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Los mil y un polvos (I)

en Interracial

La polla de Abbas era enorme, más propia de un equino que de un hombre. Correr a espiarle desde el ventanuco del baño, que daba al patio y a la ventana de su habitación de matrimonio, se había convertido en mi vicio mañanero, uno de tantos. Contemplando como se tendía en la cama, desnudo, fumando un cigarrillo con su rabo flácido pero enorme me dejaba empapada. Más de dos veces mi hermana irrumpió en el servicio para encontrarme subida a un taburete hurgando entre mis piernas. Estaba obsesionada con mi vecino, pero no era para menos.  

Él, Abbas, tenía cuarenta y seis entonces. Casado, con un hijo adolescente. De profesión para mi desconocida solo sabía que regentaba o más bien paraba por un locutorio y una mezquita de nuestra calle. A primera vista no es un hombre atractivo, su nariz es aguileña, le faltan algunos dientes y su cara morena, allí donde no está cubierta por barba, está llena de cráteres de aspecto virulento. Cuando le conocí, cuando se mudaron al bloque donde comparto piso con mi hermana, no me atrajo nada, más bien todo lo contrario. Coincidí con él en el ascensor y olía a sudor y tabaco negro, además me miraba con sus ojos, negros, como un depredador. El día, que limpiando el baño reparé en su cuerpo desnudo, delgado y peludo con todos los músculos marcados, la cosa cambió.  

Yo, Camila, tenía veinticuatro años. Salía, en realidad me liaba con un chico llamado Pablo cada poco. Pablo era un chico mono, en forma, divertido para salir pero que la verdad no podía compararse con Abbas en otros aspectos. Se quedaba muy corto, y yo no soy de quedarme con hambre. Desde hace años tengo claro que mis orgasmos no necesitan agentes externos, salvo por algún juguete que tengo. El caso es que Pablito no siempre me dejaba satisfecha, pero era agradable. Abbas, sin duda podría satisfacerme, pero era desagradable. Sin embargo, cuando empieza esta historia yo llevaba dos semanas masturbándome contemplándole desnudo.  

Un día en particular el espectáculo fue soberbio y el deseo que me causo me hizo perder los papeles y dar vida a este relato. Yo acudí a mi atalaya sobre las once, tranquilamente, ese día era lunes y mi hermana trabajaba de mañana. Abbas solía pasarse en la cama hasta la hora de comer, ese día no era distinto, estaba tirado fumando. Lo único malo es que estaba cubierto de cintura para abajo por la sábana, igualmente empecé a jugar conmigo misma, humedeciéndome los dedos, sabía que tarde o temprano me regalaría la ansiada imagen de su pollón. Por suerte para mí ese día me regaló algo mejor. 

Su mujer, que solía pasarse la mañana haciendo recados, entro en la habitación. Por primera vez le vi el pelo castaño, recogido en una coleta. Iba vestida de estar por casa, con la clásica ropa deportiva. Me fije en que Abbas le decía algo, ni lo oí ni lo hubiese entendido pues le hablaba en árabe. Ella se detuvo frente a la cama y se quitó los pantalones de chándal. La mujer de Abbas era una mujer normal, algo pasada de peso, el culo que expuso así lo reflejaba, tenía estrías, pero hija a ver cómo está el mío a su edad. Me quedó poca duda de lo que venía a continuación.  

Abbas se descubrió, estaba medio duro, y su polla crecía mientras se masturbaba. Se levantó y dobló a su mujer sobre la cama. La tomó por las caderas y empezó a arremeter como un animal. El enorme culo de ella temblaba con las embestidas, ahora si oía algo venir de su habitación, gemidos mezcla de dolor y placer. Él no paraba de cargar, yo estaba realmente empapada imaginándome en la posición de su mujer, pero ésta no parecía tan cautivada. Era notable como cada vez que podía intentaba alejarse, y los gemidos habían desaparecido ya, estaba caída sobre su pecho mordiendo las sábanas. La actitud que tomo ella no gustó a Abbas que empezó a azotar sus nalgas haciendo que gritase. Pasados unos veinte minutos de encuentro el dejó de follarse a su mujer, sacó su rabo, que sin exagerar era como mi antebrazo, y salió de la habitación con un portazo, no se había corrido y su mujer con el culo rojo se incorporó despacio dolida. 

Yo tuve un espasmo mientras llegaba que casi me tira del taburete. Me metí corriendo a la ducha, sin dejar de tocarme y volvía sentir ese relámpago desde el clítoris hasta la base de mi cráneo. Tuve que poner el agua lo más fría posible para calmarme, o caería en una de mis cadenas de orgasmos, y con la respiración entre cortada me miré al espejo del baño. Mi pelo me llegaba un palmo por debajo de los hombros, mi cuerpo estaba pálido porque aún estábamos en primavera y en Barna no había parado de llover. Para quien se lo pregunte soy una chica delgada, no demasiado, con poca cadera, pero buen culo y una ochenta y cinco de tetas. Estoy buena, al menos así me siento. 

Mis ganas de estar con Abbas eran tales que empecé a tramar como seducirle, verle insatisfecho lo hacía todo incluso mejor. Imaginar a un hombre con esa polla y encima esa forma de follar despertaba mis más bajos instintos. A mi pobre Pablo le tenía yo a dos velas desde hace tiempo, era como la mayor parte de los chicos con los que he estado, se creen que follan como actores porno y no es así. En mi mente solo cabía Abbas y pronto iba a descubrir si cabía en el resto de mi cuerpo. Esperé dos días para que él también tuviese más ganas, en esos días no vi que se desfogase y supe que estaba listo para darmelo todo.  

Mi plan, si es que se le puede llamar plan, era simple: plantarme en su casa cuando su mujer no estuviera y ofrecerme. No iba a jugar de inocente niña atacada por el moro malo en el ascensor, sabía lo que quería y como conseguirlo. Me planté un top negro de tirantes que dejaba al aire mi ombligo, y una falda estilo colegiala que cuando giro deja al aire mi culo. Con eso esperé pegada a la mirilla de mi puerta a que la mujer de Abbas saliese a hacer los recados. Respiré hondo y salí de casa convencida, andando firme, llame al timbre y me apoyé en el marco de la puerta mostrando tanto escote como me era posible. Abbas tardó como cinco minutos en abrir y a mí la postura seductora me empezaba a cansar. Cuando apareció en el umbral, en pantalón de chándal con el torso desnudo, sonreí picara y dije: 

  • Hola... - Y nada más. 

Antes de que pudiera soltar un falso discurso, sobre que siendo vecinos desde hacía meses no nos conocíamos, me agarró por el brazo y me metió para la casa. Cuando ya me tuvo dentro no se preocupó de mis extremidades sus manos fueron a mis tetas y mi culo. Me había colocado contra una pared y hacía lo que quería con mi cuerpo, me sacaba más de una cabeza de altura y sus manos eran enormes. Me pellizcó los pezones hasta que se me marcaron en el top, me hizo las bragas a un lado y apretó mis nalgas tan fuerte que supe que su mano estaba marcada, y mientras la deslizaba dejándome y hacía sus pantalones pasó por mi coño y sonrió al notar mi humedad.  

  • Mucho tarde tú puta –me dijo mirándome al tiempo que dejaba caer sus pantalones-. Yo esperaba tú vinieses antes, que vieneses antes por esto. 

El cabrón me esperaba, sabía que yo le espiaba y eso me puso más caliente. Pensar que todo el tiempo me había estado tentando con su polla, y menuda polla. Ahora la tenía delante, empezaba a ponerse dura y medía más de un palmo, circuncidada, venosa, emergiendo de una mata de pelo rizado, coronada por un par de huevos enormes.  

  • Joder –fue cuanto llegué a decir antes de que con su mano en mi hombro me empujase hacía el suelo.  

Hinqué rodilla frente a Abbas, más bien frente a su rabo. Con una mano me tiró la cabeza hacía atrás, contra la pared, desde mi frente; con la otra se agarró la polla y la encaró contra mi boca medio abierta más por sorpresa que lista para mamar. Lo primero que besé de Abbas, luego le besaría casi la totalidad de su cuerpo, fue su glande. No los voy a edulcorar, su sabor era fuerte y su olor intenso. Allí también olía a sudor y tabaco, pero además con un toque de orina. Sabía a todo eso, salado y agrío, y eso sumado al tamaño de la cabeza de su polla, ya cuando solo tenía está en la boca, me provocaron una arcada. 

Como un gesto reflejo eché una de mis manos a su rabo y otra a su pubis, ésta empujando, él apartó ambas de un golpe y me dio una bofetada que hizo más ruido que daño. Me dejó claro quién estaba al mando, y así siguió empujando hasta que me tragué casi la mitad. Le miré y sus ojos eran de un animal salvaje, me estaba desbordando de flujos y babeando sobre mi top. Notaba que las mejillas me ardían y no podía más, mis ojos suplicaban y temí que aquello le excitase más y no parase hasta ahogarme. Pensé en morderle si no me dejaba libre al menos un segundo para respirar, pero lo hizo.  

Tosí al liberarme y escupí un hilo de saliva que iba desde su polla hasta mis labios. Ahora ya la tenía dura, y se la sacudía delante de mí. Me miró y lanzó un gesto interrogativo con su cabeza, asentí y esta vez agarré yo su polla con mis dos manos. Tomé el control y pude demostrar a Abbas que si me dejaba se lo iba a pasar mejor. Empecé recorriendo su glande con mi lengua en un círculo casi perfecto, luego lamí toda la longitud de su rabo, que en efecto rondaba los treinta centímetros como suponía. Mi lengua arrancó en sus peludos huevos y subió por el tronco hasta volver a la punta que introduje en mi boca. Normalmente con mis parejas tengo que cerrar los labios con fuerza para crear esa cierta succión que tan locos vuelve a todos los tíos, con él no era necesario. Mis labios se enroscaron perfectamente a su rabo y empecé a mamar como yo sabía, no llegaba tan profundo como cuando él había tratado de follarme la boca, pero por su cara el placer era mayor. Le masajeaba los huevos y masturbaba con mis manos. El sabor de su rabo empezaba a gustarme y disfrutaba más y más yo también.  

Tomé un breve descanso y me quité el top, lo tenía lleno de babas y otros fluidos. Le dejé ver mis tetas y escupí entre ellas, para después agarrarle de nuevo y colocarle entre ellas. Aprontándomelas conseguí sujetar su polla y hacerle una rica cubana, al tiempo que le chupaba la punta y escupía para mantenerlo todo bien lubricado, ese día babeaba como una niña con una piruleta. Esto pareció encandilar definitivamente a Abbas y me aproveché de ello. 

  • ¿Te gusta papi? -No he conocido a un hombre que no le gusta que le llamen papi, y él no fue una excepción.  

De nuevo se encendió la bestia, me levantó y me llevó a la habitación de matrimonio. Me coloqué sobre la cama a cuatro patas, justo a tiempo de recibir su polla en la boca. Ahora sí que iba a follarme la boca, e iba a dejarle porque no me veía capaz de que me follase otros agujeros con eso, el recuerdo de su mujer rota sobre la cama me acojono. Así fue, me folló la boca sin piedad, yo babeaba y sufría arcadas que me dejaron exhausta a los dos minutos. Abbas aprovechó eso para tirarme boca arriba sobre la cama, como a una muñeca de trapo, me arrancó las bragas, las rompió y las arrojó a un lado de la habitación. 

  • ¡No, para! -Le supliqué sin éxito.  

Me levantó las piernas y las puso sobre sus hombros, sentí su polla abrirme como si fuese mi primera vez. Me quedé un segundo sin aire, mientras avanzaba hasta chocar sus huevos con mi culo. Miré hacía abajo y solo le vi a él clavado en mí, cubiertos nuestros sexos por mi falda de colegiala. Él me miraba y reía, tras ese segundo sin aire mi respiración se había acelerado, solo para hacerlo más cuando empezó a embestir. Recuerdo que toda la habitación temblaba, o tal vez solo lo hacía yo, pero con un ritmo frenético. Me tuvo así quince minutos, me vine agarrando las sabanas hasta que mis uñas las rajaron, alcancé otro inmediato clímax en que mi cuerpo solo pudo convulsionar, y en el tercero reparé en mis gemidos. 

Noté que él iba a llegar y me incorporé, me agarré a su cuerpo y me sentó sobre sí. Su polla se me clavaba entera iba a llegar por cuarta vez le mordí el hombro, sabía a ese sudor asqueroso que ahora me vuelve loca. Le clavé mis uñas en la espalda y lo noté. Una explosión caliente entre mis piernas, no pensé en las posibles coincidencias de que se me acabase de correr dentro solo en que de repente me sentí llena de algo denso y pegajoso. Me dejó caer y salió de mí, su polla aún chorreaba algo de semen. Me dio miedo mirar, así que llevé mis dedos, para que estos regresasen a mí cubiertos de una mezcla de nuestros fluidos. Me la llevé a la boca y saboreé.   

Abbas deambuló por el cuarto y me tiro mis bragas rotas, después desapareció un segundo y volvió con sus pantalones de chándal puestos y mi top en la mano. Se acercó a mí, pensé que tendríamos un dulce momento postcoital, pero en su lugar me agarró y tiró fuerte de mí, me sacó al rellano en tetas y cerró la puerta no sin antes decirme: 

  • Mañana ven antes puta. 

Me metí en casa, notando como por mi muslo discurría su corrida. Fui a la ducha directa, miré por el ventanuco del baño y él no estaba en la habitación, pero en la cama aún quedaban las manchas de mi paso. Al día siguiente huelga decir que volví, y volvimos a hacerlo y fue más intenso y mejor. Continuaré este relato con algo que pasó más adelante, pues durante semanas Abbas me follaba a diario e hizo que mi coño se acostumbrase pronto a su polla. El placer era inmenso, pero para él el placer no era completo sin algo de sufrimiento por mi parte y no tardé en saber cómo darle es también.  

 

Hola a todos los lectores y autores de TodoRelatos. Espero que este mi primer relato guste. He de decir que está basado en algo real, con las exageraciones y los cambios de nombre necesarios. La polla de Abbas es hasta la fecha la más grande que he conocido, pero claro él no se llama Abbas. También confió en mejorar mi estilo, por lo que he leído aquí hay mucho nivel, yo llevo años sin sentarme a escribir algo más largo que un Tweet. Vengo pasar mucho tiempo por aquí así que nos leeremos.  

Un húmedo beso 

Camila.