio y se movía suavemente masturbándome. Cogí el gel, la puse de espaldas a mí y dejé caer un buen chorro sobre su culo, que luego fui esparciendo con fuerza. Sobar su culo me daba un placer enorme.

-              Mi amor, así, límpiame bien mi colita.

Después de sobarle su culo con fruición. Me puse de rodillas y metí la cara entre sus grandes nalgas. Ella comenzó a moverlas arriba y abajo en una danza que me volvía loco. Llevé mis manos a su chocho y comencé a sobárselo. Ella gemía ruidosamente y seguía moviendo su culo arriba y abajo. Me incorporé y le encaje la polla entre las nalgas sin dejar de acariciarle el chocho. Puse una mano sobre sus gordas tetas y le pellizqué el sitio donde debían estar sus pezones

-              ¡Ay mi amor que juguetón eres, me encanta que me hagas estas cositas! Si sigues vas a hacer que me corra de nuevo.

-              Eso quiero que no pares de correrte esta tarde.

-              Me temo que lo vas a conseguir con esas manos. ¡Sigue así, no pares, que me voy, aaaggg, aaaggg, ya, ya, ya,..!

Volvió  a llenarme la mano con sus flujos.

-              Ay que rico mi amor. Agárrame que las piernas no me sostienen.

La agarré y la apoyé contra la pared de la ducha, esperando que recuperase el aliento. Cuando se hubo repuesto, empapados como estábamos, me cogió y me llevó a la cama, tumbándome boca arriba, ella se puso de rodillas a mi lado y empezó a comerme la polla. Su culo estaba al alcance de mis manos y después de sobárselo otro rato empecé a darle cachetadas cada vez más fuertes. Yoselin me estaba comiendo la polla de maravilla a la misma vez que me apretaba los huevos con una de sus manos.

-              Me voy a correr -le dije-.

-              Sí mi amor, hazlo en mi boca que me encanta.

-              ¡Aaahhh, uuufff, sigue chupando y jugando con tu lengua, me estás matando del gusto!

Yo subía y bajaba mis caderas sin poder parar y ella seguía el ritmo sin sacarse mi polla de la boca, hasta que terminé de correrme y ella de tragarse toda mi crema.

-              ¡Joder que gusto!

-              ¿Te gusta lo que te hace tu mulata?

-              Yoselin hace apenas una hora que te conozco, ya me he corrido dos veces y sigo teniendo la polla como un palo.

Estuvimos un rato los dos abrazados boca arriba en la cama y durante ese tiempo ella no paró de sobarme la polla. Después se levantó de la cama y yo me quedé mirando su culo.

-              ¿Tienes que irte? –Le pregunté-.

-              No mi amor, voy a llamar a mi mamá para que sepa que no voy a ir durante todo el fin de semana.

El corazón me dio un vuelco. Presentía que el lunes iba a poder trabajar poco, después de un fin de semana sin parar de follar. La escuché hablar por teléfono.

-              Hola mami, ¿cómo estás?... Yo en la gloria, acabo de tener dos espléndidos orgasmos… Sí, es un chico muy juguetón y muy guapo… Eso espero, que no sean más que los dos primeros. Voy a quedarme con él el resto del fin de semana… Vosotros divertiros mucho también… Besos mamita.

Colgó y volvió a la cama.

-              Hablas con mucha naturalidad de tus orgasmos con tu madre. –Le dije-.

-              Claro mi amor, en casa no tenemos secretos. Mis papas son muy pasionales como buenos caribeños y estoy segura de que los he pillado cogiendo. Mami estaba alterada y me ha colgado con muchas prisas.

-              Cuéntame algo de ti –le pedí-.

-              ¡Huy mi amor! ¿Qué quieres que te cuente?

-              No sé, a qué te dedicas, como te fueron tus reuniones concertadas anteriores y cosas así.

Se puso de lado en la cama apoyada en su codo mirándome y volvió a sobarme la polla, que seguía en erección.

-              Trabajo en el gabinete de estética de mi mamá, ya sabes peluquería, manicura, pedicura y cosas así.

-              ¿Te gusta?

-              Me encanta, no podría trabajar en otra cosa.

Su teta me apretaba el costado. Le pasé el brazo bajo la cabeza para que la recostara en mi pecho.

-              Eres un chico muy cariñoso y muy galante.

-              Y tu una mulata preciosa.

-              Gracias mi amor. De las reuniones concertadas tengo poco que contarte. Esta ha sido mi primera reunión. Llevaba veinte días sin coger y me estaba matando a pajas.

-              Eres de las pocas mujeres que he conocido que reconoce que se masturba.

-              ¿Y por qué no? ¿Te crees que las que no lo dicen es que no lo hacen?

-              Me imagino que lo harán como todo el mundo.

-              ¿Quieres ver cómo me lo hago?

-              Me encantaría.

Se incorporó y se puso de rodillas en la cama con las piernas abiertas en frente de mí. Llevó una de sus manos a su coño, mientras que con la otra empezó a sobarse las tetas y a llevárselas a la boca para lamer sus areolas. Yo me senté con la espalda apoyada en el cabecero de la cama, para no perderme detalle.

-              Tengo una gran facilidad para correrme y hacerme una paja para ti me excita mucho, así que no voy a tardar nada.

-              No tengo prisa y me vuelve loco mirarte.

-              Esto sí que te va a gustar.

Se volvió y se agachó poniendo la cabeza en la cama volviéndola para mirarme y poniendo su culo en pompa frente a mí. Empezó a mover su culo, mientras su mano se deslizaba por su chocho. La situación desprendía erotismo de tal manera que tuve que empezar a tocarme yo también.

-              No te toques mi amor. Quiero que tu mulata te ponga más caliente de lo que hayas estado en toda tu vida.

Deje de tocarme aunque lo necesitaba. La polla me dolía de lo dura que la tenía. Ella seguía moviendo su impresionante culo, mientras se metía dos dedos en el coño. Suspiraba y jadeaba sin parar.

-              No te asustes por esto mi amor, me pasa cuando estoy tan caliente como ahora. –Me dijo y empezó a echar chorros de jugo por el coño como si se estuviera meando-.

Yo había visto eso en películas porno en mi juventud, pero no lo había visto en ninguna mujer con la que hubiera estado. Se movió hasta conseguir que los chorros me cayeran encima y me empaparan. Olían muy fuerte y estaban pegajosos. Me corrí de nuevo sin haberme tocado, mezclando mis chorros con los suyos.

-              ¡Ay mi amor, que no has podido evitar correrte otra vez! ¡Como me gusta que te hayas puesto así mirándome!

Nos quedamos los dos tumbados en la cama. ¡Joder que mujer! Pensé. Nos quedamos los dos dormidos. No pude parar de soñar con el culo de Yoselin.

-              Hola mi amor –me dijo cuando abrí los ojos-. Me gusta verte dormir. Sé que no has podido dejar de soñar con mi culo, has hablado en voz alta durante el sueño.

Se puso en cuclillas sobre mí mirándome, cogió mi polla, que seguía en erección, y se la fue metiendo por el culo lentamente sin dejar de mirarme a los ojos.

-              Me encantan las prácticas sexuales antisociales. –Me dijo empezando a subir y bajar sobre mi polla-.

-              No he conocido nunca una mujer tan caliente como tú.

-              Yo para el Caribe no soy una mujer caliente.

-              No me dejes ir nunca al Caribe –le dije llevando mis manos a su culo-

-              Así, házmelo bien rico.

No se había puesto el sol e iba a correrme por cuarta vez en esa tarde. Pensé que no podría soportar ese ritmo, ni siquiera la mitad, diariamente. Yoselin era demasiada mujer para mí.

-              Sóbame el coño mi amor.

Llevé una mano a su coño que seguía empapado. Le metí dos dedos para engrasarlos y después le cogí su abultado clítoris con ellos. Yoselin era una bomba, apretaba y distendía su agujero del culo a voluntad dándome un placer enorme.

-              ¿Te gusta que tu mulata se meta tu polla por el culo?

-              Mucho, sabes dar mucho placer.

-              Y tu mi vida. Tienes la pollita del tamaño justo para metérsela por el culo.

Yoselin subía y bajaba sobre mi polla moviendo su culo como una batidora.

-              Si sigues moviendo así tu culo me voy a correr otra vez.

-              Claro mi amor, córrete dentro de mí, sigue sobándome mi botoncito que yo también me voy a correr de nuevo.

Notó que iba a correrme y se empezó a mover más despacio, pero subiendo el culo hasta casi sacarse mi polla, para después bajarlo de golpe.

-              ¡Córrete mi amor, que me corro contigo! –Me dijo apoyando sus manos en mi pecho-. ¡Así, así córrete, aaagg, aaagg, no pares, me coooorro, noto tu explosión en mis intestinos, aaaggg..!

Después de corrernos los dos ella se tumbó sobre mi pecho sin sacarse mi polla del culo. Luego se dio la vuelta y se puso boca arriba a mi lado. Volvimos a quedarnos dormidos y exhaustos.

El fin de semana y las semanas siguientes fueron un no parar de follar. Yo tenía que tomar un complemento vitamínico para intentar seguirle el ritmo.

No voy a extenderme en lo que follamos, pero si os voy a contar la tarde que me llevó a lo que yo creía que era una cafetería, “El gabinete del marqués” se llamaba, pero era mucho más que una cafetería.

Se trataba de un local grande con la barra a la entrada y unas mesas al fondo tras unas cortinas. Nos sentamos en una de las mesas y pedimos dos cafés. Cuando el camarero nos los trajo, Yoselin le preguntó:

-              Mi amor, ¿hay sitio en la trastienda?

-              Si, está bastante tranquila. Podéis pasar si queréis.

-              Mi amor deja aquí el móvil-$ y vamos a pasar un buen rato. –Me dijo levantándose-.

El camarero nos condujo al pasillo de los aseos y abrió una puerta cerrada con llave, dejándonos pasar. Estaba oscuro hasta que fueron encendiéndose unas luces conforme nosotros avanzábamos por el pasillo. Unas cuantas puertas  abrían a ese pasillo. Encima de cada puerta había una luz, la mayoría de ellas apagadas. Yoselin abrió una de las puertas con la luz apagada y entramos a una habitación muy iluminada. Cuando los ojos se me acostumbraron a la luz, pude ver que había todo tipo de instrumentos para practicar el sado masoquismo.

-              ¿Tú has estado aquí antes? –Le pregunté a Yoselin-.

-              Varias veces con el negro antes de que se volviera aburrido. ¿Te gusta el sado?

-              Casi no lo he practicado y menos con este aparataje.

-              Entonces te vas a divertir de lo lindo mi amor.

Yoselin empezó a desnudarse y me animó a que yo hiciera lo mismo. Verla desnuda con ese cuerpo morboso producía sobre mí el efecto inmediato de empalmarme. Cuando ya estábamos los dos desnudos abrió un armario y cogió una máscara y unas cosas formadas por tiras de cuero negro.

-              Ponte esto mi amor. –Me dijo pasándome las cosas que había cogido-.

Miré la cosa de las tiras de cuero y fui incapaz de averiguar cómo se ponía aquello. Yoselin se dio cuenta y vino a ayudarme. Metió mis piernas por entre unas tiras, luego metió mi polla y mis huevos dentro de un anillo metálico, no sin cierta dificultad por lo empalmado que estaba y finalmente me subió unas tirantas a los hombros. Con esa indumentaria me coloqué la capucha que me cubría toda la cabeza, excepto la boca y se cerraba con una cremallera por detrás. Estaba caliente pensando en los jueguecitos que íbamos practicar, claro está que todos ellos antisociales, como nos gustaba a los dos.

Yoselin se puso un corsé de cuero negro y rojo muy apretado que dejaba fuera sus tetas y su culo y una máscara que le cubría sólo la parte superior de la cabeza.

-              Ven mi  amor. –Me dijo acercándose a una mesa grande que estaba en el centro de la habitación-.

Cuando estuve a su lado me dijo que me tumbara boca arriba, cogió una de mis manos, la colocó dentro de un grillete cogido a la mesa y lo cerró, luego hizo lo mismo con la otra mano y con mis pies, dejándome inmovilizado.

-              No seas mala conmigo –le dije-.

-              ¿A qué llamas tú ser mala?

-              No sé a pegarme y esas cosas.

-              No te preocupes que lo que te haga no te va a doler.

Cogió un látigo pequeño que estaba colgado en la pared. Su culo se veía impresionante con el corsé. Lamenté no poder sobárselo como tanto me gustaba. Levantó el látigo y lo descargó sobre mis muslos. Sonó fuerte el trallazo pero no me dolió, más bien me excitó más todavía. Fue descargando el látigo sobre mis muslos, mi barriga y mi pecho. El juego había empezado a gustarme mucho y estaba a reventar de caliente. Cada vez que descargaba el látigo sus tetas se movían arriba y abajo de manera hipnótica para mí.

-              ¿Te gusta lo que te hace tu mulata?

-              Mucho, me estás poniendo muy, muy caliente.

Después de varios golpes más se subió a la mesa y de rodillas me puso el chocho en la boca. Lo tenía empapado, pero eso era habitual en ella.

-              ¡Chúpalo esclavo!

Que me llamara esclavo y tener su chocho sobre mi boca terminó de ponerme a mil. Desde donde estaba descargó el látigo sobre mi polla. Me gustó.

-              Cómeme la polla –le pedí-.

-              Los esclavos no hablan salvo que se les pregunte.

-              Luego vamos a cambiar tú y yo de posición.

Ella volvió a descargar el látigo sobre mi polla y dijo:

-              Te he dicho que los esclavos no hablan. Calla y sigue comiéndote mi coño mulato.

Me apliqué con la máxima diligencia a cumplir su orden. Yo sabía que no iba a tardar en correrse por primera vez.

-              ¡Sigue esclavo, sigue, haz que me corra, sigue, sigue!

Yoselin descargaba de vez en cuando el látigo sobre mi barriga, mis muslos y mi polla y se sobaba las tetas con la otra mano.

-              ¡Ya, ya, ya, aaaggg, que rico y que fuerte, no pares de chupar, sigue, sigue,…!

-              Córrete mi ama, córrete. Así, lléname la boca con tus jugos.

Cuando terminó de correrse se dejó caer hacia delante con su cabeza al lado de mi polla y se quedó quieta.

-              ¿Te ha gustado como tu esclavo te ha comido tu coño mulato?

-              Qué rico mi amor, tienes una lengua prodigiosa. Ahora átame a mí, hazme tu esclava.

Se levantó y se puso de pié para soltarme, pero cuando sólo me había soltado una mano se abrió la puerta y apareció una mujer con una máscara en los ojos y una cosa de tiras de cuero que dejaba sus pequeñas tetas y su coño peludo a la vista. En la mano llevaba una correa que iba al cuello de un hombre desnudo y de rodillas, sólo con una máscara en la cabeza. Me quedé bastante pasmado ya que no esperaba que fuéramos a tener compañía.

-              ¿Os apetece que nos sumemos a vuestros juegos? –Preguntó la mujer-.

-              ¿Por qué no, cielo? –Contestó Yoselin-.

Cerraron la puerta y se acercaron a nosotros.

-              ¿Tengo yo pinta de ser un cielo? –Le preguntó la tía muy borde a Yoselin, a la misma vez que le daba una patada en las costillas al hombre de rodillas-.

-              Ya sabes que es una forma de hablar –contestó Yoselin-.

-              Tienes caliente a tu esclavo, zorra. –Le dijo la mujer a Yoselin mirándome la polla empalmada-.

-              Sí y yo acabo de correrme.

-              Perro, súbete a la mesa y cómele la polla al esclavo de esta negra.

-              Mulata, no negra –le aclaró Yoselin.

El hombre se levantó y entonces pude ver que llevaba la polla y los huevos dentro de una especie de carcasa metálica hecha de alambres, que le impedía empalmarse. Con la puta de su dueña podría aguantar sin empalmase, pero  cuando el tío reparara en el culo de Yoselin lo iba a pasar muy mal. Se subió a la mesa, se puso a mis pies y empezó a comerme el nabo. La mujer se puso a mi lado y me miró a la cara.

¡Era la hija de puta de los labios finos! Aunque llevaba tapada la cara hasta la nariz, aquellos labios eran inconfundibles. La tipa le descargaba golpes y latigazos al hombre como si no hubiera un mañana. Yoselin se había puesto detrás de ella y le sobaba sus pequeñas tetas. Yo había empezado a cabrearme, ni quería estar con la hija de puta esa ni quería que aquel tío me comiera la polla. Con la mano que tenía suelta liberé mi otra mano, después levanté la cabeza del tío y por último me solté los grilletes de los pies. Mientras yo me liberaba recordé que la tía se llamaba Cristina. Las dos se estaban morreando a base de bien y ella no paraba de sobarle el espléndido culo a Yoselin. Baje al suelo pensando que la tal Cristina me las iba a pagar todas juntas. Me acerqué a ellas, Cristina debió pensar que quería sumarme a ellas porque se volvió hacia mí y me cogió la polla.

-              Espera, vamos a jugar de otra manera. –Le dije, llevándola a un yugo que había en la habitación-

-              ¿Quieres que me ponga aquí? –Me preguntó-.

-              Sí guarra, quiero que seas mi esclava –le contesté abriendo el yugo para que metiera las manos y la cabeza y cerrándolo después dejándola inmovilizada-.

Después me volví hacia Yoselin y le dije al oído:

-              Quítale a ese hombre el cacharro que lleva en la polla, que me está dando grima.

Después volví a mirar a Cristina que tenía el culo hacia mí. Aquel culo al lado del de Yoselin era un auténtico asco. Cogí una especie de raqueta de pimpón que estaba colgada en la pared y le descargué varios golpes en el culo y en los muslos a la de los labios finos.

-              ¿Te gusta mucho pegar, no? Pues te vas a enterar. –Le grité-.

-              No tienes cojones para que yo me entere, maricón.

Encima de fea era faltona la muy puta. Al poco rato apareció el hombre ya sin el cacharro, tenía que haberle hecho daño porque traía el paquete rojo como un tomate. Cogió otra raqueta como la que yo tenía y empezó a zurrarle de lo lindo.

-              ¡No le dejes que me pegue! –Gritó Cristina tras recibir varios golpes del hombre-.

-              ¿Por qué debería hacerlo con lo que tú le has pegado? –Le pregunté-

-              Porque él es mi esclavo y no puede pegarme.

-              ¿Qué no puedo pegarte, hija de puta? –Le respondió el hombre-.

El tío se iba empalmando conforme le pagaba. Lo dejé y me acerqué a Yoselin.

-              Mi amor me he puesto como una moto cuando te he visto pegarle a esa zorra. –Me dijo sobándome el nabo-.

-              Ve y métete su cara en el culo.

Yoselin se acercó a ella, la cogió del pelo y le dijo:

-              Cómeme el culo que mi hombre quiere ver cómo lo haces.

Se colocó, se abrió las nalgas y la labios finos empezó a comerle el ojete, mientras que ella se sobaba el coño. El hombre había parado de pegarle y ella tenía el culo rojo a más no poder. No iba a poder sentarse en varios días. El tío que estaba ya completamente empalmado le metió la polla por el culo a Cristina sin el menor miramiento.

-              ¡Hijo de puta me has hecho daño, cabrón! –Le gritó ella, pero el tío siguió a lo suyo a la misma vez que le daba fuertes cachetadas-.

Fui al lado de Yoselin, le levante una pierna, se la puse sobre el yugo en que estaba Cristina y le metí la polla en el chocho.

-              ¡Ay mi amor que rico, pero no te vayas a correr dentro!

-              No te preocupes.

-              Sigue comiéndome el culo puerca –le dijo ella a Cristina-.

Cristina se corrió sin decir una palabra, ni gemir ni gritar. El hombre debió correrse también en su interior de igual manera. Por el contrario Yoselin no paraba de gritar:

-              ¡Fóllame más, así, así, más duro! ¡Mi amor me voy a correr otra vez, no pares, no pares!

Se volvió a correr y después de puso de rodillas y se metió mi polla en la boca, hasta que me corrí yo también. Cuando recuperamos el aliento, los otros dos se habían ido.

-              Yoselin yo follo contigo las veces que tú quieras, y yo pueda, tampoco me importa follar con otros, pero que yo los escoja o al menos que les de el visto bueno. –Le dije muy serio-.

-              Bueno mi amor no te enfades, que te saldrán canas en tu pollita

Las seis semanas estaban a punto de cumplirse y yo estaba hecho un mar de dudas. Después de mucho pensarlo decidí que si Yoselin quería seguir, yo también lo haría, aunque tuviera que mantenerme a base de viagras y del complemento alimenticio. El último día nos vimos en mi casa y después de echar un buen polvo me dijo:

-              Mi amor eres un encanto de hombre y follas como los ángeles, pero voy a decir NO.

-              ¿Por qué, si yo creo que nos compenetramos bien?

-              Mira mi amor, lo lamento porque después de follar con esta mulata te va a ser difícil olvidarme, pero me quedan cuatro candidatos y no voy a desperdiciar hartarme de follar con ellos. Además, me gustan las pollas más grandes, como la de mi negro y necesito un hombre más fogoso.

Me quedé chafado, así que tenía la polla pequeña y encima no había sido lo bastante fogoso.

-              Mi amor no te enfades. Si cuando pase el ciclo de encuentros no he encontrado nada mejor te llamo y hablamos.

Se levantó de la cama para vestirse y pude admirar su culo por última vez, pensé que no volvería a disfrutar de un culo como ese.

(Continuará).