miprimita.com

La fiesta y el mago

en Hetero: General

-          ¡Otra ronda de chupitos!

Estábamos el grupo de amigas de siempre en un local de la capital, celebrábamos las bodas de plata de Natalia que, con 45 años, era la más veterana del grupo. La mayoría nos habíamos conocido en la empresa de logística en la que trabajábamos desde hacía varios años.

Araceli y yo, Alicia, nos conocíamos desde la infancia. Ambas mediábamos la veintena y las dos teníamos pareja, yo novio y Araceli novia. Luego estaba Trini,  casada pero sin hijos, y por último Natalia, que tenía 2 hijos varones. A ella le debíamos la pequeña fiesta que celebrábamos sólo las mujeres de la pandilla.

Natalia insistió en que después de 25 años de casada le apetecía más que nos juntáramos sólo las chicas, por lo que Fermín, el marido de Natalia lo celebraba por su lado con los amigos.

-          ¡Bebe, bebe, bebe!

Ocupábamos un reservado del local, lo que nos daba intimidad, y nos servíamos directamente las copas de una barra que había en un rincón a nuestra disposición.

-          ¿Qué música queréis que ponga ahora? – nos preguntó Araceli.

-          Rock and Roll –dije yo.

Lo cierto es que con las 3 rondas de chupitos y un par de cervezas que me había tomado antes estaba animada para no parar de bailar. Movía mi cuerpo de un lado a otro, balanceando la ligera falda que llevaba hasta un poco por encima de las rodillas y enseñando el ombligo que mi camiseta de tirantes dejaba al descubierto.

Mientras Araceli cambiaba la música me acerqué a las chicas, donde en ese momento Trini decía :

-          Bueno Natalia, y después de 25 años ¿qué tal el sexo con tu marido? ¿Te deja satisfecha

o tienes que buscarte fuera quien te ponga las pilas?

– Pues claro que me satisface – contestaba Natalia – Ahí donde le veis Fermín es un tarzán en la cama, un campeón. No pasan dos días sin que me eche unos polvos tremendos que me dejen las piernas temblando. Y encima está estupendamente dotado.

- Ja, ja ja – nos reímos todas imaginando al pequeño de Fermín, no pasaba del 1.60, dándolo todo en la cama con Natalia. Yo para mí pensaba en la envidia que me daba, pues mi novio Germán, al que quería con locura, no era capaz de aguantar dos minutos sin correrse cuando nos poníamos a ello. Pero como no quería pensar en lo insatisfecha que estaba sexualmente, les dije a las demás – Vamos a bailar – Vale, dijo Natalia, pero vamos a tomarnos otro chupito y aprovechemos que en un rato llega una sorpresa - . ¿Queee? – Sí, en un ratito llegará alguien para hacernos un espectáculo a todas. Un striper – dijo Trini -. No, que no estamos es una despedida de soltera, pero sí alguien para que nos riamos un rato.

- Después de tomarnos no uno sino dos chupitos por cabeza, nos pusimos las cuatro a bailar a los Rolling y mover la melena, dando saltos por el centro del reservado que habíamos despojado de sillas para tener sitio de sobra. En uno de esos saltos choqué con Araceli y nos agarramos para no caernos mientras nos partíamos de risa. En ese momento acabó Sympathy for the devil y empezó Angie. Yo me iba a soltar de Araceli cuando me agarró por la cintura y empezó a bailar conmigo. No sé si fue el alcohol o acordarme del tarzán de Fermín, el caso es que después de titubear unos instantes me quedé agarrada a Araceli y dejé que me llevara con la canción. Bailábamos despacio, apenas moviéndonos, yo con mis manos en sus hombros y ella con sus manos bajo mi corto top, en mi cintura. La muy cabrona no se limitó a sujetarme, sino que me iba acariciando lentamente la espalda y mis costados. Yo tengo muy sensible la piel de mis costados y me estaba haciendo sentir cosas que hacía mucho que no experimentaba.

– Después de conocernos durante 20 años es la primera vez que bailamos juntas – Me dijo cuando llevábamos un rato bailando -  Yo, sin decir nada, apoyé la cabeza sobre su hombro y me dejé llevar. No sé qué me pasó, nunca había mirado a ninguna mujer con deseo, pero el aroma que desprendía, sus manos en mi cintura y el lento movimiento que estábamos disfrutando me tenían subyugada. Fue en ese momento, cuando Araceli, al notar mi entrega, se arrimó más a mí, juntando nuestros pechos, y empezó a bajar una de sus manos hacia mi trasero.

- Tomáos otro chupito – nos interrumpió Trini sin darse cuenta de nada con un vaso en cada mano, - yo me separé bruscamente de mi amiga, como si hubiera despertado de un feliz sueño y debí ruborizarme intensamente porque notaba la cara ardiendo. Araceli me miraba y me guiñó un ojo con una sonrisa de oreja a oreja.

- Uy, me está vibrando el culo – dijo Natalia. Se sacó el móvil del bolsillo trasero del pantalón. - Dejad de reíros que es mi maridito -. Después de hablar un rato con él, mientras veíamos cómo le iba cambiando la cara, colgó y nos dijo : en un rato vendrán mis hijos. Acaban un partido de fútbol juvenil ahora y la canguro no puede recogerlos, así que mi marido nos los manda en un taxi.

En ese momento entró en el reservado un hombre gritando : ¡con ustedes el Gran Mago Seductio! e hizo una reverencia revoloteando la negra capa que llevaba.

- ¡Ésta era la sorpresa! – le dijimos a Natalia mientras ella sonreía y le daba dos besos al mago.

- Chicas, el mago ha venido para entretenernos un rato y que disfrutemos de su magia.

El mago dio la vuelta a la barra, colocó un tapete verde que sacó de la pequeña maleta que traía y barajó las cartas que sacó del aire haciendo un gesto ampuloso con el brazo. Le dimos nuestro primer aplauso y estuvo 20 o 25 minutos haciéndonos juegos con cartas mientras las cuatro le observábamos atentamente.

Mientras el mago hacía su número Araceli, a mi lado, me rodeó con un brazo y volvió a cogerme por la cintura. Y volvieron las caricias. Y volví a sentir que me derretía. Esta vez no se limitó a mi costado, sino que también me acariciaba la tripita, subiendo y bajando la mano sin llegar a ningún sitio prohibido. Yo no podía evitar suspirar y arrimarme más a ella, deseando que su mano fuera más audaz, más atrevida.

El mago, mientras tanto, nos miraba de vez en cuando y parecía darse cuenta de todo. Yo a su vez, por no atreverme a mirar a mi amiga, le observaba. Observaba que a pesar de tener una barriguita cervecera, ser feo hasta decir basta y muy despoblada la cabellera tenía unas manos preciosas, cuidadas y de largos dedos.

Terminó con las cartas y, volviendo al centro del reservado, pidió una voluntaria.

-          Yo, yo – dijo Trini dando pequeños saltitos.

Por fin Araceli se separó de mí y respiré profundamente, intentando despejarme y aclarar mi cabeza. Sentía mi cintura huérfana y me había dejado increíblemente excitada. Intentando volver a la normalidad me concentré en atender la actuación.

-          ¿Cómo te llamas, bella voluntaria?

-          Trini.

-          Trini, presta atención y no te despistes que puedes perder tus posesiones más preciadas – le decía el mago mientras la colocaba el cuello de la blusa, la cogía de la mano o la tocaba ligeramente el brazo - .

-          ¿Estás preparada Trini?

-          Claro.

-          ¿Qué hora es? – le preguntó.

-          Las … ¡he perdido el reloj!

-          Toma Trini, se te debe haber caído y te lo he recogido. Ah, por cierto, toma también tu pulsera y el collar. No se puede ser tan descuidada.

Después de darle un gran aplauso, repitió el mismo juego con Natalia y, para terminar, mirándome fijamente a los ojos me hizo salir a mí al centro del reservado, rodeada por mis amigas y el mago.

-          No sé si tú podrías perder algo. No llevas pulseras, reloj ni collar – me decía mientras me toqueteaba – Pero quizá haya algo que te sobre.

Yo estaba totalmente atenta a sus manipulaciones para no darle ni una oportunidad. Al final sin que me hubiera podido quitar nada nos dijo :

-          En fin, invitadme a un chupito y pasemos al gran número final.

Nos fuimos todas a la barra y por el camino noté algo extraño en mi cuerpo, llevé mis manos al pecho y … ¡¡Aaaah, dónde está mi sujetador!! me lo había quitado el mago. Me di rápidamente la vuelta y vi que el mago, con cara de no haber roto nunca un plato, me miraba sonriendo. Todas mis amigas se partían de risa. Hasta Trini me dijo entre carcajadas :

-          Con esas tetas tan bien puestas no merece la pena que lleves sujetador. Jajaja.

-          Pero yo quiero mi sujetador – dije mirando al mago -.

-          Preséntate voluntaria al número final y posiblemente lo recuperarás.

-          Pues adelante.

-          Antes disfrutemos del chupito.

-          Yo ya no quiero más, estoy un poco mareada.

-          Tú la primera, lo necesitarás para aguantar la actuación.

Yo, un poco mosqueada con el estúpido del mago, no tuve más remedio que tomarme el chupito y otro que me trajo Araceli con tan gran sonrisa que no fui capaz de negarme.

-          Para el número final, el número en el que Alicia recupera sus posesiones necesitaremos

dos sillas – dijo Seductio.

-          Pues sólo tenemos una, ¿te vale? – le contestó Natalia mientras quitaba los bolsos de la

silla que había al lado de la barra y los dejaba sobre ésta.

-          Tendrá que valer – según contestaba el mago observé, a través del mareo que me había producido tanto chupito, que ponía una expresión entre ladina y rapaz mientras me miraba de reojo.

-          Yo ocuparé mi trono y la voluntaria … a ver ¿quién iba a ser? Ah sí, tú Alicia te sentarás conmigo.

Yo, reacia a sentarme encima del mago, me quedé anclada en mi sitio, pero entre mis tres amigas, diciéndome que no fuera borde,  me llevaron al mago y me sentaron de lado en sus rodillas.

-          Así no, siéntate encima de mí dándome la espalda – el mago miraba a mis amigas

buscando apoyo.

-          Venga Alicia no te hagas de rogar – me dijo Natalia muerta de risa -.

Al final no tuve más remedio que sentarme como quería el gilipollas del mago y plantar mi culito encima de sus piernas dándole la espalda.

-          Necesitaremos discreción para que los secretos de este número no sean revelados –

según decía esto el mago nos envolvió a los dos en su negra capa, dejando sólo a la vista nuestras cabezas, estando todo lo demás oculto a la vista.

En cuanto nos hubo cubierto con la capa me rodeó con su brazo y puso su mano derecha sobre mi lisa tripita, atrayéndome más hacia él. Yo consentí para que mis amigas no volvieran a pensar que no colaboraba, pensando que cuanto antes empezáramos antes terminaría el número.

-          Para este número necesito un vaso de agua con una rodaja de limón – dijo el mago.

Trini se fue a por él y mientras esperábamos a que volviera el mago empezó a mover su mano sobre mi tripita, haciendo movimientos circulares alrededor de mi ombligo subiendo y bajando lentamente, sin franquear ningún límite pero acercándose. Yo, en medio de mi bruma etílica, le dejaba hacer, pensando que en el momento en que se pasara me levantaría y le daría un guantazo.

Y el agua con limón sin llegar, mis amigas esperando y yo en manos del mago disfrutando de las caricias más exquisitas que había recibido nunca. El mago seguí moviendo su mano por donde quería y yo empezaba a ser presa de tanta toqueteo. Pensaba en las preciosas manos del mago y no podía resistir la suavidad y el atrevimiento de sus caricias, empezando a sentir que me subía la temperatura en sitios donde no debería, los pezones se me endurecieron y, sin la protección del sujetador, me rozaban con la tela del top, se me puso la piel de gallina y notaba que me estaba humedeciendo. Apretaba los muslos y movía uno contra otro sin poder evitarlo.

-          ¡Ah! – se me escapó cuando el mago puso su otra mano sobre la piel desnuda de mi

muslo izquierdo.

Yo ya no tenía voluntad para resistirme. Los movimientos del mago hacían que todos mis sentidos confluyeran en mis pezones y en mi ingle. Él seguía con sus “inofensivas” caricias sobre mi tripa y el interior de mi muslo, subiendo ambas manos suave y lentamente, sin prisa.

Su mano derecha llegó a rozar la parte inferior de mis pechos, como una caricia sin intención pero que me estaba volviendo loca de excitación. Mientras, su mano izquierda seguía moviéndose muy despacio por todo el interior de mi muslo cada vez más arriba pero siempre despacio, lentamente.

Miré a mis amigas Natalia y Araceli que hablaban de sus cosas mientras esperábamos a Trini. Fue en ese momento cuando la mano del mago llegó a rozar mi tanga justo sobre mi rajita. A mí ya me sabía a poco lo que me estaba haciendo, estaba deseando que acariciara mis tetas y metiera sus dedos en mi coño, pero él seguía con sus lentísimas caricias.

Acabada ya mi poca resistencia cedí y recosté el cuerpo sobre el del mago y apoyé la cabeza sobre su hombro cerrando los ojos, entregándome al placer que me estaba dando.

-          Ya estoy aquí – dijo Trini con el vaso de agua con limón en la mano.

-          ¿Qué hago con el agua?

-          Dámelo, el caso es que tenía sed – contestó el mago sacando la mano izquierda de la

capa. Claro que antes de sacar la mano aprovechó para dar un pellizquito sobre mis labios, y no me refiero a la boca.

Así que yo di un saltito y él tomaba el vaso y se bebía el agua.

-          Estaba seco.

-          Ahora seguiremos con el gran número final, es sabido que para conseguir algo en esta

vida – explicaba el mago – antes hay que invertir. Para que Alicia recupere la prenda que le falta antes nos tendrá que dar otra. Así que concentraos  y no os perdáis nada.

En ese momento el mago me agarró más fuertemente de la tripa y el muslo y me dio un pequeño empujón con su ingle. Abrió la capa mostrándonos al público y mis braguitas salieron volando justo a la cara de Araceli. El mago volvió a cerrar la capa y volvió a ocupar sus manos en la tarea para las que estaban destinadas.

Araceli cogió mi tanga y lo extendió para que las demás pudieran verlo. Las carcajadas y algunos ¡Viva! de mis amigas llenaron el local. Araceli se dio cuenta de la humedad que impregnaba mi tanga y guardándoselo en el bolsillo me miró frunciendo el ceño. Precisamente entonces aprovechó el mago para abarcar mi teta derecha con una mano y para empezar a acariciar mi rajita con la otra.

Yo volví a cerrar los ojos y a abandonarme al tacto y a los dedos que me estaban recorriendo como querían. El mago alternaba ahora entre mis dos tetas, me apretaba suavemente los pezones, me recorría las areolas en círculos, me tenía a punto de estallar.

-          ¿Quieres que pare? – me susurró al oído.

Yo no podía hablar pero, con la poca cordura que me quedaba, le hice un gesto afirmativo con la cabeza.

Dos de los dedos que estaban en mi rajita se metieron en ese momento en mi coño y empezaron un movimiento de entrar y salir. Llegué a oír el chapoteo que producían con la ingente humedad que tenía.

-          ¿Quieres que pare? – volvió a susurrarme.

Volví a hacer un gesto afirmativo.

Ése fue el momento en que se apoderó de mi clítoris dándole suaves masajes. Me recorrieron como descargas eléctricas por mis pezones y, sobre todo, por mi coño. Debía tenerle a 100 grados de temperatura.

-          ¿Quieres que pare?

Me rendí. En ese instante fui suya. Apreté los ojos, abrí un poco más las piernas  y negué con la cabeza. Le hubiera dado cualquier cosa que me pidiera con tal de que no parase, que siguiese torturando mi intimidad.

Ascendí al cielo, subía y subía con la velocidad de un cohete, movía mis caderas sobre él, mi cerebro, embotado, me pedía más y más, sólo quería más. Y llegué a la estratosfera, el orgasmo me recorrió como un geiser, empezando por mi vulva, pasando por mis diamantinos pezones y acabando en lo que quedaba de mi mente. Me arqueé sobre él, se me tensó todo el cuerpo, abrí las piernas lo que daban de sí y gocé como una perra. Disfruté del mayor orgasmo de mi vida, ninguna pareja de las que había tenido me había dado jamás un placer semejante.

Cuando me acordé de cómo se respiraba y empezaba a relajar mi cuerpo, miré en torno a mí y vi que mis tres amigas me miraban con la boca abierta.

-          Joder con el mago – murmuró Araceli.

-          Vaya gran número – dijo socarronamente Natalia.

El mago aprovechó mi lasitud para volver a atraerme sobre él. Esta vez notaba entre mis nalgas su durísimo miembro. Yo no podía estar segura, pero mi culo me decía que era algo enorme y ardiente, casi tanto como mi coño. Me metió los dedos en la vagina, no sé cuántos. Dejó huérfanas mis tetas de su otra mano y la colocó sobre mi pubis, anticipando mejores sensaciones.

Y volvió a empezar.

Mi hipersensible coñito no fue capaz de ofrecer resistencia y se abrió para sus manos. Mi humedad se desbordaba llegando hasta el pequeño agujero de mi culito. Mi cabeza sólo sentía chispas de luz, cometas de placer, caía en un agujero negro en el que solo existía mi coño y las manos que me poseían.

-          Y ahora vamos a ir terminado el gran número final – dijo el mago - .

Volvió a revolotear la capa, me zarandeó no sé cómo y yo gimiendo como una verdadera zorra me encontré taladrada. Su miembro había penetrado en mí y se movía como un pistón. Llegaba hasta el final de mi coño, se retiraba hasta casi salirse y volvía a entrar con más fuerza aún. Llenándome, completándome.

-          ¿Te gusta el número? – me preguntó mi dueño.

Yo no contesté y me volvió a preguntar.

-          ¿Te gusta el número?

Le contesté asintiendo con la cabeza y entonces me percaté. En el último revoloteo de la capa no había vuelto a cubrirnos y estaba expuesta a mis amigas. Me observé y vi que tenía el top por encima de mis tetas exhibiéndolas ante mis amigas. La falda la tenía por debajo de las rodillas, y mi tanga había volada un rato antes. No había nada que me cubriera por lo que mis amigas observaban alucinadas el polvo que me estaba metiendo el cabrón del mago.

Pero no solo estaban mis amigas, los dos hijos de Natalia, mellizos, habían llegado y, estupefactos, no se perdían detalle. Por los bultos que se les observaba en el chándal a la altura de la entrepierna les debía estar gustando lo que veían. Natalia reaccionó y se llevó a sus hijos afuera. Trini estaba sofocada, se frotaba los muslos con disimulo pero la traicionaba su agitada respiración.

Pero Araceli … ¡hay mi Araceli! Yo esperaba que viniera a salvarme. Esperaba que me librara de las garras del energúmeno que me poseía como si fuera de su propiedad. Y lo era, era suya en cuerpo y alma, era mi dueño y él lo sabía. Vi con terror que Araceli venía hacia nosotros, no quería que lo parara. Quería seguir disfrutando de la follada que me estaban dando.

Araceli llegó hasta mí, se detuvo entre mis piernas y alargando sus manos hacia mí ¡¡¡ No me salvó !!!  Apartó las manos del mago y las reemplazó. Me magreó las tetas como si no hubiera más en el mundo, como si su destino en la vida fuera dar placer a mis pezones.

Ahora estaba siendo follada por lo que parecía un enorme e incansable miembro, estimulada en el clítoris por las desocupadas manos del mago y magreada por mi traidora y mejor amiga.

El placer al que estaba llegando no era normal. Ninguna mujer podría aguantar lo que yo estaba aguantando. Las olas de placer me recorrían de abajo a arriba, rebotaban en mi cabeza y volvían a bajar. Se sumaban al placer que me seguían dando y volvían a recorrerme incrementadas hasta el infinito.

El mago me apretaba fuertemente un muslo con una mano y con la otra me pellizcó fuertemente el clítoris. Me vino de repente, no es que no lo esperara pero me alcanzó tan rápido y tan fuerte que me arqueé de tal manera que pensé que mi columna no aguantaría. Y otra vez, y otra. El mago me acariciaba suavemente mi botón y yo conseguía un orgasmo tras otro. No existe un estado tal de placer infinito y abandono total como el que yo sufría en ese momento.

Al final volví a caer sobre la polla del mago, este parece que se compadeció de mí y me dio un pequeño descanso sin sacar su miembro de mi interior. Yo respiraba afanosamente y volví a mirar alrededor.

Tenía a Araceli justo delante con cara avergonzada. Sus manos se movían hacia mí sin llegar a completar el recorrido. Las retiraba y volvía a adelantarlas. La duda marcaba su actitud.

A la izquierda de Araceli estaban mis otras amigas, Trini tenía la blusa abierta, con una mano se acariciaba las tetas y movía la otra violentamente bajo su falda. Natalia, con el botón de los pantalones desabrochado subía y bajaba la mano dentro de sus bragas.

Observé movimiento en la entrada al reservado, vi, medio ocultos en el vano de la puerta, a los mellizos con sus miembros por fuera del pantalón cascándose frenéticamente una paja.

-          Todavía no me he corrido, putita – me dijo el cabronazo - ¿seguimos?

-          Sigue, por favor.

Y otra vez.

Esta vez agarrado fuertemente a mis caderas pistoneó mi maltratado coño para volver a hacerme sentir que yo era suya, que podía hacer con mi cuerpo lo que quisiera.

La cara de Araceli cambió, la duda que reflejaba se transformó en una cara de decisión y algo de perversidad. Metió sus dedos en mi boca y los lamí. Me daba algo de consuelo ante la sensación de ser una zorra que me dominaba. Sacó sus dedos, acercó su cara a la mía y me lamió los labios. Yo abrí la boca buscando su lengua y ella se retiró unos centímetros. Yo sacaba la lengua esperando el consuelo de la suya pero no me lo concedió.

Se arrodilló entre nuestras piernas y sopló sobre mi indefenso clítoris. Eso volvió a dejarme indefensa y entregada. Cuando empezó a lamer mi clítoris volví a abandonarme y a ser solamente una receptora de placer.

-          ¿Eres mi putita? – me preguntó el mago mientras mordisqueaba mi oreja.

-          Sí.

-          ¿Eres mi zorra?

-          Sí.

-          Voy a correrme dentro de tu coño de puta, ¿te parece bien?

-          Sí, sí, sí – respondí jadeando.

-          Dime qué eres Alicia.

-          Soy tu puta, tu zorra, soy el agujero para tu polla, soy las tetas para tus manos. Soy tu esclava.

-          A partir de ahora serás mi ayudante y repetiremos el número siempre que yo quiera.

-          Sí.

-          Te pagaré con mi polla y mi semen.

-          Sí.

-          Serás mi mascota.

-          Seré lo que tu quieras, pero haz que vuelva a correrme.

Alicia, chupando mi clítoris me miraba alucinada, había oído toda la conversación pero su sorpresa no evitó que siguiera con su tarea.

Yo me agarré las tetas, ahora desatendidas, y me apretaba los pezones hasta provocarme dolor, un dolor que me llevaba al cielo.

Trini cayó de rodillas al suelo con un corto grito una vez conseguido su orgasmo, Natalia seguía procurándose placer y los chicos seguían también a lo suyo. El charco de semen que había en el suelo indicaba que ya se habían corrido alguna vez, pero seguían dándole al manubrio. Por el tamaño de sus miembros debían haber salido al tarzán de su padre.

Yo, desechada cualquier vergüenza que pudiera darme por estar allí exhibida, expuesta ante mis amigas y demás familia, me centré en la follada que estaba recibiendo. La polla del mago seguía taladrándome sin respiro, mi amiga Araceli ahora me daba mordisquitos en el clítoris y lo succionaba con sus labios. Después de los orgasmos que había tenido mi mente empezaba a divagar, mis pensamientos se volvían inconexos arrollados por el placer de mi coño y el que yo misma me daba en mis tetas.

-          ¿Quieres más, perrita? – me volvió a incordiar el mago.

-          Sí, quiero más.

-          Eres mi mascota, pídelo como una perrita.

-          Quiero más, por favor. Te lo suplico, más.

-          Así no. Como una perrita. Ladra.

¿Qué ladre? Mi cabeza no daba para mucho pero no estaba dispuesta a rebajarme tanto. Vale que era el polvo más increíble, salvaje y poderoso de toda mi vida, pero nunca jamás iba a ladrar como si fuera una sucia perra, una puta, la mascota del mago calvo y barrigón. No le iba a permitir que hiciera conmigo lo que le diera la gana. Así que le dije :

-          ¡ Guau ¡

-          Muy bien, perrita. Otra vez.

-          ¡ Guau ¡ ¡Guau!

Mientras yo intentaba descifrar en mi confundida mente cómo había pasado eso, el mago redobló la fuerza con la que me taladraba y le dijo a Araceli :

-          Amiga de Alicia, métela un dedo en el culo.

Araceli, mi amiga del alma, la que jamás me traicionaría, la persona en la que yo más confiaba nunca haría eso, llevó sus dedos al agujero de mi culito, recogió la abundante humedad que recorría mi perineo y me introdujo despacito un dedo en el culo.

Aspiré profundamente cuando mi culo fue profanado, tuve que sufrir indefensa el movimiento del dedo de Araceli que entraba y salía lentamente. Así que ahora los latigazos de placer se multiplicaron, mi coñito, mis tetas que no había dejado en ningún momento y ahora mi culo.

-          ¿Quieres más? – insistió mi dueño.

-          ¡ Guau!

El mago le hizo a Araceli un gesto con la cabeza y esta entendió. Sacó su dedo de mi culo y me introdujo dos. Los metía y sacaba con rapidez. Para mi sorpresa no me dolía en absoluto. Seguimos follando un ratito y Araceli paso a tres. Tres dedos perforaban mi culo, la polla del cabrón perforaba mi coño y yo aplastaba mis tetas y tiraba de mis pezones como si me los quisiera arrancar. El placer que estaba recibiendo era inconmensurable, mi entrega al mago y a mi amiga era total. Y seguía botando sobre la polla que me estaba haciendo eso. Seguía botando sobre los dedos que me habían desvirgado el culo.

Natalia estaba sentada en el suelo agarrada a Trini. Ninguna se perdía nada. Me hubiera descojonado si las circunstancias fueran otras. Cada una tenía una de sus manos en una teta y la otra mano metida en la ingle de la otra. Sus rostros encendidos reflejaban lo que estaba pasando.

Los mellizos seguían a lo suyo, agitaban sus congestionados miembros mientras alternaban la mirada entre su madre y el espectáculo que les estaba ofreciendo. El charco del suelo había aumentado.

-          Voy a correrme, putita, voy a correrme – gritó el mago.

-          Sí, por favor, córrete en mí. Llena mi coño – mi excitación hablaba por mí.

-          ¿Serás mi puta a partir de hoy?

-          Seré lo que tú quieras.

-          Eres mía, harás cualquier cosa que te pida ¿verdad, perrita?

-          ¡ Guau!

En es momento se corrió. Disparo tras disparo de su caliente semen llenaron mi coño llegando hasta el útero. No acababa nunca. Seguía y seguía. Diez, doce veces su polla me rellenó de su semen. Me sentí completa y entonces pasó. Los orgasmos anteriores fueron una gilipollez comparados con este. Un fogonazo de luz blanca llenó mi cerebro y me robó el sentido. Cada una de mis terminales nerviosas se encendió y me llenaron de placer. Mi cuerpo convulsionó y, al contrario que las veces anteriores, se dobló sobre sí mismo. Me hice una pelota, me abracé las rodillas y recibí oleada tras oleada de placer. Encadené orgasmo tras orgasmo. No sabía lo que estaba pasando pero lo estaba gozando.

Me quedé muy quieta, indefensa, todavía con la polla del mago en mi interior, y disfruté de la luz que llenaba mi cabeza. Mi cuerpo experimentaba temblores cada pocos segundos. Araceli me abrazó hasta que todo pasó. Me llenó una sensación de paz y tranquilidad y, poco a poco, fui dejándome caer al suelo. El miembro del mago hizo “plop” cuando se salió de mí. No tenía fuerzas para moverme. Notaba que el semen me escurría entre las piernas pero no podía ni quería abandonar mi postura fetal. Araceli me seguía abrazando como si fuera una niña pequeña. Aprendí como se respiraba. Me agarré a mi amiga como si fuera mi salvación y esperé a que pasara mi aturdimiento.

Al poco intenté y conseguí levantarme. Mis piernas parecían de otra. Me bajé el top y me subía la falda. Los hijos de Natalia habían desaparecido y mis amigas estaban de pie y en estado de revista. Trini me trajo un vaso de agua que le agradecí enormemente. Me sorprendió, pero cada una de mis amigas vino a darme un abrazo y un beso en la mejilla. Araceli  fue la última, sin saber muy bien que cara ponerme, me dijo al oído : te quiero.

-          Yo también te quiero – contesté mirándola a los ojos.

Una enorme sonrisa ocupó su boca y su cara se iluminó como un árbol de navidad.

-          Bueno chicas, el gran número final a terminado y yo tengo que irme. Espero que hayáis disfrutado de mi actuación como yo he hecho – dijo el Gran Mago Seductio.

En ese momento me miró a los ojos y dijo :

-          Vamos perrita.

Yo agaché la cabeza evitando mirarle y fui hacia él. De reojo vi que se le instaló en la cara un gesto altanero de suficiencia. Ya cuando estaba llegando a él le dije.

-          Sí, mi amo.

Su gesto altanero se acentuó hasta que yo, cogiendo impulso, le di una patada en los huevos que hubiera sido la envidia de Pelé en sus mejores años.

El maguito se dobló por la cintura intentando proteger sus partes más sensibles. A buena hora. Mis tres amigas en ese momento se lanzaron a por él. Los tortazos y las patadas volaban. El maguito se llevó una ensalada de hostias que ni en un combate de Alí vs Foreman. Al final huyó por patas y nosotras nos abrazamos sin parar de reír.

-          Pues parece que se le ha olvidado cobrarme – dijo Natalia -. Nuestras risas arreciaron y volvimos a abrazarnos.

Ya vuelta la normalidad Araceli no dejaba de mirarme, a mí me daba vergüenza mantenerle la mirada. ¿Qué pasaría entre nosotras ahora? En fin … esa es otra historia.

-          ¡Otra ronda de chupitos!